lunes, 27 de octubre de 2008

NECEDADES TEÓRICAS CAPITALISTAS: CETERIS PÁRIBUS Y COLAPSO DEL NEOLIBERALISMO

Javier Biardeau R.

«Os concederé» —dice el capitalista— «el honor de servirme, a condición de que me indemnicéis, entregándome lo poco que os queda, el sacrificio que hago al mandar sobre vosotros» [J. J. Rousseau. Discours sur l'Économie Politique («Discursos sobre la Economía política»)].

«Siempre que la ley intenta zanjar las diferencias existentes entre los patronos (masters) y sus obreros, lo hace siguiendo los consejos de los patronos», A. Smith («Investigación acerca de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones»).

“Hizo falta mucho tiempo para saber lo que era la explotación. Y el deseo ha sido y es todavía un largo asunto. Es posible que ahora las luchas que se están llevando a cabo, y además estas teorías locales, regionales, discontinuas que se están elaborando en estas luchas y que hacen cuerpo con ellas, es posible que esto sea el comienzo de un descubrimiento de la manera en que el poder se ejerce.”(Foucault; Los intelectuales y el poder).

Estimado Emeterio, cuando afirmamos que es de poder y no de la escolástica “teoría laboral de valor” que hay que hablar, enfatizamos cómo Marx trastoca las ilusorias separaciones entre categorías económicas, políticas, jurídicas e ideológicas, todas ellas históricas.
El “modelo analítico” del texto no concluido “El Capital”, ha dado lugar a toda una dogmática marxista y antimarxista (“Encantamiento del método”, según Negri), que en manos de los economistas vulgares ha sufrido la peor de las mistificaciones: asumir el fetichismo de las categorías burguesas como naturales (La ausencia de conflicto social entre subjetividades-Holloway).
Criticar a Marx desde la teoría subjetiva de la utilidad marginal implica, de entrada, distorsionarlo, no comprenderlo, es confundir peras con piedras (¿Inconmensurabilidad de paradigmas?). Para esto es mejor leer a Hilferding.
Marx plantea: “Sin embargo, la acumulación de capital presupone la plusvalía; la plusvalía, la producción capitalista, y ésta, la existencia en manos de los productores de mercancías de grandes masas de capital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece moverse dentro de un círculo vicioso, del que sólo podemos salir dando por supuesto una acumulación «originaria» anterior a la acumulación capitalista («previous accumulation», la denomina Adam Smith), una acumulación que no es fruto del régimen capitalista de producción, sino punto de partida de él” (El Capital- La acumulación originaria).
Si usted entra en un círculo vicioso, acuda a la historia, a la dinámica de los conflictos sociales en su devenir. Ésta le dirá que para explicar la estructura-en-proceso, se requiere analizar las condiciones políticas, jurídicas e ideológicas históricamente específicas, que son condición de posibilidad para comprender las categorías económicas. Se trata de una totalidad histórica en proceso, no de compartimientos estancos y cláusulas “Ceteris Páribus”.
Es el metabolismo social el que permite comprender y explicar la teoría del valor/trabajo, y no a la inversa. No comprenderemos que significa explotación, que significa plus-trabajo, sin comprender como se ejerce el poder, por qué conexiones y hasta que instancias ínfimas con frecuencia, de jerarquía, de control, de vigilancia, de prohibiciones, de sujeciones, se ejerce. Para que las relaciones sociales entre seres humanos aparezcan como relaciones entre cosas, hay que comprender como el poder de mando sedimentó un tipo específico de fetichismo.
Las categorías de la “Teoría Económica” se ajustan a este tipo de fetichismo, reproduciéndolo en el plano teórico. La subsunción del trabajo al Capital implica una historia de control-mando de una parte de la población por otra (¿Lucha de clases?). No es que el valor/trabajo explique la lucha de clases, es que la lucha de clases explica los parámetros en los que transcurre el proceso capitalista de explotación, de relación entre salarios, precios y ganancias (de allí que Marx no hable en ningún lugar de “inevitabilidad de la lucha de clases”, sino de su abolición en un modo superior de cooperación social).
Sin analizar “la Acumulación originaria del Capital” no es posible la comprensión del modo de razonamiento económico y de la racionalidad económica capitalista (La lógica de la acumulación por la acumulación misma).
Marx planteó con sencillez la mitología de la teoría económica vulgar: “En tiempos muy remotos —se nos dice—, había, de una parte, una élite trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa, y de la otra, un tropel de descamisados, haraganes, que derrochaban cuanto tenían y aún más. Es cierto que la leyenda del pecado original teológico nos dice cómo el hombre fue condenado a ganar el pan con el sudor de su rostro; pero la historia del pecado original económico nos revela por qué hay gente que no necesita sudar para comer. No importa. Así se explica que mientras los primeros acumulaban riqueza, los segundos acabaron por no tener ya nada que vender más que su pellejo. De este pecado original arranca la pobreza de la gran masa que todavía hoy, a pesar de lo mucho que trabaja, no tiene nada que vender más que a sí misma y la riqueza de los pocos, riqueza que no cesa de crecer, aunque ya haga muchísimo tiempo que sus propietarios han dejado de trabajar".
Marx fue más allá de sus interpretes vulgares: “No basta con que las condiciones de trabajo cristalicen en uno de los polos como capital y en el polo contrario como hombres que no tienen nada que vender más que su fuerza de trabajo. Ni basta tampoco con obligar a éstos a venderse voluntariamente. En el transcurso de la producción capitalista, se va formando una clase obrera que, a fuerza de educación, de tradición, de costumbre, se somete a las exigencias de este régimen de producción como a las más lógicas leyes naturales. La organización del proceso capitalista de producción ya desarrollado vence todas las resistencias; la creación constante de una superpoblación relativa mantiene la ley de la oferta y la demanda de trabajo y, por ello, el salario a tono con las necesidades de crecimiento del capital, y la presión sorda de las condiciones económicas sella el poder de mando del capitalista sobre el obrero. Todavía se emplea, de vez en cuando, la violencia directa, extraeconómica; pero sólo en casos excepcionales. Dentro de la marcha natural de las cosas, ya puede dejarse al obrero a merced de las «leyes naturales de la producción», es decir, puesto en dependencia del capital, dependencia que las propias condiciones de producción engendran, garantizan y perpetúan.”
No es posible comprender "El Capital" como un texto económico, pués es un texto de impugnación política, por eso se denomina "Crítica a la economía política"...a las necedades teóricas capitalistas.
¿Comprende, Monsieur?.

NUEVO SOCIALISMO: DESDE ABAJO Y PARA LA EMANCIPACIÓN


Javier Biardeau R.

Ni el viejo socialismo despótico y burocrático del siglo XX, ni el desmantelado Welfare liberal-socialdemócrata alientan ningún entusiasmo ni esperanza de transformación. La doble crisis de la socialdemocracia reformista y del marxismo-leninismo, abre un extraordinario espacio para la reinvención de modelos de socialismo, radicalmente democráticos, participativos, desde abajo, con arraigos culturales y particularidades nacionales.
El llamado “Socialismo Bolivariano”, presente en el primer plan socialista, podría ser un esbozo de los primeros perfiles que se anuncian, superando por cierto, sus propensiones cesaristas y el estatismo-clientelar, que se acerca mucho más a una economía política del populismo, que a una elevación de la productividad y de la igualdad de capacidades, asociadas a una auténtica revolución democrática y socialista.
Por eso, es muy significativo que se enfatice que el “socialismo no cae del cielo” (Lebowitz), que depende de una construcción colectiva desde un proyecto histórico de emancipación. Gran parte del legado de la izquierda histórica ha sido extremadamente miope con el legado libertario, con los valores de la emancipación, anclándose en una gramática moderna del progresismo liberal.
Como ha dicho Alan Badiou la política de la emancipación debe ser completamente repensada, reinventada, mucho más allá de la libertad como no interferencia. Se trata de la posibilidad de socialismos profundamente libertarios, no liberales. ¿A partir de qué acontecimientos?
En primer lugar, de un balance de inventario sumamente riguroso y crítico del Socialismo Burocrático, en todas sus formas. En segundo lugar, del nuevo ciclo de luchas de los movimientos sociales, populares y nacionales que se inician desde 1968, vinculándolas a grandes y pequeñas experiencias políticas que se refieren a problemas particulares: desde revoluciones moleculares a transformaciones molares, reconociendo la turbulencia de movimientos que han echado por tierra la centralidad del partido-aparato, reclamando una plataforma de articulación de movimientos y fuerzas emergentes. Una tercera fuente son los grandes esfuerzos de rupturas en el pensamiento filosófico, teórico y político, que comenzó desde la década de los 60 del siglo pasado, presentando textos significativos para repensar el legado del imaginario socialista a partir de nuevas claves gnoseológicas y ético-políticas.
Existe toda una red poli-centrada de pensamiento crítico que muestra una variedad de perfiles, pero que apunta a saldar cuentas con el magma epistémico de la Modernidad Occidental, con la intrusión positivista de la falaz tesis del “socialismo científico”. La crisis de la geo-cultura hegemónica, del reformismo progresivo, del horizonte liberal de progreso, eclosionó a finales de los años 60, y su colapso se ha pretendido detener con una contraofensiva neoliberal que muestra su agotamiento definitivo.
El turbo-capitalismo financiero muestra su brutal des-anclaje de las aspiraciones de vida digna de una inmensa mayoría del planeta. Re-aparece una sensibilidad anticapitalista contra las formas financieras mundializadas, aunque ahora es esencial la capacidad de una nueva política que se exprese de manera afirmativa. Lo sustantivo es qué idea de la libertad igualitaria de grupos, comunidades y personas, logre afirmar esta política, qué ideas acerca del nuevo pensamiento social, de los modos de organización, de construcción de las relaciones sociales, en el marco de una revalorización de la diversidad de pensamientos en la unidad de la acción colectiva.
Emergen formas inéditas de subjetivación colectiva, de singularidades revolucionarias, que transforman el espacio público. Por suerte, ya no hay una figura única de la política de emancipación en cuyo centro encontraremos un hiper-Estado, como la “patria del socialismo”, con una III Internacional castradora de la diversidad.
Las políticas de la emancipación serán múltiples, rizomáticas. La vieja izquierda todavía vive un proceso de desgarramiento del “progresismo moderno”, pues la emancipación no es una política de modernización productivista, de ampliación desbordada de niveles de consumo, ni de industrialización anti-ecológica. Se trata de una eco-antro-política igualitaria, que gira alrededor de modelos provisorios de “desarrollo humano sustentable”.
Una nueva articulación de emancipación, justicia, democracia, eco-política e interculturalidad. Ya no hay espacio para una opción reformista, llamada al poder para resolver, dentro del orden capitalista establecido, problemas propios del sistema-mundo que el conservadurismo no lograba resolver, por falta de apoyo popular. Ha llegado el espacio para los nuevos socialismos, pues atrás quedaron tanto los despotismos del Bonapartismo/Partido-Único/Estatismo-Autoritario, como los naufragios ideológico de una tímida socialdemocracia, que pretendió gestionar el capitalismo industrial, con reformas simplemente asistenciales.
El Capitalismo mundial integrado, la globalización neoliberal, comienza a fracturarse desde dentro.

martes, 14 de octubre de 2008

¡EMETERIO, EMETERIO!: LA BANCARROTA NEOLIBERAL

Javier Biardeau R.
Pido disculpas a Emeterio Gómez por haberlo defraudado con mi respuesta, espero no tanto como el fraude del mercado de bonos-basura y los espejismos neoliberales de la “turbulencia financiera mundial”. Lamento no haber caído en la tentación de defender una visión escolástica de Marx: la “teoría laboral del valor” y la economía de los “tiempos de trabajo”. Hubiese sido preferible que EG se apuntara en los foros de quienes plantean la “economía política del Socialismo del siglo XXI” (Dieterich, Paul Cockshott, Allin Cottrell y Klaus Bartsch entre otros). Sería ridículo que en un pequeño espacio periodístico dijéramos algo distinto a reconoce que hay un intenso debate entre aquellas corrientes económicas que hacen énfasis en el plano de la satisfacción de necesidades (consumidor), en el plano de la oferta y la demanda (intercambio), en el plano de la adición de costos (productor) y finalmente, los que van más allá de la economía convencional, e introducen el planos de los conflictos por el reparto distributivo, el desequilibrio intrínseco de la sociedad capitalista con los arreglos institucionales que tratan de enmarcar el “proceso económico”. Los marxismos, con todos sus pelajes, siempre han hecho énfasis en este último aspecto del proceso económico (antagonismo entre fuerzas sociales), colocando el conflicto de poder entre trabajo asalariado (empleo, sueldos y salarios), por una parte, y capital (productividad, costos-beneficios); como elemento de dinámica y desequilibrio del sistema económico. Pero no exageremos Emeterio. La polémica aun no comienza. Solo estamos preparando el terreno, las condiciones, el clima. No olvidemos que en principio la agenda no se impone, sino que se construye. No hay dos “frentes”, hay múltiples “frentes”. No se trata necesariamente de las metáforas de la “guerra fría cultural”, esto puede empobrecer la polémica. Si se trata de “trincheras” y de “guerra de posiciones”, tal vez sería mejor ni siquiera comenzar. El asunto sería de “poder de fuego”. En ese contexto, las ideas con mayúscula, el debate de IDEAS, sobra. Veamos si es posible el diálogo polémico de ideas, premisas y presupuestos (agonística entre lógicas de significaciones), no de una “guerra de religiones”. Así que estimado, no hay que fajarse con “El Capital”, hay que fajarse con la totalidad de la obra abierta e inconclusa de Marx, someterla a revisiones, rectificaciones y refutaciones. La finalidad de todo esto es distinta para los diversos “frentes”. La de EG es justificar la vigencia de los inmaculados fundamentos epistémicos de la ideología liberal, incluso en el terreno de la moral y de la disciplina económica, como “ciencia social”. La de otros, entre los que me incluyo, se trata de recuperar lo recuperable de la obra inconclusa de Marx en la construcción de una praxis de renovación socialista para el siglo XXI, pues no hay modelos acabados. Aclaradas los fines prácticos, se trata de una agonística de ideas. No se trata de solo dos puntos de vista (El marxista y el liberal-económico), hay más de dos puntos de vista, hay una pluralidad de marxismos, socialismos y de liberalismos, hay múltiples conflictos y antagonismos que se sobre-determinan. La condición posmoderna acabó con la retórica de los maniqueísmos, le duela a la izquierda clásica, o la derecha neoliberal. Que EG plantee que “no basta con decir que esta obra es una "crítica radical a la economía burguesa” no extraña. Decimos que no solo es esa obra en particular, sino el modo de producción del conocimiento en la obra de Marx, la que constituye una radical impugnación del modo dominante de establecer las relaciones entre ideología y conocimiento en las “ciencias sociales”, fundando la posibilidad de una subjetividad social antagonista al orden del Capital. Marx despeja las funciones de naturalización y enmascaramiento ideológico de los supuestos convencionales de la economía liberal cuando esta introduce de contrabando ideológico (en sus pretensiones de fundar una “ciencia nomológico-deductiva”), los valores morales y la hegemonía ético-cultural del capitalismo y su adscripción al magma de significaciones de la Modernidad. No por casualidad señalaba Karl Korsch, que el marxismo no puede calificarse de “ciencia”, ni siquiera en el sentido burgués más amplio de la palabra ciencia. Esa ciencia moderna, su epistemología cartesiana y su moral individualista, está en bancarrota, tanto como Wall Strett. Por tanto, cuando EG plantea que “hay que afrontar su profunda inconsistencia: esa tesis absurda según la cual el trabajo es la fuente exclusiva del valor de las mercancías”, lo que haces es proyectar a primer plano un “criterio de consistencia” que de entrada es sospechoso. Por mi parte, lo que he justificado es el “socialismo desde abajo”, y no una lectura “estructuralista” de “Das Kapital”, y enfatizo, obra no concluida, precaria, que ni siquiera fue terminada para la imprenta. Hay que superar las in-conclusiones de “El Capital”. Este es un dato brutal de la realidad. Hay que superar las in-conclusiones de Marx. Este es un dato brutal de la historia. Ha sido Negri, entre muchos otros marxistas, quien más ha insistido en señalar que la preponderancia en un abordaje sujeto-objeto, “cientificista” de “El Capital”, en el cual se ha relegado el antagonismo entre los sujetos de clase. Mientras el cientificismo corre detrás de los espejismos de las ecuaciones matemáticas de las transformaciones de los valores en precios, hay que detenerse en los antagonismos sociales y políticos. No hay ciencia social que soporte estos desequilibrios en los modelos, a menos que hagan como Pinochet: disciplinar los comportamientos de productores y consumidores, de capitalistas y trabajadores, a punta de Doctrina de Seguridad Nacional. Negri plantea analizar los Grundrisse, para salir de la lectura “lógico-cientificista” y del “encantamiento del “método” de quienes han convertido la lectura del tomo I del Capital en una suerte de santo y seña para desentrañar el jeroglífico oculto de Marx (me imagino que EG recuerda sus seminarios en este sentido). Para decirlo con palabras llanas, el intercambio entre Capital y Trabajo no es un intercambio mercantil (como diría Baudrillard, basado en la lógica de la equivalencia económica dominante) sino atravesado por el antagonismo. Este pequeño detalle da cuenta de la inexistencia del “mercado de trabajo”. El trabajo vivo no es una mercancía. Este giro pone de cabeza a la economía capitalista y a sus “economistas”. Polanyi desentraño la “gran transformación”, indicando como las instituciones políticas, la “sociedad política” y la “economía moral”, jugaron su papel en la naturalización del cuadro estratégico de las relaciones de poder capitalistas. Pues es de poder, y no de valor/trabajo que hay que hablar.

sábado, 11 de octubre de 2008

EL COLONIALISMO EURONORTEAMERICANO TIENE UNA DEUDA CON LOS PUEBLOS DEL MUNDO

Pachamama

Javier Biardeau R.

Basta leer la “Declaración de los hijos de la Tierra” del 13 de Mayo 2008 para reimpulsar el debate sobre la descolonización y la decolonialidad del poder, el saber y los conocimientos. De este proceso de descolonización de los horizontes mentales no queda exento el pensamiento socialista, sobre todo el impulsado por las variantes burocrático-despóticas del marxismo, quién ha sido cómplice de la negación cultural y del silenciamiento de la inter-culturalidad. El Socialismo indoamericano de Mariategui se enfrentó al terrible dilema de considerar la explotación económica o la negación-discriminación étnico-racial, y su salida fue romper la disyunción, construyendo y de-construyendo a la vez el imaginario occidentalista del marxismo europeo, camino que quedo inconcluso. Sin embargo, reconoció que la comunalidad es la base moral de nuestro socialismo, y que los pueblos originarios enseñan a través de sus cosmovisiones formas de relación social y de vida espiritual que superan en múltiples aspectos a las tradiciones colonial-modernas que los criollos asumieron como cultura hegemónica.

Ciertamente en el siglo XV las grandes civilizaciones del Tawantinsuyo, Mayas, Mapuches y otras del Abya Yala, fueron cortadas y dislocadas violentamente en sus modalidades de desarrollo histórico autónomo, por los ejércitos feudales de Castilla, imponiendo el genocidio, etnocidio, fanatismo católico y destrucción de la madre tierra a través de la colonización y evangelización forzada. Esta verdad histórica, por supuesto, no es la verdad de los colonizadores, sino que emerge del proceso de decolonialidad del saber. La destrucción ambiental, social, cultural y hasta espiritual, sigue pendiente para los pueblos originarios, y no ha sido reparada. Es clave reconocer que no ha existido “justicia intercultural”, pues se mantienen los prejuicios coloniales y el racismo en las relaciones Norte/Sur. No hay nada que celebrar el llamado 12 de Octubre, y si mucho que rememorar en las historias no oficiales. Hay demasiado que autodescubrir en lo que bajo eufemismos llamamos “encuentro”. La resistencia e insurgencia contra-hegemónica de los pueblos y culturas negadas es parte de una de-construcción del imaginario occidentalista del Socialismo, con sus prejuicios productivistas, su evolucionismo, su racionalidad burocrático-instrumental y su liquidación de las identidades ético-raciales, en su aproximación a las complejas clasificaciones sociales de la heterogeneidad estructural, social y cultural de nuestros territorios. La superposición de sistemas heterogéneos de dominación, desigualdad y exclusión social marcan las luchas de los pueblos originarios de Abya-Yala.


Seis siglos después, la actitud colonial y endo-colonial no ha terminado. La declaración de los hijos de la tierra denuncia que “aún la herida de los Pueblos Arawak sometidos como Colonia en la Guyana Francesa, y a través de las negociaciones del AA UE – CAN se pretende volver a reforzar esas viejas cadenas, bajo el comando de las Corporaciones Transnacionales y sus intereses de profundizar su enriquecimiento a través de sus negocios en la minería, petróleo, madereras, agro-combustibles, turismo, pesca, bioprospección y hasta de los servicios públicos y financieros.” También afirma que la “modernidad capitalista” nos ha llevado como humanidad diversa al límite. La dictadura global de las transnacionales (privadas o estatales) avalada por sus estados centrales, ha impuesto la mercantilización de toda forma de vida y el consumismo desenfrenado y sus adicciones energéticas, tanto de hidrocarburos y ahora de agro-combustibles, que producen en forma combinada, el calentamiento global y ahora la hambruna. Asistimos a una crisis civilizatoria, no simplemente a la “turbulencia financiera” de Wall Strett, y falta muy poco para llegar a los fatídicos dos grados centígrados de calentamiento global donde el suicidio planetario y humano será indetenible. Estamos ante el fracasó de la razón occidental/imperial/colonial de “explotación de la naturaleza” y el mundo necesita aprender que los humanos somos hijos de la tierra, que ella nos cría y nosotros a ella. Sin una etno-eco-antro-política, la humanidad diversa puede perecer. La crisis en la naturaleza va de la mano con la crisis del Estado mono-cultural y uni-nacional, impuesto como modelo para la humanidad, por la misma soberbia eurocéntrica. Las Constituciones políticas de los Estados se han hecho en términos generales sin participación ni protagonismo de los pueblos indígenas originarios ni afro-descendientes. Este orden hegemónico desconoce y se impone a la diversidad de pueblos, culturas, ecosistemas, saberes y espiritualidades del Abya Yala. Es la hora de nuevas alternativas : Estados Pluri Nacionales, pluri-culturales y modelos de Buen-Vivir/ Mejor-Vivir, para incorporar y proteger la inmensa diversidad natural, social y cultural en que habitamos. Sin embargo, para esto, es imprescindible no solo des-dogmatizar el pensamiento crítico “latinoamericano” sino descolonizarlo.

Pues desde el 12 de Octubre, el sistema de Saber y conocimientos traduce el sistema de poder no solo político sino cultural. Es tiempo de imaginar nuevos tiempos, para romper con la huella colonial.

LIBERAR A MARX DEL MARXISMO BUROCRATICO DESPOTICO I

Javier Biardeau R.

Hemos planteado que Ludovico Silva acertó cuando distinguió entre marxistas, marxologos y marxianos. Marxistas hay de distintos pelajes: ortodoxos, heterodoxos, abiertos, críticos, revolucionarios, dogmáticos y sobre todo, de aparato y burocráticos. A estos últimos, los he denominado burocrático-despóticos, ya que el término marxista-leninista, de extracción estalinista no es suficientemente comprehensivo. El marxismo-leninismo es solo una de las variantes más extendidas del marxismo burocrático-despótico, producto de la política estalinista, pero no agota el campo del imaginario despótico en el marxismo.

De allí que sea fundamental comprender la diferencias entre el pensamiento marxiano, el marxismo crítico y el marxismo burocrático-despótico; este ultimo consustanciado con una política de liquidación de las libertades políticas, sociales y culturales, con la anulación del proyecto de conjunción entre la ampliación de los espacios de libertad y la liberación social, en un proyecto de justicia sustantiva e igualdad compleja.

Considero que el futuro del marxismo y del pensamiento crítico socialista se anuda a una recuperación de Marx, a partir de una mínima fidelidad hermeneutica, frente a las deformaciones del llamado marxismo-leninismo, de cualquier marxismo de aparato y de los manuales empobrecedores. En Venezuela, personajes como Garcia Bacca, Federico Riu, Ludovico Silva, Rigoberto Lanz, Hugo Calello y Nuñes Tenorio aportaron mucho más al “marxismo crítico”, que los pesados manuales de la Academia de Ciencias de la extinta URSS.

Nuestra dependencia y colonialismo intelectual no solo se hizo desde el euro-centrismo o la industria cultural de los EE.UU, sino además desde los focos de divulgación intelectual del Socialismo Realmente Inexistente. Esta situación generó verdaderos engendros conceptuales con devastadoras consecuencias políticas. Por ejemplo, la repetición a-critica de términos como “base y superestructura” (solo basta leer el “Estilo literario de Marx” de Ludovico Silva, o la carta de Engels a Bloch para inmunizarse de tanto desparpajo teórico), de “leyes objetivas del desarrollo social”, el “Estado Socialista” y de “socialismo-comunismo” como etapas, muestran algunas de las distorsiones mas frecuentes del pensamiento de Marx.

Y es hoy, en plena actualidad de los debates sobre las transiciones al Socialismo, donde es cada vez más urgente despejar estas falsificaciones y errores. Todavía hay quienes analizan el Manifiesto Comunista de 1848 y la Crítica del Programa de Gotha de 1875 y siguen afirmando la falsa tesis de que “en estos textos de Marx se distinguen claramente las dos etapas: socialismo y comunismo”.

Pues no, Marx no distingue el socialismo y el comunismo como etapas históricas en ninguno de sus trabajos, y esto es parte de la mitología del marxismo burocrático-despótico. No es que primero viene el socialismo y después el comunismo, es que el proyecto socialista revolucionario es la utopía concreta, la superación de la “sociedad burguesa moderna”.

Ludovico lo enfatizó en más de una oportunidad, hasta el punto de escribir “Teoría del Socialismo”, obra recientemente reeditada por la Alcaldía Mayor, bajo la dirección de Juan Barreto, hasta ahora uno de los pocos dirigentes políticos del proceso que ha dedicado parte de sus energías a reflexionar y escribir sobre legado teórico-político de Marx, en medio de escasas iniciativas de renovación intelectual de la izquierda, y más allá de lo que opinen sus adversarios (exógenos y endógenos).

En la obra “teoría del Socialismo”, Silva, con la prosa que lo caracterizaba dice: El comunismo no es, como tantos creen, una “presunta fase superior del Socialismo”. En cambio, los manuales del estalinismo-burocrático dictan: “El proceso histórico-natural de génesis y desarrollo de la formación comunista comprende tres fases conocidas que se suceden objetivamente la una a la otra: el período de transición, que comienza con la revolución socialista, el Socialismo, fase inferior de la formación comunista, y el comunismo.”(Kelle-Kovalzon)

Marx nunca planteó algo semejante, y sobre el período de transición en ningún caso escribió sobre la “etapa socialista” y la “etapa comunista”. Marx y Engels hablaron indistintamente de “sociedad socialista” y “sociedad comunista”, sin ubicarlas en etapas ni secuencias evolutivas. Incluso en la Crítica al Programa de Gotha, Marx señala: “De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede”.

También dice: “Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento.”. La idea mas difundida plantea: “En una fase superior de la sociedad comunista cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!”.

No se trata de un simple ejercicio de escolástica marxista, sin consecuencias para las relaciones entre el pensamiento crítico socialista y la praxis de transformación. El marxismo burocrático-despótico sella la condena de la revolución, al repetir los errores del Socialismo burocrático. Por eso hay que superar la dosificación y filtraje de las tesis doctrinarias de los partidos-aparato. Marx habla de primera fase y de fase superior del “comunismo”, en ningún caso de “etapa socialista” y de “etapa comunista”, menos de “tres fases”. Lo que si indica Marx con claridad es que “Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado”. Sobre este ultimo punto, ya nos hemos detenido en otros trabajos (http://www.aporrea.org/ideologia/a49767.html; http://www.aporrea.org/ideologia/a50618.html; http://www.aporrea.org/ideologia/a57544.html; http://www.aporrea.org/ideologia/a60030.html; http://www.aporrea.org/ideologia/a61641.html).

Simplemente reforzamos la idea: el tema de la dictadura en Marx supone comprender que se trata del contenido de clase de la forma-estado en una República Democrática (de un semi-estado o Estado en extinción. Engels habla incluso de la “Comuna”): se trata del movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa.

Engels, que tuvo que aclarar muchos aspectos que Marx dejó inconclusos, agregándole sus propias tonalidades, plantea lo siguiente (Carta a Otto Von Boenigk; 1890): “La llamada “sociedad socialista”, según creo yo, no es una cosa hecha de una vez y para siempre, sino que cabe considerarla, como todos los demás regímenes históricos, una sociedad en constante cambio y transformación. Su diferencia crítica respecto del régimen actual consiste, naturalmente, en la organización de la producción sobre la base de la propiedad común, inicialmente por una sola nación, de todos los medios de producción. No veo absolutamente ninguna dificultad para realizar --se trata de realizarla gradualmente-- esta revolución mañana mismo. El que nuestros obreros son capaces de ello, lo demuestran sus numerosas asociaciones de producción y distribución, que, cuando la policía no las arruinaba intencionadamente, se administraban con la misma eficacia y mucho más honradamente que las sociedades anónimas burguesas”.

Entonces, se trata de la autoorganización y auto-emancipación de las clases trabajadoras, no de un Poder Estatal impuesto sobre ellas, pues socialización de los medios de producción y socialización del poder político son procesos simultáneos y correlativos.

Engels añade: “Así, si tenemos un número suficiente de partidarios entre las masas, se podrá socializar muy pronto la gran industria y la gran agricultura latifundista, ya que el poder político estará en nuestras manos. Lo demás vendrá más o menos rápidamente. Y teniendo la gran producción, seremos dueños de la situación. Usted habla de la ausencia de la debida conciencia. Eso es así, pero por lo que se refiere a las personas cultas, procedentes de la nobleza y burguesía, que no se dan cuenta de cuánto tienen aún que aprender de los obreros...”.

Como hemos planteado en otros textos, el proyecto socialista de Marx-Engels trata de un modo de cooperación económico-social y de coordinación, control y dirección política, radicalmente distinto al modo de producción, distribución y dominación de la “sociedad burguesa moderna”, pero a la vez muy distinto y distante de cualquier tentativa de Estatismo Autoritario y de Socialismo Burocrático.

Por eso reiteramos la necesidad de liberar a Marx del marxismo burocrático-despótico: aquel que aspira construir una “Dictadura sobre el proletariado”, en nombre de la mitología del partido-único/Estado-Autoritario, que como veremos en próximos artículos es el rompecabezas que permite comprender la importancia histórica de “la naturaleza de la URSS”: ¿Capitalismo de Estado?, ¿Socialismo de Estado?, ¿Estado Obrero Degenerado?, ¿Colectivismo Burocrático?, ¿Totalitarismo de izquierda?

Las respuestas a estas preguntas tienen un alto impacto en los problemas de la transición al socialismo.