jueves, 29 de septiembre de 2011

LA ILUSIÓN SOCIALDEMOCRATA

Javier Biardeau R.

El reconocido intelectual y impulsor de las ciencias sociales e históricas críticas Inmanuel Wallerstein, publicó recientemente en La Jornada de México, sus observaciones críticas sobre el legado y destino de la socialdemocracia. Recomiendo ampliamente su lectura para debates en marcha. Sin embargo, por rigor, pertinencia y consistencia histórica, es preciso hacer referencia a cuatro variantes socialdemócratas que son muchas veces obviadas en el análisis de las controversias ideológicas y políticas, sobremanera en Venezuela.

La primera es aquella socialdemocracia originaria (especialmente alemana), a finales del ciclo de vida por Marx, apalancada por Engels, labrada con base a las históricas polémicas entre Marx y Lasalle, construyendo una estrategia del poder a partir del partido de masas, la lucha tanto sindical como parlamentaria, junto a la creación de la II Internacional, legado que será recogido y codificado por Karl Kaustky. En el seno de ésta, surgieron tres variantes que cobrarán significativa gravitación para el siglo XX: a) El reformismo socialdemócrata, bajo la pluma de Bernstein con su impugnación a la vigencia teórica de Marx (una suerte de Habermas avant-la-lettre), b) la radicalización revolucionaria con la praxis de Rosa Luxemburgo (legado que acompaña el espíritu crítico de gente como Lukács, Korsch y Pannenkoek): actualización del ideario de Marx; finalmente, c) una singular apropiación-transferencia de Marx al universo histórico-cultural de la rusia zarista con la creación del partido socialdemocrata ruso, con sus derivaciones mencheviques (Plejanov) y bolcheviques (Lenin), dando paso posteriormente al Partido Comunista de la URSS.

Sin embargo, los antecedentes de la ilusión socialdemócrata, no puede desprenderse de la historia moderna-colonial encubierta: el compromiso colonialista, racista y eurocéntrico de importantes sectores de esa socialdemocracia.

Este problema, constituye aún una “falla sísmica” derivada por el pensamiento propio de Marx y Engels, ambos marcados en el horizonte de prejuicios (en sentido gadameriano) de la Modernidad europea y de la filosofía hegeliana en particular, presente en tres categorias centrales de sus pensamientos: Historia, Razón y Revolución imaginados como Desarrollo; asi como por los supuestos de la antropología de Lewis Morgan, evolucionismo sociocultural (salvajismo, barbarie, civilización) que todavía no ha sido zanjado, a pesar de la publicación relativamente reciente de los llamados “Escritos etnológicos” de Karl Marx.

Marx compartía muchos de los supuestos que darán fuerza y legitimidad a la falacia desarrollista, proceso inviabie de destrucción de la vida en el planeta producto de “riesgos manufacturados” (Giddens-Beck-Bauman).

También la socialdemocracia sigue presa en ésta “jaula de hierro”, junto al liberalismo político y económico, formaciones discursivas del horizonte moderno-colonial de progreso; por tanto, grandes narrativas ideológicas que regulan y reproducen nuestras formas de conciencia social.

Desde un horizonte transmoderno, que es apropiación crítica y selectica de la crítica post-moderna y post-colonial a la Modernidad eurocéntrica, hay que cuestionar radicalmente el desarrolismo y la modernización refleja, truncada y dependiente. No hay posibilidad hoy de sustentar tal “Imaginario de progreso”.

Hoy sabemos que el término “socialdemócrata” sedimentó una lógica de sentido y significación: la variante reformista de la socialdemocracia, apoyada en un “Estado de bienestar” que asegura lealtad de masas con base a la ideológia-cultura del consumismo. El Socialismo Burocrático como alternativa, perdió desde el comienzo esta carrera modernizadora, pues reproducia la misma lógica civilizatoria.

Sin embargo, hay muchas lecciones que aprender. La socialdemocrata rusa, traducida en aquella obra de Lenin: “Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democratica” (1905), elabora aquellas tesis sobre el “programa mínimo” y el “programa máximo”, de las que comunistas posteriores fueron especialmente ciegos, sobremanera en Venezuela (a contrario de Rómulo Betancourt, quién extrajo de allí parte de su instrumental táctico, aliñándolo con su especial predilección maquiavélica por la política: astucia, arte de la maniobra y engaño).

El resugimiento de la socialdemocracia betancourista es un hecho ideológico que requiere máxima atención. Se trata de una ideología de re-emplazo para la derecha venezolana contra la revolución bolivariana.

Sobre Betancourt se vienen tejiendo nuevos mitos. Uno de ellos, su lucha por la libertad y la democracia en su compromiso anti-comunista. Los “devaneos comunistas” de Betancourt tratan de ser neutralizados (la tesis del historiador Alejandro Gómez hizo rectificar a Manuel Caballero: Betancourt en Costa Rica (1931-1935) no hizo una prehistórica “calistenia marxista”); luego, el papel determinante del exilio chileno para su deslinde terminal con los comunistas venezolanos (imbuidos aun del espíritu sectario del “tercer período” de la III Internacional) y la clara entrega de Betancourt a la política norteamericana de Roosevelt (caminar hacia la socialdemocracia reformista cooperando con el imperialismo, desde aquel aprismo anti-imperialista temprano); todo esto a pesar de haber sido expulsado del país precisamente por “actividades comunistas” (inciso 6).

Betancourt quería regresar a Venezuela desde Chile para reorganizar el PDN sobre nuesvas bases, sacándose de encima el “san benito” de “comunista” ante Washington, la derecha venezolana y López Contreras. Se convirtió definitivamente al anti-comunismo, ya no como polémica partidista, sino como radical deslinde ideológico, dando razones a aquellos sectores modernizadores y capitalistas de ORVE, que desde los días de la formación del Plan de Barranquilla le sugerian el deslinde frente al “marxismo”.

Decimos ésto, a propósito de todo el re-empaquetamiento épico del “betancourismo” en los ultimos tiempos, re-impulso del legado de la adequidad o adecaje venezolano, en busca de sintonizar con el espacio de centro-izquierda en el imaginario popular.

Se trata de una maniobra de marketing político y de mediática, para plantear una nueva confrontación de imaginarios políticos (Serge Gruzinski), un nuevo trazado de fronteras ideológicas: reavivar el mito del autentico “Padre de la Democracia”: Don Rómulo con sus cachorros ideológicos, oponer la narrativa de la “democracia liberal” a los mitos, relatos e imaginarios de la Revolución Bolivariana, al Chávez “redentor de los más pobres”.

La disputa, como diría Bourdieu, se sintetiza en la conquista de la centro-izquierda progresista como “capital simbólico”, colocando a Chávez en la ultra-izquierda ó bajo el mote de la “autocracia totalitaria del siglo XXI”. En el fondo de este cuadro, Chávez sería un simple peón de la política de Fidel y Raul Castro.

Asì mismo, el adecaje dominante en la MUD, promueve quitarse de encima la pava de Ajuste Neoliberal que la llevó al cadalso y al colapso histórico junto toto el sistema de Punto-Fijo, ratificando ahora su “compromiso histórico” con la “democracia social, plural y liberal”. De nuevo, se trata de retornar a las ilusiones de una democracia liberal con justicia social, con una política internacional de autonomía nominal pero subordinada de hecho a la geopolítica de Washington.

La maniobra es clara: colocar al proceso bolivariano en la esquina del ring, con certeros punch basados en los “atavismos anti-comunistas” que todo el siglo XX sedimentó (desde Gomez a la lucha contra la subversión castro-comunista), del cual hoy se hacen eco nuestros “ex revolucionarios arrepentidos” y toda la legión de la intelectualidad académica (lo que no significa, como diría Bourdieu, que sean científicos críticos y emancipatorios), intelectualidad que remó en las aguas del pensamiento crítico, para ahogarse ahora en la orilla del betancourismo.

Repetimos, la lucha contra Chávez es un revival o continuación de la lucha contra el “castro-comunismo”, ahora acompañada por las fuerzas intelectuales y políticas de ex revolucionarios domesticados y arrepentidos de su pasado izquierdista.

Por otro lado, ¿se habrán dado cuenta de esto, los estrategas y cultores miméticos de esa calamidad llamada “socialismo real del siglo XX”? El vacio ideológico del chavismo ha sido llenado por los peores estribillos y guiones del socialismo burocrático, incluso por Chávez que no ha mostrado ningún interés por impulsar y valorar la significación política del debate orgánico y construcción de referentes ideológicos renovados, que no pueden confundirse con pastillitas ideológicas y directrices de mando.

Finalmente, no hay nada más patético, por cierto, que apelar al conocido “complejo de casandra”, el cual hay que evitar a toda costa. En aquel tan comentado evento del CIM, del cual parece no haber coraje político y ético-cultural suficiente para que sea ampliado, profundizada la crítica, multiplicado el debate e impulsar foros e instancias de debate este tipo, con discusiones francas y abiertas, este servidor planteó:

“Yo veo con preocupación que en Venezuela no hay una repuesta contundente sobre la significación de la vía nacional y especifica de la revolución bolivariana, con relación a la experiencia cubana. Veo con sorpresa como la actitud básicamente es defender sin diferenciar, sin matizar, el devenir político de la revolución cubana, sin comprender las singularidades diferencias y especificidades del proceso popular constituyente de cada país. Cada país sigue una experiencia histórica singular y específica, construye su propio camino, pero no copia ni trasplanta “modelos de socialismo”. No creo que sea necesario que nosotros carguemos con la defensa del legado histórico de la revolución cubana. Podemos apoyar la experiencia, pero esa es tarea fundamental que le corresponde al pueblo cubano y sus corrientes revolucionarias, sus fallas o debilidades no deben convertirse en “hándicaps” de la revolución venezolana.”

“Hay un campo minado que debemos desarmar para el 2010 Eso lo digo a propósito de la prospectiva política inmediata para el año que viene. A veces nosotros pensamos que lo que se esta discutiendo en la coyuntura y la situación presente, la ley electoral, las elecciones de este año, las elecciones que vienen, se movilizan como si el carril donde va el “tren revolucionario” estuviese completamente aceitado. Yo creo que hay piedras en el camino, que hay un campo minado que debemos desarmar, y eso creo que es la tarea de los intelectuales: prever y analizar en detalle ese campo minado.”

“Un campo geopolíticamente minado por la administración norteamericana y sus aliados, y geopolíticamente minado por la derecha venezolana, que ha ido labrando, tejiendo una estructura de apoyos, en eso que llaman “sociedad civil organizada”, que ellos la denominan como “sociedad democrática”. Ellos se asumen como monopolizadores de la “sociedad democrática”. Intentan volver a revitalizar los llamados “programas de transición”, lo que llaman en los Estados-Unidos la oficina de transición democrática, con sus “revoluciones de colores”.”

“Para finalizar, solamente un detalle. Revisen en bibliotecas y librerías la gran ofensiva con relación a la mitología del “padre de la democracia”. Jóvenes repitiendo las consignas de Acción Democrática y volviendo a pensar que Rómulo Betancourt es el modelo a seguir como liderazgo. Jóvenes que se entrenan, que son pagados para ir a cursos internacionales y nacionales para recibir el guión del anticomunismo, elaborado justamente por esa bisagra que se conformó en el seno de un partido que también fue un partido nacionalista popular y revolucionario y que terminó siendo justamente la cabeza de playa para impedir un proceso socialista en Venezuela. No lo olvidemos, Betancourt derrotó política y militarmente a la izquierda revolucionaria venezolana. Y la izquierda contribuyó con muchos errores ideológicos y políticos. Entre ellos, asumir dogmáticamente el marxismo-leninismo y descuidar las relaciones entre socialismo y democracia.”

Como le dije a mi amiga Carolina y ahora a ustedes: el escenario si se tratase desde la oposición de la MUD a una lucha sin cuartel contra el “castro-comunismo”, es de “barbarie mutua asegurada”; en fìn una “agenda de limpieza ideológica y guerra”. El campo minado sigue mas activo que nunca.

sábado, 24 de septiembre de 2011

DISTORSIÓN BUROCRATICA DE LAS LÌNEAS ESTRATEGICAS DEL PSUV: ¿ES EL PARTIDO-MOVIMIENTO UNA "MAQUINARIA EN MOVIMIENTO"?

Javier Biardeau R

Dadas las expectativas que aun existen por analizar los resultados de las asambleas de discusión de las llamadas cinco líneas estratégicas de acción política del PSUV (que ahora serán seis), es preciso salirle al paso a los síntomas más evidentes de asimilación y neutralización burocrática de la crítica radical a la lógica del partido-maquinaria, que se realizó luego de los problemáticos resultados del septiembre del año 2010.

El 20 de diciembre de 2010, el propio Chávez en encuentro con la Dirección Nacional del PSUV, hizo un primer debate sobre las “Líneas Estratégicas de Acción Política” 2011-2012. Allí en presencia de Cilia Flores (primera vicepresidenta del PSUV), Elías Jaua Milano (vicepresidente Región Los Llanos), Nicolás Maduro (vicepresidente Región Sur), Francisco Ameliach (vicepresidente Región Centro Occidental); Aristóbulo Istúriz (vicepresidente Región Oriental), Diosdado Cabello (vicepresidente Región Central), Héctor Rodríguez, Carlos Escarrá, Jorge Rodríguez, Darío Vivas, Érika Farías, Freddy Bernal, Héctor Navarro, Jacqueline Faria, Luis Reyes, María Cristina Iglesías, Alí Rodríguez Araque, Ana Elisa Osorio, Antonia Muñoz, Noelí Pocaterra, Ramón Rodríguez Chacín, Tarek El Aissami, Yelitze Santaella y Rodrigo Cabezas, entre otros integrantes, Chávez señaló las razones por las cuales los años 2011 y 2012 serían cruciales para la Revolución Bolivariana:

La razón central de esta reunión es comenzar la discusión del contenido del documento denominado “Líneas Estratégicas de Acción Política” que es un borrador. Le hemos puesto atención e interés a un conjunto de ideas constructivas. Somos nosotros, desde la Dirección Nacional, con las bases del partido, constructores de una nueva realidad”.

Indicó Chávez que el documento contenía ideas fundamentales para acometer las tareas por llevar a cabo, entre 2011 y 2012, sobre la continuidad política de la Revolución Bolivariana:

Los próximos dos años serán cruciales para la Revolución Bolivariana. Así debe asumirlo la militancia y la directiva del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)”.

Chávez planteó con claridad en aquellos momentos que “más allá del PSUV, tenemos que incrementar esfuerzos de reunificación de las fuerzas patrióticas, nacionalistas, rumbo al Polo Patriótico”. La interpretación del “más allá del PSUV” implicaba deslastrarse de la lógica del partido-maquinaria, superar cualquier tentativa impositiva del PSUV o de cualquiera de las organizaciones políticas que apoyan la revolución bolivariana, dejando atrás el sectarismo, el dogmatismo y el burocratismo, que tanto daño le han hecho históricamente a la construcción de esfuerzos unitarios para una gran plataforma de partidos revolucionarios, movimientos sociales, frentes, colectivos e individualidades denominado ahora “gran polo patriótico”, pero similar a otras experiencias continentales denominadas como “frente amplio revolucionario”.

De alguna manera, la conformación del “gran polo patriótico” es un objetivo superior y principal para abordar las tareas político-estratégicas del año 2012, que el mismo permite avanzar en la “profundización democrática” de la sociedad venezolana, para asegurar el “horizonte socialista”; puesto que de no hacerlo, sería retroceder no sólo al oscurantismo cavernario de la Cuarta República, sino incluso a una “democracia de baja intensidad”, controlada como protectorado neo-colonial de Washington.

Así mismo, Chávez en aquellos días de 2010 reiteró lo fundamental de realizar esfuerzos de “crítica y autocrítica”, de “debatir” sin perder de vista del objetivo superior y prioritario; en fin, llamó a un debate constructivo y con propuestas, que sume y multiplique en el proceso de acumulación de fuerzas revolucionarias, no que reste y divida a las mismas en un proceso suicida de debilitamiento.

Si hay un elemento ético-político que define la “militancia socialista”, es justamente la necesidad de debates honestos de ideas (no de descalificación entre personas, grupos o corrientes), entre quienes consideran el horizonte socialista como un gran proyecto de liberación, democratización, justicia sustantiva e inclusión social. La transición de la cultura política capitalista a la militancia socialista implicaría necesariamente, desde nuestro punto de vista, una sostenida y consistente “reforma intelectual y moral”, una asimilación activa y resignificación de las enseñanzas de Gramsci sobre la construcción de una contra-hegemonía cultural desde el horizonte de lucha y de vida de las clases populares y subalternas, que implicaría una superación de toda una concepción del mundo hegemónica hasta hoy, de sus sistemas de valores, de sus códigos ético-culturales y de sus máximas de conducta.

Desde otro punto de vista, implicaría un vasto esfuerzo de revolución cultural permanente, de contestación radical a los aparatos de hegemonía locales y mundiales, que reproducen día a día la dominación espiritual de las clases dominantes transnacionales a escala del sistema-mundo moderno-colonial; y no sólo enfrentar elementos puntuales de las formaciones ideológicas de los sectores dominantes locales y de sus representantes políticos, retomando el diagnóstico necesario sobre el nuevo carácter del sistema de dominación mundial, su papel en la definición de posiciones y funciones de cada uno de los países, grupos, sectores y clases, en procesos aún visiblemente controlados por el espíritu imperial de re-estructuración funcional al “globalismo neoliberal”. Cambiar la cultura política capitalista es una tarea revolucionaria de profundo calado, con avances y retrocesos, con emboscadas y con inconsecuencias propias, que no debe analizarse de manera superficial.

“Esta primera línea es la esencia del la batalla. Ese el cambio de costumbre y de cultura. Es el más grande de todos los retos de una revolución. Hay que desarrollarlo a partir de la conciencia y los valores. Ahí tenemos que hacer un esfuerzo muy grande. Esa cultura capitalista del egoísmo, del individualismo. Eso hay que combatirlo y desplazarlo con nuevos valores” (Chávez: 20 de diciembre de 2010).

Este cambio de costumbres, hábitos, usos e imaginarios no se decreta ni se impone desde “concepciones bancarias” (Freire dixit) que reproducen la acción cultural de las clases dominantes transnacionales o locales. Implica poner en la escena una contracultura insurgente como clima espiritual de la potencia plebeya, proyectar todo un nuevo modo de vida, relación y convivencia, que pasa inevitablemente por superar el profundo troquelado de nuestra específica cultura capitalista (rentista pero capitalista), fuertemente enquistada y sedimentada en nuestras relaciones, prácticas, hábitos, representaciones, actitudes y discursos.

El espíritu del capitalismo (con su búsqueda incesante de acumulación de Capital con base a la explotación y la dominación de otros seres humanos) debe reconocerse en primer lugar encarnado en nuestra vida cotidiana, en nuestras prácticas, en nuestras instituciones, en nuestras lógicas de vida, incluso en nuestras instituciones políticas.

Por tanto, superar la cultura política capitalista implica superar también la estructura de mando político que la reproduce, concebir la política mucho más allá del cálculo de cuotas de poder y privilegios, superar las lacras de la corrupción de lo político, como las denomina Enrique Dussel, cultor latinoamericano de la Filosofía de la Liberación, bastante alejado por ciertos de muchos dogmas y razonamientos de la vieja izquierda de aparato latinoamericana:

“Habría que intentar en primer lugar debatir sobre lo que lo político “no es”, para despejar el campo positivo. Lo político no es exclusivamente ninguno de sus componentes, sino todos en conjunto (…).Hay que saber describirla como totalidad. (…) Lo político como tal se corrompe como totalidad, cuando su función esencial queda distorsionada, destruida en su origen, en su fuente.” (Dussel: 20 tesis de política)

“La corrupción originaria de lo político, que denominaremos el fetichismo del poder, consiste en que el actor político (los miembros de la comunidad política, sea ciudadano o representante) cree poder afirmar a su propia subjetividad o a la institución en la que cumple alguna función (de allí que pueda denominarse “funcionario”), sea presidente, diputado, juez, gobernador, militar, policía, como la sede o la fuente del poder político. De esta manera, por ejemplo, el Estado se afirma como soberano, última instancia del poder; en esto consistiría el fetichismo del poder del Estado y la corrupción de todos aquellos que pretendan ejercer el poder estatal así definido. Si los miembros del gobierno, por ejemplo, creen que ejercen el poder desde su autoridad auto-referente (es decir, referida a sí mismos), su poder se ha corrompido.” (ibid)

Olvido, encubrimiento u ocultamiento de la fuente del poder: el poder constituyente o instituyente del pueblo o la comunidad. Aquí Dussel nos propone asumir una crítica radical de la cultura política del capitalismo (y de los socialismos burocráticos), comprendiéndola como crítica radical al fetichismo del poder, crítica radical al fetichismo de la representación, como crítica de aquellos que creen ejercer el poder desde la auto-referencia de su autoridad.

Continua Dussel: “¿Por qué? Porque todo ejercicio del poder de toda institución (desde el presidente hasta el policía) o de toda función política (cuando, por ejemplo, el ciudadano se reúne en cabildo abierto o elige un representante) tiene como referencia primera y última al poder de la comunidad política (o del pueblo, en sentido estricto). El no referir, el aislar, el cortar la relación del ejercicio delegado del poder determinado de cada institución política con el poder político de la comunidad (o pueblo) absolutiza, fetichiza, corrompe el ejercicio del poder del representante en cualquier función.”(ibid)

En palabras más llanas: ejercicio del poder como privilegio, como cuota de poder, como autoridad no sometida a legitimación popular, no como servicio o ejercicio delegado por la comunidad o por el pueblo:

“La corrupción es doble: del gobernante que se cree sede soberana del poder y de la comunidad política que se lo permite, que lo consiente, que se torna servil en vez de ser actora de la construcción de lo político.” Doble responsabilidad que pasa por una doble interpelación y control del poder:

“El representante corrompido puede usar un poder fetichizado por el placer de ejercer su voluntad, como vanagloria ostentosa, como prepotencia despótica, como sadismo ante sus enemigos, como apropiación indebida de bienes y riquezas. No importa cuáles aparentes beneficios se le otorguen al gobernante corrompido, lo peor no son los bienes mal habidos, sino el desvío de su atención como representante: de servidor o del ejercicio obediencial del poder a favor de la comunidad se ha transformado en su esquilmador, su “chupasangre”, su parásito, su debilitamiento, y hasta extinción como comunidad política.” (ibid)

La corrupción de lo político se transforma en proceso de extinción de la comunidad política. En esto consiste a largo plazo, sin duda, la “profesionalización” de la política, lo que llamamos la “representación” en la cultura política capitalista: “corrupción política profesionalizada”: lucha por sus propios intereses, por sus propias siglas, por sus propias cuotas de poder, por sus propios espacios de control de recursos y decisiones, ya sea de un individuo (el dictador), de una clase (como la burguesa), de una élite (como los criollos), de una “tribu” (herederos de antiguos compromisos políticos), de unos representantes sin mandato imperativo de sus bases sociales, son todos corrupción política.

Bajo este prisma conceptual de Dussel, resulta incongruente ponerse a debatir sobre cambios en la cultura política capitalista, criticar la democracia representativa, criticar las cúpulas o cogollos cuarto-republicanos, para terminar ahogándose en la orilla de procedimientos tan burdos como la “cooptación”, método de “democracia interna”. Para que esto sea aceptado se ha consumado lo que Dussel denomina doble corrupción. Termina siendo una contrasentido de aquella frase: “Con las bases me resteo”. Por cierto, no se trata de invocar elecciones primarias para cualquier cosa, sino de poner en cuestión el acto de desechar la interpelación cara a cara de una asamblea comunitaria, de una asamblea popular, de una política (al menos) de consulta abierta con las bases populares. Entonces, el primer síntoma de neutralización burocrática de las llamadas líneas estratégicas de acción política, ha sido un acto de maquinaria avalado por el propio Chávez (de acuerdo a la evaluación de circunstancias), se llama cooptación.

¿Cómo transformar la lógica del partido-maquinaria en partido-movimiento, si comenzamos por utilizar las peores artimañas de un partido-maquinaria, si el primer acto de “cuestionamiento” de la cultura política capitalista es su reproducción ampliada? Si sabemos lo que es una asintota, mientras luchemos con las armas melladas de la cultura política capitalista, nuestra aproximación a la militancia socialista será igual a cero: sólo espejismo, ficción y simulacro.

Pero adelante, supongamos de buena fe que (producto de una evaluación sopesada de circunstancias) un estrato de virtuosos no contaminados por el “fetichismo del poder” en la dirección del partido, van a utilizar adecuadamente el procedimiento de cooptación para beneficio del colectivo, de la comunidad y del pueblo. Sigamos adelante: ¿Estamos transformando acaso la concepción del poder como fetiche, como elemento de dominación, para crear instituciones (la potestas) al frente de las cuales surgirán unas autoridades relativas, que administren ese poder mandando en obediencia con los designios del pueblo (poder obedencial) y no mandando, afirmándose en sí mismos como origen soberano del poder?

Si la respuesta es afirmativa, creo que estaríamos avanzando en transitar de la cultura política capitalista a la militancia socialista; si no es así, estamos chapoteando en pleno charco de la “cultura política capitalista”. Al menos, dentro de la interpretación de Dussel. Obviamente, Dussel también se puede equivocar.

Pero también hay corrupción de lo político cuando desconocemos el principio de la soberanía popular directa en nuestra carta magna (art.5), cuando ya no tenemos un apego apasionado a los mas hermosos valores, principios y normas que sellaron nuestro compromiso con el proceso popular constituyente activado en 1998, cuando hacemos trizas la democracia participativa, cuando la llamada “democracia protagónica revolucionaria” (Plan Nacional Simón Bolivar) deriva en “mandar obedeciendo al poder constituido”, al poder auto-referente, cuando la política revolucionaria, al burocratizarse, es síntoma de conversión de sus autoridades en “oligarquías”.

La mejor manera de mirar la decadencia de una revolución con bases plebeyas y populares, es mirarse en el espejo histórico de aquella tan olvidada y tan citada “Revolución Mexicana”, observar paso a paso en que consiste la institucionalización de una revolución: experimentar en todos sus detalles la película de su corrupción.

El Partido Socialista Unido de Venezuela podría evitar este trágico trayecto y desenlace, podría ser aun propulsor de la participación directa del pueblo y un instrumento amplio, eficaz y certero para la construcción de la democracia socialista y participativa. Podría ser uno de los ejes organizativos ejemplares en la conformación de una nueva cultura política socialista, nacionalista, antiimperialista y revolucionaria en el “gran polo patriótico”, si asume con honestidad (sacudiéndose el letargo y muchos auto-engaños) no a una “retórica de auto-crítica”, sino de una vasta campaña de rectificación y reimpulso de arriba-abajo: desde su presidente; es decir, Chávez en plena recuperación, pasando por todos los órganos de dirección, hasta llegar a los llamados órganos de base, como lo son las patrullas, ahora nuevamente alistadas, registradas y llevadas a un plan de etapas de activación política similar al conducido por el “Comando Bolivar-200”.

Esa rectificación y reimpulso podría ser el motor de una vasta participación, que podría ser democrática y plena, de trabajadores y trabajadoras, campesinos y campesinas, jóvenes, intelectuales, profesionales, artistas, mujeres, pequeños y medianos productores del campo y de la ciudad, pueblos indígenas y negritudes insumisas, si el esfuerzo por incluir, reunificar, reagrupar no reproduce los vicios de la lógica del partido-maquinaria en la conformación y funcionamiento de todos sus órganos del poder, en la elaboración, discusión y resolución de programas y estrategias, en la promoción y elección de sus voceros, delegados y direcciones, en igualdad de condiciones, para lograr conformar una dirección colectiva del proceso revolucionario condensada en la conformación del gran polo patriótico. ¿Podría serlo?

Digamos que si, a condición de tomarse en serio las propias líneas estratégicas de acción política, no en convertirlas en un documento de “acato pero no se cumple”. Sobremanera cuando se habla de convertir la maquinaria del PSUV en un partido-movimiento, es decir, al servicio diario del pueblo. Estamos casi convencidos de que se está haciendo todo lo necesario para crear las condiciones de una derrota estratégica de la revolución, si en vez de alinear todos los esfuerzos en la dirección de la conformación del gran polo patriótico, se pretende priorizar y consolidar la lógica del aparato-vanguardista y de la maquinaria electoral en el seno del PSUV.

Si las anunciadas transformaciones del documento de las líneas estratégicas de acción política apuntan a debilitar una cada vez más necesaria y profunda política de alianzas entre partidos revolucionarios, movimientos sociales, colectivos e individualidades, fortaleciendo en cambio el horizonte exclusivo de un partido-maquinaria, entonces tendremos un escenario desfavorable para una victoria contundente en el año 2012.

Cuando Chávez ha hablado de la segunda línea para convertir la maquinaria del PSUV en un partido-movimiento, al servicio de las luchas populares por satisfacer las necesidades humanas y no sólo para enfrentar eventos electorales, al menos ha quedado claro que: “Esto es muy importante porque ahí está el MVR (Movimiento Quinta República) que terminó siendo una maquinaria sólo electoral. Es una derivación peligrosa, porque el MVR se alejó de las luchas cotidianas del pueblo. Eso no podemos permitir que suceda con el PSUV. Hay que atacarlo desde ahora mismo”.

¿Acaso se esta atacando? La constitución del gran polo patriótico, como una audaz política de reunificación, re-politización y re-polarización implica contar con organizaciones políticas que sean algo más que aparatos vanguardistas o maquinarias electorales. El llamado a las corrientes, a movimientos sociales, a fuerzas patrióticas y nacionalistas a sumarse con aportes a un gran polo patriótico debe pasar por el prestigio y la credibilidad de sus impulsores, implica asumir que los vicios del sectarismo, el oportunismo, el burocratismo y el dogmatismo están siendo efectivamente erradicados. Esto implica crear espacios e instancias para apalancar una crítica construyendo alternativas, en la onda incluso de un Chávez abierto a voces críticas:

“Le hago un llamado a todas las corrientes y movimientos. Mientras más críticos, más me gusta. El llamado a todos los sectores de la vida nacional. Sin sectarismos. Vistámonos de humildad. Se lo digo a todos los militantes del partido. El partido no puede tomar la actitud del mandamás. Es partido es un sistema abierto re-unificador y potenciador. Aquí hay dos caminos: Este que llevamos (socialismo) o retrogradar y sería una catástrofe que nos lleven al pasado”.

Si con honestidad, se esta re-pensando el nuevo mapa estratégico: ventana táctica”, es importante salirle al paso a visiones tan estrechas como concebir el “partido-movimiento” como si se tratara de una “maquinaria en movimiento”. ¿Será acaso el gran polo patriótico una gran aglomeración de “maquinarias en movimiento”?

Seria una gran irresponsabilidad política (nuestra historia ha demostrado que si son posibles grandes irresponsabilidades políticas en el seno de la izquierda en el siglo XX), despachar bajo la lógica del partido-maquinaria los inmensos retos estratégicos de la reunificación de las fuerzas patrióticas, democráticas y revolucionarias, con mira a la conformación del gran “Polo Patriótico”.

Sin autocrítica socialista, no podrá colocarse la revolución al lado de la gente, en acompañamiento espiritual “para sufrir y ser interpelado por el pueblo, que es el dueño del poder verdadero”. Y esto lo decimos por las siguientes razones:

  1. Se enumeran constantemente las fallas: burocratismo, oportunismo, sectarismo, nepotismo, gradual alejamiento de la base bolivariana, imposición de los dirigentes, falta de compromiso, pasividad de la militancia, protagonismo individualista, elitismo, corrupción, desinformación, exclusión, deslealtad, falta de formación ideológica, pero, ¿cuáles son las medidas concretas de corrección, sus responsables, su plan de acción, su cronograma de ejecución, sus resultados?
  2. Se prioriza actualmente la tesis del “desarrollo orgánico del partido”, suponiendo que la formación ideológica en cursos y talleres a cuadros medios y de base es condición suficiente para el trabajo político de masas, además de lograr los correctivos y la vinculación social directa con las diversas instancias del poder popular, cuando han sido las instancias de dirección del partido las que hacen gala del mayor distanciamiento y desvinculación con los problemas de las comunidades y las demandas populares.
  3. La conducta ejemplar, la alta moral, la inserción activa en la agenda de luchas populares y la ética del compromiso de las instancias de dirección del partido, es una condición necesaria para reimpulsar, re-politizar, re-unificar y re-polarizar con base a la construcción de mayorías en la actual coyuntura.
  4. El debate ideológico y la atención a los problemas, necesidades y demandas sentidas del pueblo no son dos aspectos separados del trabajo político. Conocer y aplicar estatutos, declaración de principios, bases programáticas del partido, preocupados por el “funcionamiento orgánico del partido”, no es excusa para abandonar el trabajo político con aquellos sectores que no siendo “militantes orgánicos” del PSUV, forman las grandes mayorías del pueblo, incluyendo sectores, colectivos y movimientos con organización social de base, pero además con los que aun siguen siendo vistos como “beneficiarios” de políticas y no como “protagonistas de las transformaciones”.
  5. La preocupación soterrada por activar “tribunales disciplinarios” puede ser un síntoma de perdida de capacidad para articular voces descontentas, procesar diferencias, articular demandas insatisfechas, buscar “chivos expiatorios” ante la perdida de conexión entre las estructuras orgánicas del partido con las problemáticas populares, acusando cualquier manifestación de malestar como casos o eventos de indisciplina, deslealtad, e incluso traición.
  6. Se presupone que la transformación socialista depende casi exclusivamente del instrumento-partido, sin tomar en consideración la significación y autonomía de los movimientos sociales, las organizaciones populares de base, las formas organizativas propias de los trabajadores, campesinos, profesionales, pobladores, estudiantes, mujeres, indígenas y otros colectivos de lucha. Volvemos a la vieja tesis de que el partido-aparato que dirige y coloniza todo un correaje de organizaciones de la sociedad, que fungen de “masa de maniobra”.
  7. El control de manera continua en el tiempo de cargos de dirección o de gobierno por las mismas personas ha generado cuotas de poder y control de recursos, que imponiendo lealtades personales han impedido el ejercicio efectivo de la democracia interna del partido, limitando la actuación y promoción de liderazgos naturales de base, generando un sistema de clanes y caudillos internos con cargos casi vitalicios en el partido, gobernaciones, alcaldías y órganos del poder nacional.
  8. La dinámica del partido se agota en su funcionamiento interno, en sus estructuras orgánicas, en la gestionalización de lo político, en reuniones de información y coordinación internas, en vez del trabajo político con las comunidades y frentes sectoriales de lucha del pueblo. El partido se va auto-confinando, se aleja de las demandas populares, se concibe a sí mismo como ente separado y superior al pueblo, que se impone sobre “masas sin conciencia ideológica”. Se concibe al pueblo como clientela-beneficiaria y no como protagonista del cambio, y al partido como alcabala de favores y prebendas.
  9. Se omite cualquier tesis del partido como escuela para el servicio público, para desplegar una permanente política de alianzas y relaciones de mutuo apalancamiento y respeto con los movimientos sociales, con las comunidades, con las organizaciones reivindicativas de los trabajadores y trabajadoras, campesinos y campesinas, estudiantes, empleados públicos, profesionales, pueblos indígenas, mujeres y todo el conjunto de organizaciones de ciudadanos y ciudadanas. Sin esta política de animación y apalancamiento popular, la lucha cotidiana por transformar las condiciones de vida, satisfacer necesidades humanas, canalizar respuestas institucionales y de corresponsabilidad social, convierten al partido en una suerte de peaje o alcabala de la relación entre pueblo y gobierno.
  10. El partido es percibido como un ente que no incluye, que no convoca, que no incorpora, que no suma a la causa revolucionaria a movimientos y sectores de la población que se mantienen al margen de la política, que están hastiados o desilusionados por ser tratados como “beneficiarios” o “rebaño electoral”; y no como protagonistas de la “profundización democrática de la sociedad”.
  11. El partido no visibiliza, ni se hace eco ni canaliza las demandas insatisfechas del pueblo, pues se auto-representa como partido de gobierno, no interpela críticamente a los órganos del estado ni a sus responsables por obstaculizar el acceso a la satisfacción de demandas o necesidades sociales.

Estas y otras razones están bloqueando tanto una rectificación interna del PSUV como el avance en la constitución de un Gran Polo Patriótico, hecho que trasciende por mucho las instancias partidistas, ya que de hecho implica el despliegue de una política revolucionaria (de alianzas y articulaciones de fuerzas, movimientos sociales, grupos e individualidades) más allá de los partidos políticos revolucionarios.

Si el gran polo patriótico no se concibe más allá de los cálculos electorales, y se inscribe en un proyecto articulador de contenido estratégico para la construcción del socialismo bolivariano, democrático y revolucionario, construyendo aceleradamente espacios e instancias del poder popular, así como de defensa de la soberanía nacional y de radicalización democrática de la sociedad venezolana, entonces el futuro del avance revolucionario quedará confinado a la defensa y preservación de las conquistas sociales logradas hasta la actualidad. Para salir de estos estancamientos que le sirven la mesa al avance de la derecha y los intereses imperiales, es preciso salir del charco de la lógica del partido-maquinaria, conjurar el vanguardismo, acumular fuerzas para un frente amplio revolucionario que se inspire de nuevo en la potencia plebeya de diferentes frentes sociales, de carácter sectorial y territorial, que en su capacidad constituyente puedan crear nuevas situaciones que consoliden un auténtico horizonte socialista renovado.

sábado, 10 de septiembre de 2011

LA ENFERMEDAD SENIL DEL SECTARISMO

Javier Biardeau R.

“La Internacional fue fundada para remplazar las sectas socialistas o semi-socialistas por una organización real de la clase obrera con vistas a la lucha. Los Estatutos iniciales y el Manifiesto Inaugural lo muestran a simple vista. Por otra parte, la Internacional no hubiera podido afirmarse si el espíritu de secta no hubiese sido ya aplastado por la marcha de la historia. El desarrollo del sectarismo socialista y el desarrollo del movimiento obrero real se encuentran siempre en proporción inversa. Las sectas están justificadas (históricamente) mientras la clase obrera aún no ha madurado para un movimiento histórico independiente. Pero en cuanto ha alcanzado esa madurez, todas las sectas se hacen esencialmente reaccionarias. Por cierto, en la historia de la Internacional se ha repetido lo que la historia general nos muestra en todas partes. Lo caduco tiende a restablecerse y a mantener sus posiciones dentro de las formas recién alcanzadas.” Marx-Carta a Friedrich Bolte, 23 de noviembre de 1871.

Se riega como plaga, diseminando sus simplificaciones( entre el blanco y el negro, no sólo hay gris, sino una policromía para ver, para escuchar voces críticas y enunciaciones múltiples), generando entonces el espíritu de micro-fracción y tentados a sembrar en tiempos de estancamiento del proceso revolucionario divisiones y no re-agrupamientos, proponer el aislamiento y no un frente de apoyo internacional, el debilitamiento y no el fortalecimiento del proceso, intentando ahora enmascarar sus descalificaciones ad hominem, bajo la premisa de que combaten a representantes ideológicos del reformismo ó del anarquismo, a los “disgregadores” de la proyectada “moral despótica”, derivada directamente del imaginario jacobino y su compulsión entre “virtud o terror”, de minorarías revolucionarias que han justificado la escatología de la ética y la moral del “marxismo soviético”. Si, bastión de “marxismo soviético” mal metabolizado y menos cuestionado, dificultad mayúscula para abordar los desafíos del pensamiento insurgente nuestro-americano: la parálisis para comprender la desconexión entre la transformación radical del Estado y la pérdida de entusiasmo y respaldo popular hacia la revolución:

“Sin embargo, el Estado se equivoca a veces. Cuando una de esas equivocaciones se produce, se nota una disminución del entusiasmo colectivo por efectos de una disminución cuantitativa de cada uno de los elementos que la forman, y el trabajo se paraliza hasta quedar reducido a magnitudes insignificantes; es el instante de rectificar. Así sucedió en marzo de 1962 ante la política sectaria impuesta al Partido por Aníbal Escalante.” (Guevara: El Socialismo y el hombre en Cuba, 1965)

Las expresiones de sectarismo las cuales han surgido en Cuba desde los años 60, forzaron en algunos momentos a la dirección revolucionaria a tomar medidas que impedirían algunas tendencias hacia la separación del gobierno de las masas. Como parte de estas medidas, el Che participó en este proceso y analizó en muchas ocasiones las graves consecuencias de esa separación. Cuando se pierden esas esenciales cualidades que vinculan a las organizaciones revolucionarias con las masas, hay que someter a la dirección política a un preciso proceso de rectificación. No es que lo fundamental sea que el pueblo esté siendo manipulado por la derecha (lo que tratarán de hacer siempre), sino que la dirección revolucionaria no ha podido (o no ha querido) conectarse adecuadamente con las palpitaciones del pueblo, para pasar de las reivindicaciones inmediatas al programa de transformaciones revolucionarias. Esto no se hace partiendo de la premisa de que el pueblo es fácil presa del engaño y la vanguardia no esta cegada por el error.

Quienes mejor han retratado esta moral despótica han sido H. Marcuse (El Marxismo Soviético) y E. Kamenka (Los fundamentos éticos del marxismo), pero podríamos retomar las indicaciones de Reich (Escucha hombrecito), Fromm (El miedo a la libertad) y nuestro P. Freire con su crítica a la “Pedagogía del oprimido”. Las categorías de los opresores son vehiculadas por el sectarismo como si se tratarán de armas para la liberación de los oprimidos. Sutil despotismo disfrazado de lucha por espacios de libertad y liberación. Esto en términos sustantivos, pero incluso en el terreno táctico muestran una lógica proporcionalmente inversa a la constitución de un frente amplio revolucionario para abordar los retos de la coyuntura. Como ha señalado Pepe Mujica en Uruguay:

"El problema de la unidad de la izquierda, del sectarismo, vieja enfermedad que acompaña a la izquierda, a lo largo y a lo ancho de su vida arriba del planeta". (Pepe Mujica)

Bien conoce Mujica, la dificultad para trenzar una política de alianzas en el universo despedazado de las izquierdas latinoamericanas, tras años de luchas intestinas, sectarismos, dogmatismos, burocratismos e intransigencias suicidas. Más aún cuando no se metaboliza adecuadamente que una cosa es la conducción, el liderazgo, la existencia de un centro de dirección y otra el culto a la personalidad:

El culto a la personalidad no es otra cosa que la fase superior del sectarismo”. (Jorge Fraga en polémica con Mirta Aguirre, sobre el realismo socialista en el cine cubano)

Uno se pregunta si efectivamente, tan conocedores de la historia de la revolución cubana se habrán paseado por circunstancias como el caso Aníbal Escalante, las micro-fracciones, el servilismo ideológico a los “ladrillos soviéticos” hasta llegar a todas las propensiones autoritarias en el campo político y cultural, como el llamado “Quinquenio gris”. La problemática sigue siendo no dar cuenta de que significa socialismo realmente existente en la experiencia revolucionaria cubana. En fin, socialismo del siglo XX. Como olvidar aquellas palabras del Che:

“Si, nosotros también desorientados por el fenómeno del sectarismo, no alcanzábamos a recibir del pueblo su voz que es la voz más sabia y orientadora, no alcanzábamos a recibir las palpitaciones del pueblo para poder transformarlas en ideas concretas, en directivas precisa”. (Che Guevara. Discurso 20-10-1962. Acto de conmemoración del II aniversario de la unificación del movimiento juvenil cubano)

El Che califica la voz del pueblo como “sabía y orientadora”. ¿Sería acaso una desviación populista, anarcoide o pequeño-burguesa del Che, plantear la necesidad de abrir los oídos a las palpitaciones del pueblo, a establecer lo que en algún momento de denominó una adecuada “línea política de masas”? En la propia estela del leninismo y estalinismo, pero en clave de revolución china, reconociendo la significación que tuvo para Mao la articulación del sujeto revolucionario como “masas populares”, éste decía:

“Quisiera hablar ahora acerca de cómo el subjetivismo y el sectarismo han hecho del estilo de cliché del partido su instrumento de propaganda o forma de expresión. Luchamos contra el subjetivismo y el sectarismo, mas si no liquidamos al mismo tiempo el estilo de cliché del partido, los dos conservarán un lugar donde esconderse. Si terminamos con ese estilo, daremos jaque mate al subjetivismo y al sectarismo, exhibiendo a esos dos monstruos en sus verdaderos colores. Entonces quedarán como una rata que cruza la calle seguida por los gritos de "¡matadla!", y así podremos aniquilarlos fácilmente.” (Mao Tse-Tung; Contra el estilo de cliché del partido 8 de febrero de 1942)

Una revolución muestra los síntomas de decadencia sectaria cuando abunda el cliché, cuando se muestran más “papistas que el papa”, cuando se pretende proyectar una fraseología ultra-radical sin cuestionar lo fundamental: la praxis, la actividad práctico-sensible, que permite cambiar las condiciones de existencia materiales y espirituales. Porque el sectarismo evita debatir e identificar el lastre del socialismo burocrático (y no sólo la etapa estalinista) en toda su dimensión de obstáculo y bloqueo para renovar la iniciativa socialista para el siglo XXI. Sobremanera cuando se evade el debate central del fracaso del socialismo real: la ausencia de democracia socialista, de ejercicio efectivo del poder por parte de las clases populares y subalternas. Cuando se impone el estado burocratizado y el partido-único en fórmula despótica, en formación de dominación sobre lo que consideran simples correas de transmisión de directivas sin palpitación de masas: las fuerzas sociales efectivas de una revolución, lo que el socialdemócrata Rómulo Betancourt llamó “una entelequia”: el pueblo.

Seria preciso rememorar toda la tradición de los muertos que oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos en un concentrado de fetiches ideológicos, para dar cuenta de la distinción entre un “marxismo de derecha”, políticamente reaccionario y el espacio de pensamientos críticos, que renuevan y van mas allá de los clichés del marxismo-dogma. En algunos párrafos de su programa de transición, Trotski hablaba del sectarismo como degeneración:

“(…) grupos y formaciones sectarias de diferentes géneros. En su base estos núcleos se niegan a luchar por los intereses y las necesidades elementales de las masas, tal como ellas son. La preparación de la revolución significa para los sectarios convencerse a sí mismos de las ventajas del socialismo. Proponen volver la espalda a los viejos sindicatos, esto es, a decenas de millones de obreros. ¡Como si las masas pudieran vivir fuera de las condiciones reales de la lucha de clases! Permanecen indiferentes ante la lucha interna de las organizaciones reformistas. ¡Como si se pudiera conquistar a las masas sin intervenir en esa lucha! Se rehúsan a hacer en la práctica una diferencia entre la democracia burguesa y el fascismo. ¡Cómo si las masas no sintieran esa diferencia a cada paso! Los sectarios sólo son capaces de distinguir dos colores: el blanco, y el negro. Para no exponerse a la tentación, simplifican la realidad.”

También Trotski señalaba: “Incapaces de encontrar acceso a las masas las acusan de incapacidad para elevarse hasta las ideas revolucionarias. Estos profetas estériles no ven la necesidad de tender el puente de las reivindicaciones transitorias, porque tampoco tienen el propósito de llegar a la otra orilla. Como mula de noria, repiten, constantemente las mismas abstracciones vacías. Los acontecimientos políticos no son para ello la ocasión de lanzarse a la acción, sino de hacer comentarios. Los sectarios del mismo modo que los ilusionistas y los magos, al ser constantemente desmentidos por la realidad, viven en un estado de continua irritación, se lamentan incesantemente del "régimen" y de los "métodos" y se dedican a mezquinas intrigas. Dentro de su propio círculo, estos señores comúnmente ejercen un régimen despótico. La postración política del sectarismo no hace más que seguir como una sombra a la postración del oportunismo, sin abrir perspectivas revolucionarias. En la política práctica los sectarios se unen a cada paso a los oportunistas, sobre todo a los centristas, para luchar contra el marxismo.”

Porque cuando se refiere Trotski al “marxismo” en algún momento habrá que pasearse por Marx, y reconocer que si hay diferencia entre izquierda y derecha en diferentes ámbitos. Reconocer que los socialismos reales le dieron la espalda a Marx en todas las premisas políticas y ético-culturales para superar el capitalismo. Que olvidar la democracia socialista y el intelectual colectivo como premisas de la transición hacia el socialismo (revolución de la mayoría, hegemonía popular-democrática) conduce a bloquear el proceso popular constituyente.

“El que no busca ni encuentra el camino del movimiento de masas no es combatiente sino un peso muerto para el partido. Un programa no se crea para las redacciones, las salas de lectura o los centros de discusión, sino para la acción revolucionaria de millones de hombres.”

Importante consideración de Trotski. Que una revolución no es asunto de fracciones, ni de grupúsculos, ni siquiera de aparatos-partidos-maquinaria, sino participación y protagonismo de “masas populares” (Mao), un “movimiento de masas” (Trotski), recordando a Marx: La lucha de inmensa mayoría por los intereses de la mayoría inmensa:

Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa. El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial.

Acción revolucionaria de multitudes, con capacidad de autonomía ideológica, ético-cultural y organizativa, de auto-valoración como sujetos antagónicos a la estructura de mando y explotación del capitalismo, no simples correas de transmisión o masa de maniobra de una “vanguardia esclarecida”. En cuestiones políticas hay severas distinciones incluso entre el pensamiento-Marx y el legado del leninismo bolchevique. No sólo se trata de estalinismo, se trata del fetichismo coagulado en los códigos del “marxismo soviético”. Democracia socialista para el siglo XXI implica renovar la conexión entre socialismo, democracia y revolución. Al separarse estas dimensiones, las opciones de la socialdemocracia reformista y del socialismo burocrático aparecen en todo su esplendor.

martes, 6 de septiembre de 2011

LA SUMISIÓN DEL CORO 2: LOS ARREPENTIDOS

Javier Biardeau R.

“El precio que ha de pagar por una falsa paz con el mundo, en la renuncia de sí mismo y la denuncia de sí mismo”. Isaac Deutscher

Luego de analizar dos intervenciones recientes de R. Lanz en su columna dominical (“Contra el sectarismo”; Domingo 28 de Agosto y “El oportunismo se paga”; Domingo 04 de Septiembre), hemos criticado algunas aristas del dogmatismo socialista.

Sin embargo, al mismo tiempo, hay que luchar contra la cómoda salida de emergencia: “cambio dogma-socialista por dogma-capitalista”. Esta última trayectoria es prototípica de ex marxistas-leninistas y ex comunistas (antes intransigentes, radicales y férreos, ahora moderados y bien-pensantes de derecha).

Raquel Angel, en su texto: “De Rebeldes a Domesticados. Los Intelectuales frente al Poder”, recorre la escena intelectual argentina, y su lectura invita a caracterizar algo muy similar a lo ocurrido en Venezuela de los últimos 30 años. Podemos constatar una legión de arrepentidos, re-convertidos y ex rebeldes domesticados.

Si por un lado, tenemos sectarismo, dogmatismo y oportunismo, cazando nuevos privilegios (Djilas), cuotas de poder, participando “místicamente” en los rituales de partido (franelas, cachuchas y banderolas), haciendo gala de una gran mascarada para asegurarse cargos; por el otro, tenemos conversos y pragmáticos, esperando su “nuevo tiempo” como consejeros de un príncipe mampuesto por Washington.

Repetimos, cuotas de poder, cargos y privilegios, allí reside la pasión de los domesticados de hoy y de los arrepentidos por-venir. Porque la política se ha convertido en el trampolín de la “gran mordida” a la mexicana.

El dogmatismo capitalista, además, se mueve en la onda de la “imposibilidad contra-utópica”: apelar al socialismo es carecer de “principio de realidad”, disfunción, ¡seamos todos sensatos defensores de la… macroeconomía capitalista! Se trata de callejones sin salida a plazo fijo. Por que el planeta no soportará por mucho tiempo ambos dogmatismos y ambas estupideces.

Ambas actitudes son síntomas de carencia de densidad intelectual, coraje y filón crítico, autonomía ética y creación estética. Lo que abunda es la claudicación ante el poder. Por un lado, abandonar la utopía, inhibiendo re-plantear su horizonte, perfiles y viabilidad; por el otro, congelar la utopía como un cadáver exquisito.

Los neoliberales no desean construir “mayorías populares” (como ha ocurrido en Grecia, España, Irlanda, y en la tan silenciada crisis de Islandia), sino sólo gobernar minoritariamente. Por tanto, hay que dar cuenta de la tensión no resuelta del vínculo entre los intelectuales y el poder político, económico y mediático; tensión no solamente privativa del mundo capitalista, sino también presente en los intelectuales palaciegos articulados al socialismo burocrático. Recordemos, en las revoluciones, esa tensión se ha resuelto, muchas veces, a favor de la claudicación ante el poder.

¿Por qué la intelligentsia de izquierda se arrepiente, abjura de sus ideales, de reconvierte y pasa a ser ex rebelde domesticada, haciéndose vocera-funcionaria del consenso de las clases dominantes? Algunos apelarán a la trampa de la “libre elección”, pero son tan semejantes las trayectorias que no quedaría mucha duda: se trata de un “hecho social”, con determinaciones históricas, políticas, económicas e ideológicas.

Aquello que demarca las prebendas, los honores y el prestigio académico de los intelectuales remite en parte a esta claudicación ante el poder de los sectores dominantes, de aparentar ahora ser liberales bienpensantes. Comprendamos la lección elemental del maestro Bobbio (Democracia y Liberalismo dixit): Liberalismo significa dividir y limitar el poder. Su procedencia social es la afirmación del individuo posesivo y de la sociedad civil burguesa ante el poder feudal absoluto. Democracia en cambio, significa distribuir el poder, expandirlo hacia esferas públicas cada vez más amplias, incluyendo los cotos vedados por el liberalismo, como el ámbito económico.

Fue la tradición del movimiento de los trabajadores y de las clases subalternas en el siglo XIX, la que alteró el contenido económico y social de la democracia liberal, les guste o no a los liberales: sufragio universal, derechos económicos y sociales para una ciudadanía social, abrieron las compuertas de las concepciones antes restringidas de la ciudadanía civil y política.

La convergencia de la multiplicidad de voces que habitan en la izquierda y todos los movimientos que no caben en el formato de lo partidos, podrían dar cuenta de la centralidad de la democracia socialista para sus luchas. Afirmar la revolución democrática frente al imaginario jerárquico de la estructura de mando y explotación. No confundir democracia con el liberalismo-pluralista ni con la “dictadura sobre el proletariado”.

Los arrepentidos, otrora progresistas, hoy recitan, sin equivocarse, el dogma de la libre empresa y las virtudes de la economía de mercado. La “puesta al día” de sus ideas y valores, ha generado desmemorias y tachaduras, repliegues y ocultamientos, y sobre todo oportunismos. Atreverse a permanecer en la senda del pensamiento insurgente e intempestivo implica romper con la sumisión del coro.

Ciertamente hay que labrar nuevas partituras, incluso modificar las reglas constitutivas de los juegos de lenguajes hegemónicos. Sobre todo cuando asumen el porvenir de los levantamientos contra la civilización del Capital. Mientras, otros suben el volumen del coro para que creamos que el Titanic está navegando sobre su línea de flotación ¿Lo está logrando?

LA SUMISIÓN DEL CORO 1: LOS DOMESTICADOS

Javier Biardeau R.

“Lo que la prensa occidental define como “muerte del comunismo" remite a un hecho real: la profunda crisis de las formas autoritarias y burocráticas de transición al socialismo, nacidas del modelo estalinista soviético. Lo que está destinado a morir no es, pues, el "comunismo" sino su caricatura burocrática: el monopolio del poder por la nomenclatura, la dictadura sobre las necesidades, la economía de mando”. (Michel Lôwy; Modas y monólogos tras la caída del muro)

He leído con inquietud dos intervenciones recientes de R. Lanz en su columna dominical (“Contra el sectarismo”; Domingo 28 de Agosto y “El oportunismo se paga”; Domingo 04 de Septiembre), referidas a algunos de los extravíos de la “revolución bolivariana”.

Opino que estos extravíos tienen como base una profunda desorientación en cuestiones de la transición al socialismo en su obligada articulación a la revolución democrática. Allí reside el núcleo explosivo del laberinto, que recorre desde la alta dirección estratégica del “proceso”, hasta los más activa base de militantes, incluso de quienes mantienen el apego apasionado a “dogmas revolucionarios” del siglo XX.

Un hipotético desprendimiento del marxismo-dogma y de apertura a la teoría crítica radical, pudiera generar para algunos la más honda melancolía. Pero también, considero, es una posibilidad inédita de pensar y crear, más allá de “despecho ideológico” del Socialismo Real y sus “verdades universales”. Dirán algunas momias ideológicas: mejor creer que ponerse a pensar, renunciemos a la crítica y a la creatividad. Sin embargo, hay que luchar contra esta coagulación dogmática (¡Permítame pensar por usted, en clave de izquierda!).

Por un lado tenemos sectarismo, dogmatismo y oportunismo, cazando nuevos privilegios (Djilas); por el otro, tenemos conversos y pragmáticos, esperando su “nuevo tiempo” como consejeros de un príncipe mampuesto por Washington. La situación intelectual, entonces, es de cruda decadencia. Pero, dijo usted: ¿trabajo intelectual?

Lo dudo. Se trata de “(…) vehicular intereses pragmáticos, donde los rituales de partido (franelas, cachuchas y banderolas) son una mascarada para asegurarse cuotas de poder”. Cuotas de poder, allí reside la pasión de los domesticados.

El dogmatismo socialista se mueve en la onda del Calco y Copia: si Rusia, China y Cuba lo hicieron (en alguna medida, en algún momento), seamos como: ¡Lenin, Mao, Fidel o el Che! Se trata de callejones sin salida a plazo fijo. Esta actitud es síntomas de carencia de densidad intelectual, filón crítico, autonomía ética y coraje estético.

Lo que abunda es la servidumbre ideológica. Se ha congelado la utopía concreta, como un cadáver exquisito: exclusión del otro, hiper-identidad del grupo, desprecio por la opinión ajena, exacerbación de un “nosotros”, que no admite dudas ni matices. Su “diversidad y alianzas” llega hasta su nariz. La visión del adversario que tienen no es una defectuosa idea, una defectuosa praxis ó una defectuosa política (que puede mejorarse o sustituirse); sino la “maldad” de grupos sociales enteros, que son calificados como “enemigos del pueblo” con la vieja terminología estalinista.

La izquierda dogmática no ha aprendido a apreciar la verdad, bondad y belleza de sus potenciales aliados e incluso, de sus adversarios. Sólo ven en el otro el “mal absoluto”. A la hora de convocar, sólo convocan conversos y desprecian infieles. No han caído en cuenta del pesado lastre del “integrismo religioso”, enmascarado en una gramática propia de la condición periférica y subalterna de nuestra ilustración truncada.

Si algo no han aprendido de la revolución democrática, es que hay que convocar y consultar la verdad, belleza y bondad de los que piensan radicalmente distinto, articular y labrar el mayor consenso posible (un interfaz entre “programa mínimo” y “horizonte utópico”), reconociendo la legitimidad de las minorías democráticas a tener su espacio político y ejercer a plenitud sus derechos, sin poner en jaque las decisiones mayoritarias.

Los socialistas autoritarios han estallado cualquier “política de alianzas”. No desean construir “mayorías”, sólo gobernar minoritariamente: “Gobernar en solitario es una operación inviable cuando de lo que se trata es de contar con fuerzas para producir cambios de verdad.”, dice Lanz. “(…) Cuando estamos hablando de revolución, pues la primera regla de oro es contar con la fuerza política para hacer viables los cambios (al menor costo), para acumular poder verdadero para otros cambios (al menor costo), para profundizar en los cambios emprendidos (al menor costo).

Esta regla supone una visión de viabilidad para la voluntad colectiva, implica labrar un bloque de fuerzas sociales y políticas para una hegemonía democrática. Sin ésta, la transición revolucionaria no tiene destino, sino como pura fuerza y terror.

La convergencia de la multiplicidad de voces que habitan en la izquierda y todos los movimientos que no caben en el formato de lo partidos, podrían dar cuenta de la centralidad de la democracia socialista.

Los domesticados recitan, sin equivocarse nunca, el dogma estatista y la virtud jacobina del “hombre nuevo”, como mandato imperativo de lo que Marx llamó “comunismo grosero”. Para ellos, la trascendencia de los dogmas no merece otro nombre que “traición”.

Otras posiciones hacen del pensamiento crítico y la creación una apuesta vital. Atreverse a permanecer, como Hölderlin pedía, “(…) con la cabeza descubierta ante la tempestad de los dioses”, aún sabiendo que el castigo podía significar la propia destrucción. La sumisión del coro es la voz de los domesticados. Ir más allá del coro, labrar nuevas partituras… ¿pensamientos insurgentes e intempestivos?