domingo, 2 de mayo de 2010

CRÍTICA A LAS BAGATELAS ANTI-SOCIALISTAS


Javier Biardeau R.

¿Hay que perder tiempo en cosas sin sustancia y sin valor? Tal vez la respuesta sea “si”, en la medida en que comprendamos que las “bagatelas” son, en gran medida, las que reproducen a las sociedades capitalistas contemporáneas.
El capitalismo se perpetúa incesantemente, en parte, por la legitimación de las representaciones ideológicas que naturalizan y normalizan sus relaciones sociales dominantes, basadas en la explotación económica, la coerción política, la hegemonia ideológica, la exclusión social, la negación cultural y la destrucción ambiental; generando además, una “conciencia de los límites”, la tesis de la imposibilidad práctica de transformar, superar o liquidar al capitalismo como "régimen histórico-social".
Así el capitalismo se convierte en una “segunda naturaleza”, en una cosa “supremamente metafísica”. Y en esta cosa “supremamente metafísica”, nos encontramos rodeados de “opiniones-bagatelas”, pre-nociones que pretenden circular como “argumentos irrefutables”, generados aparentemente por supuestos “expertos-intelectuales”. Se establece así, un circuíto que realimenta los procesos de generación, circulación y recepción de formaciones ideológicas entre los "intelectuales-funcionarios del consenso" y los diferentes grupos, sectores y clases sociales, sedimentando sentidos comunes legitimadores y la "producción del orden ideológico".
Sin duda, estos sujetos-agentes sociales son “médiums” de “agenciamientos colectivos de enunciación” que los desbordan, con sus acentos socio-ideológicos específicos, cuyas huellas pueden rastrearse en las condiciones de producción. Por tanto, estos sujetos-agentes son portadores y portavoces de formaciones de discurso de legitimación del capitalismo. Pero, en cierta medida, son sus “victimas”, en la medida en que generan un efecto de des-conocimiento de los procesos sociales que los determinan.
Como “átomos liberales” se comportan de acuerdo a un “conformismo social”: el individualismo posesivo y su "soberanía"; creen ser productores de discursos, "creadores ideológicos", cuando lo que hacen efectivamente es reproducir guiones, scripts, variaciones de fragmentos ideológicos de un proceso social, cuya tarea consiste en sancionar el orden social existente como el “único orden posible”. Se trata de sujetos-agentes que se comportan como simples “fontaneros del sistema”: como presuntos “intelectuales” anti-socialistas.
Efectivamente, las ideologías-bagatelas que movilizan pretenden legitimar los regímenes histórico-sociales del tardo-capitalismo, los que el filósofo marxista crítico Henry Lefebvre llamó en alguna ocasión “Sociedades Burocráticas de Consumo Dirigido”, o como Guy Debord y el “Situacionismo” designaron: “Sociedades del Espectáculo”. En fin, “Sociedades del Espectáculo-Consumo”, inducidas por dispositivos de control, normalización y naturalización de modos de vida articulados al metabolismo del Capital.
Capitalismo tardío, capitalismo de organización, capitalismo de consumo, “capitalismo mundial integrado”, reproducen con una amplitud in-imaginable para los analistas del siglo XIX, algo que Marx señaló: el mundo se ha convertido en un “enorme arsenal de mercancías”. Pero no solo, eso, al proceso de circulación e intercambio, cabe agregarle el específico proceso de explotación-antagonismo que funda las relaciones de producción capitalistas. Pero con un añadido: “enorme arsenal de estupideces”, mundo preñado de la “inmediatez-espectáculo”.
Para nadie es un secreto que el proceso ideológico es la base del pensamiento de una sociedad de clases en el curso conflictual de la historia. Quién dice ideologia, dice lucha ideológica, púes no hay prácticas, aparatos y espacios sociales, cuyas redes de relaciones no esten constituidas por puntos de tensión, conflicto y antagonismo.
No es el determinismo económico, ni tecnológico, ni histórico, el aporte fundamental del pensamiento crítico marxiano, sino el análisis de las relaciones de conflicto-explotación en el corazón del modo de producción material, relaciones de conflicto-coerción en el corazón del modo de producción de la separación política entre gobernantes/gobernados, y relaciones de conflicto-hegemonía simbólica en el modo de producción de formaciones ideológicas, conjuntos de ideas, valores, representaciones e imaginarios que se van conformando a traés de diferentes prácticas y principios de articulación.
Por tanto, los fenómenos ideológicos no han sido sólo simples quimeras-bagatelas, sino la conciencia deformada de las realidades hegemónicas; y como tales, factores ideales operantes ejerciendo a su vez una real acción de distorsión-inversión-ocultamiento-mixtificación, reproduciendo la “ilusión de armonía” del “único orden social posible”. Se trata de la dictadura efectiva de la “ilusión capitalista”, del imaginario-mundo capitalista en la sociedad tardo-moderna, pues la pretensión ideológica adquiere una especie de llana exactitud positivista: ya no se trata de una elección histórica condicionada por el conflicto de clases, sino la más indubitable "evidencia", un "hecho", una "segunda naturaleza".
En el terreno de los modos de producción de saber, información y conocimiento, la parte misma del trabajo propiamente ideológico al servicio del sistema ya no se concibe más que como reconocimiento de un "pedestal o fundamento epistemológico", que aspira a estar más allá de todo posicionamiento ideológico: una suerte de sujeto-trascendental, que "evapora" su lugar de enunciación. Los fundamentos ideológicos del sistema se asientan como premisas, presupuestos, como gramáticas o reglas de generación de los discursos funcionales a la lógica de reproducción social.
Para los “Fontaneros del Sistema”, su posición es no-ideológica, pretende ser a-ideológica, apropiandose del espacio de la objetividad pura y simple. Como ha planteado la teoría crítica, esta posición equivale a decir que la historia de las ideologías ha terminado. Así el mundo post-ideológico, es justamente el mundo del éxtasis de la hegemonía ideológica del discurso capitalista.
De esto se trata con los fetiches-bagatelas, cuestionar el socialismo para ratificar el orden del discurso capitalista. Y así observamos como la producción, circulación y consumo de las ideas, pueden convertirse en un espectáculo de bagatelas-fetiches.
Sin embargo, hoy reconocemos que el acto de consumir no es un simple acto utilitario, sino un acto donde se ponen en acto signos-objetos con valor ideológico. Se trata de actos marcados por la identificación en el cruce de registros imaginarios y simbólicos, al mismo tiempo actos realmente coaccionado por dispositivos de control mass-mediáticos, propagandísticos y publicitarios. Así, se consumen objetos, imágenes, signos y representaciones sellando el cemento ideológico entre lo ideacional, las prácticas y los espacios institucionales.
Desmontemos entonces algunas de las bagatelas más difundidas por presuntos "intelectuales" anti-socialistas. Hay quienes suponen que “inequívocamente” lo que se llama socialismo es un desarrollo del pensamiento de Carlos Marx y de Federico Engels.” Afirmación históricamente falsa. El imaginario socialista no solo precedió a la teoría y práctica de Marx y Engels, sino que los desbordaba con amplitud. Cuando fue derrocado el feudalismo y surgió la llamada "libre" sociedad capitalista, se puso de manifiesto que "esa libertad" representaba un nuevo sistema de opresión y explotación de las clases trabajadoras. Como expresión de nuevas relaciones de opresión y como protesta contra ella, aparecieron diversas corrientes socialistas. Que Engels haya llamado a algunas de estas corrientes como "socialismo utópico", implica que existía un terreno ideológico que generó las significaciones imaginarias del socialismo. Por tanto, Marx y Engels se movian en el interior de este Imaginario Socialista, tratando de construir formas de liderazgo-influencia intelectual y ético-cultural en el movimiento obrero. Marx y Engels son portadores de algunos elementos y conexiones significativas del imaginario socalista, pero no lo agotan.
Entonces, hay múltiples proyectos socialistas, y dentro de lo que se conoce como “teoría marxista”, existen diversas interpretaciones de Marx y Engels, distintos intentos de "codificación marxista", y en muchos casos, trágicos esfuerzos de vulgarización y popularización, que llevaron al empobrecimiento de las ideas de Marx y Engels.
Adicionalmente, el “marxismo” es solo una de las posibles interpretaciones de las vías de construcción del socialismo. Dentro del “marxismo” solo podemos encontrar “marxismo(S)” en plural, y no “Marxismo” en singular. Pues hoy hay chorros de tinta reconociendo las “principales corrientes del marxismo”, chorros de tinta reconociendo distintos “modelos de socialismo”, chorros de tinta reconociendo que hay semejanzas y diferencias entre los planteamientos de Marx y Engels. El siglo XXI se encargará de demoler las falsas continuidades "doctrinarias" entre Marx-Engels-Lenin-Stalin. Aparecerán los nudos arbitrarios, las extrapolaciones abusivas, las diferencias, e incluso las controversias y antagonismos. Pués entre Marx y Stalin, existe un abismo.
Además, lo que nuestros expertos anti-socialistas ignoran olímpicamente, es que hay múltiples ideas contrastantes en Marx, que no hay un solo Marx, petrificado, convertido en objeto-fetiche, en doctrina, sino ideas criticas de Marx. Detrás de las unidad imaginaria del "autor", hay ciertamente una problemática y un programa de investigación-acción para la revolución, una "investigación militante", pero se trata no de un desarrollo orgánico sino de un campo de tensiones, de rupturas de discontinuidades, de conjeturas contrastantes, de una revolución ininterrumpida del pensamiento. Se trata de una obra abierta, crítica e inconclusa, no de un dogma, una doctrina o un estereotipo.
Pero la bagatela anti-socialista necesita construir a un “hombre de paja-Marx”, una suerte de “objeto-malo” Marx, para luego ejercer su operación de destrucción, una a una, de partes artificialmente montadas, en una operación textual que simplemente muestra en que consiste una fórmula de mixtificación ideológica.
Esto se ha intentado hacer desde el siglo XIX: declarar muertas las ideas de Marx. No hay novedad en el intento. Pero en las premisas del intento está ya implícita, inscrita, incrustada, la trampa ideológica de esta práctica de desconocimiento de la obra abierta y crítica de Marx. Se trata de ratificar el discurso capitalista y su forma de vida como único modo legítimo de vida.
Otra bagatela ideológica consiste en afirmar que antes de Marx y Engels, la doctrina socialista, “no pasaba de ser una mera especulación o curiosidad”. Nueva afirmación históricamente falsa y teóricamente inconsistente. Marx y Engels no transformaron al socialismo en una fuerza política, pues ya existían corrientes políticas socialistas. Y estas corrientes no pueron todas permeadas y hegemonizadas por el "marxismo". Marx y Engels eran parte de una tendencia ideológica en el seno del imaginario socialista. Lo que hicieron Marx y Engels, fue contribuir a la formación de la “Liga de los Justos”, primero, luego a la “Liga de los Comunistas”, y finalmente a la primera Internacional de los trabajadores y trabajadoras. Pero ignorar al socialismo fabiano, por ejemplo, o a las corrientes libertarias de Bukunin, muetra graves sintomas de desconocimiento. Se trata de una corriente, entre otras, del socialismo revolucionario y del comunismo.
El llamado “socialismo científico” fue realmente una fórmula de Engels. Una fórmula de lucha, por cierto, en el proceso de validación y legitimación de saberes y conocimientos. Marx y Engels, vivieron las contradicciones propias del terreno espistemológico de su época, las distinciones entre filosofía, ciencia histórico-social, concepciones del mundo y el papel de la crítica radical. En Marx hay abundantes referencias a la ciencia histórica-crítica, pero el modelo de crítica radical desbordaba cualquier ciencia burguesa, cualquier economía vulgar, cualquier economía política capitalista, cualquier modelo de ciencia social positivista. Allí hay un debate entre las incrustaciones positivistas de Engels, y los líneas de fuga de Marx, generando una discontinuidad epistémica con la matriz positivista.
Mezclar sin distinguir a Marx y Engels, no permite abrir el debate entre teoría crítica y positivismo. Abrir el debate entre "método dialéctico" en el terreno histórico-social, y una presunta dialéctica en la ontología de la naturaleza. Allí hay una abundante polémica sobre la crítica marxiana, su método de investigación y exposición, su círculo concreto-abstracto-concreto, su relativización de leyes específicas del régimen de producción capitalista, su desmontaje de las apologías de la sociedad capitalista, su análisis de la negatividad que opera en los cimientos del metabolismo del Capital.
Por otra parte, lo falaz de las bagatelas anti-socialistas es reducir el socialismo a una visión empobrecida de la teoría crítica marxiana; y reducir el pensamiento marxista a un modo de concebir la “historia como una sucesión lineal de etapas que inevitablemente conducirían a la construcción del socialismo y del comunismo”.
Al parecer, los expertos en criticar al marxismo son en realidad, "personajes" formados bajo los parámetros teórico-ideológicos del estalinismo; es decir, del “marxismo burocrático” de los manuales soviéticos. Convendría derrumbar esta imagen con los enunciados del propio Marx en su auto-reflexión crítica sobre El Capital:
“El capítulo sobre la acumulación primitiva no pretende más que trazar el camino por el cual surgió el orden económico capitalista, en Europa Occidental, del seno del régimen económico feudal. Por ello describe el movimiento histórico que, al divorciar a los productores de sus medios de producción, los convierte en asalariados (en proletarios, en el sentido moderno de la palabra), al tiempo que convierte en capitalistas a quienes poseen los medios de producción. En esa historia hacen época todas las revoluciones que sirven de palanca al avance de la clase capitalista en formación; y sobre todo las que, después de despojar a grandes masas de hombres de sus medios tradicionales de producción y subsistencia, las arroja súbitamente al mercado del trabajo. Pero la base de todo este desarrollo es la expropiación de los cultivadores. "Esto sólo se ha cumplido radicalmente en Inglaterra…pero todos los países del Occidente Europeo están yendo por el mismo camino", etc. (El Capital, edición francesa, 1879, p. 315). Al final del capítulo se resume de esta manera la tendencia histórica de la producción: que ella misma engendra su propia negación con la inexorabilidad que preside las metamorfosis de la naturaleza; que ella misma ha creado los elementos de un nuevo orden económico al darle de inmediato el mayor impulso a las fuerzas de producción del trabajo social y al desenvolvimiento integral de cada uno de los productores; que la propiedad capitalista, al fundarse como ya lo hace en realidad, sobre una forma de la producción colectiva, no puede hacer otra cosa que transformarse en propiedad social. En este punto no he aportado ninguna prueba, por la simple razón de que esta afirmación no es más que el breve resumen de largos desarrollos dados anteriormente en los capítulos que tratan de la producción capitalista. Ahora bien, ¿qué aplicación a Rusia puede hacer mi crítico de este bosquejo histórico? Únicamente esta: si Rusia tiende a transformarse en una nación capitalista a ejemplo de los países de la Europa Occidental -y por cierto que en los últimos años ha estado muy agitada por seguir esta dirección- no lo logrará sin transformar primero en proletarios a una buena parte de sus campesinos; y en consecuencia, una vez llegada al corazón del régimen capitalista, experimentará sus despiadadas leyes, como las experimentaron otros pueblos profanos. Eso es todo. Pero no lo es para mi crítico. Se siente obligado a metamorfosear mi esbozo histórico de la génesis del capitalismo en el Occidente europeo en una teoría histórico-filosófica de la marcha general que el destino le impone a todo pueblo, cualesquiera sean las circunstancias históricas en que se encuentre, a fin de que pueda terminar por llegar a la forma de la economía que le asegure, junto con la mayor expansión de las potencias productivas del trabajo social, el desarrollo más completo del hombre. Pero le pido a mi crítico que me dispense. (Me honra y me avergüenza a la vez demasiado). Tomemos un ejemplo. En diversos pasajes de El Capital aludo al destino que les cupo a los plebeyos de la antigua Roma. En su origen habían sido campesinos libres, cultivando cada cual su propia fracción de tierra. En el curso de la historia romana fueron expropiados. El mismo movimiento que los divorció de sus medios de producción y subsistencia trajo consigo la formación, no sólo de la gran propiedad fundiaria, sino también del gran capital financiero. Y así fue que una linda mañana se encontraron con que, por una parte, había hombres libres despojados de todo a excepción de su fuerza de trabajo, y por la otra, para que explotasen este trabajo, quienes poseían toda la riqueza adquirida. ¿Qué ocurrió? Los proletarios romanos se transformaron, no en trabajadores asalariados, sino en una chusma de desocupados más abyectos que los "pobres blancos" que hubo en el Sur de los Estados Unidos, y junto con ello se desarrolló un modo de producción que no era capitalista sino que dependía de la esclavitud. Así, pues, sucesos notablemente análogos pero que tienen lugar en medios históricos diferentes conducen a resultados totalmente distintos. Estudiando por separado cada una de estas formas de evolución y comparándolas luego, se puede encontrar fácilmente la clave de este fenómeno, pero nunca se llegará a ello mediante el pasaporte universal de una teoría histórico-filosófica general cuya suprema virtud consiste en ser supra-histórica.” K. Marx. Al director de Otiechéstvennie Zapiski [Fines de 1877]
No es Marx entonces el que concibe la historia “como un pasaporte universal de una teoría histórico-filosófica general cuya suprema virtud consiste en ser supra-histórica.” En 1844, ya Marx había planteado:
“La historia no hace nada no “posee ninguna riqueza inconmensurable”, no “lucha en ninguna batalla” Es, antes bien, el ser humano, el ser humano real, vivo, el que todo lo hace, posee y lucha; no es, por ejemplo, la “historia” la que utiliza a los seres humanos como medios para realizar -como si fuese una persona particular- sus propios fines, sino que es sólo la acción del ser humano que persigue sus fines". (Marx; La Sagrada familia, 1844)
Por tanto, los supuestos analistas críticos de Marx, son en realidad quienes realizan una actividad práctica de distorsión de sus enunciados por ignorancia, manipulación o mala fe. No hay determinismo histórico sino a lo sumo “filosofía de la praxis”, teoría crítica radical de la concepción apologética y metafísica de la historia del capitalismo, de sus modo de producción material.
El nacimiento y extinción del capitalismo dependen, no de una “Ley natural de necesidad historia” (esas extrapolaciones las realizaba Engels, pero no Marx), pues esto liquida la dialéctica entre la “estructura de posibilidad objetiva” y la “praxis de la subjetividad revolucionaria”.
Son bagatelas anti-marxistas, y no solo anti-socialistas, las que circulan como argumentos de expertos, mostrando el patético estado del arte en la compresión del pensamiento marxiano, y peor aún, del imaginario socialista. Una “batalla de citas” lo que muestra es que hay lecturas e interpretaciones disimiles del pensamiento marxiano. Pero no solo esto, muestra que tras estas lecturas disímiles hay una batalla ideológica y política.
Pues desde el anti-socialismo se prefigura un método de lectura de Marx, que lo convierte en un determinista, mecanicista y reduccionista; además de un mal economista…obviamente de un “economista capitalista”. Pues los economistas capitalistas, tanto vulgares como cercanos a una compresión de la economía política, no comprenden que Marx y ellos parten de fundamentos epistémicos e ideológicos antagónicos. Marx no hace economía vulgar, ni técnica económica ni política económica burguesa. Marx plantea una crítica radical de la economía política capitalista. Su problemática teórica y práctica es distinta de la problemática del modo de producción, validación y legitimación del saber burgués.
Es completamente falso que “es a partir de esa teoría del valor-trabajo marxista, que se construye la explicación que deriva en el socialismo como sistema político”. El socialismo no existe para Marx, sino como socialismo revolucionario, como comunismo. Y este no es un sistema político, sino un nuevo modo de producción asociativo basado en la propiedad social generalizada.
Y aún en este, no se hay una relación directa con una supuesta teoría laboral del valor marxiana, pues esta teoría quedó a medio camino en la obra abierta, crítica e inconclusa de Marx. Marx no completó su proyecto teórico, como muchos plantean aún, no redactó finalmente los tomos II y III de “El Capital”.
De allí que existan controversias teóricas en el propio terreno del pensamiento marxista sobre las llamadas teorías del valor/trabajo, como por ejemplo, la de quienes plantean una lectura radicalmente política de “El Capital”, en la cual las categorías económicas deben interpretarse como categorías sociales y políticas cualitativas, y no como conceptos sometidos al cálculo de magnitudes económicas (problema de la transformación de valores en precios, de la plusvalía en ganancia, etc).
Incluso, la teoría de la explotación no puede dejar de interpretarse en el trasfondo de una teoría crítica de las relaciones de poder/dominación, así como el papel de la subjetividad antagónica, del trabajo vivo politizado como auto-valorización proletaria.
Los economistas vulgares reproducen en sus premisas las bases ideológicas del régimen de producción y distribución capitalista. Reproducen la idea de un "mercado de fuerza de trabajo" sometido a condicionamientos puramente económicos, cuando allí hay determinaciones políticas, institucionales y la propia lucha entre subjetividades sociales. De allí se desprenden tendencias y contra-tendencias, pero nada de “leyes de la gravedad”, “leyes de necesidad histórica” del sistema capitalista.
La verificación de estas tendencias y contra-tendencias depende de la dialéctica entre las “estructuras de posibilidad objetiva”, y la praxis de la subjetividad política, en su dialéctica revolución/contra-revolución. La conversión de este proceso cualitativo en un cálculo de magnitudes o de estadisticas económicas, depende de la correlación entre comportamientos de masas y estadísticas, pero estos procesos cuantificables sólo son "medidas aproximadas" de una conflictividad social, política, económica en curso. Es allí donde se define la dirección, contenido y alcance de la tendencia hegemónica del Capital.
Las previsiones de Marx se cumplieron en gran medida en el siglo XIX; por eso, hay que volver a insistir que Marx murió en 1883. La responsabilidad de lo que se decía con relación al capitalismo del siglo XX es responsabilidad no de Marx, sino de quienes revisaron, interpretaron o trataron de continuar su obra en el siglo XX.
Por ejemplo, Marx no participó directamente en el debate Bernstein-Luxemburgo-Kaustky-Lenin. Estaba simplemente muerto. Tampoco en el debate contra los marginalistas, ni con relación al Imperialismo. Solo una aproximación religiosa a los textos de Marx, puede suponer que culquier teoría o conjetura de Marx, no debe contrastarse con tendencias y contra-tendencias del sistema histórico mundial; y que por tanto, sus ámbitos de validez son supra-históricos. Pero, sólo una verdad revelada, religiosa, se asume desde criterios dogmáticos.
Criticar a los marxistas es una cosa, criticar a Marx en su contexto histórico es otra.
El capitalismo posterior a 1930, a 1945, a 1971 no tiene los mismos rasgos que el capitalismo vivido por Marx, ni a aquel tomado en consideración como laboratorio de sus investigaciones de crítica a la economía política burguesa. Si Marx fuese un “perro muerto” como plantean los fontaneros del sistema y los propagadores de bagatelas ideológicas anti-marxistas y anti-socialistas, no estarían tan preocupados por estabilizar y regular la recurrencia de las crisis económicas., sociales y políticas en el capitalismo, no propagarían todo un conjunto de dispositivos de contención de oleadas o ciclos revolucionarios (el actual caso de Grecia no es poca cosa), no tratarían de canalizar el conflicto por vías reformistas, pues cualquier marxista reconoce que después de cada episodio de crisis el capitalismo es otro, distinto del anterior.
De la gran depresión de 1929, lo que surgió fue un arsenal de mecanismos interventores y reguladores, un arsenal de técnicas y políticas fiscales, laborales, monetarias y cambiarias, transformando los marcos de regulación de las llamadas “economías de mercado”. Pero el capitalismo de monopolios nacionales ha dado paso a un capitalismo mundial integrado de transnacionales y oligopolios, con una hegemonía financiera que coloca la competencia inter-capitalista y los desajustes entre economía especulativa y economía productiva, en los límites de los instrumentos convencionales de intervención/regulación.
El Keynesianismo Global, la Macroeconomía neo-clásica, la economía de oferta o el neoliberalismo tratan de contener la crisis estructural del Capital en los límites del capitalismo. Pero el asunto va más allá de los “estabilizadores” y “reguladores”, de las técnicas económicas y los asuntos de gobernabilidad política.
La alternativa Socialismo o Barbarie, no es un asunto de “leyes naturales”, sino de subjetividad anti-capitalista o pro-capitalista. Es un asunto de supervivencia del planeta y de bio-política; en fin, de transformación de un mudo inviable en uno viable.
Desde nuestro punto de vista, la bagatela anti-socialista reproduce el mundo inviable, reproduce el bio-poder capitalista. El punto de quiebre, de bifurcación histórica del sistema capitalista está en las alternativas anti-sistémicas, en los movimientos contra-sistémicos, en las teorías críticas radicales.
El anti-capitalismo es solo la protohistoria de los modos de producción asociativos, de los regímenes sociales y políticos emancipatorios, de una revolución cultural que rompe con la lógica de dominación entre sociedad y sistemas ambientales; así como entre grupos, sectores, etnias y clases sociales.
El imaginario socialista es la ruptura de la sociedad espectáculo-consumo y una reapropiación del horizonte existencial de las tres ecologías políticas radicales: la que se reapropia del metabolismo entre sociedades con sus sistemas ambientales, las que relacionan a los seres humanos entre sí, y las que definen el espacio subjetivo, los afectos, sueños, mitos y esperanzas, junto a la ecología de las ideas, valores y sentimientos. Allí se juegan los registros afectivos, estéticos y cognitivos para "cambiar la vida".
La crítica a la bagatela anti-socialista es solo una ventana para asomarse a la tesis que define la existencia de la vida social misma en el siglo XXI.
Sin ecología política radical, sin democracia socialista, sin descolonización, si insumisión contra-hegemonica, sin modos de producción y distribución asociativos, se reproduce la barbarie.
¡Otro mundo no es solo posible, es cada vez más urgente y necesario!

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