Javier Biardeau R.
1.- INTRODUCCIÓN:
La respuesta es sencilla. Sólo con claridad ideológica y lucha atinada podrán superarse los errores y debilidades de la revolución bolivariana. No hay que ofrecer, entonces, rendija alguna de posibilidad a las operaciones de confusión, manipulación, división y desmoralización que ha activado, sin lugar a dudas y con mayor intensidad, los factores de derecha contra la revolución bolivariana, luego de los resultados electorales del 14 de abril de 2013 (¿Crisis electoral en la revolución bolivariana?).
Múltiples eventos y situaciones concatenadas así lo vienen confirmando desde el discurso de Chávez el día 8 de diciembre de 2012. Por tanto, es momento de galvanizar y acerar el factor estratégico fundamental de una revolución: el factor moral e intelectual, la voluntad de lucha, la consistencia de los ideales, creencias, ideas y valores. Allí residen las razones sagradas, místicas y espirituales de la revolución bolivariana. De manera que, a una apreciación realista de las situaciones, le sigue una voluntad inquebrantable de lucha basada en una perspectiva revolucionaria. Terrible sería cometer dos errores en las actuales circunstancias:
a) Una apreciación incorrecta de la situación, dando paso a erráticas líneas de acción política;
b) Quebrar el factor moral de la revolución (El “legado revolucionario” de Chávez), la voluntad, pasión y conciencia en la lucha por la transformación socialista, por el cambio estructural de la sociedad capitalista, aún dominante en nuestra formación social.
El pueblo bolivariano debe demostrar, ahora sin la presencia física de Chávez, su capacidad de recuperación de las motivaciones existenciales de lucha que activaron el poder constituyente originario, la recuperación de la memoria de luchas de nuestros libertadores, así como el protagonismo del bloque social de los explotados y oprimidos, incluso ante situaciones adversas, ante errores, ante debilidades y amenazas.
Unidad, lucha, batalla y victoria, por una parte, planteó el mismo Chávez el 8 de diciembre de 2012. Por otra parte, la historia de las revoluciones ha planteado la necesidad de fortalecer laformación intelectual, moral y política, las estructuras organizativas, la disposición de lucha social y política, los dispositivos múltiples de comunicación popular y la movilización para conquistar objetivos inmediatos, intermedios y principales para el avance victorioso de la revolución.
De manera que no debe abrirse espacio alguno de posibilidad para el pesimismo de la voluntad, para pasiones tristes, para duelos paralizantes, actitudes o divisiones funcionales a los planes de acción de la derecha. De allí la importancia de la consigna: ¡Chávez vive, la lucha sigue!
2.- ANTE LOS ERRORES: CORREGIRLOS Y SUPERARLOS:
Ciertamente hay errores estratégicos y tácticos en la conducción del proceso revolucionario, debilidades en la gestión de gobierno, desafíos, malos sabores, corruptelas que deben superarse; pero todo esto no puede ser pretexto para la inacción, para el fraccionalismo, para vacilaciones o para diseminar un espíritu de derrota, un espíritu de “hechos cumplidos”.
El asunto es muy sencillo: ¿Se está o no se está con la Revolución Bolivariana? ¿Se asume el carácter radical-democrático, nacional-popular, anti-imperialista y anticapitalista de la Revolución Bolivariana? ¿Se asume con criterio diferenciador cómo entienden los actores dirigentes y las fuerzas de apoyo por “revolución bolivariana”? ¿Se trataba acaso de una simple identificación emocional con la figura histórica de Chávez? ¿Acaso hay motivaciones más profundas, de carácter simbólico e imaginario, con presencia de valores, ideas, creencias y sentimientos afines a la construcción de un proyecto socialista, de una política y una estrategia socialista?
Las respuestas abren un extraordinario campo de debates. En las actuales circunstancias luego del 14 de abril, se perciben dificultades en la conducción revolucionaria, ante circunstancias y condiciones de oportunidad para la acción ofensiva de la derecha. Pero la base social y política de apoyo a la revolución bolivariana no tiene razones para vacilar o dudar sobre su apoyo al Proyecto Nacional Simón Bolívar. No hay que marearse en matices secundarios o irse por las ramas. La inteligencia política nutrida por el legado del pensamiento crítico y revolucionario exige clarificar los campos de batalla, las fuerzas sociales y políticas implicadas, el complejo de contradicciones existentes, antagónicas y no antagónicas en el momento político. Es tiempo de saber diferenciar el campo del “Nosotros” y campo de “Ellos”, tanto actual como potencial:
¿Quiénes son los amigos y quiénes los adversarios, si lo que está en juego es una opción clara de poder?
Reducir a los factores sociales y políticos de la derecha a su menor espacio potencial de expansión hegemónica, es tarea permanente de la revolución bolivariana. Ciertamente, se han cometido errores, la derecha ha crecido electoralmente, hay indicadores objetivos que evidencian un cuadro económico negativo; pero lo más grave no es eso, sino que la derecha ha retomado la iniciativa política, su disposición ofensiva, pues la derecha viene cabalgando sobre un movimiento de reflujo en el apoyo popular a la revolución. Este proceso afecta la fortaleza de las fuerzas motrices de la revolución.
3.- PLANIFICAR Y EJECUTAR LA CONTRA-OFENSIVA:
Es preciso, entonces, planificar y ejecutar la contraofensiva a profundidad. Reconocer errores de conducción que han creado una brecha entre las fueras dirigentes y las fuerzas motrices en el proceso revolucionario, que han creado flancos débiles aprovechados por la estrategia de la derecha. Se requiere una poderosa campaña contra-ofensiva.
Mientras ampliar el espacio potencial de expansión hegemónica de los factores sociales y políticos de la derecha, es tarea de los adversarios y enemigos de la revolución, los factores sociales y políticos de apoyo a la revolución bolivariana deben cuidar minuciosamente que sus actitudes y acciones no contribuyan objetiva o subjetivamente a otorgarle condiciones favorables al avance de la derecha. Repito, hay que ser muy cuidadosos en ofrecerle razones y oportunidades de avance al plan de acción de la derecha en las actuales circunstancias.
Hay que manejar con extrema habilidad el recurso a la crítica interna para la lucha revolucionaria contra los adversarios. La crítica interna de la revolución es cada vez más necesaria y urgente, el pensamiento insurgente es cada vez más importante, siempre con claridad de criterios de direccionalidad, contenidos, propuestas de solución y alcances de la misma. No se realiza la crítica para fortalecer o para brindarle oportunidad al adversario. Es para rectificar, corregir y reimpulsar, para visibilizar cursos de acción alternativos. Para avanzar en la revolución, no para retroceder o para estancarse. La crítica no es un juego de egos o narcisismos para posicionarse en una esfera pública controlada por los dispositivos mass-mediáticos de la derecha. La crítica es para transformar el cuadro de relaciones dominantes de coerción política, explotación económica, hegemonía ideológica, negación cultural o destructividad ambiental. Allí la crítica adquiere su densidad revolucionaria.
El manejo de contradicciones antagónicas y no antagónicas, es clave para definir el proceso de re-polarización, reunificación y repolitización mayoritario en un sentido favorable al re-impulso de la revolución bolivariana, a la recuperación y relanzamiento de su caudal electoral, a la conquista de su espacio de máximo potencial electoral, luego de comprender cuales fueron los factores desencadenantes del descenso electoral el 14 de abril de 2013.
Por tanto, hay que establecer un plan de recuperación del voto bolivariano en el seno del GPP, de debilitamiento del voto blando opositor, de clarificación de la amenaza que representa el proyecto de la derecha para sectores populares y capas medias, que sin fuertes afiliaciones o identificaciones ideológicas, se han inclinado momentáneamente hacia la opción, el discurso y el proyecto de campaña de la candidatura de la derecha, desacoplándose del discurso de campaña, la gestión de gobierno y del proyecto de la revolución bolivariana. Y no se recupera este caudal perdido por la vía de su culpabilización, etiquetamiento o criminalización, por cierto, pero tampoco sin ofrecer vías de debilitamiento de las bases sociales de apoyo de la opción electoral de la derecha.
Tampoco se trata de ser optimistas ingenuos o ciegos, pero menos de proyectar un derrotismo moral e intelectual que sólo contribuye al avance, a los movimientos moleculares y molares favorables a la derecha. Es posible recuperar la fuerza perdida y debilitar a la fuerza adversaria, siempre que se entienda que quien triunfó en la captura de un porcentaje del segmento de los moderados, descontentos y no alineados que votaban anteriormente por Chávez fue la oposición, y esto a partir (entre otras tácticas) de una exitosa campaña de ablandamiento de la “percepción de amenaza” que pudiera representar la candidatura de derecha para los sectores populares urbanos.
Mientras Chávez logró colgarle a la candidatura de la derecha el marco programático del “paquetazo neoliberal”, seis meses después fue la candidatura de derecha la que enmarcó a la candidatura bolivariana desde el concepto de “gobierno anti-popular” o de un “gobierno de los enchufados”. De allí la importancia de manejar adecuadamente los problemas internos en la revolución bolivariana. Pues ese enmarcamiento de campaña no podía romperse con una estrategia basada en el formato “Venevisión”, sino articulando el mensaje a una clara agenda de reivindicaciones, demandas y luchas de los sectores populares del país.
4.- NEUTRALIZAR A LA DERECHA ENDÓGENA-DEBILITAR A LA DERECHA OPOSITORA:
Para el manejo de los problemas internos, la dificultad de todo proceso revolucionario implica tratar de identificar con precisión y exactitud tanto los errores de “conducción de derecha”, como los errores propios de “concepción de derecha”, así como el “manejo interno de alianzas” con factores sociales y políticos que puedan llevar a un “crecimiento del poder de la derecha”. Insistimos en este punto, la revolución se mueve velozmente hacia la derrota en la medida en que se estanca y pretende “gobernar como la derecha”.
La derecha política opositora crece electoralmente como resultante de una combinación de errores de concepción, de conducción y de política de alianzas, cuya gravitación obedece a la intrusión de la derecha endógena en la conducción de la revolución bolivariana.
Alianzas que fortalecen al adversario no constituyen un camino correcto, así sean definidas como “alianzas tácticas”. Apoyos que debilitan internamente, tanto a las fuerzas motrices como a las fuerzas dirigentes, no son apoyos, sino operaciones de infiltración de baja intensidad contra la revolución por parte de la dirección enemiga. Seamos claros: la derecha endógena es sólo la fracción “bolivariana” del conjunto de los sectores dominantes del Capital en el país. Es una fracción capitalista y como tal se comporta en el plano económico, político e ideológico. Permea e induce políticas en el campo propio de la revolución bolivariana.
Si la derecha política ha crecido electoralmente ha sido los errores de conducción, concepción, manejo de la política de alianzas y definición del rumbo del gobierno. No han sido errores ultra-izquierdistas como el sectarismo doctrinario o un temerario voluntarismo, los que han llevado en mayor grado a un debilitamiento de la base social de apoyo de la revolución, sino que en gran medida son errores de derecha: el burocratismo, el oportunismo, la corrupción, clientelizar en vez de construir poder popular, afianzar alianzas con factores económicos de derecha, que finalmente definen aspectos medulares del curso de las políticas del gobierno bolivariano. Y el peor cadalso que prepara la derecha es quebrar la base ideológica de la unidad cívico-militar: la concepción bolivariana, zamorana y robinsoniana de una revolución para la justicia social, la inclusión y la democracia participativa y protagónica.
Un pragmatismo que vacía de debate sustantivo el terreno de la lucha contra el capitalismo, así sea en nombre de la real-politik es un grave error de derecha. Si sumar a un 2 % de capitalistas nos va a restar un 20 % de pueblo trabajador, entonces no hay ninguna real-politik. Eso es pragmatismo para negociar prebendas, contrataciones o privilegios de un nuevo grupo de poder, que conformara sin duda las bases objetivas y subjetivas de una nomenclatura, nuevo grupo que intenta cooptar a quienes puedan estructurar el control efectivo del mando civil y militar.
El asunto es que el carácter de clase de la revolución favorece aún a los sectores del Capital (aunque sea una fracción específica de los sectores dominantes del Capital) y no fundamentalmente al pueblo trabajador, tanto de la ciudad como del campo, además de reproducir lógicas político-culturales de discriminación-negación hacia las demandas de los pueblos originarios o hacia demandas de una revolución eco-socialista, para poner un sólo ejemplo directamente vinculado al Plan Independencia y Patria Socialista.
En el altar del desarrollismo se sacrifican las demandas revolucionarias de superación de la destructividad ambiental o el respeto-reconocimiento de otras opciones civilizatorias de buen vivir, término que ha desaparecido del léxico de fracciones del grupo político dirigente de la revolución. De manera que los términos, palabras claves y el régimen de signos que se hace patente en los discursos de miembros del gabinete, del partido o de voceros calificados es un sismógrafo que da cuenta de las dislocaciones ideológicas y discursivas en la revolución bolivariana, de su acercamiento a una versión desarrollista-redistributiva del capitalismo rentista, y no a la transición al socialismo bolivariano, democrático y revolucionario.
Por tanto, hay lucha ideológica, política y económica de clases en el seno de la dirección política del proceso, modificando el peso específico de la composición social e ideológica de las fuerzas motrices del proceso. El problema estriba entonces, en confundir permanentemente el carácter poli-clasista de las fuerzas de apoyo a la revolución con una “conducción revolucionaria” y con una “concepción del socialismo” funcional a los intereses del Capital.
Ese no es un pequeño problema. Chávez lo había advertido en numerosos discursos públicos y no tan públicos. Sabía que dormía con el enemigo. No hay que irse entonces por las ramas.
Primero, por las características históricas específicas y particulares de la revolución bolivariana, esta nace como una revolución democrático-nacional de carácter anti-neoliberal, pero no anti-capitalista.
Segundo, la máxima tensión interna estalló justamente en el transito interrumpido entre una revolución anti-imperialista y una revolución socialista entre el año 2006-2010. Allí la derecha endógena lució descolocada inicialmente en términos de espacios de control de influencia y recursos estratégicos. Pero recuperó su ofensiva gradualmente.
Tercero, Chávez supuso que podía generar una suerte de conversión ideológica de fuerzas internas cuyas prácticas, actitudes y lógicas son funcionales a una concepción y un mundo de vida propio de la estructura de mando del Capital. Allí se condensaron todas las contradicciones. De allí los desprendimientos voluntarios, los alejamientos casi invisibles y las rupturas públicas.
Que la revolución bolivariana haya devenido nominalmente en revolución anti-imperialista y socialista en el año 2006 se debe a una recomposición del cuadro de mando de fuerzas dirigentes tanto ideológicas como políticas del proceso revolucionario. De allí que la derrota del año 2007 haya sido en cierta medida inducida desde dentro, matando el proyecto de los motores constituyentes con cuchillo prestado: los errores del ultra-izquierdismo, entre ellos: la tan mentada “explosión del poder popular”.
Es posible reconstruir la trama de como la derecha endógena contribuyó decisivamente a la derrota del año 2007, e intentó montar un proyecto de “Chavismo sin Chávez”, que en las actuales circunstancias significa un chavismo sin legado revolucionario de Chávez.
La izquierda bolivariana se enfrenta a una verdadera tenaza, a una estrategia de yunque y martillo, tanto por la derecha política, económica y mediática opositora, como por la gravitación de la derecha endógena en la propia revolución bolivariana.
Lo que bloqueó transitoriamente esta tenaza hasta el año 2012, fue la fuerza dirigente principal de la conducción de Chávez, quien logro sobreponer su liderazgo al equilibrio de fuerzas, inclinando la balanza hacia la izquierda. Su conducción selló en vida su legado sin ambigüedades ni ambivalencias, definió el rumbo ideológico y político para el período 2013-2019. Ahora, es el pueblo bolivariano el que debe ser garante de este espíritu revolucionario si no quiere ser cercado y aniquilado por la estrategia de las fracciones del Capital. ¿Qué ocurrirá con el legado revolucionario de Chávez? A ciencia cierta, no lo sabemos.
Su ausencia plantea de nuevo, excavar a fondo sobre el cuadro ideológico y político de la conducción de la revolución, pues el avance en el terreno económico no pasó más allá de la recuperación del Capitalismo Rentístico de Estado (CRE), de su espacio de poder frente a las fuerzas sociales y políticas que desde la derecha opositora siguen siendo favorables a la “Agenda Neoliberal”.
La campaña presidencial del año 2012 reconoció esta contradicción antagónica entre dos Proyectos Históricos. La campaña presidencial del 2013 desdibujó este antagonismo entre proyectos, y se articuló a una personalización de la preferencia del voto entre dos candidaturas, incluso haciéndose patente una lucha en un terreno poco favorable para la revolución. Incluso “Chávez” paso a ser un comodín de cualquier discurso de campaña, de cualquier oferta electoral y para uso de ambas candidaturas.
La campaña se volvió “chavista”, y cada quien utilizaba a Chávez para descalificar al otro. Es importante retener este hecho, pues al convertirse en comodín, Chávez fue vaciado de sustancia ideológica.
De manera que, en un hipotético gobierno opositor, Chávez será reivindicado aunque vaciado de sustancia ideológica, la “culpa de todos los males” será atribuida y proyectada sobre sus irresponsables sucesores, que lo olvidaron, degradaron y traicionaron, que fueron completamente “incompetentes” y nunca fueron “líderes” como Chávez. (Anótenlo porque ya se articulan estas frases en el campo opositor).
De manera que el llamado “no retorno” planteado por Chávez, significa aún superar claramente el Capitalismo, pero ahora interpretado de manera disímil por diversas fuerzas de apoyo a la revolución.
Allí se abre el espacio para voces ancladas en el más puro sectarismo doctrinario hasta las más ramplonas voces de oportunismo, pragmatismo y acumulación delictiva de capital. Ese es el verdadero drama de la situación post-Chávez.
5.- LAS OPCIONES QUE SE ABREN:
Finalmente, dadas las tendencias histórico-electorales, por la vía pacífica, democrático-burguesa y constitucional no hay posibilidad alguna, de manera inmediata, de avanzar en la construcción del socialismo revolucionario de corte clásico. La revolución en su sentido clásico ha sido bloqueada e interrumpida.
Podemos especular si sería posible transitar hacia esos modos históricos de socialismo, si se abordase sin tapujos ni complejos el uso combinado de todas las formas de lucha. Pero sería un suicidio político acometer esta vía en el contexto de un momento de reflujo electoral de masas. Una radicalización revolucionaria de corte clásico carece, en las actuales circunstancias, de viabilidad política, a menos que se active esta posibilidad ante un hecho sobrevenido: que la derecha suponga que es posible una estrategia de “asalto al poder” e intente hacerlo quebrando el hilo constitucional.
Sin embargo, hay estrategias mixtas de alteración del hilo constitucional para la derecha con apariencia legal y reconocimiento internacional. Así ocurrió en Honduras y Paraguay. ¿Por qué no Venezuela? Sólo se requiere conquistar la mayoría parlamentaria (2015), realizar un ensayo de ampliación del espacio hegemónico en las elecciones locales previas (2013-2014), sacudir el tablero de las correlaciones de fuerzas en los poderes constituidos, y quizás completar la tarea con la convocatoria a un referendo revocatorio (2016). Pero eso está por verse.
La vía opositora más larga es dejar que el desgaste, los errores de conducción y las divisiones internas desplomen al gobierno bolivariano antes del 2019, presionando quizás para unas elecciones anticipadas. Pero, como dijera Garrincha: “los rusos también juegan”. Todo depende de un juego de interacciones entre revolución bolivariana y factores de oposición con final abierto.
De manera que hay, además de las anteriores posibilidades (radicalización socialista de la revolución vs asalto al poder por parte de la derecha), tres escenarios para diferentes actores en el seno de la conducción de la revolución bolivariana:
a) acometer un proceso de recuperación del proceso revolucionario, sin aventuras ultra-izquierdistas, pero lo fundamental: sin recaídas en el “pragmatismo de derecha”,
b) lograr un pacto o entente con factores de la derecha para asentar una vía reformista-desarrollista, bajo negociación y derrota velada del legado revolucionario de Chávez,
c) entregar el poder a la derecha a corto plazo, intentando hacerlo en las mejores condiciones de “conservación de las fuerzas propias”, dejándose arrastrar por el reflujo del apoyo popular a la revolución; en fin, buscar legitimidad como “opción de oposición” futura bajo cooptación, negociación de espacios de impunidad y derrota abierta, siendo posibles cómplices de la “represión hacia los factores populares revolucionarios” que se opondrán a esta vía de capitulación.
Las opciones b y c, conducen a una clara capitulación del alcance socialista de la revolución democrática, bolivariana y socialista.
Por tanto, hay que estar atentos y evaluar el nuevo curso de la revolución bolivariana. Ciertamente, luego de la partida física de Chávez, se ha abierto un nuevo ciclo histórico-político ya sin su centralidad como decisor de la arena política.
Si la lucha en el campo bolivariano fuese orientada por el Proyecto Nacional Simón Bolívar, por el Golpe de Timón y por el legado revolucionario de Chávez, nos acercaríamos a la opción a la recuperación del proceso bolivariano en su vertiente democrática y revolucionaria. Eso ya dependería de actores, movimientos y fuerzas bolivarianas de izquierda; es decir, fuerzas que no confundan el socialismo bolivariano para el siglo XXI con la conquistas de las siguientes trincheras o casamatas: vallas publicitarias, bonos de la deuda, cupos de importaciones, contratos de obras, especulaciones con fondos públicos o divisas convertibles.
En fin, si la izquierda elude con éxito el camino de su degeneración en una fracción corrupta de acumulación del capital, puede acometer los desafíos pendientes que Chávez no logró realizar. Para esa tarea, requiere recomponer el proceso de acumulación de fuerzas.
De manera que la izquierda bolivariana requiere lograr repotenciar el GPP y reconducir democráticamente el partido-maquinaria del PSUV, para tener chance de sobreponerse al reflujo de masas. Sin estructuras organizativas, la izquierda bolivariana tiene todo que perder.
Por otra parte, la izquierda bolivariana debe superar todos los errores internos de derecha (de concepción, conducción, política de alianzas y gestión de gobierno). El asunto de manera sintética es que el Socialismo para el siglo XXI no sólo no cae del cielo ni se decreta, es que no tiene nada que ver con reproducir la estructura de mando y el metabolismo social del Capital. - Pequeño detalle Mr. Watson -.
No es incorrecto, entonces, plantear que “se ha llegado al llegadero”, o lo que es lo mismo, que no hay que echar para atrás: ir a la restauración de la influencia de los sectores económicos dominantes en el Poder del Estado:
(…) caminante no hay camino, camino de hace al andar,
Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás,
se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar (…)
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