Javier Biardeau R.
“La Constitución PODRÁ TENER MUCHOS DEFECTOS, MUCHOS VACÍOS, pero una
de las maravillas que tiene, y que son bastantes, es que establece el mecanismo
para QUE EL PODER CONSTITUYENTE NO LE SEA EXPROPIADO AL PUEBLO. En el caso de
una crisis institucional política sin salida, queda siempre un recurso: que el
pueblo, recogiendo firmas hasta un porcentaje determinado, o la Asamblea
Nacional, o el Presidente de la República, PUEDAN ACTIVAR UN REFERÉNDUM PARA
REFORMAR, ENMENDAR, REESTRUCTURAR O INCLUSO ELABORAR UN NUEVO TEXTO
CONSTITUCIONAL. Para realizar esto último, obviamente, habría que agotar las
instancias previas.” (Chávez, Punto 187. Chávez. Un Hombre. Un Pueblo)
“Artículo 5. La soberanía RESIDE INTRANSFERIBLEMENTE EN EL PUEBLO, QUIEN
LA EJERCE DIRECTAMENTE EN LA FORMA PREVISTA EN ESTA CONSTITUCIÓN y en la ley, e
indirectamente, mediante el sufragio, por los órganos que ejercen el Poder
Público.
Los órganos del Estado EMANAN DE LA SOBERANÍA POPULAR Y A ELLA ESTÁN
SOMETIDOS.”
Artículo 347. EL PUEBLO DE VENEZUELA ES EL DEPOSITARIO DEL PODER
CONSTITUYENTE ORIGINARIO. EN EJERCICIO DE DICHO PODER, PUEDE CONVOCAR UNA
ASAMBLEA NACIONAL CONSTITUYENTE con el objeto de transformar el Estado, crear
un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución.
Lo positivo de los pensamientos de Hugo Chávez sobre
el proceso constituyente[i] es
que están allí disponibles para gente inquieta, atenta y curiosa que desea
investigarlos. Documentos
y fuentes[ii]
de todo tipo sobran. El asunto está en el “ojo del observador atento”.
Quizás sean sólo los flojos, los
que padece de ceguera política, los que desfiguran, o los que ya no quieren
saber nada de Chávez sobre el tema, los que se hacen los locos y hasta cometen
la imprudencia de asumir imposturas
sobre este tópico.
Una típica impostura es la intentar expropiarle el poder constituyente
al pueblo como poder originario, en nombre de uno de los grandes
suplantadores del poder originario a través de una máquina política de
representación: Emmanuel Sieyès.
No hay que olvidar que para Sieyès
el concepto de trabajo era siempre un concepto conservador, sostenido por una concepción de la propiedad que resulta
intocable para el poder revolucionario.
Ya Carl Schmitt, el excelso razonador
nazi del derecho, decía que lo que caracterizaba a una Constitución como
burguesa era su defensa irreductible de la “propiedad burguesa” (C. Schmitt:
teoría de la Constitución, p. 59)
“Para el lenguaje del liberalismo burgués, sólo hay una Constitución
cuando están garantizadas propiedad privada y libertad personal; cualquier otra
cosa no es «Constitución», sino despotismo, dictadura, tiranía, esclavitud o
como se quiera llamar. Por el contrario, para una consideración marxista
consecuente, una Constitución que reconozca los principios del Estado burgués
de Derecho, sobre todo la propiedad privada, es, o bien la Constitución de un
Estado técnica y económicamente retrasado, o, si no, una pseudo-Constitución
reaccionaria, una fachada jurídica, desprovista de sentido, de la dictadura de
los capitalistas.”
Por supuesto Sieyès era consecuentemente burgués. Defendió la intangibilidad de
los diezmos y la inalienabilidad de la propiedad, se mostró partidario del
afrancamiento de las tierras y de la extensión de la propiedad ciudadana. En el
concepto de trabajo de Sieyès y en la reivindicación de su valor fundador, no
hay ninguna referencia al concepto de clase
y de lucha de clases.
No hay que omitir que de tal
concepción del trabajo, también Sieyès deriva su concepción del “poder
constituyente” en cuanto tal solo es
válido si es poder representativo. De modo, que para Sieyès el poder
constituyente y el poder constituido son siempre poderes representativos. Una gigantesca contradicción con la idea
de soberanía popular directa (Rousseau), la cual es invalidada en nombre de la
soberanía popular exclusivamente
representada.
El debate Sieyès-Rousseau está
implicado directamente en el debate que derivó en la redacción del artículo 5 de
la Constitución Bolivariana de 1999, cuando se señaló expresamente que la
soberanía RESIDE INTRANSFERIBLEMENTE EN EL PUEBLO. Decir que no se puede
transferir es decir que no se puede en ningún caso ni alienar ni expropiar. De modo
que los órganos del Estado A ELLA ESTÁN SOMETIDOS.
Esta visión contrasta con la
tesis de que la soberanía popular sólo existe si es exclusivamente representada.
De este modo, de la voz burguesa
de Sieyès debemos estar atentos para comprender como se pasa de la categoría de
cuerpo social a la de sujeto jurídico.
Después de haber vaciado el concepto
rousseauniano de “voluntad general” de toda
posibilidad de arraigo democrático, después de haber reducido el poder
constituyente a un mecanismo
representativo que reproduce como un calco la división del trabajo, Sieyès
lleva a cabo el último golpe de prestidigitación: transforma la representación en un absoluto jurídico, en sede exclusiva
–aunque todavía no en fuente exclusiva– de la soberanía.
El pueblo queda como fuente de soberanía, pero su titularidad es
suplantada-sustraída por una nueva sede: la Asamblea Constituyente y sus
representantes, casi como espejo de lo que será a la postre la gran
maquinaria de la representación del pueblo: el parlamento burgués. Un espejo
que refleja a otro espejo. Y el pueblo, como poder originario, expectante.
El pueblo solo debe conformarse y
limitarse con el principio electivo de representantes, fundamento único y último de la legitimidad del ejercicio del poder y
como única y exclusiva práctica jurídica de lectura de la sociedad. La
participación directa en los asuntos públicos queda así suprimida, y ni
siquiera es contemplada. Un principio electivo subordinado a las normas y a las urgencias de la división social del
trabajo. Fuera de estas condiciones no existe más que una “démocratie
brute”. El pueblo participativo es pues un síntoma de “démocratie brute” para Sieyès.
El interés por esta tesis de Sieyès
de la “democratie brute” puede ser rastreada hasta la actualidad incluso en
quienes plantean ser portavoces del pensamiento crítico al señalar:
“El ideal de una plena democracia participativa nunca ha llegado a
institucionalizarse de una manera efectiva por estar [o haber estado]
monopolizada por posiciones anarquistas que tienen probada su imposibilidad
fáctica”.[iii]
(Enrique Dussel)
Dussel responsabiliza a las posiciones anarquistas de imposibilitar
una “institucionalización efectiva” del “ideal de una plena democracia
participativa”, o en sentido más profundo, de la democracia directa.
Sin embargo, si de medios de institucionalización efectiva de
la democracia directa podemos hablar, allí están los referendos y consultas
populares contempladas en el Derecho Constitucional Comparado en las tres experiencias
latinoamericanas de Proceso Constituyente, que junto a Venezuela, reanimaron el
debate aparentemente enterrado sobre la tensión constitutiva entre poder
constituyente y poder constituido: Colombia, Ecuador y Bolivia:
COLOMBIA:
Artículo 376. Mediante ley
aprobada por mayoría de los miembros de una y otra Cámara, EL CONGRESO PODRÁ
DISPONER QUE EL PUEBLO EN VOTACIÓN
POPULAR DECIDA SI CONVOCA UNA ASAMBLEA CONSTITUYENTE CON LA COMPETENCIA, EL
PERÍODO Y LA COMPOSICIÓN QUE LA MISMA LEY DETERMINE. Se entenderá que el
pueblo convoca la asamblea, si así lo aprueba, cuando menos, una tercera parte
de los integrantes del censo electoral. La asamblea deberá ser elegida por el
voto directo de los ciudadanos, en acto electoral que no podrá coincidir con
otro. A partir de la elección quedará en suspenso la facultad ordinaria del
Congreso para reformar la Constitución durante el término señalado para que la
Asamblea cumpla sus funciones. La Asamblea adoptará su propio reglamento.
BOLIVIA:
Artículo 411. I. La reforma total
de la constitución, o aquella que afecte a sus bases fundamentales, a los
derechos, deberes y garantías, o a la primacía y reforma de la constitución,
tendrá lugar a través de una asamblea constituyente originaria
plenipotenciaria, ACTIVADA POR VOLUNTAD POPULAR
MEDIANTE REFERENDO. LA CONVOCATORIA DEL REFERENDO SE REALIZARÁ POR INICIATIVA
CIUDADANA, CON LA FIRMA DE AL MENOS EL VEINTE POR CIENTO DEL ELECTORADO; POR
MAYORÍA ABSOLUTA DE LOS MIEMBROS DE LA ASAMBLEA LEGISLATIVA PLURINACIONAL; O
POR LA PRESIDENTA O EL PRESIDENTE DEL ESTADO. La Asamblea Constituyente se
autorregulará a todos los efectos, debiendo aprobar el texto constitucional por
dos tercios del total de sus miembros presentes. La vigencia de la reforma
necesitará referendo constitucional aprobatorio.
ECUADOR:
Art. 444.- LA ASAMBLEA CONSTITUYENTE SÓLO PODRÁ SER CONVOCADA A TRAVÉS DE CONSULTA
POPULAR. ESTA CONSULTA PODRÁ SER SOLICITADA POR LA PRESIDENTA O PRESIDENTE DE
LA REPÚBLICA, POR LAS DOS TERCERAS PARTES DE LA ASAMBLEA NACIONAL, O POR EL DOCE
POR CIENTO DE LAS PERSONAS INSCRITAS EN EL REGISTRO ELECTORAL. LA CONSULTA
DEBERÁ INCLUIR LA FORMA DE ELECCIÓN DE LAS REPRESENTANTES Y LOS REPRESENTANTES
Y LAS REGLAS DEL PROCESO ELECTORAL. La nueva Constitución, para su entrada
en vigencia, requerirá ser aprobada mediante referéndum con la mitad más uno de
los votos válidos.
En estos dos últimos casos la
figura del referendo o consulta popular
están directamente vinculados al proceso de convocatoria de la Asamblea
Constituyente, tal como ocurrió por cierto en Venezuela en 1999, pero no así en
el año 2017 por Sentencia 378 de la Sala Constitucional del TSJ la cual
argumentó entre otras razones:
“Ahora bien, ciertamente el artículo 71 eiusdem contempla la
posibilidad opcional o facultativa de convocar a referendo consultivo las
“materias de especial trascendencia nacional”; sin embargo, existen
circunstancias objetivas sobrevenidas que ambientan el proceso de instalación
de la Asamblea Nacional Constituyente, como es la aguda situación de la crisis
política actualmente enfrentada y que ha provocado el decreto de un estado de
excepción no concluido aún, que ha motivado la toma de decisiones
genéricas, expeditas y de profundidad constitucional, dentro de la
cuales, por iniciativa del Presidente de la República se ha resuelto iniciar la
convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente, que pueda en condiciones
pacíficas poner de acuerdo al país en un nuevo Contrato Social, sin hacer uso
en esta oportunidad, por tales circunstancias, de lo previsto en el citado
artículo 71.”
En esta última frase: “sin hacer uso en esta oportunidad, por
tales circunstancias” (circunstancias objetivas sobrevenidas, aguda situación
de crisis política, decreto de estado de excepción) quedó claro como desde el realismo político decisionista (Schmitt
dixit) no fue aplicado un medio de institucionalización efectiva de la
democracia participativa.
¿Cuántos y cuáles argumentos político-decisionistas de tal
tenor podrían convertir el ejercicio directo de la soberanía popular en una
casuística jurídica?
En su texto “Política de la
liberación, vol.2” Dussel plantea:
“Nosotros querríamos llamar la atención sobre una necesaria atribución
diversa de la auctoritas. Se debe pasar de un actor individual que tiene autoridad (como momento del ejercicio
institucional del poder, como potestas) a un actor colectivo: la comunidad política o el pueblo mismo. En ese
caso, cuando éste pasa a ser actor, y se
autoriza a sí mismo ser el poder instituyente (la autoridad última), no
como el que declara el «estado de excepción», sino el que declara la necesidad
de una transformación de la potestas como
totalidad si fuese necesario, su voluntad aparece con mayor claridad aún que la
«decisión» de la autoridad del líder en Schmitt (líder carismático en M. Weber,
que goza entonces de una legitimidad aparente). No hay tal. La «decisión» es la de una comunidad
política, de un pueblo, de tomar nuevamente de manera directa el ejercicio del
poder como potentia, y se autoriza a transformar la potestas, nombrando
nuevos representantes, dictando nuevas leyes o convocando a una nueva Asamblea constituyente.” (p. 64)
No olvidemos entonces la
siguiente idea: La «decisión» es la de una comunidad política, de un pueblo, de
tomar nuevamente de manera directa el ejercicio del poder como potentia.
Luego de las “experiencias del
Socialismo Realmente Existente” y su evaluación intensamente crítica en el
período abierto luego de 1968 hasta los acontecimientos del derrumbe del campo
socialista, el “poder instituyente” de la comunidad política fue retomado como
idea en la obra del filósofo democrático Cornelius Castoriadis, idea también
presente en las reflexiones de Sartre, Negri, y la corriente del “socio-
crítica del “análisis institucional” francés de René Lourau, en su análisis
crítico del fenómeno de la burocracia.
La búsqueda del Dussel del
fundamento de la polis lo lleva a considerar la fundamentación del momento
instituyente del orden político-institucional que puede leerse en las
reflexiones de Castoriadis, Lefort, y esa forma de poder constituyente que
desde Spinoza ha llegado hasta Tony Negri (lamentablemente Dussel desconoce la
obra de Rene Loureau).
La relación entre lo instituyente
y lo instituido (o, en otra clave que tal vez debiera retomarse, la distinción
entre lo político y la política) es un eje que cruza todo el trabajo, abriendo
y replanteando temas clásicos de filosofía política como son la constitución
del orden social y político, la legitimidad de la ley, el derecho a la
desobediencia, la rebelión y el fundamente ético de lo político.
Dussel encuentra el fundamento
legítimo del orden político en la soberanía popular, y a partir de allí hace
posible reconstruir las formas corruptas mediante las cuales ese principio se
vulnera.
Esto sucede básicamente cuando el
aparato institucional (Poder Constituido) se escinde y desentiende de la fuente
(la soberanía popular) que lo funda y confiere legitimidad, de esta manera se
fetichiza al pretender invertir la relación con el principio fundante. El
resultado es que se produce una doble corrupción, por parte del gobernante se
asume como soberano y por parte de la comunidad política se lo permite.
Precisamente, frente a tal
situación el pensamiento crítico y la praxis política tienen el imperativo de
hacer manifiesta esta contradicción y proponer alternativas para que no se
viole el mandato del poder constituyente.
Retengamos estas ideas, pues hay
desmemoriados y audiencias-público a la cual le tratan de aplicar una
combinación sobre-dosificada de la vieja teoría
de aguja hipodérmica de la propaganda[iv]
(Laswell 1927: “Técnicas de propaganda en la guerra mundial”), de la teoría del cultivo
de la difusión masiva[v] de
Gebner, la teoría
del espiral del silencio[vi]
de Noelle-Neumann, de la concepción
bancaría[vii]
en la pedagogía política cuestionada por nuestro Paulo Freire, todo con el fin
de configurar lo que Gramsci denominó un “sentido común”, un imaginario oficial
o más acertadamente en Chomsky, un consenso
manufacturado[viii].
Estamos ante una verdadera guerra
de imaginarios[ix]
a escala mundial, pero también a escala nacional, tal como analizó Gruzinsky
para fines colateralmente vinculados, aunque colocando ya el asunto, en el
viejo tema de la colonialismo
interno[x],
ahora de los propios “imaginarios de emancipación”.
Porque quizás es allí donde la “vieja
izquierda” (con su rancia teoría de que la vanguardia política es el sujeto único, exclusivo y paternal
conductor del pueblo) y los llamados
conformismos ante los “nuevos progresismos” (en su recaída estatista-representativa) se mueven de modo refractario, rezagado o
reactivo ante las teorías críticas
contemporáneas, con su exigencia de revolución
democrática permanente a fondo, y peor aún, siguen sin comprender el imperativo
de la racionalidad practica de Marx[xi]:
“Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de
las armas, que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder
material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como
se apodera de las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando
argumenta y demuestra ad hominem, y argumenta y demuestra ad hominem cuando se
hace radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el
hombre, es el hombre mismo. La prueba evidente del radicalismo de la teoría
alemana, y por tanto de su energía práctica, consiste en saber partir de la
decidida superación positiva de la religión. La crítica de la religión
desemboca en la doctrina de que el hombre es la esencia suprema para el hombre
y. por consiguiente, en el imperativo categórico de echar por tierra todas las
relaciones en que el hombre sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y
despreciable, relaciones que no cabría pintar mejor que con aquella exclamación
de un francés, al enterarse de que existía el proyecto de crear un impuesto
sobre los perros: ¡Pobres perros! ¡Quieren trataros como si fuerais personas!”
Hoy nos tratan de manipular con viejos trucos, olvidando aquel imperativo
práctico de Marx (completamente vigente hoy), y con sus sucios trucos dictan:
“La propaganda es la gestión de las mentalidades colectivas mediante la
manipulación de símbolos significativos. Se considera la palabra mentalidad
como la tendencia a actuar de acuerdo a ciertos patrones de valoración. La
existencia de una mentalidad no es un dato directo de la experiencia, sino que
se infiere a partir de señales que tienen un significado convencional.” (Laswell,
1927)
“Para Gerbner, los humanos son la
única especie que vive en el mundo
construido por las historias que cuenta, y el proceso de contar historias
pasó de ser artesanal e inspirado en las comunidades, para convertirse en resultado de un proceso de marketing y manufactura
elaborado. Teniendo como principal propósito la identificación de los efectos
“cultivados” en los espectadores de la televisión.”
“El nuevo pensamiento, pese a
suponer una ruptura, recupera líneas de
pensamiento propias del modelo hipodérmico en cuanto a la concepción poderosa
de los medios de comunicación, y también reagrupa posturas que inicialmente
habían quedado estancadas en la teoría crítica iniciada por la escuela de
Frankfurt. Los efectos (de los
medios) bajo este paradigma son acumulativos, a largo plazo. La espiral del
silencio (NOELLE-NEUMANN, 1974), la agenda-setting (MCCOMBS & SHAW, 1972),
la tematización (LUHMANN, 1978) el priming (IYENGAR & KINDER, 1987), el
framing (Iyengar y Simon, 1993) la teoría de la cultivación o del cultivo
(GERBNER & GROSS, 1976), el modelo de dependencia (DEFLEUR & ROCKEACH,
1976) y la desigualdad en la información o knowledge gap (TICHENOR, DONOHUE
& OLIEN, 1970).”
“LA MANIPULACIÓN consciente e inteligente de los hábitos y opiniones
organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad
democrática. Quienes manipulan este
mecanismo oculto de la sociedad constituyen
el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de
nuestro país.” (Propaganda, Edward Bernays)
Bastaría contratar tales trucos con las siguientes ideas:
“A nosotros, no nos es posible “persuadir” a considerar la “persuasión”, para la
aceptación de la propaganda, como una acción educativa. No vemos cómo se puede conciliar la
persuasión, para la aceptación de la propaganda, con la educación, que sólo
es verdadera, cuando encarna la búsqueda
permanente que hacen los hombres –unos con los otros, en el mundo, en y con qué
están– de su Ser Más. Persuadir, en el texto citado, así como propaganda,
son términos que se relacionan con la connotación fundamental que, desde un
punto de vista semántico, encontramos en el término extensión. Jamás, por esto mismo, conciliables con el
término educación, tomando éste, como PRÁCTICA DE LA LIBERTAD.” (Paulo
Freire)
“El colonialismo interno ha sido una categoría tabú para muy distintas
corrientes ideológicas. Para los ideólogos del imperialismo, porque no
pueden concebir que se den relaciones de comercio inequitativo –desigualdad y
explotación– ni en un plano internacional ni a nivel interno. Para los ideólogos que luchan con los
movimientos de liberación nacional o por el socialismo, porque, una vez en el
poder, dejan a un lado el pensamiento dialéctico y no aceptan reconocer que el
Estado-nación que dirigen, o al que sirven, mantiene y renueva muchas de las
estructuras coloniales internas que prevalecían durante el dominio colonial o
burgués.” (Pablo González Casanova)
Aquí cabe realizar unas
paráfrasis o re-significaciones de un viejo texto de Freire para dejar las
cosas lo más claras posibles:
El invasor (cultura o ideológico)
reduce a los seres humanos, del espacio invadido, a meros objetos de su acción. Es decir, los convierte en cosas disponibles
y manipulables, en entes. El invasor establece relaciones autoritarias situando los polos de una relación política
en posiciones rígidamente jerarquizadas.
El primero actúa y tiene
iniciativa, los segundos tienen la
ilusión de que actúan a través de la mediación del primero.
El primero dicta su palabra y sus consignas; los segundo, prohibidos de decir
las suyas, escuchan como espectadores las palabras del primero.
El invasor piensa sobre los
segundos, éstos son “pensados” por los primeros.
El invasor prescribe lo que se tiene que hacer, los invadidos
son pasivos frente a aquella prescripción.
Allí no hay debate sobre aquella
línea de acción política. La línea baja, y abajo acatan. A eso lo llaman
militarmente “línea y cadena de mando”. Por supuesto que en la guerra, ahora
con plexos internos, no hay espacio para una política dialógica
Para que la invasión cultural sea
efectiva, y el invasor cultural logre sus objetivos, se hace necesario que esta
acción sea auxiliada por otras de las teorías anti-dialógicas. Así es que, toda invasión cultural presupone
la conquista, la manipulación y el mesianismo de quien invade. Al ser la
invasión cultural un acto en sí mismo de la conquista, necesita más conquistas para poder mantenerse.
La propaganda, las consignas, los
“depósitos”, los mitos, sus imágenes-fuerza y apelaciones tanto emocionales
como morales, son instrumentos, usados por el invasor, para lograr sus
objetivos: persuadir los invadidos de que
deben ser objetos de su acción, de que deben ser presas dóciles de su conquista.
Es necesario que el invasor le quite
sus significados a la cultura invadida (Laswell propondría: la gestión de las mentalidades colectivas
mediante la manipulación de símbolos significativos), que rompa sus
características, que la llene, incluso, que sea subproducto de la cultura
invasora. De modo que la característica
básica de la teoría anti-dialógica es la manipulación y en consecuencia, el
chantaje.
Como forma de dirigismo, que explota la apelación a lo
emocional, colocándose en el lugar de lo que “SE tiene que hacer”. La
manipulación inculca la ilusión de actuar en la propia actuación y narrativa de
sus manipuladores, quienes los verdaderos protagonistas de la palabra y de la
acción.
El dirigismo estimula la
masificación, pues la manipulación es contradictoria con la afirmación de que el ser humano es sujeto activo de
transformaciones, que sólo pueden darse en la medida que, comprometiéndose
en la acción transformadora de la realidad, opten
entre verdaderas alternativas, y decidan de acuerdo a sus propias demandas,
intereses y necesidades.
En verdad, la manipulación, el
dirigismo y la conquista, son expresiones de la invasión cultural y, al mismo tiempo, instrumentos para mantenerla,
no son caminos de liberación. Son caminos
de “domesticación”.
Una postura basada en el humanismo positivo, crítico y racional
no puede aceptarlas, en la medida en que tal invasión cultural NO está al
servicio del hombre concreto. De ahí que, para este humanismo, no haya otro
camino que el principio del diálogo
crítico, del encuentro, de la deliberación y del debate. Para ser auténtico,
para ir a las raíces, sólo puede ser dialógico
aunque sin ingenuidades.
Y ser dialógico, para el
humanismo positivo, crítico y militante, no es llamarse, sin compromiso
existencial alguno, “dialógico”; sino vivenciar existencialmente el diálogo,
encarnar la vivencia del diálogo, no el simulacro del diálogo.
Es comprometer el cuerpo como la
palabra en el diálogo crítico. Ser dialógico es no invadir, es no manipular, es
no imponer consignas. Ser dialógico es empeñarse en la transformación,
constante, de la realidad histórica y de la propia realidad subjetiva.
De manera que al invocarse un
proceso constituyente no se puede estar del lado de la propaganda basada en el
dirigismo, sino del lado de la palabra y acción del poder originario, sin
viejos ni sucios trucos.
Cuando se habla de revolución y
proceso constituyente conviene evocar las siguientes palabras de Chávez:
“Estoy convencido que sólo una revolución, es decir, una transformación
económico—social profunda, puede sacar a
Venezuela de la crisis que arrastra desde hace décadas”
¿Acaso tal transformación implica
que se omita que el camino de la revolución pacífica, implicaba un consistencia
no transable sobre el poder constituyente originario, cuya titularidad la
ejerce directamente el pueblo?
Chávez decía con cierta
ingenuidad a la luz de los más recientes acontecimientos de nuestra historia: “La
maravilla de nuestra nueva Constitución es que no permite que se aliene el
poder constituyente.”
¿FUE ALIENADO O NO TAL
PODER?
No olvidemos nunca las palabras
de Chávez sobre el proceso constituyente colombiano:
“Discutíamos acerca de cómo romper con el pasado, cómo superar ese tipo
de democracia que sólo respondía a los intereses de los sectores oligárquicos;
cómo salir de la corrupción. Siempre negamos de plano la figura de un golpe
militar tradicional o de una dictadura militar o una junta militar de gobierno.
Teníamos muy presente lo ocurrido en Colombia en los años 1990-1991 cuando allí
se realizó una Asamblea Constituyente, ¡claro! muy limitada, porque al final
terminó SUBORDINADA AL PODER CONSTITUIDO. Fue el poder constituido quien diseñó
la Constituyente colombiana y la puso en marcha y por tanto, ésta no pudo transformar
la situación porque fue PRISIONERA DEL PODER CONSTITUIDO”.
¿Cuál es entonces, la brasa que
hay que soplar bajo las cenizas, si se quiere una recuperación del nuevo Socialismo
bolivariano?
La respuesta es sencilla: Es aquella que NO quede ni prisionera ni
subordinada al Poder Constituido.
Un poder originario, en
movimiento, auto-gestionado y auto-organizado…pues es la potentia del poder originario lo que no puede seguirse ignorando,
in-visibilizando o silenciando. La corrupción
del poder es la base de cualquier otra corrupción, pues se han hecho añicos
los cimientos e imperativos de una racionalidad práctica. No carece de sentido
reiterar:
¡Solo el pueblo salva al pueblo!
[iii]
(Dussel, Enrique. “Democracia participativa, disolución del Estado y liderazgo
político”. Exposición efectuada en el momento de la entrega del Premio
Libertador al Pensamiento Crítico. Caracas (Versión digital). Disponible en: http://www.humanidadenred.org.ve/wp-content/uploads/2015/06/5.-Discurso-Enrique-Dussel-Quinta-Edici%C3%B3n-1.pdf
[iv]
https://pensandolastic.files.wordpress.com/2017/03/fragmento-de-tc3a9cnicas-de-propaganda-en-la-guerra-mundial.pdf
[vii]
aulavirtual.agro.unlp.edu.ar/mod/resource/view.php?id=2515
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