sábado, 25 de septiembre de 2010

PRECONDICIÓN DE LA TRANSICIÓN A OTRO-SOCIALISMO: PENSAMIENTOS CRÍTICOS SOCIALISTAS-ELOGIO DE LA DIVERSIDAD

Javier Biardeau R.
El debate sobre la democracia socialista para el siglo XXI va definiendo diversas coordenadas y faros de referencia. El llamado “Socialismo del siglo XXI”, se ha planteado en muchos espacios y foros, aunque aún no traduce “conceptos claros y distintos”.
No hay una voz mono-lógica que defina lo que significa el término, ni en Venezuela ni en Nuestra América (no hay ni una autoridad geo-cultural, ni una personalidad intelectual ni política, que sustituya la construcción de figuras del “intelectual colectivo” necesarias para un nuevo “bloque histórico”).
Lo que se prepara día a día es el terreno de posibilidad de nodos de discusión colectiva, que se viene dando en la práctica. En los hechos, es el pueblo trabajador, la multitud plebeya, los movimientos sociales y populares, los que se van apropiando de formaciones de discurso sobre el Nuevo Socialismo: no hay una gran teoría mono-cultural y mono-lógica, ni una doctrina ortodoxa, como pensamiento único revolucionario sobre el Nuevo Socialismo, y lo que algunos perciben como una debilidad, es para otros una fuerza intelectual colectiva en proceso de elaboración, de construcción de la propia hegemonía ética, intelectual y política: construcción de una hegemonía popular-revolucionaria.
Viejos debates sobre “espontaneidad” y “dirección política consciente”, sobre “multitudes” y “vanguardias”, se reactivan y reeditan, lo cual es índice de cierta efervescencia en la construcción de núcleos intelectuales de referencia. Algunos apelan a una ciencia infalible de corte neopositivista (y por tanto, farsante de cabo a rabo); otros, a una dialéctica con dogmas (desde los marxismos-leninismo a los variados marxismos-revolucionarios), también aparecen corrientes que se aventuran en el ejercicio de una dialéctica sin dogmas (teoria crítica radical), y finalmente existe una pluralidad de singularidades revolucionarias que afirman sus saberes insurgentes, sin culto a ninguna gran teoría.
Las diversas e incluso contradictorias tendencias ideológicas, en gran medida de inspiración marxista y post-marxistas, entran en un juego de inter-fecundaciones, tensiones y bloqueos mutuos. Además, hay nuevos signos que inspiran rupturas epistémicas, éticas y estéticas: saberes ecologistas, críticas del desarrollismo, discursos feministas, espiritualidades liberadoras, pos-modernidades críticas y pos-colonialidades desde Nuestra América, pensamientos de la indianidad, de la afro-negritud y la sub-alternidad liberadora, que también pujan por su espacio de legitimidad político-cultural, modificando una percepción reduccionista sobre la “gran teoría revolucionaria”.
Los pensamientos creativos, críticos e insurgentes están a la orden del día. Así mismo, las ortodoxias de todo pelaje defienden sus trincheras y nichos terminológicos. Lo que efectivamente se está desplegando es una plataforma de nodos de pensamientos y saberes para la revolución posible, cada uno de los cuales reclama sus espacios, posiciones, tesis y afirmaciones. En algunos casos, colocando en la mesa de debate, uno que otro dogma, estereotipo o cliché como señal de identificación ideológica.
No hay que sorprenderse por estos hechos. Hay inercias y nuevos acontecimientos, hay continuidades y discontinuidades. Con luces y sombras, se asoma una polémica-dialógica de tipo socialista/comunista/post-capitalista, en el seno de la revolución.
De manera irregular, espasmódica, trenzada de una que otra emboscada, de una que otra referencia dura al “gran timonel” o al “gran partido”, con líneas de fugas, se despliegan condiciones para avanzar en la refinación de instrumentos teóricos, de cajas de herramientas para la lucha de carácter socialista/comunista/post-capitalista.
He allí una mutación, la otrora “teoría revolucionaria” se ha debilitado y diseminado en una multiplicidad de relatos, saberes y teorías de alcance limitado. Las grandes tendencias radicales del siglo 19: socialistas, comunistas y anarquistas, comienzan a tomar cierta conciencia de su dispersión e impotencia en el siglo 21, si se enfrentan desde los dogmas de siempre a la fuerza intelectual del Capital, ya sea desde la fragmentación o desde el sectarismo de sus credos infalibles.
Reconocen en cierta medida, que la unidad ni se decreta, ni se construye desde principios reduccionistas ni simplificadores, menos aún apelando a principios de autoridad o descalificaciones ad hominem. El debate para ser tal permanece abierto.
El asunto es abordar la complejidad de las tendencias en juego, establecer la trama de sus afinidades, el proceso de articulación política, intelectual y moral de las corrientes ideológicas y referencias revolucionarias. Reconocer el tejido de voces diferenciales en el proceso de transformación por su vocación anticapitalista efectiva.
Si es así, habrá precondiciones para pensamientos críticos y creativos en una revolución posible que sea radicalmente distinta de los socialismos reales y trágicamente fríos del pasado.
Si es así, poco a poco se reconocerá la pluralidad teórica en la construcción del Nuevo Socialismo, de Otro-Socialismo sin dogmatismos ni sectarismos, reducidos estos elementos a ser simples anécdotas o inercias de museo.
Se ha planteado que la biodiversidad es signo de vitalidad y renovación permanente en la bio-esfera. Análogamente, la diversidad teórica revolucionaria aumenta la variedad de lo posible, una adaptación más flexible, eficaz y multi-centrada a los retos que plantea los “saberes de lucha”, frente a las cuadrículas y dispositivos presentes, como formaciones discursivas y regímenes de signos, que reproducen el metabolismo social del Capital.
Más que “una teoría revolucionaria”, el asunto va por reconocer una plataforma de saberes, pensamientos y teorías de lucha, que tejen la unidad y diversidad del intelectual colectivo, del “General Intellect” presente en aquellos Grundrisse marxianos, nuevas figuras para la socialización radical del poder social, para la hegemonía de la multitud popular, reconociendo que la pluriculturalidad y multietnicidad, son parte central de una poliédrica condición humana, donde la multiplicidad, singularidad y heterogeneidad, está cargada de muchos mundos, perfiles, horizontes, utopías concretas y voces liberadoras.
Ciencias críticas y saberes insurgentes con afectos revolucionarios, he allí una de las clave de la transición para el Nuevo Socialismo, que no deja de ser una transición paradigmática.

viernes, 24 de septiembre de 2010

¿REVOLUCIÓN Ó REPRODUCCIÓN?

Javier Biardeau R.
El Nuevo Socialismo implica, repetimos, una tarea de desbrozar la maleza del Socialismo Burocrático-Despótico, para dar espacio conceptual a las pasiones libertarias de la multitud popular: lucha contra la explotación económica, la coerción política, la hegemonía ideológica, la exclusión social y la negación cultural.
Un balance crítico de inventario teórico e histórico para superar el capitalismo y las fracasadas experiencias del socialismo histórico, no puede ser sustituido por un catálogo de consignas, ni por una identificación al “momento del líder” ni por una sumisión al “aparato-maquinaria”.
Los viejos mapas teóricos del socialismo real, sencillamente no funcionan ni siquiera en donde se han convertido en “ideología de justificación del Estado Socialista”.
La bancarrota de aquella entelequia pasada por “doctrina marxista revolucionaria”, llamada “marxismo-leninismo ortodoxo” por Bujarin o Stalin, es parte de la fenomenología de la crisis del pensamiento revolucionario.
Pero además, la desarticulación y cooptación del Socialismo Democrático, en su vertiente de reformas sociales en el capitalismo y para la administración “progre” del Capital, por parte de la agenda neoliberal/neoconservadora, tampoco escapa a la crisis de las alternativas históricas.
Izquierda que no se reformula, que no se renueva, que no se recrea, sencillamente fracasa, como está ocurriendo actualmente en las fracciones políticas más anquilosadas de Cuba, ó en el otrora milagro social-demócrata Sueco.
Una revolución democrática, eco-política, descolonizadora, trans-moderna está en la base de los esfuerzos para re-pensarlo (si es necesario todo), para reinventar el imaginario de socialización radical del poder social: económico, tecno-científico, político, jurídico, cultural, ideológico y militar. Incluso, los términos socialista y comunista están dando paso a una figura no menos problemática a escala global: movimientos anti-capitalistas.
Los antiguos socialistas, comunistas y anarquistas (aquella ideología radical de la geo-cultura moderna según Wallerstein), ó animan la criticidad radical y la creatividad histórica en el terreno de sus registros epistémicos, estéticos, éticos, afectivos de un modelo civilizatorio (de lo que nunca se hablará en un parlamento burgués, un ministerio burgués ni en un tribunal burgués), en ruptura con toda la “tradición de los muertos”, convertido para decirlo con palabras de Sartre, en un pesado legado de lo “práctico-inerte”, de lo instituido históricamente, ó sencillamente fracasaran en el intento de construir alternativas post-capitalistas.
Insistimos en la necesidad de un análisis crítico en profundidad de la teoría y practica de los procesos de transición al socialismo. Sin programas de investigación-acción sobre las transiciones históricas al socialismo, no existirá ni direccionalidad, ni construcción de contenidos, ni animación de nuevos estilos de acción política, de gestión pública, de formación, comunicación, organización, movilización y lucha para una plataforma teórica revolucionaria de la multitud popular.
La democracia socialista y la igualdad sustantiva constituyen efectivamente algunos de los ejes del programa de transición, los consejos del poder popular, asumen un horizonte más amplio de que su arraigo en pequeñas comunidades y escalas territoriales (consejos comunales). Una Asamblea Nacional de Comunas prefiguraría el germen de cualquier doble poder que genere las condiciones de posibilidad de una transformación revolucionaria del Estado, en función del autogobierno y la autogestión del pueblo trabajador.
Pero todo esto parte de la premisa de sacudir de raíz las estructuras heredadas desde una lógica de ejercicio del poder, que simplemente reproduce al principio, en el medio y en el desenlace de cada episodio de lucha, la lógica de la separación fetichizada entre gobernantes y gobernados: la racionalidad burocrático-instrumental en el campo político.
Mientras la multitud popular sea convertida por acción de aparatos-maquinarias en “masa de maniobra”, “rebaño electoral”, “clientela”, o “masa cosificada” por la acción de cuño jacobino-blanquista (el elitismo de derecha en clave de “vanguardismo de izquierda”), la mutación de las relaciones de dominación no será sino puro simulacro; es decir, simple reproducción: “circulación de elites”.
Cuando uno escucha la expresión “Ministerio del Poder Popular para…” uno espera que el énfasis en lo instituido, en lo “practico-inerte” (para insistir en los fetiches instalados): Ministerio, no se devore la dinámica de las prácticas instituyentes: el Poder Popular. La lógica burocrático-instrumental, sus rutinas, sus costumbres heredadas, sus mentalidades, hace todo lo necesario para asentar la “ideología del cargo”, la “carrera ascendente” en el aparato-maquinaria, la búsqueda de un “lugarcito” en el centro político burocratico, en una “nomenclatura” ó “nueva clase”; en fin, convertirse en nuevo privilegiado, "cachetón y regordete, con camionetas y escoltas". Pero por ese camino se edifican todas las condiciones para repetir la tragicómica queja del “Estado Revolucionario con deformaciones burocráticas”.
Hay precondiciones políticas para que una revolución sea tal cosa, las más elemental es que unas emergentes prácticas del ejercicio del poder por parte del pueblo trabajador convertido en nuevo bloque político dominante, no se parezcan en casi nada a los estilos políticos del “ancien regime”; es decir, que exista la experiencia sentida en el pueblo de una “ruptura histórica” con la Cuarta República, si prefieren.
Sin esta elemental vivencia, el entusiasmo para cambiar el resto de la vida, en fin para repensar desde la raíz las prácticas dominantes: las formas de decir-hacer económicas, jurídicas, comunicacionales, culturales o militares, sólo deja la sensación que se reproduce el mismo modo de sentir, de pensar y de actuar; en fín, más de lo Mismo.
Si el baremo de evaluación histórica comparativa, lanzara como señal de alerta, que nos parecemos en la Revolución y en el Gobierno, más y más a los adecos, a los copeyanos, o sus derivados, es que no se despliega proceso revolucionario alguno. La conclusión se las dejo a ustedes, estimados y estimadas lectoras.

martes, 21 de septiembre de 2010

¿ANTICOMUNISMO, TOLERANCIA, PLURALIDAD?

Javier Biardeau R

“Entendemos hoy en día por fanatismo una locura religiosa, oscura y cruel. Es una enfermedad que se adquiere como la viruela” (Voltaire. Diccionario filosófico, 1764, «Fanatismo»).
Estimado Rigoberto. La acepción básica del “pluralismo político” y de la “tolerancia de las ideas distintas”, invalidaría de entrada el “síndrome anti-comunista”, pero esta enfermedad del espíritu (como lo has planteado) no se entiende bien ni con la acepción y contenido de las palabras, ni con los matices y deliberaciones.
“Del antichavismo visceral al anticomunismo ramplón”, podría ser titulada, la bitácora de muchos viajeros de sombras. Optan por el estereotipo, el cliché, por el congelamiento cognitivo, por la vía del prejuicio. Pero basta con profundizar en la situación inicial: “anti-chavismo visceral”, para varias sesiones de análisis. ¿Por qué llegar al anticomunismo ramplón?
Siempre llamará la atención para cualquier sociología de las trayectorias intelectuales, que algunos otrora marxistas, otrora izquierdistas y otrora comunistas, sean los más furibundos anti-marxistas, anti-izquierdistas y anti-comunistas. Cambia nominalmente la idea, pero no el pathos, enraizado en una lógica de la forma, del significante, dirían algunos.
He tomado cierta cautela por una cuádruple división de los espíritus en una cartografía de estricto uso personal: logos, ethos, pathos y mithos. Posiblemente existan otras caras y dimensiones para una mirada poliédrica de la condición humana. Pero “esa enfermedad que se adquiere como la viruela”, se asemeja a una suerte de ritual de desposesión, de purga interior, de expiación de “mala conciencia”, de purificación imaginaria que afecta no solo el registro de las ideas, sino las fibras del cuerpo, sus gestos y actitudes básicas.
Hay que seguir criticando el extravió del “cesarismo” y el “sectarismo” de esta “revolución bonita”. Pero no hay que dejar pasar los contrabandos de la extrema derecha. Opino que se asemejan más en su paralizado espíritu a la mujer de Lot, aquel relato del Génesis Bíblico que se pasea en su desenlace narrativo por las figuras incestuosas de un Lot, viejo, embriagado e ignorante de sus actos, con sus sobrevivientes hijas en aquella cueva, dejando como descendencia a los Moabitas y Ammonitas hasta hoy. ¡Santa palabra!, dirán otros fanáticos.
La mujer de Lot al volver su mirada hacia aquella Sodoma se convierte en una estatua de sal. Los Ángeles se lo habían dicho, prohibido volver la mirada. Los otrora marxistas, otrora izquierdistas y otrora comunistas, al mirar su pasado de ideales de emancipación, se les paraliza el espíritu, la elemental capacidad de diferenciar a Marx de Stalin, a Gramsci de Kim Il Sung, o a Rosa Luxemburgo de Fidel Castro. Su pasado es repudiado en bloque, como será luego la imagen bíblica de aquellas Sodoma y Gomorra. Si vuelven la mirada, serán castigados por Jehová. Pero bajo esta interdicción, su mirada no tiene muestra alguna de ternura, de cariño, de solidaridad por los vencidos de la Historia (Walter Benjamin).
¡Todos son comunistas, y merecen la liquidación simbólica…y no tan simbólica!- dirán. Su boxeo de sombras implica la pregunta: ¿Cómo volver infecundo el espíritu haciendo bloque ideológico con el pathos anti-comunista?
Actos de contra-identificación, de abjuración del “socialismo marxista”, sometido ahora a la vieja ceguera anti-comunista, empobreciendo su propia memoria, historia presente y opciones de futuro. "Ellos saben lo que hacen, y lo hacen", plantea la nueva figura del “cinismo ideológico”.
Hay falacias que operan por aglomeración en un “bloque mágico”, como aquella que justifica la amalgama: “anticomunismo, tolerancia y pluralismo”. ¿De cual anticomunismo estarán hablando éstas esposas de Lot? ¿Del inciso sexto del compatriota Arcaya? ¿El macartismo tropical en clave del otrora combate del castro-comunismo betancourista? ¿Qué terreno para la política se dispone en el tablero estratégico desde este locus de enunciación?
Hay incluso, en algunos anti-comunistas una suerte de tragedia inconsciente no tramitada. Duelo de victimas y victimarios. Guión que opera más allá de sus “sinceras intenciones”. Hablan de tolerancia y pluralidad democrática, pero retornan a la lógica de la mazmorra gomecista, la misma que torturó a Pio Tamayo y tantos más.
Las “mentalidades de inciso sexto” están sueltas. Quizás sueñen con emular la formalización jurídica de la matriz ideológica anticomunista, como en aquel año 1936, con López Contreras y su Ley Lara. A estas mujeres de Lot habrá que recordarles, que fueron comunistas y socialistas los protagonistas de la construcción democrática de la “Venezuela moderna”. Que incluso, algunas de estas estatuas de sal, fueron protagonistas de esta construcción democrática, y desde la posición comunista.
¿Que dijera hoy Gustavo Machado ante ésta nueva viruela? No podemos permitir que se confunda la tolerancia de un Voltaire, con su descomposición en la paupérrima “tolerancia represiva”, retratada ya hace tiempo por Herbert Marcuse.
Cuando los liberales-pluralistas tienen miedo, y ya no esperanza, no recurren a la democracia pluralista, sino a la represión. Es el viejo rostro del fascismo el que pulula en el cadáver de las ideas de estos espíritus atemorizados.

viernes, 10 de septiembre de 2010

VENEZUELA: DOS BESOS MORTALES

Javier Biardeau R.

“Los revolucionarios hace tiempo que son conscientes de que todas las revoluciones, hasta la fecha, sólo han servido para perfeccionar la forma-Estado, no para destruirlo. La revolución de la multitud no debe sufrir la maldición del Termidor. Debe organizar su proyecto al compás de los tiempos, determinado por mecanismos constituyentes y procedimientos institucionales que lo protejan de retrocesos dramáticos y errores suicidas.”
(A. Negri. Multitud; p. 403)

La multitud popular mayoritaria que aspira vivir en una sociedad justa, libre, igualitaria, solidaria y pluralista, con prosperidad y bienestar, en paz, reconociendo su singularidad histórico-cultural y su autodeterminación nacional, con respeto al legado histórico que labraron las generaciones libertadoras; ha recibido de dos fracciones ideológicas pertenecientes a la vieja y a la nueva clase política gobernante, que en los últimos 25 años han controlado los espacios institucionales y palancas económicas fundamentales del Estado, de sus núcleos ideológicos más prepotentes y enceguecidos, dos besos mortales.
El primero, un beso tecnocrático, servil y sumiso a los intereses de Washington, a los dictat del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, aquel beso mortal del neoliberalismo, que cerró la debacle de una partidocracia decadente, su teatro de oligarquías competitivas, que cerró el ciclo histórico del llamado “pacto de conciliación de elites”, arrodillado a los cantos de sirena de la voracidad financiera de la globalización corporativa-transnacional.
El segundo beso mortal, aparece recientemente con perfiles más ambiguos y difusos, en contenidos, formas y estilos de acción, que fueron incorporados como farragoso contrabando ideológico en la propuesta de “reforma constitucional”, que no dejó de arrastrar una pesada carga de ausencia de protagonismo y participación directa del pueblo y de iniciativa constituyente desde abajo, de flojera intelectual, dogmatismo, seguidismo ideológico y sectarismo. Se trata del beso mortal del Socialismo Burocrático, “calco y copia” de la narrativa ideológica latinoamericana sobre la Revolución Socialista, tributaria de las claves ideológicas de la guerra fría, en clave de “leninismo de partico único”, “pensamiento cavernario de izquierda” y de “estatismo autoritario”.
Planteado esto, algunos esperarán el anuncio de un “tercera vía”. Nada de eso. En cambio, hay múltiples vías en construcción para salir de estos besos mortales. Es necesaria una vía venezolana a la democracia socialista en el marco de un estricto apego a los valores y principios constitucionales, con claras restricciones y limites a los abusos y extravíos del poder. Obviamente hay otras opciones ideológicas que caben la flexible arquitectura constitucional. Cada quién tiene legitimo derecho a defender la suya. Estamos ante una encrucijada crítica, y más que una desgastada “tercera opción” a lo Giddens-Blair en Gran Bretaña, a lo Perón en Argentina o lo Ota Sik en aquella primavera de Praga, el país requiere debatir a fondo y democráticamente, algo más que la calle ciega de dos opciones: o neoliberalismo ó socialismo burocrático.
La Constitución de 1999, con todas sus debilidades e insuficiencias, ha fijado un terreno para mínimos comunes denominadores que proyectan una actitud de lealtad constitucional, que fue directamente vapuleada por una oposición enceguecida durante el golpe de Estado del 11 de abril de 2002, pero que también ha sido vulnerada por formas de ejercicio abusivo del poder.
Para avanzar más allá de estos dos besos mortales, la Constitución de la República Bolivariana fija una agenda para una democracia social, radical, participativa, deliberativa, de amplio protagonismo popular, para un poder constituyente que tensiona el sistema socioeconómico en la dirección de una economía mixta, que garantiza tanto la propiedad privada individual y su función social, incluyendo además la existencia de sectores de economía social, popular y alternativa, fórmulas autogestionarias y de clara dirección del Estado en sectores estratégicos de la economía, basadas en la propiedad pública y colectiva, en antagonismo como formas capitalistas y monopólicas de organización de las relaciones sociales que aseguran la producción, distribución y consumo de bienes y servicios.
Para nadie es un secreto, que se trata de un sistema socioeconómico que encierra fuerzas contradictorias, dinámicos equilibrios de poder entre opciones ideológicas y de clase contrastantes que persiguen la hegemonía política, que son jurídicamente reguladas por el papel que puede ejercer el Estado democrático y social de derecho y de justicia, como estructura política regulatoria para desarrollar diferentes opciones ideológicas, políticas y electorales, bajo una misma cobertura constitucional.
Si se tratara de impulsar la vía venezolana al Socialismo, hemos insistido que excluida por su constatable fracaso histórico y su indeseable proyección ético-política la opción del “comunismo burocrático de estado, queda abierta una variedad de tendencias socialistas democráticas, que van desde la franja de la socialdemocracia reformista a la democracia socialista de corte anticapitalista, que reconoce la necesidad de nuevos modelos económicos para un socialismo factible, alejados abiertamente del estatismo autoritario, del colectivismo burocrático, y mucho más cercano a las experiencias de propiedad social directa y auto-gestionada, supervisada por el Estado, y bajo indicación de los Planes de Desarrollo.
Si se tratará del capitalismo democrático de bienestar, hay poco margen de maniobra constitucional para el neoliberalismo y las opciones más rancias de la partidocracia representativa, con su modelo de oligarquías competitivas, ajenas a una democracia de alta intensidad y de profundo protagonismo popular.
El socialismo viable es democracia radical, social y participativa para alcanzar una sociedad de justicia social e inclusión. Para construir nuevas vías de “desarrollo humano sustentable”, de eco-política, des-colonización, buen vivir y ruptura de paradigmas para otro-desarrollo.
Con los dos besos mortales del neoliberalismo + partidocracia ó del socialismo burocrático + sectarismo es francamente imposible.