lunes, 29 de agosto de 2011

COMENTARIO A LA "CARTA A LAS IZQUIERDAS" DE BOAVENTURA DE SOUSA SANTOS:

Javier Biardeau R.

Leo con atención la “Carta a las izquierdas” de Boaventura de Sousa Santos, aparecida en: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=134729, como un esfuerzo para salir de los bloqueos teóricos, históricos y estratégicos de los procesos de cambio social, económico, político y cultural, sobretodo cuando reciben el nombre de “revoluciones socialistas”.

De entrada, aparece un gran acuerdo cuando señala De Sousa que el futuro para las izquierdas “(...)no será una continuación lineal de su pasado”. Sin embargo, todavía hoy hay demasiados resabios del dogmatismo y el sectarismo de izquierda, en las viejas distinciones, clasificaciones y tipologías entre socialdemocratas-reformistas y comunistas-revolucionarios. La memoria de algunos pesa más que el presente de luchas.

Aunque tu definición de izquierda puede parecer abstracta: “(...)conjunto de posiciones políticas que comparten el ideal de que todos los seres humanos tienen el mismo valor y constituyen el valor supremo”, parece ser una definición antropocéntrica para los retos del presente, un presente que debe manejarse en las fronteras del pensamiento ecológico y de la bioética; en fin una ética para la vida humana, ciertamente, para reevaluar el lugar de la vida humana en el sistema de la vida del propio planeta que habitamos.

Boaventura, indicas que cuando hay relaciones de dominación, este ideal se viene a pique: “algunos individuos o grupos satisfacen algunas de sus necesidades transformando a otros individuos o grupos en medios para sus fines. El capitalismo no es la única fuente de dominación, aunque es una fuente importante.”

Las resonancias kantianas de la primera afirmación pueden retrotraernos a los fundamentos de la modernidad occidental, aunque hay más de una perspectiva, colocando el acento en la necesidad de una crítica radical de las formas, estados, relaciones o momentos de la dominación social. Que el ser humano sea fin y no medio es un buen comienzo, pero preferiría insistir en la claridad de Marx en este tema, cuando señaló su imperativo: "(...) echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable.” (Marx; Introducción a la crítica a de la filosofía del derecho de Hegel, 1943)

Pero además de esta postura universalista, habría que matizarla con las opiniones de Aime Cesaire cuando señaló que: “En todo caso, es constante que nuestra lucha, la lucha de los pueblos coloniales contra el colonialismo, las luchas de los pueblos de color contra el racismo, es mucha más compleja , qué digo, de una naturaleza completamente distinta, que la lucha del obrero francés contra el capitalismo francés y no podría de ninguna manera ser considerada como una parte, como un fragmento de esa lucha.” (Carta a Maurice Trorez; 1956. Discursos sobre el colonialismo).

A aquellos que se rasgan las vestiduras con el discurso crítico del totalitarismo de cuño occidental habría que recordarles: “(…) no hay nada original en el nazismo que no fuera antes implementado por el colonialismo contra los pueblos no europeos.”, pues la civilización de la “libertad, de la igualdad, de la fraternidad”, con su gran revolución moderna-burguesa, incluso con aquellos valores y principios que fueron bebidos por los llamados libertadores de Nuestra América, es una civilización que le hace trampa a sus principios, como decía Cesaire, es una civilización moribunda, y por tanto decadente.

Habrá que superar entonces, la acción político-cultural que refuerza el complejo colonial de la dependencia, superar el universalismo de aquella izquierda socialista o comunista que aún suponen que cumplen con una “misión civilizadora”. No habrá ninguna “revolución socialista para el siglo XXI”, sin pasar primero por un desprendimiento existencial, diríamos en lenguaje postizo: “semiótico”, de toda la gramática, reglas y códigos instalados por la larga sedimentación histórico-cultural del discurso colonial-moderno, incluida la gramática “modernizante” y “desarrollista”, presente también en el “socialismo y comunismo oficial”.

No hay superioridad omnilateral de Occidente, no hay una trayectoria única posible y deseable de evolución histórica, como se ha desarrollado en el capitalismo de Europa ó los EE.UU, no hay un único modelo de convergencia hacia el Progreso ó hacia la Civilización en mayúscula. Redefinir el socialismo y la izquierda pasa hoy por reconocer un “universal depositario de todo lo particular, depositario de todos los particulares, profundización y coexistencia de todos los particulares”, implica reconocer el papel hegemónico de los “perros guardianes del colonialismo”:

“Serán tus enemigos, -con altura, lucidez y de manera consecuente- flageladores y banqueros golosos, no sólo políticos lamecheques y magistrados vendidos sino igualmente, y por la misma razón, periodistas acerbos, académicos cotudos y acaudalados de estupideces, etnógrafos metafísicos y expertos en los fogones, teólogos extravagantes y belgas, intelectuales parlanchines y hediondos, que se creen descendientes de Nietzsche (…) y de una manera general, todos aquellos que desempeñando su papel en la sórdida división del trabajo para la defensa de la sociedad occidental y burguesa, intentan de distinta manera, y por diversión infame, desagregar las fuerzas del progreso (…) secuaces todos del capitalismo, representantes todos declarados o vergonzosos del colonialismo saqueador, responsables todos, detestables todos, negreros todos, deudores todos de ahora en delante de la agresividad revolucionaria”. (Aime Cesaire)

No será casual que, en gran medida, ésta agresividad revolucionaria sea calificada de “terrorista” por occidente. La pregunta es si reconociendo esto: ¿puede el capitalismo ser reformado con el fin de mejorar la suerte de los dominados ó esto sólo es posible más allá del capitalismo, no será necesario entonces incorporar no sólo el horizonte post-capitalista, sino el horizonte post-colonialista?

Es obvio, entonces que la lucha social por la emancipación no debe ser conducida sólo por criterios de una clase (la clase obrera), sino por diferentes clases, grupos, etnias, pueblos y naciones que han sido explotados, dominados y oprimidos, por el bloque social de los dominados y dominadas, por actores, movimientos y fuerzas sociales diversas.

Pregunta Boaventura de Sousa: ¿debe llevarse a cabo dentro de las instituciones democráticas o fuera de ellas? Obviamente, dentro de un horizonte de revolución democrática, y no sólo desde las instituciones democráticas liberales hoy hegemónicas. Y te preguntas: ¿El Estado, en sí mismo, es una relación de dominación o puede ser movilizado para combatir las relaciones de dominación?

Aquí hay una tópica muy especial de la argumentación que debe ser desenmascarada: el Estado posee severos límites para llevar hasta la raíz una lucha para combatir las relaciones de dominación; la “transición paradigmática” pasa justamente por amputar los peores lados de este mal con figuras de “democracia de alta intensidad”. Pero el Estado no es ni un mal necesario ni inevitable. Pensar más allá de la forma/Estado, sigue siendo tarea fundamental para superar el bloqueo histórico y estratégico de las izquierdas. No fue casual que Marx y Engels pensaran en sustituir la palabra Estado por la palabra Comuna, allí habia una indicación:

“Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a los adversarios, es un absurdo hablar de Estado popular libre: mientras que el proletariado necesite todavía del Estado no lo necesitará en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejará de existir. Por eso nosotros propondríamos remplazar en todas partes la palabra Estado por la palabra “comunidad” (Gemeinwesen), una buena y antigua palabra alemana equivalente a la palabra francesa Comuna.”(Carta de Engels a Bebel-1875)

Ciertamente, los dogmas y actitudes sectarias en las izquierdas estuvieron en la base de violentas divisiones (recordemos las 21 condiciones para ingresar a la III Internacional), y deben derrumbarse las viejas fronteras de éstos dogmas y actitudes sectarias. La emergencia de nuevas luchas contra la dominación, con otros actores y lenguajes pueden superar la incomprensión de las viejas izquierdas, siempre que esta última supere su visión mono-lógica y mono-cultural del proceso de transformación. Más ahora cuando el capitalismo vuelve a mostrar su vocación de barbarie.

Ciertamente, las izquierdas para unirse deben reconocer la diversidad y la complejidad mundial e inter-cultural. Ciertamente, deben reconocer la necesidad de radicalizar tanto extensiva como intensivamente la democracia protagónica de multitudes, construyendo democracia participativa, algo que los estudiosos de las experiencias de las revoluciones socialistas han visto difuminarse, tras las murallas de los aparatos de partido y las burocracias de Estado, con todas sus instancias comisariales y policíacas.

Ciertamente, las izquierdas deben reconocer el valor de la dignidad humana; tan ofendido en el capitalismo como en las experiencias del socialismo burocrático. Ciertamente, impulsando la reciprocidad, el cooperativismo, la autogestión y el autogobierno. Ciertamente, reconociendo que el crecimiento económico no es infinito, como lo supone la falacia desarrollista, que vulnera la capacidad de regeneración de los sistemas ambientales. Ciertamente, dando cuenta de las diversas formas de propiedad, pero luchando claramente contra la exclusividad de la propiedad privada capitalista, sin la cual todas las demás no estarán protegidas; y los bienes comunes de la humanidad (como el agua y el aire) serán desvastados.

Ciertamente reconociendo el patrimonio igualitario de las izquierdas, pero reconociendo las demandas de diferencia, alteridad y diversidad. Ciertamente entonces, combatiendo otras formas de dominación tan importantes como la explotación capitalista, como el racismo, el sexismo, el colonialismo, la destrucción ambiental, la servidumbre psicológica y la guerra.

Pero Boaventura, hay algo en lo que no puedo estar de acuerdo, el Estado no es un animal extraño, no es mitad ángel y mitad monstruo. No comparto esta caracterización. El Estado es un "monstruo" completamente frío, y sí sobre éste monstruo depositamos nuestras esperanzas utópicas, es porque aún no hemos comprendido nuestras alienaciones y fetichismos más profundos. Es porque todavía delegamos nuestros más hondos miedos a una "figura protectora". Existe un documento seminal en la propia tradición occidental que imaginó ir más allá del Estado, se trata de aquel Systemprogramm de Schelling, Hegel y Höldering:

"Desde la idea de humanidad quiero mostrar que no existe una idea del Estado, porque el Estado es algo mecánico, del mismo modo que tampoco existe una idea de una máquina. Sólo lo que es objeto de la libertad se llama idea. Por tanto, ¡tenemos que ir más allá del Estado! Pues todo Estado tiene que tratar a los hombres libres como engranajes mecánicos y, puesto que no debe hacerlo, debe desaparecer."

¿Cuando tardaremos en reconocer esta posible influencia del romanticismo y el idealismo alemán en la tesis marxiana de la extinción del Estado? Ciertamente, sin cierto monstruo en los tiempos de transición (renovación del Estado social y radicalmente democrático), otros monstruos mucho peores andarían sueltos, pero a diferencia de lo que planteas, como a los leones, hay quitarle los dientes y las uñas para poder convivir con ellos.

"El proletariado victorioso, tal como hizo la Comuna, no podrá por menos de amputar inmediatamente los peores lados de este mal, hasta que una generación futura, educada en condiciones sociales nuevas y libres, pueda deshacerse de todo ese trasto viejo del Estado.” (Introducción de Engels a la guerra civil en Francia de Marx-1891)

Por tanto, es posible que no sólo haya mejor Estado sino mucho menos Estado, construyendo una sólida esfera pública no estatal, formas-Comunales y democracia de consejos, que deben amputar los peores lados del mas frío de los monstruo fríos del capitalismo: un condensador sin igual de la administración de la coerción material y espiritual sobre los hombres y mujeres.

No hay ángeles en el Estado, sino demonios parcialmente domesticados. Comento tus ideas, desde el lugar minúsculo y humilde que a todos nos toca vivir, tratando que las izquierdas no se maten las unas a las otras, contribuyendo a hacer que se unan para detener la barbarie que se está consumando, pero sin darle ninguna concesión al retorno del socialismo burocrático. Mucha suerte.




sábado, 27 de agosto de 2011

DESMONTANDO EL SECTARISMO Y LA DECADENCIA DOGMÁTICA DEL "MARXISMO SOVIÉTICO":

Javier Biardeau R.

1. El mapa de las corrientes marxistas:

Estimados y estimadas lectoras, si usted quiere aproximarse a un examen de las corrientes múltiples que se han inspirado en la obra abierta e inconclusa de Carlos Marx, hay que pasearse por las páginas del monumental texto titulado “Las principales corrientes del marxismo” (Leszek Kolakowski), para ubicar luego allí a la subespecie de la variante leninista del marxismo ruso hasta llegar a la decadencia del estalinismo. Allí comenzaría la travesía por el territorio del “marxismo soviético”, por sus apologistas, sus postulados, sus perfiles y por sus impactos en el llamado “Tercer Mundo”, incluyendo a América Latina y el Caribe.

2.- Importancia de la crítica al “marxismo soviético”:

¿Por qué detenerse a analizar el “marxismo soviético”? Porque ha sido el principal legado y referencia teórica de lo que en nuestras latitudes, en nuestro espacio-tiempo histórico, en nuestra geografía de la experiencia y estructura de sentimientos, ha constituido la reducción, simplificación y estereotipo del “pensamiento crítico de Carlos Marx”, y sobre todo, del pensamiento crítico y creativo para construir la democracia socialista.

Para luchar por desmontar el dogmatismo y el sectarismo, consideramos que hay que romper radicalmente con el troquelado de las figuras del “marxismo soviético” en nuestro continente, sobremanera con toda la subcultura de manuales de “comunismo científico”, que se diseminaron y se sedimentaron como versiones oficiosas de la “teoría revolucionaria”, incluyendo las recepciones, apropiaciones y recreaciones que del “marxismo soviético” hicieron personajes como José A. Mella, Aníbal Ponce, e incluso el propio Che Guevara y Fidel Castro (hasta donde uno puede rastrear en una lectura exhaustiva del Che, este se definía a sí mismo como “marxista-leninista”, haciendo elogios incluso al manual de marxismo-leninismo de Otto V. Kuusinen).

3.- Cuidado con el sectarismo y el dogmatismo en la revolución:

Porque en la revolución cubana, por ejemplo, el sectarismo y el dogmatismo no se refieren sólo a los eventos relacionados con la figura de Aníbal Escalante y las llamadas “micro-fracciones”, sino que con parte constitutiva de la propia implantación del “marxismo soviético” en la formación de generaciones enteras de simpatizantes, cuadros y militantes, asfixiando las iniciativas de recreación abierta, reconstrucción crítica, renacimiento y trascendencia de ésta figura del “marxismo-dogma”.

4.- El “Che” también bebió el veneno del marxismo-dogma:

No podríamos pasar por alto aquellas frases del Che donde afirmó que: “Se da una nueva experiencia revolucionaria a América, se demuestra cómo las grandes verdades del marxismo-leninismo se cumplen siempre; en este caso, que la misión de los dirigentes y de los partidos es la de crear todas las condiciones necesarias para la toma del poder y no convertirse en nuevos espectadores de la ola revolucionaria que va naciendo en el pueblo.” (Guevara: “El partido marxista-leninista”).

O cuando el Che concebía al Partido Unido de la Revolución como el “exponente del marxismo-leninismo en las nuevas condiciones de Cuba” (Guevara: “El partido marxista-leninista”). O cuando se habla de “marxismo” como “guía para la acción”, pues ya se han “descubierto las grandes verdades fundamentales, y a partir de ellas, utilizando el materialismo dialéctico como arma, se va interpretando la realidad en cada lugar del mundo.” (Guevara: “Sobre la construcción del Partido”) Otro ejemplo se refiere al hablar de “verdades absolutas descubiertas por el marxismo, no inventadas, no establecidas como dogmas, sino descubiertas en el análisis del desarrollo de la sociedad.” (Ibid). Y finalmente con mayor claridad cuando señala que: “En otros términos, el marxismo, a nuestro entender, es único y respecto a él, sólo pueden existir divergencias en la aplicación de la doctrina en los diversos países”.

Por tanto, a pesar de que la tensión entre ortodoxia marxista-leninista y heterodoxia (enfatizada por las investigaciones de Michel Löwy o Néstor Kohan), se ve cada vez acentuada al final de su desarrollo ideológico, las ideas y valores del Che siguen estando relacionadas constitutivamente con la implantación del “marxismo soviético” en América Latina y el Caribe; en fin, el Che trató de “(…) buscar la mejor solución a nuestros problemas dentro de los principios del marxismo-leninismo”. (Guevara: “Las bases materiales del socialismo”).

5.- Mariátegui y la heterodoxia de la tradición:

Como planteara Mariátegui, tal vez al final de su obra revolucionaria, el Che vivió las tensiones de “la heterodoxia de la tradición”: “Porque la tradición es, contra lo que desean los tradicionalistas, viva y móvil. La crean los que la niegan para renovarla y enriquecerla. La matan los que la quieren muerta y fija, prolongación de un pasado en un presente sin fuerzas, para incorporar en ella su espíritu y para meter en ella su sangre.” (Mariátegui: Heterodoxia de la tradición).

O como señalara Mariátegui en su “Defensa del marxismo”: “la herejía es indispensable para comprobar la salud del dogma”. En este orden del discurso: “Los verdaderos revolucionarios no proceden nunca como si la historia empezara con ellos. Saben que representan fuerzas históricas, cuya realidad no les permite complacerse con la ultraísta ilusión verbal de inaugurar todas las cosas.”.

Para Mariátegui, no hay que confundir tradición con “tradicionalismo”, con “doctrinarismo”, con actitud conservadora, inmóvil y fósil. Allí hay una clara indicación para determinar que cosa es el “dogmatismo”.

El dogmatismo es inmóvil y su apelación a la tradición es una identificación con el cementerio de pensamientos críticos y creativos. La tradición se crea y se recrea, pero también se socava y se destruye. Puede existir renacimiento, renovación y enriquecimiento, pero también congelamiento, fosilización y petrificación. Matan la tradición del pensamiento revolucionario, los que la quieren fija, absoluta, simple inercia y prolongación de un pasado en un presente sin fuerza.

Para Mariátegui, en cambio, hay que estrenar una tesis revolucionaria sobre la tradición del “pensamiento crítico marxiano”, para indagar las líneas de posibilidad de su ulterior trascendencia. Habla de la tradición, en su complejidad y multiplicidad, no del “marxismo soviético, entendida la primera como patrimonio y continuidad histórica, pero abordando su complejidad y diversidad. Pero a la vez, sin cerrar la posibilidad de derrumbar sus más invulnerables principios o axiomas, generando una subversión en el propio marxismo. ¿Cómo subvertir la realidad sin subvertir las estructuras ideológicas que la mantienen, incluyendo las "teorías revolucionarias" que son tapaderas burocráticas para impedir el poder constituyente y la revolución democrática permanente?

Hay que abrir el espacio a los revolucionarios iconoclastas, no se trata de sólo de una fórmula gratuita, como sugería Mariátegui. Hay que evitar el “doctrinarismo”, reconociendo que las negaciones intransigentes tienen un papel dialéctico. Hay dogmatismo y sectarismo cuando nos apegamos a un conjunto de reliquias inertes y símbolos extintos. Cuando comprendemos una tradición como una receta escueta y única. Porque la tradición es heterogénea y contradictoria en sus componentes. El fetichismo de la tradición y de creencia fija e inmóvil, esto es dogmatismo y conduce casi invariablemente al sectarismo.

El revolucionario tiene del pasado una imagen animada y viviente, cargada de potencialidades, mientras que el tradicionalista es incapaz de representárselo en su inquietud y su fluencia. Quien no puede imaginar el futuro, tampoco puede, por lo general, imaginar el pasado, decía Mariátegui, pues la historia no es ni museo ni momia: “Los revolucionarios encaman la voluntad de la sociedad de no petrificarse en un estadio, de no inmovilizarse en una actitud. A veces la sociedad pierde esta voluntad creadora, paralizada por una sensación de acabamiento o desencanto. Pero entonces se constata, inexorablemente, su enve¬jecimiento y su decadencia.” (Mariátegui; Heterodoxia de la tradición)

6.- Contra la izquierda sectaria y grupuscular:

Este síntoma de envejecimiento y decadencia es parte de la izquierda sectaria y grupuscular. Por tanto, hay que reivindicar las expresiones creativas, heréticas, críticas, del pensamiento revolucionario, agarrar la historia por su lado activo, instituyente-constituyente, pues si no, abordamos la sociedad desde el abandono o la abdicación de la voluntad de vivir, renován¬dose y superándose incesantemente.

Abandonar de una vez el legado del “marxismo soviético” implica desgarrarse del pesado fardo que no deja caminar livianamente un proceso de transformación. Pues en muchas ocasiones incluso nuestra historia, es una historia en la que la lucha contra la opresión, es invadida por las categorías de los opresores y ella también se convierte en una historia de “héroes”, de “grandes personalidades”, que terminan limitando nuestra autonomía en el presente, siendo prisioneros de los arquetipos del pasado.

La emancipación es posible respecto de la negación de la pesadilla del tradicionalismo, afirmación de lo posible, de la prefiguración y la configuración. Pues, dentro de la constelación marxista hay múltiples y contradictorias corrientes y tendencias (desde el marxismo de los consejos, hasta el marxismo estadólatra; desde el marxismo libertario, hasta el marxismo despótico; desde el marxismo humanista al marxismo anti-humanista); corrientes diversas que se disputan el legado teórico del pensamiento crítico y la acción revolucionaria de Carlos Marx.

Pero el estalinismo explícito o entrelíneas, por ejemplo, es parte de toda la escatología “marxista-leninista” en clave de manuales de “comunismo científico” (Ver, por ejemplo, Afanasiev). Obviamente, desde las interpretaciones del marxismo euro-céntrico, autoritario, dogmático, estatista y sectario, no se llegará muy lejos en la revolución bolivariana. Son parte de su callejón sin salida, de la revolución bloqueada.

Desde este bloqueo histórico, teórico y estratégico se cancela el espíritu radicalmente crítico y creativo, se cierra todo clima intelectual que de paso a las construcciones teóricas más ricas, vitales y creativas, se cancela la recreación de su revolución teórica inconclusa, se recae en la apologética de cualquiera de los “regimenes despóticos” que caracterizaron el socialismo real en el siglo XX.

7.- Necesitamos definiciones y deslindes del socialismo burocrático:

¿Queremos definiciones? No queremos que el socialismo sea “calco y copia”, repetición de dogmas estériles y cultivo de una izquierda sectaria y grupuscular. Tal vez, algunos miembros de cierto “pelotón sectario”, cuyos desvaríos dañan al clima de debate constructivo y re-agrupamiento de tendencias de apoyo de la revolución bolivariana, podrían revisar algunas páginas de Alvin Gouldner: “Los Dos Marxismos”, para detectar sus aspiraciones proféticas, milenaristas, religiosas, más cercanas a Weitling que a Marx.

O si el “pelotón sectario” llega a encandilarse por los prejuicios y dogmas hacia pensadores (¡Ah, los peligrosos “revisionistas”!) que desgarraron en su tiempo las aproximaciones doctrinarias y dogmáticas del pensamiento crítico de Marx; sería también conveniente revisar el “Diccionario de pensamiento marxista” de Tom Bottomore, dar cuenta de auténticas renovaciones de las reflexiones marxistas. ¿Quieren definiciones? Cambien de diccionario, porque los manuales URSS o de la burocracia política, ya no poseen ni consistencia ni legitimidad.

O quizás, deban releer la trayectoria teórica e intelectual de personajes como Adam Schaft (Polonia) o Istvan Meszaros (Hungría-Gran Bretaña), para comprender porque sigue siendo obligante una ruptura existencial con todo el engaño y autoengaño de los regimenes despóticos del antiguo campo soviético, del bloque de países que conformaron el socialismo irreal del siglo XX. Pueden encontrar definiciones enciclopédicas en el monumental esfuerzo del “Diccionario Histórico-Crítico del Marxismo”, referido por Wolfgang Fritz Haug, para comprender que una cosa es Marx, y otra los “marxismos”.

Lo que se derrumbo en 1989 y se transfiguro ya desde 1921 en la URSS, no fue propiamente socialismo sino un sistema que usurpó su nombre y acabo por ser su negación. Escúchese bien, 1921, X Congreso del Partido Bolchevique, liquidación de la "oposición obrera", Kronstadt, luego liquidación de la "oposición de izquierda", persecución contra todo lo que pudiera en cuestión el “leninismo oficioso”. La genealogía del socialismo burocrático puede rastrearse de manera meticulosa y precisa para dar cuenta de su despotismo, su burocratismo, su dogmatismo y su sectarismo.

Más cerca de nosotros (Nuestra América), el “pelotón sectario” podría dejar de propagar las tesis dogmáticas del pensamiento único de izquierda, llevarnos al callejón sin salida del estalinismo disfrazado de retórica espiritualista. Los auténticos paralizadores son los que nos recitan el calco y copia del siglo XX, el servilismo ideológico a la revolución rusa ó a la revolución cubana.

8.- El bloqueo revolucionario está relacionado con que no podrá atacarse el reformismo desde el dogmatismo y el sectarismo:

Ciertamente el “reformismo” habita en los entretelones del proceso, pero también habita el más atroz y arcaico “sectarismo”, el “dogmatismo” de las vanguardias auto-proclamadas. Si queremos definiciones, estamos sólo en los primeros pasos de una transición hacia nuevos figuras de socialismo que requiere de imaginario crítico radical; y no doctrina fósil y dogma estéril.

El socialismo ni cae del cielo ni se decreta. No es producto de la voluntad individual de un héroe ni de una “gran personalidad histórica”, llámese como se llame. El momento decisivo de la batalla es la cotidianidad de la edificación del nuevo socialismo por parte de grandes grupos humanos, por la acción colectiva revolucionaria. La profundización de la revolución no se hace en clave de encajonarse en los parámetros del socialismo real del siglo XX. Por ejemplo: no pueden confundirse las nacionalizaciones con las socializaciones, disipando la autonomía de las clases trabajadoras que no ejercen efectivamente el control directo y democrático de la propiedad colectiva en el sector de economía bajo régimen de propiedad social directa. Tampoco puede proyectarse una idea reaccionaria, tributaria de la sociología funcionalista que concibe la integración social por la vía del estatismo y el rol positivo de una burocracia reaccionaria (¿?). Tampoco puede proyectarse la tesis carcomida del sistema político de partido-único, olvidando la existencia de una pluralidad de fuerzas y corrientes revolucionarias. No puede confundirse la acción cultural por la libertad con una moral de rebaño que apela a la más burda servidumbre voluntaria, típica del colectivismo autoritario.

El socialismo burocrático no ha funcionado sino como modelo de campo de concentración, como dispositivo de vigilancia y control despótico, así los límites de sus murallas imaginarias, sean comprendidos bajo las fronteras del mar de la felicidad. No nos hagamos los locos, dejémonos de servilismos.

9.- La centralidad estratégica de la democracia socialista:

Agregamos, la revolución en el siglo XXI si es posible como revolución democrática, socialista, ecológica y descolonizadora. De allí la centralidad estratégica de la democracia socialista. Lucha contra la explotación del trabajo, contra la coerción política, contra la hegemonía ideológica, contra la exclusión social, contra la segregación, discriminación y negación cultural.

La temeridad en circunstancias de bloqueo histórico de la revolución es el sectarismo, el doctrinarismo y el dogmatismo de la izquierda grupuscular, las malas opciones nos permiten afirmar con afectos alegres: no queremos ni socialdemocracia-reformista ni estalinismo-ramplón, hacen falta construir la democracia radical de los consejos del poder popular, sin necesidad de derrumbar la soberanía popular directa y el poder constituyente de la multitud.

Rechazamos el Estatismo, como lo rechazó Marx en todo momento, apostamos por lo que Gramsci denominó el horizonte de la “Sociedad Regulada”. Atacamos el caudillismo, el culto a la personalidad y cualquier mitología bonapartista/cesarista de bajo vuelo. Lo repetimos, no hay revolución sin acción de multitudes, sin agencia colectiva, sin fuerzas sociales y políticas en proceso de liberación.

Contra-revolucionario es hoy hacer gala de dogmatismo y sectarismo desde un “pelotón grupuscular”, desde la “propaganda bancaria”. Contra-revolución hoy es la micro-fracción y decadencia, el envejecimiento y la fosilización. ¿Definiciones? Sigamos.

Se precisa ojear la excelente compilación de Renán Vega: “Marx y el siglo XXI. Una defensa de la historia y del Socialismo”, para dar cuenta de cómo el “marxismo crítico latinoamericano” no tiene nada que ver con los nostálgicas imposiciones de la III internacional comunista, ó las pretensiones hegemónicas de fracciones de la dirección de la propia revolución cubana. No hay nada más decadente que la unilateralidad impositiva en cuestiones ideológicas implicadas en los procesos de “autodeterminación nacional”. El “internacionalismo revolucionario” pasa por el respeto a las vías nacionales y específicas de socialismo democrático y revolucionario en el siglo XXI.

10.- ¿Dónde está el pensamiento contra-hegemónico e insurgente de la revolución?

No podemos pedirle a la miopía intelectual de cualquier grupúsculo o “pelotón sectario” que aborden con espíritu radicalmente crítico, con dosis de multiplicidad y complejidad, la obra abierta, inconclusa y revolucionaria de Carlos Marx, que aborden sus implicaciones para el siglo XXI nuestro-americano. Mucho menos, exhortarles a ir más allá de Marx: para transitar del pensamiento crítico y abierto de aquel barbudo alemán, a figuras diversas de teoría crítica radical. En el plano del pensamiento insurgente, no hay concesiones a disfraces del Diamat-Hismat en clave de aparato intelectual. No queremos nuevos inquisidores y sicofantes de la “teoría revolucionaria” correcta, de la “línea política” correcta, del “dogma, la fe y la creencia” correcta.

El “revisionismo” y el “reformismo”, según las viejas fórmulas terminológicas y liturgias filo-estalinistas, eran rotulados como un producto intelectual contra-revolucionario. Ciertamente, habrá que estar vigilantes al reformismo, cuando las reformas no conduzcan a crear condiciones revolucionarias, pero más vigilantes hay que estar cuando las supuestas “medidas revolucionarias” contribuyan al reflujo popular y al avance de la fuerzas imperialistas y de la derecha en el país.

La patética historia de la decadencia del pensamiento crítico y la acción revolucionaria (y sobremanera, del “pensamiento crítico marxiano” en Venezuela) es la condición de posibilidad del dogmatismo y el sectarismo de izquierda. Una izquierda grupuscular que bebió exclusivamente para su formación ideológica y teórica del “marxismo soviético”, ofrece una patética y simplificada visión de Marx y de la reflexión revolucionaria; y sobretodo, del debate contemporáneo en los nodos intelectuales más significativos para recrear formas de pensamiento contra-hegemónicos desde el Sur, reconociendo de entrada la diversidad de posiciones y lugares de reflexión-acción anticapitalistas.

11.- ¿Importaremos viejos Manuales-URSS para “calcar y copiar”?

Si las fuentes autorizadas son las lecturas que desde la revolución cubana (incluyendo al propio Fidel y al Che, cuando no cierta sensibilidad análoga a aquella corriente de Aníbal Escalante y las micro-fracciones) se asimilaron de los afamados Manuales de la URSS (Konstantinov, Rosental, Iudin, Kuusinen, Y. A. Arbátov, A. S. Beliakov, Rosental y P. N. Fedoséiev, Afanasiev & CIA), entonces el resultado es previsible. Para no ir muy lejos, la crítica burocrática al dogmatismo será elaborada en clave dogmática (Ver como ejemplo: Rosental-Iudin; Diccionario Soviético de Filosofía-1965):

“Dogmatismo: Término que posee diferentes significados. En filosofía y ciencia, designa un procedimiento del pensar que opera con conceptos y fórmulas invariables, sin tomar en consideración las condiciones concretas de lugar y tiempo, o sea, haciendo caso omiso del principio que afirma el carácter concreto de la verdad. La aparición del dogmatismo está unida al desarrollo de las representaciones religiosas, a la exigencia de que se acepten por la fe los dogmas de la Iglesia, establecidos en calidad de verdad indiscutible, no sujetos a crítica y obligatorios para todos los creyentes. Los partidarios del escepticismo grecorromano, incluían en el dogmatismo toda doctrina positiva acerca del mundo. En la Época Moderna, Kant llamó «dogmática» la filosofía racionalista desde Descartes hasta Christian Wolff y le contrapuso su criticismo. En la filosofía moderna, el dogmatismo está unido a las concepciones anti-dialécticas que niegan la idea de la variabilidad y del desarrollo del mundo, y también a la sociología burguesa que se manifiesta contra la teoría marxista relativa al desarrollo de la sociedad y la transformación revolucionaria de la realidad. En la vida política, el dogmatismo conduce al sectarismo, al abandono del marxismo creador, al subjetivismo, a no tomar en consideración la práctica. En las condiciones de nuestros días, el dogmatismo, junto con el revisionismo, constituye un gran peligro para el movimiento obrero internacional. Los partidarios del dogmatismo se manifiestan contra la política de la coexistencia pacífica, no reconocen las vías pacíficas (en ciertas condiciones), del paso, al socialismo, la necesidad de restablecer las normas leninistas en la vida interna del partido, etc.”

¿Abandono del marxismo creador? ¡Cinismo!. Primer punto a considerar. Si llamar al pensamiento crítico y creativo sólo “marxista-leninista” es condición de imposibilidad de una expresión radicalmente creativa y crítica del pensamiento revolucionario. Sigamos.

“El sectarismo tiene su base ideológica, en el subjetivismo, o sea, en la concepción idealista y burguesa del mundo, aquella que pretende hacer creer que las ideas no nacen de la práctica social sino que tienen vida propia, independiente de la práctica de los seres humanos. En el sectarismo se manifiesta el deseo de aislarse de las amplias masas, de resolverlo todo a través de un grupo, una secta o un clan de escogidos. Es una expresión de extremo individualismo y de desprecio, desconfianza y temor a las masas del pueblo. Es una tendencia propia de las clases explotadoras. A través, de la historia, la burguesía ha recurrido a toda clase de organizaciones sectarias, como logias, hermandades, sociedades secretas, grupos terroristas, conciliábulos, etc., para alcanzar sus fines políticos y defender sus intereses de grupo.”

Muchas críticas al individualismo, al egoísmo, a la fragmentación se hacen desde la tesis del desprecio, desconfianza y temor a lo que los maoístas llamaron las “masas populares”. ¿Dijo usted pueblo? Para la “vanguardia auto-designada”, pueblo es reformismo, dividiéndolo en pueblo-ignorante (manipulado por la ideología dominante) y pueblo-revolucionario (el que piensa como el “clan de elegidos”); la micro-fracción revolucionaria(el “pelotón sectario”), define entonces a el “mal-pueblo” del “buen-pueblo”. Como todo buen pastor, edifica y domestica a su rebaño.

La enfermedad senil del vanguardismo es parte de este subjetivismo, combinado con la racionalización terminológica de representaciones religiosas, con la exigencia de que se acepten por fe los dogmas de la nueva iglesia, un espíritu de claustro establecido en calidad de verdad indiscutible, no sujeto a crítica y obligatorio para todos los creyentes. Se trata del vanguardismo-iglesia, o con mayor rigor de la combinación explosiva de dogmatismo con sectarismo, con sus sacerdotes, escribas, figuras totémicas y tabúes.

Reza el Manual: “El sectarismo se basa en un criterio dogmático hacia determinadas tesis y fórmulas teóricas, en las que se quiere encontrar solución a toda clase de problemas de la vida política. En vez de estudiar la vida tal cual es, los dogmáticos parten de un esquema, y si los hechos no se acomodan a él, prescinden de los hechos. El dogmatismo significa el divorcio de la realidad, y el Partido, si no lo combate, se convierte en una secta apartada de la vida. Los deseos de aferrarse al día de ayer, a una política y unas formas orgánicas que no responden a las nuevas condiciones, significan de hecho, como Lenin dijo, "una política de inacción revolucionaria... "(V. I. Lenin, Obras, ed. cit., t. XVI, pág. 84.)

“Lo principal en él es el divorcio que se establece con las masas, el desprecio de las posibilidades existentes para el trabajo revolucionario, la tendencia a evadir los problemas candentes que la vida presenta. Si el revisionismo trata de conciliar al Partido con el capitalismo, el sectarismo le priva de los vínculos con las masas, sin los cuales el éxito en la lucha contra el capitalismo es imposible. Por ello no se puede robustecer al Partido sin combatir el sectarismo, cualquiera que sea la forma en que se manifieste.”

12.- Hay una conciencia del deber social que huele a contrabando ideológico:

Nuestro “pelotón sectario” ha diseminando como “psicología de masas para consumo de desprevenidos” el uso y abuso de la manida frase de “conciencia del deber social” sin hacer referencia a su inscripción en el universo del discurso del llamado “Código moral del constructor del comunismo” (y tal vez de allí la leyó el mismísimo “Che”), formulado en el Programa del PCUS (XXII Congreso 1961), como reza el dogma: “(…) enuncia los principios fundamentales por los que debe guiarse el hombre que edifica la sociedad comunista. Como hemos dicho, la moral comunista está supeditada a los intereses de la lucha de clase de los obreros. Su contenido y objetivo es la lucha por el reforzamiento y culminación del comunismo. Desde su punto de vista, la conducta del hombre es moral si contribuye al avance de la sociedad hacia el comunismo, y es amoral si obstruye este avance. Por consiguiente, la lucha por la nueva sociedad es tanto la finalidad principal de la moral comunista como el criterio de la apreciación moral, criterio científico, objetivo, que expresa la tendencia objetiva del desarrollo de la humanidad. El código moral explana el contenido de la moral comunista, sintetizando los adelantos del progreso ético de la humanidad y, en primer lugar, los mejores rasgos del comportamiento del hombre en el proceso de construcción del socialismo y el comunismo. Incluye los siguientes principios éticos fundamentales:

• Fidelidad a la causa del comunismo y amor a la Patria socialista.
• Trabajo concienzudo en bien de la sociedad; quien no trabaja no come.
• Solicitud de cada individuo por la conservación y multiplicación del patrimonio público.
Alta conciencia del deber social, intolerancia para con las infracciones de los intereses sociales.
• Colectivismo y ayuda mutua de camaradas; uno para todos y todos para uno.
• Actitud humana y respeto recíproco entre los individuos: el hombre es amigo, camarada y hermano de sus semejantes.
• Honradez y sinceridad, pureza moral, sencillez y modestia en la vida pública y privada.
• Respeto recíproco en la familia y desvelo por la educación de los hijos.
• Intolerancia para con la injusticia, el parasitismo, la falta de honradez, el arribismo y el afán de lucro.
• Amistad y fraternidad entre todos los pueblos de la URSS, intolerancia para con la enemistad nacional y racial.
• Intolerancia para con los enemigos del comunismo, de la paz y de la libertad de los pueblos.
• Solidaridad fraternal con los trabajadores de todos los países, con todos los pueblos.

Estos principios determinan las normas de comportamiento de los hombres en la sociedad socialista, sus conceptos de lo bueno y malo, lo honesto e ímprobo, lo justo e injusto.” (Afanasiev; 219)

Este es el contrabando ideológico de la nueva definición socialista: las “grandes verdades universales” de los Manuales Soviéticos, la forma de captar el dogmatismo y el sectarismo, desde las mismas limitaciones o restricciones de la verdad del dogma y de la secta.

¿Quiénes están llevando a cabo estos farragosos contrabandos ideológicos que traducen una verborrea filo-estalinista? ¿Estás contribuyendo efectivamente al avance de un proceso revolucionario inédito, como el que se ha perfilado en algunos momentos en Venezuela?

El dogmatismo y el sectarismo pretenden arrinconar la reflexión radicalmente crítica y la autonomía política e ideológica de los sectores populares, en nombre de un “oficialismo” que en realidad es el aroma espiritual de la “nomenclatura”.

Frente a una variante de marxismo burocrático, que es simple racionalización de los imperativos de los privilegios y el poder político de una “nueva clase en proceso de consolidación”, es imprescindible no olvidar los dardos venenosos del propio Marx hacia toda veneración supersticiosa del Estado y sus burócratas de turno. Pues el marxismo crítico se hunde en la decadencia en el mismo momento en que se transforma en un dogma análogo a una religión secular.

Como advirtió alguna vez el actual presidente montonero de Uruguay, Pepe Mujica: "El problema de la unidad de la izquierda, del sectarismo, vieja enfermedad que acompaña a la izquierda, a lo largo y a lo ancho de su vida arriba del planeta". O como advirtió en la polémica temprana de la vida cultural durante la revolución cubana: “El culto a la personalidad no es otra cosa que la fase superior del sectarismo”. (Jorge Fraga en polémica con Mirta Aguirre, sobre el realismo socialista en el cine cubano-1963) O como nos ha advertido Atilio Borón ante la derrota del frente para la victoria en Buenos aires: “Mientras el oficialismo nacional hacía gala de un discurso que invocaba al pluralismo y la amplitud de miras, su práctica era de una cerril intransigencia (…) una visión estrecha, mezquina, egoísta y a la larga suicida.”

Habrá que volver a leer al Che de 1962 cuando señaló que: “Si, nosotros también desorientados por el fenómeno del sectarismo, no alcanzábamos a recibir del pueblo su voz que es la voz más sabia y orientadora, no alcanzábamos a recibir las palpitaciones del pueblo para poder transformarlas en ideas concretas, en directivas precisa”. (Che Guevara. Discurso 20-10-1962. Acto de conmemoración del II aniversario de la unificación del movimiento juvenil cubano)

13.- La “razón amorosa” puede encerrar una clave sectaria cuando se carga de hostilidad:

Tendríamos que estar vigilantes al sectarismo y al dogmatismo frente a una clara advertencias de Freud en el “Malestar en la Cultura”: “Siempre se podrá vincular amorosamente entre sí a mayor número de hombres, con la condición de que sobren otros en quienes descargar los golpes.” O aquella otra que plantea: “Una vez que el apóstol Pablo hubo hecho del amor universal por la Humanidad el fundamento de la comunidad cristiana, surgió como consecuencia ineludible la más extrema intolerancia del cristianismo frente a los gentiles”.

O volver a discutir aquella inquietud de Freud: “(…) nos parece harto comprensible el que la tentativa de instaurar en Rusia una nueva cultura comunista recurra a la persecución de los burgueses como apoyo psicológico. Pero nos preguntamos preocupados, qué harán los soviets una vez que hayan exterminado totalmente a sus burgueses.”

Frente a los prejuicios conservadores de Freud, hay que recordar a Wilheim Reich cuando analizando la realidad de porqué las personas no somos capaces, a veces, de asumir la libertad que en momentos determinados se abre, habló de los dos motivos que llevaron a las revoluciones al fracaso:

a.-La incapacidad de los líderes y gobernantes de facilitar a la masa la toma de responsabilidades propias y el uso de su propia gestión de la vida cotidiana, es decir, la negación de la autogestión.
b.-La propia incapacidad de cada persona para asumir esa libertad que puede ser recuperada en un momento determinado. No hay capacidad de responsabilidad ni de compromiso porque los límites de la coraza de carácter imponen una forma de percibir la realidad, una dinámica condicionada por la zona oscura inconsciente y por los impulsos reprimidos, que impiden muchas veces el ir hacia donde queremos y nos desvían hacia un camino en el que nos vemos envueltos en una confusión que nos separa de los objetivos iniciales.

14.- Amar sin responsabilidad ni libertad puede convertirse en la enfermedad de masas del sectarismo: odiar al diferente, el canibalismo político del otro.

Reich escribía: “El dictador fascista declara que las masas son biológicamente inferiores, ávidas de autoridad, es decir que en el fondo son esclavas por naturaleza, y que por eso la única posibilidad de gobernarlas es un régimen totalitario y dictatorial. Conocen muy bien esta enfermedad de las masas. [....] Por otra parte, los dirigentes formalmente democráticos cometieron el error de considerar como un hecho, la capacidad de libertad de las masas, con lo cual se privaron de toda capacidad de establecer la capacidad de libertad y auto-responsabilidad de las masas mientras estuvieron en el poder.”

La incapacidad de las masas para ser libres, no puede ser absoluta, inmutable e innata -como hace el misticismo radical-, sino una consecuencia de condiciones de vida sociales y, por tanto, modificables. De aquí se desprenden dos tareas importantes:

• La elaboración y el establecimiento de las formas bajo las que se manifiesta la incapacidad de libertad de los hombres.
• La elaboración de las herramientas médicas, pedagógicas y sociales para establecer la capacidad de libertad de modo cada vez más profundo y extenso."

La democracia socialista pasa por la subjetividad en proceso de liberación, por la autodeterminación y auto-gestión de nuestras propias vidas en un clima abierto de responsabilidad y libertad. No deseamos ninguna servidumbre voluntaria. Requerimos si de nuevos afectos alegres y enunciaciones que potencien los espacios de libertad real para todos y todas. Habrá que volver al himno original de la Internacional (Pottier):

“No hay salvadores supremos: ¡Ni Dios, ni César, ni tribuno, Productores, salvémonos nosotros mismos! ¡Decretemos el bien común!” (Il n'est pas de sauveurs suprêmes: ¡Ni Dieu, ni César, ni tribun, Producteurs, sauvons-nous nous-mêmes ! ¡Décrétons le salut commun!)

¿Definiciones? Democracia Socialista, Si; Socialismo Burocrático, No.

jueves, 11 de agosto de 2011

TRANSITAR DE LA SUBCULTURA DEL "MARXISMO DE APARATO" A LOS PENSAMIENTOS CRÍTICOS CONTRA-HEGEMÓNICOS:


Javier Biardeau R.

“Oligarcas (de aquí y de allá), temblad, viva la libertad”.

1.- Transición socialista: oportunidad para demoler dogmas:

En tiempos de transición sería conveniente plantear un tema: ¿se superarán las aproximaciones dogmáticas, doctrinarias, esquemáticas y simplificadoras del pensamiento crítico y revolucionario que domino la escena del siglo XX?

Mucho se dice: “Sin teoría revolucionaria no hay praxis revolucionaria”, pero acaso ¿puede ser revolucionaria una “Teoría” que no acepta una revolución paradigmática interna de sus presupuestos, sus premisas, sus redes conceptuales, sus categorías, sus concretos figurados y pensados? O al menos, ¿qué no acepta una autorreflexión crítica de sus criterios de justificación epistemológica, de acreditación científica o de legitimación social?

Resulta al menos extraña una “praxis revolucionaria” basada en un “dogma petrificado”, que no interrogue, que no cuestione, que no inquiete, que no revise, que no supere, que no corrija, que no rectifique, que no se ponga a prueba permanentemente en su consistencia, en su justificación y en su eficacia.

2.- La historia del dogma del “marxismo de aparato”:

Una comprensión histórica de la recepción de las ideas marxistas en el siglo XX venezolano, nos permite constatar la hegemónica diseminación y penetración de las vertientes bolcheviques del “auténtico marxismo revolucionario” en el país. Esta es una hipótesis que puede ser fácilmente sometida al debate, indagando con rigor las “configuraciones de nociones, conceptos o categorías”, o lo que llamamos, los procesos ideológicos y organizativos de la izquierda política del país.

En pocas palabras, por “marxismo” se asimiló no la obra crítica, inconclusa y abierta de Marx y Engels, no la “ortodoxia social-demócrata” (codificada por Karl Kaustky), no el debate sobre el revisionismo marxista alemán (donde se enfrentaron Bernstein y Rosa Luxemburgo), no las tesis del “Comunismo de Consejos” holandés o alemán (Pannekoek, Gorter); no el austro-marxismo (Bauer), no los “Cuadernos de la Cárcel” de Antonio Gramsci o las reflexiones sobre el “materialismo histórico” de Antonio Labriola, no el “sindicalismo revolucionario” francés o las ideas de Jean Jaurés, no las reflexiones heterodoxas de Georgi Lukacs o Karl Korsch, ni siquiera las reflexiones y auto-criticas tardías de León Trotski.

Lo que dominó de manera casi absoluta como “ideario marxista” fue (y sigue siendo como proceso inercial de sedimentación ideológico-política) desde una perspectiva histórico-cultural, el ideario de una particular tradición leninista y bolchevique, disponible en gacetillas, panfletos, volantes y textos que circularon al calor de los acontecimientos de la Revolución Rusa, así como al calor de la conformación de los primeros núcleos comunistas y socialistas en el país.

Hay quienes quieren estudiar las ideas-fuerza fuera de los aparatos materiales y las matrices de afirmación/sanción que las seleccionan y las legitiman socialmente. Como sí se hubiesen perdido la genealogía de los múltiples y multiformes afluentes de las corrientes marxistas en el seno de tendencias y aparatos políticos, por “marxismo” se supuso aquel hilo de continuidad poco verosímil entre Marx-Engels-Plejanov-Lenin-Stalin.

Esta comprensión estrecha vino de la mano de la conformación simultánea de un aparato u organización comunista que, a diferencia del marxismo latinoamericano y heterodoxo de Mariátegui en Perú cuando insistió en denominar Partido Socialista del Perú, practicó sin empacho los lineamientos doctrinarios de la III Internacional Comunista y sus 21 condiciones.

Muchos de quienes reivindican el “marxismo-leninismo”, parecen desconocer el papel que Stalin y Bujarin cumplieron para codificar lo que denominaron “marxismo-leninismo ortodoxo”, cerrándole el paso (luego de la muerte de Lenin), no sólo a las llamadas “ambiciones de Trotski”, sino a todo el debate abierto en el seno del llamado “marxismo occidental”.

Se trataba nada más y nada menos que de la legitimidad para acreditarse un legado teórico y político: el legado leninista. Allí se fundó el partido-iglesia leninista, con sus dogmas, su liturgia, con sus santurrones y escribas, para demoler los fundamentos epistemológicos de lo más esencial del pensamiento marxiano: la critica radical inmanente al pensamiento revolucionario.

3.- El Estalinismo sigue vivo como hábito ideológico (el hábito si hace a los monjes):

Por otra parte, un papel secundario cumplieron los esfuerzos de la ya estalinista “Academia de Ciencias de la URSS”, al administrar, diseminar y acreditar a la “verdadera” filosofía marxista (materialismo dialéctico) y a la “autentica” ciencia de la historia (materialismo histórico). Toda esta tradición, todo este legado fue “consumido pasivamente” como “auténtico marxismo revolucionario” por generaciones enteras de militantes y simpatizantes del socialismo a lo largo y ancho del mundo. Se trataba sin duda de un marxismo institucional, oficial, soviético.

Comprender a Marx no equivale entonces a desdibujarlo en el seno de ésta constelación marxista-leninista creada por la tradición estalinista oficial; sino que implica comprender el lugar y papel de sus ideas en el movimiento de emancipación que las afirmaba, en el contexto de la lucha de tendencias y la lucha de clases.

4.- Recrear el “pensamiento del Marx-libertario” fuera del filtro dogmático:

Sin comprender las tensiones entre tendencias en las cuales se movía el pensamiento-acción de Marx, tendremos la falsa impresión de que fue Marx una suerte de demiurgo del “movimiento obrero revolucionario” y no a la inversa; que la teoría critica, radical y revolucionaria de Marx fue la expresión viva y la traducción conceptual de los conflictos ideológicos, políticos y sociales de su momento histórico. Marx fue una voz del movimiento, no la única voz del movimiento, no pretendió ser la única voz “oficial” del movimiento proletario. Basta releer atentamente aquellas proposiciones del "Manifiesto Comunista" para dar cuenta de una actitud completamente abierta y flexible frente a otros partidos obreros:

"¿Qué relación guardan los comunistas con los proletarios en general? Los comunistas no forman un partido aparte de los demás partidos obreros. No tienen intereses propios que se distingan de los intereses generales del proletariado. No profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario. Los comunistas no se distinguen de los demás partidos proletarios más que en esto: en que destacan y reivindican siempre, en todas y cada una de las acciones nacionales proletarias, los intereses comunes y peculiares de todo el proletariado, independientes de su nacionalidad, y en que, cualquiera que sea la etapa histórica en que se mueva la lucha entre el proletariado y la burguesía, mantienen siempre el interés del movimiento enfocado en su conjunto. Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario. El objetivo inmediato de los comunistas es idéntico al que persiguen los demás partidos proletarios en general: formar la conciencia de clase del proletariado, derrocar el régimen de la burguesía, llevar al proletariado a la conquista del Poder. Las proposiciones teóricas de los comunistas no descansan ni mucho menos en las ideas, en los principios forjados o descubiertos por ningún redentor de la humanidad. Son todas, expresión generalizada de las condiciones materiales de una lucha de clases real y vívida, de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista de todos. La abolición del régimen vigente de la propiedad no es tampoco ninguna característica peculiar del comunismo". (Manifiesto Comunista; 1848)

Compárese esta postura abierta, flexible, amplia y orgánicamente articulada al movimiento de emancipación del trabajo, con las 21 condiciones de ingreso a la III Internacional Comunista (condición 15):

“Los partidos que todavía mantienen los viejos programas socialdemócratas tienen la obligación de someterlos a revisión lo antes posible, y de redactar, teniendo en cuenta las condiciones particulares de su país, un nuevo programa comunista que esté en conformidad con las decisiones de la Internacional Comunista. Como norma el programa de cada partido perteneciente a la Internacional Comunista debe ser ratificado por un congreso regular de la Internacional Comunista o por el Comité Ejecutivo. Si el programa de un partido no obtuviese la ratificación del Comité Ejecutivo de la Internacional Comunista, el partido en cuestión tiene el derecho de apelar al congreso de la Internacional Comunista”.

¿Dijo usted apelar lo inapelable: el dogma leninista?. El espíritu y la letra de estas condiciones de la III Internacional, tuvo un propósito distinto a los “planteamientos marxianos”. Aquellos que "fuera" de la Internacional, intentaran ser aceptados en ésta, tenían que someterse a estas “condiciones” para no ser rechazados; y quienes "dentro" de los partidos comunistas, cuestionaran las condiciones y tesis elaboradas por la Internacional Comunista, debían ser simplemente expulsados. Este doble movimiento de énfasis en el “rechazo-expulsión”, es justamente el principio dinámico de toda conformación “sectaria”, pues se trataba de coagular el monolito ideológico y organizativo del movimiento comunista internacional basado en legado leninista.

Todavía hoy, a casi 90 años de aquellos acontecimientos, se subsume por poderosas mentalizaciones a la “teoría crítica” de Marx, bajo aquella escatología que invocaba las “banderas del marxismo-leninismo”; es decir, triunfó todo el dispositivo que conformó la “subcultura del marxismo de aparato”; y lo que es peor, todavía como síntoma de aquellos procesos socio-ideológicos de deformación del “pensamiento marxiano”, hay “teóricos” del socialismo que pasan bajo contrabando la atribución del concepto de “Socialismo Científico” a la autoría de Marx. Ni siquiera se trata de una media verdad.

5.- De lo que hablo Marx fue de una nueva democracia radical en el Socialismo Revolucionario:

Marx no habló en ningún escrito conocido de “Socialismo científico”, tampoco de “Materialismo Histórico”, y menos de “Materialismo Dialéctico”. Estas codificaciones vienen de la mano de Engels, tienen otras “funciones de autor” y otros “propósitos polémicos”. Para ser rigurosamente responsable atribuyéndole ideas a Marx, hay que aclarar algunos puntos. Entre Marx y Engels, no sólo hay matices, sino que en algunos puntos no hay un mar de continuidad. ¿Dijo alguna vez Marx, éste “solemne enunciado”, que proyecta esa docta ignorancia de la Ciencia en clave positivista? Sencillamente no.

Los enunciados de Marx fueron menos problemáticos, tal vez más claros y dirigidos no a obtener una acreditación científica, sino a convencer a sus camaradas de lucha que existía un conocimiento disponible para clarificar sus situaciones, para analizar las contradicciones y las tendencias presentes en el modo de producción capitalista, para apalancar medios de acción disponibles y reconocer las finalidades de la lucha proletaria, hablando de una forma de construir conocimiento crítico y revolucionario (una combinación de “ciencia” y “revolución”, radicalmente distinta del cientificismo, la filosofía o el saber burgués de cuño positivista, marcada por las huellas de las disputas en el seno de la escuela hegeliana de la filosofía alemana) desde la perspectiva del proletariado: en fín, Marx habló de “socialismo revolucionario” y “comunismo”.

Sin comprender no sólo el hegelianismo, sino todo el materialismo burgués de la ilustración (francés e ingles), incluyendo todo la estela del pensamiento post-kantiano hasta llegar a Feuerbach, es imposible comprender el clima intelectual que condicionó la formación del “pensamiento marxiano”. Las llamadas “tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo” (Lenin), se quedan completamente cortas frente a la enciclopédica cultura de formación espiritual de Marx, que rebasa fronteras disciplinarias e inaugura una verdadera revolución teórica inconclusa en el pensamiento moderno-occidental. Marx no puede reducirse a la caricatura del llamado “Socialismo Científico”.

Hasta donde se soporta el argumento con rigor de documentación histórica, fue su amigo Federico Engels, quien trató no sólo de popularizar-vulgarizar el pensamiento crítico y revolucionario de aquel compañero de travesía revolucionaria, colocándole el adjetivo de “científico” al Socialismo. Todavía hoy corren chorros de tinta sobre tales problemas: ¿cuál fue el estatuto epistemológico del discurso de Marx? ¿Fue un “discurso científico”, evaluado según el canon dominante de la época de la ciencia histórica y social burguesa, moderna, europea y positivista? ¿Acaso Marx fue el creador de aquello que los manuales de la URSS llaman “materialismo histórico” y “materialismo dialéctico”?

En la lucha ideológica, ciertamente, hay mucho “contrabandos ideológicos”, mucha falsificación de contenido, envase, marca y empaquetamiento. Marx y Engels no siempre enunciaron exactamente lo mismo. Responder al uso de la metodología rigurosa en las ciencias sociales e históricas críticas, también implica que las nociones y conceptos que se usen respeten las diferencias y cualidades, incluso cuando efectivamente el papel de un grupo social y de sus voceros ideológicos depende de su lugar en el sistema de relaciones sociales, no de caprichos subjetivos.

6.- De Marx a la teoría critica, radical y revolucionaria:

Todavía hoy, el gran desafío de la “teoría crítica, radical y revolucionaria”, la base de las diferentes perspectivas teóricas contra-hegemónicas, es evitar el esquematismo simplificador, las vulgarizaciones y la omisión de la actividad practico-crítica para transformar la realidad histórica. Es preciso transitar desde ese marxismo-soviético a planteamientos elaborados desde “marxismos críticos, abiertos, no dogmáticos”, incluso ir más allá de Marx, transitar del “pensamiento marxiano” al “pensamiento radical contra-sistémico”, proponer una postura abierta, amplia, flexible, no dogmática ni sectaria para amplificar la potencia de la teoría crítica.

No se trata sólo de expresar ironías de la historia (como Marx fue convertido en dogma), sino de comprender como un sistema de enunciados, termina significando algo muy distinto (sometido a la entropía a su significación y sentido), en manos de los vulgarizadores con claras intencionalidades en el juego político. Si la revolución democrática, socialista, eco-política y descolonizadora afirma algo, es precisamente la necesidad de un intelectual colectivo caracterizado por su diversidad, amplitud y compromiso en la lucha teórica y práctica frente al orden capitalista. No se trata de repetir los errores del sectarismo y el dogmatismo que caracterizaron al movimiento comunista internacional durante la hegemonía del período estalinista, con todas sus sedimentaciones ideológico-políticas convertidas en hábitos del presente.

8.- Contra el Socialismo Burocrático:

Hemos planteado en diversos artículos: no es posible realizar la democracia socialista del siglo XXI con la ayuda de las armas melladas que nos lega el Capitalismo y el Socialismo Burocrático (los atributos de éste ultimo son definibles):

a) Socialismo en un solo país,
b) Sistema político de partido-único,
c) Dominio de la propiedad estatizada,
d) Conciencia moral represiva/deber de sumisión ideológica,
d) Táctica de clase contra clase,
e) Hegemonía autoritaria,
f) Dogmatismo,
g) Burocratismo,
h) Sectarismo,
i) Cesarismo, bonapartismo, culto a la personalidad del líder infalible;

A aquellos compañeros y compañeras que están socializados en la mentalización mass-mediática de la industria de la manipulación de las conciencias (con su slogan: ¡permítanme pensar por usted!), que optan por recetas (Socialismo-tips), que no les basta con orientaciones sobre lo que NO queremos reproducir: el “calco y copia” del Socialismo Burocrático; les planteamos algunas indicaciones para el debate, para que en un diálogo polémico, en espacios e instancias colectivas de discusión, retomar la tarea fundamental de investigar, debatir e intervenir en los procesos de transición histórica al “nuevas vías de socialismos radicalmente democráticos”:

a) Revolución mundial y construcción de bloques de poder regionales,
b) Sistema político multipartidista y frente amplio de organizaciones políticas revolucionarias,
c) Hegemonía de la socialización, gestión y propiedad colectiva directa, fase de transición basada en la economía mixta de carácter socialista con un sistema democrático de planificación y autogestión obrera y social,
d) Ética, estética y afectividad para la liberación, deseo de insumisión permanente,
e) Táctica del frente amplio revolucionario,
f) Hegemonía democrática, socialismo liberador, democracia participativa, protagonismo popular,
g) Pensamientos radicales, críticos y creativos,
f) Contraloría social y popular directa de la administración socialista,
h) Liderazgo democrático revolucionario, conducción colectiva, colegiada y consultiva, con amplia participación, rotación y revocación de cargos por las bases.

9.- Retomar el debate y programas de investigación-acción sobre las transiciones socialistas:

No presuponemos que la etapa de transición consistiría en fortalecer el Capitalismo Monopólico de Estado (propiedad nacionalizada bajo control de los altos funcionarios del Estado), pues estaríamos ya en el callejón sin salida de la conformación de una nomenclatura (burguesía, sea alta, mediana o pequeña, con control de la apropiación directa desde Estado del excedente) y de una “nueva clase” político-económica.

El sistema económico de la transición no puede pasar necesariamente por el fortalecimiento del capitalismo de Estado, incluso si es denominado “socialismo de estado”, pues si los procesos económicos son dirigidos exclusivamente por una burocracia de Estado, bajo las órdenes de la dirección de un Partido-único, conformarán una nueva clase dirigente y dominante, que dispondrá directamente de las palancas directas de producción y/o apropiación de excedentes; y por tanto, de la plus-trabajo acumulado, mientras que las clases trabajadores (con ocupaciones manuales o de gestión) no recibirán más que salarios, constituyendo así un sistema de clases y estratos explotados.

La lección fundamental del balance histórico de inventario de los experimentos de transición al socialismo en el siglo XX, cuyas enseñanzas deben ser aprovechadas, es que no hay “modelos” a “calcar y copiar”; que el principal error es la reproducción servil de guiones ideológicos ó recetas de socialismo, sobre todo sí se pasa por alto que cada experiencia nacional-popular de acumulación de fuerzas sociales, políticas y culturales, implica simultáneamente la construcción de un Proyecto Estratégico Nacional (con capacidades, recursos, patrimonios y perfiles particulares), que debe caminar básicamente sobre sus propios pies, sobre sus ensayos, errores y logros, tomando en consideración no las experiencias internacionales erráticas, sino evaluando históricamente a escala mundial, los resultados positivos en las dimensiones de derechos personales y colectivos, sobre todo de la capacidad de intervenir y decidir directamente en los asuntos colectivos.

La recuperación del pensamiento radical, de las teorías críticas, pasa justamente por marcar distancia frente a cualquier postura que pase el triángulo dogmatismo/doctrinarismo/sectarismo, desconociendo la vitalidad de múltiples plataformas de pensamiento insurgente desde el Sur, más allá del marxismo-dogma, más allá de la mitología marxista-leninista, más allá de la racionalidad burocrática de los guardianes de la verdad en la izquierda de aparato.

10.- Salir del marasmo: contra la burocratización de la conducción de la revolución:

Hoy mas que nunca, en momentos de reflujo inducido parcialmente por la burocratización (de la conducción de la revolución), es preciso promover un despliegue radical-democrático y socializante del poder político, hacer efectiva la democracia participativa, superar el imaginario vertical del poder, adecuar las estrategias y tácticas a las realidades concretas de cada espacio, sector, grupo o movimiento.

Es preciso criticar radicalmente y evitar el vanguardismo, el sectarismo, el burocratismo del partido “hegemónico”, liquidar el sectarismo desde un discurso y praxis anticapitalista y superador de cualquier idea de estatismo-autoritario. Esto apunta a analizar críticamente la determinación de las lógicas de dominación de la sociedad capitalista y del socialismo de estado, para lograr la autodeterminación de los sectores populares-subalternos.

Justificar la teoría crítica, radical y revolucionaria implica en las actuales circunstancias, asumir el carácter profundamente libertario de diversas formas de marxismo abierto y de pensamiento radical contra el vanguardismo, el burocratismo, el dogmatismo y el sectarismo, como consecuencia de la impugnación al legado histórico de la “stalinización” en los partidos y organizaciones revolucionarias de izquierda.

Ante el estado de postración ideológica de la izquierda tradicional en el país (que se ha quedado repitiendo las consignas de la "revolución rusa" o de las fases constituyentes de la "revolución cubana"), no hay que obviar las reales condiciones de vida, necesidades y aspiraciones sentidas de los sectores populares-subalternos, su cultura de resistencia-insurgencia, sus mundos de vida, sus reclamos y reivindicaciones directas, para apalancar las luchas nacional-populares, democrático radicales y anti-imperialistas.

La reflexión teórica y política radical más significativa del período de superación del estalinismo a escala global tiene que ver con la autonomía emergente de la clase trabajadora, los precarizados, los desempleados, las mujeres, los estudiantes, los pueblos indígenas, los migrantes, los movimientos ecologistas, la insurrección de saberes y voces sometidas respecto a la estructura de mando del Capital, el poder de generar y sostener formas sociales y estructuras de valorización independientes de las relaciones de producción capitalista y del dominio del Estado.

11.- Contra el Capital y contra el Estatismo: oligarcas temblad, viva la libertad:

Una oposición generalizada al Estatismo y al Capital implica formular nociones radicalmente democráticas y alternativas de poder, insistiendo en la autonomía e insubordinación de los movimientos sociales contra el dominio del Estado y del Capital.

No puede separarse artificialmente el metabolismo social del Capital de su estructura de mando, control y disciplina. Transformar el Estado capitalista implica no desdibujar el horizonte de la crítica radical a la forma-Estado elaborada y defendida por Marx, implica una fase de transición revolucionaria, claro está, que pasa por la democratización intensiva y extensiva de las relaciones de poder, no por una re-oligarquización del poder de mando y decisión en cogollos, cúpulas o nuevas clases dominantes.

La máquina del Estado capitalista debe ser destruida por el lado de sus peores males: la coerción política concentrada, la ausencia de participación y protagonismo de la inmensa mayoria en el control de sus espacios, su funcionalidad y selectividad estructural a favor de los intereses del Capital.

Ese es el significado de la expresión "rechazo de la idolatría del estatismo-burocrático" y del ser cooptados por el metabolismo del Capital, incluso personificado en la “propiedad estatal”. Rechazo de la dominación, de la explotación del trabajo, de la hegemonía ideológica, de la exclusión social, de la discriminación y negación cultural.

Debemos reconocer que las concepciones del marxismo crítico, abierto y libertario tuvieron poca difusión e influencia en América Latina y en Venezuela en el siglo XX. Sólo a partir de la gran crisis de 1968, y luego de 1989 con la debacle del Socialismo Burocrático en la URSS, es posible asumir posiciones abiertamente impugnadoras tanto del reformismo socialdemócrata como del marxismo-leninismo ortodoxo en sus variantes prototípicas en la región, ya sea el llamado guevarismo, el maoísmo o incluso, el trotskismo en clave de nuevo dogma.

Hoy día, las premisas ideológicas de la revolución rusa o de la revolución cubana, en su fase de descomposición o de “estalinismo consolidado”, constituyen pesados obstáculos para la construcción de nuevas formas de democracia socialista para el siglo XXI. No hay que copiar ni calcar nada referido al estalinismo ni a la contra-revolución burocrática de aquellos procesos, nada referido al autoritarismo político-económico de la nomenclatura y la nueva clase.

Se requiere potenciar una cultura libertaria en el campo de la izquierda política, dada la insatisfacción con el burocratismo, el autoritarismo, el sectarismo, el dogmatismo y el vanguardismo de la izquierda revolucionaria tradicional. Al parecer, algunas tendencias quieren obviar el quiebre paradigmático que significó, no sólo la caída del Muro de Berlín en 1989, sino la contra-revolución burocrática iniciada desde el momento en que Lenin aún vivo, liquidó el frente amplio de organizaciones revolucionarias de izquierda que liquidaron en los hechos al zarismo, y que luego, en medio de la edificación del Capitalismo de Estado y el nuevo Estado Socialista, se mostraron críticas al estilo de conducción burocrático-autoritario del leninismo.

Esto significa un quiebre significativo de la historia oficial del marxismo-leninismo ortodoxo (la enfermedad senil del comunismo), lo que aquí llamamos “subcultura del marxismo de aparato”. Tal vez será preciso sacar todas las implicaciones de la siguiente proposición:

"No queremos tomar el poder político para nosotros, ni para alguna otra organización en particular, ni que sea ejercido por alguna organización –del tipo que sea- en interés del pueblo. Ni el poder de una sola clase social. Queremos el poder del pueblo en su propio interés. Será precisamente el pueblo quien decida las formas y modalidad de su gobierno, además de la forma en que éste sea vigilado por el mismo pueblo.”

Alguna vieja izquierda comparte con Romulo Betancourt (líder histórico del reformismo socialdemocrata venezolano), la tesis de que "el pueblo no existe", que "sólo es una entelequia". Quieren gobernar sobre el pueblo. Otra cosa planteaba Simón Rodríguez, una educación popular y republicana que tiene otra misión: que sea el pueblo el que se auto-gobierne…en otras palabras, la auto-valorización del poder constituyente de la multitud…eso suena a revolución permanente…

¿Será por eso que algunos temen cuando escuchan el himno de la guerra federal y miran el legado histórico de Ezequiel Zamora en su contexto de utopismo socialista?:

“Oligarcas, Temblad, Viva la Libertad!”

Si, Oligarcas, temblad,

los de aquí (la derecha endógena y sus capataces estalinistas) y

los de allá (la oligarquía del dinero y sus elites de siempre)...

sábado, 6 de agosto de 2011

CUANDO ENTRE DINOSAURIOS TE VEAS: LAS ARMAS MELLADAS DEL SOCIALISMO BUROCRÁTICO

Javier Biardeau R.

“La Tercera Internacional enfoca la revolución mundial según el modelo de la revolución rusa y con el mismo fin. El sistema económico de Rusia es el capitalismo de Estado, llamado allí socialismo de estado o incluso, a veces, comunismo, en donde la producción es dirigida por una burocracia de Estado bajo las órdenes de la dirección del Partido comunista. Esta burocracia de Estado, [los altos funcionarios,] que forman la nueva clase dirigente, dispone directamente de la producción y, por tanto, de la plusvalía, mientras que los obreros no reciben más que salarios, constituyendo así una clase explotada.” (Antón Pannekoek. Lenin Filósofo.1938)

Plantearemos como abreboca un texto muy citado y muchas veces menos comprendido, en sus circunstancias y momento histórico: “Persiguiendo la quimera de realizar el socialismo con la ayuda de las armas melladas que nos legara el capitalismo (la mercancía como célula económica, la rentabilidad, el interés material individual como palanca, etcétera), se puede llegar a un callejón sin salida…” (ERNESTO GUEVARA. El Hombre Nuevo, marzo de 1965)[i].

Y lo transformaremos en un comentario actual: “Persiguiendo la quimera de realizar la democracia socialista del siglo XXI con la ayuda de las armas melladas que nos lega el Socialismo Burocrático (socialismo en un solo país, partido-único, propiedad estatizada, deber de sumisión ideológica, táctica de clase contra clase, hegemonía autoritaria, sectarismo, dogmatismo, burocratismo y cesarismo); y suponiendo que la etapa de transición consiste en fortalecer el Capitalismo monopólico de Estado, estamos ya en un callejón sin salida…”.

Segundo abreboca: “La revolución socialista rusa es un experimento cuyas enseñanzas deben ser aprovechadas, sin que ello importe creer que es un modelo cuyos detalles convenga reproducir servilmente en cualquier otro país.” (JOSÉ INGENIEROS, 1921)[ii].

Comentario-transformación: “Las revoluciones socialistas del siglo XX han sido experimentos históricos cuyas enseñanzas deben ser aprovechadas, sin que ello implique creer que se trata de “modelos” cuyos detalles convenga reproducir servilmente en cualquier otro país”.

Aquí lo fundamental que traemos a debate es justamente el asunto de la reproducción servil de guiones ideológicos ó recetas de socialismo, sobre todo cuando en su evaluación histórica comportan pésimos resultados en diferentes dimensiones articuladas a las condiciones de vida y a la materialización de los valores de la libertad, la igualdad, la justicia social, la plena existencia humana y la solidaridad.

Existe un uso del discurso sobre el llamado “pensamiento revolucionario universal”, que funciona como coartada del dogmatismo. Suponer que existen “verdades universales”, firmes y definitivamente establecidas, disponibles en recetas para ser aplicadas a las circunstancias “concretas y particulares”. Esto implica argumentar a contracorriente de la comprensión del “método dialéctico” de Marx, pues las afirmaciones de principio del “pensamiento marxiano” (incluso las más generales) se refieren a condiciones históricamente determinadas, responden al principio de “especificidad histórica”.

En segundo lugar, el culto al dogmatismo en el Socialismo Burocrático, desconoce el papel práctico-activo de la “teoría crítica radical” frente al llamado “saber o entendimiento positivo”, sea de carácter “científico” o “filosófico”. El “orden de verdad” del pensamiento de Marx va más allá de la ciencia o filosofía positiva, suprime cualquier figura petrificada de la sociedad y del pensamiento; pues no se conforma con lo que históricamente existe, sino que aborda e interviene en las tendencias que inciden en su disolución, movimiento y transformación.

Esto significa que un saber definitivo, coagulado, cosificado opera a contracorriente del fluir transformador. El dogma habla de verdades acabadas, totales y absolutas. El anti-dogma de verdades parciales, limitadas, condicionadas y falibles. El marxismo dogmático no es más que la interpretación positivista, reaccionaria y metafísica del Marx. Se olvida a menudo que lo fundamental no son los equilibrios mecánicos o sistémicos (contra Manual de Bujarin[iii]), sino las fracturas, grietas, tensiones y dislocaciones, los puntos de ruptura, algo formalmente análogo a aquello que Hegel llamo “negatividad” (Anticrítica. Korsch[iv]).

Marx comenta: “En su forma racional, la dialéctica es un escándalo y un horror para la burguesía y sus portavoces doctrinarios, porque en la comprensión positiva del estado de cosas existente también incluye la comprensión de su negación, de su necesaria caída, porque concibe toda forma devenida en el curso del movimiento, esto es, también en su aspecto transitorio, porque no se deja intimidar por nada, y porque en su esencia es crítica y revolucionaria.”[v]

Lo que no se imaginó nunca Marx fue que la matriz epistemológica de la “teoría critica radical y revolucionaria” no fuera sólo un escándalo y un horror para la burguesía, sino un escándalo y un horror para la “nomenclatura”, bloque social dominante en el Socialismo Burocrático, obsesivamente anclada en la conservación de su poder despótico. Si hay una frase que puede ser asociada a la crítica radical es: “todo lo que existe merece perecer”.

Ciertamente, no podrá construirse formas de “socialismos radicalmente democráticos” con las armas melladas del capitalismo. Pero tampoco podrá prefigurárselo desde el legado histórico, ideológico y político del “socialismo burocrático”, con toda su escolástica del “leninismo ortodoxo”.

Dijo usted: ¿Lenin filósofo? Ya Pannekoek[vi] se encargo de desenmascarar el “materialismo burgués” de Lenin y su vinculación a la construcción del Capitalismo de Estado. El obstáculo sigue siendo la “izquierda de aparato”; monolito ideológico y organizativo desenmascarado por quienes no claudicaron ante el “Estatismo autoritario-burocrático”, nuevo régimen de dominación y explotación, con su despotismo sobre el pensamiento crítico y la acción revolucionaria.

Entre dinosaurios ideológicos, entonces, te veas…

Referencias:

[i] Ernesto “Che Guevara”. “El Socialismo y el hombre en Cuba”. 1965

[ii] José Ingenieros. “Los Tiempos Nuevos”. 1921
[iii] Nicolás Bujarin. “Teoría del Materialismo histórico. Ensayo popular de sociología marxista”. 1921
[iv] Karl Korsch. “Marxismo y filosofía: una Anticrítica”. 1930
[v] Karl Marx. “Epílogo al Libro I de “El Capital””. 1873
[vi] Antón Pannekoek. “Lenin Filósofo”. 1938