martes, 29 de septiembre de 2009

DESMONTAR LOS CÓDIGOS DEL "SOCIALISMO BUROCRATICO"-PARTE 2

Javier Biardeau R.
Profundizar en el estudio de las transiciones:
No estamos de acuerdo con un formato de socialismo entubado por un pequeño grupo de decisión política. Hay que abrir el debate a múltiples voces, al amplio espectro de fuerzas sociales y políticas, a los movimientos sociales y populares.
En términos teórico-ideológicos, no estamos de acuerdo con el monismo ideológico-doctrinario, que exista una única y verdadera teoría socialista basada en el marxismo-leninismo ortodoxo, fruto de Stalin y legitimada por toda la ortodoxia bolchevique. No hay un solo ABC del socialismo. Hay una pluralidad de puntos de vista e interpretaciones críticas a la luz del colapso del campo del socialismo burocrático.
Así mismo, hay que profundizar en el análisis del pensamiento crítico marxiano y socialista, someterlo a profundas críticas, a profundos análisis y revisiones, contextualizarlo, comprenderlo en sus circunstancias, para lograr interpretarlo en su historicidad concreta. Por tanto, es necesario leer críticamente los escritos de Marx, Engels, Luxemburgo, Labriola, Plejanov, Korsch, Lukacs, Korsch, Gramsci, Gorter, Pannekoek, Kollontai, Trotsky, Lenin, Bujarin. Des-dogmatizar todo el patrimonio intelectual del pensamiento socialista. Evitar las indigestiones doctrinarias y los vocabularios de secta.
Revisar las razones del colapso temprano de la URSS como polo socialista, los factores objetivos y subjetivos de su deformación temprana (la cual ubicamos mucho antes de la NEP), su dinámica histórica, sus rasgos característicos, su crisis, sus posteriores intervenciones militares de gran potencia en países que intentaron construir un socialismo con particularidades nacionales. Pero sin historias de aparato, sin cuentos de burócratas, sin relatos complacientes.
También, hay que comprender los avances sociales de países de la orbita capitalista luego de la segunda guerra mundial, de aquellos países que lograron construir capitalismos regulados, con democracias liberales, con altos niveles de desarrollo humano, con políticas distributivas y redistributivas activas con fuerte intervención y planificación estatal en sus economías.. Esos no son cuentos, son hechos históricos completamente verificables en cualquier estadística del desarrollo humano.
Cualquier estrechez mental en este terreno impedirá comprender las razones del fracaso u éxito en la conquista de mayores oportunidades sociales, culturales, económicas y políticas para las mayorías populares de un país. Cualquier dogmatismo impedirá un análisis descarnado de los Capitalismo (s) y de los Socialismo (s) históricos, sus características, semejanzas y diferencias, logros y fallas. No es lo mismo EE.UU que Noruega, ni Cuba que Corea del Norte. Hay que comprender diferencias específicas.
Pero tan importante como todo esto, hay que descolonizar el patrimonio intelectual del pensamiento socialista, democrático y libertario. Esto quiere decir comprender su inculturación, a partir de recepciones diversas en América Latina y el Caribe. No somos una simple prolongación espiritual de Occidente, somos mucho más que Occidente, de allí la riqueza de las civilizaciones, culturas y naciones africanas, árabes, orientales y sobre todo, de los pueblos originarios que mueven heterogéneas y entrecruzadas configuraciones culturales, en el interior de las matrices simbólicas e imaginarias de la América profunda.
Es en este trasfondo político-cultural, donde se comprende la inculturación del pensamiento socialista europeo. Revisar las circunstancias que impusieron una versión dominante del marxismo-leninismo de la III internacional en la región desde 1930, así como analizar los focos de pensamiento crítico socialista que plantearon divergencias con el seguidismo ideológico a Moscú. Estudiar a los herejes como Mariátegui, que pensaron con cabeza propia y para la problemática específica de sus realidades nacionales. Reconocer sus alcances y límites como pensamiento crítico, sus aportes y falencias.
En fin, realizar lecturas abiertas, sin dogmas, comprendiendo que el asunto es la reinvención del patrimonio crítico del ideario socialista, democrático y libertario en su conjunto, pero en función de proyectos hegemónicos específicos, que apuntan a una agenda de reconstrucción de pueblos-naciones dislocados, fracturados y empobrecidos, tanto por el efecto de las políticas neoliberales, en el continente latinoamericano y en los países del Sur, como por la dominación histórica del imperio norteamericano sobre el planeta desde el siglo XX. Comprender que la mundialización capitalista ha generado una nueva modalidad imperial-colonial, que no estamos en el mismo contexto internacional de la Rusia de 1917 ni de Cuba en 1959.
La alternativa de salida a la hegemonía del pensamiento único neoliberal no puede ser una recaída en los códigos ideológicos del socialismo burocrático, otro pensamiento único de izquierda. Se trata de construir alternativas históricas más allá del neoliberalismo y del estalinismo como símbolo del estatismo autoritario. Superando los chantajes, los epítetos y estigmatizaciones: disidentes, reformistas, anarquistas, salta-talanqueras y pequeño-burgueses, síntomas de las inercias dele estalinismo en el procesamiento de diferencias, y de la liquidación de la diversidad revolucionaria en el propio campo del proceso por parte de pequeños grupos de decisión burocrático-despóticos.
Por tanto, hay que atreverse a desarticular la trampa estalinista, su chantaje despótico, pues no hay ni un camino único de socialismo ni un pensamiento único revolucionario. Tienen razón el PPT cuando hablan de construir el socialismo desde múltiples voces, o incluso el PCV cuando afirma su autonomía política, su aporte específico a la revolución bolivariana, junto a otras organizaciones políticas socialistas, en función de la construcción de un frente único socialista o revolucionario.
Es necesaria y conveniente la diversidad revolucionaria porque enriquece el debate, además porque manifiesta la necesidad de que la transición al socialismo no sea entubada autoritariamente, que exista auténtica democracia socialista.
Dado que Stalin es impresentable como símbolo revolucionario, se viene utilizando de modo dogmático la figura de Guevara. Sin embargo Guevara llamó al debate sin cerrazones dogmáticas, participó en debates abiertos con Mandel, con Bettelheim, con Carlos Rafael Rodríguez. Pero se nutrió de los manuales marxista-leninistas disponibles, y allí están sus referencias a ellos en diversos temas.
Guevara y Raúl Castro ya se movían en las aguas de la cultura política marxista de la época, antes que el propio Fidel, antes de abordar el Granma en 1956. Pero Guevara fue desplazándose hacia una actitud crítica y anti-dogmática en el seno de esta cultura política marxista, sin romper de fondo con las matrices ideológicas del marxismo-leninismo ortodoxo. De allí sus limitaciones a la luz de la crisis de representación teórica y de legitimación política del marxismo-leninismo ortodoxo en el seno del debate contemporáneo sobre el pensamiento crítico socialista.
Para nadie es un secreto hoy, que el debate socialista y marxista se ha hecho mucho más amplio, en algunos aspectos más fecundo, y en otros más “babélico”, producto de la complejidad de sub-ideologías que se reclaman del tronco común del marxismo. En este marco, resulta paradójica la emergencia de una tentativa de dogmatizar, de adoctrinar, de disciplinar el pensamiento socialista con una única voz, lo cual supone ignorar el clima ideológico de las izquierda(s) realmente existentes.
No hay posibilidad de pasar de contrabando ideas típicas del marxismo-leninismo más rancio, donde se sintetizan los códigos ideológicos de significación del “Socialismo Burocrático”. No hay posibilidad para pasar de contrabando un estalinismo sin Stalin, como ocurre con algunos de los sectores más conservadores del propio Partido Comunista de Cuba, vinculados a la llamada tecno-burocracia militar, policial y política.
Frente a estas iniciativas incluso reaccionarias hay que profundizar en Marx, ya que en Marx hay un pensamiento anti-estatista y anti-despótico. Un Marx contestatario, que habla de autonomía de masas, de democracia radical, de Comuna y no de forma-Estatismo, de propiedad social pero no de monopolio de la propiedad estatal, que reconocía la existencia de múltiples partidos obreros, democráticos, junto al partido comunista de su época, y no el monolitismo ideológico y organizativo de los socialismos reales.
Obviamente, ese Carlos Marx está prohibido para el pensamiento único de la izquierda despótica.
Porque también Marx es un fantasma para el estalinismo.

DESMONTAR LOS CÓDIGOS DEL "SOCIALISMO BUROCRATICO"-PARTE 1


Javier Biardeau R.
Develar sin ambigüedades los contrabandos ideológicos:
En Venezuela, se pretende meter “gato por liebre” en la construcción del nuevos horizontes para la revolución democrática y socialista. Y el “gato por liebre”, como el conocido y mal llamado “paquete chileno”, es una simple y burda estafa. En este caso, una estafa ideológica.
¿Quién puede sostener a estas alturas la defensa y necesidad de sistemas políticos unipartidistas con formatos de centralismo burocrático para la construcción del socialismo? Sólo nostálgicos de las nomenclaturas, funcionarios orgánicos de la “nueva clase”.
¿Quién puede sostener a estas alturas que la propiedad estatal de los medios de producción, es idéntica a la propuesta de Marx sobre la socialización de los medios de producción, que es equivalente a la apropiación social, a la propiedad social, común de productores libremente asociados? Solo los portavoces del Capitalismo de Estado.
¿Quién puede sostener hoy que la llamada “conciencia del deber social” es una formulación originaria del Che Guevara? Alguien que ignore olímpicamente el XXII Congreso del PCUS en el período de aparente apertura de Kruschov, que ignore los trabajos de Shishkin, y de quienes plantearon la “moral comunista” en el marxismo soviético, ya antes del trabajo de Guevara sobre el “Sistema presupuestario de financiamiento” (1964). Por ejemplo:
“Debemos desarrollar, entre el pueblo soviético, la moral comunista, en cuya base se encuentra la lealtad al comunismo y la enemistad sin compromisos hacia sus adversarios, la conciencia del deber social, la participación activa en el trabajo, el cumplimiento voluntario de las normas fundamentales de la vida humana comunal, la ayuda mutua propia de los camaradas, la honestidad y la veracidad, y la no tolerancia a los perturbadores del orden social.” (Materiales del XXII Congreso extraordinario del PCUS-1961).
Desde nuestro punto de vista, la fórmula “elevada conciencia del deber social”, pertenece al “marxismo-leninismo soviético” del siglo XX, no remite como fuente sino a formulaciones de la propia cultura ética, política y jurídica de la URSS en los años 50-60. Es una formula ética ajena a la arquitectura teórica del pensamiento crítico marxiano, sobre todo por su énfasis en sus aspectos compulsivos en la inculcación ideológica, que pierde de vista que Marx, que fue un pensador moderno, europeo, perteneciente a la tradición crítica de la ilustración del siglo XIX, elaboró su “crítica a la economía política capitalista” al servicio de un ideal de emancipación general de los individuos sociales, del género humano, y no de la “sociedad en abstracto”, para acabar con todas aquellas relaciones e las que los “individuos sociales” se encuentren humillados, avasallados, desvalidos, envilecidos y sometidos (Manuscritos Económico-Filosóficos de 1844).
No se trata de plantear entonces, una figura del colectivismo burocrático por encima del “libre desarrollo del individuo social”, ni un despotismo igualitario propio del “comunismo grosero”, crítica marxiana que está presente desde los manuscritos de 1844, pasando por la ideología alemana (1845-46), por los trabajos preparatorios del el Capital (1867), los Grundrisse (1857-58), hasta su análisis de la Comuna de París en 1871, y la crítica al programa de Gotha (1875). Este dato es relevante, ya que ni los Manuscritos económico-filosóficos, ni la Ideología Alemana ni los Grundrisse fueron trabajados por la ortodoxia bolchevique, que dio paso al llamado “marxismo-leninismo ortodoxo”, como lo denominó Bujarin.
Es decir, los líderes de la revolución rusa desconocían en gran medida aspectos fundamentales de la obra abierta y crítica de Marx, de su concepción tanto del “socialismo revolucionario” como del “comunismo”, que no eran ni fases ni etapas del proceso histórico de transición. Estas etapas o períodos de transición son inventos no marxianos.
No hay revoluciones socialistas por decretos, ni por inspiraciones divinas, ni por recetas, ni por calcos y copias. Las ideologías socialistas disponibles son producto de las circunstancias históricas específicas, del despliegue de las luchas ideológicas que se encarnan y traducen en actores, movimientos y fuerzas sociales. Sin comprender la composición de clases, grupos, etnias y sectores de las sociedades de Nuestra-América, resulta una debilidad analizar las luchas ideológicas, políticas y culturales presentes.
La heterogeneidad estructural, social y cultural define relaciones entre etnia, clase y nación, con una particularidad que las distingue de los análisis de clases de las realidades europeas del siglo XIX. Podrá simplificarse una estructura de clases específica a tres grandes sectores, a dos, a cinco, pero esto es una burda simplificación si se desconoce el proceso específico de la conformación histórica de estos grupos, sectores y clases, con sus expresiones políticas, ideológicas y culturales.
Sin analizar cómo el fenómeno del “colonialismo interno” condiciona la elaboración, apropiación y recepción de las ideologías procedentes de la Modernidad Europea en la geografía de experiencia de América Latina y el Caribe, poco se comprenderá acerca de los proyectos hegemónicos en pugna. Y esto lo decimos, porque al parecer hay una suerte de “marxismo de las Carabelas”, una plantilla que presente imponerse sobre la especificidad histórico-cultural de los pueblos del continente, trasladada desde el tronco marxista-leninista, desde los manuales de la ortodoxia soviética.
El “marxismo de calco y copia” no permite ir construyendo horizontes socialistas no dogmáticos, ni descolonizadores. Las formas de ideología dominante no solo son capitalistas, son colonial-modernas, euro-céntricas, patriarcales, desarrollistas y racistas. Hay que reconocer, entonces, variantes de la ideología socialista, que reproducen las matrices de poder del colonialismo, del eurocentrismo y del patriarcado, así como la alienación política; es decir, la separación perpetúa entre gobernantes y gobernados, cuestionada por Gramsci en sus “Elementos de Política”: los gobernantes arriba, mandando casi por “derecho natural” o “derecho divino”, los gobernados abajo, calándose la explotación política, sin ejercer el protagonismo ni la participación democrática.
La modernización refleja, trunca, dependiente, producto del proceso de “actualización histórica” descrito por el antropólogo Darcy Ribeiro, ha generado ideologías revolucionarias que reproducen las actitudes básicas de la evangelización compulsiva, de los colonizadores. Se trata de un “marxismo” y un “socialismo” de las Carabelas. En vez de gritar: “Tierra, Tierra”; gritan: “Estado, Estado”.
Han perdido de vista la matriz anti-Estatista del pensamiento emancipador marxiano, liquidando el proyecto-liberación en el altar de la burocracia política, administrativa, policial y militar, añadiendo a la explotación económica directa, una segunda explotación del pueblo, una alienación política: la Estadolatría.
De allí la importancia de no perder de vista toda la experiencia histórica del termidor estalinista, todas las dificultades de la burocratización temprana de la revolución rusa ya desde 1920, pues fueron elementos económicos, políticos, ideológicos y culturales los que intervinieron en la deformación temprana del proceso de transición en la URSS.
La debacle soviética se prefigura desde la forma del partido-único despótico, desde la liquidación de la “oposición obrera”, desde una concepción monista de la ideología revolucionaria, desde la raíz jacobina de su estilo de conducción revolucionaria.
La debacle soviética fue advertida muy tempranamente por Rosa Luxemburgo (1918). El problema estuvo en usar las “armas melladas” del imaginario jacobino para construir Socialismo. Es decir, en olvidar que la auto-emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos, de sus consejos socialistas, de sus comunas, no de un partido-aparato de funcionarios sobre-impuesto al “movimiento real que tiende a superar el orden existente”.
La debacle soviética estuvo en no construir formas de democracia socialista, refugiándose en la venerada superstición por la maquinaría despótica del Estado.
Fue históricamente falso que el proceso revolucionario bolchevique era aceptado por todos. Allí está la historia de desacuerdos con Lenin, allí esta Luxemburgo, la oposición obrera, la izquierda Consejista holandesa, el Austro-marxismo, el POUM español, y en gran medida muchísimas críticas a Stalin, por parte de Trotsky.
La deformación burocrática-autoritaria de la Revolución Rusa viene desde la cuna, no es un mal de adolescencia, y se llama despotismo ideológico, político y económico, fue el “Socialismo de Estado”.
Si se quiere ir a la raíz del problema, encuéntresela en una incomprensión radical del planteamiento revolucionario de Carlos Marx, y no solo en circunstancias objetivas aducidas como pretextos para colocarle vendas en los ojos al pueblo. Desde el imaginario jacobino-blanquista no se construirá revolución socialista alguna:
“Hasta ahora, todos los movimientos sociales habían sido movimientos desatados por una minoría o en interés de una minoría. El movimiento proletario es el movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa. El proletariado, la capa más baja y oprimida de la sociedad actual, no puede levantarse, incorporarse, sin hacer saltar, hecho añicos desde los cimientos hasta el remate, todo ese edificio que forma la sociedad oficial.” (Manifiesto Comunista-1848)
Si de verdad no se quieren repetir los errores, entonces comience por desaprender todos los dogmas de la ortodoxia soviética. No hay garantía alguna de éxito, pero es un comienzo indispensable.
Para decirlo con Robinsón: ¡O inventamos o erramos!

viernes, 25 de septiembre de 2009

DEBATIR TRANSICIONES HACIA NUEVOS SOCIALISMOS



Javier Biardeau R.
Las corrientes que son favorables a una revolución democrática y socialista en Venezuela comienzan a debatir internamente, no sin mostrar los bloqueos e inercias derivados de las supersticiones ideológicas de la izquierda despótica del siglo XX.
Las “transiciones al socialismo” requieren no solo de consignas, sino de auténtico estudio histórico, de sensibilidad y reflexión crítica, sobre todo si consideramos las condiciones de los países periféricos, sus graves desequilibrios y heterogeneidades estructurales, producto de sistemas económicos altamente vulnerables y dependientes de los vaivenes en los precios de materias primas, de las corrientes financieras, comerciales o de inversión cada vez más internacionalizadas.
Las transiciones al socialismo en las condiciones de la periferia no se asemejan en nada a las previsiones marxianas, y no pueden ser objeto para decisiones e ideas temerarias hacia “modelos de socialismo”, que terminan siendo “calcos y copias” de las experiencias del socialismo burocrático.
No es lo mismo audacia que temeridad. Desde una agenda que repita bajo el esquema de propaganda analizado por Tchakhotine (“La violación de las multitudes”), un consignismo propio de las escuelas de agitación y propaganda estalinista, no hay futuro alguno para la reinvención socialista; y lo menos malo en estas circunstancias, es cualificar un “programa mínimo de conquistas sociales” propio de un avanzado “Estado Democrático y Social”, análogo a los países con “alto desarrollo humano”.
Otro camino, sería facilitar lo peor, hacer realidad las distopias del imaginario orwelliano, mejor retratada por la novela “Nosotros” de Yevgeni Zamiatin. Los tiempos de la transición son tiempos de aprendizaje, maduración y de construcción de viabilidades. No hay necesidad de indigestiones doctrinarias, ni de sacar esta o aquella receta de baúles enmohecidos.
Hay que aligerar la carga de los sectarismos, para enfrentar los retos civilizatorios del siglo XXI: la cuestión ecológica, puesta en evidencia en los recientes informes internacionales sobre el desarrollo, advertida por comunidades intelectuales de pensamiento crítico y movimientos sociales desde décadas atrás; la cuestión del desarrollo a escala humana, pues no hay alternativa post-capitalista sin “desarrollo humano sostenible”, superando la exclusión, la terrible desigualdad, la miseria y privaciones que restringen capacidades y opciones de vida para millones de “condenados de la tierra”; la cuestión democrática como asunto de participación y empoderamiento popular, sin la cuál la democracia termina siendo un “teatro de sombras” manejado por “elites de poder”; la cuestión intercultural para el diálogo de civilizaciones, culturas y naciones; y la cuestión socioeconómica, por modelos de economía social y humana, dejando atrás falsos dilemas entre planificación centralizada y mercado, entre monopolio estatal o supremacía de las corporaciones privadas de los recursos productivos, entre la falacia desarrollista, su imaginario de opulencia, y quienes son aprendices del Ministerio orwelliano de la Abundancia (Minindacia), encargado de que la gente viva en escasez, al borde de la subsistencia, presionados por la clientelización de sus necesidades fundamentales.
El asunto de la transición no remite a debates estériles entre sectarismos trotskistas, estalinistas, leninistas, maoístas, guevaristas, y demás variantes derivadas de la revolución teórica marxiana. El asunto es la reinvención del patrimonio crítico del ideario socialista, democrático y libertario en su conjunto. Para provocar no solo un movimiento de “aceleración evolutiva” en los términos de Darcy Ribeiro, sino un salto civilizatorio frente a la barbarie, que se ha instalado imperceptiblemente y a cámara lenta desde tiempo atrás.
El balance de inventario sugiere la necesidad de la articulación de “capacidades políticas, científicas, técnicas y humanísticas”, del acuerdo de actores, movimientos y fuerzas sociales mostrando disposición al aprendizaje, a la creación, a la crítica. La existencia de premisas políticas e institucionales para abordar el debate socialista es solo un diminuto eslabón de esfuerzos más amplios, para ampliar los espacios de libertad, de cara a principios y valores irrenunciables presentes en la Constitución de 1999.
El eslabón clave de este proceso no es el adoctrinamiento difusionista, ni el monopolio estatal de medios de producción, ni la degradación de la esfera pública y del espacio político a simple politiquería de ventajas tácticas y cortoplacismo. Las ideas para una democracia socialista son eslabones claves de la transición. No es lo mismo un proceso popular constituyente, participativo y protagónico, que la “acción de gobierno”, pues los limites del aparato administrativo (incluso funcionando como una aceitada burocracia weberiana) no pueden sustituir jamás la construcción de una voluntad colectiva nacional-popular para el cambio.
Sin la superación del imaginario del colectivismo burocrático, despótico, oligárquico, retratada en el 1984 de Orwell, o en el originario “Nosotros” de Yevgueni Zamiatin, cualquier transición socialista no deja de ser una simple impostura.

martes, 8 de septiembre de 2009

ATILIO BORON: SOCIALISMO SIGLO XXI. LA PROPIEDAD SOCIAL MÁS ALLÁ DEL CAPITAL

Javier Biardeau R.
La convocatoria a construir el socialismo del siglo XXI, ha replanteado los debates sobre caminos, tiempos y alianzas para forjar una sociedad no capitalista. Esta discusión se reactualiza cuando la mayor parte del progresismo se define como post-capitalista o post-neoliberal, pero omite cualquier referencia explícita, así sea tangencial, a “modelos de socialismo” como alternativas históricas a la civilización del Capital.
El poder mediático ha logrado desacreditar cualquier imagen positiva de este proyecto estratégico, mientras las fuerzas populares buscan un norte para avanzar en las luchas sociales contra-hegemónicas. Inclusive, los sectores intelectuales de izquierda, que en apariencia cuestionan radicalmente al mismo poder mediático, ven alineadas sus actitudes con las matrices dominantes de opinión, al censurar sutilmente cualquier referencia al socialismo por considerar que existen equivalencias automáticas entre el significante socialismo y las experiencias despóticas del colectivismo oligárquico.
En gran medida, existe una responsabilidad silenciada de muchos intelectuales, en aceptar las equivalencias y significaciones dominantes de la nominación "socialista" con los procesos históricos de transición post-capitalistas que se alejaron en cuestiones esenciales de los ejes de cualquier proyecto socialista, evaluados a la luz de las fuentes teoóricas clásicas, y frente a las expectativas, aspiraciones y necesidades radicales de socialización y democratización de las matrices del poder social. Lucha contra la explotación del trabajo, contra la coerción política, contra la hegemonía ideológica, contra las desigualdades, injusticia, exclusión y marginación social, contra la negación cultural, son algunos de los ejes de la lucha contrahegemónica en la construcción del imaginario crítico socialista
1.- ¿SOCIALISMO DEL SIGLO XXI?
Sobre la nominación de "socialismo del siglo XXI" existe una polémica que puede llevar a genealogías históricas que resultan de interés para despejar el asunto de las diversas "autorías", y las determinaciones de los campos intelectuales y políticos.
Puede atribuírsele a Alexander V. Buzgalin en el texto El futuro del socialismo, uno de los aportes sobre los valores de la democracia y del socialismo, que buscan vías de renovación de la teoría comunista y socialista." (Buzgalin, 2000, 7). Resalta de Buzgalin la centralidad de la democracia de bases y la autoconciencia crítica de que las severas restricciones de democracia, llevaron al traste la experiencia de transición postcapitalista en el campo soviético.
El futuro del socialismo de Alexander V. Buzgalin es del año 1996, lo cual coincide temporalmente con los trabajos del científico social mexicano-alemán Heinz Dieterich. Alexander V. Buzgalin ha expresado que:
“El socialismo, a fines del siglo XX, perdió con el capitalismo incluso en el terreno de la teoría. Sin jugar hasta el final este "partido"; sin dar una explicación - suya - más precisa, más perspectiva, de las leyes del actual mundo global que las elaboradas por el liberalismo burgués y por el post-modernismo; sin repensar dialécticamente (de manera positiva, que conserve lo positivo) y criticando al Marxismo, sin crear una teoría del socialismo del siglo XXI, marcharemos como a ciegas, por el método de pruebas y errores y … perderemos”(Buzgalin, 2000, 5)
Por otra parte, Heinz Dieterich planteó hace ya algunos años que, por las mismas características de la génesis de la Revolución Bolivariana, no existe una "vanguardia colectiva" ni "cuadros medios" adecuados en Venezuela que pudieran ayudar a la población en el debate de estos conceptos.
Ambos autores perciben una debilidad de la tradición socialista, si ésta no entra en un franco proceso de rectificación/reinvención adecuada a las exigencias del nuevo momento histórico. Dieterich plantea que sus ideas se derivan de discusiones en la Escuela de Bremen (RFA), al igual que la obra de la Escuela de Escocia, vinculado al Partido Socialista de los trabajadores. Así mismo, en Dieterich, existe un fuerte énfasis en la postulación del "carácter científico" de su propuesta, justificando una nueva versión del "socialismo científico", desde los supuestos y premisas, del enfoque de los sistemas dinámicos complejos y la cibernética aplicada a los procesos de control y manejo de la información (Dieterich, 2002, 33-36).
En este punto, es necesario reconocer los aportes de la llamada escuela económica de Edimburgo y su texto "El Nuevo Socialismo" de W. Paul Cockshott y Allin Cottrell (1993), donde se debaten las tensiones entre planificación y mercado; así como los límites de la propuesta de la democracia social de bienestar en el marco del capitalismo.
Tanto Dieterich, Buzgalin como W. Paul Cockshott y Allin Cottrell (1993) parten del reconocimiento de fallas conceptuales y estratégicas decisivas en la tradición socialista revolucionaria para proponer una alternativa deseable, posible y factible para el siglo XXI.
Desde las referencias teóricas del maestro Lukacs, István Meszaros en su texto Más allá del Capital. Hacia una teoría de la transición (1995; 2001) prefigura un monumental esfuerzo, riguroso y consistente, para indagar las condiciones de una transición que desafíe lo que ha denominado el "orden de la reproducción metabólica social del capital". Para Meszaros, la conjunción del "brazo industrial" y del "brazo político" implica la reconstitución de la unidad entre una "izquierda social": clases dominadas y una izquierda política: partidos revolucionarios, reconociendo el pluralismo de los constituyentes colectivos, la unidad de acción y la afinidad de principios socialistas, planteando la centralidad del eje del trabajo en cualquier propuesta de transición viable.
Así mismo, existen tres referencias teóricas complementarias para abordar la discusión del nuevo socialismo para el siglo XXI. En primer lugar, los trabajos de Toni Negri alrededor del concepto de poder constituyente y multitud. En segundo lugar, la reestructuración de la estrategia socialista a partir de la idea-fuerza de "radicalización de la democracia", junto a la centralidad de las luchas hegemónicas de Ernesto Laclau, la crítica a la "democracia liberal" como fetichismo democrático, de Chantal Mouffe; los trabajos de James O´Connor, Göran Theborn, Perry Anderson y de Nicos Poulantzas en su trabajo: Estado, Poder y Socialismo; y finalmente, el trabajo póstumo de Ralph Miliband: “Socialismo para una época de escépticos”.
Un proceso de transición post-capitalista se defina por: a) una democratización que vaya más allá de lo que puede ofrecer la democracia capitalista; b) una atenuación radical de las inmensas desigualdades de todo tipo que forman parte de la democracia capitalista, lo cual implica una justicia social e igualdad sustantiva; c) la socialización de una parte predominante de los medios de actividad económica (Miliband, 1997, 7).
Antes del año 2004 en Venezuela, las orientaciones fundamentales de la "Revolución Bolivariana" se ubican, reconociendo el papel de los discursos de Chávez y los contenidos del debate constituyente en 1999, en la Agenda Alternativa Bolivariana y en el documento-base de lo que posteriormente fecundará los lineamientos estratégicos del plan 2001-2007: "Una Revolución Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela".
Desde 1998 hasta la coyuntura crítica del año 2003, la visión del proyecto estratégico-nacional seguía articulada, en el plano de las transformaciones económico-sociales, a una suerte de "Tercera Vía" socialdemócrata renovada, mezclada con una interpretación del "desarrollo desde dentro" afina los trabajos del grupo de Osvaldo Sunkel, del neo-estructuralismo Cepalino adecuada a las particularidades de la sociedad venezolana.
Luego de la coyuntura del golpe de estado del 11 de abril, y a partir del referendo revocatorio, se aceleró la busqueda de nuevas referencias y políticas. Con la discusión del Taller de Alto Nivel-Nuevo Mapa Estratégico, realizada el 12 y 13 de noviembre de 2004 en Caracas, se establecieron los diez objetivos de la "Nueva Etapa", y aparece una clara orientación de socialización del poder social como proyecto estratégico nacional.
En el Nuevo Mapa Estratégico, se prefiguraron cambios significativos en relación con las alternativas de profundización y radicalización de la Revolución Democrática y Social. Tardarán sólo dos meses para que en el contexto del acto de instalación de la IV Cumbre de la Deuda Social, el 25 de febrero del año 2005, Chávez llame a inventar el socialismo del siglo XXI.
Tras seis años de gobierno, Chávez definió explícitamente su proyecto político como "socialista". En el mismo acto, Chávez afirmó que: “Aquí en Venezuela estamos haciendo el esfuerzo por construir un modelo alternativo al capitalista, pero con el pueblo al frente, reiterando sus críticas a las condiciones injustas que se imponen a los países pobres para el pago de sus deudas externas, y cuestionando los tratados de libre comercio, que consideró una forma de neocolonialismo”.
Puede observarse que no existen criterios únicos entre los discursos políticos de Chávez, y que existe apertura a los diversos planteamientos teórico-críticos sobre el "socialismo del siglo XXI". Al parecer, el carácter experiemental, de "work in process" del pensamiento revolucionario de Chávez, está asociado a la fluidez del proceso de transformaciones, identificándose algunos principios político-normativos generales, cuya aplicación y despliegue en las políticas gubernamentales depende de las circunstancias concretas.
Las formaciones de discurso sobre el "socialismo del siglo XX" emergen y se articulan a divresas procedencias cuyas condiciones históricas de enunciación particulares desbordan cualquier hipótesis sobre un "genio creador". No hay un único nodo intelectual de referencia par el socialismo del siglo XXI.
Sobre Heinz Dieterich, es posible rastrear en sus textos anteriores: El fin del capitalismo global: el nuevo proyecto histórico (2000), La cuarta vía al poder (2000) y Bases del nuevo socialismo (2001), los indicios de un nuevo horizonte de interpretación y relanzamiento de proyecto socialista, cuyo eje es la fijación como idea-fuerza de los movimientos alternativos frente al (des)orden neoliberal: la democracia participativa o la democracia de base. Su concepto central es la idea de un Nuevo Proyecto Histórico (N.P.H.) para América Latina y el Caribe como Bloque Regional de Poder (B.R.P) Para Dieterich, al que hay que reconocerle su capacidad de innovación a pesar de cualquier desacuerdo o desencuentro, los términos Democracia Participativa, Nuevo Socialismo y Nuevo Proyecto Histórico son sinónimos.
No dejan de ser significativos los esfuerzos de la intelectual chilena Martha Harnecker, sobre todo su texto “La izquierda en el umbral del siglo XXI” (1999), así como los trabajos de Isabel Rauber: América Latina. Poder y socialismo en el siglo XXI (2006) y Michel Lebowitz: Construyámoslo ahora. El socialismo para el siglo XXI (2006), donde es posible identificar problemáticas muy similares a las anteriores.
Temas como la evaluación histórica de las debilidades, fallas, ausencias, errores y deformaciones del "Socialismo Realmente Existente" (Bahro, 1979), y sobre la renovación de los planteamientos de la izquierda histórica que vaya "más allá del capital" en el contexto de la globalización neoliberal. Así mismo, hay contribuciones en el intelectual Tomas Moulian en su texto El socialismo del siglo XXI. La Quinta Vía (2000), sedimentada a partir de su militancia en el Partido Comunista Chileno y su vinculación política con Gladys Marín, ex candidata presidencial del PC chileno.
También hay un conjunto intelectuales de la talla de Viviane Forrester, Ignacio Ramonet, Noam Chomsky, Michel Albert, Michel Lebowitz, István Mészáros, Francois Houtard, Samir Amin, Juan Carlos Monedero y Michel Löwy, entre otros, que han venido contribuyendo al debate en curso; así como activistas y militantes de la corriente que anima la "International Marxist Tendency" de Alan Woods.
Hay multiples contribuciones para el debate, como las de Toni Negri, Ernesto Laclau, Boaventura de Sousa Santos y el filósofo Gianni Vattimo, que con su texto Ecce Comu ha articulado el discurso posmodernismo a la tradición comunista y católica libertaria. Surgen nuevos tópicos con la crítica a la Modernidad occidental, o Modernidad-colonialidad en el grupo des-colonial donde partipan entre otros Anibal Quijano, Walter Mignolo, Enrique Dussel y Edgardo Lander. También comienza ha aparecer referencias al Eco-socialismo, desde las ideas seminales de Michel Löwy, desde el paradigma estético y ecosófico del grupo que gira alrededor de la obra de Feliz Guattari, y desde quienes hablan de "Des-crecimiento" como Rigoberto Lanz.
Junto a todo este compleja red de nodos intelectuales, se encuentran diversos activistas, movimientos sociales y partidos políticos del Foro Social Mundial y del llamado Foro de Sao Paulo, el Movimiento Sin Tierra, los diferentes foros del Tercer Mundo, y la red de movimientos alter-mundistas, donde es posible encontrar lecturas abiertas del marxismo, estudios postcoloniales, pensamientos críticos latinoamericanos, asiáticos y africanos, posmodernismos libertarios, así como el importante aporte de las filosofías de la liberación (Dussel, 2006).
No existe un único autor de referencia exclusivo para el debate sobre el "Nuevo Socialismo del siglo XXI", sino que existe un ambiente donde convergen diferentes iniciativas intelectuales, sociales y políticas que pretenden cuestionar la hegemonía de la globalización imperial-neoliberal a escala mundial, y que han definido en su agenda temática la tarea de indicar vías deseables, posibles y factibles de transición hacia un "Nuevo Socialismo" que se define como una opción para rebasar históricamente el modo de vida de la civilización capitalista para el siglo XXI.
Entre las referencias latinoamericanas más importantes, directamente animadas a contribuir al éxito de nuevos referentes socialistas revolucionarios se encuentran: Claudio Katz, Atilo Boron, Néstor Kohan y Fernando Martínez Heredia, articulados a una relectura heterodoxa y critica de la filosofía de la praxis; es decir, del pensamiento marxiano.
Lo interesante de todas estas contribuciones para el futuro del socialismo en América Latina y el Caribe es la ebullición de las ideas, más allá de los estrechos moldes doctrinarios que dominaron la escena ideológica de las fuerzas políticas de izquierda por muchos años. Gradualmente se ira sedimentado todo un debate entre intelectuales críticos en el seno de los movimientos populares y sociales, con las fuerzas políticas y gobiernos, para ir construyendo las mediaciones institucionales, técnicas y políticas que permitan formular y ejecutar políticas públicas de contenido socialista. Pero lo mas significativo es que el debate ha comenzado, que hay una rica agenda teórica y política en puertas.
2.-SOBRE ATILIO BORON: PROPIEDAD SOCIAL Y SOCIALISMO SIGLO XXI:
En este ultimo aspecto otorgamos significación a las ideas de Atilio Boron en su nuevo texto “Socialismo siglo XXI ¿Hay vida después del neoliberalismo?”. Una contribución de altísimo valor intelectual y político para la nueva coyuntura. Sobre todo para considerar las ideas acerca de los cambios en los regímenes de propiedad y sobre la democracia en las transiciones al socialismo.
Plantea Boron, por ejemplo: “(…) La propuesta de avanzar en la construcción del socialismo del siglo XXI es una invitación que no debe ser desechada. Claro está que, en el terreno económico, se trata de un socialismo superador de la anacrónica antinomia “planificación centralizada o mercado incontrolado” y que, en cambio, abre espacios para la imaginación creadora de los pueblos en la búsqueda de nuevos dispositivos de control popular de los procesos económicos, dotados de la flexibilidad suficiente para responder con rapidez al torrente de innovaciones que día a día modifica la fisonomía del capitalismo contemporáneo.”
Dice Boron: “Un socialismo que potencie la descentralización y la autonomía de las empresas y unidades productivas y, al mismo tiempo, haga posible la efectiva coordinación de las grandes orientaciones de la política económica. Un socialismo que promueva diversas formas de propiedad social, desde empresas cooperativas hasta empresas estatales y asociaciones de estas con capitales privados, pasando por una amplia gama de formas intermedias en las que trabajadores, consumidores y técnicos estatales se combinen de diversa forma para engendrar nuevas relaciones de propiedad sujetas al control popular.”
Todo esto lo dice con conocimiento histórico de causa: “Uno de los problemas más serios que tuvo la experiencia soviética, y todas las que en ella se inspiraron, fue el de confundir propiedad pública con propiedad estatal. Uno de los desafíos más grandes del socialismo del siglo XXI será demostrar que existen formas alternativas de control público de la economía distintas a las del pasado. Pero es preciso tener en claro que, tal como lo dijera en su tiempo Rosa Luxemburgo, el futuro, especialmente para los sobrevivientes del holocausto social del neoliberalismo, es el socialismo o, en caso de que no logremos construirlo, lo que resta es ser testigos de la perpetuación y agravamiento de esta barbarie que pone en peligro la sobrevivencia misma de la especie humana. Estamos ante una situación crítica en la cual, como dijera Simón Rodríguez, “o inventamos o erramos”.
Plantea Boron: "No hay modelos por imitar. El neoliberalismo impuso el “pensamiento único” sintetizado en la fórmula del Consenso de Washington. Pero hay otro “pensamiento único”: el de una izquierda detenida en el tiempo y que carece de la audacia para repensar y concretar la construcción del socialismo rompiendo los moldes tradicionales derivados de la experiencia soviética. ¿Por qué no pensar en un ordenamiento económico más flexible y diferenciado, en el que la propiedad estatal de los recursos estratégicos y los principales medios de producción –cuestión esta no negociable– conviva con otras formas de propiedad pública no estatal, o con empresas mixtas en las que algunos sectores del capital privado se asocien con corporaciones públicas o estatales, o con firmas controladas por sus trabajadores en asociación con los consumidores, o con cooperativas o formas de “propiedad social” de diverso tipo –como las que se están impulsando en la Venezuela bolivariana– pero ajenas a la lógica de la acumulación capitalista?”
Reconoce Boron que no se trata de un experimento sencillo. Que está sujeto a múltiples contradicciones, pero “¿quién dijo que la construcción del socialismo sería, como en su momento lo observara Lenin, algo tan simple como bajarse de un pulcro tren alemán cuando un no menos atildado conductor del convoy anunciase: “¡Estación de la revolución socialista. Todos abajo!”.
Para Boron, estas ideas sobre la propiedad social dependen de un Estado políticamente fuerte, dotado de una gran legitimidad popular y muy bien organizado. Concebir el socialismo como un dogma inalterable no sólo en el plano de los principios, lo que está bien, sino también en el de los proyectos históricos, lo que está mal– salta a la vista, porque "significaría la consagración de un suicida inmovilismo, la negación de la capacidad de autocorrección de los errores y una renuncia al aprendizaje colectivo, condiciones estas imprescindibles para el permanente perfeccionamiento del socialismo."
Boron cita acertamente a Marx y Engels en La ideología alemana, texto que por cierto, no había sido analizado por los ortodoxos bolcheviques: “(...)para nosotros el comunismo no es un estado de cosas que debe implantarse con arreglo a unas premisas imaginadas, o un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual” (Marx y Engels, 1968: 54).
"Ideas sociales en movimiento", diría Simón Rodriguez.
En otro pasaje de ese mismo libro, y utilizando la guia de Mar, afirma que “la revolución social del siglo XXI no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. La revolución del siglo XXI debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido” (Marx, 1973).
Refiriéndose a Cuba y el devenir de su proceso de transición al Socialismo, dice Boron: En la actualidad, la legitimidad de la Revolución descansa sobre dos pilares: el liderazgo de Fidel, como heredero indiscutible del legado martiano, y los logros obtenidos especialmente en los campos de la salud y la educación. Pero ninguno de estos dos pilares es eterno y, como afirmara el propio Fidel, una revolución como esta, que ha probado ser imbatible desde afuera al resistir medio siglo de agresión imperialista, podría llegar a sucumbir producto de sus propios errores; o a suicidarse si no tiene la audacia necesaria para encarar los cambios que se requieren para garantizar su supervivencia y la consolidación del socialismo.
Boron cita un interesante texto de Fernando Martínez Heredia, "El corrimiento hacia el rojo", el cual permite penetrar en el análisis de los problemas más urgentes y graves de la Cuba actual (Martínez Heredia, 2001).
Como para profundizar el debate, alejándose de estériles descalificaciones que no contribuyen a pensar en profundidad los retos del socialismo para el siglo XXI. El debate ha comenzado, y hay que estar atentos a nuevos aprendizajes para la construcción del nuevo socialismo.
Para seguir leyendo, analizando y discutiendo en colectivo:
1. Amin, Samir (2004): Más allá del capitalismo senil. Buenos Aires, Editorial Paidós.
2. Arrigí Giovanni, Terence Hopkins e Inmanuel Wallerstein (1999): Movimientos anti-sistémicos. Madrid, Editorial AKAL.
3. Bahro, Rudolf (1977):. La alternativa. Contribución a la crítica del socialismo realmente existente, Madrid, Alianza Editorial.
4. Boron, Atilio: Socialismo Siglo XXI ¿Hay vida después del neoliberalismo?
5. Buzgalin, Alexander V. (2000): El Futuro del Socialismo. Disponible en http://www.rebelion.org/libros/elfuturodelsocialismo.pdf
6. Cerroni, Humberto (1979). Problemas de la transición al Socialismo, Barcelona, Editorial Crítica.
7. Cockshott, Paul W. y Cottrell, Allin. (1993). Hacia un NUEVO SOCIALISMO. Disponible en : http://www.puk.de/download/New_Socialism.pdf
8. Dieterich, Heinz (2002): El Socialismo Del Siglo XXI, disponible en: http://www.puk.de/download/elsocialismo.pdf
9. Dieterich, Heinz (2003): "Tres criterios Para definir una economía socialista", Utopía y Praxis Latinoamericana. Año 8, No. 20 (2003), pp. 117-132. Disponible en: http://www.serbi.luz.edu.ve/pdf/upl/v8n20/art_08.pdf
10. Dussel, Enrique (2006): Veinte Tesis de política,. México, Siglo XXI.
11. Harnecker, Marta. (1999): Haciendo posible lo imposible: La izquierda en el umbral del siglo XXI. Disponible en: http://168.96.200.17/ar/libros/martah/posible.rtf
12. Harnecker, Marta. (2004): Venezuela: Una revolución sui generis. Ponencia para el Seminario de LAC (Foro Social MUNDIAL III) Disponible en: http://168.96.200.17/ar/libros/martah/suigen.doc
13. Katz, Claudio 2004a El porvenir del socialismo (Buenos Aires: Herramienta).
14. Katz, Claudio 2006 “Socialismo o neo-desarrollismo” en 28 de noviembre.
15. Kohan, Néstor 2002 Marx en su Tercer Mundo. Hacia un socialismo no colonizado (Buenos Aires: Biblos).
16. Laclau Ernesto y Chantal Mouffe (1987): Hegemonía y estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia, Madrid, Siglo XXI.
17. Lebowitz, Michael. (2006, a): A Reinventar El Socialismo. Disponible en: http://www.gritodosexcluidos.com.br/documentos/15_reinventar_el_socialismo.pdf
18. Lebowitz, Michael (2006, b). El Socialismo del siglo XXI: ¿Qué es el Socialismo? Congreso Bolivariano de los Pueblos. Disponible en:http://www.ts.ucr.ac.cr/binarios/reconcep/reconc-00105.zip
19. Mariátegui, José Carlos. Ideología y Política.
20. Martínez Heredia, Fernando 2001 El corrimiento hacia el rojo (La Habana: Letras Cubanas).
21. Meszaros, István (1995): Beyond Capital: Towards a Theory of Transition. Nueva York: Monthly Review Press. En español (2001). Más allá del Capital: hacia una teoría de la transición. Valencia: Vadell-Hermanos.
22. Meszaros, István (2005): Socialismo o Barbarie. La alternativa al orden social del capital. Ediciones de la Presidencia de la república Bolivariana de Venezuela, Pasado y Presente XXI. Ediciones Emancipación-Congreso Bolivariano de los pueblos. México.
23. Miliband, Ralph (1997): Socialismo para una época de escépticos. México: siglo XXI.
24. Monedero, Juan Carlos 2005 “Socialismo del siglo xxi: modelo para armar y desarmar” en Red Voltaire. En http://www.voltairenet.org/ 16 de septiembre.
25. Moulian, Tomas (2000): Socialismo del siglo XXI. La Quinta Vía. Santiago: LOM.
26. Negri Antoni (1994): El Poder constituyente. Ensayo sobre las alternativas de la modernidad. Libertarias/Produfi.
27. Negri Antoni y Michael Hardt (2007): Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio. Caracas, Editorial Melvin C.A.
28. Poulantzas, Nicos (1979) estado, poder y socialismo. Siglo XXI. Madrid.
29. Rauber, Isabel (2006). Poder y Socialismo en el siglo XXI. Caracas. Vadell hermanos Editores. Caracas.
30. Rodríguez Garavito, Cesar, Barret, Patrick y Daniel Chávez (2005) La nueva izquierda en AméricaLatina. Sus orígenes y trayectoria futura. Editorial Norma. Bogota.
31. Schaff, Adam (1983). El comunismo en la encrucijada. Barcelona: Crítica Grijalbo
32. (1996) Agenda Alternativa Bolivariana. Una propuesta patriótica para salir del laberinto.
33. (1998) Una Revolución Democrática. La propuesta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela
34. (2004) Taller de Alto Nivel-Nuevo Mapa Estratégico realizada el 12 y 13 de Noviembre de 2004 en Caracas.
35. (2007) Hugo Chávez. El Discurso de la Unidad. Ediciones Socialismo del siglo XXI.
36. (2007) Poder Popular: Alma de la democracia revolucionaria. Juramentación del Consejo Presidencial para la Reforma Constitucional y del Consejo Presidencial del Poder Comunal.
37. (2007) Primer Proyecto Nacional Simón Bolívar.

¿SOCIALISMO-SIGLO XXI?: EL DEBATE COMIENZA A TOMAR FORMA

Javier Biardeau R.

Ya las aproximaciones preliminares, descriptivas y esquemáticas sobre la transición hacia el "Socialismo del siglo XXI", comienzan a tomar forma. Diversos posicionamientos comienzan a plantear observaciones, acuerdos y desacuerdos, ideas e incertidumbres, con sus puntos fuertes y débiles. Viejas certezas lucen derruidas, nuevas cajas de herramientas son apenas esbozos, no hay recetas, guiones ni manuales, se activa una matriz generativa de ideas desde multiples nodos intelectuales y políticos.

Es muy positivo el debate, asumido como polémica dialógica en el campo nacional-popular en América Latina y el Caribe, tan cargado de una variopinta muestra de recepciones político-culturales del ideario socialista, y en particular de las ideas marxianas y sus diversas codificaciones. Pero el asunto va por los lados del pluriverso socialista descolonizador, un campo mucho mas vasto de proyecciones.

Un debate que traspasa muros intelectuales, que coje calle, que se hace rumor y género de discurso-otro, que toma por asalto espacios mediaticos vedados, que se disemina entre las propias fuerzas armadas. Los factores de poder reconocen al nuevo fantasma, tratan de controlar sus perfiles con diversas estrategias. El Imperio activa la alarma, y despliega sus conocidas tacticas de contención. El socialismo del siglo XXI aparece como un nuevo fantasma que recorre el mundo. Oliver Stone difunde otra narrativa audiovisual, la oligarquia luce preocupada.

Desde el pensamiento comunero nuestro-americano articulado al ethos de las comunidades indígenas, cimarronas, incluyendo la inculturación del cristianismo liberador que incluye la seminal postura de indignación del Bartolomé las Casas ante la bestial conquista y colonización, empujando siempre el espiritu de la teología de la liberación, pasando por el utopismo socialista del siglo XIX, asimilando las primeras recepciones del anarquismo, el socialismo liberal y el marxismo de la II internacional, hasta llegar al debate que fecunda las corrientes radicales de la Revolución mexicana, hay un claro proceso de diálogo polémico sobre la posibilidad de las utopías concretas como corrientes históricas de nuestra América.

El impacto de la Revolución Rusa sobre el mundo, y específicamente sobre América Latina, con la bolchevización creciente de los sectores de izquierda radical, unos mas ortodoxos, otros mas heterodoxos, ilustrado en los pensamientos de Ponce, Recabarren y el joven Mella, así como en la construcción autónoma del lenguaje del “marxismo latinoamericano” (batiéndose en la encrucijada entre el Europeísmo y los populismos reformistas como el APRA) en la obra de José Carlos Mariátegui, significaron un cuadro de tendencias, los actores fuerzas y movimientos del tránsito en medio de la primera crisis de 1930.

Ya ahondadas las diferencias entre la II internacional y la III internacional, en medio de la terrible "primera guerra mundial", las proyecciones de este debate tendrán poderosos condicionamientos sobre el campo nacional-popular latinoamericano y caribeño, cuyas matrices político-culturales siguen atravesadas por las contradicciones de la dialéctica entre civilizaciones, culturas, naciones y clases sociales. La Guerra, la Revolución Rusa, el ascenso del fascismo, la consolidación del estalinismo y el estallido de la "segunda guerra mundial", conforman un cuadro de grandes dificultades para seguir la senda abierta por el marxismo heterodoxo, crítico y revolucionario de Mariátegui. Predomina la burda conversión de los partidos comunistas a apendices subordinados a las exigencias de la URSS estalinista.

En Venezuela, las disputas por la construcción de un “partido único de izquierdas” expresan la compleja dialéctica entre corrientes culturales y tendencias ideológicas para darle forma a un Proyecto Nacional que responsa a exigencias de democracia, soberanía y justicia social, en las cuales la conformación del PDN y del PRP son solo pequeñas muestras de lo que serán a la postre los partidos históricos del país: PCV, AD, URD y COPEI, para dar luego paso a tantas recomposiciones y divisiones de la izquierda política, que han marcado no solo herramientas teóricas o conceptuales, sino afectos y pasiones, encuentros y desencuentros, simpatias y antipatias.

No puede olvidarse el impacto que juega desde 1924 la reorganización de la estructura de mando en la URSS, el exilio y posterior asesinato de Trotsky, las disputas internas en el seno del PCUS hasta llegar a la hegemonía estalinista, tan cara a los movimientos populares de América Latina y el Caribe. El debate sobre el socialismo del siglo XX estuvo marcado hasta la entrada en escena de la Revolución china por los alineamientos y distanciamientos con los grandes debates del socialismo en el continente europeo entre 1920 y 1935.

La lucha entre la hegemonía estalinista y el emergente maoísmo tuvo sus expresiones en partidos comunistas latinoamericanos, cuya eclosión coincide con los antecedentes inmediatos de la Revolución Cubana, los sucesos de Yugoslavia, Hungria, y luego de la muete de Stalin, las políticas del XX congreso del PCUS en 1960. En América Latina y el Caribe, la hegemonía estalinista significó la diseminación teórica de la dogmatica del marxismo-leninismo en las versiones ya constituidas por Bujarin, Stalin y los funcionarios de la lucha contra cualquier marxismo heterodoxo, crítico y revolucionario (como Lukacs, Korsch, Luxemburgo, y posteriormente Gramsci), en la pluma de Deborin y tantos otros, así como la persecución de cualquier síntoma de trotskysmo.

Es la Revolución cubana, con la eclosión del movimiento nacional-popular antiimperialista del 26 de Julio quien crea un clima propicio para que diversas corrientes revolucionarias se articulen bajo nuevos parámetros de unidad, conservado sus perfiles diferenciados. Ya no es tiempo de los frentes populares, sino de las coordinadoras revolucionarias de masas, de la proyección del castrismo y del guevarismo, del mensaje a la Tricontinental de la incorporación del cura Camilo Torres a la lucha armada.

En Chile se ensaya las más inédita transición pacífica, electoral y democrática al socialismo bajo el liderazgo de Allende y, con la experiencia de gobierno de la UP, que será ahogada en sangre por el imperialismo y sus lacayos oligárquicos, siguiendo los pasos que desde 1964 inauguraron las Dictaduras de Seguridad Nacional en América Latina.

Sin embargo, en el trasfondo de la lucha política, el cuadro de fragmentación de tendencias ideológicas, las inculpaciones sobre retrocesos y derrotas, debilitó las fuerzas políticas revolucionarias y la unidad del campo nacional, popular, democrático. Comienza la larga noche de los Terrorismos de Estado, el reconocimiento y aprendizaje de los nucleos perdidos de la democracia política en el proyecto socialista, que tantas debilidades mostraba desde la propia liquidación de Lenin de las fracciones internas, de la consolidadción de una revolución sin democracia socialista. Se había perdido desde muy atrás el "hilo de ariadna" de la emancipación. El trabajo era arduo entonces y arduo ahora.

Por otra parte, las nomenclaturas políticas social-reformistas y conservadoras capitalizaron las fracturas, retrocesos y la descomposición ideológica de las izquierdas revolucionarias latinoamericanas. Desde 1935 hasta el golpe militar contra Allende el 11 de septiembre de 1973, el movimiento democratico, nacional, popular, revolucionario llevaba a cuestas el pesado morral del estalinismo. Con ese lastre era muy dificil luchar.

Y fueron las luchas populares, democráticas, antiimperialistas y revolucionarias centroamericanas en los años 80, el aliento de esperanza de una época de repliegue, de desencanto, de Terrorismo de Estado (abierto o encubierto contra la izquierda insurgente), con una extensión de reconversiones ideológicas, que pasaron por los peajes del eurocomunismo hasta aterrizar en los nichos ideológicos de la II internacional socialdemócrata. Los vientos de cambio de los 60, los sucesos de 1968 en la propia América Latina, hasta llegar al colapso de la URSS no solo significó rupturas de paradimas, de certezas y herramientas, sino que aceleró descentramientos, desafiliaciones y reconversiones.

Luego, de los aparentes aires revisionistas del eurocomunismo se pasó a la cooptación neoliberal y sus reformas del Estado, con sus cambios estructurales del modelo económico populista-redistributivo. La larga noche neoliberal significó para el campo nacional-popular, el paso a una latencia en los valores refugio ya milenarios, patrimonios que han acompañado la memoria de luchas y de esperanzas nacional-populares. Los movimientos sociales, de derechos humanos, estudiantiles, de mujeres e indígenas, a pesar y más allá de las nomenclaturas políticas de antaño, con sus resquemores, mezquindades y sectarismos, lograron labrar la multitud popular emergente de las luchas anti-neoliberales.

El estallido zapatista, el Caracazo, trunfos electorales en municipios y departamentos en toda América Latina, y luego las rebeliones militares bolivarianas reforzaron una corriente insurgente ante el descalabro de las izquierdas históricas, muchas derrotadas, otras divididas, otras buscando cargos y prebendas, a punta de delaciones burdas o académico-sutiles, bajo el mecenazgo de las clases dominantes.

Es allí donde los llamados giros a la izquierda, la significación del trabajo desplegado por el Foro de Sao Paulo desde antes, el reagrupamiento de tendencias y fuerzas en nuevas esperanzas de emancipación, da lugar a un nuevo terreno ideológico, político, social y cultural que es la plataforma de cualquier discusión sobre el “Socialismo-siglo XXI”. Y ha sido en el contexto de la "Revolución Bolivariana" impulsada por el gobierno del presidente Hugo Chávez Frías en Venezuela, que el término “Socialismo” cobro renovada actualidad, más allá de los eufemismos que circunnavegan con muestras de sutil repudio el imaginario socialista: post-capitalismo, tercera vía, centro radical, etc, y más allá de las evidentes debilidades, deficiencias y desvarios.

Mientras algunos abandonan cualquier narrativa de emancipación, de justicia, de liberación, en Venezuela la multitud popular que impulsó el proceso constituyente incorporando las demandas del nacionalismo democrático, revolucionario y antiimperialista en la agenda alternativa bolivariana. La radicalidad de la prefiguración del Socialismo del siglo XXI está justamente en el movimiento nacional-popular, radical-democrático y antiimperialista. Es allí donde está la fortaleza del llamado "proceso": abajo, adentro, en lo profundo del proceso constituyente.

La multitud se logra convertir en fuerza colectiva-material en tanto se articula necesidades, demandas y aspiraciones de sectores, grupos y clases subalternas, dominadas y excluidas, en pos de la superación de la globalización neoliberal capitalista. Desde allí comienza un nuevo ciclo de luchas, con nuevas composiciones sociales y de clase, que tratará ser revertido violentamente con el intento golpista del 11 de abril. Queda claro que cualquier alternativa al capitalismo neoliberal pasa no por los carriles de reformas sociales neo-desarrollistas, sino por una reinvención del socialismo.

Léase bien, reinvención de nuestro socialismo para Nuestra América nacional-popular profunda. Sin recaídas en calcos y copias, sin reminiscencias a las fracturas, desventuras y errores de la izquierda histórica revolucionaria latinoamericana. Es allí donde nace la posibilidad histórica del nuevo socialismo. No en los calcos y copias. Se trata de la conversión de la diversidad polifónica y policromática de la multitud en fuerza social y política, bajo diversas modalidades de mediación e interlocución. El reto del socialismo-siglo XXI es un reto de memoria, esperanza, utopía, pero a la vez de eficacia política, social, económica y militar. El debate comienza a tomar fuerza en medio de la ofensiva oligárquico-imperial. No es casual, ellos leen "división". Nostros debemos leer "encuentro y madurez en las diferencias".

Es tiempo de redes, de coordinaciones, de autoorganizaciones, de circulos y colectivos articulados a plataformas unitarias, de agenciamientos mucho más ricos y fecundos, incluso es tiempo de repensar la concepción del "frente único revolucionario" de Mariategui. El Amauta de Nuestra América sabía porque lo hacia. Había que enfrentar una nueva y mucho más agresiva ofensiva de la reacción.

¿Aprenderemos la lección de cara al 2010?

lunes, 7 de septiembre de 2009

PLURIVERSO SOCIALISTA DESCOLONIZADOR: CRITICA RADICAL Y NUEVO PROYECTO HISTORICO

Quetzalcóatl

Javier Biardeau R.
“Ahí está Bolívar en el cielo de América, sentado aún en la Roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies. Ahí está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hoy. Porque Bolívar tiene que hacer en América todavía” (José Martí)
¿Qué tiene que hacer la figura histórica de Bolívar en la América todavía? Una respuesta tentativa: apuntalar la ética de la liberación, de la justicia, de la alteridad, para la “patria grande”. Pero a la vez, asumir la radicalidad del pensamiento crítico, para no recaer en ninguna de las figuras históricas del despotismo político, intelectual y moral.
No hay oportunidad para el nuevo socialismo descolonizador sin una revolución democrática permanente, sin un proyecto de democracia participativa ejercido por las multitudes nacional-populares de Nuestra América, cuyo soporte sea una ética de la emancipación, de la justicia y de la alteridad.
Proyecto de pueblos-naciones que más allá de los dispositivos de los Estados, de sus encuadramientos y cortapisas, contribuyan al proyecto cosmopolita de la multitud emancipada contra el Imperio, de la democracia absoluta contra el despotismo oligárquico y plutocrático, reconociendo las singularidades históricas, culturales y revolucionarias.
Un llamado a la creación heroica desde múltiples voces, modelando nuevos lenguajes para la emancipación. Sin “calcos y copias” monocolores, ni “calcos y copias” de pensamientos únicos, sin “calcos y copias” del “marxismo en singular”, sin “calcos y copias” de la única voz impuesta, no solo en sus expresiones, sino es sus contenidos más profundos, desgarrando la experiencia por la intervención de la voz geocultural que bajó de las carabelas.
De allí, la radicalidad del nuevo pensamiento crítico socialista y descolonizador. Para asumir la polémica dialógica de saberes y conocimientos, la necesidad de argumentar, de comprender las diversas posiciones de las ciencias sociales e históricas críticas, de las diversas teorías contra-hegemónicas; es decir, elaboradas desde el punto de vista de las clases, grupos, sectores y etnias oprimidas.
Perspectivas contrahegemonicas que cuestionan las multiples lógicas de la dominación social, sus registros imaginarios y simbólicos. Pluralidad de voces y polifonía de la impugnacion político-cultural. Diversidad de cuerpos, pasiones y afectos.
Se requiere entonces de un pluriverso liberador para asumir una pluralidad socialista descolonizadora. Para superar el discurso moral geo-históricamente limitado de la Modernidad euro-céntrica. Bolívar en su “Carta de Jamaica”, representa un pasaje, un símbolo de las encrucijadas y tensiones de un proyecto de autoafirmación geo-histórica, en medio de incertidumbres y conjeturas. Eso lo sabe el Imperio, quién pretende desarticular día a día su potencia constituyente, intentando desfigurar, desarticular y neutralizar la memoria y esperanza de la emancipación.
Bolívar, el Libertador también exprimentó la cárcel de las redes imaginarias y simbólicas del imaginario colonial-moderno, de su situación no solo de clase, género, color de piel, sino de su posición en las encrucijadas de la geo-históricas de la política-cultura:
“Los americanos meridionales tienen una tradición que dice que cuando Quetzalcóatl, el Hermes o Buda de la América del Sur, resignó su administración y los abandonó, les prometió que volvería después que los siglos desiguales hubiesen pasado, y que él restablecería su gobierno y renovaría su felicidad. ¿Esta tradición no opera y excita una convicción de que muy pronto debe volver? ¿Concibe Vd. cuál será el efecto que producirá si un individuo, apareciendo entre ellos, demostrase los caracteres de Quetzalcóatl, el Buda del bosque, o Mercurio, del cual han hablado tanto las otras naciones? ¿No es la unión todo lo que se necesita para ponerlos en estado de expulsar a los españoles, sus tropas y los partidarios de la corrompida España para hacerlos capaces de establecer un imperio poderoso, con un gobierno libre y leyes benévolas?
Intuía Bolívar el papel del mito movilizador, pero aún desde la visión instrumental de un criollo que le hablaba a un interlocutor que representaba la autoridad político-cultural de Inglaterra. Bolívar desconocia la profundidad de los valores, ideales e imaginarios que han servido como memoria y esperanza de resistencia, custionamiento, de refugio espiritual de los pueblos-cultura oprimidos de nuestra América, cuya profundidad es Abya-Yala. Decía Mariategui:
"La fuerza de los revolucionarios no está en su ciencia; está en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza religiosa, mística, espiritual. Es la fuerza del Mito."
Pues la emoción revolucionaria es una emoción que religa las experiencias desde motivos que son humanos, que son sociales. Siguiendo George Sorel, Mariategui reconocía una analogía entre la religión y el socialismo revolucionario, que se propone la preparación y aún la reconstrucción del individuo para una obra gigantesca. Son los mitos revolucionarios los que mantienen la inexpugnabilidad a todo desaliento. Los "profesionales de la Inteligencia" no encontrarán el camino de la fe; lo encontrarán las multitudes. A los filósofos les tocará, más tarde, codificar el pensamiento que emerja de la gran gesta multitudinaria. ¿Supieron acaso los filósofos de la decadencia romana comprender el lenguaje del cristianismo? La filosofía de la decadencia burguesa no puede tener mejor destino, jamas comprenderán los los registros de sentido que movilizan una gesta emancipatoria. Lo que mueve a las multitudes a la espera de las nuevas situaciones, que les permitiran avanzar aunque sea un solo paso en la superación de las multiples opresiones. Decía el Bolivar criollo:
“Pero no es el héroe, gran profeta, o Dios del Anahuac, Quetzalcóatl el que es capaz de operar los prodigiosos beneficios que Vd. propone. Este personaje es apenas conocido del pueblo mexicano, y no ventajosamente, porque tal es la suerte de los vencidos aunque sean dioses. Sólo los historiadores y literatos se han ocupado cuidadosamente en investigar su origen, verdadera o falsa misión, sus profecías y el término de su carrera. Se disputa si fue un apóstol de Cristo o bien pagano. Unos suponen que su nombre quiere decir Santo Tomás; otros que Culebra Emplumajada; y otros dicen que es el famoso profeta de Yucatán, Chilam-Balam. En una palabra, los más de los autores mexicanos, polémicos e historiadores profanos, han tratado, con más o menos extensión, la cuestión sobre el verdadero carácter de Quetzalcóatl. El hecho es, según dice Acosta, que él estableció una religión cuyos ritos, dogmas y misterios tenían una admirable afinidad con la de Jesús, y que quizás es la más semejante a ella. No obstante esto, muchos escritores católicos han procurado alejar la idea de que este profeta fuese verdadero, sin querer reconocer en él a un Santo Tomás, como lo afirman otros célebres autores. La opinión general es que Quetzalcóatl es un legislador divino entre los pueblos paganos del Anahuac, del cual era lugarteniente el gran Montezuma, derivando de él su autoridad. De aquí se infiere que nuestros mexicanos no seguirían al gentil Quetzalcóatl, aunque apareciese bajo las formas más idénticas y favorables, pues que profesan una religión la más intolerante y exclusiva de las otras.”
En la Carta de Bolívar a Henry Cullen, aparecen los efectos de superficie de las realidades geohistóricas de la “América Meridional”. Huellas del colonialismo propio, que sufrirá una fáctica desgarradura en próximos eventos, pues no fue la "liberal", "moderna" y “civilizada” Inglaterra, sino Alexander Petión Papá Bon-Kè, hijo de padre francés y madre mulata, ahora Presidente de Haití, quién le prestará por segunda vez a Simón Bolívar, la colaboración necesaria para luchar contra el Imperio español. Una solidaridad con las gestas anticolonialistas y libertarias que el pueblo-nación haitiano aportó no solo los recursos financieros, sino la fuerza moral que necesitaba el Libertador para emprender la nueva batalla, no sin antes comprender que la causa no es exclusivamente la libertad de unos pocos mantuanos, sino la prefiguración de la libertad de todo un pueblo.
Se relata que Alexander Petión despide a Simón Bolívar en el puerto de Jacmel con estas palabras:
“Pido a Usted, que cuando llegue a Venezuela, su primera orden sea la Declaración de los Derechos del Hombre y la libertad de los esclavos”.
Le entrega la “Espada Libertadora de Haití”, una espada que no era de oro ni llevaba piedras preciosas, como la que la municipalidad de Lima obsequió a Bolívar a raíz de la victoria de Ayacucho, y conocida desde entonces como la “Espada del Perú” y más tarde “Espada del Libertador”. No, era una espada de un metal de excelente filo y calibrado peso, con su empuñadura de bronce que ostentaba el escudo de Haití, y que acompañó a Simón Bolívar durante toda su Gesta Libertadora. Es ésta la espada temible de Bolívar que pondrá de rodillas al Imperio Colonial de España y hará correr despavorido a los más aguerridos ejércitos. Una espada cargada de afecto negro, mestizo e indianidad. Es esta la carga histórica de la espada libertadora que quiere ser neutralizada por el Imperio.
Se trata por tanto de reconocer que el nuevo proyecto histórico socialista puede ir más allá del “Marx de las Carabelas”, del Marx incorporado y desfigurado como prótesis espiritual del mismo movimiento de coloniaje intelectual que definió los campos de la política en Nuestra América, de “marxismos históricos” cargados de voces euro-céntricas y falacias desarrollistas.
Hoy sabemos que la “falacia desarrollista” se sustenta en la creencia en la superioridad unilateral de Euronorteamérica, en considerar las trayectorias de cambio como mimetismos espirituales y caligrafías mentales, como “modernizaciones reflejas”, pues es desde el Norte, desde donde se define las significaciones imaginarias del progreso, como “destino manifiesto”, como único camino posible y deseable. Necesidad de apertura y desprendimiento del “imaginario socialista de las carabelas”, propio de un eurocentrismo excluyente, re-significado en una farsa de emancipación a través de nuevos despotismos: el estalinismo tropical del “marxismo-leninismo ortodoxo”, aquella criatura ideológica inventada en los entretelones de la realidad política del cuerpo enfermizo de Lenin, de la mano de Bujarin, Stalin, Deborín y tantos otros, tan tentados a reconvertir la dialéctica abierta en un positivismo reductor, a la multitud nacional-popular en una cifra de cálculo político para una organización única, centralizada, burocrática, vertical e impositiva, fungiendo como nuevos capataces de las haciendas esclavistas, como nuevos encomenderos que salvarán el alma popular, con su voz de mando y su látigo, para hacer trabajar y rendir utilidades en beneficio de una nueva burocracia política; otra más, luego de las anteriores conquistas y colonizaciones.
Un proyecto alienante de cabo a rabo, para hacernos creer en fin, que el tránsito al socialismo del siglo XXI debe pasar inevitablemente por una etapa de deformación burocrática del Estado obrero, por una fortaleza asediada, por una degeneración que se hará eterna y cada vez más despótica, que impide construir el movimiento comunero y subordinarlo a la máquina del Estado:
“Engels decía en su «Anti-Dühring» que, después del triunfo de la revolución socialista, el Estado había de extinguirse. Sobre esta base, después del triunfo de la Revolución Socialista en nuestro país, los dogmáticos y los talmudistas en nuestro Partido exigían que el Partido tomase medidas para acelerar la extinción de nuestro Estado, para disolver los organismos del Estado, para renunciar al ejército permanente. Sin embargo, el estudio de la situación mundial en nuestra época llevó a los marxistas soviéticos a la conclusión de que en las condiciones de cerco capitalista, cuando la revolución socialista ha triunfado en un solo país y en todos los demás domina el capitalismo, el país de la revolución triunfante no debe debilitar, sino reforzar por todos los medios su estado, los organismos del Estado, el servicio de inteligencia y el ejército, si no quiere ser aplastado por el cerco capitalista. Los marxistas rusos llegaron a la conclusión de que la fórmula de Engels se refiere al triunfo del socialismo en todos los países o en la mayoría de los países y es inaplicable cuando el socialismo triunfa en un solo país, mientras en todos los demás países domina el capitalismo. Como se ve, tenemos aquí dos diferentes fórmulas relativas a los destinos del Estado socialista, dos fórmulas que se excluyen mutuamente. Los dogmáticos y los talmudistas pueden decir que esta circunstancia crea una situación insoportable, que hay que rechazar una fórmula, por ser absolutamente errónea, y extender la otra, por ser absolutamente justa, a todos los períodos del desarrollo del Estado socialista. Pero los marxistas no pueden ignorar que los dogmáticos y los talmudistas se equivocan, pues ambas fórmulas son justas, pero no de manera incondicional, sino cada una para su época: la de los marxistas soviéticos para el período del triunfo del socialismo en uno o en varios países, y la de Engels para el período en que el triunfo consecutivo del socialismo en distintos países conduzca al triunfo del socialismo en la mayoría de los países y se creen, por tanto, las condiciones necesarias para la aplicación de la fórmula de Engels.” (Stalin; Al camarada A. Jolópov, 1950)
Cuando en la América profunda existen semillas del ethos comunitario, de la colectividad cooperante, no necesitamos de Estatismos Autoritarios, sino de Comunas liberadoras. Es en la propiedad común, social, autogestionaria de los colectivos cooperantes donde reposa la autoridad pública del socialismo libertario. En donde el socialismo desde abajo debilita la creación política de la Modernidad colonial-moderna, la maquinaria despótica del Estado, para dar paso a una transición que no puede ser sino una República Social y Democratica; nada en principio que desmejore los principios y derechos democráticos de un Estado democrático y social, participativo y protagónico, de derecho y de justicia.
Por tal razón me he opuesto a cualquier idea de “calco y copia” de la doctrina del Estado Socialista de cuño soviético, doctrina sostenida por quienes se hacen portavoces de la burocracia, y por quienes pretenden administrar las pasiones y demandas del movimiento nacional-popular.
Con partidos únicos o hegemónicos, alejados del sentimiento cimarrón de una suerte de cayapa política contra el colono o contra el imperio, alejados de la construcción democrática “desde abajo y por abajo”, de los acuerdos entre múltiples voces de emancipación, no se construye ningún nuevo socialismo.
Con centralismos burocráticos, verticales, impositivos, solo se plantean reminiscencias de la espada y a la cruz, del látigo y la evangelización forzada. Las palabras de todo discurso colonial, sea de derecha o de izquierda (ambos criados de la Modernidad política) son símbolos de grillos, cadenas, yugos, hachas, cuchillos, azotes y vergas de hierro, todos instrumentos de martirio y sujeción en el mundo colonial. Discursos intelectuales y morales geo-históricamente limitados para animar una revuelta, una contestación, una revolución permanente que supere el racismo, la discriminación y el colonialismo oculto de las emancipaciones del siglo XX.
Simón Rodríguez reconocía los entre-lugares del un nuevo pensamiento de la emancipación: no hay que “copiar modelos”, necesario es comprender las voces de la emancipaciones singulares, en el cruce muchas veces tensionado de las matrices simbólicas de los mundos nacional-populares.
“Las costumbres que forma una Educación Social producen una autoridad pública no una autoridad personal; una autoridad sostenida por la voluntad de todos, no la Voluntad de uno solo, convertida en Autoridad o de otro modo, la autoridad se forma en la educación porque educar es crear voluntades. Se desarrolla en las costumbres que son efectos necesarios de la educación y vuelve a la educación por la tendencia de los efectos a reproducir la autoridad. Es una circulación del espíritu de Unión entre socios, como lo es la de la sangre en el cuerpo de cada individuo asociado pero la circulación empieza por la vida” (Obras Completas de Simón Rodríguez, Tomo I, 1975, pág. 383)
¿Dónde iremos a buscar modelos? La América Española es original. Originales han de ser sus instituciones y Gobierno. Y originales los medios de fundar otras. O inventamos o erramos”.
Napoleón quería gobernar al género humano, Bolívar quería que se gobernara por si, y Yo quiero que aprendan a gobernarse.” (Simón Rodríguez-Sociedades Americanas)
¿Cómo quería Simón Rodríguez que el pueblo aprendiera a gobernarse? En la Educación Republicana. Dar movimiento a las “ideas sociales” (Simón Rodríguez), ir más allá de los manuales de “marxismo-leninismo ortodoxo”, más allá del colonialismo intelectual, para comprender que no se trata de viejas distinciones entre “socialismo utópico” y “socialismo científico”, sino entre tal vez entre “socialismo burocrático-autoritario” y “socialismo democratico y libertario”.
“Dénseme los muchachos pobres”, decía Simón Rodríguez, y verán “que es un hombre que conoce sus derechos cumpliendo con sus deberes, sin que sea menester forzarlo o engañarlo”. Una pedagogía de la liberación que no manipula, engaña o trata de forzar los espíritus.
Romper con siglos de dominación cultural es mucho más complejo que masticar las citas de las manuales marxista-leninistas, como si fueran inventos propios, con contrabandos ideológicos. El autogobierno popular en una república social y democrática, necesariamente pluri-cultural por la condición singular de nuestra indianidad y cimarronaje constitutivo, un autogobierno comunal y popular mucho más fecundo que la construcción de un Estado Despótico-Burocrático que explote, oprima y enajene políticamente a la multitud popular en nombre de las banderas de Marx y Engels. ¡Basta de estupideces! Es imprescindible comprender las fuerzas geo-culturales de Nuestra América.
Aimé Cesaire nos ha planteado, desde el Caribe negro, como sujeto en proceso de descolonización, el desprendernos del reduccionismo y el falso universalismo europeo. Desde allí, el sujeto nacional-popular será también indo-afro-mestizo, no un “proletariado” de “calco y copia”, un “proletariado de carabelas”. También sabemos, que el nuevo proyecto histórico no puede encallar, en un particularismo estrecho, que es funcional a la domesticación imperial (como lo demostró el uso del integrismo islámico por parte de Reagan y los neocons), pero menos la farsa del universalismo abstracto de una totalidad cerrada, producto de una voz geo-histórica específica llamada Modernidad occidental. Pluriverso y descolonización, premisas geo-culturales para abordar la pertinencia del “Socialismo del siglo XXI”.
No hay nuevo socialismo sin crítica radical al colonialismo material, intelectual y moral, a sus redes imaginarias y simbólicas. Si no queremos reproducir la moral compulsiva, la voz de los amos, y la espiritualidad de los conquistadores, desprendámonos de catequizar a las multitudes desde arriba, con una propaganda alienante y calcada de las técnicas de manipulación del estalinismo, comencemos a dialogar críticamente desde abajo y desde las singularidades nuestro-americanas, no por culto fascistoide a la “tierra y a la sangre”, sino para desarmar el jeroglífico de la dominación político-cultural profundamente arraigado, sedimentado por siglos de hegemonía ideológica colonial, liberal-criolla y, en gran parte, por una izquierda colonial.
El nuevo socialismo pasará a construirse desde múltiples voces, desde múltiples cuerpos y pasiones, desde múltiples singularidades históricas y culturales. Allí comprenderemos las razones por las cuales la mayor parte de las zonas de valor biológico del planeta, de gran biodiversidad, coinciden con la presencia de pueblos indígenas y cumbes que resisten desde la autoafirmación de las memorias africanas o desde la lucha contra la discriminación, el racismo y la negación cultural.
Si de verdad se lucha por un mundo multipolar, entonces no perdamos de vista que el camino hacia la consecución de este fin es un mundo sin colonialismo, sin discriminación y sin racismo, en fin, muchos mundos basados en el diálogo pluri-cultural e intercultural.

sábado, 5 de septiembre de 2009

¿SOCIALISMO "CALCO Y COPIA"?

Mariategui: El oficio del pensamiento crítico.

Javier Biardeau R.

“CÓDIGO MORAL DEL CONSTRUCTOR DEL COMUNISMO: Compilación de los principios- científicamente fundamentados– de la moral comunista, contenidos en el Programa del Partido adoptado en el XXII Congreso del P.C.U.S., en octubre de 1961. El código contiene los principios siguientes: fidelidad a la causa del comunismo, amor a la patria socialista, a los países socialistas; trabajo consciente en bien de la sociedad –quien no trabaja, no come–; preocupación de cada individuo por conservar y multiplicar el bien común; elevada conciencia del deber social, intolerancia con cuanto represente un perjuicio para los intereses sociales (…)” (Rosental-Ludin; 1965)
¿Puede el esbozo de un proyecto de revolución democrática, descolonizadora y eco-socialista ser una reproducción del socialismo burocrático del siglo XX? La respuesta es un no rotundo, lo cual significa que la imposibilidad de construir estrategias socialistas democráticas innovadoras, pueden derivar en un colapso de la vía venezolana al socialismo.
Invocar las viejas retóricas revolucionarias del estalinismo o del marxismo soviético, no califican a ningún discurso para la construcción de una “democracia social y participativa”, como fue el propósito originario del poder constituyente en 1999. Puede ocurrir todo lo contrario, y debe evitarse un camino de fracasos. Tanto el capitalismo neoliberal como el socialismo burocrático de tipo soviético, son expresiones de barbarie.
El análisis de la constitución política de los sentidos y significaciones sociales es una herramienta importante para el comprender las redes imaginarias y simbólicas de los proyectos hegemónicos y contra-hegemónicos. La construcción del proyecto socialista venezolano no escapa a estas consideraciones. Hay quienes han llamado a este proceso: “batalla de las ideas”, otros “ideologización”, también “hegemonía ideológica y comunicacional”, pero sin duda existe tanto una dialéctica de los valores en conflicto como una polémica dialógica, que atraviesan el campo de las señales, signos y símbolos.
Nadie duda que el Presidente Chávez ha colocado un conjunto de significaciones en los procesos de comunicación política del país: prenociones, consignas, términos, conceptos acerca del socialismo bolivariano. El debate ha comenzado y las diversas voces y corrientes, tanto del campo opositor como bolivarianos, es sus expresiones radicales o moderadas, así como los nada insignificantes segmentos no alineados, han participado en la polémica dialógica sobre el socialismo que se está construyendo. Pero la realidad del debate socialista no puede ignorar un episodio histórico que lo condiciona en gran medida: el colapso del socialismo burocrático en el campo soviético
Diversos actores, movimientos y fuerzas sociales comienzan a apelar a repertorios simbólicos y marcos conceptuales para dar cuenta de la situación y para legitimar sus acciones. Desde el anticomunismo más ramplón hasta la más recalcitrante sovietología tropical, existe toda una suerte de redistribución de posturas que se asumen en la arena pública.
Hemos intentado desenmascarar y desmantelar el contrabando del “marxismo soviético”, al cuestionar sin ambigüedades una moral compulsiva de tipo soviético calcada del XXII Congreso del PCUS de 1961, como una comprensión de la propiedad social socialista limitada a la estatización-nacionalización de la propiedad de los medios de producción. Así mismo, hemos cuestionado cualquier dogmatica ideológica, así sea perversamente justificada a través de la figura histórica del Che Guevara. Por ese camino, se le da fuerza a la campaña de satanización que desde diferentes frentes de batalla opera la ofensiva imperial-oligárquica contra la insurgencia contra-hegemónica y democratizadora de los movimientos nacional-populares en América Latina y el Caribe.
Pero adicionalmente, hay un frente de batalla en el propio pensamiento crítico socialista. No puede confundirse una modalidad de polémica de ideas en el propio campo democrático, nacional-popular y socialista, con la imposición de una versión vulgarizada y simplona de la ideología revolucionaria. Una cosa es administrar consignas, otra cosa es repensar las concepciones del socialismo.
Lo diremos de manera muy sintética: existe evidencia histórica irrefutable que prueba que la tesis de la llamada “elevada conciencia del deber social” es una frase-consigna que corresponde a la llamada concepción marxista-leninista soviética en el período de Kruschov, y del llamado “Código moral del edificador del comunismo”. Datos: materiales del XXII Congreso del PCUS (1961), elaboraciones filosóficas de Shishkin (1955,1959, 1961) y Sharia, Tugarinov, referidos por la investigación de Kamenka (1962), hasta llegar al Diccionario de filosofía de Rosental-Ludin (1965) y los textos de Afanasiev (1977).
Cuando el Che manejó el termino “conciencia del deber social” lo hizo sobre un suelo de prenociones dominados por la literatura soviética (Sobre el sistema presupuestario de financiamiento; 1964).
No basta el calco y copia; necesaria es la creación heroica, sobre todo para una lucha con eficacia política y calidad revolucionaria ante la ofensiva del imperio.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

¿TIENE RAZON DIETERICH?

Javier Biardeau R.
Llama la atención la descalificación superficial que se realiza a algunos de los planteamientos y escenarios que construye el científico social mexicano-alemán Heinz Dieterich sobre el proceso político latinoamericano, y sobre el venezolano en particular. Más allá de diferencias y matices, de desencuentros y distanciamientos con tesis, ideas o planteamientos de Dieterich, éste ha venido advirtiendo en sus análisis situacionales y de coyuntura, algunas de los riesgos, amenazas y obstáculos que configuran una auténtica encrucijada crítica para la revolución bolivariana.
Dieterich ha estado analizando la contraofensiva oligárquica-imperial contra los gobiernos desarrollistas latinoamericanos desde el año 2007 hasta la actualidad. Así mismo, diversos intelectuales reconocidos por su compromiso con una política socialista, como el argentino Claudio Katz, han analizado en profundidad los dilemas que afrontan los gobiernos nacionalistas radicales de Sudamérica. Katz ha afirmado sin ambigüedades como el antecedente de Salvador Allende recuerda que las fuerzas de la derecha, de la reacción o de la restauración demo-liberal, siempre tienen en su carpeta, en sus “hoja de ruta, el escenario de un golpe, el inducir desestabilización y crear condiciones para la crisis políticas, avalando intervenciones extranjeras e incluso magnicidios.
Honduras es el mejor ejemplo de un plan de “democracia escarmentada”. Al atreverse a invocar un proceso popular constituyente, bajo parámetros electorales, de inmediato el pentagonismo y sus tentáculos políticos hemisféricos intervinieron, apoyando y avalando el golpe militar, bajo la tesis de la “sucesión constitucional forzada”. Son las fuerzas del capital las que aún mantienen el dominio de las economías en Latinoamérica y el Caribe, incluidas Venezuela, Bolivia y Ecuador. Katz plantea: si no se avanza en la construcción del poder popular y la democracia socialista, reaparece el fantasma de la contra-revolución como sucedió en la experiencia chilena.
La revolución mexicana iniciada en 1910 ilustró cómo puede gestarse nuevas fracciones de clase capitalistas desde la cúspide del estado (¿Dijo usted franquicia boliburguesa?). La repetición de este precedente, para Katz, es el principal peligro que afrontan los nuevos gobiernos nacionalistas, populares y radicales. Contrastando experiencias históricas, plantea Katz que el nacionalismo militar no puede desenvolver por sí mismo un proceso de emancipación. Que la iniciativa y el poder popular son imprescindibles.
La experiencia de la Unidad Popular chilena demuestra que es posible que fuerzas aparentemente democráticas (radicales, socialcristianas o liberales) se inclinen a apoyar en momentos cruciales una alternativa que ahogue con sangre si es preciso, cualquier ensayo de transformación socialista, democrática y revolucionaria. El Pentágono, el Departamento de Estado, la Casa Blanca y sus socios oligárquicos locales han recurrido repetidamente a la ferocidad fascista, para doblegar a los gobiernos que afectan los intereses del Imperio. También la experiencia de Indonesia en los años 60 muestra como la intervención imperial es capaz de avalar un genocidio, bajo el pretexto de luchar contra el avance del “comunismo”.
Suharto y Pinochet concentran un modelo clásico de contrarrevolución fascista que la derecha siempre tiene en su agenda para contener cualquier avance de las fuerzas de izquierda revolucionaria en la periferia del sistema capitalista. Como han dicho los análisis clásicos, la ferocidad de la contra-revolución depende de la profundidad de las demandas populares, de sus prácticas y de las políticas de los gobiernos progresistas.
Actualmente se ensayan golpes preventivos para desplazar a gobiernos reformistas antes de que se radicalicen, sin la intención de reimplantar dictaduras clásicas de mediano plazo. Se busca así una restauración conservadora bajo un aparente respeto del marco constitucional. El ensayo hondureño es una prueba crucial para el imperialismo norteamericano con el fin de calibrar las respuestas de los gobiernos y pueblos del continente latinoamericano, y para determinar las condiciones que permiten sostener a un generalato reaccionario como factor de estabilidad política e institucional. A través de diversas fachadas constitucionales, ejercen variaciones más abiertas o veladas de terrorismo de estado (Colombia-Uribe) o de represión salvaje.
Pero Katz apunta a un asunto medular: ¿Cuáles son las debilidades y los obstáculos que interponen las propias fuerzas sociales y políticas revolucionarias para gestionar la viabilidad de un tránsito hacia el socialismo? Los errores de los actores, movimientos y fuerzas del propio campo revolucionario son parte del tablero estratégico. Llegar al gobierno a través del voto no equivale a ejercer el poder social. El manejo de la gestión administrativa del estado no otorga el control ni de los resortes de la economía ni de otros recursos estratégicos de poder que detentan los capitalistas. Es conocido que uno de los aspectos trágicos del Gobierno de Allende fue su confianza excesiva sobre el compromiso constitucional de los sectores militares. Chávez rememora este precedente y recurre a su propia experiencia en el ejército para afirmar que “la revolución bolivariana es pacífica, pero no desarmada”.
Sin embargo, en la próxima reunión del Consejo de Seguridad de UNASUR, quedara patentemente explícito hasta que punto giro hacia la izquierda por procesos electorales, puede contener las estrategias del pentágono sobre América Latina y el Caribe. Y cada día más se viene afinando la estrategia pentagonista sobre las fuerzas armadas del continente latinoamericano. Al control capilar de las Fuerzas Armadas le sigue el control capital de la dirección de los aparatos judiciales y de los tribunales constitucionales, así como de los espacios de poder parlamentarios. En este triángulo institucional se fraguó el golpe cívico-militar en Honduras, monitoreado desde el Pentágono.
Por tanto, sin la edificación de un vasto movimiento del poder popular extra-parlamentario, el tránsito hacia el reformas democratizadoras, para no hablar ni siquiera del socialismo democrático, permanece bloqueado en la práctica, y cualquier ensayo unilateral por una vía exclusivamente parlamentaria, genera leyes sin fuerza popular efectiva. Desmovilizar el poder popular y radicalizar la retórica de una agenda legislativa, son movimientos erráticos si no se llenan de fuerza popular, de multitud, pues ningún socialismo se construye por decreto, o colocando a la legalidad emergente por delante de la acumulación de fuerzas reales del pueblo.
Eso constituye una ceguera parlamentarista de cualquier “revolución desde arriba”. Parlamento sin movimiento popular extra-parlamentario, sin una autentica acumulación de fuerzas, sin un proceso de ascenso revolucionario, se convierte en un boomerang que retroalimenta de manera positiva un clima de reflujo revolucionario. Y esto es lo que esta ocurriendo precisamente en Venezuela, así la dirigencia revolucionario lo quiera ver o analizar. En Venezuela hay estancamiento político del poder popular, y cualquier avance desde esta condición es una decisión temeraria. Pero hay otros problemas.
Si se sigue ocultando que existe una “Boli-burguesía”, es decir sectores que han aprovechado el boom petrolero de los últimos años para enriquecerse, no podrá entenderse la encrucijada crítica de la revolución bolivariana: sus actores, movimientos y fuerzas.. No es posible compatibilizar en medio de un estridente discurso de radicalización revolucionaria de Chávez, el estancamiento de los programas sociales y de políticas redistributivas con las super-ganancias de banqueros que lucran con la intermediación de títulos públicos, con contratistas que obtienen jugosas licitaciones, con importadores que aprovechan la fiebre de consumo ostentoso, con empresarios que no invierten pero especulan, generando un círculo vicioso de baja oferta y alta inflación. No es posible hablar de socialismo en medio de prebendas, privilegios y meteóricos patrimonios de altos funcionarios del Estado. Y esa acumulación voraz ha generado sus propias fracciones de clase, sus grupos económicos y sus personeros políticos. Y se presentan como “rojo, rojitos”.
Katz ha dicho que la expansión de las nacionalizaciones que caracteriza al proceso bolivariano -no solo en el área petrolera, sino también en telefonía, electricidad o agua- así como la anulación de la autonomía del Banco Central podrían llegar a ser funcionales a este proceso de reorganización de la acumulación de fracciones capitalistas. Cómo se demostró en la era del PRI mexicano, las estatizaciones pueden ser orientadas al servicio de clanes poderosos. Cuándo un gobierno apoyado por las masas refuerza a nuevos grupos empresariales, deja de expresar los intereses de los movimientos sociales y populares. Simplemente convalida una variante del capitalismo, que el científico social argentino Atilio Boron ha analizado crudamente en su trabajo: “Duro de matar: el mito del desarrollo capitalista nacional en la actual coyuntura política latinoamericana (http://www.ejournal.unam.mx/pde/pde151/PDE151000410.pdf)
En un esquema que refuerza el rentismo, el patrimonialismo y las prebendas, los ingresos por exportación de hidrocarburos tendería a financiar la acumulación y no una profunda reforma agraria, los aumentos de salarios reales o las mejoras en las condiciones sociales. Los proyectos de capitalismo de estado están a la orden del día, y puede arrastrar a una verdadera oleada de frustración popular. Sin claridad alguna sobre la reinvención de un proyecto socialista, democrático y revolucionario, la presión dominante es un nuevo ensayo de capitalismo regulado, maquillado por un costoso aparato propagandístico de “socialismo bolivariano del siglo XXI”. Esto genera descontento, desconcierto y desencanto (las 3D de la derrota). Pero la realidad termina revelándose en los altos costos de la canasta alimentaria, en el deterioro de servicios de salud y educación, en la inseguridad, en los problemas de vivienda y subempleo para los sectores populares. No hay maquillaje posible ni cuerpo que lo resista. Hay que analizar la cruda realidad del estancamiento y el reflujo revolucionario en Venezuela.
Katz ha apuntado desde hace ya varios años que los proyectos de capitalismo de estado actual nutren la tendencia neo-desarrollista, que emergió en América Latina como resultado de la crisis neoliberal. Este giro es propiciado por los sectores de la burguesía que han tomado distancia de la ortodoxia monetarista, luego de un período de fuerte concurrencia extra-regional, desnacionalización del aparato productivo y pérdida de la competitividad internacional. Manteniendo aceitados vínculos con el capital financiero, promueven cursos más industrialistas para favorecer el desarrollo de las nuevas transnacionales “Multilatinas” (como Slim, Odebrecht, Techint). Estas compañías lucraron con las privatizaciones, pero ahora priorizan los negocios industriales y jerarquizan el mercado regional. Algunos teóricos de izquierda aprueban el rumbo neo-desarrollista, presentándolo como un paso intermedio al socialismo. Pero olvidan que la estabilización de ese curso bloqueará cualquier evolución anticapitalista. El etapismo implícito genera una extraña mezcla de capitalismo de estado aliado a nuevos grupos económicos de poder. Una historia nada novedosa que rememora al Carlos Andrés Pérez de la Gran Venezuela, pero ahora bajo una retórica neo-socialista. Este cuadro dista mucho de los discursos del Presidente Chávez. Pero, ¿hasta que punto se distancia de aspectos de la realidad nacional?
El problema crucial es que en la actual coyuntura de los años 2009-2010 parecen articularse de manera extremadamente complicada variables críticas de orden nacional e internacional para las experiencias neo-desarrollistas o nacionalistas populares en América Latina. La ilusión-Obama encubre una reorganización imperial-pentagonista que comienza a sorprender a quienes presumen que los gobiernos demócratas son benevolentes con las reformas radicales en América Latina. Ha llegado la hora de bajarse de las nubes.
La evolución política, no solo es un fenómeno complejo en fases de relativo equilibrio dinámico, sino que puede tornarse extremadamente turbulenta, caótica y hasta catastrófica en situaciones de inestabilidad y crisis. En estas condiciones, las decisiones y la praxis política son determinantes. Sin analizar la correlación de poder entre las fuerzas imperial-oligárquicas latinoamericanas, los gobiernos desarrollistas y los nacionalistas populares de izquierda, no se entenderá el carácter de la encrucijada crítica para toda la región.
Dieterich pronostica que el epicentro del conflicto por la hegemonía latinoamericana será Venezuela, con frentes secundarios en Centroamérica (El Salvador, Honduras, Nicaragua), y que la posibilidad de que el Bolivarianismo venezolano se debilite seriamente, incluso con probabilidad de perder espacios de poder en el año 2010, es muy real.
No hay que subestimar sus observaciones pues tienen cierto fundamento. Descalificar a Dieterich, a Katz, o a Boron es una estupidez y demuestra ceguera estratégica. Pero Dieterich también se ha equivocado. Dijo, por ejemplo que el golpe militar en Honduras no tenía mayores perspectivas de consolidarse. Y sin embargo, allí aparece la maniobra Pentagonista y del Departamento de Estado, de darle un oxigeno electoral, que coloca en un dilema a las fuerzas populares hondureñas. Dieterich se equivoca y el desenlace más probable no es que las fuerzas golpistas corran el destino del golpe separatista de Bolivia, sino que logren organizar un fraudulento proceso electoral. Por tal razón, hasta ahora la tendencia es que EE.UU controla la situación política, así como los posibles escenarios de crisis en Honduras.
Pero lo que no está claro aún es si Dieterich se equivoca sobre los futuribles de Venezuela. Dieterich habla de creciente disfuncionalidad del modelo de gobierno con tres déficits estructurales: el económico, el político y el discursivo. Para Dieterich, el problema principal en lo económico es la inflación que hará crisis antes de las elecciones del 2010. Sin embargo, este es uno de los aspectos del problema, si no se observa el subempleo, la caída del ingreso real, el deterioro de las Misiones, y la más terrible de las convergencias en el plano ideológico: el descontento, el desencanto y el desconcierto.
En opinión de Dieterich, Venezuela experimenta una política económica desintegrada, con ensayos populistas (“comunas”) que tienen tanto que ver con el “Socialismo del Siglo XXI”, como los animal spirits de Keynes con los dogmas racionalistas de los neoclásicos. Malos pronósticos para Venezuela, según Dieterich. Un modo de caracterización que no podría ser compartido por el Ministerio del Poder Popular para las Comunas. Aquí Dieterich muestra cierto desprecio por la experiencia popular de base. Esto es comprensible, si se parte de la premisa de que Dieterich cree saber cómo es el modelo del socialismo del siglo XXI, pues el ha sido un activo participante de su invención. Se trata en parte de defender su “narrativa de marca”, pero el asunto de los modelos de socialismo es mucho más diverso y complejo que una solución a la carta.
Así mismo, Dieterich ha analizado la declaración del vocero del Departamento de Estado, P.J. Crowley, de que la lección del golpe militar para Manuel Zelaya es que debe alejarse del “liderazgo actual en Venezuela”, y que ”los países de la región” deben seguir un gobierno modelo y un líder modelo” que no sea Chávez. También ha analizado la revelación del fiscal militar del ejército hondureño, Coronel Herberth Bayardo Inestroza, de que la decisión del coup d´etat se tomó por la integración de Honduras al eje bolivariano, y el abierto apoyo de Washington a los putschistas, con ayuda de la Unión Europea, manifiestan la decidida voluntad del establishment estadounidense, de re-establecer las reglas monroeistas de dominación en su “patio trasero”. El Imperio quiere acabar con el interregno bolivariano durante el 2009-12, “enterrando” la presidencia de Hugo Chávez.
También Dieterich ha alertado sobre la militarización del planeta por Washington muestra que el imperialismo sí sabe diferenciar entre el poder real y los poderes fantasiosos. Las enormes bases militares permanentes en Irak y Afganistán, para dominar el Medio Oriente y Asia Central, tienen su equivalente funcional latinoamericano en Centroamérica y Colombia. Venezuela queda prácticamente cercada. Para Dieterich, se trata de la misma silenciosa preparación logística ofensiva para dar el jaque mate que llevó a cabo el criminal Ronald Reagan para destruir a la Revolución Sandinista. Es decir, las bases o CSL en Colombia confirman nuevas jugadas en el tablero estratégico regional. ¿Estarán mirando los actores el mismo tablero? Hay que tomar en serio en este punto a Dieterich.
También ha alertado acerca de la ceguera de la alta dirección revolucionaria del Bolivarianismo. Dice: “Ningún servicio de inteligencia, ningún Ministerio de Relaciones Exteriores, ningún centro de investigación académico estaba al tanto. En diez años de Bolivarianismo no se ha creado ni un solo Centro de Investigación en América Latina capaz de detectar la penetración enemiga, para abortarla, pese a que el dinero abunda. ¿Cómo se pretende, con esta ceguera estratégica y táctica, defenderse de la potencia más poderosa del mundo?”
Hay cegueras mutuas. Ni el gobierno bolivariano acierta ni Dieterich tampoco. Lo cierto es que no hay simetría de información entre el imperio, sus planes de cerco y aniquilamiento y las capacidades de la alta dirección estratégica de la revolución bolivariana. Pero hay muchos flancos débiles, frentes de batalla innecesarios y campos minados no detectados. Tal vez, la experticia de un tanquista, como Chávez, debe buscar apoyo en otras habilidades, experticias y competencias no solo de otros roles o ramas militares, sino del propio mundo popular y de los trabajadores intelectuales. Sin organizaciones, equipos y múltiples contribuciones críticas será difícil atender una coyuntura compleja, conflictiva y cargada de incertidumbres. Pues la variable fundamental, incluso de una hipótesis de guerra de resistencia, sigue siendo la articulación de una multitud popular organizada y movilizada, dirigida desde un frente único revolucionario que sea capaz de no perder la batalla moral y material.
Dieterich enumera las amenazas a la revolución bolivariana: deterioro de la posición presidencial internacional; avance militar uribista-yanqui; inflación incontrolable y política económica disfuncional; bloque opositor electoral con alrededor del 40% de la población; poderosos medios de manipulación de la derecha; agotamiento del discurso bolivariano, ético y del Socialismo del Siglo XXI, y una retórica de amenazas a la cual no siguen acciones (Globovisión); alejamiento de los intelectuales y cuadros críticos; todo esto genera condiciones idóneas para facciones opositoras dentro de las Fuerzas Armadas. ¿Como transformar estas amenazas en oportunidades?
Si se sigue perdiendo la oportunidad abierta por la real asunción de las llamadas tres R: revisión, rectificación y reimpulso, agregándole desde mi modesto punto de vista, una cuarta R: la renovación del proyecto socialista y del discurso de la revolución democrática, será muy difícil superar la parálisis estratégica de la dirección política del PSUV y de cuadros de la alta dirección del Estado, incluido un Chávez que luce perdiendo reflejos para sintonizarse con las demandas, aspiraciones y luchas populares cotidianas.
Incluso Dieterich sobrestima las capacidades y recursos de los campos que se enfrentaran en septiembre en la próxima reunión de UNASUR. No hay dos ejércitos, el imperial-colonialista y el patriótico-libertador, pues en realidad no hay ningún ejército patriótico-liberador efectivo en América Latina, y esto lo sabe con precisión Washington. El pentágono se encarga precisamente del análisis de la correlación del poder militar en el mundo, y cuando lean a Dieterich, soltrarán alguna que otra carcajada.
Lo que existe efectivamente es la posibilidad de acumular fuerzas de resistencia nacional-popular para confrontar la tendencia de recuperación de la gobernabilidad imperial sobre América Latina, saliendo de la narcosis electoral en la visión de los pueblos del continente. Hay que ir más allá de ganar elecciones. Los gobiernos de centro-izquierda no quieren pleitos con Washington, y siguen la senda del capitalismo regulado. Los nacionalismos populares antiimperialistas no controlan efectivamente la totalidad de sus fuerzas armadas, y saben que no son orgánicamente antiimperialistas. Solo la organización de fuerzas nacional-populares puede equilibrar las correlaciones de fuerzas.
Si nadie prende las alarmas a tiempo, si se mantiene el entumecimiento de la estrategia revolucionaria innovadora, lo que habrá es un nueva ciclo de resistencia popular, similar a las luchas contra el neoliberalismo, o contra las dictaduras de seguridad nacional, desde una posición de desventaja estratégica inicial, pero que puede favorecer un nuevo ascenso revolucionario. Si no es así, la estrategia tentacular del pentágono de apoderará de los espacios de poder claves para contener la llamada “marea rosa” en América Latina.
Finalmente, llama poderosamente la atención lo planteado por Dieterich, una suerte de “solución Suharto” para Venezuela, que no aparece en el foco de percepción de la alta dirección estratégica de la revolución. Sobre la confección de largas listas por parte de NSA, la CIA y el Pentágono con decenas de miles de bolivarianos que aparecen como objetivos si regresa al poder la oposición hay absoluto silencio. Habrá que recordarle a muchos dirigentes bolivarianos como Suharto en Indonesia dio un golpe de estado con el apoyo de la CIA, seguido de una represión que asesinó entre medio millón y un millón de militantes comunistas, en lo que se convirtió en uno de los más grandes genocidios del siglo XX.
Un genocidio invisible para las estructuras mediáticas imperiales, por cierto, que lo revisten de una suerte de aura civilizadora. También las fuerzas de izquierda, lideradas por el maoista PC indonesio (PKI), consideraban al Estado como "semi-burgués y semi-proletario", y se alineará totalmente detrás del nacionalismo burgués de Sukarno, a quien incluyó en sus estatutos partidarios como fuente de enseñanzas, a la par con el ‘marxismo-leninismo’ (o lo que Mao entendía por tal). Una política de colaboración de clases, de acuerdo con la cual se debía "supeditar los intereses de clase a los intereses nacionales" implicaba para el PKI distraer al campesinado que se levantaba contra los terratenientes; implicaba llamar a "elevar la eficiencia y la productividad" de los mismos obreros que ocupaban las empresas nacionalizadas. La llamada etapa de liberación nacional se convirtió en el anzuelo, que impidió ejercitar la revolución ininterrumpida. El ala derecha del gobernante Partido Nacional veía con pavor el crecimiento de la influencia revolucionaria, ciertamente. Y un fallido golpe “progresista” contra el Ejército y el ala derecha del Partido Nacional (Suharto), generó una respuesta anti-insurgente. Las fuerzas armadas activan una feroz oleada anti-comunista que azotará Indonesia.
La tragedia de Indonesia es que la confección de las listas de los blancos a ser aniquilados había utilizado como fuente, a los propios registros de militantes del propio Partido Comunista de Indonesia. Unas misteriosas manos habían puesto a la disposición del Imperio, una vasta “lista de blancos a ser neutralizados”. Lo mismo ocurrió en el Chile de Allende, en la UP Colombiana, y en casi la totalidad de organizaciones revolucionarias de izquierda del mundo que fueron diezmadas por las llamadas dictaduras de seguridad nacional. La ilusión-Obama impide ver el monstruo-Pentágono. Por tanto, no es momento para ilusionismos, la realidad esta allí y se llama el Imperio. Un extraño “principio de realidad” pretende imponerse al mundo entero, y se llama “sumisión a Washington”.