viernes, 31 de julio de 2009

CRITICA RADICAL Y PROYECTO SOCIALISTA


Javier Biardeau R.

Más allá de los manidos recursos de la descalificación, la rotulación y la estigmatización que encarnan las vías del dogmatismo y el doctrinarismo ideológico, hay que ejercitar el indeclinable principio de la criticidad radical en la construcción de alternativas socialistas basadas en la radicalización de la democracia, y no en su liquidación.
Decía Henry Lefevbre, que los intelectuales no han hecho sino interpretar el marxismo, que de lo que se trataba era de transformarlo. Pero Lefebvre tal vez omitía que a través de determinadas prácticas históricamente analizables, la transformación del marxismo derivaba en una doctrina de justificación del estatismo autoritario, y no en una teoría crítica radical.
En el texto de Cesario R. Aguilera de Prat: “La teoría bolchevique del Estado socialista”, quedan expuestas las sutiles distorsiones y re-significaciones que explican el pasaje de una teoría de la “extinción del Estado” (Lenin), como encarnación institucional de la lógica de la dominación, a su inversión ideológica en la tesis del “fortalecimiento del Estado Socialista” (Stalin), en abismal contraposición de los planteamientos tanto de Marx como de Engels. Una lectura obligada para quiénes barren bajo la alfombra tres debates claves de cualquier revolución: la posibilidad de “construcción del socialismo en un solo país”, el debate sobre la cuestión sindical y los consejos obreros, el reconocimiento de tendencias en los partidos revolucionarios y el multipartidismo en la sociedad política.
¿Y que tiene esto que ver con lo que en Venezuela ocurre? Pues mucho. Ni los espejismos del estalinismo ni del estatismo autoritario edulcorados con la retórica del nacionalismo popular revolucionario, ofrecen atractivo para encauzar las esperanzas democratizadoras de una emancipación radical para el siglo XXI.
El giro hacia la izquierda en América Latina y el Caribe no puede encallar en las viejas rocas doctrinarias del socialismo burocrático del siglo XX. La discusión, el debate, la polémica en un clima de libre expresión de las ideas y pensamientos son elementos constituyentes del propio carácter democrático de una revolución, construida a múltiples voces, desde múltiples corrientes, articulando la unidad para la acción transformadora desde la propia democracia interna del campo revolucionario.
Las páginas finales de Nicos Poulantzas en su obra: “Poder, Estado y Socialismo”, permiten reflexionar críticamente sobre la transición hacia un socialismo democrático, comprendiendo los callejones sin salida tanto de la socialdemocracia reformista como del llamado “socialismo real”. Para Poulantzas la problemática consiste en encarar una transformación radical del Estado articulando una ampliación y profundización de las instituciones de la democracia representativa y de las libertades (que fueron también conquista de las fuerzas populares) con el despliegue de las formas de la democracia directa de base y el enjambre de focos autogestionarios. Obviamente, se trata de una revolución democratizadora, no de afirmar la doctrina del “Estado socialista”, que administra los “intereses generales” de la sociedad a través del cuerpo burocrático. Estas fantasías del “Estado de todo el pueblo” son las mismas que se cristalizaban en las apariencias jurídico-constitucionales de la Constitución soviética de 1936.
Falso, se oculta el carácter clasista y de dominación de unas fracciones sociales sobre otras de toda forma/Estado. El asunto es que la única formula limitante de los desvaríos de la estadolatría residen en la ampliación y radicalización de la democracia, en el control social y político de los poderes del Estado, en la democratización de la esfera pública estatal.
Poulantzas apunta a los problemas identificados ya por Rosa Luxemburgo en su crítica a la revolución rusa: una interpretación del marxismo que amputa las libertades civiles y políticas, termina por condenar la revolución en el cadalso de la burocracia. Un partido dominante que funciona como partido único, la burocratización interna de este partido, la confusión entre partido y Estado, el fin de todas las manifestaciones de democracia de base, y peor aún, el encapsulamiento corporativo de las iniciativas populares, llevan al socialismo al mismo callejón sin salida: Estadolatría. Siendo la sociedad política y el Estado el centro del ejercicio del poder político, la lucha de multitudes tiene que modificar las relaciones de fuerzas en el interior de los propios aparatos de estado y en la sociedad política a favor del poder popular. Nada de sustituciones que infantilizan y encuadran desde arriba el poder popular.
La democracia participativa y protagónica no es la democracia jacobina. No se trata de la deificación del hombre idealizado unida al desprecio profundo por las personas reales; un “hombre nuevo” que reclama su sumisión ante una minoría virtuosa, que le promete su redención mediante una dictadura, justificando incluso el terror. La moral compulsiva transplantada a la clase y al partido, hizo organizar la sociedad soviética según el modelo de la fábrica despótica, donde el Estado y las demás organizaciones sociales fungen como “látigos” o “correas de transmisión”.
Este espíritu tecno-burocrático, estatista, tuvo como consecuencia la negación de los valores del proyecto socialista, la negación de la emancipación social, cultural y política del las mayorías sociales.
Pues sin democracia radical, sin socialización del poder no hay Nuevo Socialismo.

sábado, 4 de julio de 2009

LA SOCIALDEMOCRACIA REVOLUCIONARIA EXPLICADA A DEBATE SOCIALISTA, CON EL PERDÓN DE FLORA TRISTAN Y ROSA LUXEMBURGO

Javier Biardeau R.

“La emancipación de los trabajadores debe ser obra de los trabajadores mismos”. Esta frase retumba aún desde los Estatutos de la Primera Asociación Internacional de los trabajadores[i] (1864) hasta la actualidad. El enunciado sigue colocando el poder del polo asalariado, el control obrero y los consejos de trabajadores como eslabones claves de la socialización económica frente a las estatizaciones, mal llamadas “nacionalizaciones”.

Trotsky[ii] es su Programa de Transición (1938) vuelve sobre el punto, ya metabolizada la contra-revolución estalinista y su famosa Constitución de 1936: “La elaboración de un plan económico, así sea el más elemental, desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores y no de los explotadores, es inconcebible sin control obrero, sin que la mirada de los obreros penetre a través de los resortes aparentes y ocultos de la economía capitalista. Los comités de las diversas empresas deben elegir, en reuniones oportunas, comités de trusts, de ramas de la industria, de regiones económicas, en fin, de toda la industria nacional, en conjunto. En esa forma, el control obrero pasará a ser la escuela de la economía planificada. Por la experiencia del control, el proletariado se preparará para dirigir directamente la industria nacionalizada cuando la hora haya sonado”.

Quedaba clara la diferencia entre las nacionalizaciones reformistas de las expropiaciones socialistas: “La diferencia entre estas reivindicaciones y la consigna reformista demasiado vieja de “nacionalización” consiste en que: 1) Nosotros rechazamos la indemnización; 2) Prevenimos a las masas contra los charlatanes del Frente Popular que, mientras proponen la nacionalización en palabras, siguen siendo, en los hechos, los agentes del capital; 3) Aconsejamos a las masas a contar solamente con su fuerza revolucionaria; 4) ligamos el problema de la expropiación a la cuestión del poder obrero y campesino”.

No profundizaremos aquí sobre las propuestas de Korsch[iii], Adler o Pannekoek[iv] sobre la socialización económica, ni sobre el correlato político sugerido por Cerroni[v]: auto-gobierno de las masas, nada de sustituciones burocráticas, ni aparatos despóticos. El debate sobre la relación Poder del Estado-Carácter de clases en la temática de las socializaciones y nacionalizaciones queda claramente planteado. Un enfoque contra-hegemónico plantea una radical transformación democratizadora del Estado como condición necesaria para que la nacionalización no se vaya por el camino del estatismo, sino por el camino de la socialización, por el control directo de las clases subalternas de la gestión económica.

Pero apreciemos la vulgar maniobra de montaje textual (típica de los Equipos de Operaciones Psicológicas-OPSYS[vi]) que se utiliza para descalificar a quienes participamos en el debate del CIM: Intelectuales, Democracia y Socialismo en el reciente número de “Debate Socialista”. Con referencia al tema de LA PROPIEDAD PRIVADA DE LOS MEDIOS DE PRODUCCIÓN plantean

UNT … los demócratas sociales buscamos aproximación a la justicia en el marco de la economía mixta, independientemente de que la forma de propiedad predominante sea pública o privada. La cooperación entre ambas se regirá por reglas de juego confiables, sólidas y la propiedad privada será respetada.
JAVIER BIARDEAU ¿CIM?) ¿Dónde se está discutiendo sobre el tránsito de la propiedad privada de los grandes medios de producción a las diferentes modalidades de propiedad social? Hay que distinguir que nacionalizaciones no son socializaciones.

Estimado lector, usted compare. Para los camaradas del “Debate Socialista”[vii], allí se esconde la semilla del mal socialdemócrata. ¡En atreverse a preguntar! Y si usted encuentran una similitud allí, entonces, peligro, alerta, cuidado! Estos paranoicos caza-fantasmas socialdemócratas experimentan un agudo sectarismo de capilla, reviviendo los estilos de tratamiento de matices, diversidad y diferencias de criterios que rememoran los peores momentos de la izquierda sin futuro del siglo XX. Camaradas, asuman la diversidad de pensamientos críticos y revolucionarios en la construcción de la unidad de acción revolucionaria. No estigmaticen el debate, no asuman funciones policiales. No debo recordarles a los camaradas las implicaciones del artículo 131 de la constitución estalinista de 1936[viii]:

“Todo ciudadano de la URSS tiene el deber de cuidar y fortalecer la propiedad social, socialista, como base sagrada e inviolable del régimen soviético, como origen de la riqueza y del poderío de la patria, como fuente de una vida acomodada y culta para todos los trabajadores. Los individuos que atentan contra la propiedad social, socialista, son enemigos del pueblo.”

Esta conciencia compulsiva del deber (¿recuerdan el código moral del constructor del comunismo del XXII Congreso del PCUS?[ix]) hace del “socialismo de Estado” un socialismo policial, despótico y proclive a la criminalización. No es hora de contrabandos ideológicos del siglo XX. O inventamos o erramos.

Trotsky, que conocía perfectamente lo que significaba una “revolución traicionada”[x] y los métodos policiales del “camarada Stalin”, agregaba al debate sobre nacionalizaciones lo siguiente: “Para rehabilitar el programa socialista a los ojos de los campesinos es preciso desenmascarar implacablemente los métodos stalinistas de colectivización, dictados por intereses de la burocracia y no los intereses de los campesinos y de los obreros.”

Ya sabía Trotsky lo que significaba estatización autoritaria y poder de la burocracia, frente al poder de los obreros y campesinos. Marx, Engels, Korsch, Adler, Trotsky y Pannenkoek desde perspectivas distintas tenían claridad sobre una cuestión estratégica: ¿Son equivalentes la socialización de las nacionalizaciones-estatizaciones? Socializaciones, control obrero, autogestión, consejos de fabrica, consejos obreros no equivalen a “nacionalizaciones”. No teman a la subjetividad antagonista de la estructura de mando del capital. Meszaros[xi] lo dice con lucidez. El sovietismo fue una personificación del Capital, del capitalismo colectivo ideal, con explotación salarial incorporada.

Mucho antes, Engels[xii] lo decía con extraordinaria ironía: (…) desde que Bismarck emprendió el camino de la nacionalización, ha surgido una especie de falso socialismo, que degenera alguna que otra vez en un tipo especial de socialismo, sumiso y servil, que en todo acto de nacionalización, hasta en los dictados por Bismarck, ve una medida socialista. Si la nacionalización de la industria del tabaco fuese socialismo, habría que incluir entre los fundadores del socialismo a Napoleón y a Metternich. Cuando el Estado belga, por razones políticas y financieras perfectamente vulgares, decidió construir por su cuenta las principales líneas férreas del país, o cuando Bismarck, sin que ninguna necesidad económica le impulsase a ello, nacionalizó las líneas más importantes de la red ferroviaria de Prusia, pura y simplemente para así poder manejarlas y aprovecharlas mejor en caso de guerra, para convertir al personal de ferrocarriles en ganado electoral sumiso al gobierno y, sobre todo, para procurarse una nueva fuente de ingresos sustraída a la fiscalización del Parlamento, todas estas medidas no tenían, ni directa ni indirectamente, ni consciente ni inconscientemente nada de socialistas. De otro modo, habría que clasificar también entre las instituciones socialistas a la Real Compañía de Comercio Marítimo, la Real Manufactura de Porcelanas, y hasta los sastres de compañía del ejército, sin olvidar la nacionalización de los prostíbulos propuesta muy en serio, allá por el año treinta y tantos, bajo Federico Guillermo III, por un hombre muy listo.”(Del socialismo Utópico al Socialismo Científico).

El propio Engels coloca la distinción Socialización/Nacionalización en el debate socialista. Si, el socialdemócrata revolucionario Engels, tanto como Rosa Luxemburgo, o como Lenin, en aquel partido obrero socialdemócrata ruso hasta su séptimo congreso en 1918. ¡Oh sorpresa, la palabra socialdemócrata!

No haremos un montaje deliberado de enunciados sobre la democracia social y la socialdemocracia en 1890 con los adecos del UNT en Venezuela. Ese tipo de operaciones-montaje la realizan los equipos de operaciones psicológicas, tipo Globovisión o CNN, por ejemplo. No somos tan ingenuos, sabemos el objetivo, el método y las técnicas de “propaganda liberadora”: edición, descontextualización, asociación, manipulación de percepciones, segmentación arbitraria, encuadramiento comunicativo, etc. Todo para diseminar una tesis con claro propósito de liquidación política: hay intelectuales asociados a la “fracción política del CIM” que son tan socialdemócratas como los hijastros de Manuel Rosales y Ramos Allup. La vieja táctica del social-fascismo del estalinismo.

Por ese camino llegaremos a la siguiente conclusión: el Primer Plan Socialista del Gobierno Revolucionario que guía y orienta la acción del “Comandante-Presidente” Chávez (le sugiero que lo lean), lo elaboró la Comisión de doctrina de UNT; es decir, lo hizo Demetrio Boersner[xiii] y su equipo; y la AN que lo aprobó le pasaron una bola de humo. ¡Que estupidez!

Engels, más preclaro que nuestros camaradas, planteaba que las fuerzas productivas no pierden su condición de capital al convertirse en propiedad del Estado. Pues el Estado capitalista moderno es una organización creada por la sociedad burguesa para defender las condiciones exteriores generales de reproducción del modo capitalista de producción. El Estado capitalista moderno, cualquiera que sea su forma, es el capitalista colectivo ideal. Y cuantas más fuerzas productivas asuma en propiedad, tanto más se convertirá en capitalista colectivo y tanta mayor cantidad de ciudadanos explotará. Allí, los obreros siguen siendo obreros asalariados, proletarios. La relación capitalista, lejos de abolirse con estas medidas, se agudiza, llega al extremo, a la cúspide.

Engels, con su particular visión de la dialéctica histórica objetiva suponía que al llegar a la cúspide, se derrumba (Algo semejante pensaba Lenin[xiv] del Capitalismo Monopolista de Estado). Decía Engels (desde nuestro punto de vista, ingenuamente): “La propiedad del Estado sobre las fuerzas productivas no es solución del conflicto, pero alberga ya en su seno el medio formal, el resorte para llegar a la solución”.

Engels no conocía ni el Planismo, ni el Keynesianismo, ni el corporativismo fascista. El capitalismo de estado no era la antesala del socialismo, sino su liquidación por parte de la tecno-estructura (Galbraith[xv]). Para evitar esto, no hay más que un camino: que la sociedad, abiertamente y sin rodeos, a través de una nueva hegemonía popular, democrática y revolucionaria tome posesión de esas fuerzas productivas. Esto es la socialización desde abajo, con control obrero, con consejos obreros y comunas campesinas. ¿Socialdemocracia?

Lo que los caza-fantasmas socialdemócratas no encuentran es la solidaridad estrecha entre el estalinismo y el reformismo socialdemócrata con relación al capitalismo colectivo ideal: la tecno-burocracia. Aunque ciertamente, la socialdemocracia reformista conservó la cascara legitimadora de la democracia representativa y su legalidad burguesa (algo que la regresión estalinista convirtió en deformación despótico-burocrática, en “legalidad socialista” y crisis permanente de legitimidad).

El asunto clave sigue siendo la composición social y de clase del bloque social dominante que controla el poder del Estado, o en palabras más sencillas: ¿Cuales clases controlan efectivamente las “nacionalizaciones” administradas por el Estado?, ¿Cuál es el carácter de clase del Estado que impulsa la lucha por la “propiedad social”?

Finalmente, para que no quede duda. Vuelvo a plantear un tema-tabú para muchos revolucionarios en Venezuela: ¿vamos a copiar el guión revolucionario y el modelo socialista de Cuba? Yo insisto, no creo necesario que nosotros carguemos con la defensa del legado histórico de la Revolución Cubana, que vive una profunda encrucijada histórica en su renovación socialista. La solidaridad no implica un espíritu a-crítico, ciego, sordo y mudo. Las fallas o debilidades de la revolución cubana no deben convertirse en lastres de la revolución venezolana. Ni Cuba es una sociedad que ha culminado el tránsito socialista ni Venezuela tiene que copiar modelos.

Nuestro peor enemigo de siempre se esconde en la falta de voluntad para construir un pensamiento crítico socialista, creador, heterodoxo, radical, que permita construir una amplia hegemonía democrática y socialista. Y esto implica alianzas sociales y políticas amplias en la construcción de un nuevo bloque histórico nacional-popular, bolivariano y revolucionario. El nuevo socialismo del siglo XXI no se construirá desde una sola vox, sino desde múltiples voces. El Debate esta abierto, y que la revolución de nuevas practicas y discursos nos permitan superar el lastre del socialismo burocrático del siglo XX. ¡Insumisos e insumisas del mundo, Uníos! ¡Democracia socialista o barbarie!


Referencias:

[i] Estatutos de la Asociación Internacional de Trabajadores (1864)
[ii] Trotsky: Programa de transición (1938).
[iii] Karl Korsch: ¿Qué son las socializaciones?
[iv] Anton Pannenkoek: La socialización.
[v] Umberto Cerroni: teoría política y socialismo.
[vi] Operaciones psicológicas en las llamadas “guerra de cuarta generación”
[vii] Debate Socialista-“Rosa Tristán”-Programas ideológicos de la socialdemocracia. Julio 2009
[viii] Constitución de la URSS-1936
[ix] Código moral del constructor del comunismo. De acuerdo al Diccionario soviético de filosofía. “Compilación de los principios –científicamente fundamentados– de la moral comunista, contenidos en el Programa del Partido adoptado en el XXII Congreso del P.C.U.S., en octubre de 1961. El código ha nacido de la vida misma, es fruto de la época en que se construye el comunismo, cuando en la sociedad se acrecienta y amplía, cada vez más, la esfera de la acción moral y se reduce la de la regulación administrativa de las relaciones [70] entre las personas.”
[x] Troysky: La revolución traicionada
[xi] Meszaros: Mas allá del Capital
[xii] Engels: Del Socialismo utópico al Socialismo científico.
[xiii] Boersner: Democracia social. Alternativa para Venezuela.
[xiv] Lenin: Acerca del infantilismo “izquierdista” y el espíritu pequeñoburgués.
[xv] Galbraith: El Nuevo Estado industrial

jueves, 2 de julio de 2009

LIDERAZGO REVOLUCIONARIO Y CONTRA-HEGEMONIA: ENSEÑANZAS DE PAULO FREIRE

Javier Biardeau R.

Decía Paulo Freire (1), que la acción política junto a los oprimidos debe ser una acción cultural para la libertad, rompiendo con la visión de los opresores que refuerza los vínculos de dependencia y sumisión en las relaciones de poder. A través de la concientización, de la reflexión y de la acción, la dependencia de la situación de dominación deber dar paso a la independencia, a la auto-liberación junto con otros. Se trata de una experiencia de auto-emancipación a través de una política crítico-dialógica.

Por tanto, el método del liderazgo revolucionario no es la “propaganda liberadora”, no se trata de “depositar la creencia de la libertad en los oprimidos”, sino en el hecho de dialogar críticamente con ellos. Esto implica no solo hablar, sino escuchar, comprender activamente la palabra ajena, sus significados, sentidos y acentos socio-ideológicos en la interacción verbal y semiótica (2).

Mientras el liderazgo populista supone que realiza una donación hacia el pobre, y que por tanto el pobre entra deuda con el líder, el liderazgo revolucionario rompe las cadenas de la dependencia y el clientelismo, construyendo la reciprocidad. Construir el consentimiento activo, como sujetos, y no el consentimiento pasivo, como objetos disponibles y manipulables, no nace de la propaganda, nace del diálogo, de la reflexión y la acción que problematiza la realidad a ser transformada. De allí el carácter eminentemente pedagógico de una revolución.

Contra-hegemonía equivale a desmantelar la separación entre gobernantes y gobernados, entre dirigentes y dirigidos, entre elites y masas. También puede hablarse de “hegemonía democrática” en contraposición a la “hegemonía autoritaria” (3). Planteamos el debate sobre contra-hegemonías (4).

No es posible usar la acción pedagógica para la liberación usando los métodos de propaganda del opresor. No se trata de engranajes, sino de seres humanos activos, reflexivos y responsables. Dice Freire que la propaganda, el dirigismo, la manipulación, como armas de dominación, no pueden ser instrumentos de liberación. El liderazgo revolucionario no puede reproducir la conversión de seres humanos en cosas, en objetos manipulables, sino que debe advenir en relación dialógica, crítica que problematice permanentemente. Freire suponía que ningún orden opresor soportaría el cuestionamiento permanente, la pregunta de los oprimidos sobre el ¿Por qué? de las situaciones que experimentan en la vida cotidiana.

Por tanto, una concepción bancaria de la pedagogía es incompatible con el liderazgo revolucionario. El liderazgo revolucionario no puede tomar a los oprimidos como ejecutores de sus determinaciones, como meros activistas a los que se les niega su reflexión sobre su propia acción. En la praxis revolucionaria, la manipulación, la esloganización, el depósito, la conducción, la prescripción deben ser cuestionadas porque son métodos de la praxis opresora.

El liderazgo revolucionario que no sea dialógico con la multitud, mantiene la “sombra” del dominador dentro de si, y es presa de un sectarismo que conlleva a reforzar la lógica del opresor. El diálogo revolucionario se opone a la “propaganda bancaria”, al discurso vertical, a la transformación de la pronunciación del mundo en intercomunicación por la consigna burocrática. Del diálogo revolucionario nace la intersubjetividad, la intercomunicación liberadora, no la palabra hueca.

No se trata de un hegemon comunicacional, político o cultural, se trata de la contra-hegemonía, de la intercomunicación liberadora. La revolución es hecha junto al pueblo por el liderazgo en una solidaridad inquebrantable, en un encuentro amoroso, humilde y valeroso. Se trata de comunión con el pueblo, para superar el dirigismo y el mesianismo.

El liderazgo revolucionario estimula el pensamiento crítico de las multitudes, no transforma negativamente su entusiasmo a través de una senso-propaganda-Tchakhotine (4) alienando las pasiones revolucionarias con los mitos utilizados por las elites opresoras. Solo cuando liderazgo y pueblo se vuelven críticos, es cuando se impide la burocratización.

El liderazgo revolucionario se distingue de la elite dominadora no solo por sus objetivos sino por sus métodos de actuación, tiene pues un compromiso con la libertad, pues la adhesión verdadera es la conciencia libre de opciones, verificándose en la intercomunicación, mediando y transformando la realidad.

Aquellos que insisten en imponer su palabra de orden, no estimulan ni organizan al pueblo, simplemente manipulan. Cuando uno aborda la contra-hegemonía plantea la necesidad de construir la autoridad compartida (5). Se trata de un quiebre paradigmático del término eghesthai que significa "conducir", "ser guía", "ser jefe". La dirección política en la democracia socialista del siglo XXI, no puede confundirse con estilos burocráticos o militaristas, debe ser fundamentalmente una acción pedagógica y cultural liberadora.

Entonces el asunto tampoco es transformar el reaccionario “principio del Líder” por el liderazgo colectivo, sin transformar el paradigma del liderazgo revolucionario. Tarea pendiente, sobre todo para quienes pregonan el fetichismo del Líder indiscutible, desconociendo que la fortaleza de una revolución, en una etapa de ascenso revolucionario, está en el pueblo organizado, consciente y dispuesto a luchar por un proyecto socialista. Pues el Liderazgo revolucionario es necesario, pero más necesario es un pueblo que quiera hacer una revolución para su auto-liberación.

El dilema entonces es: ¡Democracia Socialista o Barbarie!

Bibliografía:

(1) Freire, Paulo. Pedagogía del Oprimido.
(2) Bajtin-Voloschinov. El signo ideológico y la filosofía del lenguaje.
(3) Laclau-Mouffe. Hegemonía y Estrategia Socialista
(4) Garcia Agustin, Oscar. Contra-hegemonía y desacuerdos.
(5) Tckakhotine, Serge. La violencia de las multitudes por la propaganda política.
(6) Gramsci, Antonio: Elementos de Política. Cuadernos de la Cárcel.

miércoles, 1 de julio de 2009

¿SUCESIÓN CONSTITUCIONAL FORZADA?

Javier Biardeau R.

“Cuando yo uso una palabra”, dijo Humpty Dumpty en un tono bastante desdeñoso, “significa lo que yo decido que significa – ni más, ni menos.” “La cuestión es”, dijo Alicia, “si usted puede hacer que las palabras signifiquen cosas tan diferentes.” “La cuestión es” dijo Humpty Dumpty, “quién es el amo, eso es todo.”
Lewis Carroll. Alicia a través del espejo.

¿Sucesión Constitucional Forzada? Así llaman los afectados por el síndrome del “delirium extremis” antichávez en Venezuela, a los acontecimientos de ruptura del hilo constitucional en Honduras. Ignoran obviamente que nada de esto existe en la Constitución, y que no hay renuncias forzadas ni inventadas. Tampoco militares que emergen de la providencia, interpretando a gusto las leyes, y sus efectos. Este espectáculo no es más que una simple contra-revolución preventiva, cuyo guión esta en el Pentágono, y dice: bloqueo de “revoluciones democráticas y pacíficas”. Ya basta que la soberanía popular ponga o quite. Ha llegado el tiempo del poder constituido diga adiós al poder constituyente.

El antagonismo extremo hacia Chávez, y los procesos de polarización generan algo más que el llamado (por Rigoberto Lanz), “síndrome de la realidad invertida” (de la “perspectiva invertida”, he acotado por mi parte). Este algo más es propio de comunicaciones políticas claramente distorsionadas, de fenómenos patológicos de grupo. Anthony Wilden en su conocido texto “Sistema y estructura. Ensayos sobre comunicación e intercambio” enfatizaba que la ideología dominante del capitalismo, al sobredimensionar las relaciones de oposición entre “humanidad” y la “naturaleza”, y entre los miembros de las comunidades humanas, sustituía un valor de supervivencia de corto plazo (la competición) por un valor de supervivencia a largo plazo (la cooperación). La “información” tiene un valor de supervivencia, la “desinformación”, un valor de entropía, desorganización y muerte.

Anclas y empresas de difusión masiva están a la carga: desinformen ¿Gorilas mediáticos? Parece que en Venezuela están sueltos hace ya mucho rato. Exaltan la barbarie golpista, entrelineas como siempre: “restablecimiento del orden constitucional”, “vacio de poder” o “sucesión constitucional forzada” ¡Simples eufemismos! Por puro fanatismo y capricho antichavista, por supuesto. Se trata de una estupidez con parámetros claramente definidos: si se asocia positivamente a Chávez es malo, muy malo-malo. Si se asocia negativamente a Chávez es bueno, muy bueno-bueno. Lamentablemente, gente que se dice muy inteligente, caen en este estado. Un mundo empobrecido, sin matices ni profundidad, de ataque-defensa. Todo esto nos lleva a una conclusión: estamos ante climas de opinión prebélicos. No nos quejemos al tener que recoger los vidrios rotos de un país en guerra civil.




El Sociólogo Jesús Ibáñez enseñaba que la información, en la acepción más usual del término, no es algo que nos permita meramente elegir entre opciones ya predefinidas. En un sentido más profundo, nos permite constituir tales opciones, construir las alternativas. ¿Qué opciones estamos construyendo día a día, cotidianamente, en nuestras “guerras de información”? En sentido de la pragmática de la comunicación, considero indispensable sustituir los espacios de opinión homogeneizados por la línea política editorial de los Amos oficiales o privados, por paneles plurales, heterogéneos, con gente que piense y opine distinto, que logre respetarse, tolerarse, reconocerse, sobre todo que humanice al adversario político. ¿Ingenuidad? Tal vez.




La dictadura mediática de un lado no se combate con la dictadura mediática del otro. Eso no es hegemonía democrática en el terreno de la comunicación-cultura. Esto es hegemonía autoritaria de ambos lados. Clausewitz sabía lo que significaba “del ascenso hacia los extremos”. Y usted, ¿Lo sabe?




El golpe de Estado en Honduras puede ser un pretexto para enderezarnos, o para curvar aún más las contradicciones. El asunto es si la oposición democrática a Chávez, y las fuerzas socialistas realmente democráticas en el campo del chavismo comparten reglas mínimas comunes principios, valores y procedimientos que definan un terreno común para la política. Lo otro es guerra. No son cuestiones semánticas menores, lo enseña la actual experiencia Hondureña.




La violencia contra la Constitución en Honduras muestra la caverna que amenaza las frágiles culturas democráticas. Hay tanto revolucionarios “puros” como nostálgicos del 11 de abril que desconocen el ABC de un terreno mínimo para la democracia. Wilden nos enseña: “Quienquiera que defina el código o el contexto, tiene el control (…) y todas las respuestas que acepten ese contexto renuncian a la posibilidad de redefinirlo.” Algunos quieren ser Amos absolutos, para controlar códigos y contextos, imposibilidad de redefiniciones. ¡Cuidado con los que nos hablan de “pureza moral e intelectual” en el debate revolucionario y político! No quieren que pensemos con cabeza propia.




Luego de la actitud del Congreso Hondureño, hay que poner las barbas en remojo para el 2010 en Venezuela. La AN será convertida en caja de resonancia de la estrategia del Pentágono, a pesar de la proyección de una línea blanda de la Casa Blanca. Quien quiera oír que oiga, quien quiera ver que vea. No son casuales los tímidos rechazos al golpe en sectores de la oposición, y las defensas al mismo en los aparatos mediáticos. El test democrático hacia todo el espectro político e ideológico en América Latina y el Caribe ya ha comenzado. La contra-revolución preventiva hace tiempo que comenzó.




Dicta la Constitución de Honduras (art.2): “La suplantación de la soberanía popular y la usurpación de los poderes constituidos se tipifican como delitos de traición a la patria”. También dice (art 3): “Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador ni a quienes asuman funciones o empleos públicos por la fuerza de las armas o usando medios o procedimientos que quebranten o desconozcan lo que esta Constitución y las leyes establecen. Los actos verificados por tales autoridades son nulos. El pueblo tiene derecho a recurrir a la insurrección en defensa del orden constitucional”. El numeral 12 del artículo 205 dicta entre las atribuciones del Congreso hondureño, admitir o no la renuncia del Presidente. Faltaría decir: “la cual aceptó…” Pobre oposición venezolana.



Cuidado entonces, los Goriletis andan sueltos.