viernes, 29 de febrero de 2008

PSUV: ¿DERIVA HACIA LA DERECHA?


Javier Biardeau R


Considero imprescindible que aquellos que estén comprometidos con una refundación del campo de la izquierda socialista, revolucionaria, nacional-popular y profundamente democrática en el seno del proceso bolivariano, cuestionar las diversas intrusiones de la derecha que pueden ser expresadas en:

a) Subordinación de la política económica, sectorial y global del Estado, a los intereses de la acumulación de diversas fracciones capitalistas, nacionales y transnacionales, enquistadas bajo modalidades patrimoniales y succionadoras del presupuesto público, debilitándose los intereses y la resolución de las demandas de las clases trabajadoras, subempleadas y del polo popular.
b) Control y cooptación de personal político de la alta dirección de los órganos del poder constituido y de los centros estratégicos de poder, con especial énfasis en los mandos militares y comandos de guarnición.
c) ideología de conciliación-pactos con grupos de poder, del pragmatismo, de renuncia a los principios éticos del socialismo revolucionario, reforzando la pasividad de la acción de masas y fomentando la corrupción,
c) Desmantelamiento de la dirección colectiva y sustitución por sistema de mando vertical-personalista en las estructuras de intermediación políticas y sociales,
d) liquidación de la autonomía organizativa del movimiento sindical, gremial, estudiantil y en general de las organizaciones del campo popular, en aras de su ubicación como simples correas de movilización electoral o para neutralizar “amenazas del imperialismo”.
e) retraimiento de una política internacional que promueva la construcción de bloques regionales de poder contra-imperiales.

Ya son comunes los términos de boli-burguesía, derecha endógena, nueva clase político-económica, etc. En la calles, esquinas, lugares de trabajo y descanso, incluso llegan a identificarse sus voceros, figuras, testaferros, empresas y conexiones económicas, políticas, y militares. El “capitalismo de estado” realmente existente es el manantial boyante de la creación de esta suerte de lumpem-burguesía rentista. En este contexto, los peligros de las “desviaciones de derecha” no son ajenos a la construcción del PSUV, a sus cuadros de dirección, a sus equipos técnicos y promotores.

Tanto la deriva derechista como la deriva ultra-izquierdista, son factores de debilidad para la acumulación de fuerzas socialistas, revolucionarias y democráticas en el movimiento nacional-popular bolivariano. Mientras el ultra-izquierdismo desea saltos sin transiciones, la deriva de derecha desea cancelar cualquier transformación efectiva de las estructuras de poder, privilegio y control ideológico, haciendo llamados al orden, el pragmatismo y la gobernabilidad. En el campo teórico e ideológico, la deriva hacia la derecha ha representado las tentativas de negación de cualquier referencia a algunas de las variantes del marxismo, o a la construcción de referencia teórica revolucionaria, bajo el ropaje de las interpretaciones funcionalistas-.sistémicas de las “ciencias sociales” disponibles. La unidad y coherencia ideológica con la tradición socialista revolucionaria es desplazada a un segundo plano, enfatizando la lealtad al mando personal-vertical del Presidente Chávez y las referencias genéricas al antiimperialismo.
Esto indica la impostergable necesidad de un debate ideológico acerca del “socialismo” y la “revolución bolivariana” hasta ahora cancelado, con interlocución del movimiento popular y sus expresiones organizadas. No hay debate, ni formación teórica-ideológica, ni espacios de profundización de la discusión política e ideológica. Estos asuntos se reducen a clichés, consignas, y propaganda masiva y alienante. La batalla de ideas se ha quedado en una batalla sin ideas, sin interlocución real del movimiento popular, de los trabajadores de ambos géneros, subempleados, desocupados, movimientos sociales, campesinos, estudiantes, profesionales, pueblos indígenas, intelectuales y capas medias progresistas. El peligro de que se cree una fracción de derecha en el poder, se halla vinculada a la situación general del país. La misma amenaza permanente de la política imperialista norteamericana, y de los representantes políticos de la derecha económica tradicional tienden a alimentar la opinión de que, estando el movimiento popular revolucionario en la imposibilidad de derrocar rápidamente el régimen capitalista, la mejor táctica es la que lo lleve a un bloque de concertación con la llamada “burguesía-nacional” (burguesía del proceso”), para lograr la supuesta contención amplia de la oligarquía y del imperialismo, degenerando en una pasividad del movimiento popular y de la dirección de izquierda revolucionaria. Se repiten los guiones de las llamadas “revoluciones por etapas”, la conjunción de un bloque de clases antiimperialistas, típicas del nacionalismo burgués, y plantillas cercanas a la tesis de la “nueva democracia”, pero sin una clara dirección revolucionaria. Se viene imponiendo con naturalidad las tesis de la concertación de intereses entre el polo popular, los trabajadores, los campesinos, las capas medias, y los llamados capitalistas nacionales, justificando esta situación como una consecuencia desafortunada del imperialismo. Pero el asunto estratégico es dilucidar cuales sectores tiene el papel ideológico y político dirigente de la coalición. ¿Cuáles son las fuerzas dirigentes y motrices de la revolución bolivariana? Hasta ahora, parece claro, que no es ni el movimiento popular, ni los trabajadores, ni los campesinos, ni sectores revolucionarios de las capas medias. Todo depende del arbitraje personal de Chávez y de su anillo de apoyo político inmediato.
Hay que examinar con precisión y claridad las correlaciones de fuerzas y el carácter de clase del gabinete ministerial, de los poderes constituidos, y de la fuerza armada, estableciendo sus conexiones ideológicas dominantes. De este modo, la nueva burguesía y su nueva clase política se sirven del movimiento popular y las capas medias progresistas como masa de maniobra electoral contra la restauración del punto-fijismo, pero institucionalizando un nuevo pacto de elites emergente. Ello es la expresión del profundo pesimismo de la situación predominante acerca de la capacidad revolucionaria de las clases trabajadoras y de los sectores populares en general. Este pesimismo acerca del papel del poder popular organizado y movilizado, conducen a enaltecer prácticas gubernamentales y políticas que combinan aspectos del populismo re-distributivo, el reformismo socialdemócrata y la gobernabilidad liberal, a pesar de la retórica revolucionaria, nacionalista y de “rumbo hacia el socialismo”. La lucha revolucionaria pasa por enterrar definitivamente un determinado régimen social, sus sistemas de explotación, dominación y manipulación ideológica. "Rumbo hacia" y nada más; año tras año "rumbo hacia", y al cabo de años ¿seguir hablando de "rumbo hacia"? "Rumbo hacia" significa no haber llegado ni querer llegar.
Existe una pretensión de control/cooptación del campo popular, por parte de un reducido núcleo de dirección política, cuyos valores-fuerza no van más allá de las aspiraciones de la mediana y alta burguesía rentista, nacionalista, pero temerosa de la construcción de un movimiento popular organizado y de cambios revolucionarios. Estos valores fuerza no constituyen el ala derecha del movimiento popular, sino el ala izquierda de la burguesía y como tal deben ser desenmascarados ante el pueblo. El peligro de derecha debe combatirse con debate, agitación, movilización y formación ideológica socialista, contraponiendo al programa de derecha el programa revolucionario del bloque nacional-popular.
El tema del socialismo revolucionario frente al nacionalismo antiimperialista es un eje de debate para clarificar la permanencia o transformación del régimen de producción, propiedad y mando capitalista. Si la lucha es una lucha sin fin contra el bloque de poder oligarquía/imperialismo, entonces no hay avance alguno. O se debilita realmente el poder del imperialismo, de la oligarquía y de la derecha, o se los fortalece. Si se los fortalece, la revolución ha entrado en un periodo de reflujo revolucionario y de flujo contra-revolucionario. Mientras el maximalismo sin transiciones liquida las mediaciones políticas de la revolución, el minimalismo del pragmatismo liquida cualquier referencia a transformaciones estructurales bajo la conducción del poder popular organizado. El minimalismo es la ventana de oportunidad de la derecha para liquidar la revolución.
Sin una crítica a los conceptos y valores de derecha que predominan en la actual situación política será muy difícil salir de la deriva populista de la revolución. Hay quienes consideran demasiado largo el período de transición y se impacientan. Esto los conducirá a errores de ultra-izquierda. Otros siguen parados en el mismo sitio, y creen que hemos llegado al final de la revolución. Estos constituyen a la derecha. Vivimos un delicado momento de recomposición social, política e ideológica de la revolución bolivariana, luego del revés electoral del 2-D. La derecha culpabiliza a la izquierda del revés electoral, pero lo cierto es que muchos de los contenidos de la reforma, traducían las pretensiones de una tendencia de derecha disfrazada de izquierda. La mayor evidencia radicaba en la minimización del poder de decisión, control y conducción efectivo del poder popular organizado de los métodos y fines del cambio. El proceso de cambio quedaba concentrado y confiscado en pequeños núcleos de decisión. Todo período de transición está lleno de contradicciones y luchas. Postergar indefinidamente las transformaciones de signo socialista, inhibir el debate socialista, inhibir la construcción de practicas socialistas, son parte del clima ideológico dominante de derecha. Derivar hacia la derecha es quedarse a la zaga de una época, fomentando el espíritu de estabilidad y de pasividad en los sectores populares. Frente a la deriva dominante de derecha no puede haber reacciones ultra-izquierdistas. Hay que emprender una lucha de dos frentes en el PSUV, combatiendo tanto la deriva infantil del ultra-izquierdismo, como enfrentar con decisión el montaje de poder que viene acumulando la derecha. Hay que impedir que el PSUV consolide una dirección de derecha, que utilice sus conexiones económicas y militares para neutralizar el socialismo revolucionario bolivariano. La designación y los métodos de designación de las autoridades transitorias del PSUV marcarán el rumbo de la nueva coyuntura política. ¿Se reconocerá alguna legitimidad política e ideológica a una dirección provisional predominante de derecha? El bloque nacional-popular revolucionario tendrá la última palabra.

domingo, 24 de febrero de 2008

LIBERARSE DE LAS POLARIZACIONES DE LA IZQUIERDA DEL SIGLO XX






Javier Biardeau R.

1.- Entrada:

Ya han comenzado a manifestarse los dolientes de la muerte del mito de las dos izquierdas. Dolientes de la socialdemocracia-reformista y dolientes del estalinismo marxista-leninista. Desde nuestra perspectiva, mientras más re-inventemos el imaginario crítico socialista y dejemos atrás a las viejas izquierdas del siglo XX, con mayor creatividad se perfilarán las nuevas figuras de la pluralidad socialista del siglo XXI. No habrá un solo socialismo, como nunca lo hubo, pero se hará explícita la multiplicidad de modelos de socialismo. No hay recetarios, ni catecismos, revestidos o no, de retóricas cientificistas. Lo que viene emergiendo es un nuevo imaginario crítico radical. Desde este imaginario, habrá que socavar y conmover a las ciencias sociales históricas establecidas, analizar sus bases ideológicas y sus adscripciones a geopolíticas culturales. Las teorías, codificaciones y representaciones conceptuales, quedarán en un segundo lugar, en un plano accesorio, de donde no deberán salir, sino como “cajas de herramientas”, como “instrumentos teóricos”. Esta decisión responde a la propensión de reificar a los productos de la actividad científica en el campo histórico-social, como ideologías justificadoras de determinadas opciones políticas. Sabemos lo sencillo que es construir ideologías justificadoras desde supuestos y presunciones de “teorías científicas” de lo histórico-social. No entreguemos los movimientos de lo contingente a un nuevo discurso-amo. Las ciencias histórico sociales o son críticas, o son siervas de las pretensiones de poder. En éstas, no hay ni pura contingencia ni pura necesidad, ni pura libertad, ni pura causalidad. Hay aperturas de planos de consistencia, de tendencias y contra-tendencias. Allí se juegan las estrategias y las tácticas, los juegos y las constricciones.

2.- Acontecimientos:

Tratemos son respeto y rigor los interrogantes hechos por Margarita López Maya (El bolivarianismo ¿Cuál izquierda?: http://www.aporrea.org/ideologia/a51214.html). La izquierda del siglo XX mantiene sus espectros por inercias, caligrafías mentales, dogmas, repeticiones e incluso, actitudes típicas del “colonialismo interno”. Washington quisiera revivir el mito de las dos izquierdas, utilizarlo como herramienta de división-disgregación, y llama a sus mensajeros a posicionar de alguna manera su mitología polarizadora. Esta mitología es enemiga del pluralismo. Maniqueísmo no es pluralidad, no es sociodiversidad. Ahora, son las izquierdas “carnívoras” o “vegetarianas”, de Vargas Llosa, de Montaner. Antes fueron, Castañeda, Villalobos, Petkoff, sectores de la Internacional Socialista, etc. Por otra parte, el estalinismo tropical también mueve sus piezas. Todavía hay dolientes en el imaginario del estalinismo-burocrático. Todavía hoy se intenta conjurar la lectura atenta de los Manuscritos económico-filosóficos, de los Grundrisse o de los Anales Franco-Alemanes. Mucho más las correspondencias, donde se despejan controversias teóricas y se derriban dogmas. Es muy peligroso que el viejo Marx y sus escritos subversivos salgan de su tumba para enterrar la entelequia del marxismo-leninismo, para sepultar la ideología de justificación del partido-Estado. En Marx y Engels habita una flexibilidad, un rigor, que justifican la pluralidad socialista, la existencia de tendencias revolucionarias diversas que luchan ciertamente, pero que fecundan la diversidad y libertad de pensamiento crítico, que hacen gala de la centralidad de la soberanía popular, de la República democrática, de una utopía comunista libertaria de cabo a rabo, más allá de la máquina-estado y su función de servidumbre, mas allá del régimen de producción, propiedad y mando capitalista. Los teatros reformista y estalinista son dos montajes simétricos, falsas polarizaciones de una misma lógica del poder: gobernantes y gobernados, explotados y explotadores, colonizantes y colonizados, cada uno en su lugar, en su emplazamiento objetivo, sin mutaciones. Pero estos montajes se han desvanecido con la caída de sus grandes-relatos ideológicos. Desde un punto de vista socio-semiótico, sus programas narrativos no generan el más mínimo efecto realizativo. Producen desiertos de sentido. No logran movilizar lo que Nietszche llamó en algún lugar, “quanta de potencia”, o Marx, “quanta de valor”. Constituyen el “grado cero” del proyecto-liberación, simulacros, espejismos. Se han vaciado de aceptabilidad y de pasión libertaria, y muestran su verdadero rostro: simples imposturas burocráticas.

Reformar el capitalismo para hacerlo “humano”, o salir de la prehistoria desde el telos del despotismo-burocrático, constituyen simples estupideces, bufonadas, engaños, consuelos para idiotas. Las historias y sus creatividades van por otros lados. Como dicen algunos sacerdotes: hay que prestarle atención a la morfogénesis. Analicemos si hay novedad, si hay reinvención del imaginario socialista y para la izquierda anticapitalista, o si los fantasmas del pasado tienen el poder de aprisionar el cerebro de los vivos. El análisis de las movidas electorales de América Latina indica el llamado “giro político hacia la izquierda”. Pero más que un giro hacia una dirección única, es un rechazo de la imposición única llamada neoliberalismo. De allí a la izquierda anticapitalista hay un largísimo trecho. No olvidemos que el neoliberalismo es la ideología-fuerza del capitalismo del siglo XXI, pero hay propuestas de recambio en puerta. El capitalismo juega con propuestas des-reguladoras y reguladoras. Todo depende del empuje del bloque popular subalterno, o si prefieren, de la multitud. Se abre un nuevo ciclo de luchas, de movimientos, de insurgencias y nadie está en capacidad de codificarlas en las plantillas de la izquierda del siglo XX. Construyamos nuevos conceptos, también en el plano teórico, conceptual, hay que hacer revoluciones. Tradición e innovación son originariamente parte del trazado de fronteras entre izquierda y derecha. La derecha conserva y tiene una ansiedad cartesiana por el orden y la estabilidad, la izquierda subvierte, y su pathos es cambiar la vida, esta ruinosa vida de alienaciones múltiples. Por esto, la vieja izquierda del siglo XX, tanto la reformista como la marxista-leninista son de derecha.

¿Qué significa ser de izquierda en este siglo XXI?, se interroga Margarita López Maya tratando de comprender el llamado bolivarianismo. Creo que el bolivarianismo es un enigma de múltiples caras: hay izquierdas, pero también derechas. La cuestión no va por el camino de concretar la identidad política de la izquierda del siglo XXI desde el universo de referencias del siglo XIX y XX. La historia no ayuda mucho en este caso, a menos que sea para des-sedimentar las viejas identificaciones de la vieja izquierda. No seamos lo que fue, sino lo que podamos devenir con nuestras prácticas históricas. No hay que nacer viejos, hay que crear novedades. Pero es pertinente la pregunta: ¿Qué significó ser de izquierda en el siglo XIX y XX, para no repetir sus errores y tragedias?

3.- Cuentos:

Podemos utilizar con Margarita, como punto de partida un ensayo del historiador marxista británico Eric Hobsbawm, llamado ¿Qué queda de la izquierda? (en On the Edge of the New Century, 1999). Podríamos utilizar a Bobbio, a Canfora, a Jaurés, a cualquier otro u otra; y porque no, a Marx. Los puntos de partida no son inocentes. Pero, cuidado, los términos derecha e izquierda tienen una sedimentación, una procedencia, una genealogía. Las narraciones ya no son simples descripciones:

“A la izquierda de la Asamblea estaban Barnave, el romántico Buzot, el hermoso Pétion, y Robespierre, abogado de Arras y adicto a la causa popular. En el centro, grandes señores liberales o curas demócratas; a la derecha, algunos hombres de valor, pero sin influencia, y que no intervenían para nada en las sesiones”. André Maurois. Historia de Francia

Sabemos que el criterio definitorio fue que en aquella Asamblea Nacional, a la derecha se sentaban los partidarios de cambios muy leves (o de ningún cambio), y a la izquierda los que exigían transformaciones drásticas, profundas y rápidas del “ancien régime”. Lo que no decimos, es que eran una izquierda y una derecha de contenido básicamente burgués. Así que no es lo mismo decir izquierda que socialismo. Ni lo mismo decir socialismo que anticapitalismo. Marx ya lo advertía en su contexto (Manifiesto comunista), hay socialismos burgueses y pequeño-burgueses, incluso feudales. Hay una izquierda burguesa, y esa es una de las enseñanzas de la Revolución Francesa, que no hay que descuidar. Una larga serie de historiadores, desde Louis Blanc hasta Daniel Guérin, pasando por Jean Jaurés, ha propuesto, sin embargo, interpretaciones diferentes a las oficiales, que tienden a poner de relieve la participación de las clases populares y los componentes «socialistas» de la revolución. Lo importante parece señalar la acción del pueblo en la gesta revolucionaria, junto a la existencia de un pensamiento «comunista» (Mably, D’Argenson) y, más que «liberal», «libertario» (Maréchal, Diderot), en los escritores de la época.

Mientras la burguesía entendía la proclamada «igualdad» como igualdad ante la ley, el pueblo subalterno la interpretaba como igualdad social y económica, y se esforzaba por llegar al nivel de la realidad concreta lo que no era sino una abstracción jurídica. La «Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano», basada en la «Declaración de la Independencia» de los Estados Unidos y redactada por representantes de la burguesía, seguía considerando «inviolable y sagrado» el derecho de propiedad. El célebre abate Siéyes, vocero de esa burguesía, proponía por entonces una división general de la población de Francia en ciudadanos activos, es decir, propietarios (con derecho a elegir para el gobierno) y ciudadanos pasivos, esto es, proletarios (sin derechos políticos). Poco después, la Asamblea, dominada por representantes de la burguesía, acogía esta dicotomía como principio esencial de la Constitución. Desde entonces, los usufructuarios de la Revolución, interpretaron el principio de igualdad anunciando que «todos los hombres son iguales, pero algunos son más iguales que otros». La lucha de clases durante la Revolución francesa conformó sus sistemas narrativos, como los ha denominado Jean Pierre Fayé. Cada sistema narrativo hecha su cuento (y esa es la historia como relato, cuentos, memorias hechas narraciones, aunque revestidas de modelos explicativos, de simulaciones nomológico-deductivas). Por ello, la conciencia histórica es objeto de disputa política, y desde allí la lucha por las memorias e historias “oficiales”. Falsificaciones, farsas, controversias, es difícil encontrar en la historia una objetividad distinta de la humana objetividad. A decir, de Nietszche. Humana, demasiado humana.

Por ejemplo, constituye una controversia histórica, la exaltación del jacobinismo como la «izquierda» de la revolución. Los jacobinos fueron, para otras interpretaciones, la izquierda de la burguesía. El terror que instauraron estaba ideológicamente vinculado con su concepción centralista del Estado, con su idea de la «dictadura democrática», con su propósito de utilizar al pueblo antes que de serle útil. En este error incurrieron muchos historiadores marxistas-leninistas, como A. Soboul (La Revolution francaise), que, aun reconociendo el papel de la masa popular en la gesta revolucionaria, trataron de minimizar, con óptica rigurosamente estalinista, los intentos de autogestión y de democracia directa, puestos de relieve, en cambio, por D. Guérin y, ya antes, en alguna medida, por M. Aulard. Más allá del jacobinismo, aunque originadas en él, surgieron las sociedades secretas comunistas, promovidas desde 1794 por Babeuf y Buonarroti, que postulaban la nacionalización de la tierra. Pero más allá de este comunismo centralista (llamado a desembocar en Blanqui y en Lenin), hay todavía un comunismo abierto y popular, muchas veces libertario y federalista, desarrollado en calles y plazas y predicado en las secciones de barrios, cuyos exponentes fueron, entre otros, Varlet, Chalier, Leclerc, Jacques Roux («el cura rojo») (M. Dommanget, Jacques Roux. Le curé rouge, 1948), Dolivier (cura de Mauchamp y autor de un Ensayo sobre la justicia primitiva), Boisel (que escribió el Catecismo del género humano), L’Ange (a quien Michelet considera como un predecesor de Fourier). Pero también el redactor del célebre Manifiesto de los Iguales, Sylvain Maréchal, rechaza tanto la propiedad privada como cualquier forma de gobierno (M. Dommanget, Sylvain Maréchal L’egalitaire, 1950). Éstas eran las visiones del mundo, los horizontes de mundo de las clases populares-subalternas; ésta era la otra izquierda de la revolución
Considero desacertado decir que la izquierda como referencia política aparece en Europa con la revolución inglesa. Por rigor socio-semiótico, no se etiquetaron de estas formas los movimientos radicales ingleses. Trasladar terminología de unos tiempos a otros, genera una amalgama que termina por confundir los mazos de cartas. Su procedencia es la Asamblea nacional de la Revolución Francesa. Retroceder en el uso social de estos terminos a la “revolución” inglesa del siglo XVII, y tomar como referencia, una “derecha”: los puritanos del propio Cromwell y su yerno, Ireton, un “centro” (los levellers) y una “izquierda” (los diggers), implica utilizar términos que no se corresponde con las propias interpretaciones de los protagonistas. También los sujetos importan, no solo las proyecciones del investigador. No carece de interés y de vinculación histórica, que la fractura se produce en torno a dos cuestiones que son importantes: el sufragio universal o condición de ciudadanía y la apropiación privada de la tierra, cuestionada por los diggers de Lilbume, que proponen un régimen comunal, pero no fue propiamente una revolución, sino un acomodamiento pactado en el que los sectores dominantes lograron cooptar el radicalismo.

Apuesto por una perspectiva histórica más restringida y menos laxa con el uso de izquierda y derecha. Permite hacer distinciones más ricas, más complejas, construir determinaciones mucho más multilaterales. Ser de izquierda antes del socialismo ruso era captar las luchas en el seno de la Gran Revolución, no solo luchas entre los de arriba y sus fracciones, sino entre los de abajo y sus formaciones. No se trató solo fue compartir ideales como la lucha contra la monarquía, las aristocracias y el absolutismo, sino además de diferir sobre si estar a favor o no de las nacientes instituciones burguesas de gobierno constitucional y liberal. No fue que “una vez que la burguesía alcanzó el poder, las agendas de los izquierdistas cambiaron y se diversificaron”. NO, ya las agendas eran diversificadas antes y lo serán después. Hay tanto compartir ideales: alianzas, como estar en desacuerdo: conflictos. El Imaginario de izquierda es inherentemente conflictivo, y esto no es negativo per se.
Obviamente, estoy comentando mis desacuerdos sobre el propio texto de López Maya. Cambios de acentos y énfasis que tienen implicaciones políticas. Veamos. Ser de izquierda en el siglo XIX no era formar parte de un “continuo” que iba de posiciones moderadas a radicales. Moderada fue el centro y la derecha. ¿Eran moderados los jacobinos? Ciertamente no, y eran la izquierda de una fracción burguesa. El Imaginario jacobino era Republicano, democrático, pero liberal. Pensar que este imaginario agota el campo de la izquierda es una pesada ilusión, que todavía tiene consecuencias políticas. Se asocia el radicalismo a las posiciones violentas, pero no olvidemos que esta asociación es parte de una sedimentación histórica.

No fue la revolución bolchevique siguiendo a Hobsbawm, la que produjo una escisión polarizante en las izquierdas. Previamente, existieron polarizaciones en la AIT, por ejemplo, con la expulsión de la Bukunin y los suyos. Es falso decir que la socialdemocracia mantuvo la lucha por gobiernos constitucionales, derechos civiles, políticos y sociales que permitieran la inclusión y vida de buena calidad para todos. Aquí comienza Margarita a deslizar sus preferencias morales: vida buena/vida mala, ¿Calidad de vida? No, este cuento puede ser contado de otras maneras. Primero ¿Cuál socialdemocracia? ¿La de Lasalle, la de Engels, la de Kaustky, la de Bernstein?. No son pequeñas las diferencias. Eso que llaman pomposamente, la socialdemocracia europea, vivió sus peores momentos justo antes de la primera guerra mundial: ¿apoyamos o no la guerra? ¿Somos colonialistas o no? ¿Seguimos a Marx o no? ¿Apoyamos la revolución rusa o no? No tornemos invisibls estos “pequeños detalles”. Incluso, mas tarde, recordemos los intentos por crear una Internacional del dos y medio, ni alemana ni bolchevique. La izquierda socialista ha sido plural y conflictiva, y la historiografía sigue buscando continuidades, unidades, en vez de desgarramientos y diferencias. La agenda socialdemócrata, si es por crear cartografías de dividió en revolucionarios y reformistas, mucho antes de la polémica entre bolcheviques y la dirección de la social-democracia alemana. Y digo esto, por sencillez. Hay implicaciones políticas en cada una de las lecturas.

Cuando López Maya dice que la socialdemocracia “se centró en democratizar la política con la inclusión y dominio en ella de las masas populares lideradas por el movimiento obrero. Se pensó que una vez completada esta agenda, se avizoraría el camino hacia la sociedad libertaria socialista. La izquierda bolchevique, en cambio, se consideró revolucionaria y optó por la idea de la revolución permanente como medio para alcanzar la construcción de un nuevo tipo de sociedad, que hasta ese momento nadie podía caracterizar o dibujar con certeza”; estamos en la propia intrusión de la mitología de las dos izquierdas, recuerdan: la vida buena/la vida mala. Si fuéramos quisquillosos con la lógica del significante, diríamos: la vía buena/ la vía mala al socialismo. Pero esta es una deformación, ¡de las socio-semióticas críticas y del plano de la expresión! Este es el criterio de valor, el pre-juicio de valor de toda la mitología de las dos izquierdas. Tampoco en la Revolución Rusa había una sola izquierda socialista. Pero no continuaré, por eso he titulado esta parte como Cuentos: ¿Qué son las historias escritas y narradas desde diferentes perspectivas ideológicas? Cuentos, Marx: “de te fabula narratur! Ueber dich word hier berichtet! ( de ti se habla aquí- aquí se cuenta de ti).


4.- Implicaciones…realizativos…los discursos son actos que ensamblan acciones de masa:

Antes de tomar como punto de partida a la guerra fría pasaron muchas cosas, acontecimientos, eventos. Entre ellos apuntaré algunos. Es solo en 1951 que se crea la Internacional Socialista, el COMISCO se transforma en el Consejo de la IS. No es una línea recta la ruta de la II Internacional a la Internacional obrera y socialista, y de ésta a la Internacional Socialista. Allí pasaron muchas cosas, con grandes implicaciones, que es conveniente estudiar y difundir. Es materia pendiente, pero no olvidemos dos: a) el Estalinismo, b) el abandono del programa de investigación-acción fundado por Marx y de la centralidad de una crítica radical-revolucionaria del capitalismo, por parte de la socialdemocracia reformista.
La polarización entre bolcheviques y la dirigencia de la socialdemocracia alemana es el punto neurálgico para abandonar el mito de las dos izquierdas. La cuestión es remontarse a esta polémica para comprender que otras voces fueron silenciadas e invisibilizadas, y que desde allí se destruyó el vínculo orgánico entre Socialismo, Democracia y Revolución (ver declaración de principios de internacional socialista: http://www.socialistinternational.org/viewArticle.cfm?ArticleID=31) Actualmente, la revolución es la “revolución tecnológica”, y una simple referencia a la revolución bolchevique tratada de la siguiente forma: “El comunismo ha perdido el atractivo que tuvo en ciertos momentos -tras la revolución de Octubre o durante la lucha antifascista- para una parte del movimiento obrero o para algunos intelectuales. Los crímenes del estalinismo, las persecuciones masivas y la violación de los derechos humanos, así como sus problemas económicos sin solución, han erosionado la imagen del comunismo como alternativa al socialismo democrático o como modelo para el futuro.”
Para la izquierda socialista, anticapitalista y democrática del siglo XXI, la cuestión es derrumbar la farsa reformista del “capitalismo con rostro humano”, y derrumbar las concepciones burocrático-despóticas del socialismo que tuvieron como epicentro la Revolución Bolchevique. Al mismo tiempo, hay que comprender las implicaciones de la crisis de la modernidad/colonialidad y de su racionalidad hegemónica, luchar para des-dogmatizar y descolonizar el pensamiento crítico socialista. Nada más y nada menos. ¿Puede el bolivarianismo apoyar alguna de estas tareas? Hay que resolver muchos enigmas con las múltiples caras del bolivarianismo.
Margarita López Maya acierta desde mi punto de vista cuando plantea que: “En América Latina se replican estos antagonismos entre socialdemócratas y comunistas hasta hoy, cuando uno oye que existen dos izquierdas: la buena y la mala, la vegetariana y la carnívora, la revolucionaria y la reformista. Estas simplificaciones ayudan poco a dilucidar qué camino es mejor en los albores del siglo XXI cuando se está en busca de nuevos paradigmas para construir mejores sociedades. Las crisis de los referentes del siglo XX debieran más bien despertar curiosidad y tolerancia para entender los experimentos en curso, con sus cómos y el por qué de sus diferencias. El debate de proyectos tan disímiles como los de la Concertación en Chile, el MAS en Bolivia, el PT en Brasil o el bolivarianismo en Venezuela enriquecería las posibilidades de desarrollar proyectos socialistas alternativos en el siglo XXI.”
La izquierda popular-subalterna indo-afro-latinoamericana ha venido resurgiendo de la mano de los movimientos populares y multitudes, más que de los partidos marxista-leninistas. En este contexto, el movimiento bolivariano ha demostrado ser una poderosa fuerza de movilización y de impacto internacional, a pesar de sus debilidades ideológicas a la luz de su adscripción al ideario socialista. El bolivarianismo es algo más que una “izquierda confusa y contradictoria”, expresa una izquierda anticapitalista, popular, subalterna, como quanta de potencia. Pero también expresa tendencias despóticas, socialdemócratas, populistas e incluso fascistoides. Allí reside su potencial y sus peligros. Dependerá de la capacidad intelectual, moral y política de una renovación socialista, democrática y revolucionaria, en el seno del bolivarianismo, para que la balanza ideológica se incline hacia esta dirección.

Hasta ahora, y prueba de ellos ha sido el polémico transito de la reforma constitucional, el comportamiento del bolivarianismo no es solo confuso y contradictorio, sino errático. La construcción de una plataforma de movimientos sociales, populares y fuerzas partidistas que sellen la unidad entre la particularidad nacional-popular, el nuevo socialismo, la democracia participativa y la revolución anticapitalista es una tarea pendiente. La izquierda socialista debe abandonar el complejo psicológico-político de sentirse “arrimados” a la revolución bolivariana, confiscada en términos generales por la derecha endógena, y bajo cierta complicidad (¿Táctica? ¿Estratégica? ¿Quién lo sabe aún?), del propio liderazgo de Chávez. ¿Será posible que el Gobierno aplique las tres R a su visión de la política? Diría que si y solo si rectifica en profundidad, para no perderse en la deriva cesarista-populista, ahora remozada de prudencia pragmática. Analizando la composición ideológico-política del personal político del gabinete de Gobierno, no me queda duda del giro hacía el pragmatismo, lo que Lanz ha llamado la “derecha de la izquierda”. Falta saber si se rearticulará una plataforma socialista, revolucionaria y democrática en el seno del proceso bolivariano, y si tendrá tiempo para evitar el ocaso de la revolución. Como dicen: el futuro es ahora.



sábado, 23 de febrero de 2008

SABERES CONTRAHEGEMÓNICOS



Javier Biardeau R.
jbiardeau@gmail.com


" Las palabras no son neutras", nos plantea desde una teoría crítica radical (¿postmoderna?) el amigo Rigoberto Lanz. Pero quedan inquietudes pendientes. Una teoría crítica radical y revolucionaria, como decía el viejo Marx, del modo de producción/reproducción de la civilización capitalista (Wallerstein), nos lleva más allá de la modernidad occidental, más allá de la colonialidad/modernidad y de su racionalidad hegemónica (Quijano). De allí la pertinencia de los "enfoques contra-hegemónicos", no sólo rastreando las huellas de lo postmoderno euro-céntrico o de lo trans-modernos/de-colonial (Dussel-Mignolo). A decir de Anouar Abdel-Malek, hay que afirmar la ruptura con el dogma de la división naturalizada entre gobernantes y gobernados (Gramsci contra Pareto/Mosca). Hay que vivificar las pasiones libertarias que afectan las narraciones y los dispositivos de enunciación dominantes.

Hay todo un universo de referencia en las palabras de aquel himno de la Internacional escrito por Eugène Pottier en 1871, durante la Comuna de París, cuando enuncia: "Ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador. Nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor". Habría que agregar: nos-otros y nos-otras, y también las alteridades. Multiplicidad de singularidades revolucionarias. Y repite Pottier: "Agrupémonos todos, en la lucha final. El género humano es la internacional".

Esto es lo que la derecha neo-conservadora llama "totalitarismo", barriendo debajo de su alfombra roja, los genocidios coloniales e imperiales: "El género humano es la Internacional". Marx en sus afectos y pasiones articuladas al "soy humano, y nada de lo humano me es ajeno" ("Homo sum, et nihil humanum me alienum puto". Terencio), nos lleva a su mandato ético: hay que echar por tierra todas las relaciones sociales que hagan de los seres humanos, seres sometidos a humillaciones (Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel-1844).

Y para esto no hay que partir del "individualismo posesivo" (Mcpherson), sino de la corporalidad viva que afirma la humana dignidad.

Ciertamente, hay que echar por tierra las relaciones sociales que someten a los cuerpos a regímenes-gobiernos-disciplinas (Foucault), a controles (Deleuze-Guttari); desconociendo las humanidades plurales, los multiversos.

Luego del triunfo de Sangarará, Túpac Amaru II expidió un mensaje a los pueblos andinos, volviendo a convocar a los criollos a la unidad con la causa india: "Vivamos como hermanos y congregados en un solo cuerpo. Cuidemos de la protección y conservación de los españoles; criollos, mestizos, zambos e indios por ser todos compatriotas, como nacidos en estas tierras y de un mismo origen". Discurso contra-imperial y descolonizador.

Más allá de las clasificaciones y jerarquías, todas ilegítimas, por más que se pretendan justificar desde la teatro-logía (Balandier) de la "farsa conciencia histórica euro-céntrica" (¡porque es farsante y cínica!), para vivificar al plural género humano, un género intercultural, de diálogo entre civilizaciones, culturas y naciones abiertas a la liberación.

Es hora ya de quitarse las anteojeras que fueron colocadas por siglos de colonialidad/modernidad, por siglos de racionalidad hegemónica, de geopolítica de los conocimientos; para re-montarse desde las profundidades de las experiencias y pasiones que se oponen afirmativamente a las múltiples opresiones, inventando un nuevo imaginario crítico de emancipación, sin el culto a dogmas, a fetiches, sin euro-centrismos, sin modos de subjetivación que truncan la posibilidad de construir singularidades entre singularidades, liberaciones entre liberaciones. Porque más que "igualdad, libertad y fraternidad", caligrafiando mentalmente los valores-fuerza de la Revolución Francesa, se trata de revoluciones democráticas post-imperiales, que rebasan la política cultural de la modernidad occidental. Porque los nuevos imaginarios críticos socialistas afirman la justicia, la paz, la dignidad, la alteridad y la liberación. Para que la barbarie del mundo contemporáneo no siga llamándose de manera soberbia (imponiendo-se como): "Tener-razón".

martes, 19 de febrero de 2008

¿CEGUERA SITUACIONAL?


Edgar Morin en "Los siete saberes necesarios para la educación del futuro" dice que todo conocimiento conlleva el riesgo del error y la ilusión. Hay errores y cegueras producto de conflictos emocionales, ideológicos y cognitivos. Opino que la revolución atraviesa los síntomas de una ceguera situacional, que se manifiesta en su conducción política, estratégica y táctica. El tratamiento del caso Tascon, es solo un diminuto hilo de una madeja de errores y cegueras. Y todo apunta a cismas irreversibles. Chávez debe evitar y no contribuir a nuevos cismas. La oposición espera, mientras la revolución se fractura y debilita. Inaugurar un PSUV con expulsiones que a la vez posicionan a una fracción vencedora, es un autogol faltando 1 minuto de partido. Seguimos entrampados en los errores-cegueras que llevaron al duro revés del 2-D. No se trató simplemente de un “podrido”, ni de la existencia de “3 millones de traidores”. El revés ha sido y sigue siendo muy grave, puede llegar a ser catastrófico si no se corrige a tiempo y a fondo. La crisis que se avecina no es a cámara lenta. La R fundamental de las famosas 3R es la rectificación. Metafóricamente, Chávez se quedó sin jardineros, y cualquier línea más allá del cuadro, se convierte en extra-base. Rectificar es una acción compleja, profunda, que requiere serenidad del juicio, no arrebatos emocionales ni los juicios de aclamaciones prefabricadas. El DRAE registra 10 acepciones, y entre estas es conveniente referirse a tres: a) modificar la propia opinión que se ha expuesto antes, b) corregir las imperfecciones, errores o defectos de algo ya hecho, c) enmendar los actos o proceder de una persona. ¿Comprendido? Insisto, la gran responsabilidad de la derrota del 2-D es de aquellos que convencieron a Chávez de que la revolución depende exclusivamente de su figura personal y no de una política de mayorías, de inclusiones cada vez mas amplias. Con sectarismos y exclusiones no habrá revolución. Probablemente sin Chávez no habrá revolución, pero sólo con Chávez tampoco. No es un simple asunto de lealtad hacia Chávez, sino de acción de gobierno eficaz y de construcción de una democracia auténticamente participativa y de un estado de justicia, sin retardo y sin excusa. En el vecino país, llaman a estos errores, embarradas. Y el carisma no se puede embarrar ni despilfarrar. No es momento para dejarse influir por aquellos que alimentan las flaquezas narcisistas de cualquier “homo loquens-tremens-demens”, como diría Morin. Es momento para enfrentar la cruda realidad de un quiebre en la mágica popularidad del Líder. El “Carisma” es un fenómeno relacional, no una cualidad excepcional. Es en fin, una atribución social donde se trenzan complicados intercambios simbólicos e imaginarios. Cuando se rompe el intercambio, se exigen nuevas cualidades relacionales. Allí está la oportunidad de la rectificación. Es momento de superar la infantilización de la política de masas. El pueblo aspira a líderes distintos a los simples vendedores de ilusiones o “linimientos curalotodo”. Para crecer cualitativamente como colectivo. En eso consiste corregir, redimensionar la conexión popular perdida, comprender el profundo mensaje de inconformidad/malestar ante la deriva de una propuesta de cambio, ante la deriva de un estilo de conducción política, ante la deriva de las alianzas mayoritarias-incluyentes. ¿Donde quedó encunetada la revolución democrática? Hay que asimilar a Matus, cuando plantea el tema de la Ceguera Situacional. Resumiendo: “El líder está enjaulado, aislado, prisionero de la corte complaciente que controla los accesos a su importante persona” “El palacio de gobierno es una jaula cómoda y dorada, tan amplia como un país, pero tensa, vulnerable y acosada” “La ceguera del poder, como forma particular y aguda de la ceguera situacional, es inevitable aún para los líderes más inteligentes” “Los líderes están generalmente limitados al conocimiento de muy pocas opciones, y éstas están muchas veces encajonadas en el espacio de la continuidad de lo mismo.” “El cristal de la jaula no sólo deforma las imágenes sobre la realidad, sino los valores con que el líder la observa. La ética del poder es distinta de la ética de la oposición o de la ética del hombre común.” “El Líder en su jaula de cristal tiene una propensión a privilegiar la lealtad por sobre la capacidad” “Los líderes transformadores son hombres de inteligencia superior y carismáticos, pero están sujetos a una alta ceguera situacional.” “Por la misma razón de su fe, intentan imponer sus creencias.” “Aventura es emprender un proyecto o un plan conflictivo e innovador que exige recursos de poder no sólo superiores a los acumulados por el líder en su vector patrimonio, sino superiores a los posibles de concitar en el vector momento. La aventura conduce a la inviabilidad del proyecto.” “Entre las fuentes de la ceguera situacional debemos señalar la limitación del foco de atención, los preconceptos rígidos, la dificultad para situarse en la posición del otro, el vocabulario reducido, una cierta incapacidad para visualizar los problemas futuros, la disonancia cognitiva que suprime la información dolorosa, la sobrecarga de información, etc.” “Las propensiones de la mente humana al error cuando se enfrenta a la incertidumbre son particularmente malignas para los líderes, pues los mueven a creencias o temores injustificados que inhiben su acción oportuna o desatan su acción inoportuna o precipitadamente; a razonamientos mecánicos que limitan injustificadamente las posibilidades de solución; y a una incapacidad de corregir los errores.” “Atendemos a los grandes problemas sólo cuando se agravan hasta el extremo de mostrar síntomas reconocibles”. En síntesis, no hay peor coyuntura que aquella donde lo importante es lo urgente.

¿Por qué ganó la abstención en diciembre del 2007?


Javier Biardeau R.
No hubo sorpresas efectivamente. Los deseos solos no preñan. La realidad cruda y dura impone limitaciones a las ilusiones ilimitadas. El cuadro de derrota política con alta abstención, incluso si subiese llegado a lograrse una pírrica victoria electoral, coloca a la alta dirección estratégica de la revolución en el único espacio emocional y racional para superar la actual situación: reconocer errores y corregirlos, comenzando por la visión unilateral de la infalibilidad del Líder. Con una abstención cercana a 7.200.000 votantes (45 %), y un estrechísimo margen entre el SI y el NO (el CNE ha contabilizado 4 millones 504 mil 354 (50,70%) votos a favor del NO, y para el SÍ, 4 millones 379 mil 392, lo que representa el 49,29%), la lectura es que el peor escenario: un empate catastrófico con alta abstención, fue el evento no solo mas probable sino efectivo. La oposición quedo en neutro con relación a diciembre de 2006 (en realidad la oposición unida no logró despegar significativamente del año 2006), y la verdad cruda es que hubo un deslave en las bases sociales de apoyo de la revolución, una verdadera evaporación del voto bolivariano. No solo no hay 4.000.000 millones de oligarcas, sino que tampoco se le sumaron a estos, 3.000.000 de “traidores abstencionistas”, ex votantes de la revolución. El rechazo a la reforma es muy alto, así se elaboren racionalizaciones acerca de la abstención a-política y anti-política. Hubo abstención política de la base social revolucionaria hacia la reforma. Esta es la primera conclusión de sensatez ante los hechos electorales. En segundo lugar, no hay que endosarle el mayor peso explicativo de la actual situación a la campaña mediática de manipulación del miedo que lanzó el NO. Jugó un papel sin duda, pero no es lo esencial. Era predecible que la migración del voto bolivariano no iría hacia el NO, sino hacia la abstención. En realidad, a diferencia del chantaje propagandístico que se levantó para convertir el referendo en plebiscito, y llevar la decisión al terreno de la lealtad, se evidencia una protesta de fondo en el campo bolivariano. A 3.000.000 de bolivarianos no les pareció adecuado, ni la forma como se tramitó, ni aspectos medulares del proyecto de reforma constitucional, que si se hubiesen votado temáticamente, hubiesen permitido una abstención menos alta. La gran responsabilidad de la derrota es de aquellos que convencieron a Chávez de que la revolución depende exclusivamente de su figura personal. Error. Probablemente sin Chávez no haya revolución, pero solo con Chávez tampoco. Hay que corregir esta tendencia de minimizar el papel protagónico del pueblo a la hora de las grandes deliberaciones y decisiones. El “chavismo de aparato” (dirección PSUV) fue derrotado. La revolución se construye desde abajo, o se desgasta desde arriba. No se trata de que “por ahora no se pudo”. No me cansaré de plantearlo. El camino escogido para la construcción de la viabilidad política de la reforma era incorrecto. El proyecto de reforma está muy mal diseñado y fue muy mal tramitado. Allí hay temas de fondo que desbordan una reforma constitucional, que no rompen con el viejo socialismo burocrático, y que requieren ahora un debate radical. El campo minado de la reforma constitucional explotó en el terreno electoral, y no se pudo avanzar. Incluso, su legalidad constitucional estaba severamente cuestionada, a pesar de los intentos de la Sala Constitucional para correr la arruga. El maltrato a los desacuerdos le cobro alto al estilo vertical de hacer política. Las decisiones no se imponen, deben deliberarse. No hay democracia protagónica revolucionaria sin democracia deliberativa, sin democracia interna en el campo bolivariano. No repetiré los errores planteados en el texto: ¿Por qué esta explotando el campo minado de la reforma constitucional? Chávez persiste en el error si piensa que “faltaron 3 millones de votos” y que “estas personas no votaron contra nosotros, se abstuvieron". Se abstuvieron porque formas y contenidos esenciales del proyecto de la reforma, sin modificación alguna, no logran ser propuestas de prácticas democráticas contra-hegemónicas. No subestimen al pueblo, ni su intuición, ni su capacidad de autonomía política, intelectual y moral. Hay que seguir batallando por el socialismo, pero hay que saber diferenciar la hegemonía autoritaria de la contra-hegemonía democrática. La unidad en la diversidad es el camino viable del socialismo plural y libertario. Cualquier socialismo que liquide la pluralidad democrática, de manera real o imaginaria, no pasará la prueba de la soberanía popular. Hay que lograr no solo la máxima inclusión social sino la inclusión política, no solo la igualdad social sino la igualdad política. Hay que enterrar el imaginario jacobino de las revoluciones dirigidas desde arriba, desde vanguardismos y personalismos esclarecidos. Es tiempo de profundas reflexiones en la dirección revolucionaria. Tiempos para acabar con el pragmatismo de la derecha endógena y con el estalinismo de la ultra-izquierda también endógena. Tiempos para liquidar el burocratismo y la corrupción. Tiempos para liquidar la deriva cesarista-populista. Tiempos para renovar el pensamiento crítico socialista. Incluso tiempos, para pedir perdón y mostrar humildad por tantos maltratos proferidos. Ha llegado la hora de salir de un dilema que no es electoral: o se construye un socialismo verdaderamente democrático, protagonizado desde abajo, desde el poder popular, organizado en su diversidad y multiplicidad, o se pacta con la derecha y quienes quieren asumir una vía populista sin cambios profundos. Aquí hay cuatro grandes derrotados: el burocratismo de aparato, la derecha endógena y su mito cesarista, el estalinismo y las actitudes autoritarias de la ego-politik que habita, espero transitoriamente, en Chávez. Se trata de construir el socialismo de las mayorías democráticas. Nada más y nada menos. Para esto, no hay que radicalizar el discurso, hay que profundizar-renovar las prácticas socialistas, democráticas y revolucionarias, desde abajo, de cara a la construcción orgánica de un poder popular autónomo, democrático y revolucionario.

lunes, 18 de febrero de 2008

EL MITO DE LAS DOS IZQUIERDAS COMO HERRAMIENTA DE DISGREGACIÓN DE LA UNIDAD DEL CAMPO NACIONAL-POPULAR

Diego Rivera, En el arsenal


El debate sobre el nuevo socialismo no puede comprenderse en todas sus implicaciones si lo descontextualizamos de las tensiones que recorren el campo de las izquierdas en el mundo. Por efecto de intensificación de estas tensiones en lo que De Sousa Santos (1) ha denominado las nuevas polarizaciones en el campo de la izquierda (Boaventura de Sousa Santos, 2004, 440) es indispensable pasar a los condicionamientos geopolíticos de la tesis de las dos izquierdas. Frente a la falacia de la tesis de las dos izquierdas, podríamos seguir las indicaciones de Foucault, para enfatizar la consideración de los discursos como bloques tácticos que funcionan en el interior de las relaciones de fuerza en el campo socio-histórico.

En esta configuración de sentido, las consideraciones sobre el significado político e histórico de los discursos no pueden desencajarse de las relaciones de poder y dominio que los movilizan, ya que, estas constituyen sus condiciones de generación y recepción específicas. Partiendo de las herramientas del análisis crítico del discurso, tal como lo expone Van Dijk, podemos reconocer como ideología, cognición y discurso forman una triada conceptual que permite comprender los modelos de cognición social y su circulación en el campo de la discursividad social, generando efectos de legitimación político-cultural que refuerza el papel de las elites de poder. Adicionalmente, los aportes del círculo de Bajtin-Voloshinov, nos permite comprender la polifonía de la enunciación, los acentos ideológicos y las voces que se enfrentan en una agonística político-cultural. El nudo de todas estas propuestas ha sido el reconocimiento del papel que cumplen tanto el poder como las orientaciones ideológicas en el juego de los signos (2).

Antes del 11 de septiembre, dos teorías se disputaban el centro de la arena analítica a nivel de la geopolítica global dominante. Una de ellas era la tesis del “fin de la historia”, que preconizaba el triunfo de los valores occidentales de la economía de mercado y de la democracia liberal como única opción viable para llevar a cabo la inevitable globalización, luego de la implosión del campo socialista soviético. Como ha dicho Eduardo Galeano (3) para América Latina y el Caribe, el fin de la historia implica el desprecio como destino:

“¿Fin de la historia? Para nosotros, no es ninguna novedad. Hace ya cinco siglos, Europa decretó que eran delitos la memoria y la dignidad en América. Los nuevos dueños de estas tierras prohibieron recordar la historia, y prohibieron hacerla. Desde entonces, sólo podemos aceptarla.”(Galeano; 1992)

La otra, la de Samuel Huntington, afirma que en ese proceso de globalización económica e incluso política sería inevitable un choque de culturas y civilizaciones. Huntington ofrecía como ejemplo demostrativo de sus tesis el conflicto incesante entre Occidente y el Islam. Y justamente, en los momentos en que el desprecio y el auto-desprecio comienzan a vivir el declive del efecto paralizante de las terapias de choque del ajuste estructural y del consenso de Washington; y cuando las protestas anti-neoliberales comienzan a mostrar perfiles de afirmación de alternativas deseables, posibles y viables; aparece el mito de las dos izquierdas. No se trata de una tesis equivalente del pensamiento único con su afirmación de que las ideologías ya no son necesarias y que han sido sustituidas por la racionalidad de la economía capitalista de mercado. La democracia liberal, modelo históricamente insuperable, se sustentaría en al menos tres puntos: a) disponer de una economía capitalista de mercado, b) poseer un gobierno representativo para una “democracia gobernable”, c) mantener los derechos y seguridad jurídica, fundamentados en la propiedad, expectativas de estabilidad y efectividad institucional y el libre contrato.

Agotados los efectos hegemónicos de este discurso sobre las poblaciones, bajo el riesgo de constituirse multitudes (Negri; 2006) o “voluntades nacional-populares” (Laclau/Mouffe; 1987), y dado el potencial apoyo de las mayorías empobrecidas a fórmulas “populistas radicales”, se trata de dislocar el terreno social de las aspiraciones y demandas de cambio profundo de las sociedades. Se disemina la mitología de las “dos izquierdas”, una populista y otra moderna, en el contexto de la discusión del Socialismo del siglo XXI en América Latina y el Caribe

Sin embargo, cuando se asume imaginariamente una voz de corrección política, de autoridad política, desde la izquierda bienpensante, no cabe duda que se esta en pos de una ambición política. Establecerse como discurso-amo en un campo de significaciones, fuerzas y sentidos de la política. El ex-canciller mexicano Jorge Castañeda (4), desde el gobierno de derecha de Fox, fue uno de los primeros en sedimentar la falacia de las dos izquierdas. La ciudadanía latinoamericana se hallaría ante el dilema de elegir entre dos izquierdas: una «pragmática», «sensata», «realista»,«moderna» y «resignada»–representada por los gobiernos de Brasil, Chile y Uruguay – y otra «demagógica», «nacionalista», «populista», «poco modernizada» y «sin fundamentos ideológicos», presente en Venezuela, Bolivia, Argentina y México. A partir de allí, esta idea se ha difundido rápidamente, con diversos matices y perspectivas, a través de otros análisis que insisten en sostener una compresión dicotómica de la evolución de la izquierda en América Latina y el Caribe. Existe una disputa geopolítica de baja intensidad en el terreno de demarcación de una izquierda viable para Washington, y una izquierda cada vez más cerca de la figura de la amenaza a la seguridad hemisférica democrática de la región (5).

El dirigente ex comunista venezolano y hoy opositor a Hugo Chávez, Teodoro Petkoff (6) ha opuesto la «izquierda de reformismo avanzado», que también integrarían los gobiernos de Panamá, República Dominicana y Guyana, a la «izquierda borbónica», representada por el eje Cuba-Venezuela y sus efectos sobre Bolivia, Nicaragua y El Salvador. También el ex-guerrillero salvadoreño Joaquín Villalobos (7) habla de la diferencia entre la «izquierda religiosa» y la «izquierda racional». La imagen mediática de la bifurcación del camino de las izquierdas aparece también cómodamente instalada en la visión de intelectuales como Carlos Fuentes o Andrés Oppenheimer, así como en la prensa internacional, en gran número de analistas locales e, incluso, en ciertos trabajos de corte académico. En las propias declaraciones del Departamento de Estado Norteamericano se encuentran estas mismas dicotomías, lo cual nos lleva a conjeturar que se trata de una vasta operación de división de fronteras ideológicas en la cual estarían los think-thanks geopolíticos norteamericanos. Existen adicionalmente, condiciones socio-históricas concretas que permiten contextualizar esta aparente situación novedosa. Los triunfos electorales de las fuerzas y coaliciones de izquierda provienen de la participación electoral y del voto de los sectores medios empobrecidos y de los excluidos de cada país, producto de la aplicación histórica y de las consecuencias de políticas “públicas” de signo neoliberal, conjuntamente con una crisis de dirección hegemónica del bloque social dominante en cada uno de los países de la región.

Desde la reactivación del significante Socialismo para confrontar al neoliberalismo global en declive, y dado el agotamiento del discurso del fin de la historia, se requiere una suerte de dispositivo de recambio. Un giro hacia la captura de segmentos de la izquierda social por parte de la derecha política, a través de operadores cuya trayectoria política los hace portadores privilegiados para diseminar una campaña de opinión que le otorgue un “rostro humano” a la macroeconomía capitalista. Es el nuevo reformismo de la izquierda “modernizada”, “realista”, “pragmática” y “sensata”, que no se diferencia en nada de una derecha de “centro”, “humanista” y “popular”:

“Después de la Guerra Fría, muchos partidos de la llamada «familia de la izquierda latinoamericana» modernizaron sus doctrinas y se alejaron del socialismo real, buscando profundizar la equidad social y la democracia. Sin embargo la izquierda no es homogénea. Hay otra corriente de inspiración radical que actúa mediante el personalismo, el autoritarismo y el control férreo de los poderes públicos, lo que la sitúa al borde de la democracia formal. Aunque el auge de la izquierda no parece coyuntural ni efímero, las diferencias de estilo y contenido que afloran frente a la hegemonía estadounidense, son una prueba para su vocación democrática y su perdurabilidad.”(Petkoff; Nueva Sociedad; 197, 114).

Joaquín Villalobos, por otra parte ha planteado que “Hay en estos momentos un crucial debate entre la izquierda religiosa conservadora versus la izquierda realista pragmática.”. La política de la izquierda realista pragmática se refugia en el “arte de lo posible” mientras la izquierda religiosa se cobija en el “imposible”, que para Villalobos no llega nunca. Mientras la racionalidad domina a la primera, “las ideas de la izquierda religiosa son creencias, mitos, cielos, infiernos, tabúes, dogmas, santos y demonios que derivan en un proyecto populista dirigido al alma y a las emociones”. Interesados en generar emociones, la izquierda religiosa “propone un populismo que ofrece resolver problemas de forma inmediata, absoluta y perfecta. Esto contrasta con el realismo, que enseña que en política sólo se pueden lograr resultados graduales, relativos e imperfectos. El populismo no conduce a soluciones, sino a conflictos, eso es Cuba y Venezuela.”.

Para Castañeda, los “mediocres -y a veces deprimentes- resultados de la reforma económica parecen haber provocado una intensa reacción materializada en la elección de presidentes izquierdistas en todo el continente, comenzando por la victoria de Hugo Chávez en Venezuela al final del decenio de 1990 y continuando con las de Ricardo Lagos en Chile y Néstor Kirchner en la Argentina y, más recientemente, la de Luiz Inácio Lula da Silva en el Brasil y Tabaré Vázquez en el Uruguay”., pero “los votantes de América Latina no están eligiendo a una izquierda, sino a dos.”

Existiría para estos analistas, una fuerte reacción ideológica y política contra el "Consenso de Washington" en pro del mercado, con su insistencia en la liberalización, la desregulación, la reforma de estado, la flexibilización laboral y la privatización. Se trata mas que de reformas sociales radicales, de reformar el Consenso de Washington para que no fracture una base social de apoyo. Para Castañeda hay partidos, dirigentes y movimientos “que tienen raíces verdaderamente socialistas y progresistas -como, por ejemplo, Lagos y su Partido Socialista en Chile, Lula y su Partido del Trabajo en el Brasil y Vázquez en el Uruguay- están siguiendo vías pragmáticas, sensatas y realistas.”; sus “políticas macroeconómicas” son similares a las de sus predecesores; su “respeto de la democracia” es total y sincero, su “antiguo antiamericanismo” ha quedado atenuado por años de exilio, realismo y resignación. A la inversa, los dirigentes izquierdistas que surgen de “un pasado populista y puramente nacionalista, con pocos fundamentos ideológicos -Chávez con sus antecedentes militares, Kirchner con sus raíces peronistas y el alcalde de la Ciudad de México y candidato que encabeza la carrera hacia la presidencia López Obrador, con sus orígenes en el Partido Revolucionario Institucional- se han mostrado mucho menos receptivos a las influencias modernizadoras. Para ellos, la retórica es más importante que el fondo y el poder es más importante que la forma de ejercerlo. La desesperación de los electores de zonas pobres, provincianas y clientelistas es un instrumento más que un problema y el menosprecio de los Estados Unidos que entrañan las alianzas con Fidel Castro menoscaba la promoción de los intereses reales de sus países en el mundo.”

La conclusión para Castañeda es clara: “la izquierda de América Latina debe purgar sus peligrosas y destructivas vetas nacionalistas y autoritarias. La nueva izquierda, si se mantiene en la vía de la modernización y la reforma, puede ser una bendición para la región.” Frente a esta gramática de buenas y malas izquierdas, cuya vara de medida está en su subordinación a las políticas dictadas desde Washington, es importante hacer algunas precisiones. En primer lugar, las izquierdas ha asumido una forma específica en cada país de acuerdo a los efectos político-institucionales que la desastrosa agenda neoliberal ha dejado sobre el mundo de vida de las sociedades periféricas; así como el lugar que juegan en ella los movimientos sociales y la trayectoria histórica de los partidos progresistas. Hay, por lo tanto, más de dos izquierdas, aunque todas tienen en común la voluntad de recuperar las funciones de conducción estratégica del Estado y mejorar la situación social en un contexto de superación de la globalización neoliberal, el acuerdo termina cuando se llega a fondo con las transformaciones para superar el dominio del modo de producción y reproducción capitalista, e incluso cuando se profundiza la lucha contra el latifundio, la superexplotación y discriminación de trabajadores rurales o campesinos indígenas, o cuando se realizan regulaciones ambientales a los intereses de ¡las corporaciones transnacionales.

Para comprender con mayor rigor el ascenso de las izquierdas plurales en América Latina se requiere, por el contrario, explorar los particulares contextos de su emergencia, los bloques hegemónicos de poder sobre los que se apoyan, y los márgenes de maniobra que dejan las herencias institucionales forjadas en el largo periodo neoliberal. Hacerlo permitiría verificar que en América Latina no solo coexisten más de “dos izquierdas”, sino que todas ellas comparten un conjunto de procesos y propuestas que autorizan a hablar de un ciclo político de protesta, impugnación y esperanza que nace de un terreno social común contra los excesos neoliberales de los años 80 y 90.

De allí, la existencia de articulaciones y vasos comunicantes que impedirían una fractura nítida en la izquierda social, pero no así en la izquierda política, lo que plantea la posibilidad de una operación de cuña político-cultural entre ambas, que estarían ligadas a la lealtad a una historia social y política común, así como a un efecto de cohesión interna frente a la política imperial estadounidense sobre América Latina y el Caribe. Desde esta perspectiva, la tesis de las dos izquierdas constituye una estrategia de dislocación de la izquierda social por parte de una “quinta columna política”, que aflora a la hora de abordar las cuestiones programáticas y estratégicas, sobre todo, el carácter anticapitalista de un programa de izquierda socialista. Es allí, donde se descalifica al nuevo socialismo como una reedición del viejo socialismo real, y se sustituye el imaginario socialista revolucionario, con sus diversidad interna, por un tibio reformismo social-liberal.

En el momento histórico en el que el pensamiento crítico latinoamericano ha realizado invalorables aportes para comprender la actual hegemonía histórico-cultural del Occidentalismo moderno-colonial, del globalismo neoliberal y de las políticas específicas que se generan desde estas matrices de poder social para determinar el destino de mayorías empobrecidas y excluidas de la región, surge un nuevo “canto de sirenas” para otorgarle resonancia mediática a la tesis del “capitalismo democrático de bienestar social”, incluso por voceros del ya agotado discurso neoliberal. Esta situación da cuenta de que existe no solo una geopolítica de los conocimientos sino una geopolítica de los discursos, de las opiniones, de las imágenes y de la información.

Las condiciones de producción, circulación y recepción de discursos sobre el llamado “socialismo”, el “capitalismo”, la “modernización”, el “desarrollo”, la “modernidad” se dinamizan correlativamente a las transformaciones, tensiones, conflictos y extravíos propios del enlace de situaciones cada vez más fluidas en el campo histórico-político. Sin duda, sobre el trazado de fronteras entre buena y mala izquierda hay una decisión, que opera no en la inocencia del vacío sino en la determinación de una geopolítica cultural. El trazado de fronteras entre dos campos es propio de las situaciones de polarización y crea automáticamente fuertes atractores afectivos y pasionales, alrededor de “nosotros” y los “otros”. Cuando se habla desde el bien, existe una suerte de efecto retórico cuya fuerza de ley nos arrastra al asentimiento y a la servidumbre cultural, pues ¿quién osaría hablar desde una defensa del mal absoluto del GULAG, o justificando las atrocidades cometidas por el estalinismo? La equivalencia entre nuevo socialismo = fascismo = totalitarismo =castro-comunismo es parte de la sintaxis de la retórica de la operación ideológica de las dos izquierdas. En esencia, se trata de fracturar las bases sociales de apoyo de los proyectos estratégicos revolucionarios del nuevo socialismo.

Las demandas por una mayor redistribución de la riqueza, inclusión política, por expresas señales de reconocimiento social y simbólico convergen con los programas y mensajes electorales realizados por estas fuerzas para, al menos, desmontar el núcleo duro de la agenda neoliberal y recuperar ciertas funciones de bienestar social y regulación económica que el Estado cumplió, aunque de modo muy desigual, en los años anteriores al ajuste estructural. De allí, su reformismo. Pero más allá de la equidad y la macroeconomía responsable, en términos reales, movilizan la retórica anticomunista de los años de la guerra fría.

En la actual dinámica regional se verifica, en efecto, una nueva identificación entre clases populares y el voto. Reaparece de manera difusa el “voto de clase”: los sucesivos triunfos de Hugo Chávez están claramente anclados en la participación electoral y en el apoyo sostenido de los sectores marginados a la «Revolución Bolivariana», ya que les ha asegurado reconocimiento social, una cada vez mas efectiva redistribución y vías de apropiación de recursos de poder-movilización (el llamado “empowerment”). El “efecto demostración” ha generado dinámicas de cascada en América Latina. Esta identificación política ha generado, por otro lado, una acelerada polarización, y las clases medias-altas y las elites económicas sienten cada vez más distancia con este tipo de régimen político (8).

Los aparentes argumentos de la tesis de la “dos izquierdas” construyen un esquema analítico que, más allá de las diferencias nacionales, permitiría distinguir –y además, descalificar o consagrar – a uno de los dos supuestos polos. La «izquierda pragmática» acepta con resignación el predominio del libre mercado, mientras que la «izquierda idealista, populista y demagógica»pregona un discurso no solo «anti-neoliberal» sino incluso anticapitalista y busca desmantelar la libertad del mercado; la «izquierda democrática»reconoce sin ambivalencias las reglas del juego político, la concertación con la función de mando del capital y está comprometida con las instituciones de la democracia representativa, mientras que la«izquierda populista» considera a la democracia liberal y el estado de derecho como formalidades que no pueden limitar la expresión mayoritaria de la voluntad popular; la «izquierda moderada» ha comprendido que la política exige un manejo gradual y negociado de la agenda pública, mientras que la «izquierda radical» apuesta por cambios poco consensuados y ofrece resolver los problemas de manera “absoluta”.

Es desde esta lógica, que el “nuevo socialismo del siglo XXI” sería un invento de los “malos” de la película, mientras una “democracia social renovada” sería el campo de los “buenos”. Teodoro Petkoff repite el estribillo, nos habla de una izquierda buena y una izquierda mala, basada en una política absolutamente maniquea y que es capaz de justificar la “coexistencia pacífica” con el Imperio afirmando que: “(…) hay mucho margen de maniobra para gobiernos no alineados con Washington”, analizados los escenarios posteriores a los acontecimientos del 11 de Septiembre.

Si de trazar fronteras se trata, entonces estaríamos en las antípodas de una fractura del imaginario socialista. Se trata de una lucha social, política, económica y cultural entre fuerzas y actores consecuentemente socialistas frente a la intrusión de las tesis de una izquierda liberal. Quienes abandonaron la lectura crítica y directa de Marx, ya sea por la urgencia de la pasión política, por los manuales estalinistas o por los dictados de la lógica de aparato, tal vez podrían hacer testimonio de lucha recreando aquel imperativo categórico, en legible interpretación de sus manuscritos económico-filosóficos, que anidaba en el espíritu emancipador de aquel barbudo: “(…) echar por tierra aquellas relaciones en que el hombre (ser humano) es un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable”(Marx; MEF, p.124).

Frente a la libertad abstracta, creemos con Marx que la in-felicidad no es mas que la sumisión, incluida la de los dictados del Imperio, cuya lógica de imposición ha desaparecido del campo perceptivo de los que saben olvidar y aprender: la llamada “izquierda moderna”. Es muy distinto luchar contra relaciones sociales (y geopolíticas) que humillan, sojuzgan, discriminan y anulan la dignidad del género humano; que luchar contra posiciones de sujeto, que equivocadas o no, han levantado un entusiasmo nacional-popular y una esperanza por transformaciones profundas, que levantar las banderas sensatas de reformas sociales que no afecten los dictados de la macroeconomía capitalista. Socialismo, democracia y pensamiento contra-hegemónico forman una trilogía que requiere ser recreada de manera radical, atendiendo a las necesidades radicales de cambiar la vida misma y sus relaciones dominantes.

Este legado de crítica radical al pensamiento y al sistema de vida del mundo burgués es lo que la el pacto liberal-socialdemócrata reformista no ha podido digerir en su proyecto de otorgarle un rostro humano al capitalismo; y tampoco pudo ser digerido por el espíritu leninista al posponer las tareas del pensar radical, correlativas a la transformación de las relaciones sociales dominante, para construir una experiencia revolucionaria capitalizada históricamente por el estalinismo, fase superior del despotismo. En síntesis, la tesis de las dos izquierdas pretende no solo dividir para no sumar, si no que pretende hacer un acto de segregación, para excluir de la izquierda la conjunción de las ideas de Socialismo, Democracia y Revolución.

En el marco de la discusión del “nuevo socialismo del siglo XXI”, la crisis de fundamentos y de legitimación social del “marxismo vulgar”, y el descrédito del “marxismo-leninismo”, que es de cabo a rabo una construcción estalinista-burocrática, como únicos sistemas teóricos revolucionarios, permite recrear una multiplicidad de dispositivos de reflexión-acción contra-hegemónicos, basados en una crítica al universalismo abstracto de la Modernidad colonial-euro-céntrica, base político-cultural que ha venido nutriendo las ideologías dominantes de la modernización y el desarrollo capitalista.

La crisis de fundamentos y de legitimación social de la socialdemocracia reformista ha permitido distinguir entre una izquierda liberal y una izquierda superadora del modo de vida capitalista, entre una izquierda euro-céntrica, desarrollista y re-colonizadora que se inscribe en el imaginario capitalista, y una izquierda pueblo-céntrica, eco-humanista y descolonizadora, que se inscribe en el imaginario de un nuevo socialismo.

En pocas palabras, lo que nos ofrece la falacia de las “dos izquierdas” es precisamente la imagen condensada de una falsa apuesta, que puede ser interpretada como síntoma del fracaso histórico tanto del estalinismo-burocrático, con su negación de la democracia revolucionaria, como del liberalismo socialdemócrata, con su apuesta por el arte de lo posible sin ruptura revolucionaria, en tanto opciones que dislocaron en diversas etapas históricas, la construcción simultánea del socialismo, la democracia revolucionaria y el pensamiento contra-hegemónico.

Con el derrumbe de la viejas izquierdas estalinistas y socialdemócratas, se requiere un nuevo espacio de izquierdas que trasciendan las funciones de mando del capital, para recrear los nuevos socialismos democráticos y revolucionarios del siglo XXI. Ciertamente, la izquierda socialista y la izquierda liberal tienen muchos matices, pero quién confunda la transición al socialismo, con la lucha contra la pobreza y la exclusión a través de “grandes reformas”, cuyo límite sería evitar las “venganzas que la “macro-economía”, luce muy poco coherente con la protestas populares contra el capitalismo global en todo el mundo. Si nuestro “Dios Oculto” resulta ser la macroeconomía capitalista; es decir, una suerte de fetichismo teórico que permite un acceso privilegiado al sentido de realidad, entonces el pragmatismo de las “grandes reformas”, conduce a no cambiar nada. Si es apelando a la pragmática de la macroeconomía capitalista que fijamos los límites de las “grandes reformas sociales”, entonces no hay nada nuevo bajo el sol, larga vida al Consenso de Washington. ¿No será precisamente esta nominal centro-izquierda pragmática y realista, un avergonzado liberalismo político que no renuncia a grandes tensiones políticas con la “comunidad de negocios”, de la cual depende económicamente, ni con el Imperio, que realiza los dictados de su Dios Oculto: la macroeconomía capitalista?

La respuesta a esta interrogante no justifica una actitud reconfortante con cualquier figura del estalinismo-burocrático, ya que existen residuos y actitudes de la vieja izquierda que tratan de capitalizar incluso la tesis de las dos izquierdas, en una suerte de re-vival leninista para separar las aguas de la internacional comunista y la internacional socialdemócrata. No, tanto la socialdemocracia reformista como el marxismo-leninismo poco pueden aportar al nuevo socialismo. Hay que salir del falso dilema que nos aleja de la conjunción entre Socialismo, Democracia y Revolución, como horizonte de transformación anticapitalista.

Para las izquierdas socialistas plurales, las que plantean una reinvención radical del socialismo, la democracia y los saberes contra-hegemónicos, no se trata solo y únicamente de metabolizar la experiencia de la lucha armada, la crítica al modelo soviético, las desventuras del allendismo y del sandinismo, el romper con la identificación especular con la revolución cubana y asimilar la democracia liberal-representativa, tal como aconseja la cartilla bienpensante de la izquierda realista. Se trata de algo mucho más complejo, profundo y decisivo, romper con el maniqueísmo en el campo político de las izquierdas políticas, distinguir el imaginario democrático-socialista del imaginario liberal-capitalista, reconociendo que hemos aprendido a decidir lo que no queremos ser ni devenir: ni la fracasada historia del polo liberal-socialdemócrata ni la terrible pesadilla estalinista-burocrática del colectivismo oligárquico.

Notas:

[1] En el texto titulado “La nueva izquierda en América Latina. Sus orígenes y trayectoria futura” (2004) de Rodríguez Garavito/Barret/Chávez aparecen referencias fundamentales de esta discusión.
2 El lenguaje ha dejado de considerarse un medio transparente de la transmisión de informaciones y datos objetivos, para convertirse en una malla de opacidades y densidades que hacen de las dimensiones culturales, incluidas la ciencia y la técnica, un campo de tensiones, apropiaciones, subversiones y conflictos de interpretación. Más que la verdad, aparecen los juegos de verdad, así como las diferentes lógicas de justificación de los saberes. Como afirma el semiótico italiano Paolo Fabri, la generalizada “táctica de los signos”, permite profundizar en la inscripción textual de las ideologías, la orientación social de la comunicación, los sistemas semióticos y su función en la constitución de los “sujetos”, sobre todo, los “sujetos” de la política y del conocimiento.
3 En su texto, Galeano, plantea las siguientes inquietudes: “Pero, si los imperios y sus colonias yacen en las vitrinas del museo de antigüedades, ¿por qué los países dominantes siguen armados hasta los dientes? ¿Por el peligro soviético? Esa coartada ya no se la creen ni los soviéticos. Si la cortina de hierro se ha derretido y los malos de ayer son los buenos de hoy, ¿por qué los poderosos siguen fabricando y vendiendo armas y miedo?. El presupuesto de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos es mayor que la suma de todos los presupuestos de educación infantil en el llamado Tercer Mundo. ¿Despilfarro de recursos?¿O recursos para defender el despilfarro? La organización desigual del mundo, que simula ser eterna, ¿podría sostenerse un sólo día más si se desarmaran los países y las clases sociales que se han comprado el planeta? Este sistema enfermo de consumismo y arrogancia, vorazmente lanzado al arrasamiento de tierras, mares, aires y cielos, monta guardia al pie del alto muro del poder. Duerme con un solo ojo, y no le faltan motivos. El fin de la historia es su mensaje de muerte. El sistema que sacraliza el caníbal orden internacional, nos dice: "Yo soy todo. Después de mí, nada".(Galeano; 1992)
4 http://www.project-syndicate.org/commentary/castaneda3/Spanish.
5 De acuerdo a Marcela Sanchez del Washington Post: “En Suramérica, las nobles metas de Estados Unidos de esparcir libertad y democracia dependerán de su habilidad para diferencias entre dos izquierdas. El éxito de una asegura el fracaso de la otra. En otras palabras, el camino más seguro para socavar lo que Chávez representa, es la cooperación con la izquierda moderna que se esfuerza por respetar las reglas democráticas y del capitalismo al tiempo que intenta satisfacer las mayores expectativas de quienes pusieron a esos líderes de izquierda en el poder.”( http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/articles/A7255-2005Apr21.html)
6 (Petkoff; Nueva Sociedad; 197, 114).
7 http://www.analitica.com/va/internacionales/opinion/9669357.asp
8 Constatar el viraje de los resultados electorales hacia la izquierda del espectro ideológico-político latinoamericano no conduce necesariamente a una experiencia colectiva de recreación de un nuevo socialismo, una nueva democracia o nuevos faros de pensamiento crítico. Como muy bien lo señala Petkoff, “(…) el concepto de “izquierda” puede ser mistificado. Encubre mucho más de lo que revela y aplicado indiscriminadamente puede conducir a gruesos errores de apreciación”(Petkoff; DI, p.28). Precisamente, uno de estos errores y mistificaciones es confundir las estrategias y tácticas del ala progresista del liberalismo político socialdemócrata (“el centro pragmático, viable y realista”) con las posibilidades plurales de recrear nuevas figuras de socialismo, democracia y pensamiento anti-sistémico. Ese centro anclado en la táctica y en el arte de lo posible ha obturado cualquier posibilidad de reconstruir la praxis radical en el movimiento socialista.

domingo, 17 de febrero de 2008

Inercias de la vieja iquierda



Javier Biardeau
jbiardeau@gmail.com

Y
a decía el estimado Albert Einstein que “es más fácil destruir un átomo, que destruir un prejuicio”. Y cuando se trata de pasar la página, luego de hacer “balance de inventario”, de los prejuicios de la vieja y pesada izquierda, tanto la socialdemócrata-reformista como marxista-leninista, la dificultad se acerca a la velocidad de la luz. Hay una izquierda que ni aprende ni cambia, utilizando la formula del ex comunista Petkoff; pero, hay otra que aprende a devenir y ser simple derecha, confundiendo a cuanto perezoso encuentra, a creer que la construcción de la identidad socialista, y por tanto anticapitalista, es devenir en una suerte de ala izquierda del liberalismo. La revolución francesa conoció de izquierdas y derechas, ambas burguesas, así que no hay sorpresas. Esa geometría ideológica-política tiene su genealogía precisa. Pero cuando el clivaje izquierda-derecha se hace equivalente a defensa del capitalismo o lucha contra el capitalismo, por una parte, o a la defensa del orden imperial o lucha contra el orden imperial; por otra; los efectos de la miopía ideológica encuentran perfiles más nítidos.

Los analistas de la psique saben muy bien que cosa son mecanismos de defensa y de negación. Negar que exista una política de Gran Potencia tiene sus efectos psíquicos, una suerte de síndrome del Titanic: ¡tranquilos que siga la fiesta, este barco no se hunde! Pero la gran potencia está allí, parada frente a nosotros, con sus ambiciones e intereses. Sin embargo, tampoco hay que llegar a extremos y condenar la lógica borrosa, fluida y polivalente en el campo político, pero no es aconsejable confundir las famosas “alianzas tácticas” con hacerle el trabajo a las políticas de gran potencia de Washington, si les irrita que les mencionen la palabra “imperialismo”, tan demodé. Tenemos una realidad geopolítica mundial.

En la globalización neoliberal, dividida según los grados de Poder Mundial tenemos 4 categorías: 1er. Nivel: La Superpotencia Unipolar de EEUU. 2do. Nivel: El Bloque de Apoyo conformado por Europa Occidental y Japón, y los países que componen el resto de la Comisión Trilateral. 3er. Nivel: El Bloque de Resistencia conformado hasta ahora por China, India y Rusia. 4to. Nivel: Un gran bloque de los “inviables” a menos que cambien sus estrategias de desarrollo. ¿Dónde estamos parados? Los países del Sur se encuentran dentro del 4to. Bloque y solo uniéndose pueden ingresar al 3er. Bloque. De quedarse en el 4to. Bloque, irán pereciendo uno a uno. Hoy el Imperio funciona como un “campo de magnético”, o incluso como un “agujero negro”, que perturba o engulle el funcionamiento interno de los Estados, y no contribuye a políticas autónomas de independencia, soberanía y bienestar. Hasta ahora es la forma más barata de colonizar, en conjunción con sus socios menores y las LumpemElites locales (a menos que se comprometan con aventuras como las de Irak). Ciertamente, no se trata solo de economía, hoy se trata de cultura, ambiente, tecnología, política, factores militares y poder mediático. Como planteó Beaufré, se trata de la puesta en escena de “estrategias totales o integrales”. Y entre estas estrategias, las políticas de gran potencia pretenden impedir tanto el “despegue autónomo” de los países, como la “velocidad de despegue” de quienes integran el bloque de resistencia. Por eso, hay que salir de las inercias del mito de las dos izquierdas. Una, que es una cabilla envuelta de goma del propio Imperio luego de la segunda guerra mundial, para golpear sin dejar tantos rastros, y desde la retórica de seudo-izquierda practicar el dictat del palo y la zanahoria. Y salir de la otra, porque le es útil y necesaria a Washington, por su fatal hábito a seguir los malos ejemplos del socialismo realmente inexistente y los ruinosos esquemas ideológicos del estalinismo. Salir lo más pronto del mito de las dos izquierdas es una apertura a un nuevo juego político. Diría incluso, que es cuestión de sobre-vivencia. No por cuestiones parroquiales, que también importan, como por ejemplo: ¿por que hay tanta basura en algunas calles, delitos violentos, bajo salarios y desempleo? No hay que ignorar a Washington. Su sombra condiciona políticas de coyuntura y estrategias de desarrollo. La negación de realidades es algo muy distinto a la docta ignorancia. No nos hagamos los locos. Es con nosotros la cosa, con los que tenemos por obra del destinto y del decreto de minas de Simón Bolívar, un Estado Petrolero. Tesoro que despierta ambiciones imperiales, y el apetito de nuestras lumpem-elites. Hay asuntos importantes que debatir, por ejemplo, los cambios en la naturaleza del imperialismo, lo que Negri ha llamado Imperio; o por qué los movimientos de liberación nacional terminaron en el culto al regalo envenenado de la estadolatria, incluso militarista, o las derivas cesaristas-populistas de la política de gobierno. Lamentablemente para algunos, es dentro de esta cosa llamada revolución bolivariana, que es posible hablar de socialismo. Con ilusiones y desilusiones, contando con el poder militar o sin él. Hay que recordar que en política, no siempre hay suertes echadas. Todavía hay mucho trecho para enterrar los espacios de nuevos imaginarios críticos socialistas

sábado, 16 de febrero de 2008

¿Ganará la abstensión en las regionales?

Merello, Mujer en primavera

Javier Biardeau R.
jbiardeau@gmail.com
Luego de la implosión del voto bolivariano, y con relativo tiempo para que las políticas de auténtica rectificación permitan superar, en alguna medida, las situaciones electorales graves y críticas que caracterizaron al campo bolivariano en ocho estados (Anzoátegui, Carabobo, Distrito Capital, Lara, Mérida, Miranda, Táchira y Zulia), es conveniente preguntarnos sobre si las "profecías" mediáticas de victoria segura de los candidatos opositores tendrán una evidencia real que las apoye. Hasta ahora, lo que tenemos es la matriz de opinión mediática favorable a las candidaturas de oposición y los resultados de diciembre de 2007. Partir de allí para lanzar pronósticos es sencillamente un burdo juego de aprendices de brujos. Sin embargo, hay elementos y tendencias que permiten clarificar ciertos aspectos del panorama electoral. En primer lugar, la implosión del voto bolivariano fue determinante. En segundo lugar, la abstención en elecciones regionales y referendos es históricamente alta. En tercer lugar, no es idéntica una votación por contenidos constitucionales que por perfiles de candidatos (reciclar viejos candidatos será el grave error de la oposición). En cuarto lugar, una situación estratégica depende de aciertos y errores en un juego de actores (regionales, nacionales e internacionales), que modifica las correlaciones de fuerzas en el mapa territorial electoral. En quinto lugar, la situación económico-social, el manejo de esta agenda (sobre todo las expectativas de que se está atacando efectivamente la seguridad ciudadana, el abastecimiento y precios de productos básicos, el ingreso real y el empleo), el tema del avance del poder popular y el reimpulso de la calidad y cobertura de las misiones sociales, serán variables fundamentales. En sexto lugar, que cuando se abandona el método de escenarios, y se cae en el pronóstico simple, los presuntos "análisis" participan en campañas electorales encubiertas. ¿Podemos predecir un amplio triunfo de oposición en los ocho estados mencionados? Consideramos que no. Nuestra hipótesis es que la probabilidad apunta a que sea la abstención la ganadora y no la oposición. Y abstención ganadora significa que supera el voto de las candidaturas victoriosas, y que su porcentaje sea superior a 40% del padrón electoral. Ciertamente, hay estados con una posibilidad cierta de que se desplace el signo político de los gobiernos. Estos son: Táchira, Mérida, Anzoátegui. Hay estados críticos: Miranda y Carabobo. En Distrito Capital y Lara, el tema de las candidaturas será en extremo vital para profundizar la revolución, o abrir verdaderos reflujos electorales del mensaje bolivariano y socialista. Las fuerzas revolucionarias presentan estos desafíos estratégicos, sin obviar por los menos otros estados fundamentales: Bolívar, Guárico, Falcón, Monagas, Aragua y Sucre. Si el Gobierno no corrige y avanza desde un bloque unitario revolucionario eficaz, su retroceso en el mapa electoral territorial podría ser en cuatro estados, más Zulia. Pero estas regiones electorales abrirán una disputa electoral nunca vista. Aunque la derecha se concentre de nuevo en las universidades, la jerarquía católica, los medios y el sabotaje económico, esto funciona para socavar en ausencia de contra-tácticas adecuadas. Hay un nuevo cuadro electoral. Los moderados cuentan y los independientes también. Existe un empate catastrófico con alta abstención en los estados con mayor población electoral. La ventaja no está en los extremos, tampoco en un mercadeo del centro ideológico. Está fundamentalmente en el perfil de los candidatos y en el reencuadre de las "propuestas de gobernabilidad" para enfrentar con eficacia la agenda de problemas urgentes. Si las candidaturas no ofrecen cambios y los estilos de gobierno que se lanzan a la calle no reconocen las demandas conjuntas de: a) protagonismo popular, b) más democracia, c) calidad transformadora del gobierno, y d) políticas públicas eficaces, entonces ganará con seguridad la abstención.