miércoles, 29 de mayo de 2013

SABERES CONTRA-HEGEMÓNICOS Y LEGADO DE CHÁVEZ. (NOTAS PARA SU DISCUSIÓN ANTE LOS DESAFÍOS DE LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA):

Javier Biardeau R.
1.- INTRODUCCIÓN:
Generalmente se supone que un proceso revolucionario se acompaña de la generación de una nueva “concepción del mundo”, de un pensamiento crítico revolucionario construido a partir de informaciones, conocimientos, saberes, ciencias, nuevos valores y normas de conducta, formas de sensibilidad, afectividad y también “conceptos” que se enfrentan al “sistema hegemónico” mediante la articulación de sentidos y significaciones de un “proyecto alternativo frente al Capital”.
De allí la importancia de la teoría crítica y revolucionaria. No basta que una teoría crítica se postule como crítica teórica de la realidad dominante, pues debe fecundar una praxis revolucionaria; es decir, responderse a la interrogante: ¿Cómo contribuye esta interpretación crítica a la transformación de la realidad social?
Y en contraste con las experiencias históricas de construcción del socialismo, sabemos que un aparato político burocrático puede degradar la “teoría revolucionaria” hasta hacerla irreconocible, decapitando y excluyendo de su seno lo que la hace diferente sustantivamente de las teorías funcionales del poder-dominación: su carácter radicalmente crítico, su irrevocable vocación de insumisión en el terreno del pensamiento y de la acción. Sin embargo, aunque esto es teóricamente es correcto, no basta…
2.- RENOVAR LOS CÓDIGOS DEL PENSAMIENTO CRÍTICO SOCIALISTA:
Como ha planteado el pensador crítico portugués Boaventura de Sousa Santos las formulaciones convencionales de la “teoría crítica moderna” (desde el marxismo, en todas sus variantes, a la teoría crítica de la escuela de Frankfurt) persisten en su empeño de desarrollar las posibilidades emancipadoras dentro del paradigma dominante de la Modernidad occidental, transformándose en estrategias reguladoras dictadas por el propio sistema histórico y, en definitiva, al servicio del paradigma  de ciencia dominante.
De allí, cabe afirmar que con la consolidación de la convergencia entre el paradigma de la modernidad y el capitalismo, a partir de la mitad del siglo XIX, se entra en un proceso de degradación producido por la transformación de las energías emancipadoras en energías reguladoras. De Sousa santos analiza el mundo de las cinco mono-culturas hegemónicas:
a) mono-cultura del saber, que cree que el único saber es el saber riguroso calcado de la tecno-ciencia y de los paradigmas empírico-analíticos (epistemicidio);
b) mono-cultura del progreso, del tiempo lineal, que entiende la historia como un camino de dirección única de desarrollo;
c) mono-cultura de la naturalización de las jerarquías, que considera un fenómeno inscrito en la naturaleza, y por tanto, cree inmodificable las jerarquías por razones de raza, etnia, clase, género;
d) mono-cultura de lo universal como único criterio válido, al margen del contexto; lo opuesto a lo universal es vernáculo, carece de validez; lo global toma preeminencia sobre lo local;
e) mono-cultura de la productivismo, que define la realidad humana por el criterio del crecimiento económico como objetivo racional incuestionable; criterio que se aplica al trabajo humano, pero también a la naturaleza, convertida en objeto de explotación y depredación.
Una lectura atenta de estos criterios críticos lleva necesariamente a transformar el paradigma de la transición socialista en una dirección imprevista para sus fundadores:
a) Cuestionar el llamado “socialismo científico” en la medida en que su fundamentación epistémica refiera a la ciencia burocrático-instrumental y al positivismo,
b) Cuestionar la asunción desde la izquierda de la idea de progreso propia de la modernidad occidental,
c) Cuestionar la separación entre explotados y explotados, junto a la separación entre gobernantes y gobernados, incluyendo una superación del reduccionismo de clase, lo cual implica tomar en cuenta la lucha contra todas las desigualdades, dominaciones y exclusiones;
d) Cuestionar los modelos mono-culturales de socialismo, en tanto reconocimiento inevitable de los contextos culturales específicos y particulares;
e) Romper decididamente con la idea del socialismo basado en el desarrollo necesario e inevitable de las fuerzas productivas, sin tomar en cuenta simultáneamente que el Capital promueve fuerzas destructivas sobre la condición humana y sobre los sistemas ambientales, derrumbando el mito del productivismo socialista.
De esta manera, lo que convencionalmente la teoría revolucionaria denominó “transición socialista”, hoy puede ser transformada por un llamado simultáneo a una revolución socialista, democrática, ecológica y descolonizadora.
Una revolución socialista a secas es completamente insuficiente. De allí la importancia de los saberes contra-hegemónicos: saberes contra las hegemonías establecidas en diversos espacios de poder, contra las clasificaciones jerárquicas y excluyentes establecidas en función de un proceso abierto de revolución democrática permanente.
3.- LA IMPORTANCIA DE LA DEMOCRACIA RADICAL:
Como conclusión tenemos que aquellas formas de socialismo  que no se fundan en formas de democracia radical, conducen a las conocidas formas de estatismo autoritario o colectivismo burocrático. De allí la centralidad de la democracia radical, participativa, deliberativa y protagónica distinta las formas de elitismo político revolucionario (leninismo dixit) y burocratismo socialista (estalinismo dixit).
No es posible seguir manteniendo hoy desde el campo de las izquierdas el desprecio a la democracia participativa y protagónica de formas de socialismo contra-hegemónico, como los consejos democráticos del poder popular, como  formas de liberalismo o de anarquismo. Lo que está en juego en estas formas de desprecio de la democracia radical es la conversión de energías emancipadoras en energías reguladoras.
O para decirlo en palabras de Marx: la “veneración supersticiosa del Estado” y de su razón instrumental de “mantenimiento del poder por el poder mismo” se devora la construcción del Poder Popular y Comunal. De allí que muchos “compañeros y compañeras revolucionarias” son bautizados con fuego por la “razón de estado” como encarnaciones de roles de  burócratas-funcionarios apenas son tomados de la mano para cumplir y exigir obediencia a la “razón burocrático-instrumental”: el pragmatismo del poder. De esta manera se enfrentan al dilema existencial entre el rol de “conservar el poder” (con todo el espacio de racionalidad, cálculo y control que esta exigencia comporta) y promover la “revolución” (con todas las limitaciones de las revoluciones realizadas desde la caja de herramientas de una burocracia).
El proyecto de democracia socialista y participativa recupera otras procedencias silenciadas u olvidadas  en el seno de la propia tradición derivada de Marx: la crítica de Rosa Luxemburgo a los errores de la revolución Rusa, la autocrítica de Trotsky en la “revolución traicionada”, la crítica de Gramsci a las formas de concebir la formación de la conciencia y la ideología revolucionaria (conciencia bancaria), la crítica del austro-marxismo frente al silenciamiento de la cuestión nacional y los contextos culturales específicos, la crítica del consejismo a la desconfianza de las formas organizativas autónomas de las clases explotadas sin la mediatización del partido-aparato que los concibe solo como correas de maniobra y control desde arriba.
4.- CONTRA LA REPRODUCCIÓN DE LA DOMINACIÓN DESDE LA REVOLUCIÓN:
Para combatir los registros simbólicos e imaginarios de la dominación, de la coerción política, de la hegemonía ideológica, de la explotación económica, de la injusticia y exclusión social, de la negación-discriminación cultural, de la destructividad ambiental, es preciso contar no sólo con herramientas teóricas, con pensamientos críticos, con teorías, con lo que algunos marxistas críticos y heterodoxos llamaron “ciencia revolucionaria” (“pensamiento insumiso o insurgente”), sino que además es preciso contar con lo que Gramsci llamó “núcleos de buen sentido”, con lo que Castoriadis llamo “Imaginarios críticos radicales”. Plantea Gramsci sobre las relaciones entre sentido común y buen sentido:
“Cada estrato social tiene su sentido común que, es en el fondo, la concepción más difundida de la vida y de la moral” concepción que es “absorbida acríticamente por los diversos ambientes sociales y culturales en que se desarrolla la individualidad moral del hombre medio”.
La dislocación del sentido común hegemónico o la individualidad moral e intelectual del “hombre-medio”, es justamente una tarea práctica de superación de las concepciones y hábitos de pensamiento acríticamente asimilados, a partir del ejercicio de formas de reflexión profundamente críticas, que no son espontáneas sino actitudes vitales y conscientemente guiadas para el desprendimiento de las visiones reproductoras desde los propios sectores dominados y subalternos, distintas además de una visión de la “conciencia revolucionaria” que es depositada desde afuera por intelectuales revolucionarios provenientes de otras clases o estratos (Kaustky y Lenin dixit).
Ni “espontaneidad” de la conciencia revolucionaria ni “concepción bancaria” que “desde afuera” rellena al pueblo alienado de la verdadera conciencia para transformar la realidad hegemónica.
Para Gramsci, en cambio (como para Luxemburgo, Korsch, Pannekoek y una estela de pensadores críticos, como Castoriadis) la transformación del orden establecido, es impensable sin el involucramiento directo del propio pueblo; y aunque sin desestimar el rol orgánico de los estratos intelectuales, advirtiendo lo infecundo de una separación respecto a las masas trabajadoras, respecto al bloque social de los oprimidos y explotados.
Las clases subalternas no son sólo clientes o las beneficiarias directas del cambio social, sino que son sus propios protagonistas y participantes en un marco de autonomía moral, intelectual, política y organizativa. Esto tendrá consecuencias fundamentales sobre la concepción de las organizaciones de lucha social y política.
Para lograr esto, es preciso hacer la crítica de las concepciones encubiertas de las clases dominantes presentes en las clases subalternas, superarlas para construir una concepción nueva, en la que se establezca la unidad entre la teoría y la práctica, entre la política y la filosofía. Unidad, aunque sea relativa, entre teoría y práctica, existe en la clase dominante. Pero las clases subalternas y populares aparecen fracturadas y dislocadas en su capacidad de expansión de su espacio hegemónico. El control ideológico sigue estando en la estructura de mando y explotación del Capital, producto de la eficacia de sus dispositivos hegemónicos pero también de los graves errores de dirección de quienes son portavoces de tareas de conducción revolucionaria.
Se trata, por cierto, de ver si esta unidad en la burguesía, no es ella misma contradictoria, pero además la unidad que caracteriza a las clases subalternas no puede ser funcional a la dominación de los sectores dominantes. La unidad entre acción y teoría de los sectores populares y subalternos es para derrumbar un sistema hegemónico, no para reproducirlo y ser vagón de cola de esta estructura de mando y explotación. Tales clases populares permanecerán siendo subordinadas hasta que haya avanzado el proceso de unificación entre acción y teoría, entre política y filosofía revolucionaria de la liberación.
Se trata, pues de elaborar una concepción nueva, que parta del sentido común, no para quedar estancada en el sentido común, sino para criticarlo, depurarlo, unificarlo y elevarlo a lo que Gramsci llama buen sentido, que es para él la visión crítica del mundo. Este proceso queda claramente establecido en el siguiente pasaje:
"La posición de la filosofía de la praxis es antitética a la católica: la filosofía de la praxis no tiende a mantener a los simples en su filosofía primitiva del sentido común, sino, al contrario, a conducirlos hacia una concepción superior de la vida. Se afirma la exigencia del contacto entre intelectuales y simples, no para limitar la actividad científica y mantener la unidad al bajo nivel de las masas, sino para construir un bloque intelectual-moral que haga posible un progreso intelectual de masas y no sólo para pocos grupos intelectuales".
En Gramsci, entonces no podemos encontrar ni una concepción bancaria (Freire dixit) de la pedagogía y la política revolucionaria, ni una concepción “populista” en la cual se suponga que los saberes populares, por si mismos, puedan superar las influencias e intrusiones de los procesos de hegemonía de las clases dominantes. La formación de un bloque intelectual moral, de un intelectual colectivo supone superar la visión individualista-capitalista de la función de los intelectuales. De manera tal que la hegemonía no es sólo política, sino que es además un hecho cultural, moral, de formación y despliegue de una nueva concepción crítica y revolucionaria del mundo.
5.- CONTRA EL REFORMISMO ADECO EN LA REVOLUCIÓN:
Hay quienes suponen, en nuestro contexto sociopolítico, que basta confiar en el sentido común de las clases populares y subalternas para que la revolución bolivariana vaya en el camino correcto. Grave error de una concepción populista y reformista que no se plantea las tareas de una “filosofía de la praxis” como critica revolucionaria.
Para Gramsci, la hegemonía que ejerce el bloque social dominante no sólo se hace través de la coerción, sino además, a través de la diseminación del consenso desde una sedimentación histórica de “sentido común”, logrando convencer de su visión del mundo, costumbres, sentido hegemónico que favorecen el reconocimiento de su dominación por las clases dominadas y subalternas. Debemos retener esto, costumbre, hábito y supuestos que permiten la reproducción de las separaciones naturales entre gobernantes y gobernados, entre dominadores y dominados, entre explotadores y explotados, entre intelectuales y masa.
Recordando siempre que para Gramsci, una cosa es poseer las facultades de construcción intelectual (que es de todos y todas), y otra cumplir la función social de los intelectuales. De manera que el sentido común hegemónico actúa como precipitado histórico, como sedimentación el discurso hegemónico constituyendo la visión que los sujetos hacen suya como “reconocimiento de su propia concepción del mundo”, a partir de dispositivos de saturación de sentidos y significados, que sustentan o incrementan reiteradamente el poder ideológico de las clases dominantes. Interesante en este punto, es observar como la propia clase política dirigente de la revolución se impregna de la ideología dominante, reproduciéndola y marcando los límites de lo posible en concordancia con sus nuevas condiciones de existencia material; es decir, como controladores inmediatos de recursos económicos, cargos y funciones de dirección política.
A su vez, al producirse la “precipitación”, “sedimentación” y ésta "saturación" del poder hegemónico, se va generando en medio de un clima de tensiones, resistencias y ahogo de impugnaciones, las formas de consenso en las clases subalternas, indispensable también para el mantenimiento y reproducción del sistema.  El colmo del asunto es que las llamadas “vanguardias revolucionarias” son inhibidoras de la activación de la conciencia revolucionaria: el partido revolucionario se vuelve partido del “orden” y el gobierno revolucionario se vuelve “gobierno de reformas”.
Actúan entonces como sensatos bomberos para promover la estabilización relativa, contribuyendo a fijar como camino correcto, o incluso configurando conductas de “pacto y conciliación” con las elites de poder económico, mediático, militar o eclesiástico en nombre de los principios tácticos de la maniobra y la flexibilidad, para ganar tiempo y otros pretextos ya conocidos. Detrás de los llamados promotores del “diálogo y la concertación social” con los sectores dominantes no estamos sino frente a portavoces de las “revoluciones interrumpidas” (Florestan Fernández dixit).
De manera que una clase política dirigente que no esté comprometida con la formación de núcleos de buen sentido, que no estimule la conciencia crítica en contra de la hegemonía del bloque social dominante, que no favorezca la impugnación y desarrollo del pensamiento crítico y revolucionario, junto con luchas que afecten las relaciones de dominación establecidas, sino que más bien contribuya a reforzar el sentido común hegemónico trabajando a favor del pacto con los sectores dominantes para un proceso de estabilización de la hegemonía capitalista no puede considerarse una concepción afín a una revolución socialista.
Allí reside el engaño del “populismo” y del “reformismo” de izquierdas”. ¿Dijo usted social democratización? Mejor digamos “comportamiento ADECO”. Aquí son recomendables algunas palabras dichas por Luis Beltrán Pietro Figueroa, por provenir de alguien que conoció muy desde dentro este comportamiento ADECO:
La visión que tiene la gente del adeco es la de un hombre sin convicciones. Alguien que usa el poder para su propio beneficio. Es una persona que se cree autorizada a no tener ninguna doctrina o abandonarla cuando le conviene”. (Entrevista en VENEDEMOCRACIA de Alicia Freilich de Segal).
Para Prieto, flexibilizar una ideología política en nombre del pragmatismo de las situaciones era algo muy distinto a capitular en cuestiones de concepción del mundo por las presiones de las circunstancias y conveniencias del momento. Por ejemplo, el llamado “golpe de timón” y el “Proyecto Independencia y Patria Socialista” pueden ser completamente desmontados, bajo la conveniencia del “pragmatismo del Poder”. Todo en nombre de “no perder la Revolución”.
6.- SE PUEDE PERDER LA BATALLA DE IMAGINARIOS:
Por otra parte, a la batalla de ideas le acompaña la batalla de imaginarios, de representaciones, sean estéticas, éticas, de todo el material semiótico disponible para afectar la trama de relaciones sociales dominantes: imágenes, sonidos, sabores, corporalidades, afectividades e intensidades.
Toda la trama sociocultural en las sociedades de dominación y desigualdad está teñidas de la violencia de los símbolos sociales (Harry Pross dixit): clasificaciones jerárquicas, mandatos, órdenes, prescripciones, interdicciones, dominaciones “naturales”, meritocracias “justas”, jerarquización de categorías sociales, capitales simbólicos diferenciados (Boudieu dixit).
Suponer que la llamada “lucha ideológica” trata de una “batalla de doctrinas político-filosóficas” es un reduccionismo por partida doble, es una escena donde compiten “sacerdotes” e “intelectuales” con diferentes dogmas y capitales sistematizados. Eso puede ser útil, pero no suficiente. La lucha entre “intelectuales tradicionales” no es una lucha que compromete protagónicamente al pueblo trabajador. De manera que, existe una concepción tradicional de los intelectuales domesticados, que hacen apologías o silencios cómplices a determinada situación estratégica de conjunto de las relaciones de poder.
En los procesos revolucionarios confiscados e interrumpidos (por ejemplo, la Revolución Mexicana o la Revolución Soviética) los llamados “intelectuales críticos” pasaron a ser unos “intelectuales palaciegos”, es decir, lo que el lenguaje llano denomina unos “huele-peos” de la burocracia política que controlaba la escena de la legitimación de un nuevo sistema hegemónico de poder. Pero no se trata sólo de “pensamiento crítico”, sino de un “imaginario crítico radical” (Castoriadis dixit) consistente con una praxis transformadora. Allí se desenmascaran todas las imposturas prácticas disfrazadas de vociferaciones revolucionarias:
Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o imaginado, para llegar, arrancando de aquí, al hombre de carne y hueso; se parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real, se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de este proceso de vida”. (Marx-Engels: La ideología Alemana).
Lo interpretaremos con lenguaje prestado y trataremos de traducirlo. No se trata sólo de “sistemas de ideas, de concepciones o visiones” con un fuerte componente de refinamiento o elaboración intelectual, sino además de “flujos sémicos” que operan en las pre-concepciones, en los prejuicios, en las actitudes, en las posturas, hábitos, estereotipos,  perceptos, rumores, consignas, dichos, representaciones, esquemas operantes, e incluso la afectividad y sensorialidad de los pobladores y pobladoras. Allí dicen más las posturas corporales, los gestos significativos que los conceptos manejados.  Einstein decía con acierto que era más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. Sabía que un prejuicio se cristalizaba, se cosificaba, se volvía fetiche.
7.- LA REVOLUCIÓN SE INTERRUMPE CUANDO SE VUELVE REVOLUCIÓN ADMINISTRADA:
Por eso hay que tener cuidado con los fetiches, incluso con los “fetiches revolucionarios”, que como hemos señalado reaparecen en todas las experiencias de las revoluciones confiscadas o interrumpidas. Por ejemplo, sabemos que una “conceptualización marxista” puede estar encriptada y vociferada en una corporalidad academicista, con una actitud teorizante, buscando la lucha por el reconocimiento en el espacio universitario, para reclamar un rango de una jerarquía de intelectuales domesticados. Esta corporalidad del “mandarín intelectual” contribuye poco al derrumbe del sistema de dominación, explotación y desigualdad. Eso no significa que todos los “intelectuales marxistas” son mandarines y burócratas de la teoría revolucionaria, pero hay vociferantes marxistas cuya actitud es la de “intelectuales tradicionales” (A. Gramsci dixit), es decir, no son intelectuales orgánicos a la construcción de un nuevo bloque histórico.
También una conceptualización “marxista” puede estar encriptada o vociferada en un funcionario medio o alto de una burocracia sindical, partidista o estatal, buscando la lucha por las prebendas o privilegios del cargo y la función, intentando desde ese lugar controlar el “orden y el progreso” de la “revolución” siempre en los rieles de la correcta “revolución administrada”.
De allí que aprender a hablar “marxismo” se puso de moda cuando “hablar marxismo” era estar en un  “régimen de verdad y de poder”. Eso ocurrió en la URSS con toda la estratocracia que contribuyó a liquidar, por ejemplo, a los miembros insurgentes de la vieja guardia bolchevique en nombre de un nuevo sistema hegemónico que instauró Stalin. Fueron calificados de “traidores”, de “espías” y de otras etiquetas de acuerdo a los humores de los fiscales del caso; es decir y para entendedores, descalificados como “salta-talanquera.
¿Quiénes traicionaron el legado revolucionario de Lenin? El asunto no reside sólo en aprender a tararear “marxismo” o una “teoría revolucionaria disponible”: llámese leninismo, trotskismo, fidelismo, guevarismo, maoismo o luxemburguismo. No, el asunto es existencial: se está o no se está con un régimen social y político que “produce y reproduce dominación, opresión, explotación, negación y destructividad”. He allí la cuestión.
¿Cómo combatir y superar un régimen social y político de dominación controlado de cabo a rabo por el metabolismo social del Capital? La herramienta teórica, obviamente, no puede ser inútil para el fin propuesto. La teoría tiene que ser irreverente con la dominación social y política. Pero sobretodo no podemos dejar de analizar la dirección, contenido y alcance de una praxis política, sus preconcepciones, sus criterios de decisión, sus líneas de acción en la coyuntura.
8.- LOS RETOS DEL IMAGINARIO DE LA REVOLUCIÓN EN VENEZUELA:
Desde este marco y para Venezuela, los obstáculos son dos: ante la partida física de Chávez, algunas voces se han refugiado en la compensación radical, se han tornado más radicales que Chávez reclamando ser portadores exclusivos del legado revolucionario de Chávez. Obviamente construyen un Chávez a la medida de su radicalismo.
Otros, en cambio, pretenden hacer un montaje inverso: pretenden posicionarse desde el legado de Chávez “gobernante”, destruyendo en los hechos su mensaje y acción revolucionaria. Se trata de los “Socialistas de fachada” que han preparado las condiciones para una capitulación de la praxis revolucionaria en nombre del pragmatismo del poder. ¿Socialdemócratas? ¿Reformistas? ¿Salto atrás?
Yo prefiero llamarlos ADECOS extraviados de las filas de su espacio organizativo correspondiente a sus actitudes y prácticas. Frente a los extravíos ADECOS en la revolución bolivariana, hay que reconsiderar la importancia de los saberes contra-hegemónicos. Es en la actitud insumisa que produce saberes contra hegemónicos, donde está el manantial, los cimientos, las semillas, el núcleo de buen sentido de una praxis de emancipación radical.
El asunto es que por cada acto de insumisión, en medio de las contradicciones sociales, encarnando miles de papeles y actos de reproducción de la estructura de mando y explotación. ¿Quién le pone el cascabel al gato entonces? El asunto es que puede ocurrir, como ocurrió en la URSS desde 1924, que el teatro social y político prescribe un guion para que la “revolución” sea simulacro, espectáculo o simulación y no acontecimiento para quebrar hegemonías y dominaciones.
Nuestro amigo Rigoberto Lanz, transmitió unas enseñanzas que algunos asimilaron y otros no. Unos disfrutaran del significante “RL” para una trayectoria de reconocimiento en el campo del “Homo Academicus” o en el “campo intelectual” (Bourdieu dixit). Pero comentando este posible devenir, el amigo Juan Barreto decía algo aparentemente complicado, pero que es en verdad muy comprensible: “RL” nos enseñó a descifrar, en su crítica de la “modernidad” y de la “metafísica occidental”, una “metafísica de la dominación”.
Si no se lucha en el plano intelectual y político contra la lógica de la dominación no habrá revolución alguna. Los ADECOS fueron expertos en liquidar su historia de contribuciones a la revolución nacional, democrática e incluso socialista al capitular sobre sus orígenes históricos: repudio del socialismo, pacto con el capital nacional e internacional. Olvido de ORVE, olvido del PDN, pragmatismo del poder.
De los inflados discursos antiimperialistas y socialistas de los años 30 pasamos a los discursos del pacto y la conciliación desde los años 40. De manera que no se trata de reformismo y social democratización, sino de evitar la posible adequizaciòn de la revolución bolivariana. Olvido del legado revolucionario de Chávez, o camino en reversa: del PSUV al MVR-miquelena, del anticapitalismo al desarrollo capitalista nacional, del antimperialismo a la conciliación con el capital transnacional internacional y subregional. Lastimoso destino del legado de Chávez  si en manos de sucesores el camino es “dos pasos para atrás y ninguno para adelante”.
En palabras más sencillas, cuando en alguna oportunidad le planteaba a RL que el “socialismo desde abajo” podría enfrentarse a la burocratización de la revolución o su adequización, me decía: ¡Cuidado camarada, que “abajo” también hay ñoña! “Abajo” no quería decir “pureza revolucionaria”, pues también es un lugar donde hay procesos de reproducción de la “ideología de la dominación” bajo el formato de la “legitimación populista-reformista”. El asunto de la dominación desborda oposiciones simples como “arriba” y “abajo”. Los cultores adecos del saber popular sabían lo que hacían desde una línea de acción populista: desarmar a los sectores populares de criterios revolucionarios.
Detrás de una defensa de los llamados “saberes populares”, sin desentrañar la mixtura entre “sentido común dominante” y “sentido de insumisión social”, podíamos asumir un gesto populista que no conduce a ninguna “revolución”, a ninguna impugnación de prácticas de poder, pues detrás de muchas prácticas llamadas “tradicionales” o “saberes populares”, se anidan regímenes despóticos o alienaciones de mayor calado.
9.- ¿LUCHAMOS POR UNA NUEVA SERVIDUMBRE O POR LA LIBERTAD?
De manera que el criterio no sólo es el “abajo” o la subalternidad (Modanesi dixit), sino el sentido contra-hegemónico de una práctica popular, si desafía o no un régimen de verdad, explotación y dominación. ¿Evaluada por quienes? Bueno, allí vienen interesantes cuestiones. ¿Por una vanguardia? ¿Por los mismos actores locales o subalternos? ¿Por unos intelectuales iluminados por el don de la liberación espiritual?
La tan citada cita del filósofo Spinoza vuelve a cobrar actualidad: “¿Por qué los hombres luchan por su esclavitud como si se tratase de su libertad?”.
El problema de lo que convencionalmente se ha denominado “desalienación” es un asunto que compromete de fondo la impugnación de la separación entre explotados y explotadores, entre dominados y dominantes, entre gobernados y gobernantes, entre intelectuales y masas, es allí donde se tramita la frontera entre revolución o adequización. Y esto afecta a los imaginarios post-Chávez.
El meollo de los “flujos sémicos” (actitudes, imaginarios, representaciones y discursos) que dan cuenta de las formaciones ideológicas reside en sus gramáticas, en sus matrices, en sus condiciones de producción y codificación a partir de una actividad práctico-sensible sometida a ciertas condiciones de producción y de división social del trabajo (bajo el modo de producción y reproducción capitalista). Los procesos de transición socialista son tales si comienzan a romper esas condiciones de producción y reproducción de la “división capitalista del trabajo” articulada ciertos dispositivos de dominación y hegemonía. Detrás de relatos, narrativas, sistemas de signos o guiones ideológicos, operan “logiciales”, prácticas, reglas de generación de sentidos y significaciones sociales. Estas prácticas son tejidas por determinadas relaciones de poder, dominación, explotación, exclusión, negación, etc. 
Lo que ocurre con las “revoluciones” y con los “revolucionarios” administrados es que sus sistemas de representaciones ideológicas reproducen las lógicas de significación y sentido que pretenden derrumbar. Hay adequización en la medida en que predomina el discurso y la práctica del pacto, de la gobernabilidad, el “cuanto hay paz eso”, la defensa del cargo, la prebenda y el privilegio, una acción política sin convicciones. De allí el socialismo de fachada.
Más allá de las fraseologías, más allá de las vociferaciones, más allá de verbos exaltados; los revolucionarios y revolucionarias que creen que la “teoría revolucionaría” ya ha sido elaborada ex ante para ser simple y mecánicamente aplicada, son los primeros en reconstruir de cabo a rabo un régimen social y político de mando y explotación. Allí el opuesto al anterior: la compensación radical: una suerte de chavismo radical encallejonado en sus frases fosilizadas.
El consejo de Rigoberto Lanz fue sencillo: ¡Sospéchese de los sacerdotes de la revolución! Luego de 14 años de revolución bolivariana, hay razones para sospechar tanto del socialismo de fachada como de la compensación radical… Luego de la partida física de Chávez, hay un verdadero campo desolado de voces socialistas revolucionarias con suficiente habilidad para comprender la coyuntura crítica en el campo de la gobernabilidad bolivariana.
10.- ¿MANOSEAR “EL LEGADO DE CHÁVEZ”  COMO IMPUSTURA?:
El legado de Chávez no es completamente positivo si valoramos la ausencia sintomática de la formación ideológica y política de “cuadros revolucionarios anticapitalistas” en la alta dirección política del proceso.
Podríamos listar las acciones (nos las verborreas exaltadas), las prácticas, las intenciones y sus impactos reales para comprender si la direccionalidad del proceso apunta a una revolución anticapitalista.
De manera que sin una comprensión cabal de las experiencias de revoluciones interrumpidas (ver: Florestan Fernández: http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/secret/cuadernos/flores/florestan.pdf) no podremos desentrañar la siguiente cuestión:
(…) las  alternancias de “conciliación” y “reforma” traducen el conflicto crónico tanto del capitalismo neocolonial como del  capitalismo dependiente. Para destruir ese conflicto es necesario acabar con la conciliación y con la reforma como “algo  que viene impuesto desde arriba” y “sólo permanece arriba”.
Y lo más importante:
Porque es preciso combatir una “tradición  revolucionaria” mecanicista que se ha vuelto verdaderamente letal en los países industrializados de América Latina, y  que consiste en dejar que las contradicciones “se acumulen” y “maduren”. ¡Como si de allí pudiese resultar algo útil para  el movimiento sindical y obrero! Si éstos se mantienen indiferentes al uso que las clases burguesas hacen de las  contradicciones, lo que se acumula y madura no es el desarrollo independiente ni la capacidad de lucha política de los  proletarios como clase, sino su condición servil dentro de la sociedad capitalista subdesarrollada. Una relación  puramente defensiva (no simplemente adaptativa o pasiva) ya sería suficiente para que, bajo el capitalismo neocolonial y  el capitalismo dependiente, los proletarios nunca tuvieran voz ni voto. Ello obliga a una toma de posición firme e  inflexible. Las contradicciones que no son aprovechadas activamente por el movimiento sindical y obrero son canalizadas  por el sistema capitalista de poder y convertidas en apatía de las masas, es decir, en sumisión dirigida.”
Y por si fuera poco el efecto negativo de una relación puramente defensiva, genera la siguiente situación que Florestan Fernández señala:
(…) un largo período de hegemonía casi total de una burguesía neocolonial o dependiente provocó que el “vagón  de cola” social y político de las clases dominantes reflejase más la ideología de la burguesía hegemónica de los países  capitalistas centrales que su propia situación de intereses de clase como proletarios. El socialismo reformista y las  tácticas de apoyo a la burguesía nacional de ciertas corrientes del socialismo revolucionario reforzaron esa tendencia. El  riesgo dramático que enfrentamos consiste en un nuevo sumergimiento. La incorporación al espacio económico, social y  político de las sociedades capitalistas centrales renueva el horizonte cultural de las clases burguesas. Bajo el capitalismo  monopolista dependiente podrá ocurrir el fenómeno que se dio bajo el capitalismo competitivo dependiente. Tanto  internamente como desde afuera, el escenario está preparado para compatibilizar el crecimiento morfológico de los  proletarios como clase en sí con una conciencia de clase “esterilizada” y con dinamismos de “lucha de clases”  desposeídos de cualquier elemento político y de un eje verdaderamente revolucionario.
Y por si fuese poco, la gran preocupación no sólo va en la dirección del comportamiento del Movimiento obrero, sino del bloque social de los oprimidos y explotados en su conjunto frente al dilema del radicalismo compensatorio o los “Socialismos de Fachada”:
El conocimiento preciso de las contradicciones y su  aprovechamiento inteligente, organizado y despiadado es vital, pues, para el movimiento obrero. O bien permanece  como vagón de cola del movimiento burgués, como su “otro invertido”, o si no, avanza por el terreno espinoso de lanzar  las contradicciones contra el orden existente, para mejorarlo o para destruirlo. Esto significa salir de sí mismo, realizar las  funciones negadoras intrínsecas al movimiento obrero, hacer que la sociedad capitalista salte de una revolución que  abortó a otra revolución que comenzará llevando a todas las contradicciones existentes a su disolución completa y final.
El asunto no está en el pacto con la burguesía monopólica (porque no se trata ni siquiera de las PYMES) o en la vociferación radical, sino en la construcción de un vasto frente amplio revolucionario que pueda abordar las tareas de la unidad en la diversidad, en las tareas del avance revolucionario, sin caer en las trampas de la compensación radical que no lleva a nada, o de un reformismo que sabe muy bien lo que hace: capitular casi imperceptiblemente ante la estructura de mando y explotación del metabolismo social del Capital, en nombre del legado revolucionario de Chávez. ¡Ni desesperación ni cinismo!
Sobre la figura, pensamiento y acción de Chávez se construyen las más paradójicas versiones para fines de legitimación de determinadas posiciones y decisiones políticas del presente.
¿Quiénes podrán ver en el legado de Chávez sus complejidades, tensiones, contradicciones, aciertos, errores, avances, retrocesos, contribuciones, vacíos; en fin, analizarlo no como monolito apologético cargado de superlativos para beneficios de una legitimidad post-Chávez, ya sea de compensaciones radicales o de socialismos de fachada: “gigante”, “eterno”, “supremo”?
¿Por qué no comprenderlo más bien en su dimensión “humana, demasiado humana”; líder de la revolución, no cabe duda alguna, pero como igual entre iguales, para seguirlo y para mantener la critica que tanto persistió en valorizar, tal como postula una concepción rigurosa de la democracia socialista y participativa?
Como decía Martí pues, ¡Criticar es amar!

jueves, 23 de mayo de 2013

¡A LUCHAR! LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA ¿SUPERARA SUS ERRORES Y DEBILIDADES?

Javier Biardeau R.
1.- INTRODUCCIÓN:

La respuesta es sencilla. Sólo con claridad ideológica y lucha atinada podrán superarse los errores y debilidades de la revolución bolivariana. No hay que ofrecer, entonces, rendija alguna de posibilidad a las operaciones de confusión, manipulación, división y desmoralización que ha activado, sin lugar a dudas y con mayor intensidad, los factores de derecha contra la revolución bolivariana, luego de los resultados electorales del 14 de abril de 2013 (¿Crisis electoral en la revolución bolivariana?).
Múltiples eventos y situaciones concatenadas así lo vienen confirmando desde el discurso de Chávez el día 8 de diciembre de 2012. Por tanto, es momento de galvanizar y acerar el factor estratégico fundamental de una revolución: el factor moral e intelectual, la voluntad de lucha, la consistencia de los ideales, creencias, ideas y valores. Allí residen las razones sagradas, místicas y espirituales de la revolución bolivariana. De manera que, a una apreciación realista de las situaciones, le sigue una voluntad inquebrantable de lucha basada en una perspectiva revolucionaria. Terrible sería cometer dos errores en las actuales circunstancias:
a) Una apreciación incorrecta de la situación, dando paso a erráticas líneas de acción política;
b) Quebrar el factor moral de la revolución (El “legado revolucionario” de Chávez), la voluntad, pasión y conciencia en la lucha por la transformación socialista, por el cambio estructural de la sociedad capitalista, aún dominante en nuestra formación social.
El pueblo bolivariano debe demostrar, ahora sin la presencia física de Chávez, su capacidad de recuperación de las motivaciones existenciales de lucha que activaron el poder constituyente originario, la recuperación de la memoria de luchas de nuestros libertadores, así como el protagonismo del bloque social de los explotados y oprimidos, incluso ante situaciones adversas, ante errores, ante debilidades y amenazas.
Unidad, lucha, batalla y victoria, por una parte, planteó el mismo Chávez el 8 de diciembre de 2012. Por otra parte, la historia de las revoluciones ha planteado la necesidad de fortalecer laformación intelectual, moral y política, las estructuras organizativas, la disposición de lucha social y política, los dispositivos múltiples de comunicación popular y la movilización para conquistar objetivos inmediatos, intermedios y principales para el avance victorioso de la revolución.
De manera que no debe abrirse espacio alguno de posibilidad para el pesimismo de la voluntad, para pasiones tristes, para duelos paralizantes, actitudes o divisiones funcionales a los planes de acción de la derecha. De allí la importancia de la consigna: ¡Chávez vive, la lucha sigue!
2.- ANTE LOS ERRORES: CORREGIRLOS Y SUPERARLOS:
Ciertamente hay errores estratégicos y tácticos en la conducción del proceso revolucionario, debilidades en la gestión de gobierno, desafíos, malos sabores, corruptelas que deben superarse; pero todo esto no puede ser pretexto para la inacción, para el fraccionalismo, para vacilaciones o para diseminar un espíritu de derrota, un espíritu de “hechos cumplidos”.
El asunto es muy sencillo: ¿Se está o no se está con la Revolución Bolivariana? ¿Se asume el carácter radical-democrático, nacional-popular, anti-imperialista y anticapitalista de la Revolución Bolivariana? ¿Se asume con criterio diferenciador cómo entienden los actores dirigentes y las fuerzas de apoyo por “revolución bolivariana”? ¿Se trataba acaso de una simple identificación emocional con la figura histórica de Chávez? ¿Acaso hay motivaciones más profundas, de carácter simbólico e imaginario, con presencia de valores, ideas, creencias y sentimientos afines a la construcción de un proyecto socialista, de una política y una estrategia socialista?
Las respuestas abren un extraordinario campo de debates. En las actuales circunstancias luego del 14 de abril, se perciben dificultades en la conducción revolucionaria, ante circunstancias y condiciones de oportunidad para la acción ofensiva de la derecha. Pero la base social y política de apoyo a la revolución bolivariana no tiene razones para vacilar o dudar sobre su apoyo al Proyecto Nacional Simón Bolívar. No hay que marearse en matices secundarios o irse por las ramas. La inteligencia política nutrida por el legado del pensamiento crítico y revolucionario exige clarificar los campos de batalla, las fuerzas sociales y políticas implicadas, el complejo de contradicciones existentes, antagónicas y no antagónicas en el momento político. Es tiempo de saber diferenciar el campo del “Nosotros” y campo de “Ellos”, tanto actual como potencial:
¿Quiénes son los amigos y quiénes los adversarios, si lo que está en juego es una opción clara de poder?
Reducir a los factores sociales y políticos de la derecha a su menor espacio potencial de expansión hegemónica, es tarea permanente de la revolución bolivariana. Ciertamente, se han cometido errores, la derecha ha crecido electoralmente, hay indicadores objetivos que evidencian un cuadro económico negativo; pero lo más grave no es eso, sino que la derecha ha retomado la iniciativa política, su disposición ofensiva, pues la derecha viene cabalgando sobre un movimiento de reflujo en el apoyo popular a la revolución. Este proceso afecta la fortaleza de las fuerzas motrices de la revolución.
3.- PLANIFICAR Y EJECUTAR LA CONTRA-OFENSIVA:
Es preciso, entonces, planificar y ejecutar la contraofensiva a profundidad. Reconocer errores de conducción que han creado una brecha entre las fueras dirigentes y las fuerzas motrices en el proceso revolucionario, que han creado flancos débiles aprovechados por la estrategia de la derecha. Se requiere una poderosa campaña contra-ofensiva.
Mientras ampliar el espacio potencial de expansión hegemónica de los factores sociales y políticos de la derecha, es tarea de los adversarios y enemigos de la revolución, los factores sociales y políticos de apoyo a la revolución bolivariana deben cuidar minuciosamente que sus actitudes y acciones no contribuyan objetiva o subjetivamente a otorgarle condiciones favorables al avance de la derecha. Repito, hay que ser muy cuidadosos en ofrecerle razones y oportunidades de avance al plan de acción de la derecha en las actuales circunstancias.
Hay que manejar con extrema habilidad el recurso a la crítica interna para la lucha revolucionaria contra los adversarios. La crítica interna de la revolución es cada vez más necesaria y urgente, el pensamiento insurgente es cada vez más importante, siempre con claridad de criterios de direccionalidad, contenidos, propuestas de solución y alcances de la misma. No se realiza la crítica para fortalecer o para brindarle oportunidad al adversario. Es para rectificar, corregir y reimpulsar, para visibilizar cursos de acción alternativos. Para avanzar en la revolución, no para retroceder o para estancarse. La crítica no es un juego de egos o narcisismos para posicionarse en una esfera pública controlada por los dispositivos mass-mediáticos de la derecha. La crítica es para transformar el cuadro de relaciones dominantes de coerción política, explotación económica, hegemonía ideológica, negación cultural o destructividad ambiental. Allí la crítica adquiere su densidad revolucionaria.
El manejo de contradicciones antagónicas y no antagónicas, es clave para definir el proceso de re-polarización, reunificación y repolitización mayoritario en un sentido favorable al re-impulso de la revolución bolivariana, a la recuperación y relanzamiento de su caudal electoral, a la conquista de su espacio de máximo potencial electoral, luego de comprender cuales fueron los factores desencadenantes del descenso electoral el 14 de abril de 2013.
Por tanto, hay que establecer un plan de recuperación del voto bolivariano en el seno del GPP, de debilitamiento del voto blando opositor, de clarificación de la amenaza que representa el proyecto de la derecha para sectores populares y capas medias, que sin fuertes afiliaciones o identificaciones ideológicas, se han inclinado momentáneamente hacia la opción, el discurso y el proyecto de campaña de la candidatura de la derecha, desacoplándose del discurso de campaña, la gestión de gobierno y del proyecto de la revolución bolivariana. Y no se recupera este caudal perdido por la vía de su culpabilización, etiquetamiento o criminalización, por cierto, pero tampoco sin ofrecer vías de debilitamiento de las bases sociales de apoyo de la opción electoral de la derecha. 
Tampoco se trata de ser optimistas ingenuos o ciegos, pero menos de proyectar un derrotismo moral e intelectual que sólo contribuye al avance, a los movimientos moleculares y molares favorables a la derecha. Es posible recuperar la fuerza perdida y debilitar a la fuerza adversaria, siempre que se entienda que quien triunfó en la captura de un porcentaje del segmento de los moderados, descontentos y no alineados que votaban anteriormente por Chávez fue la oposición, y esto a partir (entre otras tácticas) de una exitosa campaña de ablandamiento de la “percepción de amenaza” que pudiera representar la candidatura de derecha para los sectores populares urbanos.
Mientras Chávez logró colgarle a la candidatura de la derecha el marco programático del “paquetazo neoliberal”, seis meses después fue la candidatura de derecha la que enmarcó a la candidatura bolivariana desde el concepto de “gobierno anti-popular” o de un “gobierno de los enchufados”. De allí la importancia de manejar adecuadamente los problemas internos en la revolución bolivariana. Pues ese enmarcamiento de campaña no podía romperse con una estrategia basada en el formato “Venevisión”, sino articulando el mensaje a una clara agenda de reivindicaciones, demandas y luchas de los sectores populares del país.
4.- NEUTRALIZAR A LA DERECHA ENDÓGENA-DEBILITAR A LA DERECHA OPOSITORA:
Para el manejo de los problemas internos, la dificultad de todo proceso revolucionario implica tratar de identificar con precisión y exactitud tanto los errores de “conducción de derecha”, como los errores propios de “concepción de derecha”, así como el “manejo interno de alianzas” con factores sociales y políticos que puedan llevar a un “crecimiento del poder de la derecha”. Insistimos en este punto, la revolución se mueve velozmente hacia la derrota en la medida en que se estanca y pretende “gobernar como la derecha”.
La derecha política opositora crece electoralmente como resultante de una combinación de errores de concepción, de conducción y de política de alianzas, cuya gravitación obedece a la intrusión de la derecha endógena en la conducción de la revolución bolivariana.
Alianzas que fortalecen al adversario no constituyen un camino correcto, así sean definidas como “alianzas tácticas”. Apoyos que debilitan internamente, tanto a las fuerzas motrices como a las fuerzas dirigentes, no son apoyos, sino operaciones de infiltración de baja intensidad contra la revolución por parte de la dirección enemiga. Seamos claros: la derecha endógena es sólo la fracción “bolivariana” del conjunto de los sectores dominantes del Capital en el país. Es una fracción capitalista y como tal se comporta en el plano económico, político e ideológico. Permea e induce políticas en el campo propio de la revolución bolivariana.
Si la derecha política ha crecido electoralmente ha sido los errores de conducción, concepción, manejo de la política de alianzas y definición del rumbo del gobierno. No han sido errores ultra-izquierdistas como el sectarismo doctrinario o un temerario voluntarismo, los que han llevado en mayor grado a un debilitamiento de la base social de apoyo de la revolución, sino que en gran medida son errores de derecha: el burocratismo, el oportunismo, la corrupción, clientelizar en vez de construir poder popular, afianzar alianzas con factores económicos de derecha, que finalmente definen aspectos medulares del curso de las políticas del gobierno bolivariano. Y el peor cadalso que prepara la derecha es quebrar la base ideológica de la unidad cívico-militar: la concepción bolivariana, zamorana y robinsoniana de una revolución para la justicia social, la inclusión y la democracia participativa y protagónica.
Un pragmatismo que vacía de debate sustantivo el terreno de la lucha contra el capitalismo, así sea en nombre de la real-politik es un grave error de derecha. Si sumar a un 2 % de capitalistas nos va a restar un 20 % de pueblo trabajador, entonces no hay ninguna real-politik. Eso es pragmatismo para negociar prebendas, contrataciones o privilegios de un nuevo grupo de poder, que conformara sin duda las bases objetivas y subjetivas de una nomenclatura, nuevo grupo que intenta cooptar a quienes puedan estructurar el control efectivo del mando civil y militar.
El asunto es que el carácter de clase de la revolución favorece aún a los sectores del Capital (aunque sea una fracción específica de los sectores dominantes del Capital) y no fundamentalmente al pueblo trabajador, tanto de la ciudad como del campo, además de reproducir lógicas político-culturales de discriminación-negación hacia las demandas de los pueblos originarios o hacia demandas de una revolución eco-socialista, para poner un sólo ejemplo directamente vinculado al Plan Independencia y Patria Socialista.
En el altar del desarrollismo se sacrifican las demandas revolucionarias de superación de la destructividad ambiental o el respeto-reconocimiento de otras opciones civilizatorias de buen vivir, término que ha desaparecido del léxico de fracciones del grupo político dirigente de la revolución. De manera que los términos, palabras claves y el régimen de signos que se hace patente en los discursos de miembros del gabinete, del partido o de voceros calificados es un sismógrafo que da cuenta de las dislocaciones ideológicas y discursivas en la revolución bolivariana, de su acercamiento a una versión desarrollista-redistributiva del capitalismo rentista, y no a la transición al socialismo bolivariano, democrático y revolucionario.
Por tanto, hay lucha ideológica, política y económica de clases en el seno de la dirección política del proceso, modificando el peso específico de la composición social e ideológica de las fuerzas motrices del proceso. El problema estriba entonces, en confundir permanentemente el carácter poli-clasista de las fuerzas de apoyo a la revolución con una “conducción revolucionaria” y con una “concepción del socialismo” funcional a los intereses del Capital.
Ese no es un pequeño problema. Chávez lo había advertido en numerosos discursos públicos y no tan públicos. Sabía que dormía con el enemigo. No hay que irse entonces por las ramas.
Primero, por las características históricas específicas y particulares de la revolución bolivariana, esta nace como una revolución democrático-nacional de carácter anti-neoliberal, pero no anti-capitalista.
Segundo, la máxima tensión interna estalló justamente en el transito interrumpido entre una revolución anti-imperialista y una revolución socialista entre el año 2006-2010. Allí la derecha endógena lució descolocada inicialmente en términos de espacios de control de influencia y recursos estratégicos. Pero recuperó su ofensiva gradualmente.
Tercero, Chávez supuso que podía generar una suerte de conversión ideológica de fuerzas internas cuyas prácticas, actitudes y lógicas son funcionales a una concepción y un mundo de vida propio de la estructura de mando del Capital. Allí se condensaron todas las contradicciones. De allí los desprendimientos voluntarios, los alejamientos casi invisibles y las rupturas públicas.
Que la revolución bolivariana haya devenido nominalmente en revolución anti-imperialista y socialista en el año 2006 se debe a una recomposición del cuadro de mando de fuerzas dirigentes tanto ideológicas como políticas del proceso revolucionario. De allí que la derrota del año 2007 haya sido en cierta medida inducida desde dentro, matando el proyecto de los motores constituyentes con cuchillo prestado: los errores del ultra-izquierdismo, entre ellos: la tan mentada “explosión del poder popular”.
Es posible reconstruir la trama de como la derecha endógena contribuyó decisivamente a la derrota del año 2007, e intentó montar un proyecto de “Chavismo sin Chávez”, que en las actuales circunstancias significa un chavismo sin legado revolucionario de Chávez.
La izquierda bolivariana se enfrenta a una verdadera tenaza, a una estrategia de yunque y martillo, tanto por la derecha política, económica y mediática opositora, como por la gravitación de la derecha endógena en la propia revolución bolivariana.
Lo que bloqueó transitoriamente esta tenaza hasta el año 2012, fue la fuerza dirigente principal de la conducción de Chávez, quien logro sobreponer su liderazgo al equilibrio de fuerzas, inclinando la balanza hacia la izquierda. Su conducción selló en vida su legado sin ambigüedades ni ambivalencias, definió el rumbo ideológico y político para el período 2013-2019. Ahora, es el pueblo bolivariano el que debe ser garante de este espíritu revolucionario si no quiere ser cercado y aniquilado por la estrategia de las fracciones del Capital. ¿Qué ocurrirá con el legado revolucionario de Chávez? A ciencia cierta, no lo sabemos.
Su ausencia plantea de nuevo, excavar a fondo sobre el cuadro ideológico y político de la conducción de la revolución, pues el avance en el terreno económico no pasó más allá de la recuperación del Capitalismo Rentístico de Estado (CRE), de su espacio de poder frente a las fuerzas sociales y políticas que desde la derecha opositora siguen siendo favorables a la “Agenda Neoliberal”.
La campaña presidencial del año 2012 reconoció esta contradicción antagónica entre dos Proyectos Históricos. La campaña presidencial del 2013 desdibujó este antagonismo entre proyectos, y se articuló a una personalización de la preferencia del voto entre dos candidaturas, incluso haciéndose patente una lucha en un terreno poco favorable para la revolución. Incluso “Chávez” paso a ser un comodín de cualquier discurso de campaña, de cualquier oferta electoral y para uso de ambas candidaturas.
La campaña se volvió “chavista”, y cada quien utilizaba a Chávez para descalificar al otro. Es importante retener este hecho, pues al convertirse en comodín, Chávez fue vaciado de sustancia ideológica.
De manera que, en un hipotético gobierno opositor, Chávez será reivindicado aunque vaciado de sustancia ideológica, la “culpa de todos los males” será atribuida y proyectada sobre sus irresponsables sucesores, que lo olvidaron, degradaron y traicionaron, que fueron completamente “incompetentes” y nunca fueron “líderes” como Chávez. (Anótenlo porque ya se articulan estas frases en el campo opositor).
De manera que el llamado “no retorno” planteado por Chávez, significa aún superar claramente el Capitalismo, pero ahora interpretado de manera disímil por diversas fuerzas de apoyo a la revolución.
Allí se abre el espacio para voces ancladas en el más puro sectarismo doctrinario hasta las más ramplonas voces de oportunismo, pragmatismo y acumulación delictiva de capital. Ese es el verdadero drama de la situación post-Chávez.
5.- LAS OPCIONES QUE SE ABREN:
Finalmente, dadas las tendencias histórico-electorales, por la vía pacífica, democrático-burguesa y constitucional no hay posibilidad alguna, de manera inmediata, de avanzar en la construcción del socialismo revolucionario de corte clásico. La revolución en su sentido clásico ha sido bloqueada e interrumpida.
Podemos especular si sería posible transitar hacia esos modos históricos de socialismo, si se abordase sin tapujos ni complejos el uso combinado de todas las formas de lucha. Pero sería un suicidio político acometer esta vía en el contexto de un momento de reflujo electoral de masas. Una radicalización revolucionaria de corte clásico carece, en las actuales circunstancias, de viabilidad política, a menos que se active esta posibilidad ante un hecho sobrevenido: que la derecha suponga que es posible una estrategia de “asalto al poder” e intente hacerlo quebrando el hilo constitucional.
Sin embargo, hay estrategias mixtas de alteración del hilo constitucional para la derecha con apariencia legal y reconocimiento internacional. Así ocurrió en Honduras y Paraguay. ¿Por qué no Venezuela? Sólo se requiere conquistar la mayoría parlamentaria (2015), realizar un ensayo de ampliación del espacio hegemónico en las elecciones locales previas (2013-2014), sacudir el tablero de las correlaciones de fuerzas en los poderes constituidos, y quizás completar la tarea con la convocatoria a un referendo revocatorio (2016). Pero eso está por verse.
La vía opositora más larga es dejar que el desgaste, los errores de conducción y las divisiones internas desplomen al gobierno bolivariano antes del 2019, presionando quizás para unas elecciones anticipadas. Pero, como dijera Garrincha: “los rusos también juegan”. Todo depende de un juego de interacciones entre revolución bolivariana y factores de oposición con final abierto.
De manera que hay, además de las anteriores posibilidades (radicalización socialista de la revolución vs asalto al poder por parte de la derecha), tres escenarios para diferentes actores en el seno de la conducción de la revolución bolivariana:

a) acometer un proceso de recuperación del proceso revolucionario, sin aventuras ultra-izquierdistas, pero lo fundamental: sin recaídas en el “pragmatismo de derecha”,
b) lograr un pacto o entente con factores de la derecha para asentar una vía reformista-desarrollista, bajo negociación y derrota velada del legado revolucionario de Chávez,
c) entregar el poder a la derecha a corto plazo, intentando hacerlo en las mejores condiciones de “conservación de las fuerzas propias”, dejándose arrastrar por el reflujo del apoyo popular a la revolución; en fin, buscar legitimidad como “opción de oposición” futura bajo cooptación, negociación de espacios de impunidad y derrota abierta, siendo posibles cómplices de la “represión hacia los factores populares revolucionarios” que se opondrán a esta vía de capitulación.
Las opciones b y c, conducen a una clara capitulación del alcance socialista de la revolución democrática, bolivariana y socialista.
Por tanto, hay que estar atentos y evaluar el nuevo curso de la revolución bolivariana. Ciertamente, luego de la partida física de Chávez, se ha abierto un nuevo ciclo histórico-político ya sin su centralidad como decisor de la arena política.
Si la lucha en el campo bolivariano fuese orientada por el Proyecto Nacional Simón Bolívar, por el Golpe de Timón y por el legado revolucionario de Chávez, nos acercaríamos a la opción a la recuperación del proceso bolivariano en su vertiente democrática y revolucionaria. Eso ya dependería de actores, movimientos y fuerzas bolivarianas de izquierda; es decir, fuerzas que no confundan el socialismo bolivariano para el siglo XXI con la conquistas de las siguientes trincheras o casamatas: vallas publicitarias, bonos de la deuda, cupos de importaciones, contratos de obras, especulaciones con fondos públicos o divisas convertibles.
En fin, si la izquierda elude con éxito el camino de su degeneración en una fracción corrupta de acumulación del capital, puede acometer los desafíos pendientes que Chávez no logró realizar. Para esa tarea, requiere recomponer el proceso de acumulación de fuerzas.
De manera que la izquierda bolivariana requiere lograr repotenciar el GPP y reconducir democráticamente el partido-maquinaria del PSUV, para tener chance de sobreponerse al reflujo de masas. Sin estructuras organizativas, la izquierda bolivariana tiene todo que perder.
Por otra parte, la izquierda bolivariana debe superar todos los errores internos de derecha (de concepción, conducción, política de alianzas y gestión de gobierno). El asunto de manera sintética es que el Socialismo para el siglo XXI no sólo no cae del cielo ni se decreta, es que no tiene nada que ver con reproducir la estructura de mando y el metabolismo social del Capital. - Pequeño detalle Mr. Watson -.
No es incorrecto, entonces, plantear que “se ha llegado al llegadero”, o lo que es lo mismo, que no hay que echar para atrás: ir a la restauración de la influencia de los sectores económicos dominantes en el Poder del Estado:

(…) caminante no hay camino, camino de hace al andar,
Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás, 
se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar (…)

LO QUE SIGUE SIN APRENDERSE DEL GOLPE CONTRA LA REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA, PACÍFICA Y SOCIALISTA EN VENEZUELA

Javier Biardeau R
A pesar de las trágicas lecciones del golpe a Salvador Allende en Chile, o de las nuevas formas de alteración del ordenamiento constitucional en Honduras o Paraguay, por ejemplo, las voces de izquierda siguen presas o paralizadas para comprender a fondo la estrategia de desestabilización que la derecha internacional impulsa para desencadenar el punto de quiebre o punto de bifurcación en contra del gobierno, el régimen político y el proceso bolivariano. Llamar a esto “golpe suave”, con el perdón de los compañeros que proponen esta denominación, no contribuye a comprender que la estrategia de desgaste y asedio continuo, contribuyen (en momentos casi imperceptiblemente) al derrumbe y/o derrocamiento de una forma de gobierno, de un tipo de régimen o de todo un proceso político.
En primer lugar, no debemos olvidar que se trata de una estrategia de golpe a la posibilidad de un cambio post-capitalista en la región latinoamericana. De manera que en el caso Venezolano, conviene señalar que el llamado tránsito “pacífico” del capitalismo al socialismo implica varias limitaciones reales para el cambio estructural que deben asumirse conscientemente.
En primer lugar, la legalidad constitucional de 1999 establece reglas no siempre favorables a un cambio de las relaciones sociales de producción-distribución-consumo, junto a los dispositivos de dominación-hegemonía que las reproducen; de manera que existen severas restricciones constitucionales para una revolución socialista clásica, usando los recursos y posibilidades de poder dentro de un sistema de democracia representativa y desde el principio burgués de la separación estricta de poderes en el Estado Liberal de Derecho.
En segundo lugar, aunque no hay que ser absolutamente pesimistas, tanto la institucionalidad del Estado democrático y social de derecho (ahora se incluye: “y de justicia”), la democracia participativa y la profundización de derechos y garantías sociales, culturales y ambientales, pueden mejorar las condiciones para debilitar ciertas restricciones propias del capitalismo liberal, solo ensanchan ciertas posibilidades de profundización de la democracia social y participativa, como horizonte estratégico, generando cuellos de botella o nudos críticos importantes para avanzar en los esquemas convencionales de una revolución socialista según el canon bolchevique (El Estado y la Revolución-Lenin) o en la dirección apuntada en el modelo revolucionario de la Comuna de París. De manera que allí el poder constituido es una barrera clara al poder constituyente y a la tesis de la revolución permanente.
En tercer lugar, basta leer la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela para reconocer que allí existen imposibilidades estructurales desde el punto de vista de las normas, valores y reglas de juego político, para avanzar en un sistema de conducción de partido único revolucionario, en un Estado Socialista o en una nacionalización extensiva del sistema económico, incluyendo no sólo a los sectores estratégicos de la economía nacional, sino además del funcionamiento de la propiedad privada y de los mecanismos de mercado en el contexto de una sistema centralizado de planificación.
En cuarto lugar, lo que existe en el Proyecto Constitucional de 1999 es un programa mínimo para el despliegue de un novedoso “Estado social de Bienestar” o la posibilidad de un programa máximo de formas de Socialismo Democrático renovados que están aún por configurarse, si no fuera por las expectativas desmesuradas y las retóricas estériles de algunas corrientes, fuerzas y movimientos que pretenden encontrar respaldo constitucional para proyectos revolucionarios que desbordan las normas y reglas que allí se establecen. Es una mala noticia para la izquierda revolucionaria, pero la constitución de 1999 es una Constitución de amplias reformas sociales anti-neoliberales, socialdemócrata de avanzada en términos generales, pero hasta allí. Incluso conserva un conjunto de disposiciones favorables al despliegue de la racionalidad capitalista, siempre acotada o regulada por valores de justicia social y amplia participación popular. Se trata de una Constitución mixta, desde el punto de vista de los programas ideológicos allí implicados, consustanciada con el desarrollo de una democracia pluralista.
De manera que para las corrientes y tendencias más conscientes de la propia izquierda revolucionaria venezolana apegada a los modelos revolucionarios clásicos, la misma Constitución de 1999 puede ser interpretada como una expresión de la “legalidad burguesa” (tesis sólo correcta, desde este particular “punto de vista”).
Allí se genera un importante impasse que el legado de Chávez no pudo sortear sino posponer: ¿Cómo defender una legalidad democrática, que aunque avanzada, es una barrera para una revolución socialista de corte clásico?
Chávez se inclinó abiertamente (en sus discursos 2010-2013) por insistir en el carácter democrático del socialismo bolivariano, pero a la vez insistía en desplegar una clara tesis anticapitalista y antiimperialista en el contenido democrático y socialista de su proyecto histórico.
¿Cuál es el debate y contribución teórica, que sus más cercanos colaboradores han dado con relación a este medular problema de la transición socialista? ¿Existe acaso unidad de criterios o al menos criterios convergentes con relación a este espinoso asunto en la alta dirección política de la revolución bolivariana? ¿Por qué el PSUV no ha planteado realizar un Congreso ideológico-político del Partido luego de la partida física del Presidente Chávez? ¿Acaso es suficiente para abordar este asunto apelar al programa Independencia y Patria Socialista y al llamado “Golpe de Timón”?
De allí la importancia de reconocer de entrada que, mientras la Constitución de 1999 siga vigente y se desarrollen a profundidad sus posibilidades de avance en la construcción de un socialismo democrático de avanzada, el socialismo revolucionario de corte clásico (propiedad social de los medios de producción administrada por el Estado, Estado revolucionario bajo conducción de un partido-único y predominio social de la conciencia revolucionaria del proletariado) no tiene vigencia, ni es viable desde el punto de vista jurídico-constitucional.
Para salir de este impasse, desde la perspectiva de voces revolucionarias anticapitalistas y radicales, se precisa de un nuevo ciclo constituyente, una revolución en el seno de la revolución democrática que abra las compuertas a un proceso de transformaciones auténticamente profundas de las relaciones sociales de producción, de las formas de conciencia social y de la institucionalidad que reproduce el entente de las relaciones de fuerzas y de sus clivajes de clase en la sociedad.
El dilema aquí es obvio: o se intenta una trayectoria de una estrategia revolucionaria tal como se había aplicado hasta entonces en el mundo: Comuna de París, Revolución Rusa, Revolución China o Revolución Socialista Cubana; o se hace necesario repensar tanto la estrategia como el proyecto socialista que se pretende construir elaborando otra trayectoria más adecuado a la realidad venezolana, a sus limitaciones y posibilidades constitucionales. Este dilema, por cierto, fue parte de las controversias de la reforma constitucional de 2007, del Primer Plan Socialista, de las Leyes del Poder Popular, y ahora el llamado Plan Independencia y Patria Socialista.
Apuntar a la construcción de una sociedad socialista democrática, con pleno reconocimiento del pluralismo político y del Estado democrático, enraizada en las tradiciones nacional-populares no implica calcar y copiar las experiencias revolucionarias clásicas. En este tema no se ha hablado claro, se ha colado mucho contrabando ideológico y se han cerrado las compuertas a un verdadero debate entre fuerzas sociales y políticas de izquierda en el seno de la revolución bolivariana. Justamente de este impasse surge la estructura de oportunidad para una estrategia golpista de derecha.
La derecha venezolana, sin descartar nunca el golpe militar que trató de poner en práctica desde el momento mismo en que se anunció la primera mayoría electoral obtenida por Chávez en 1998, se ha planteado como objetivo estratégico desarticular y dividir por todos los medios posibles el bloque de fuerzas políticas y sociales socialistas que permitirían al polo patriótico gobernar bajo el mandato de transformaciones radicales mediante la legalidad constitucional existente desde 1999.
El problema político básico de la derecha venezolana es que no contaba en el período 1998-2006 con la articulación partidista suficiente para coordinar una fuerza política que disputara la hegemonía al polo bolivariano, y ante esta debilidad; este rol político fue ocupado por los principales medios privados de difusión de masas construyendo su base social de apoyo, fundamentalmente las capas medias, y un pequeño sector de los trabajadores y del pueblo que aún dependían del imaginario adeco-copeyano del pacto populista de conciliación. Esta situación desfavorable a la derecha, permitió obtener ventajas innegables en el terreno electoral, favorables a la revolución bolivariana.
La derecha se propuso siempre: a) cooptar a la dirigencia bolivariana, b) corromperla en sus principios revolucionarios (cuando existían), c) intentar dividir a la coalición bolivariana gobernante (casos Miquelena, MAS, PPT y otras deserciones o saltos de talanquera). Este objetivo sigue vigente.
De manera que a la derecha le conviene colocar una línea divisoria entre grupos bolivarianos “pro-autoritarios”, y grupos “pro-democráticos”. También la derecha ha venido abusando del manoseado pretexto del anticomunismo, tratando de aislar a sectores bolivarianos nacionalistas con el coco de la amenaza del castro-chavismo que quiere “apoderarse de todo el gobierno”, de “sectarismo incondicional a La Habana”, etcétera.
También la derecha ha tratado de mantener a toda costa el control de los medios de difusión de masas. El control de la televisión nacional y regional, de la prensa escrita y de las radios que existen en el país, entre las cuales se encuentran las cadenas de mayor potencia es un objetivo prioritario de la estrategia golpista de acoso y derribo, o desgaste, asedio y derrumbe.
También la derecha venezolana ha articulado un eficaz y eficiente programa de defensa de la propiedad privada capitalista, confundiendo a vastos segmentos de la población sobre las formas de propiedad y su relación con los medios de producción, de distribución, de consumo y de trabajo. Ha usado todos los dispositivos poli-mediáticos, educativos y legales a su alcance para impedir la formación del área económica de propiedad social directa e indirecta. Además ha lanzado una eficaz y eficiente campaña de descredito de las nacionalizaciones y expropiaciones, colocando a la defensiva a la alta dirección política del gobierno bolivariano.
Así mismo, la derecha ha intentado por diversos medios, en algunos casos despilfarrando recursos de poder claves (11 de abril, Plaza Altamira, Paro-Sabotaje Petrolero), de afectar la conciencia patriótica y popular en el factor “Fuerzas Armadas y Policiales”. Para ello sigue explotado una muy bien diseñada campaña de desinformación, manipulación y distorsión que proyecte la imagen de un país “caótico”, “anárquico”, de “desgobierno y vacío de poder”, con tendencias “totalitarias y antidemocráticas”.
Entre los puntos centrales de su campaña hacia el factor “Fuerza Armada” es posible rastrear la denuncia del apoyo del gobierno bolivariano a la guerrilla colombiana, la existencia de grupos armados ilegales llamados “colectivos sociales, en desmedro de las únicas fuerzas armadas que debían existir, y la subordinación de las fuerzas armadas venezolanas al mando militar y político cubano.
Así mismo, la derecha ha intentado re-articular su Factor político en la llamada MUD, para así conquistar no sólo a las capas medias sino a segmentos populares, especialmente los jóvenes, para un accionar contra el gobierno: ha tratado de consolidar un frente sindical, ha trataron de movilizar a gremios, academias y colegios profesionales, ha utilizado a las universidades para captar y adiestrar a jóvenes militantes y experimentar sus líneas estratégicas.
Así mismo, la derecha ha aglutinando una coalición de fuerzas políticas y gobiernos de derecha (factor internacional) contra la revolución bolivariana con base al manido argumento de la vulneración de los derechos humanos y el quiebre de la democracia.
Pero el objetivo fundamental, en las actuales circunstancias, para una estrategia de articulación conjunta y combinada de factores de poder; y condición de posibilidad para lograr varios de los otros objetivos ha sido intentar provocar el fracaso económico del gobierno bolivariano y popular.
Las medidas de presión económica son variadas, y además cabalgan sobre los errores propios en materia de conducción económica (déficit fiscal, política comercial, política anti-especulación, política monetaria, política cambiaria, política de diversificación productiva, política de inversiones, política laboral, incentivos a la especulación financiera) como en el contrabando de dólares, la paralización de algunas industrias, el cese de importación de materias primas y repuestos necesarios para el funcionamiento de las industrias (automotrices), industria agroalimentaria, etc, intenta generar la sensación de parálisis económica, escasez, inflación, deterioro de las condiciones materiales de vida, precariedad del empleo, caída del salario real, etc.
Los sectores económicamente dominantes no sólo han bloqueado todos los intentos del gobierno por modificar la injusta estructura tributaria, sino que han naturalizado al IVA y eliminado los impuestos a ganancias especulativas o a la compra de bienes carácter suntuario, impidiendo que la población perciba que el régimen fiscal es uno de los que más visible hace el carácter del conflicto social en un país. Ha sido la renta petrolera el instrumento básico para apagar el conflicto social y de clases en el país, e intentar generar un proceso gradual de mejora en la justicia distributiva pero paralizando la formación de conciencia de clases en medio de un éxtasis consumista, que no se corresponde tampoco con una cultura del trabajo productivo y formación del capital social y humano.
De manera que la acumulación de tensiones en el terreno económico ha creado un clima de temores en los inversionistas extranjeros y empresarios nacionales (grandes, medianos y pequeños) para que no invirtieran su capital en el país bajo la tesis de la “inseguridad jurídica” y el mal “clima de negocios”, provocando a mediano plazo un estancamiento productivo. Y ciertamente, las ambivalencias en materia de proyecto socialista no despejan las dudas sobre si trata de una economía mixta con un claro arreglo institucional de incentivos y sanciones, o si se trata de un proyecto socialista clásico que apunta a la nacionalización extensiva del sistema económico.
En medio de esta ambivalencia en materia de política económica se avanza en una operación de cerco económico, para proyectar la imagen de un país en bancarrota para cercarlo más desde el punto de vista financiero. En medio de esta tragedia económica, el gobierno bolivariano que no reconoce que la producción petrolera no reporta los mismos beneficios ante el crecimiento de las demandas sociales, no ha querido afectar la capacidad de negociación con los trabajadores, ampliado la cantidad de dinero circulante, sabiendo que esto tendría que traducirse en fuertes presiones inflacionarias.
Al mismo tiempo, la ofensiva del gobierno norteamericano ha venido generando un recorte planificado de la compra de petróleo venezolano, así como una elevación de precios de bienes que afectan las importaciones alimenticias acorde con la mayor capacidad adquisitiva alcanzada por los sectores populares dada la mejor distribución de la renta petrolera. Pero esto se hace exaltando el consumismo, y sin formar conciencia ni formación política de clase. Así, los problemas de abastecimiento se agudizaron día a día, y se responsabiliza exclusivamente al gobierno del desempeño económico del país.
Sobre esta base objetiva, los esfuerzos de la derecha se vienen encaminando a agravar la situación económica mediante la especulación, el acaparamiento y el fomento del mercado negro; mientras los dispositivos poli-mediáticos desatan una campaña sistemática destinada a proclamar la escasez y a constituirla en el centro de sus ataques. A esto se suman hechos sobrevenidos, como la partida física de Chávez y la realización de las elecciones del 14 de abril, donde la revolución bolivariana sufrió una merma apreciable de su respaldo electoral, que ha constituido una verdadera crisis electoral en la revolución bolivariana.
En definitiva, estamos ante una verdadera situación contrarrevolucionaria: cacerolazos, manifestaciones callejeras, anuncio de paros, huelgas, presión sobre el mundo militar para que asuman una posición en contra del gobierno.
En este contexto, lo peor que pueden hacer las fuerzas revolucionarias es no lograr ponerse de acuerdo en torno al qué hacer. El éxito de la ofensiva de derecha se relaciona con las contradicciones en el seno de las fuerzas de izquierda y bolivarianas. Es cada vez más claro que la candidatura de Maduro no tuvo la pegada suficiente ni en los sectores medios ni en sectores populares que tradicionalmente habían apoyado a Chávez.
Se ha preparado el terreno social y político para intensificar la campaña de desgaste, asedio y derrumbe.
Entre las contradicciones internas de la izquierda que apoya a la revolución bolivariana tenemos que cuando Maduro habla ahora de continuar el proyecto de Chávez del tránsito democrático al socialismo, sectores de la izquierda hablan: ¡Viva la dictadura del proletariado! ¡Sigamos el ejemplo del Che y Fidel!; cuando Maduro habla de ganar a sectores de la burguesía para su proyecto, una parte de la izquierda reafirma que nuestro enemigo es toda la burguesía, basándose para ello en la teoría que postula no es concebible un desarrollo capitalista de corte nacional; cuando el presidente socialista carece de fuerza para imponer una conducción unitaria del proceso, los partidos van haciendo públicas sus divergencias.
De manera que la situación es difícil para consolidar lo avanzado en el plano económico mediante proyectos ambiciosos de nacionalización de grandes empresas estratégicas, pues no se tiene muy claro si se está construyendo una economía mixta para la diversificación productiva o un cambio radical de las relaciones de producción en el conjunto de la economía nacional. En medio de esta ambivalencia sectores de la izquierda exigen más radicalidad.
No debemos olvidar que la legitimidad electoral del gobierno de Maduro es precaria y requiere de un vasto esfuerzo de recuperación de la gobernabilidad interna y una coraza protectora de reconocimiento internacional. No estamos en los mejores momentos de la gobernabilidad de Chávez. Consolidar el proceso venezolano requiere en estos momentos contar con el apoyo del factor militar para garantizar la estabilidad constitucional.
Las izquierdas bolivarianas debe contribuir con responsabilidad a mostrarle a los sectores patrióticos de las Fuerzas Armadas que existe un proyecto de profundización de las líneas estratégicas del proyecto constitucional consustanciado con la democracia participativa, la independencia nacional, las garantías sociales y la construcción de una economía política del socialismo democrático consustanciada con el desarrollo humano integral de la nación. Más que estridencias retóricas, el asunto es que el socialismo tiene la responsabilidad de construir una economía política para la diversificación productiva y para alcanzar el desarrollo humano integral y sustentable, con especial énfasis en la justicia social y la inclusión de sectores históricamente marginados. No hacerlo es darle fuerza a la estrategia golpista, quien como “caimán en boca e caño” espera la división y fractura definitiva de las fuerzas bolivarianas. Para esto, le mete candela al fogón de la crisis económica y social.
No será casual en este delicado contexto, que el mensaje final de Chávez haya sido: Unidad, Unidad, Unidad.