martes, 30 de noviembre de 2010

RESPUESTA CHUCUTA A UN COMENTARIO MALAMAÑOSO. PARA EFRAÍN MÁRQUEZ (CON COPIA A AMIGOS Y AMIGAS)

Javier Biardeau R.
El amigo Efraín Márquez (http://www.aporrea.org/actualidad/a113041.html) introduce su propia sobre-interpretación a lo editado en la entrevista concedida a el periodista Hugo Prieto, de Ultimas Noticias, del día domingo 28-11-2010. Y esto es completamente correcto cuando se reconoce que es de su propia cosecha la interpretación. Para fines de aclaratoria, transcribiré lo referido al aspecto económico en su estricta denotación, para tratar de evitar las usuales tácticas de quebrar contextos y co-textos, para desde allí insinuar interpretaciones aberrantes:
“Tenemos un grave problema de que no hemos definido, adecuadamente, lo que significa en el terreno económico lo que significa Socialismo del siglo XXI. Si me preguntas a mí, a un ciudadano común y corriente, pues el modelo de Socialismo posible, consistente, además con la Constitución, es una economía mixta, donde coexisten tres sectores: la empresa privada, la empresa estatal y las empresas populares, autogestionarias o alternativas. Coexisten, pero hasta allí. No puedes avanzar si liquidas a las empresas de producción social, en el sentido de la propiedad ejercida por los propios trabajadores o por la propia comunidad, ni puedes avanzar liquidando al sector empresarial privado, sin asfixiar los motores de crecimiento económico de un país, porque los tres sectores pueden converger en un proyecto político de crecimiento económico y desarrollo humano integral. El problema son las señales que envía el gobierno, si asume que si crece uno es a costa del otro. Es una economía deformada, donde tenemos una cabeza del sector público demasiado grande, y las extremidades, que seria la economía popular y alternativa del siglo XXI, son demasiado pequeñas y atrofiadas. No le tienen ni confianza.” (Ultimas noticias; 28-11-2010, pag.5)
En primer lugar, aclaremos porque afirmamos que el modelo de Socialismo posible, consistente, además con la Constitución de 1999, es una economía mixta, donde coexisten tres sectores. Habría que analizar al menos lo referido al Título VI de la Constitución de la República de Venezuela: Del sistema socio-económico, sin perder de vista su unidad de significación y sentido (interpretación sistemática del texto constitucional) con los principios fundamentales: Título I. Para la finalidad superior de construir una sociedad justa, léase bien, sociedad justa (no “sociedad de mercado”), en la Constitución nacional de 1999 no se define el régimen socioeconómico de forma rígida.
Allí se consagran principios de justicia social, eficiencia, democracia, libre competencia e iniciativa, defensa del ambiente, productividad y solidaridad, fuera de cualquier dogmatismo ideológico con relación a la ya superada disputa sobre los roles del mercado y el Estado en la economía. Que nos guste o no nos guste esto, es otra cosa. Pero la Constitución marca unos límites precisos tanto a la “sociedad de mercado” neoliberal, como al “estatismo autoritario” que caracterizó a las experiencias del socialismo real en el siglo 20.
Ni Estado-latria ni mercado-latria. Plantea la Constitución que el Estado no está ausente, que tiene un papel fundamental como regulador de la economía para asegurar el desarrollo humano integral, defender el ambiente, promover la creación de valor agregado nacional y de fuentes de trabajo, garantizando la seguridad jurídica para fomentar, junto con la iniciativa privada, el desarrollo armónico de la economía nacional y la justa distribución de la riqueza. Nos guste o no nos guste, es otra cosa. La Constitución marca definiciones precisas, por más flexible, abierta y poco rígida que sea, allí hay unos parámetros para la disputa ideológica. Y en términos del estatuto de la propiedad, la constitución reconoce: a) propiedad personal, b) propiedad colectiva, c) propiedad de particulares, d) propiedad asociativa, e) propiedad estatal en el marco de un clausula fundamental del Estado social: “La propiedad estará sometida a las contribuciones, restricciones y obligaciones que establezca la ley con fines de utilidad pública o de interés general.”
Cuando hablo entonces de consistencia entre el socialismo posible y la Constitución estamos planteando: en el marco de esta Constitución (1999), ¿Cuál modelo de socialismo posible? Podríamos hacernos la pregunta inversa: En el marco de este modelo a1, a2, a3, a4…an de Socialismo (incluyendo a los socialismos reales, si quieres), ¿Cuál Constitución? La primera pregunta nos coloca ante relaciones distintas entre la legislación constructiva, el poder constituyente y el poder constituido; y la segunda nos abre las compuertas a diferentes diseños constitucionales con momentos constituyentes completamente abiertos. Y no estamos en el segundo mundo posible (¿O sí?), sino en el primero. Es decir, tenemos una Constitución que es un parámetro-límite. Y asumimos que es nuestro Proyecto-País (¿O no?). Nos guste o no, en el diseño constitucional de 1999, la relación Estado y mercado, es un medio para satisfacer las necesidades colectivas; se trata de un equilibrio dinámico (y contradictorio) entre productividad y solidaridad, entre eficiencia económica y justicia social, dando grados de libertad a la iniciativa privada y preservando el interés del colectivo.
Incluso, el Estado tiene el mandato de orientar las políticas macroeconómicas y sectoriales para promover el crecimiento y el bienestar. Además, el Estado se compromete a ejercer acciones prioritarias en sectores económicos específicos para darle dinamismo, sustentabilidad y equidad al desarrollo económico, tales como la actividad agropecuaria, la pequeña y mediana industria, el turismo, el sector de cooperativas y demás formas de la economía popular. La actividad de producción de alimentos queda establecida como esencial para el país, consagrándose el principio de la seguridad alimentaria en función del acceso oportuno y permanente de alimentos por parte de los consumidores.
En el Plan Nacional Simón Bolívar (2007-2013), que es un primer plan de transición y edificación del Socialismo del Siglo XXI, se establece en lo relativo al modelo productivo socialista, lo siguiente: “El Modelo Productivo Socialista estará conformado básicamente por las Empresas de Producción Social, que constituyen el germen y el camino hacia el Socialismo del Siglo XXI, aunque persistirán empresas del Estado y empresas capitalistas privadas.”
Los objetivos de este modelo de edificación del socialismo implican expandir la economía social cambiando el modelo de apropiación y distribución de excedentes, fortaleciendo los mecanismos de creación y desarrollo de EPS y de redes en la Economía Social, fortaleciendo la sostenibilidad de la Economía Social, estimulando diferentes formas de propiedad social, y transformando empresas del Estado en EPS. Incluso allí aparece un gráfico (Ver Plan Nacional Simón Bolivar).
No puede ser más explícito el documento cuando plantea: “El Estado conservará el control total de las actividades productivas que sean de valor estratégico para el desarrollo del país y el desarrollo multilateral y de las necesidades y capacidades productivas del individuo social. Esto conlleva identificar cuál modo de propiedad de los medios de producción está mayormente al servicio de los ciudadanos y quienes la tendrán bajo su pertenencia para así construir una producción conscientemente controlada por los productores asociados al servicio de sus fines.”
Sin embargo, el equilibrio dinámico y contradictorio entre estos tres sectores, así como entre las diferentes formas de propiedad social, es justamente la característica definitoria de una “economía de transición al socialismo”. La coexistencia de tres sectores, implica además definir un tercer aspecto: la concentración, el monopolio y el oligopolio, aspectos que están negados en nuestra constitución de 1999: ni monopolios, ni el abuso de la posición de dominio y ni de las demandas concentradas. Economía mixta para una sociedad justa y radicalmente democrática, con un Estado regulador sometido a la contraloría y la democratización social. He allí la posibilidad de un horizonte socialista distinto al del socialismo real del siglo 20.
¿Qué esta ocurriendo? Una posible confusión entre enemigos, adversarios y aliados. No hay 5 millones de “oligar-burgueses”. No los hay, ni siquiera en la estructura socio-psicológica de la sociedad. No tenemos la misma estructura de clases, ni socio-demográfica ni socio-ideológica de la sociedad rusa de 1917 (un pequeño detalle de nuestros nostálgicos “leninistas a la carta”). Tampoco de la de Cuba de 1958, ni la de China de 1949. Comencemos por analizar el carácter específico de la formación social venezolana de 1999, en contraste con enarbolar una “plantilla” o “chuleta” de otras experiencias de construcción socialista. Ni las situaciones de clase ni las posiciones de clase son idénticas. De allí que las correlaciones de clases y de fuerzas tampoco lo sean, ni desde un punto de vista dinámico-coyuntural ni histórico.
¿Estamos avanzando? ¿En cuál dirección? ¿Con cuáles contenidos? ¿Con cuáles alcances? ¿Con cual sector empresarial privado estamos tejiendo alianzas? ¿Con monopolios, oligopolios, transnacionales, pequeñas y medianas empresas, con empresas familiares? ¿Estamos avanzando en las empresas de propiedad social directa; es decir en el régimen de propiedad colectivo? ¿Estamos fortaleciendo el Capitalismo de Estado o el Socialismo de Estado? ¿Está claro el esquema de coexistencia dinámico, sus tensiones y arreglos institucionales? ¿Y que ocurre con el movimiento de trabajadores, empleados y campesinos en este esquema? ¿Estamos claros en la transformación del antagonismo capital-trabajo?
Lo que he planteado es que “no puedes avanzar si liquidas a las empresas de producción social, en el sentido de la propiedad ejercida por los propios trabajadores o por la propia comunidad, ni puedes avanzar liquidando al sector empresarial privado, sin asfixiar los motores de crecimiento económico de un país, porque los tres sectores pueden converger en un proyecto político de crecimiento económico y desarrollo humano integral”.
Hablo de motores de crecimiento económico, no en un solo motor anclado en los grupos económicos de poder (FEDECAMARAS). Es malamañosa la insinuación, de que yo afirmo sólo que “el gobierno está liquidando al sector empresarial privado”. Esta estrategia de descontextualización es la que usa cualquier periodista tarifado de Globovisión, por ejemplo. Saber leer es comprender la “cadena sintagmática y paradigmática” de las frases en sus conceptos. Lo otro es meter gato por liebre. ¿Me comprende amigo Efraín? ES completamente falsa su interpretación, con los aliños retóricos: “Es indudable que en su planteamiento no existe la noción de coexistencia debido a que le atribuye mayor importancia -en cuanto a efectos sobre el conjunto del sistema económico- a uno de los factores, en este caso al sector empresarial.” ¿Indudable para quién? Será para usted, con todo respeto:
“El problema son las señales que envía el gobierno, si asume que si crece uno es a costa del otro. Es una economía deformada, donde tenemos una cabeza del sector público demasiado grande, y las extremidades, que seria la economía popular y alternativa del siglo XXI, son demasiado pequeñas y atrofiadas. No le tienen ni confianza.”
Me parece que usted lee lo que desea escuchar y no lo que yo estoy planteando. Le respondo: ¿Cuál es el tipo de Empresa privada que subyace en el pensamiento de tan importante entrevistado? La que aporta crecimiento económico para construir una sociedad justa y radicalmente democrática. El resto se lo dejo a su “comentario malo-mañoso”:
“De acuerdo con la transcripción que hace el periodista es claro que se refiere no a la empresa como entidad jurídica, ni a su planta física, ni al rubro o producto que genera. Se refiere implícitamente a los empresarios. Es decir, a sus dueños, accionistas, gerentes, etc. Los describe como garantes del rumbo económico del país, por supuesto más importantes que los otros dos factores de la tríada. ¿Quiénes son ellos en el pensamiento de Biardeau? Productores, emprendedores, "dadores" de empleo, altruistas, circunspectos, ajenos a la diatriba política, amantes del orden y el progreso.”
Al parecer hemos aprendido de la “oligar-burguesía” y sus medios de desinformación algunas de sus malas-mañas. Y las utilizamos peor que ellos. No cínicamente, sino hipócritamente: “Dando fe a la duda ya que se trata de una entrevista podríamos pensar que sí los utilizó pero el periodista los obvió. En todo caso debería aclararlo so pena que se considere que su discurso es "malamañoso".
¿Dijo usted malamañoso? Terminemos con el llamado a la militancia constructiva, que no puede sino ser unitaria en la diversidad y en la controversia. Una pequeña opinión de Atilio Borón sobre el socialismo-siglo 21. En este ultimo aspecto otorgamos significación a su nuevo texto “Socialismo siglo XXI ¿Hay vida después del neoliberalismo?”. Una contribución de altísimo valor intelectual y político para la nueva coyuntura. Sobre todo para considerar las ideas acerca de los cambios en los regímenes de propiedad en las transiciones al socialismo.
Plantea Boron, por ejemplo: “(…) La propuesta de avanzar en la construcción del socialismo del siglo XXI es una invitación que no debe ser desechada. Claro está que, en el terreno económico, se trata de un socialismo superador de la anacrónica antinomia “planificación centralizada o mercado incontrolado” y que, en cambio, abre espacios para la imaginación creadora de los pueblos en la búsqueda de nuevos dispositivos de control popular de los procesos económicos, dotados de la flexibilidad suficiente para responder con rapidez al torrente de innovaciones que día a día modifica la fisonomía del capitalismo contemporáneo.”
Dice Boron: “Un socialismo que potencie la descentralización y la autonomía de las empresas y unidades productivas y, al mismo tiempo, haga posible la efectiva coordinación de las grandes orientaciones de la política económica. Un socialismo que promueva diversas formas de propiedad social, desde empresas cooperativas hasta empresas estatales y asociaciones de estas con capitales privados, pasando por una amplia gama de formas intermedias en las que trabajadores, consumidores y técnicos estatales se combinen de diversa forma para engendrar nuevas relaciones de propiedad sujetas al control popular.”
Todo esto lo dice con conocimiento histórico de causa: “Uno de los problemas más serios que tuvo la experiencia soviética, y todas las que en ella se inspiraron, fue el de confundir propiedad pública con propiedad estatal. Uno de los desafíos más grandes del socialismo del siglo XXI será demostrar que existen formas alternativas de control público de la economía distintas a las del pasado. Pero es preciso tener en claro que, tal como lo dijera en su tiempo Rosa Luxemburgo, el futuro, especialmente para los sobrevivientes del holocausto social del neoliberalismo, es el socialismo o, en caso de que no logremos construirlo, lo que resta es ser testigos de la perpetuación y agravamiento de esta barbarie que pone en peligro la sobrevivencia misma de la especie humana. Estamos ante una situación crítica en la cual, como dijera Simón Rodríguez, “o inventamos o erramos”.
Plantea Boron: No hay modelos por imitar. El neoliberalismo impuso el “pensamiento único” sintetizado en la fórmula del Consenso de Washington. Pero hay otro “pensamiento único”: el de una izquierda detenida en el tiempo y que carece de la audacia para repensar y concretar la construcción del socialismo rompiendo los moldes tradicionales derivados de la experiencia soviética. ¿Por qué no pensar en un ordenamiento económico más flexible y diferenciado, en el que la propiedad estatal de los recursos estratégicos y los principales medios de producción –cuestión esta no negociable– conviva con otras formas de propiedad pública no estatal, o con empresas mixtas en las que algunos sectores del capital privado se asocien con corporaciones públicas o estatales, o con firmas controladas por sus trabajadores en asociación con los consumidores, o con cooperativas o formas de “propiedad social” de diverso tipo –como las que se están impulsando en la Venezuela bolivariana– pero ajenas a la lógica de la acumulación capitalista?”
Reconoce Boron que no se trata de un experimento sencillo. Que está sujeto a múltiples contradicciones, pero “¿quién dijo que la construcción del socialismo sería, como en su momento lo observara Lenin, algo tan simple como bajarse de un pulcro tren alemán cuando un no menos atildado conductor del convoy anunciase: “¡Estación de la revolución socialista. Todos abajo!”.
Para Boron, estas ideas sobre la propiedad social dependen de un Estado políticamente fuerte, dotado de una gran legitimidad popular y muy bien organizado. Concebir el socialismo como un dogma inalterable no sólo en el plano de los principios, lo que está bien, sino también en el de los proyectos históricos, lo que está mal– salta a la vista, porque significaría la consagración de un suicida inmovilismo, la negación de la capacidad de autocorrección de los errores y una renuncia al aprendizaje colectivo, condiciones estas imprescindibles para el permanente perfeccionamiento del socialismo.
Boron cita acertamente a Marx y Engels en La ideología alemana, texto que por cierto no había analizado muchos de los ortodoxos bolcheviques: “para nosotros el comunismo no es un estado de cosas que debe implantarse con arreglo a unas premisas imaginadas, o un ideal al que ha de sujetarse la realidad. Nosotros llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera al estado de cosas actual” (Marx y Engels, 1968: 54). Ideas sociales en movimiento, diría Simón Rodriguez. En otro pasaje de ese mismo libro Marx afirmaba que “la revolución social del siglo XXI no puede sacar su poesía del pasado, sino solamente del porvenir. No puede comenzar su propia tarea antes de despojarse de toda veneración supersticiosa por el pasado. La revolución del siglo XXI debe dejar que los muertos entierren a sus muertos, para cobrar conciencia de su propio contenido” (Marx, 1973).
Y refiriéndose a Cuba dice Boron: En la actualidad, la legitimidad de la Revolución descansa sobre dos pilares: el liderazgo de Fidel, como heredero indiscutible del legado martiano, y los logros obtenidos especialmente en los campos de la salud y la educación. Pero ninguno de estos dos pilares es eterno y, como afirmara el propio Fidel en el ya mencionado discurso, una revolución como esta, que ha probado ser imbatible desde afuera al resistir medio siglo de agresión imperialista, podría llegar a sucumbir producto de sus propios errores; o a suicidarse si no tiene la audacia necesaria para encarar los cambios que se requieren para garantizar su supervivencia y la consolidación del socialismo. Boron cita un interesante texto de Fernando Martínez Heredia, El corrimiento hacia el rojo, el cual permite penetrar en el análisis de los problemas más urgentes y graves de la Cuba actual (Martínez Heredia, 2001).Como para profundizar el debate, alejándose de estériles descalificaciones que no contribuyen a pensar en profundidad los retos del socialismo para el siglo XXI.

ENTREVISTA CON HUGO PRIETO (ULTIMAS NOTICIAS; 28-11-2010): EL PARADIGMA LENINISTA NO CABE EN LA CONSTITUCIÓN DE 1999

Javier Biardeau R.
Si se quiere imponer, a mocha y trocha, el paradigma del viejo socialismo, con sus tendencias centralizadoras del poder y antidemocráticas, el resultado será la desilusión. "El hastío de participar en la revolución bolivariana", advierte el sociólogo Javier Biardeau, quién además está inscrito en el PSUV y es colaborador asiduo de Aporrea y el Centro Internacional Miranda.
Lo que se impone es "una reconducción democrática del proceso popular bolivariano".
¿Qué ocurrió el 26-S?
Lo que expresa el 26-S, en términos de la relación Gobierno-oposición, es el equilibrio de las fuerzas. Equilibrio que se conecta profundamente con un extravío que se percibe también durante la coyuntura de la reforma constitucional en 2007.
En mi opinión, hay una línea de continuidad entre la crisis de los resultados electorales de la reforma constitucional de ese año y la crisis de los resultados electorales del 26–S. ¿Por qué? El comportamiento electoral de las fuerzas que apoyan la revolución bolivariana arroja, desde 2006, una tendencia completamente irregular, arrítmica. Hay que revisar, justamente, qué es lo que está pasando entre esas fuerzas sociales y los instrumentos políticos que canalizan la movilización y organización de las mismas, para entender esa arritmia.
¿Eso no expresará, igualmente, el comportamiento del presidente Chávez, a quien uno ve como esos boxeadores que están perdiendo reflejos y ya no tienen la misma pegada?
A partir de 2006 hay cinco procesos electorales, en los cuales hay tres victorias para Chávez y dos rounds, en los que uno podría afirmar que hay un revés táctico. Eso es lo mínimo que puede decirse, incluso, si apela a la jerga beisbolística que el propio Chávez utilizó para referirse al resultado de 2007. El fly detrás del cuadro, al que llamó “un podrido”. A mí me llamó la atención de que a pesar de lo que la dirección del partido calificó como “una victoria contundente”, cuando se hizo una reunión de balance, lo que hubo fue un llamado de atención a Chávez y se acordó que era posible hablar así debido al número de curules parlamentarias obtenidas, pero ellos saben que la procesión va por dentro. Hay que buscar cuáles son los factores que están operando en las bases y que a su vez explicarían ese revés táctico. Yo lo llamo así, porque la meta de obtener 110 diputados implicaba un proceso de radicalización, que se venía dando desde la enmienda constitucional.
¿Por qué del 26–S para acá las autoridades del Psuv no han dado una sola explicación de lo que ocurrió en las elecciones legislativas?
Ellos hicieron una reunión y de allí surgió una versión oficiosa de los resultados. Lo que yo percibo dentro del partido es que de los resultados reales no debemos hablar públicamente. Por eso digo que la procesión va por dentro; en la medida en que no se ha gestionado políticamente, en que no se va asimilando, se generan todas estas inquietudes y malestares que se han amplificado últimamente.
Acaba de decir que la meta de 110 diputados era fundamental para radicalizar el proceso bolivariano. No se obtuvo, pero el presidente Chávez actúa como si no hubiese ocurrido nada.
No lo veo así, porque dentro del propio chavismo por radicalización se entienden diferentes significados. En unas líneas de Chávez, el Presidente sostuvo que había que profundizar la revolución sin desenfreno. Lo que implica, de alguna manera, acompasar el proceso, que venía, precisamente, desenfrenado. Los resultados planteaban un frenazo táctico a la línea que se venía dando.Dentro del partido hay como dos nociones de radicalización. Una es radicalización socialista. Es decir, que las tareas socialistas están a la orden del día, según los conceptos del viejo socialismo real: avanzar en las nacionalizaciones, en las expropiaciones, en la construcción de un parlamento revolucionario, de la conquista del poder por la clase trabajadora, etc, etc.
¿El socialismo del siglo XX?
El socialismo del siglo XX.
¿El fracaso del socialismo real?
Diría el fracaso del paradigma leninista, a partir del cual se construyó el socialismo real. Para un sector del Psuv eso nunca ocurrió. Todavía siguen de espaldas a un balance crítico de los desastres y fracasos del socialismo real. Hay un sector que todavía cree que el problema de la Unión Soviética comienza con Stalin. Y que lo anterior fue chévere. Hay otro sector que sostiene que ese paradigma, justamente, es lo que está en crisis, como referencia, digámoslo así, para toda la izquierda de América Latina.
¿Qué cree usted?
Yo pienso que está en crisis y la razón fundamental es que ese paradigma no resolvió la tensión entre libertad política y li bertad social. Y nuestra Constitución, la del 99, cuando le montas ese paradigma, sencillamente se desbarata. El paradigma leninista no cabe en esta Constitución.
¿Lo que advierte esuna tendencia autoritaria,no sólo en el Gobierno sino en un sector del Psuv?
Y de la subcultura de la izquierda autoritaria, que sigue manteniendo la mitología de que la revolución rusa como paradigma de transformación social. No han advertido que si es socialismo del siglo XXI, uno está pensando en algo distinto, radicalmente distinto, y utilizo la palabra radical a propósito de lo que fueron las experiencias del socialismo real. La otra tendencia de radicalización, apenas visible, busca una profundización de la democracia.Creo que hay un sector dentro del partido, y dentro de los movimientos que acompañan a Chávez, que están pidiendo más democracia, que está exigiendo que cambie el rumbo de centralización del poder y de excesivo control, ejercido desde arriba, tutelado y vertical, del proceso de cambios; y no se lo dicen de manera directa porque siente que romper con la idea del comandante presidente y llamarlo compañero Chávez es una suerte de anatema, algo demasiado iconoclasta yheterodoxo.
¿Lo que usted propone es que se retome el poder constituyente, digamos, las motivaciones primigenias de este proceso?
Correcto. A diferencia de lo que ocurre en Ecuador, en Uruguay, en Bolivia, en Brasil e incluso en países donde la izquierda no es gobierno (Chile), nosotros estamos perdiendo la oportunidad de entender la democracia como un proceso de participación ampliada de los sectores populares en las decisiones públicas. Estamos reproduciendo lo peor del socialismo real del siglo XX, porque estamos construyendo el esquema alrededor de cuatro cosas: el culto a la personalidad, el partido único, el aparato del Estado y el comisariato político, tratando de controlar a los movimientos sociales y populares que quieren más democracia.
¿Esa forma de radicalizar la revolución bolivariana no tiene ninguna posibilidad en el terreno electoral?.
No, no la tiene. Ninguna. El sistema político electoral, el sistema de competencia entre partidos y la representación de múltiples partidos en el parlamento y en otras instituciones del Estado, incluso, la posibilidad de que en el sistema electoral se expresen diferentes grupos de opinión, nos remiten a unas "elecciones burguesas". Ya hay gente que vive una suerte de regresión psicoideológica, en la cual, como decía Lenin, "esas elecciones son burguesas". Pero olvidan un hecho fundamental: esas elecciones fueron las que abrieron las compuertas del proceso constituyente en Venezuela (1999). Esa es, justamente, la contradicción que se vive, no diría que en la revolución bolivariana, pero sí en el chavismo, que se ha inclinado hacia la vieja izquierda.
¿Qué va a pasar cuando los sectores populares conozcan la cara autoritaria y centralizadora de esa vieja izquierda?
Lo que está pasando...
¡Ah!, ¿ya está pasando?
Por eso digo que hay una línea de continuidad entre la propuesta de reforma constitucional (2007) y las elecciones parlamentarias del 26-S. La gente olió y percibió que la propuesta tenía mucho del viejo socialismo. Intuitivamente, la gente advirtió que había menos poder para las bases, para la soberanía popular y más poder concentrado en algunas instancias del Ejecutivo. ¿Qué va a pasar?
Se intensifica el desgaste, porque ya son 10 años de gobierno; hay mucho descontento, latente o manifiesto, con diferentes expresiones, orgánicas e inorgánicas y la desilusión. El hastio por participar activamente en la revolución bolivariana.
Eso es lo que va a pasar en el plano psicosocial y político, digamos, ¿y en el plano económico?
Tenemos el grave problema de que no hemos definido, adecuadamente, lo que significa en el terreno económico el socialismo del siglo XXI. Si me preguntas a mí, a un ciudadano común y corriente, pues el modelo económico del socialismo posible, consistente además con la Constitución, es una economía mixta, donde coexisten tres sectores: la empresa privada, la empresa estatal y las empresas populares, autogestionarias o alternativas. Coexisten, pero hasta allí. No puedes avanzar si liquidas a las empresas de producción social, en el sentido de la propiedad ejercida por los propios trabajadores o la propia comunidad, ni puedes avanzar liquidando al sector empresarial privado, sin asfixiar los motores de crecimiento económico de un país, porque los tres sectores pueden converger en un proyecto político de crecimiento económico y desarrollo humano integral.El problema son las señales que envía el Gobierno, se asume que si crece uno es a costa del otro. Es una economía deformada, donde tenemos una cabeza del sector público demasiado grande y las extremidades, que sería la economía popular y alternativa del socialismo del siglo XXI, son demasiado pequeñas y atrofiadas. No le tienen ni confianza.
REGISTRO VERBAL
A simple vista, la conclusión que surge de lo expuesto por Javier Biardeau, es que el fracaso del proceso bolivariano está a la vuelta de la esquina. “No sé si fracaso, pero sí una rectificación. A Chávez le gusta decir que Dios habla con la matemática. Yo hice una fórmula: victoria igual a 3R al cuadrado, donde la variable es R. ¿Qué significa R? Revisión, rectificación, reimpulso... y más recientemente: recuperación, repolarización y repolitización de la gestión pública. Si el valor de una de esas R es cero, la ecuación da cero. Y, para mí, la que da más cero es la rectificación. El Gobierno no ha demostrado claras señales de rectificar. Eso significa, públicamente, no a puertas cerradas, decir hemos evaluado estas políticas, hemos cometido estos errores y estos son los correctivo”.Biardeau no es el único que ha planteado el extraño silencio e inmovilismo que rodea la falta de aplicación de las 3R en el gobierno. “Sobre todo en las políticas que tienen que ver con los problemas estructurales de las comunidades, con infraestructura y vivienda, por ejemplo. Por eso es que la vivienda se ha convertido en un tema situacional, de urgencia, pero hay muchas metodologías de evaluación de la gestión pública que pudieran implementarse para evaluar”.La propuesta de la diputada Iris Valera y del ex ministro Eduardo Samán, quienes han planteado la creación de una tendencia radical dentro del Psuv es valorada por Biardeau como un hecho positivo. “El problema dentro del partido y de las organizaciones que apoyan la revolución bolivariana es que no hay un debate abierto sobre lo que significa la edificación del socialismo democrático y participativo”. Biardeau asegura que no se trata de la democracia de la IV República, pero tampoco del stalinismo. “Hay demasiados tabúes, demasiados bloqueos, censura y autocensura para abordar el debate”. El socialismo del siglo XXI tiene que construir una esfera pública “con mayor profundidad y alcance de deliberación política, donde la gente de oposición también participa, viendo un poco con el Gobierno y con las fuerzas que quieren el socialismo, alrededor de nuevas ideas”. ¿Realmente se quiere debatir?

sábado, 13 de noviembre de 2010

COMENTARIOS POSTERGADOSA LAS INQUIETUDES DE J.M. RODRÍGUEZ (CON COPIA A AMIGOS Y AMIGAS).

Javier Biardeau R.
Estimado, tus aportes en cada uno de los escritos titulados “Que tres erres y que ocho cuartos”, son fundamentales para fecundar el debate que se está dando en las páginas de este importante mural para la deliberación política del proceso bolivariano, lo que ha permitido apalancar la idea de la “Asamblea Popular Revolucionaria” gestionada por el portal Aporrea.
Sin lugar a dudas, hay que asumir la convocatoria de Aporrea, y de quienes quieren debatir e intervenir en el devenir de la Revolución Bolivariana.
1.- Hay que re-pensar las relaciones entre Constitución, Revolución y Transición post-capitalista:
El 14 de julio dirigiste tus inquietudes acerca del tema de la Constitución, la Revolución y la Transición al Socialismo. Luego del 26-S, estas inquietudes cobran mayor actualidad.
Sabemos que el debate sobre el papel protagónico o no, del Poder Popular en la transformación del Estado heredado de la IV República, y que continua en la V República, está la base de las llamadas “3R al cuadrado”.
Así mismo, es visible el debate entre re-polarizar y re-politizar la gestión pública ó des-polarizar y desempolvar una suerte de “democracia consensual”, que cruza las reflexiones de voces curtidas en las lides políticas, como José Vicente Rangel ó Eleazar Díaz Rangel (y de quienes han estado vinculados a intercambios de ideas, cuyo tratamiento de la des-polarización encuentra aproximaciones a las posturas del Centro Carter).
También tenemos las voces de aquellos otros activistas bolivarianos, que como Reinaldo Iturriza, proponen la recuperación de la fuerza originaria de la revolución bolivariana, bajo la idea de radicalización democrática, asumiendo el conflicto y el antagonismo que atraviesa a la política y la doble interpelación entre Chávez y el pueblo; ó distintas corrientes que llaman a crear un espacio para la “teoría y praxis revolucionaria”, ya sea en sus vertientes doctrinarias guevaristas y fidelistas (tomando como eje de sustentación la experiencia de la Revolución Cubana y del MIR Chileno), así como aquellas corrientes que llaman a consolidar un espacio revolucionario en el seno del PSUV, reagrupando diversas corrientes de izquierda en la construcción del llamado polo patriótico-popular.
Obviamente hay muchos más nodos de debate, muchas voces que deben ser visibilizadas en la reflexión-acción en los actuales momentos, como los compañeros y compañeras del CIM (Centro Internacional Miranda), que desde mi particular perspectiva, han sido injustamente “ninguneados” es sus apreciaciones, por parte de sectores de la alta dirección del proceso bolivariano; e incluso han sido descalificados por aquellos grupos que se auto-postulan como los “auténticos revolucionarios”, frente al etiquetado “reformismo” de personas que sin duda han apoyado el proceso bolivariano, como Marta Harnecker ó Juan Carlos Monedero, por ejemplo.
2.- Que sea el poder de las asambleas populares las que re-direccionen el proceso bolivariano, y no la burocracia que confisca el debate:
Sin embargo, no se trata en estas líneas de dar cuenta del mapa de nodos de reflexión-acción, que se han re-activado luego del 26-S; sobre todo la gran significación que vienen adquiriendo las diversas asambleas populares de base y círculos de reflexión, de trabajadores, estudiantes, de colectivos barriales, campesinos e indígenas, de militantes, activistas y simpatizantes políticos del proceso bolivariano, incluyendo a sectores medios progresistas, e intelectuales efectivamente inquietos por el rumbo y potencial derrotero de la Revolución Bolivariana, si ni siquiera se pasa la prueba de las primeras 3R (revisión, rectificación y reimpulso).
3.- La transición es con democracia participativa, y el socialismo radicaliza la democracia protagónica revolucionaria:
Por mi parte, asumo la responsabilidad de enfatizar tres aspectos en este debate, que llevan a plantear el asunto de las encrucijadas de la revolución democrática y socialista, asumiendo las tensiones inherentes a la defensa de las ideas que afirman:
1) el carácter progresivo de la Constitución de 1999 (que no es simple legalidad burguesa),
2) el carácter pacífico del proceso y de la transición post-capitalista (que no es una simple forma de lucha cívica, privada de cualidad ética y moral), y
3) la significación del terreno electoral (que asegura una carta de derechos de ciudadanía política, sin la cual la libertad política seria algo menos que consentir las imposiciones de un mandato despótico).
4.- Los errores más graves de la conducción chavista:
Por estas razones he cuestionado que la Revolución Bolivariana sea re-ciclada a un elemental “chavismo de lealtad primordial”, que la Revolución Democrática Constituyente haya sido re-convertida a una re-partidización y re-burocratización de la “política oficialista”, y que la Revolución Socialista sea re-absorbida por la Estatización típica de cualquiera de los Socialismos Reales.
En la base de estos gravísimos errores de conducción política opera la percepción masiva del arraigo de fenómenos tales como: personalismo, sectarismo, burocratismo, dogmatismo, seguidismo ideológico, corrupción, ineficiencia y reflujo popular.
En este cuadro de descomposición de muchas áreas de la “política oficial”, hay mucho más que aquello, que con una formación militar elemental se le llama “murmuración” en las bases sociales de la Revolución Bolivariana.
5.- "Que se abran cien Flores y que compitan cien escuelas" en el debate sobre la reconducción democrática y socialista de la revolución bolivariana:
Hay un intenso proceso de debate, que ninguna burocracia podrá administrar a estas alturas, sin realimentar la tendencia dominante al reflujo popular hacia la revolución bolivariana.
Hay un barullo de discusiones e inquietudes, una “masa crítica” que opina, que delibera, que critica, que se inquieta por la gravedad de la parálisis o desvarío estratégico en la estructura de dirección del PSUV, que demanda corregir a fondo y a tiempo el proceso revolucionario para no perderlo, que está proponiendo diversas opciones y políticas para avanzar en el mismo.
Sin embargo, no hay que dejar de prestarle atención a ideas y discursos que contribuyen a “organizar las condiciones necesarias para una futura derrota”, ni tampoco perder de vista la no-acción del “partido-maquinaria”, y sobre todo, la conducta sectaria de aquellos nodos de reflexión-acción, que estimulan una lealtad ciega y poco irreverente, un doctrinarismo ex temporáneo, así como la descalificación automática de las ideas diferentes a la de su “tribu doctrinaria”, con viejos expedientes del más rancio estalinismo y su catálogo de desviaciones: “reformistas”, “pequeño burgueses”, “anarquistas” y otros estribillos, como el putrefacto espectro estalinista de “Enemigos del Pueblo”.
6.- Cuestionar al putrefacto espectro del Estalinismo y derrotarlo en el campo de la hegemonía intelectual, ético-cultural, comunicacional y política:
No hay nada peor que actuar como estalinistas, como policías de cualquier pensamiento que fecunda la diversidad y la crítica necesaria, diciendo que no son tales estalinistas, pues se trata de una mentalidad arraigada como subcultura de izquierda, que se encarna en prácticas cotidianas (apalancada con abundantes recursos del ramas ejecutivas del Estado), parcialmente enmascarada en una fraseología chavista, pero cuyos ejes duros de reflexión no dejan de apelar a las tesis enmohecidas de cualquier “Manual de Comunismo Científico”, como aquella que postula que solo la propiedad estatal es la forma de propiedad socialista.
Lamento que no captes estos fenómenos, que constituyen lo que Carlos Enrique Dallmeier ha sintetizado con el ajustado nombre de “El putrefacto espectro del Stalinismo” (http://www.aporrea.org/ideologia/a112068.html).
Como Dallmeier lo ha dicho mucho mejor que yo, sintetizándolo didácticamente, lo considero una introducción indispensable para pasar a revisar los materiales que he elaborado acerca del Testamento de Lenin, y sus potenciales lecciones para la Revolución Bolivariana.
7.- La revolución bolchevique no es un paradigma revolucionario incuestionable:
Algunos propagarán tesis ya ex temporáneas, sin fisuras, monolíticas, de la recuperación a-crítica de la figura ideológica y política de Lenin, e incluso llegarán a la manida defensa de Stalin, como gran conductor militar durante la segunda guerra mundial. Pero pasan por debajo de la mesa un hecho harto evidente: que antes de la muerte de Lenin ya se habían incubado las semillas de la burocratización en la Revolución Rusa, que el propio pensamiento y acción de Lenin, contribuyó a tal burocratización.
¿Herejías? Como se le atribuyó decir a Galileo: “Eppur si muove”. Hay que evitar a toda costa que se naturalicen las actitudes de un santo tribunal de la inquisición revolucionaria. Hay que combatir a toda costa los “argumentos de autoridad”, y todas las epistemes autoritarias, así se llamen así mismas “revolucionarias”.
La fijación autoritaria de creencias es parte de la sedimentación de una conducta sumisa de ciudadanos y ciudadanas siervas. Hay que desafiar todas las convenciones de autoridad, pues sólo desde allí las revoluciones democráticas constituyentes, podrán superar sus bloqueos y limitaciones.
Se trata de apelar a la negatividad radical que solo una dialéctica sin dogmas puede proveer, para impedir la instalación de cualquier mito de reconciliación, que termina abonando el camino a las tentaciones despóticas del “buén orden” del "buén jefe", de la "buena jerarquía", con sus máquina de burócratas de turno administrando las opciones de vida para una muchedumbre solitaria.
Por tanto, no hay que reiterar posiciones a-críticas hacia la revolución rusa y la dirección bolchevique, pues esto es parte de las inercias ideológicas de nuestra izquierda cavernaria. Es importante enfatizarlo, es parte de “nuestra izquierda”. Es parte de “nuestra” imposibilidad e impotencia para asumir en profundidad las lecciones de las experiencias del socialismo real, sus sombras, errores, tragedias y desastres. Seguimos atados a viejas formaciones de discurso, a creencias vetustas, fantasías ideológicas y prejuicios inveterados.
Apelar imaginariamente a la sacralización ideológica de la revolución bolchevique, a estas alturas, es parte de un ritual para auto-confirmar presupuestos y creencias no discutibles, no para renovar los pensamientos críticos socialistas.
Si no ves estos nefatos fenómenos, te invitaría a recorrer el bosque de este “marxismo de derecha”, este fundamentalismo reaccionario que recorre espacios de radio, encartados de prensa, páginas web, señales en determinados espacios sindicales, donde es ostensible que el viejo socialismo burocrático está vivito y coleando como “fantasía ideológica”, como práctica política.
8.- No puede haber calco y copia del Socialismo Burocrático:
Por otra parte, existe una problemática de fondo que quiere soslayarse: las condiciones de la transición pacífica y democrática a un nuevo socialismo, que no puede ser “calco y copia” del “Socialismo Burocrático”. Es demasiado importante renovar el horizonte democrático y socialista del proyecto histórico que se pretende construir, si se quieren encontrar los mínimos de consistencia con el proyecto popular y democrático contenido en la Constitución de 1999.
Ni frente al Proyecto Histórico, ni frente al camino de transitar el cambio estructural, se han despejado las relaciones entre tareas democráticas y socialistas de la revolución bolivariana. Mucho menos las tareas eco-políticas y descolonizadoras, que pudieran llevar a des-dogmatizar el referente central de un “marxismo imaginario” en claves doctrinarias.
Mientras se habla de “Socialismo Científico”, son oportunas estas palabras de Carlos Frabetti:
El marxismo no es una ciencia, y el hecho de que muchos de sus seguidores atribuyeran a sus formulaciones el rango de leyes científicas ha sido una de las causas del fracaso del llamado “socialismo real”. El marxismo no es una ciencia, pero tiene una clara vocación científica y sabe que necesita de la ciencia. Tanto como la ciencia necesita del marxismo para dejar de ser esclava del capital.”(Frabetti; Socialismo Científico)
9.- Mucho menos doctrinarismo marxista, mucho más teorías críticas y revolucionarias:
Esta frase aparentemente problemática, lo que quiere enfatizar es la centralidad de teorías críticas para la praxis anticapitalista, antes que un cientificismo estéril. Del mismo modo que Galileo vio en la experimentación y el instrumental matemático, el método por excelencia ó la llave maestra de la ciencia, Marx vio en la praxis, la clave de nuevas teorías críticas cansadas de limitarse a interpretar-explicar el mundo y decididas a transformarlo desde su raíz.
No hay que apelar entonces a un gran Dogma o Código-Maestro, basta ser mínimamente consistentes con pensamientos críticos socialistas, con teorías críticas del metabolismo social del Capital, con saberes contra-hegemónicos que impugnan la lógica de la dominación social.
Incluso, desbordando las propias palabras de Frabetti, el marxismo merece algo más que el nombre de “Socialismo Científico”, para poder asimilar los logros teóricos y prácticos del feminismo, del ecologismo y de la descolonización del pensamiento, las tres principales fuerzas revolucionarias de nuestro tiempo. Y para eso debe dejar atrás un esquematismo marxista en clave burocrático-despótica, asimilando los logros teóricos y prácticos del imaginario libertario, del pacifismo, del indigenismo, de las espiritualidades para la insumisión, y de otras formas de oposición ética, estética, epistémica y afectiva a la barbarie capitalista.
Una dialéctica sin dogmas, hija del aquel marxismo abierto y crítico del siglo XIX, y de la nueva ciencia con conciencia de la complejidad que apareció a fines del siglo XX, tiene que ser el instrumento teórico del socialismo sin represión y sin fronteras para el siglo XXI.
Allí reside la importancia de fecundar pensamientos críticos socialistas, teorías críticas y saberes contra-hegemónicos. Y es desde allí, donde pueden nacer los verdaderos acontecimientos de invención democrático-socialistas para el siglo XXI.
10.- El clima de crítica democrática es ya una opción política revolucionaria contra el estalinismo:
No es casual entonces, que luego del 26-S, surjan voces que planteen que los procesos eleccionarios contemplados en nuestra Constitución (porque es fundamentalmente una Constitución político-normativa, casada con el Proyecto Bolivariano de recuperación de la soberanía nacional-popular), sea tachada de “Constitución demo-burguesa”. Que nuestra Constitución pueda desecharse como simple “legalidad burguesa”. Son este tipo de opiniones las que le entregan las banderas progresistas de la Constitución a las factores de oposición.
Cuando son estos argumentos los que operan, estamos ante “malos pintores de brocha gorda”, que no han comprendido justamente, ni las condiciones y reglas de la transición democrática y pacífica, ni las relaciones entre derecho y poder en las transiciones pacíficas.
No han comprendido el carácter de una Constitución abierta, flexible y reformable en la dialéctica entre el proceso constituyente y el proceso constituido, y prefieren repetir el guión de los clásicos del socialismo real.
Asumir la tarea de revalorizar la democracia socialista en el marco de la Constitución de 1999, implica más bien una lectura en reverso de las tradiciones social-demócratas originarias, mucho antes de que cayeran en manos de personajes que efectivamente optaron por reformar al capitalismo, para no superarlo jamás.
11.- Recuperar la memoria de luchas por el socialismo democrático y revolucionario de carácter no estalinista:
Así mismo, se requiere una lectura en reverso de la memoria de teorias revolucionarias y democráticas que se contraponen históricamente al futuro estalinismo. Hablo de voces como las de Rosa Luxemburgo, Labriola, Gramsci, Korsch, Pannekoek, Jaures, Lafarge, Gorter, Lukacs, los austro-marxistas y tantos otros y otras (las escuelas marxistas críticas de Budapest, Praga, Polonia y Yugoeslavia), que le han dado a la constelación teórica marxista, un aroma de fecundidad y de multiplicidad para imaginar y pensar opciones discutidas democráticamente.
Es decir, hablo de aquellas voces que más que amarrarse a la tradición jacobino-blanquista confundida con el pensamiento marxiano, trataron de articular las tradiciones de lucha democrático-radicales, sin ningún tapujo de impugnar la burocratización del marxismo, hecho sobre el cual algo tuvo que decir ya el viejo Trotsky, quien puede ser leído como un testimonio de un balance de inventario acerca de una “Revolución Traicionada”.
De ese marxismo crítico, abierto, libertario y contestatario, poco se habla. Y es justamente desde ese marxismo crítico, y desde el manantial vivo de la tradición socialdemócrata originaria, cuando aún Marx y Engels luchaban para separarla de cualquier tentativa de cooptación por parte del Socialismo de Estado de Lasalle, o la cooptación de un Bismark, donde se pueden hacer nuevas lecturas en reverso, para salir del “putrefacto espectro del Stalinismo” (gracias Dellmeier).
La desfiguración burocrático-despótica del pensamiento crítico marxiano viene de lejos. Y en gran medida somos herederos de ese proceso de burocratización del pensamiento crítico.
12.- Radicalizar la democracia del Estado social, mucho más justicia material y cultural que formas de derecho procedimental:
Por otra parte, aún asumiendo las mayores potencialidades progresistas del proceso constitucional, compartimos parte de las preocupaciones acerca de la confusión entre el Estado democrático y social de derecho y de justicia, y lo que posteriormente fue definido desde otro terreno como “Estado Socialista”.
De allí, mis recurrentes planteamientos acerca de los límites que impone la Constitución de 1999, a cualquier desvarío y extravió político-ideológico burocrático despótico, así se los califique de “Socialista”. Y no es que la Constitución de 1999 sea un libro sagrado (inflexible, pétreo, cerrado), pero si es la síntesis de un mandato constituyente y democrático-radical del pueblo venezolano, que aún es promesa y no obra cumplida.
No se trata de anteponer lo político a lo jurídico, pues lo jurídico es una codificación histórica normativa, una condensación de fuerzas y sentidos instituidos por el hecho político; y cualquier modificación constitucional o desarrollo legislativo “no se hace a trocha y mocha” (violentando formas para adulterar contenidos), sin contemplar un riguroso análisis de la consistencia sistemática entre la legislación constructiva, los parámetros constitucionales y el espíritu constituyente.
Y si se trata de abrir las compuertas al hecho constituyente en su sentido de camino amplio a la transformación sustantiva de la Constitución Política del Estado, de su forma, del sistema de gobierno, del sistema económico y social, hay procedimientos y canales para impulsarlas. No es a través de decretos unilaterales emanados del órgano ejecutivo, que se encarna la soberanía popular, pues esta no puede ser ni delegada, ni confiscada ni usurpada.
La democracia participativa y protagónica no puede ser confundida, de hecho ni de derecho, con una democracia por aclamación a favor de un líder plebiscitario. No es así que se contempla, ni en la memoria de las luchas socialistas ni en la memoria de las luchas democráticas.
El asunto reside no en concentrar y centralizar poder en el vértice de la rama ejecutiva del Estado, sino en democratizar el conjunto del Estado, abrir sus compuertas a la participación y contraloría social, impulsar una cultura de servicio al pueblo en la administración pública y despejar el asunto del privilegio burocrático por la ocupación de un cargo.
Para profundizar en un socialismo desde abajo, radicalmente democrático, el genio del Che debería pasar por lecturas críticas de su legado teórico, de su compromiso abierto con la variante marxista-leninista, de su compromiso por una pasión jacobina y vanguardista.
Hay severas limitaciones ideológicas en una visión del “hombre nuevo” que se configura desde mecanismos de compulsión moral y un nuevo conformismo ideológico de masas.
Ha sido Gramsci quien nos ha dejado una elemental lección de política, al cuestionar que se cosifique el vínculo entre dirigentes y dirigidos, dominantes y dominados, entre explotados y explotadores.
Mientras se discutan a fondo los planteamientos del Che en su tiempo y circunstancia, se fecundará el debate; pero cuando se asuma como única línea política a uno que otro dictado del Che, allí no habrá posibilidad de debate ni de construcción colectiva. Ya la verdad revelada habrá sido enunciada, y solo a los mortales les quedará aplicar su Mandato, una suerte de automatismo ideológico prediseñado.
13.- Es temerario auto-proclamar vanguardismos sin consolidar retaguardias y bases de apoyo que sustenten una lucha política prolongada:
Es hora de rebajar a estas “vanguardias auto-declaradas” al lugar que se merecen, un lugar más entre otros, en la asamblea popular revolucionaria que cada día se construye en el tejido de pensamientos socialista diversos.
No se trata de verdades a ser llevadas a la discusión en asambleas populares y propuestas para un referéndum aprobatorio, sino de verdades construidas en un prolongado diálogo polémico de saberes, pensamientos y teorías críticas, que no pueden ni alejarse de un balance crítico del pasado, ni de la mínima consistencia con un debate en curso experimentado dentro y en los márgenes de las ciencias sociales e históricas críticas de hoy.
Por otra parte, frente a los aventurerismos de derecha, la salida no son los aventurerismos de izquierda. A estos aventureros hay que recordarles la fábula de la liebre y la tortuga. En política no hay resultados mágicos e inmediatos, es el trabajo largo y permanente el que consolida logros.
El putrefacto espectro del estalinismo gravita efectivamente hoy sobre el hermoso proceso que se inicio el 27 de febrero de 1989, pero que debe reconocer a la luz de estos acontecimientos, que el saldo de los sectarismos y dispersiones anteriores llevaron a la izquierda a una situación de extrema debilidad orgánica y paupérrima disposición intelectual y moral para un re-impulso propositivo.
Es de esa situación, donde adquiere visibilidad, coraje y arraigo popular la convocatoria del MBR-200 y la rebelión militar del 4-F, sin la cuál Venezuela se acercaría a ser un vulgar Protectorado Petrolero Neo-colonial.
Pero la burocratización de la política revolucionaria es ostensible desde 2005, la sistemática política de inamovilidad o deterioro del salario real (compensada por el señuelo de una inamovilidad laboral, con aumentos nominales, cuyo sustento es la cruda "tercerización" dirigida por el patrono público y privado de amplios segmentos de la masa salarial), junto a la vertiginosa inflación que esta deteriorando gravemente la capacidad adquisitiva y su calidad de vida, no son cuentos desestabilizadores, son realidades de los trabajadores asalariados, de precarizados, de subempleados y sus familias.
Los sectores populares y medios lucharon para salir del pantano del neoliberalismo, y de su regresiva política en los salarios, niveles de empleos, convenciones colectivas y condiciones materiales de vida. No esperan lo mismo de una “economía política” revolucionaria.
14.- Ni burócratas ni capitalistas, ni señuelos de la oposición política punto-fijista:
La implantación de una sociedad socialista, sin dominadores y privilegiados, fue parte de legado marxiano. Si Lenin podía asegurar por su análisis histórico del proletariado inglés que había rasgos tradeunionista en sus luchas, hoy podemos afirmar que hay rasgos contra-revolucionarios en las “vanguardias auto-proclamadas”.
Hay que rehacer de abajo arriba el “que hacer” de Lenin. La llamada “toma del poder político” del proletariado, del pueblo trabajador, como objetivo no podía ser delegada a ningún partido de revolucionarios profesionales, que asumiera el monopolio de la conducción política de la emancipación de las multitudes.
Allí hay un elemental cuadro de alienación política que acompaña a todo esfuerzo de explotación de la masa salariada. Lo que llamamos históricamente cogollos y cúpulas podridas. Basta revisar la acumulación originaria del Capital de Marx, para reconocer las determinaciones de la estructura de mando político sobre las condiciones de explotación.
Cuando se lucha contra el patronato privado y público, contra la burocracia y los señuelos seudo-democráticos del antiguo punto-fijismo, se afirma que no se quiere regresar a la hegemonía de FEDECAMARAS, DE AD y COPEI, así sea bajo nuevas siglas.
15.- Hace falta colocar en la calle una agenda de democracia participativa y socialista:
Un saber de lucha y para la lucha, no coincide con un marxismo burocrático ni estructuralista en este aspecto. Las leyes de tendencia son tales porque están condicionadas por contra-tendencias, por contradicciones y antagonismos derivados de prácticas de clase, además de las opresiones múltiples: de género, edad, etno-raciales, frente a la autoridad política, conquistando la intersubjetividad, los códigos culturales y saber experto.
La muerte de Lenin en 1924 desató una lucha por el control de la estructura de mando en los dirigentes del Partido Comunista de la URSS. Stalin impuso luego de las primeras maniobras y coaliciones inestables la tesis de “un Líder único, un Partido único, un pensamiento único y una acción única”. Imagen del poder absoluto y monolítico.
Línea y cadena de mando alineada a una estructura de control político calcada de la organización militar-fabril jerárquica-burguesa. En nombre del socialismo de los soviets se construyó un tipo Socialismo de Estado como vía de modernización acelerada.
¿Es esta visión desarrollista, industrialista, productivista y luego de 1956 dispuesta a competir con el consumismo capitalista la que se pretende calcar y copiar?
Las Estatizaciones no pueden confundirse con las socializaciones de medios de producción a partir de la propiedad colectiva directa. Cancelar por decreto diversas formas y grados de socialización: cooperativas, cogestión, autogestión, pequeñas empresas familiares, control obrero, etc; y plantear que la única propiedad socialista es aquella administrada por el Estado es una impostura típica del socialismo real.
Además se desconocen las condiciones jurídicas y económicas reales desde donde parte un proceso de transición. En Venezuela se reconoce constitucionalmente a la economía mixta. El asunto es no confundirla, ni con el monopolio económico del capitalismo neoliberal, con el capitalismo de estado, o con el socialismo de estado.
Allí es donde está el verdadero reto productivo, transformador de las relaciones sociales y de las condiciones de vida asociadas a éstas, cuando se habla de economía social, popular, alternativa y autogestionaria.
16.- Un frente amplio para el desarrollo humano integral y la democracia socialista-participativa es el contenido real de cualquier polo patriótico:
No hay razones para festejar la inexistencia de un frente amplio revolucionario en el cual existan partidos revolucionarios de masas junto a movimientos sociales y populares. No hay motivos para no asumir la relación entre economía alternativa y desarrollo humano integral.
El PSUV ha podido convertirse en el eje promotor de tal tarea de recomposición social y política del campo revolucionario. El llamado “Polo Patriótico” parece padecer de reflejo tardíos, generado en una situación interna de “esclerosis múltiple”. Y lo mas grave es que ni siquiera parecer cobrar vida en momentos electorales. Ya hay quienes sienten nostalgia por el carcamán del MVR. Y no digamos por el esquema de movilización orgánica de la Batalla de Santa Inés.
Estimado amigo, ya basta de sentirnos a gusto con un “chavismo”convertido en “fraternal manera de apego político”. La “omnipotencia del partido-aparato” no se ve en su presencia permanente, sino en su patética ausencia, que ya ni siquiera copa titulares de prensa luego de aquellas reuniones de partido y declaraciones, cada día lunes.
Ya el PSUV ni siquiera cumple el mínimo rol de simulacro para dar la batalla en los medios ante la arremetida de una oposición envalentonada por los resultados del 26-S.
Por otra parte, la “resolución policial” de diferencias ha escogido un camino mucho más turbio que las sanciones y las expulsiones. Se trata de la política de declarar inexistente un problema, de pasar bajo la mesa, de invisibilidad temas, de silenciar actores y agendas.
¿Habrá que declarar a las bases del chavismo en “huelga de hambre”, para que sean medio escuchadas, más allá de los salarios de hambre que se institucionalizan aquí y allá, frente a los groseros privilegios de la boli-nomenclatura? ¿Como convivir en silencio con lo que tu señalas?: “el oportunismo, el arribismo, la ambición de posiciones, la ausencia de valores, el desapego ideológico, el voluntarismo inorgánico, la absoluta desarticulación y la enorme ineficacia.”
Además del “adequismo” que forjó la cultura política venezolana del “periodo democrático-burgués”, el asunto es la reproducción de este mismo patrón sub-cultural luego de 10 años de “revolución bonita”, que como tu reconoces, “ha impregnado, inclusive, a los revolucionarios”.
¿No ha pasado ya mucho tiempo para reconocer que hemos hecho muy poco para superar la adequidad, que no hay una revolución ético-cultural, intelectual que acompañe la revolución simplemente política del: quitate tu pa´ponerme yo?
El agotamiento de su esperanza bolivariana no nos va a llevar a un "cambio normal", sino a una retaliación de corte fascista, con apariencias paradójicas de “unidad democrática en defensa de la constitución”. ¿Qué les parece?
17.- En el 2012 se escoge entre profundizar el proyecto nacional, popular y democrático para profundizar los derechos políticos, sociales y culturales contenidos en la Constitución de 1999, bajo un proyecto viable de Democracia patriótica y socialista, ó se abre un peligroso cuadro de agudo antagonismo y represión de calle, por no haber reconducido el proceso, a fondo y a tiempo.
Sobre estas hipótesis no especularemos…por ahora.
Continuará...

viernes, 5 de noviembre de 2010

¿QUE PUEDE APRENDER LA REVOLUCIÓN BOLIVARIANA DEL TESTAMENTO DE LENIN? (FINAL)

Javier Biardeau R.
Entre las lecciones del llamado “Testamento de Lenin” hay una esencial. La falta de coraje en la oportunidad debida, para cuestionar radicalmente todos aquellos aspectos, dimensiones o elementos que impidan construir una cultura democrática y revolucionaria de izquierdas, termina reforzando una forma de cobardía oportunista, que no permite atrapar a tiempo las condiciones subjetivas y objetivas que propenden a reforzar un estilo político, económico, comunicacional y cultural autoritario-despótico de ejercicio del poder en las revoluciones realmente existentes.
En vez de la radicalización democrática, tenemos el culto a la personalidad, el sectarismo, el partido-maquinaria, el burocratismo, nuevas formas de privilegio político y económico, el doctrinarismo de izquierda y su seguidismo ideológico.
Se fortalece entonces la separación entre democracia y socialismo, con la cuál se vacía de protagonismo popular el proceso revolucionario. Y sin protagonismo de multitudes y democracia participativa no hay hegemonía popular revolucionaria.
Uno de los aspectos más prometedores de la revolución nacional-popular que aparece en el continente, es redefinir el socialismo como una revolución democrática permanente, una democracia radical, deliberativa, participativa, social, económica y cultural, no acotada a los límites de la democracia liberal.
Pero ir más allá de la democracia liberal no consiste en recaer en menos democracia y más despotismo. También el nazismo y el fascismo criticaron al liberalismo democrático. El asunto es no confundir esa crítica de derecha, con la crítica socialista a los límites de la democracia liberal. Este asunto es parte de una agenda política de las transiciones post-capitalistas.
En fin, el horizonte más amplio es concebir una forma de vida en la cual llegamos a ser iguales entre iguales, diferentes entre diferentes, comunes entre comunes. Sin rendirle culto a ninguna "autoridad omnipotente", distribuyendo el poder en tal medida que se impida efectivamente el monopolio de poder económico, político, ideológico o cultural. Insumisión del espíritu y del cuerpo, de la palabra y la acción. Allí está la clave de cualquier revolución, como emancipación social de singularidades que construyen lo común.
Pues lo “colectivo” ni se impone ni se decreta, sino que se construye impugnando relaciones de poder-sobre: impugnando las estructuras de mando y explotación.
El archivo de prácticas y discursos legadas por las tradiciones hegemónicas de izquierda, no se ha separado definitivamente del imaginario jacobino-blanquista, para lograr construir una revolución socialista profundamente democrática. El asunto se resume en lo siguiente: no hay revoluciones por decreto. La problemática viene de lejos. La revolución bolchevique es sólo un ejemplo. Y el destino de Lenin enseña las sombras que se pueden activar, cuando no hay un real debate sobre el ejercicio burocrático-despótico del poder.
Sin saberlo o no, la huella del estalinismo ha estado presente en el archivo de discursos y prácticas que codificaron el “marxismo oficial” en estas coordenadas espacio-temporales. Requerimos recrear mucho más a un José Carlos Mariátegui y a todos aquellos que interpretaron el pensamiento revolucionario marxiano de manera abierta, crítica y heterodoxa, por ejemplo, que a los repetidores del “marxismo soviético” y de esa entelequia llamada “comunismo científico”. Se requieren crear nuevos saberes, conocimientos y enfoques que superen toda la tradición heredada de la teoría crítica anticapitalista. Sin eurocentrismos, sin productivismos, sin consumismos, sin desarrollismos, sin estatismos, sin aparateros, sin racismo, ni explotación ni opresiones múltiples.
Así como Marx manejó las peores fuentes históricas en el museo Británico de Londres, para estudiar (y también estigmatizar) el pensamiento y acción de Simón Bolívar, el marxismo soviético analizó y valoró negativamente la obra del Amauta de la Revolución Indoamericana y de todos aquellos que afirmaron la capacidad de autonomía intelectual, ético-cultural, política y organizativa del bloque histórico de los explotados y excluidos.
Se trata de asumir una revolución socialista con radicales contenidos democráticos, y no solo, una revolución socialista con algunas formas democráticas. Cuando se rompe el hilo que conecta una revolución democrática constituyente con una revolución socialista, surgen todos los extravíos del despotismo burocrático. Surgen todas las actitudes de alienación psicológica y política en la cuales se deifican a determinadas personalidades históricas, los dirigentes se convierten en dominadores, y ya no pueden ser ni controlados desde abajo, ni interpelados ni cuestionados. Hay que evitar cualquier semilla de cultos a la personalidad:
“A un hombre de esta naturaleza se le supone dotado de un conocimiento inagotable, de una visión extraordinaria, de un poder de pensamiento que le permite prever todo, y, también, de un comportamiento infalible. Entre nosotros se asumió una actitud de ese tipo hacia un hombre, especialmente hacia Stalin, durante muchos años.”
Así reconocía el Partido Comunista de la URSS en 1956 la tragedia estalinista, sin cuestionar a fondo, las causas y condiciones desde donde se prefiguran las matrices despótico-burocráticas del ejercicio del poder. La liquidación de la democracia de multitudes comenzó no con la muerte de Lenin. Allí reside el verdadero problema. Si lo hubiese sucedido Trotsky, nunca podremos saber que hubiese pasado. El imaginario jacobino-blanquista se había encarnado en la dirección bolchevique.
I.- Trotsky ya había refutado la impostura de Khrushev:
Trotsky se ha referido al “Testamento” para apuntar problemas reales de los procesos de transición post-capitalistas, tomando como eje del análisis la particular experiencia histórica de la revolución soviética. Cuando Trotsky escribe la Carta a los obreros de la URSS en 1929, reconoce que en la URSS bajo el mando Stalin se seguía considerando el Testamento de Lenin como un “documento contra-revolucionario”; su difusión ó propaganda, era motivo de “arresto y destierro”. Eso no lo reconocen los estalinistas sin Stalin de 1956.
Trotsky en 1929 argumentaba lo contrario de Khruschev en 1956, Stalin emprendía una lucha contra el leninismo dándole una extensión internacional: “No queda casi ya en el mundo un solo país donde al frente del partido comunista se hallen los mismos revolucionarios que lo dirigían en vida del caudillo muerto. Casi todos están excluidos de la Internacional Comunista.”
Mientras en Nuestra América se implantaba el “marxismo revolucionario” de orientación bolchevique, la situación en la dirección post-leninista era harto complicada. Nuestro proceso histórico de recepción y apropiación político-cultural se hacia correlativamente al proceso de “codificación oficial” de las ideas comunistas para el particular marco histórico Latinoamericano y Caribeño. En Venezuela, por ejemplo, por “marxismo” se comprendían básicamente, aquellas ideas que se propagaba como “marxismo oficial”, producto de la influencia determinante de la “revolución bolchevique”.
Sobre la obra abierta, crítica, y aún ni siquiera publicada de Marx, existía en aquel entonces como existe hoy, una gran ignorancia. Lo paradójico del asunto es que se asumía la identidad ideológica y política del “marxismo”, a espaldas de un conocimiento riguroso del pensamiento crítico marxiano, lo cual traerá no pocos extravíos y confusiones. ¿Eran efectivamente seguidores e interpretes rigurosos del pensamiento marxiano aquellos “marxistas”?
Obviamente no. Cuando se hablaba entonces de “marxismo” no es casual que se hable básicamente de “leninismo”, con algunas excepciones destacadas, filtrado o no por el archivo de discursos ya comprometidos con la política de la Internacional Comunista. De allí la minimización de cualquier reflexión crítica sobre diferencias significativas entre Marx-Lenin, y sus implicaciones políticas. Y de allí además, la terrible confusión entre una particular constelación ideológica derivada del marxismo: el “leninismo bolchevique” y el pensamiento crítico marxiano.
Trotsky, Bujarin y Stalin se autodefinían como herederos del auténtico “legado leninista”. Por ejemplo, las corrientes seguidoras de Trostki valoran positivamente la significación histórica de Lenin en la presidencia de los cuatro primeros Congresos de la Internacional Comunista, cuya acta de nacimiento data de 1919. Sin embargo, las corrientes seguidoras de Stalin hacen énfasis no sólo en estos primeros cuatro Congresos, sino que valoran sobre todo los tres congresos posteriores, incluyendo su apoyo hasta la formación de la llamada Kominform. Bujarin fue catalogado de derechista por el estalinismo ya en 1929. Más allá de Stalin como figura personal, el asunto fue toda la cultura política que se sedimentó alrededor del monolitismo del partido-aparato. El instrumento político se convirtió en un fin en sí mismo. La dirección política se aliena en dominación política, en privilegio político.
Para Trotsky, la maniobra estalinista consistía en derrocar la “dirección leninista”:
“Stalin lo hizo apoyándose en la burocracia, en las nuevas capas de la pequeña burguesía, en el aparato estatal, en el "GPU", en los recursos materiales del Estado. No sólo se ejecutó tal tarea en la URSS, sino en Alemania, en Francia, en Italia, en los Estados Unidos, en los países escandinavos y en casi todas las naciones sin excepción. Ciego habría que estar para no comprender el sentido del hecho de ser relevados de sus puestos, calumniados y excluidos los colaboradores más íntimos y los compañeros de combate de Lenin en el partido comunista de la URSS y en toda la Internacional Comunista, todos los dirigentes de los partidos comunistas durante los años primeros y más difíciles, todos los participantes y directores de los cuatro primeros Congresos, casi todos, literalmente, en fin. Los estalinianos necesitaban esta lucha rabiosa contra la dirección comunista para practicar una política anti-leninista.”
Si seguimos la argumentación de Trotsky, a diferencia de lo que se reconoce en 1956, la progresiva estalinización de la Internacional Comunista fue un hecho bastante temprano (1924), y operó sobre todos los congresos de la Internacional y del partido comunista de la URSS desde entonces:
“Mientras se aniquilaba a los bolcheviques leninistas, se clamaba al partido diciéndole que en lo sucesivo sería monolítico. Ya sabéis que en la actualidad está más dividido que nunca. Y esto no es todo aún. No hay salvación por la vía estaliniana. No es posible practicar más que una política ustrialovista, es decir, consecuente desde el punto de vista thermidoriano, o una política leninista. La posición centrista de Stalin acarrea inevitablemente la acumulación de inmensas dificultades económicas y políticas, la devastación y la destrucción continua del partido.”
Trotsky denunciaba “(…) las vergonzosas persecuciones dirigidas contra los mejores revolucionarios leninistas en el partido comunista de la URSS y en el mundo entero. Se impone reconstituir la dirección leninista. Se impone condenar y desarraigar los métodos desleales, es decir, deshonestos y de mala fe, del procedimiento estaliniano.”
Como era de esperarse en una situación donde se había establecido una dirección política con la presencia de una “gran personalidad dirigente” (Lenin), la muerte de éste desencadenó un proceso de fraccionalismos internos que el mismo Lenin había previsto en su propio “Testamento”. Cada fracción o corriente se reclamó portadora del “auténtico legado de Lenin”, intentando diversas interpretaciones teóricas de sus planteamientos.
Las diferentes posiciones entre Stalin y Trotsky fueron reinterpretadas en las periferias latinoamericanas bajo el filtraje doctrinario del estalinismo. Así Trotsky llego a ser un “agente del enemigo”. ¿Enemigo de quién? Obviamente de Stalin.
Así la lectura leninista de Marx dio paso a una lectura “trotskista” y a la lectura “estalinista” con no pocas diferencias (préstese atención, por ejemplo, a la cuestión de la edificación del socialismo en un solo país). Bujarin, por otra parte, también marcó sus diferencias que incluso ya se habían planteado frente a Lenin, en el debate sobre el Imperialismo y el Capitalismo de Estado. Bujarin “cae en desgracia” en 1929, es etiquetado como derechista por Stalin. El otrora aliado de Stalin contra Trotsky, ahora pasa a ser un nuevo “enemigo”. No es una exageración afirmar que Stalin se encargó de acabar con toda la vieja guardia bolchevique.
Habrá que esperar hasta el informe crítico sobre el estalinismo (1956) para que los disciplinados militantes de la causa estalinista internacional, asuman una actitud de menor conformismo ideológico. Como planteó Orwell en su obra “1984”, quien controla la memoria, los archivos históricos, controla el espacio político de la subjetividad (“Quien controla el pasado, controla el futuro. Quien controla el presente controla el pasado").
II.- ¿Qué dice El "Testamento" de Lenin (1922-1923)?
Las lecciones básicas del testamento se relacionan con tres temas interrelacionados: a) la posible escisión del CC del partido y sus implicaciones; b) el asunto de las nacionalidades en la URSS y su adecuado tratamiento político; c) la relación entre asuntos políticos, científico-técnicos y administrativos del GOSPLAN. Sin embargo, bajo la superficie de estos problemas es posible detectar corrientes políticas de fondo, asuntos relacionados con el ejercicio del poder y la transición-edificación del socialismo en aquellas condiciones.
Ya convaleciente (1922), Lenin aconsejaba (sus opiniones eran taquigrafiadas) introducir varios cambios en la estructura política del Partido. Por ejemplo, estimaba necesario:
“(…) aumentar el número de miembros del CC (Comité Central) hasta varias decenas e incluso hasta un centenar. Creo que si no emprendiéramos tal reforma, nuestro Comité Central se vería amenazado de grandes peligros, caso de que el curso de los acontecimientos no fuera del todo favorable para nosotros (y no podemos contar con eso).”
¿Cuáles era esos grandes peligros? Lenin planteaba:
“(…) creo que esto es necesario tanto para elevar el prestigio del CC como para un trabajo serio con objeto de mejorar nuestro aparato y como para evitar que los conflictos de pequeñas partes del CC puedan adquirir una importancia excesiva para todos los destinos del Partido. Opino que nuestro Partido está en su derecho de pedir a la clase obrera de 50 a 100 miembros del CC, y que puede recibirlos de ella sin hacerla poner demasiado en tensión sus fuerzas. Esta reforma aumentaría considerablemente la solidez de nuestro Partido y le facilitaría la lucha que sostiene, rodeado de Estados hostiles, lucha que, a mi modo de ver, puede y debe agudizarse mucho en los años próximos. Se me figura que, gracias a esta medida, la estabilidad de nuestro Partido se haría mil veces mayor.”
Lenin era un personaje histórico con “mentalidad de partido” (había creado el “paradigma oficial” del partido revolucionario), que reconocía las fuerzas, incluso contradictorias, que se movían en su seno. Además, era crucial no sólo un aumento de número, sino un cambio de composición social y de clase de la estructura de dirección del partido, aumentando su prestigio para amortiguar los conflictos y rivalidades de las “pequeñas partes del CC”.
Otras de las medidas que sugería inicialmente era “proponer al Congreso que, dentro de ciertas condiciones, se diera “carácter legislativo a las decisiones del Gosplán, coincidiendo en este sentido con el camarada Trotsky, hasta cierto punto y en ciertas condiciones.” En todo el “Testamento” no es posible encontrar opiniones negativas hacia Trotsky del tenor que las encontramos hacia Stalin. No se trataba de que Lenin escogiera a Trotsky como sucesor bajo una serie de mensajes casi cifrados, como éste afirma posteriormente, sino que quién es abiertamente objetado como potencial candidato a cargos de alta responsabilidad política es el propio Stalin.
Pero en medio de esta controversia, Lenin quería evitar la escisión. En el seno de la dirección del partido se agitaban tormentas, y Lenin reconocía la valoración que tenían las fuerzas enemigas de la revolución bolchevique, acerca de una futura división del Partido, quienes apostaban a maximizar las “gravísimas discrepancias” en el seno del Partido. Una elemental política contra-revolucionaria de “divide y vencerás”.
Obviamente, para ser eficaz, esta “política enemiga” debía basarse en elementos reales de información de la situación presente en el seno del partido. El enemigo había acumulado elementos de inteligencia política que validaban la tesis de la “posible división del partido comunista, en medio de la disputa por la sucesión de Lenin.” Lenin, como gran político y estratega (lo que no significaba que fuese un intérprete completamente fiel ni continuador exclusivo del legado de Marx y Engels), se adelantaba a las previsiones enemigas, pasando a valorar las rivalidades de la pequeña política, considerando además sus repercusiones en las matrices económico-sociales de éstos:
“Nuestro Partido se apoya en dos clases (obreros y campesinos), y por eso es posible su inestabilidad y sería inevitable su caída si estas dos clases no pudieran llegar a un acuerdo. Sería inútil adoptar unas u otras medidas con vistas a esta eventualidad y, en general, hacer consideraciones acerca de la estabilidad de nuestro CC. Ninguna medida sería capaz, en este caso, de evitar la escisión. Pero yo confío que esto se refiere a un futuro demasiado lejano y es un acontecimiento demasiado improbable para hablar de ello.”
Por otra parte, Lenin se refería sobre todo a la estabilidad como garantía contra la escisión en un próximo futuro, y para este problema se referían a miembros del CC como Stalin y Trotsky: “Las relaciones entre ellos, a mi modo de ver, encierran más de la mitad del peligro de esa escisión que se podría evitar, y a cuyo objeto debe servir entre otras cosas, según mi criterio, la ampliación del CC hasta 50 o hasta 100 miembros.”
Continuaba Lenin: “El camarada Stalin, llegado a Secretario General, ha concentrado en sus manos un poder inmenso, y no estoy seguro que siempre sepa utilizarlo con la suficiente prudencia. Por otra parte, el camarada Trotsky, según demuestra su lucha contra el CC con motivo del problema del Comisariado del Pueblo de Vías de Comunicación, no se distingue únicamente por su gran capacidad. Personalmente, quizá sea el hombre más capaz del actual CC, pero está demasiado ensoberbecido y demasiado atraído por el aspecto puramente administrativo de los asuntos.”
Por mayores eufemismos que utilizara Lenin para referirse a ambos, el nudo de las divergencias se relacionaba con éstos “(…) dos destacados jefes del CC actual”. Por tanto, el Partido tenía que tomar medidas para impedir la escisión. Sin embargo, ninguna de estas medidas pudo aplicarse. Podríamos sugerir que el “auténtico Leninismo” se liquidó sencillamente con la muerte de Lenin.
El debate sobre si Trotsky ó Stalin son los auténticos intérpretes del legado Leninista, puede llegar a ser una maniobra de distracción. Mas allá de trotskistas o estalinistas, el asunto es cuáles lecciones deja Lenin para evitar, desde su particular perspectiva, graves errores en las transiciones post-capitalistas.
Desde el momento en que se evite analizar el “marxismo” como un monolítico código-maestro, y se interprete como un campo abierto de constelaciones con diferencias, matices, conflictos e incluso antagonismos; en ese momento, se abandonará cualquier nostalgia de ortodoxia, y se percibirán las potencias, bloqueos y vías inéditas, que habitan en su seno. Se abandonará la ilusión del “marxismo religioso”, abriéndose la posibilidad de comprender las propias tensiones del pensamiento crítico marxiano, percibiendo convergencias y divergencias que abren o cierran potenciales renovaciones históricas.
En su testamento, Lenin relata otros acontecimientos que comprometían a Zinoviev y Kamenev, relatando sus impresiones sobre los “jóvenes miembros del CC” (Bujarin y de Piatakov): “Son, a mi juicio, los que más se destacan (entre los más jóvenes), y en ellos se debería tener en cuenta lo siguiente: Bujarin no sólo es un valiosísimo y notabilísimo teórico del Partido, sino que, además, se le considera legítimamente el favorito de todo el Partido; pero sus concepciones teóricas muy difícilmente pueden calificarse de enteramente marxistas, pues hay en él algo escolástico (jamás ha estudiado y creo que jamás ha comprendido por completo la dialéctica).”
Viene después Piatakov: “(…) hombre sin duda de gran voluntad y gran capacidad, pero a quien atraen demasiado la administración y el aspecto administrativo de los asuntos para que se pueda confiar en él en un problema político serio. Naturalmente, una y otra observación son valederas sólo para el presente, en el supuesto de que estos dos destacados y fieles militantes no encuentren ocasión de completar sus conocimientos y de corregir su unilateral formación.”
En otro momento del testamento, Lenin caracteriza a Stalin: “(…) es demasiado brusco, y este defecto, plenamente tolerable en nuestro medio y en las relaciones entre nosotros, los comunistas, se hace intolerable en el cargo de Secretario General. Por eso propongo a los camaradas que piensen la forma de pasar a Stalin a otro puesto y de nombrar para este cargo a otro hombre que se diferencie del camarada Stalin en todos los demás aspectos sólo por una ventaja, a saber: que sea más tolerante, más leal, más correcto y más atento con los camaradas, menos caprichoso, etc. Esta circunstancia puede parecer una fútil pequeñez. Pero yo creo que, desde el punto de vista de prevenir la escisión y desde el punto de vista de lo que he escrito antes acerca de las relaciones entre Stalin y Trotsky, no es una pequeñez, o se trata de una pequeñez que puede adquirir importancia decisiva.”
Con esta opinión de Lenin, el futuro de Stalin estaba en juego, pues Lenin depositaba su confianza en la amortiguación de situaciones potencialmente explosivas entre estos “dos destacados jefes del CC actual” en la ampliación del CC hasta 50 o incluso 100 miembros con miembros de la clase obrera, para perseguir fines dobles o incluso triples:
“(…) cuanto mayor sea el número de miembros del CC, más gente aprenderá a realizar el trabajo de éste y tanto menor será el peligro de una escisión debida a cualquier imprudencia. La incorporación de muchos obreros al CC ayudará a los obreros a mejorar nuestro aparato, que es pésimo. En el fondo lo hemos heredado del viejo régimen, puesto que ha sido absolutamente imposible rehacerlo en un plazo tan corto, sobre todo con la guerra, con el hambre, etc. Por eso podemos contestar tranquilamente a los "críticos" que con sonrisa burlona o con malicia nos señalan los defectos de nuestro aparato, que son gentes que no comprenden nada las condiciones de nuestra revolución. En cinco años es imposible por completo reformar el aparato en medida suficiente, sobre todo atendidas las condiciones en que se ha producido nuestra revolución. Bastante es si en cinco años hemos creado un nuevo tipo de Estado en el que los obreros van delante de los campesinos contra la burguesía, lo que, considerando las condiciones de la hostil situación internacional, es una obra gigantesca. Pero la conciencia de que esto es así no debe en modo alguno cerrarnos los ojos ante el hecho de que, en esencia, hemos tomado el viejo aparato del zar y de la burguesía y que ahora, al advenir la paz y cubrir en grado mínimo las necesidades relacionadas con el hambre, todo el trabajo debe orientarse al mejoramiento del aparato.”
Lenin asume que un contingente importante de obreros incluidos en el CC “pueden, mejor que cualquiera otro, entregarse a la labor de revisar, mejorar y rehacer nuestro aparato. La Inspección Obrera y Campesina, a la que en un principio pertenecía esta función, ha sido incapaz de cumplirla y únicamente puede ser empleada como "apéndice" o como auxiliar, en determinadas condiciones, de estos miembros del CC. Los obreros que pasen a formar parte del CC deben ser preferentemente, según mi criterio, no de los que han actuado largo tiempo en las organizaciones soviéticas (en esta parte de la carta, lo que digo de los obreros se refiere también por completo a los campesinos), porque en ellos han arraigado ya ciertas tradiciones y ciertos prejuicios con los que es deseable precisamente luchar.”
La lucha contra la burocracia, contra los privilegios, contra los funcionarios de carrera, contra aquellos en los cuales ya se arraigado cierta tradición y prejuicios, implicaba nuevos cuadros, para poder revisar, mejorar y rehacer el aparato del partido:
“Los obreros que se incorporen al CC deben ser, de preferencia, personas que se encuentren por debajo de la capa de los que en los cinco años han pasado a ser funcionarios soviéticos, y deben hallarse más cerca de los simples obreros y campesinos, que, sin embargo, no entren, directa o indirectamente, en la categoría de los explotadores. Creo que esos obreros, que asistirán a todas las reuniones del CC y del Buró Político, y que leerán todos los documentos del CC, pueden ser cuadros de fieles partidarios del régimen soviético, capaces, lo primero, de dar estabilidad al propio CC y, lo segundo, de trabajar realmente en la renovación y mejoramiento del aparato.”
Así mismo, y retomando el asunto del GOSPLAN, Lenin advierte que es preciso combinar en la orientación de los asuntos públicos, tanto el aspecto administrativo “(…) el cual, naturalmente, es necesario en su lugar y en su tiempo, pero que no hay que confundir con el aspecto científico, con la amplia comprensión de la realidad, con la capacidad de atraerse a la gente, etc.”
En toda institución pública, dice Lenin, se necesita la unión de estas dos cualidades: “El dirigente de una institución pública debe poseer en el más alto grado la capacidad de atraerse a la gente y unos conocimientos científicos y técnicos lo bastante sólidos como para controlar su trabajo. Esto es lo fundamental. Sin ello el trabajo no puede ir por buen camino. Por otro lado, es muy importante que sepa administrar y que tenga un digno auxiliar o auxiliares en este terreno. Es dudoso que estas dos cualidades puedan encontrarse unidas en una sola persona, y es dudoso que ello sea necesario.”
Aquí tenemos una verdadera lección de combinación de cualidades políticas, cualidades científico-técnicas y capacidades administrativas. ¿Que pensaría Lenin de “cuadros y equipos políticos de dirección” que adolecen de estas cualidades? Y no se trataba, por cierto de abrir el camino para una exaltación de una “comisión de expertos”. Lo interesante del “Testamento” es el enfrentamiento de contradicciones propiamente ideológicas y socio-técnicas de la tarea del GOSPLAN:
“A la cabeza de tal institución no puede por menos de figurar una persona de gran experiencia y de amplios conocimientos científicos en el terreno de la técnica. La capacidad administrativa debe ser en el fondo una cosa secundaria. (…) la inmensa mayoría de los hombres de ciencia, de los que como es lógico se compone el Gosplán, se hallan inevitablemente contagiados de opiniones y prejuicios burgueses. Controlar su labor en este aspecto debe ser tarea de una cuantas personas, que pueden formar la dirección del Gosplán, que deben ser comunistas y seguir de día en día, en toda la marcha del trabajo, el grado de fidelidad de los hombres de ciencia burgueses y cómo abandonan los prejuicios burgueses, así como su paso gradual al punto de vista del socialismo. Este doble trabajo, de control científico y de gestión puramente administrativa, debería ser el ideal de los dirigentes del Gosplán en nuestra República.”
Mas allá de los asuntos de gestión socio-técnica y politización de la gestión del GOSPLAN, Lenin vuelve recurrentemente al aumento del número de los miembros del CC, así como a “(…) revisar y mejorar nuestro aparato, que no sirve para nada. Para este objeto debemos valernos de los servicios de especialistas muy calificados, y la tarea de proporcionar estos especialistas debe recaer sobre la IOC (Inspección Obrera y Campesina) (…) En resumen: hasta 100 miembros del CC y todo lo más de 400 a 500 auxiliares suyos, miembros de la IOC (Inspección Obrero-Campesina), que revisen según las indicaciones de los primeros.”
Por otra parte, en medio del conflicto de Georgia, Lenin hace una clara referencia de los problemas de transición de un Estado de cierto carácter a otro que implica una ruptura histórica: “(…) nosotros llamamos nuestro a un aparato que en realidad nos es aún ajeno por completo y constituye una mezcla burguesa y zarista que no ha habido posibilidad alguna de superar en cinco años, sin ayuda de otros países y en unos momentos en que predominaban las "ocupaciones" militares y la lucha contra el hambre.”
Y en el tema de las nacionalidades de la URSS, Lenin cuestiona cualquier legado “chovinista”: “(…) en el fondo un hombre miserable y dado a la violencia como es el típico burócrata ruso. No cabe duda que el insignificante porcentaje de obreros soviéticos y sovietizados se hundiría en este mar de inmundicia chovinista rusa como la mosca en la leche.”
Lenin siente temor ante la medida de segregación de los Comisariados del Pueblo que se relacionan directamente “(…) con la psicología de las nacionalidades, con la instrucción en las nacionalidades.”, lamentando que el tratamiento de las nacionalidades vaya “por mal camino”: “(…) nos surge una pregunta, la de si es posible segregar estos Comisariados por completo, y una segunda pregunta, la de si hemos tomado medidas con la suficiente solicitud para proteger de veras a los no rusos del esbirro genuinamente ruso. Yo creo que no las hemos tomado, aunque pudimos y debimos hacerlo.”
Lenin es tajante en identificar responsabilidades: “Yo creo que en este asunto han ejercido una influencia fatal las prisas y los afanes administrativos de Stalin, así como su saña contra el decantado "social-nacionalismo". De ordinario, la saña siempre ejerce en política el peor papel.”
Igualmente dice: “Temo igualmente que el camarada Dzerzhinski, que ha ido al Cáucaso a investigar el asunto de los "delitos" de esos "social- nacionales", se haya distinguido en este caso también sólo por sus tendencias puramente rusas (se sabe que los no rusos rusificados siempre exageran en cuanto a sus tendencias puramente rusas), y que la imparcialidad de toda su comisión la caracterice suficientemente el "guantazo" de Ordzhonikidze.”
Las medidas autoritarias, al parecer, eran parte del “paquete ruso”, administradas paradójicamente por el Gorgiano Stalin. A este respecto, finaliza Lenin, “(…) se plantea ya un importante problema de principio: cómo comprender el internacionalismo.”
Allí Lenin se dedica a reflexionar sobre las diferencias entre “(…) el nacionalismo de la nación opresora y el nacionalismo de la nación oprimida, entre el nacionalismo de la nación grande y el nacionalismo de la nación pequeña (…) Con relación al segundo nacionalismo, nosotros, los integrantes de una nación grande, casi siempre somos culpables en el terreno práctico histórico de infinitos actos de violencia; e incluso más todavía: sin darnos cuenta, cometemos infinito número de actos de violencia y ofensas. No tengo más que evocar mis recuerdos de cómo en las regiones del Volga tratan despectivamente a los no rusos, de cómo la única manera de llamar a los polacos es "poliáchishka", de que para burlarse de los tártaros siempre los llaman "príncipes", al ucraniano lo llaman "jojol", y al georgiano y a los demás naturales del Cáucaso los llaman "hombres del Cápcaso". Por eso, el internacionalismo por parte de la nación opresora, o de la llamada nación "grande" (aunque sólo sea grande por sus violencias, sólo sea grande como lo es un esbirro) no debe reducirse a observar la igualdad formal de las naciones, sino también a observar una desigualdad que de parte de la nación opresora, de la nación grande, compense la desigualdad que prácticamente se produce en la vida. Quien no haya comprendido esto, no ha comprendido la posición verdaderamente proletaria frente al problema nacional; en el fondo sigue manteniendo el punto de vista pequeñoburgués, y por ello no puede por menos de deslizarse a cada instante al punto de vista burgués.”
Lenin plantea la necesidad de articular una adecuada política de clase con una política de nacionalidades (las opresiones de clases y de las nacionalidades se articulan). Para el proletario es esencial, gozar, del máximo de confianza por parte de nacionalidades oprimidas. La actitud verdaderamente proletaria exige extremada cautela, delicadeza y transigencia: “Es preferible exagerar en cuanto a las concesiones y a la suavidad para con las minorías nacionales, que pecar por defecto. Por eso, en este caso, el interés vital de la solidaridad proletaria, y por consiguiente de la lucha proletaria de clase, requiere que jamás miremos formalmente el problema nacional, sino que siempre tomemos en consideración la diferencia obligatoria en la actitud del proletario de la nación oprimida (o pequeña) hacia la nación opresora (o grande).”
Pero más allá del tema de las nacionalidades resalta un reconocimiento de los errores del propio aparato comunista en esta situación: “(…) en cuanto al aparato diplomático, que, dicho sea de paso, es una excepción en el conjunto de nuestro aparato estatal. No hemos dejado entrar en él ni a una sola persona de cierta influencia procedente del viejo aparato zarista. Todo él, considerando los cargos de alguna importancia, se compone de comunistas. Por eso, este aparato se ha ganado ya (podemos decirlo rotundamente) el título de aparato comunista probado, limpio, en grado incomparablemente mayor, de los elementos del viejo aparato zarista, burgués y pequeñoburgués, a que nos vemos obligados a recurrir en los otros Comisariados del Pueblo.”
Incluso Lenin, da muestra de claro distanciamiento con el “amiguismo” y la “complicidad” a la hora de ejecutar castigos ejemplares ante errores cometidos en la política: “(…) al camarada Ordzhonikidze (digo esto con gran sentimiento, porque somos amigos y trabajé con él en el extranjero, en la emigración), y también terminar de revisar o revisar nuevamente todos los materiales de la comisión de Dzerzhinski, con objeto de corregir el cúmulo de errores y de juicios parciales que indudablemente hay allí. La responsabilidad política de toda esta campaña de verdadero nacionalismo ruso debe hacerse recaer, claro, sobre Stalin y Dzerzhinski.”
De nuevo, Stalin aparece comprometido en una política incorrecta: “Una cosa es la necesidad de agruparse contra los imperialistas de Occidente, que defienden el mundo capitalista. En este caso no puede haber dudas, y huelga decir que apruebo incondicionalmente estas medidas. Otra cosa es cuando nosotros mismos caemos, aunque sea en pequeñeces, en actitudes imperialistas hacia nacionalidades oprimidas, quebrantando con ello por completo toda nuestra sinceridad de principios, toda la defensa que, con arreglo a los principios, hacemos de la lucha contra el imperialismo. Y el mañana de la historia universal será el día en que se despierten definitivamente los pueblos oprimidos por el imperialismo, que ya han abierto los ojos, y en que empiece la larga y dura batalla final por su emancipación.”
No era casual que Stalin considerara contra-revolucionario este “Testamento”, y fuera Nikita quien lo trajera a colación en 1956, siempre haciendo las omisiones interesadas. Lenin sencillamente no sugería que fuese el personaje indicado para ocupar la dirección de un proceso, cuyas contradicciones exigían cualidades de las que sencillamente carecía.
El relato del propio Trotsky es obviamente más concluyente que las recomendaciones que hacia un Lenin convaleciente. Las opiniones de Trotsky ayudan a pintar el delicado cuadro político del momento, mas allá de la ilusión biográfica y las posibles proyecciones interesadas del asunto:
“(Lenin) estaba meditando constantemente cómo marcharían las cosas sin él, cuando él faltase. Fue entonces cuando concibió aquel documento que había de adquirir más tarde tanta fama bajo el nombre de “Testamento de Lenin”. Durante aquel período-unas semanas antes de sobrevenir el segundo ataque-, tuvo una larga conversación conmigo acerca del curso ulterior de mis trabajos. Esta conversación la hube de comunicar, a raíz de celebrarse y en vista de la gran importancia política que tenía, a una serie de personas (Rakovsky, J. L. Smirnof, Sosnovsky, Preobrachensky, y algunas otras). Así se explicará que se me haya quedado grabada fielmente en la memoria.”
Si la memoria de Trotsky no es tampoco un archivo transparente, es relevante abordar el tema del burocratismo. Al parecer Trotsky se quejaba de las dificultades con que tropezaba la labor de Instrucción pública. Para éste el asunto procedía del aparato administrativo. Lenin reconocía que la burocracia estaba tomando unas proporciones espantosas. Señala Trotsky que Lenin le encomendó la tarea de dar al traste con el aparato burocrático, y que le advirtió que el asunto no solo era de la burocracia del Estado: “Le contesté que no me refería solamente a la burocracia del Estado, sino también a la del partido, y que el nudo de todas las dificultades estaba en la fusión de los dos aparatos y en la ayuda mutua que se prestaban los grupos influyentes, compenetrados en torno a la jerarquía de los secretarios del partido.”
Lenin le pregunta directamente a Trotsky: “¿De modo que lo que usted propone es dar la batalla, no sólo a la burocracia del Estado, sino también a la del Comité central? Me eché a reír, de puro asombro. El organismo burocrático del Comité era precisamente el centro de todo el aparato estaliniano. -Puede que tenga usted razón. -Pues bien-prosiguió Lenin, visiblemente satisfecho de que llamáramos a las cosas por su nombre, entrando de lleno en el meollo del asunto-le propongo a usted que formemos un bloque contra la burocracia en general y contra la del Comité en particular.”
Continúa Trotsky: “Lenin me propuso que meditase acerca del aspecto de organización del asunto. Su intención era crear una especie de comisión para la represión del burocratismo, que se incorporaría al Comité central, y a la cual perteneceríamos los dos. En realidad, esta comisión tendría por cometido servir de palanca para descoyuntar la fracción de Stalin, que era la verdadera espina dorsal de aquel régimen burocrático a la par que creaba dentro del partido las condiciones necesarias para que yo pudiera ocupar el puesto de sustituto de Lenin y, según su propósito, el de sucesor suyo en la presidencia del Consejo de Comisarios del pueblo.”
Para Trotsky, en el “Testamento” Lenin menciona nominalmente a seis personas, cuya fisonomía respectiva traza, sopesando muy cuidadosamente las palabras. Interpreta Trotsky que: “La finalidad indiscutible que el "testamento" se proponía era facilitarme a mí la tarea de dirección. Lenin pretende, naturalmente, conseguir su propósito evitando en lo posible los rozamientos personales. Habla de todo el mundo con la mayor prudencia. A los juicios que encierran un fondo condenatorio procura rodearlos de una cierta sombra de suavidad. Completando esta táctica, corrige también con algunas salvedades la designación resuelta que hace de quien ha de ocupar el primer lugar. Pero al llegar a la silueta que traza de Stalin, el documento cambia de tono, y el tono cobra carácter manifiestamente hostil en la apostilla puesta más tarde por su autor al "testamento".”
¿Cuántas especulaciones se puede hacer de todo este asunto? Casi infinitas. Trotsky tiene argumentos válidos en algún aspecto: la silueta que traza de Stalin, no es positiva, sino negativa. Pero como en todo campo de fuerzas, Trotsky va más allá del mínimum de literalidad del “Testamento”:
“De Bujarin dice que, si bien no es un marxista, sino un escolástico, es un hombre muy agradable. De Piatakof, que era muy capaz en el terreno administrativo, pero como político una nulidad; que acaso estos dos últimos, Bujarin y Piatakof, pudiesen aprender todavía algo; que el más capaz de todos era Trotsky, si bien tenía un defecto: exceso de confianza en sí mismo. Que Stalin era hombre zafio, desleal, que propendía al abuso de los poderes confiados a él por el partido. Y que era necesario removerle, para evitar una escisión. Tal es el sentido que inspira todo el "testamento", viniendo a completar y explicar la propuesta que Lenin me hiciera la última vez que conversamos.”
Ciertamente, Lenin conocía el extremo auto-concepto de Trotsky que rayaba en la “arrogancia”. Tampoco parecía indicado en aquellas circunstancias. Sin embargo, el propio Trotsky reconocía una cualidad de Stalin que a finalmente logró liquidarlo: “(…) dureza de carácter y su sentido práctico, hecho en tres cuartas partes de astucia.”
A pesar de la “gran ignorancia” de Stalin, “con su increíble estrechez de horizonte político y con una tosquedad moral y una falta de escrúpulos verdaderamente extraordinarias”, fue Stalin el que escaló el puesto de Secretario general “(…) contra la voluntad de Lenin, que sólo le toleré allí mientras él pudo dirigir personalmente el partido”.
Los hechos históricos son demoledores. Aquí no caben mayores interpretaciones. Lenin no vivió lo suficiente para lograr ni la destitución de Stalin del cargo de Secretario General, ni para que fuese descalificado por el partido. Mientras Trotsky, afirma que Lenin “(…) depositaba su preocupación, sistemática y tenazmente manifestada, para encauzar las cosas de tal modo que se lograra asestar la muerte al burocratismo, al régimen de pandillaje, al funcionarismo, al despotismo, a la arbitrariedad y a la grosería, en la persona de Stalin.”, fue éste quien se apodera del partido-maquinaria.
Trotsky relata que en el año de 1927, N. K. Krupskaia dijo que de vivir Lenin, Stalin le tendría recluido en una cárcel. No se trata exclusivamente de la persona de Stalin, sino de las fuerzas y circunstancias de que Stalin, aun sin saberlo, era expresión. Trotsky fue derrotado batalla tras batalla en las intrigas del poder: “El obstáculo principal que se alzaba ante esta batalla era el estado de Lenin. Confiábamos en que volvería a salir del ataque, como había salido del primero, y que tomaría parte personal en las tareas del 12º congreso, como él mismo daba por supuesto al celebrarse el anterior. Los médicos nos daban esperanzas, aunque cada vez con menor firmeza. La idea de un "bloque" entre él y yo para dar la batida al aparato y a la burocracia, era sólo conocida, por aquel entonces, de Lenin y de mí, aunque los demás vocales del Buró político sospechaban algo. Las cartas de Lenin a propósito de la cuestión nacional y el "testamento" permanecían en el mayor secreto. Mi campaña se hubiera interpretado, o a lo menos hubiera podido interpretarse, como una batalla personal reñida por mí para conquistar el puesto de Lenin al frente del partido y del Estado. Y yo no era capaz de pensar en esto sin sentir espanto. Parecíame que ello había de producir una desmoralización tal en nuestras filas, que, aun dado caso de que triunfase, pagaría el triunfo demasiado caro. En todo los planes y cálculos que pudieran hacerse, se deslizaba siempre un factor decisivo, que era una incógnita: el propio Lenin y su estado de salud. ¿Estaría él, para entonces, en condiciones de exponer personalmente su opinión? ¿Llegaría a tiempo de hacerlo? ¿Sería el partido capaz de comprender que, al dar esta batalla, Lenin y Trotsky luchaban por el porvenir de la revolución, y que no era Trotsky personalmente el que se debatía por ocupar la vacante de Lenin?”
Y reconoce Trotsky que la demora laboraba a favor de Stalin, como Secretario general que era, “se veía convertido, de hecho, durante el "interregno", en el verdadero jefe”.
Para completar este patético cuadro, Trotsky afirma que en una conversación con Bujarin este le dijo: “Si no nos gobernamos democráticamente, es porque le tenemos a usted.” Trotsky responde: “-Procuren ustedes sobreponerse a ese miedo- le aconsejé, y vamos a ver si conseguimos trabajar de acuerdo provechosamente-. Pero aquel consejo no sirvió de nada.”
A primeros de 1923, los principales dirigentes conocedores de la situación política se habían dado ya cuenta de que Stalin estaba saturando el inmediato XII Congreso, la máxima autoridad del Partido, de delegados que le eran incondicionalmente fieles. Lenin se alarmó tanto al ver el sesgo de los asuntos, que llamó a Trotsky al Kremlin, y habló del terrible auge del burocratismo en el aparato soviético y de la necesidad de encontrar una solución al problema. Sugirió la conveniencia de nombrar una Comisión especial del Comité Central y pidió a Trotsky que interviniese activamente en ello: "Vladimiro Ilich, estoy convencido de que en la presente lucha contra el burocratismo en el aparato soviético no debemos perder de vista lo que está ocurriendo: se está formando una selección muy especial de funcionarios y especialistas, miembros del Partido y no miembros, a base de su lealtad a ciertas personalidades dominantes y grupos rectores del Partido dentro del Comité Central mismo. Cada vez que se ataca a un funcionario subalterno, se tropieza con un dirigente destacado del Partido... No puedo encargarme de eso en las actuales circunstancias."
Lenin no logró contraponerse a estas tendencias. El resto de la historia es el patético ascenso de Stalin al control del poder en la URSS. El XII Congreso, que comprendió la semana del 17 al 25 de abril de 1923, elevó a Stalin del último al primer puesto dentro del triunvirato. Había terminado la mayoría de Zinoviev en el Comité Central y en el Politburó. Stalin comenzaba a imponerse.
La XIII Conferencia del Partido, reunida del 16 al 18 de enero de 1924, para planear el inmediato XIII Congreso del Partido que había de celebrarse en mayo, adoptó una resolución, a base del informe de Stalin, que condenaba la discusión pro democracia y la intervención de Trotsky con las siguientes palabras:
"La oposición acaudillada por Trotsky exhibió la consigna de destruir el aparato del Partido e intentó transferir el centro de gravedad de la lucha contra la burocracia en el aparato del Estado a la lucha contra la "burocracia" en el aparato del Partido. Una crítica tan infundada, y el claro propósito de desacreditar el aparato del Partido, hablando en términos objetivos, no tiene otra finalidad que la de emancipar el aparato del Estado de la influencia del Partido...".
Aquello era, naturalmente, una "desviación pequeñoburguesa".
Podríamos culminar diciendo que de las acusaciones de “desviaciones ideológicas” a la sentencia de los “enemigos del pueblo”, esta empedrado el “camino del infierno”. Un infierno histórico llamado Despotismo Burocrático.

¿Aprenderemos a no repetir todos estos graves errores? Culto a la personalidad, burocratismo, intrigas del poder, ausencia de democracia, sectarismo, carencia de articulación de lo político, lo científico-tecnico y lo administrativo, reconocimiento de las nacionalidades oprimidas, omnipotencia del partido-aparato, resolución represivo-policial de las diferencias de opinión...
El Socialismo Democrático Participativo para el siglo 21 merece ser otra cosa.