domingo, 14 de diciembre de 2008

REELECCIÓN, IGUALDAD POLÍTICA Y ENMIENDA


Javier Biardeau R.
1.- LOS ASPECTOS JURÍDICOS:
Durante el debate sobre el proyecto de reforma constitucional había advertido en algunos artículos y entrevistas, que la enmienda y la reforma, estaban estrictamente acotadas al principio de supremacía constitucional (Art. 7), y que había que ser muy cautos y rigurosos a la hora de las interpretaciones sobre la materia a corregir o reformar, tomando en consideración los criterios de la propia Sala Constitucional (Art.335).
Desde el punto de vista del derecho constitucional, el principio de supremacía y fuerza normativa de la Constitución, reconoce que ella es la norma de mayor jerarquía y alcanza su vigencia a través de su capacidad de operar en la vida histórica de forma determinante o reguladora. Dicho principio constituye el fundamento de todos los sistemas constitucionales del mundo y representan la piedra angular del constitucionalismo democrático, de la protección de los derechos fundamentales y de la justicia constitucional.
Reformas ilimitadas degradan principios Constitucionales. Confundir poder constituyente con poder constituido es parte del infantilismo de izquierda. Se trata, en principio, del campo de la interpretación constitucional y del juego de lenguaje del Constitucionalismo Democrático, no de los vuelos de la imaginación política, dialéctica o constituyente, que remiten en estricto sentido a la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, cuyos limites y alcances, por principio no están subordinados a Poder Constituido alguno.
Por tanto, si hablamos de enmienda, hay que tomar en serio el debate jurídico-constitucional, y no despacharlo con consignas o con prejuicios ideológicos no debatidos. Es comprensible que, por razones de coyuntura política, se enfatice la posible reelección de Chávez. Pero se trata, en estricto sentido jurídico y constitucional, de una enmienda para la reelección sucesiva en el cargo de Presidente de la República (Art. 230).
Una enmienda constitucional en este sentido, afecta las normas relativas al Poder Ejecutivo Nacional, en primer lugar, a la naturaleza de presidencialismo en la tradición histórica republicana, al control y el equilibrio de los poderes en el diseño constitucional de 1999. Desde mi punto de vista, si la reelección sucesiva es posible para el Presidente, debe ser posible para Gobernadores y Alcaldes; es decir, para todos los cargos del Ejecutivo en los diferentes niveles de gobierno.
Se trataría en esta propuesta de no afectar principios fundamentales de nuestro ordenamiento jurídico establecidos en los artículos 2, 5 y 6. Se garantizaría esquivar los peligros del hiper-presidencialismo, por una parte, y se lograría mantener el equilibrio de poder en el “Estado Federal Descentralizado”, manteniendo la igualdad política como valor fundamental del “Estado democrático y social de derecho y de justicia”.
Mucho se habló del “Presidencialismo atenuado” en el debate constituyente de 1999. También se habló del “Federalismo cooperativo”, del Consejo Federal de Gobierno y de la descentralización para llegar hasta los nuevos “sujetos de descentralización”, para profundizar la democracia hacia las comunidades organizadas como poder comunal. Hoy parece que a muchos se les ha olvidado el debate. Pero allí hay una fuente histórica de extraordinario valor.
Si una interpretación constitucional combina los métodos tradicionales de interpretación: gramatical, histórico, sistemático y teleológico, e incluso los aportes de la hermeneutica crítica y la sociosemiótica para analizar nuestra Carta Magna, nos encontraremos que la "cláusula de restricción de la reelección" fue redactada en “idénticos términos” tanto para el cargo de Presidente del Gobierno Nacional, como los Gobernadores de estado y los Alcaldes Municipales. Esta cláusula de restricción reza: “puede ser reelegido o reelegida, de inmediato y por una sola vez, para un nuevo período” (arts. 160, 174, 230).
Eliminar la restricción para uno de los cargos, implica sopesar la pertinencia de eliminar la cláusula de restricción de la reelección para Gobernadores y Alcaldes. Las mismas razones político-constitucionales para que el “buen gobierno” de un Presidente justifique la reelección sucesiva, o para que la soberanía popular decida en última instancia ampliando la democracia participativa, pueden ser esgrimidas para Gobernadores y Alcaldes, en concordancia con el Estado federal descentralizado.
Una enmienda ajustada a estos argumentos implicaría corregir la cláusula de restricción de la reelección de los artículos 160, 174 y 230 constitucionales, sin dar lugar a interpretaciones excesivas como las propuestas públicas del PPT de incluir cargos legislativos, ni las restringidas del PSUV (solo para el Presidente); dejando de lado los enmohecidos argumentos de aquellos que se oponen absolutamente a la posibilidad de la reelección.
La Sala Constitucional, en función de uniformar criterios de interpretación constitucional, y para preservar la garantía de la supremacía y eficacia de las normas y principios constitucionales, ha refutado los argumentos que hablan de los peligros de la perpetuidad, de la supuesta contravención de la doctrina bolivariana y de la vulneración de los valores y principios democráticos.
La reelección debe ser sometida a debate, pero a un debate argumentado y serio. No a la ligereza verbal de opinadores que ni siquiera conocen el principio de supremacía constitucional. Para aquellos que quieren ir mas allá de las consignas, están las sentencias # 1.488/ año 2006, # 2.413/año 2006 y # 1.974/año 2007, # 700/año 2008. Allí hay materia para debate, polémica de criterios, para abandonar las opiniones estereotipadas por la guerra y la polarización mediática. ¿Será posible alguna vez?
2.- LOS ASPECTOS POLÍTICOS
Por otra parte, nadie pone en duda que la enmienda presente un contenido esencialmente político, que no puede desligarse de su marco jurídico-constitucional. Por minusvalorar el aspecto jurídico-constitucional del diseño de la reforma del año 2007 se entró de lleno en el campo minado de la derrota política, una derrota que colocó en grave desventaja a la revolución bolivariana.
La vieja izquierda ha considerado a las formas jurídicas como herramientas ideológicas de las clases dominantes, como instrumentos-artificios, sin comprender las relaciones y conexiones entre las forma-jurídicas y el metabolismo social del capital. Se han quedado en una lectura ortodoxa y superficial de las relaciones entre “base y superestructura”, metáforas que eran solo eso, “metáforas” (Ludovico Silva), descuidando el análisis de los momentos, interconexiones y aspectos de la totalidad concreta del sistema del capital. Como ha planteado Istvan Métzsáros, hay que renovar el pensamiento revolucionario, el propio pensamiento de Marx.
Las funciones del derecho en la reproducción del sistema del capital se desconocen, obviando cómo un sistema hegemónico de determinado bloque histórico, configura aparatos, prácticas e instituciones en las cuales, las formas de conciencia social, los discursos y las instituciones jurídicas, sobre-determinan a los llamados aspectos estructurales del sistema del capital.
Quienes descuidan la eficacia histórica del discurso del derecho vigente en las democracias constitucionales, descuidan cómo las formas jurídicas intervienen y son configuradas en el proceso de lucha social y político. No basta con decir que el derecho es un “derecho de clase”, se trata de comprender como son posibles las funciones y contenidos ideológicos de la propia forma-jurídica, como conforman determinados espacios de sentido común que refuerzan o no, un determinado sistema hegemónico y determinadas estructuras de dominación social, pues el derecho hegemónico es un derecho de la forma-Estado que asegura el metabolismo social del Capital.
Los aspectos constitucionales son esenciales a esta forma-Estado, como poder constituido. La norma superior del ordenamiento jurídico corona y sella el dominio político de un bloque histórico, y este a su vez, logra constituir a determinadas personificaciones del Capital como portadores del proyecto hegemónico. De esta manera, este traduce en la forma-generalidad a través de la figura de la Ley y del “Estado de derecho”.
No conocer las distinciones entre poder constituyente y poder constituido, no conocer el espacio específico de las luchas políticas en el terreno del poder constituido y del poder constituyente, conlleva a suponer que los términos “enmienda” y “reforma” son campos de lucha del terreno constituyente, y no del terreno constituido. es decir, que las luchas de despliegan bajo los parámetros y límites del principio de "supremacía constitucional"(domesticación de poder constituyente).
Se trata de la escogencia táctica de una forma de lucha, de un escenario de lucha. Y al escogerse este terreno y escenario de lucha, hay que manejar adecuadamente las reglas de juego de este “campo de batalla”. La lucha-enmienda es una lucha política y a la vez jurídico-constitucional. Si se quiere perder, simplemente hay que ignorar como los aspectos jurídicos intervienen en la lucha. No se trata de las enmohecidas descalificaciones de la vieja cultura de aparato: discurso de la “pequeña-burguesía”, del “legalismo” o del “intelectualismo”. Hay que apropiarse de medios de lucha, de recursos de movilización del poder, y entre ellos está el derecho. Para eso, hay que estar medianamente informado de la función ideológica y política del derecho en la lucha. Lo político-constitucional no es simplemente adjetivo, sino sustantivo. No olvidemos, transición pacifica y democrática al Socialismo ¿Palabras intragables para la vieja izquierda? Tal vez.
Chávez, quién se autodefine de acuerdo al último relato de Sean Penn, como socialdemócrata, cristiano y bolivariano, escoge el escenario de la enmienda constitucional. Me parece totalmente coherente desde el punto de vista ideológico que escoja el camino legal de la enmienda. Se está apoyando en un medio político encuadrado constitucionalmente, llamado “enmienda”. ¿Conoce la vieja izquierda el significado jurídico de una enmienda? No se confunda esta operación política, con una “toma armada”, con una operación de “guerra de guerrillas”, ni con un “plan insurreccional”, se trata de una táctica jurídica, liberal, democrática y si se quiere, “pequeño-burguesa”. Que de allí se pase al reino de la libertad, que se supere la prehistoria y la barbarie capitalista, hay un largísimo trecho y no necesariamente lineal.
Nadie duda que el fin es político, pero los medios, repito los medios están completamente acotados a los límites del constitucionalismo democrático, nos guste o no nos guste, y tenemos que leer y comprender la Constitución de 1999:
“Artículo 340. La enmienda tiene por objeto la adición o modificación de uno o varios artículos de esta Constitución, sin alterar su estructura fundamental.”
¿Comprendemos el significado formal y material de “estructura fundamental” de la Constitución? Esta modificación de uno o varios artículos de la “Constitución” implica una modificación de normas que no alteren principios fundamentales, que no afecten la estructura del dispositivo de derechos fundamentales ni de organización de los poderes; por tanto queda descartada cualquier posición que quisiera echar a la basura las formas jurídicas, presuponiendo que el Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia, y el Estado Federal descentralizado, son parte de una fábula ideológica de nuestra “moribunda constitución demo-liberal”.
Tal vez sea hora de pasar (y de pensar) más allá de las lecturas tipográficas del “Estado y la Revolución” de Lenin. Se trata de una operación jurídico-política, incluso de menor rango que la propia reforma constitucional, incomparablemente menor que la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Así mismo, ni siquiera se escoge el camino de la “iniciativa ciudadana”, de la iniciativa popular si se prefiere, sino el expedito camino de la Asamblea Nacional (razones políticas habrá para haber justificado esta vía).
Por tanto es una lucha político-constitucional, con medios y procedimientos formales de política democrática, electoral y legal, sin grandes discursos sobre hechos políticos constituyentes. Es una vía reformista para un objetivo limitado, y limitado porque sigue atado al juego de lenguaje constitucional. Así que, ciertamente es falso que la discusión acerca de la enmienda sea solamente un asunto jurídico, pero lo que si queda claro es que no puede discutirse para acertar, sin apropiarse rigurosamente del debate jurídico.
El llamado “velo constitucional” es justamente el límite colocado por la iniciativa política del Presidente Chávez para una reforma política distinta a la convocatoria del poder constituyente originario, de allí que sea fundamental pasearse por las sentencias de la Sala Constitucional. El proceso revolucionario se mueve de cabo a rabo acotado a un velo constitucional, o para decirlo con mayor crudeza, con reformas políticas democráticas. Allí están las pruebas de sucesivas elecciones, de sucesivos referendos, de sucesivos acontecimientos políticos que se mueven en el escenario del poder constituido.
Si de verdad se quiere tomar el hilo analítico dialéctico, sobre el momento histórico del proceso revolucionario, el asunto estriba entonces no en la simple constatación de los vaivenes de la acumulación de fuerzas electorales, sino en el análisis concreto de la acumulación de fuerzas revolucionarias ¿Dónde está tal acumulación para el momentum de ruptura revolucionaria? Aun está lejos. En Venezuela, no hay ruptura revolucionaria en los terminos clásicos, y mientras no aparezcan en el escenario hechos políticos constituyentes, el tránsito hacia el socialismo aparece en el zigzageante camino de las reformas democraticas radicales sucesivas.
Estimada vieja izquierda, la enmienda es parte del derecho constituido. Para que sea no solo legítima sino legal, debe acotarse a lo establecido en la Constitución. Así de sencillo. Si se hace mal, si se formula mal, si se afecta la estructura fundamental, si no se hace con racionalidad jurídica y política, puede ser una operación que lleve a otra derrota político-electoral. No es con consignas que se convence a una base electoral movediza, no convencida, que no acepta sin reservas la idea de que Chávez sea “el único líder histórico del proceso de emancipación de Venezuela, capaz de expresar las necesidades y las tareas inherentes a la lucha de liberación, y que deba permanecer en la Presidencia de la República”.
Cuando una revolución depende de un único Líder (Cesarismo revolucionario), simplemente depende de un precario, frágil y delgado hilo. Y lamentablemente, si se llega a esta conclusión, no estamos ante un proceso de formación, maduración, organización, movilización y lucha de una multitud revolucionaria consciente, sino ante una simple "psicología de masas", que ante cualquier contingencia política, entraría en un pánico regresivo y no en una defensa organizada del proceso revolucionario. Se trataría de una movilización reactiva, intensamente violenta desde el punto de vista ideológico y político, pero presa fácil de las sofisticadas estrategias y tácticas de la derecha imperial transnacional. Sería tal vez una trágica situación de conflicto social, pero no una lucha popular revolucionaria.
De allí, que para los intereses de la derecha, el debilitamiento de cualquier liderazgo colectivo revolucionario, es fundamental para los planes de decapitación de la revolución bolivarina. Paradójicamente, el fanatismo hacia el único líder favorece a estos planes. Por esto es fundamental proteger el liderazgo de Chávez, pero a la vez, promover un estilo de conducción colectivo y orgánicamente estructurado. Construir un bloque político e intelectual de dirección democratica y revolucionaria del proceso bolivariano.
No es parte del equipaje histórico del pensamiento revolucionario que todo dependa del hilo de la presencia de un único líder infalible. Que yo sepa, nI Marx, ni incluso Lenin, plantearon semejante disparate. La construcción del socialismo, si sigue dependiendo de una suerte de superstición, de mitología regresiva de la sumisión a la personalidad del único líder, termina siendo un simple populismo radical con una oratoria de izquierda. Un populismo de avanzada, ciertamente, pero populismo al fin.
Creo que es una dolorosa realidad que luego de 10 años, no hay aún una estructura de dirección política colectiva de carácter orgánico, que logre hacer lo que Chávez hace con todas las limitaciones en su eficacia histórica: formar, organizar, movilizar y plantearle objetivos políticos de lucha a una amplia base social de apoyo, que aún hoy no parece comprender que significa auto-emancipación ni auto-determinación para el Socialismo.
Con la reiterada consigna "Mande-Comandante" no se hace una Revolución Socialista, sino una revolución jacobina y personalista, que genera un "mecanismo de defensa" si, pero no una praxis creadora, transformadora, radical y revolucionaria. Así que hay que comenzar a auto-emanciparse social y políticamente, y dejar de delegar en Chávez la exclusiva responsabilidad de conducir una revolución. Esta hay que hacerla entre muchos, entre multitudes. Hay que apoyar la enmienda, pero no para que Chávez sea el único líder, sino para que el pueblo comprenda que objetivamente, ha llegado el momento de hacer palpable que Chávez no se puede quedar allí eternamente, que hay que pasar a un salto cualitativo de conciencia y organización, y que hay que comprender el contenido de la revisión, rectificación y reimpulso (3R). Que se requiere liderazgo colectivo revolucionario.
Por esto considero conveniente discutir la posibilidad de incluir a otros cargos ejecutivos en la enmienda. Esta posibilidad tiene fortalezas y debilidades, tanto jurídicas como políticas que pueden ponderarse. Pero permite construirle un piso político a nuevos liderazgos en el campo bolivariano. A esta revolución le hace falta un sólido bloque político e intelectual que asegure no la tarea de su supervivencia, sino de su profundización transformadora.
Queda pendiente una revisión a fondo de Lenin y Gramsci, quienes se fajaron codo a codo, con muchos dirigentes de gran estatura política e intelectual, en partidos y ambientes políticos socialistas, donde había debate riguroso, profundo y revolucionario. No una consigna desahuciada de defender al “único líder”. Me parece lamentable suponer que una revolución está en un nivel de supervivencia, y no del despliegue de su potencia, de su fecundidad creadora, de sus posibilidades transformadoras, de su plena existencia humana. Pues de eso trata el Socialismo, de la plena existencia humana para todos y todas.


sábado, 29 de noviembre de 2008

EL SOCIALISMO NO CAE DEL CIELO NI DEL LIDER INFALIBLE, NI DE COPIA DE MODELOS, NI DE DOGMAS TEÓRICOS...NACE DE LAS NECESIDADES RADICALES DEL PUEBLO


Javier Biardeau R.

Uno de los aspectos más significativos del debate posterior al 23-N, más allá de los primeros análisis sobre la recuperación electoral del campo nacional-popular bolivariano con relación a la implosión del 2-D, pasa por planos sustantivos acerca de que cosa es el Proyecto Socialista, cual es la relación entre Socialismo, Democracia y Revolución, cuál es la relación entre Revolución Bolivariana y las nociones heredadas del pensamiento revolucionario del siglo XIX y XX. Se observa un extraordinario debate de bases, un vibrante deseo de definiciones, de clarificaciones tácticas y estratégicas, de apreciaciones teóricas, incluso de planteamientos filosóficos, teóricos, de relación entre pensamiento y revolución.

Esto contrasta con las inercias en los cuadros de dirección de la revolución, en los espacios ministeriales, en los espacios de decisión del PSUV, donde la “gestión-administración” de la revolución, desplaza a la “política” y al “pensamiento crítico” de la revolución. Sin pensamiento crítico y revolucionario, sin necesidades radicales, no habrá revolución socialista. Un proyecto socialista no puede confundirse con un teatro de sombras keynesiano o populista, con un simulacro de revolución, con un espectáculo de farsas, de espejismos, donde “todos los gatos son pardos”. Es hora de construir una voluntad colectiva revolucionaria, una mayoría sustantivamente “socialista”, no una “mayoría” adjetivada como socialista. ¿Es socialista la mayoría electoral del 2-D? Pues no. Puede llegar a ser mayoritaria, pero hasta ahora, no hay socialismo democrático participativo porque la revolución bolivariana no lograr quebrar la hegemonía ideológica del capitalismo, en primer lugar, y además no ha logrado clarificar, que demanda el pueblo por socialismo, cómo se construye el “socialismo desde abajo”, como las necesidades radicales del pueblo se traducen en política, como las potencias constituyentes, el deseo de las multitudes, se hace emancipación social.

Para que los caminos de la recuperación revolucionaria no conduzcan a escenarios de “derrota estratégica”, a “victorias con pies de barros”, a “ilusiones electorales sin calidad revolucionaria”, es preciso sacudirse del cesarismo y del burocratismo. Quien está cuidando cargos está cuidando prebendas de poder, pero no está catalizando la revolución. El debate de la posible recuperación, de la revisión a fondo, de la rectificación real, del reimpulso revolucionario, pasa por la liquidación histórica del burocratismo enquistado como “gestión-administración” del proceso, que anula la “política revolucionaria”. Pero además, pasa por superar definitivamente la constante reiteración de actitudes cesaristas en Chávez (por más progresistas que sean), y en su entorno inmediato. El “Estado mayor” de la revolución sufre la enfermedad de la “sumisión a la personalidad del Líder”, no pudiendo corregir errores de conducción, fallas profundas del estilo político, de la comunicación política, que no configuran un cuadro favorable para avanzar en la construcción de acciones contra-hegemónicas, de acciones que desarticulen el sentido común legitimador del capitalismo.

También Chávez es responsable de la derrota del 2-D, esta es la verdad que nadie quiere asumir para lograr una poderosa recuperación revolucionaria, y esto se hace junto a Chávez, exhortándole a que modifique actitudes que no contribuyen en el avance, en la construcción de un socialismo participativo distinto del socialismo burocrático, no sacando de la ecuación de la transformación a Chávez, sino exigiéndole una maduración de su liderazgo, para pasar a un liderazgo colectivo que impulse la revolución democrática dentro de la revolución bolivariana. Solo con Chávez no habrá construcción del socialismo bolivariano, sin Chávez, mucho menos. Se requiere de Chávez y de algo más.
Como nos recordaba el ya fallecido intelectual palestino, Edward Said, hay que hablarle claro al poder. Y en este momento, la concentración del poder de decisión en la revolución la tiene fundamentalmente Chávez. Y esta aparente fortaleza, es una clara debilidad estratégica.

La transformación del Estado en un órgano que está por encima de la sociedad, a uno que esté subordinado a ella y le sirva al pueblo (Marx) es fundamental para que la recuperación cuantitativa se convierta en un cambio cualitativo, porque podemos acercarnos a los resultados electorales del año 2006 (7.309.080 votos), sin ningún tipo de transformación revolucionaria de la conciencia, de la organización del bloque popular-bolivariano, de la movilización y la lucha revolucionaria. Es decir, podemos ganar sucesivas elecciones en medio de la reproducción ampliada del “simulacro de una revolución socialista”.

Y aquí comienzan los aspectos sustantivos: ¿Cuál es el carácter histórico de esta Revolución Bolivariana?¿Cuál es el sistema hegemónico emergente, cuáles son sus articulaciones de clase, etnia, género, nación y territorialidad?¿Como se vincula la revolución bolivariana a las tradiciones teóricas revolucionarias y a las experiencias históricas de la construcción del socialismo esotros países?¿Cuales son las diferencias entre un populismo revolucionario y un proyecto democrático y socialista?¿Cuales son las diferencias entre una revolución nacional antiimperialista y una revolución socialista anticapitalista? ¿Cómo se articulan socialismo, democracia y revolución en el proceso bolivariano?

Creo que estos debate comienzan a darse, pero no adquieren expresiones orgánicas ni impactos decisivos en la alta dirección de la revolución, ya que el sistema de dirección-conducción del proceso revolucionario sigue estando concentrado y centralizado en un muy reducido grupo de decisión política que gira alrededor del Presidente Chávez, incluyéndolo como “gran conductor” ¿Es acaso la línea política, la estructura ideológica del “gran timonel”? No es extraña a esta situación la consigna, “Mande, Comandante”, una muy mala copia del Castrismo, en momentos históricos, en situaciones nacionales y en circunstancias económicas, políticas, sociales e ideológicas, tanto nacionales como internacionales, distintas.

Uno de los elementos fundamentales, que el propio Fidel Castro ha enfatizado, es que la Revolución bolivariana debe construir su propio camino, su propio modelo, el “socialismo democrático venezolano”. No nos hagamos los locos con las palabras de Fidel. También Chávez lo ha destacado, se trata a diferencia de la experiencia de Allende, de una revolución que ha neutralizado, hasta ahora, a la contrarrevolución armada y violenta; pero…se requieren de razones, argumentos, mensajes, y sobre todo de logros, de resultados concretos, de impactos reales que construyan un espacio amplio de legitimidad social y política para el proyecto socialista.

Y es en sus aspectos de propuesta de alternativa, que la revolución bolivariana luce debil en la articulación de un pueblo cargado de argumentos, “armado” no solo de sentimientos, de pasiones, sino de razones de los de abajo, del discurso popular para el socialismo bolivariano. La voz del pueblo es la que debe ser escuchada en sus razones para dudar, para desear, para inquietarse, para temer, para convencerse de que el socialismo es una alternativa cualitativamente superior al capitalismo.

Porque el mensaje del 23-N no dice que el socialismo democrático, que el socialismo participativo, que el socialismo bolivariano, ha conquistado a una mayoría abrumadora, sino que todavía hay reservas hacia la revolución bolivariana, que hay dudas, que hay temores, que no se comprende qué modelo de socialismo se pretende implantar, qué modelo de democracia se va a profundizar, y cómo va a afectar esa política la vida cotidiana de la gente, que apoya tanto al gobierno como a la oposición. Yo lo diría por la calle del medio: una parte significativa de la población demanda que Chávez se distancie de cualquier referencia a modelos de Socialismo que vulneren las libertades democráticas, los principios constitucionales y los derechos humanos. Que lo haga (no que se diga entrelineas simplemente) sin ambigüedades. Creo que el nuevo socialismo del siglo XXI ganaría mucho más con esta posición, que manteniendo a raya el debate socialista, diseminando tabúes sobre el debate de por qué fracasaron las experiencias del “socialismo realmente inexistente”. Fracasaron, porque anularon las libertades democráticas, porque no construyeron algo cualitativamente mejor, algo distinto sino lo peor de lo mismo: el colectivismo burocrático; porque no comprendieron enseñanzas básicas del espíritu libertario de Marx, por ejemplo, que solo habrá socialismo con el desarrollo de un plano superior de libertades sociales, de potencias sociales. No es retocando la caja de herramientas leninistas que se construirá un socialismo en democracia, un socialismo participativo y desde abajo.

Hay que escuchar a Chávez con atención durante la rueda de prensa con periodistas extranjeros luego del 23-N: “Más allá, el mensaje del pueblo ha sido claro. Yo lo oigo! Vamos por el camino correcto! Nada me hace dudar! Me fui a la Campaña por las calles, por los pueblos! Y es la misma pasión! Es pueblo que ha venido madurando, y como dice Carlos Marx... Metzaros " Desafío y Carga Histórica. “Leo: La Teoría se convierte en fuerza en cuanto se apodera de las masas! Ellos dijeron: Un fantasma recorre Europa! Hoy prefiero decir: Un espíritu recorre Venezuela! El espíritu del Socialismo! Eso cala en el pueblo, es motor, es idea de fuerza! Ese es el mensaje que leemos! Simón Bolívar: El impulso de esta revolución ya está dado. Lo que tenemos que hacer es darle dirección! Solo tenemos que darle el tino del Socialismo Venezolano. No la copia de otros tiempos.”

Estoy completamente con la última frase. No puede ser la copia de otros tiempos y circunstancias. Pero esta frase final contrasta con el texto precedente. Allí hay mucho de viejo socialismo. La revolución nadie duda que tiene una extraordinaria “línea de propaganda de masas”, pero carece lamentablemente de una “línea política de masas”, porque las “masas populares”, las multitudes si prefieren, son concebidas como objeto, como pasión a lo sumo, no como sujeto de la política, como razón-pasión libertaria.

El pueblo es básicamente “inmaduro” (lo mismo dijo Chávez de los resultados del 2-D, y yo pensaría que es al revés). Para Chávez son “terreno” para la “siembra del espíritu socialista que cala en el pueblo”, y no generadoras por la auto-actividad y auto-emancipación revolucionaria. Viejos paradigmas de la relación vanguardia-masas. Al parecer, no es tiempo de “mandar, obedeciendo al pueblo” (perspectiva- emancipación), sino, como lo interpreta la burocracia bolivariana, de “Obedecer al Comandante-Presidente, para administrar la revolución en nombre del pueblo” (perspectiva-sujeción).

¿Qué somos los del pueblo, los y las de abajo? Somos “impulso”, “pasión”, pero no dirección, no conducción, no autogobierno popular. Somos materia, pero no forma, no fuerza moral. Somos soporte de la acción de la vanguardia, pero no somos multitud que se libera para si misma. La dirección viene de arriba, de un espíritu que busca convertirse en fuerza material, que ya ocupa el lugar predominante en el terreno intelectual, moral y político; y que baja a madurar las conciencias. No, hay que madurar conciencias es arriba, muy arriba, pues allí hay muy poco socialismo.

Estimados y estimadas. Malas noticias: esta concepción traduce el más burdo socialismo burocrático. Todavía ha que aprender mucho de Carlos Marx (La sagrada familia-1845), cuando plantea un tema sustantivo para la auto-emancipación social y política; es decir, para el socialismo desde abajo:
“Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y se hace radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el ser humano, es el ser humano mismo. La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el ser humano es la esencia suprema del ser humano y, por consiguiente, en el imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciado. En un pueblo, la teoría sólo se realiza en la medida en que es la realización de sus necesidades.”

Marx todavía nos enseña con claridad excepcional, al igual que muchos pensadores críticos, que una “revolución radical solo puede ser una revolución de necesidades radicales”, que las “necesidades radicales” parten del ser humano como “sol propio”, que ha tomado las armas espirituales de la crítica racional, del pensamiento crítico, de su autodeterminación en pensamiento y la acción, de su “necesidad de liberación social y política”. Marx descarta cualquier sumisión heterónoma de la voluntad, el pensamiento y la acción. Imperativo categórico del socialismo, ética indispensable: echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciado. Una “filosofía de la praxis” es algo muy distinto a un movimiento carismático, por mas popular que sea. No es la voz del líder la voz de Dios, ni un espíritu prefabricado es que se apodera de las masas, son razones-pasiones radicales que se articulan a necesidades radicales, que atacan el problema de raíz: la opresión, la explotación, la coerción, la hegemonía ideológica, la negación cultural, la exclusión social. El problema de raíz es que sigan matando a quienes luchan de verdad por transformar la vida: a campesinos sin tierras, al pueblo en pobreza, a miembros de nuestras etnias, a sindicalistas revolucionarios, mientras la burocracia y la nueva burguesía rojilla piensen en privilegios luego del 23-N.

El Socialismo no cae del cielo, ni viene de la mano de salvadores providenciales, nace y se hace desde las pasiones libertarias de los pueblos. No hay peor cadena para los pueblos que aquellas que alimentan las servidumbres del espíritu. Socialismo es liberación, es ampliación del espacio de libertades, no espectáculo, teatro, espejismo o simulacro de revolución. Hay mucho que rectificar si se quiere de verdad reimpulsar. Con Chávez, un solo gobierno, todo el poder para el pueblo. Democracia socialista.

lunes, 24 de noviembre de 2008

DEL REFLUJO ELECTORAL DEL 2-D A LOS CAMINOS DE LA RECUPERACION REVOLUCIONARIA DEL 23-N

Diego Rivera

Javier Biardeau R.

Mal pronóstico para las expectativas ilimitadas de la oposición de barrer en los principales corredores electorales del país. La revolución bolivariana comienza a salir de la derrota del 2-D, en medio de las turbulencias internas de la fracasada “alianza patriótica” (primer frente de guerra política del Imperio: error táctico producto de la pequeña política, del partidismo y el sectarismo) y de un auténtico cuadro de operaciones de guerra propagandística y psicológica para proyectar mensajes divisivos y desmoralizadores, en función de dislocar la conexión entre Chávez y sus bases sociales de apoyo en el seno del campo nacional-popular bolivariano (segundo frente de guerra política del Imperio).
El plan de impacto mediático de la oposición proyectará en días venideros una extraordinaria conquista electoral al ganar Zulia, Táchira, Carabobo, Miranda, Nueva Esparta y el Distrito Capital, sobre todo hará gala de optimismo moralizante en el Distrito Capital y Miranda (Volvemos a la época de Mendoza y Peña). Sin embargo, los números no mienten.
La revolución bolivariana se recupera sensiblemente del revés electoral del 2-D, y se anuncia un nuevo cuadro de relaciones de fuerzas y una situación de poder compartido entre Gobierno y Oposición, que seguirá o los caminos de la agonística democrática, o el prólogo de la confrontación violenta y divisionista del país. Era previsible desde todo punto de vista este resultado y ya veremos por qué. No se trata de profecías, sino de una apreciación realista de las tendencias electorales.
El cuadro de derrota política con alta abstención de la revolución ha sido superado, y la figura de Chávez emerge con un liderazgo que se potencia y re-legitima (con sus lunares, por cierto). La abstención histórica en estos comicios regionales ha sido derrotada, en medio de un cuadro de polarización. Se ha superado la situación de empate catastrófico con alta abstención que apareció en escena en el 2-D, y la revolución bolivariana controla 17 estados del país, en algunos casos con márgenes impresionantes, como Monagas y Lara. Más importante aún, se ha derrotado parcialmente la estrategia divisionista contra la unidad de las bases sociales de apoyo de la revolución bolivariana, con excepción de aquellos estados donde se concentró un verdadero de poder de fuego mediático de la oposición, apareció el malestar ante las malas gestiones regional-locales, combinado con divisiones internas en el campo bolivariano.
Hay que destacar que la estrategia opositora acertó al engatusar a algunos segmentos de la dirigencias de factores políticos que acompañaron el proceso bolivariano como Podemos (que perdió todos sus espacios de poder), hoy subsumido a las instrucciones de la derecha opositora, como el PPT (que sufrió una derrota electoral generalizada) y el PCV (que aún se encuentra extraviado en su línea política-electoral). El PPT y el PCV intentaron presionar a Chávez en momentos donde la gran política exigía liquidar a la pequeña política (Gramsci).
Queda claro que hubo recuperación en uno de los ejes de la revolución bolivariana: la unidad y sintonía de Chávez con el movimiento nacional-popular, pero se fracasó en la construcción del bloque político partidista, con una honda repercusión en el interior del cuadro de mando y dirección del PSUV. El verdadero impacto del revés electoral en Miranda y el Distrito Capital es el “purgatorio” de la Dirección Transitoria del PSUV. Allí se explican muchos de los errores, en contraste con las bases bolivarianas en el resto del país, que no le pasaron factura a figuras claves de de la Dirección del PSUV.
También Chávez tiene su cuota de responsabilidad en esta situación, y debe mirar con atención los movimientos en el rompecabezas más complicado, que es “interno” en el PSUV y en el bloque político partidista de la revolución bolivariana. Había que analizar las diferencias entre la elección de Chávez en 2006, el referendo 2007 y las proyecciones para las elecciones del 23-N en estados claves, dada la importancia del factor poblacional para definir las futuras elecciones de la AN, un eventual referendo revocatorio o una posible enmienda para la reelección.
Las elecciones del 23 de noviembre eran las más importantes elecciones venezolanas de los últimos años, ya que podían o amplificar la trayectoria de derrota del 2-D (que no ocurrió), o dirigir la trayectoria electoral hacia la recuperación de cara a los resultados electorales del 2006 (que si ocurrió).
El análisis de tendencias es implacable: Chávez no perdió lo que la oposición deseaba, pero la Oposición ganó espacios emblemáticos. Y utilizara estos emblemas para re-moralizar a un electorado que volvió a quedarse en neutro con relación al 2006. La oposición parece tener un techo de vuelo. De allí no pasa.
Todo depende de lo que pasa adentro, puertas adentro de la revolución bolivariana. En las elecciones del 2006, la correlación de fuerzas electorales fue favorable a Chávez 62,84 % contra 36,9 %. El 2-D, el resultado fue de acuerdo a datos provisionales 49,3 contra 50,7%. Si en el 23-N se perdían tantos estados y municipios como en la consulta del 2D, parecía probable un referendo revocatorio en 2009 y la pérdida de la mayoría en la AN.
Mientras en el 2-D, la oposición ganó en Caracas (todas las alcaldías), Zulia, Nueva Esparta, Táchira, Miranda, Anzoátegui, Mérida, Carabobo y Lara, hay diferencias contrastantes con el 23-N. En las proyecciones de las encuestas, de este cuadro de derrota salían de la ilusión opositora Lara, Anzoátegui y Mérida. Pero desde el punto de vista de la campaña mediática opositora “estaban perdidas” Guárico, Bolívar, Sucre y Barinas. Se hablaba de candidatura disidente en Portuguesa. Con toda seguridad se perdían Nueva Esparta y Carabobo (donde hubo una sensible recuperación del voto bolivariano, contrastando con Miranda), con alta probabilidad: Zulia, Miranda, Táchira y la mayoría de las alcaldías del Distrito Capital. Como vemos, las ilusiones ilimitadas de la oposición incluían no solo los cinco estados que efectivamente se perdieron, sino además: Guárico, Barinas, Bolívar, Sucre, Portuguesa y Mérida. Su estrategia fue aprovechar-estimular las divisiones y el malestar interno del Chavismo, y promover la unidad opositora (acuerdo 23-E). Se trataba de una regla trivial de la política. Y como vemos, trataron de aprovechar las fisuras abiertas en el 2-D, analizando las debilidades de la revolución en el propio escenario electoral del 2006, donde Chávez ganó con proporciones contrastantes. Allí esta la clave.
La oposición se trazó la meta de derrotar a Chávez simultáneamente en Zulia, Miranda, Bolívar, Guárico y Táchira, además de Carabobo, Sucre, Barinas y Nueva Esparta. Pero Chávez logró trazar una estrategia polarizante, salvando Bolívar, Guárico, Barinas y Sucre, pero perdió Miranda y Táchira. No logró voltear la tortilla en Zulia, Carabobo y Nueva Esparta, que ya estaban en manos de la oposición (de la vieja y de la nueva).
Desde nuestro punto de vista, se logro un escenario de “recuperación significativa”, obteniendo una diferencia de conjunto a favor de la revolución bolivariana de 10 % del voto nacional, no se conquistó una “victoria abrumadora” (15 %), y se evitó ampliamente el escenario del “equilibrio catastrófico de poder” (5 % arriba o abajo). No hay derrota catastrófica no victoria abrumadora, hay una campanada de alerta en medio de una recuperación significativa (5 millones 600 mil votos aproximadamente frente a la meta alcanzada en el 2006 de 7.309.080).
La revolución bolivariana requiere de una recomposición interna que motorice una revolución democrática dentro de la revolución bolivariana (hacer las 3R de verdad). El Socialismo no avanza solo con Chávez, avanza con gestiones eficaces, con calidad revolucionaria, con un auténtico bloque político democrático y revolucionario, y sobre todo democratizando al PSUV (liquidando el sectarismo y el burocratismo), donde el verticalismo y las camarillas de poder han sido derrotadas de nuevo.
Revolución Democrática, Revolución Nacional y Revolución Socialista no son etapas del proceso constituyente, son un mismo proceso. Esa es la diferencia entre el viejo y el nuevo socialismo. Hay que reconocer la vitalidad de la revolución bolivariana y la consolidación de la democracia participativa, el papel protagónico del pueblo a la hora de las grandes decisiones ha reaparecido. La multitud bolivariana sigue siendo la garantía de la victoria y de la consolidación de la revolución nacional-popular rumbo al nuevo socialismo. No se trata de simple maquinaria política, se trata de un efecto de articulación entre Chávez, las bases bolivarianas y la construcción de un bloque político bajo una consigna: Con Chávez, un solo Gobierno, todo el poder para el Pueblo.
Sin democracia socialista no hay revolución en la revolución.

sábado, 1 de noviembre de 2008

LIBERAR A MARX DEL MARXISMO BUROCRATICO-DESPÓTICO:SOBRE LAS TRANSICIONES

Javier Biardeau R.

Hay que enfatizar las diferencias entre el pensamiento de Marx, los marxismos críticos y el marxismo burocrático-despótico; éste ultimo consustanciado con una política de liquidación del proyecto libertario de Marx, proyecto que supone el fin de la explotación, la dominación y la hegemonía ideológica. Ludovico Silva, con la prosa que lo caracterizaba, desmontó el mito de las etapas en los procesos de transición: El comunismo no es, como tantos creen, una “presunta fase superior del Socialismo”. El comunismo es el movimiento, el socialismo es el proyecto histórico.

La apropiación-deformación del pensamiento marxiano por parte del campo revolucionario ruso generó una particular doctrina de las etapas de la transición, que es extraña al pensamiento de Marx. Llamar marxista a esta doctrina es parte de la falsificación interpretativa, una falsificación teórica con implicaciones políticas prácticas: el despotismo, la reproducción de la lógica de la dominación.

Quienes repiten que “hay tres fases conocidas que se suceden objetivamente la una a la otra: el período de transición, que comienza con la revolución socialista, el Socialismo, fase inferior de la formación comunista, y el comunismo”, reproducen un pensamiento despótico, refuerzan una tesis contraria al pensamiento de Marx. No se trata de que la doctrina de las etapas, es un aporte creador a la tesis de Marx, se trata de una deformación que justifica la “Dictadura sobre la mayoría”, y que liquida la transición al socialismo como revolución democrática desde abajo. Al romperse la articulación entre revolución democrática y proyecto socialista queda abierto el camino al despotismo-burocrático.

El modelo revolucionario marxista-leninista, reproduce en su paradigma revolucionario, prefigura en su modelo de partido-único y de revolución desde arriba, la dictadura de una nueva capa burocrática, sobre y contra el trabajo asalariado. El derrumbe de la fantasía organizada del Socialismo realmente inexistente, permite introducir la significación histórica del debate sobre las transiciones, un debate que tiene múltiples aristas: internacionales, políticas, jurídicas, ideológicas, económicas y técnicas.

Por ejemplo, en Marx queda claro el carácter de universalidad de la revolución socialista, descartando la posibilidad de una revolución socialista culminada en un solo país. Esto es incorrecto para Marx. En todo caso, se trataría de una transición cercada pero no de una revolución socialista, con un sistema socioeconómico socialista, con sus correspondientes formas políticas, jurídicas y de conciencias social.

En Marx quedaba meridianamente clara una crítica radical al Estado como aparato burocrático, aparato que se pretende colocar por encima de la sociedad (generando relaciones de sumisión-servidumbre), y que en vez de asumir la administración de las cosas, reproduce y refuerza la lógica de la dominación, generando una nueva capa de privilegiados del poder y de la riqueza, que confunde groseramente “nacionalizaciones” con ·”socializaciones”, un “capitalismo de estado” antes que un “socialismo de consejos”. Toda transición auténtica al Socialismo implica una socialización, democratización y desalienación del poder social: económico, jurídico, ideológico, cultural. Sin socialización/democratización/desalienación no hay Socialismo, sino un régimen de transición que asume perfiles burocráticos y despóticos.

Marx estaba conciente del carácter sincrético de las primeras fases de la transición, pero no justificó en ningún caso la existencia de una “Dictadura de una nueva minoría privilegiada (nueva clase) sobre la mayoría”. Más bien esta tesis corresponde a una teoría política elitista, más acorde a los principios ideológicos de la “revolución conservadora”, que al socialismo revolucionario. Marx reconoce que en las primeras fases, habrá defectos inevitables, ya que el legado y las inercias de la sociedad capitalista se mantienen después de un largo y doloroso alumbramiento. El proyecto socialista plantea el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos y potencialidades, un crecimiento de las fuerzas productivas producto de nuevas relaciones de trabajo y de producción (un nuevo y superior modo de cooperación social), nuevas formaciones de poder radicalmente democráticas, que permitan nuevos modos de producción, distribución y consumo de la riqueza colectiva. Se trata además de un proyecto de lucha contra la alienación de dimensiones ético-culturales, afectivas, estéticas, sensoriales del modo de vida. Es solo allí donde la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!”.

Esta frase no es hechura de Marx, sino de Louis Blanc, quién contribuyó al establecimiento del imaginario Socialista de la época. Queda claramente establecido que “de cada cual” implica un tipo superior de propiedad personal, y que “a cada cual” implica un reparto basado en la satisfacción de necesidades humanas. La lucha contra la miseria social, contra la explotación del trabajo, contra la dominación y la influencia ideológica de las clases dominantes, generó toda una discusión sobre los valores y principios de la nueva sociedad. Fue un Marx falsificado el que sirvió a una política de subordinación de la multiplicidad de corrientes, tendencias y colectivos socialistas a un dogma marxista-leninista. Por eso reiteramos la necesidad de liberar a Marx del marxismo burocrático-despótico. Para comprender la importancia histórica de “la naturaleza de la URSS” como “sociedad de transición”, hay que superar el aprisionamiento del imaginario socialista por el marxismo burocrático-despótico. Solo así es posible responder a los interrogantes: ¿Capitalismo de Estado?, ¿Socialismo de Estado?, ¿Dictadura obrero-campesina? ¿Democracia de todo el pueblo? ¿Estado Obrero Degenerado?, ¿Colectivismo Burocrático?

lunes, 27 de octubre de 2008

NECEDADES TEÓRICAS CAPITALISTAS: CETERIS PÁRIBUS Y COLAPSO DEL NEOLIBERALISMO

Javier Biardeau R.

«Os concederé» —dice el capitalista— «el honor de servirme, a condición de que me indemnicéis, entregándome lo poco que os queda, el sacrificio que hago al mandar sobre vosotros» [J. J. Rousseau. Discours sur l'Économie Politique («Discursos sobre la Economía política»)].

«Siempre que la ley intenta zanjar las diferencias existentes entre los patronos (masters) y sus obreros, lo hace siguiendo los consejos de los patronos», A. Smith («Investigación acerca de la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones»).

“Hizo falta mucho tiempo para saber lo que era la explotación. Y el deseo ha sido y es todavía un largo asunto. Es posible que ahora las luchas que se están llevando a cabo, y además estas teorías locales, regionales, discontinuas que se están elaborando en estas luchas y que hacen cuerpo con ellas, es posible que esto sea el comienzo de un descubrimiento de la manera en que el poder se ejerce.”(Foucault; Los intelectuales y el poder).

Estimado Emeterio, cuando afirmamos que es de poder y no de la escolástica “teoría laboral de valor” que hay que hablar, enfatizamos cómo Marx trastoca las ilusorias separaciones entre categorías económicas, políticas, jurídicas e ideológicas, todas ellas históricas.
El “modelo analítico” del texto no concluido “El Capital”, ha dado lugar a toda una dogmática marxista y antimarxista (“Encantamiento del método”, según Negri), que en manos de los economistas vulgares ha sufrido la peor de las mistificaciones: asumir el fetichismo de las categorías burguesas como naturales (La ausencia de conflicto social entre subjetividades-Holloway).
Criticar a Marx desde la teoría subjetiva de la utilidad marginal implica, de entrada, distorsionarlo, no comprenderlo, es confundir peras con piedras (¿Inconmensurabilidad de paradigmas?). Para esto es mejor leer a Hilferding.
Marx plantea: “Sin embargo, la acumulación de capital presupone la plusvalía; la plusvalía, la producción capitalista, y ésta, la existencia en manos de los productores de mercancías de grandes masas de capital y fuerza de trabajo. Todo este proceso parece moverse dentro de un círculo vicioso, del que sólo podemos salir dando por supuesto una acumulación «originaria» anterior a la acumulación capitalista («previous accumulation», la denomina Adam Smith), una acumulación que no es fruto del régimen capitalista de producción, sino punto de partida de él” (El Capital- La acumulación originaria).
Si usted entra en un círculo vicioso, acuda a la historia, a la dinámica de los conflictos sociales en su devenir. Ésta le dirá que para explicar la estructura-en-proceso, se requiere analizar las condiciones políticas, jurídicas e ideológicas históricamente específicas, que son condición de posibilidad para comprender las categorías económicas. Se trata de una totalidad histórica en proceso, no de compartimientos estancos y cláusulas “Ceteris Páribus”.
Es el metabolismo social el que permite comprender y explicar la teoría del valor/trabajo, y no a la inversa. No comprenderemos que significa explotación, que significa plus-trabajo, sin comprender como se ejerce el poder, por qué conexiones y hasta que instancias ínfimas con frecuencia, de jerarquía, de control, de vigilancia, de prohibiciones, de sujeciones, se ejerce. Para que las relaciones sociales entre seres humanos aparezcan como relaciones entre cosas, hay que comprender como el poder de mando sedimentó un tipo específico de fetichismo.
Las categorías de la “Teoría Económica” se ajustan a este tipo de fetichismo, reproduciéndolo en el plano teórico. La subsunción del trabajo al Capital implica una historia de control-mando de una parte de la población por otra (¿Lucha de clases?). No es que el valor/trabajo explique la lucha de clases, es que la lucha de clases explica los parámetros en los que transcurre el proceso capitalista de explotación, de relación entre salarios, precios y ganancias (de allí que Marx no hable en ningún lugar de “inevitabilidad de la lucha de clases”, sino de su abolición en un modo superior de cooperación social).
Sin analizar “la Acumulación originaria del Capital” no es posible la comprensión del modo de razonamiento económico y de la racionalidad económica capitalista (La lógica de la acumulación por la acumulación misma).
Marx planteó con sencillez la mitología de la teoría económica vulgar: “En tiempos muy remotos —se nos dice—, había, de una parte, una élite trabajadora, inteligente y sobre todo ahorrativa, y de la otra, un tropel de descamisados, haraganes, que derrochaban cuanto tenían y aún más. Es cierto que la leyenda del pecado original teológico nos dice cómo el hombre fue condenado a ganar el pan con el sudor de su rostro; pero la historia del pecado original económico nos revela por qué hay gente que no necesita sudar para comer. No importa. Así se explica que mientras los primeros acumulaban riqueza, los segundos acabaron por no tener ya nada que vender más que su pellejo. De este pecado original arranca la pobreza de la gran masa que todavía hoy, a pesar de lo mucho que trabaja, no tiene nada que vender más que a sí misma y la riqueza de los pocos, riqueza que no cesa de crecer, aunque ya haga muchísimo tiempo que sus propietarios han dejado de trabajar".
Marx fue más allá de sus interpretes vulgares: “No basta con que las condiciones de trabajo cristalicen en uno de los polos como capital y en el polo contrario como hombres que no tienen nada que vender más que su fuerza de trabajo. Ni basta tampoco con obligar a éstos a venderse voluntariamente. En el transcurso de la producción capitalista, se va formando una clase obrera que, a fuerza de educación, de tradición, de costumbre, se somete a las exigencias de este régimen de producción como a las más lógicas leyes naturales. La organización del proceso capitalista de producción ya desarrollado vence todas las resistencias; la creación constante de una superpoblación relativa mantiene la ley de la oferta y la demanda de trabajo y, por ello, el salario a tono con las necesidades de crecimiento del capital, y la presión sorda de las condiciones económicas sella el poder de mando del capitalista sobre el obrero. Todavía se emplea, de vez en cuando, la violencia directa, extraeconómica; pero sólo en casos excepcionales. Dentro de la marcha natural de las cosas, ya puede dejarse al obrero a merced de las «leyes naturales de la producción», es decir, puesto en dependencia del capital, dependencia que las propias condiciones de producción engendran, garantizan y perpetúan.”
No es posible comprender "El Capital" como un texto económico, pués es un texto de impugnación política, por eso se denomina "Crítica a la economía política"...a las necedades teóricas capitalistas.
¿Comprende, Monsieur?.

NUEVO SOCIALISMO: DESDE ABAJO Y PARA LA EMANCIPACIÓN


Javier Biardeau R.

Ni el viejo socialismo despótico y burocrático del siglo XX, ni el desmantelado Welfare liberal-socialdemócrata alientan ningún entusiasmo ni esperanza de transformación. La doble crisis de la socialdemocracia reformista y del marxismo-leninismo, abre un extraordinario espacio para la reinvención de modelos de socialismo, radicalmente democráticos, participativos, desde abajo, con arraigos culturales y particularidades nacionales.
El llamado “Socialismo Bolivariano”, presente en el primer plan socialista, podría ser un esbozo de los primeros perfiles que se anuncian, superando por cierto, sus propensiones cesaristas y el estatismo-clientelar, que se acerca mucho más a una economía política del populismo, que a una elevación de la productividad y de la igualdad de capacidades, asociadas a una auténtica revolución democrática y socialista.
Por eso, es muy significativo que se enfatice que el “socialismo no cae del cielo” (Lebowitz), que depende de una construcción colectiva desde un proyecto histórico de emancipación. Gran parte del legado de la izquierda histórica ha sido extremadamente miope con el legado libertario, con los valores de la emancipación, anclándose en una gramática moderna del progresismo liberal.
Como ha dicho Alan Badiou la política de la emancipación debe ser completamente repensada, reinventada, mucho más allá de la libertad como no interferencia. Se trata de la posibilidad de socialismos profundamente libertarios, no liberales. ¿A partir de qué acontecimientos?
En primer lugar, de un balance de inventario sumamente riguroso y crítico del Socialismo Burocrático, en todas sus formas. En segundo lugar, del nuevo ciclo de luchas de los movimientos sociales, populares y nacionales que se inician desde 1968, vinculándolas a grandes y pequeñas experiencias políticas que se refieren a problemas particulares: desde revoluciones moleculares a transformaciones molares, reconociendo la turbulencia de movimientos que han echado por tierra la centralidad del partido-aparato, reclamando una plataforma de articulación de movimientos y fuerzas emergentes. Una tercera fuente son los grandes esfuerzos de rupturas en el pensamiento filosófico, teórico y político, que comenzó desde la década de los 60 del siglo pasado, presentando textos significativos para repensar el legado del imaginario socialista a partir de nuevas claves gnoseológicas y ético-políticas.
Existe toda una red poli-centrada de pensamiento crítico que muestra una variedad de perfiles, pero que apunta a saldar cuentas con el magma epistémico de la Modernidad Occidental, con la intrusión positivista de la falaz tesis del “socialismo científico”. La crisis de la geo-cultura hegemónica, del reformismo progresivo, del horizonte liberal de progreso, eclosionó a finales de los años 60, y su colapso se ha pretendido detener con una contraofensiva neoliberal que muestra su agotamiento definitivo.
El turbo-capitalismo financiero muestra su brutal des-anclaje de las aspiraciones de vida digna de una inmensa mayoría del planeta. Re-aparece una sensibilidad anticapitalista contra las formas financieras mundializadas, aunque ahora es esencial la capacidad de una nueva política que se exprese de manera afirmativa. Lo sustantivo es qué idea de la libertad igualitaria de grupos, comunidades y personas, logre afirmar esta política, qué ideas acerca del nuevo pensamiento social, de los modos de organización, de construcción de las relaciones sociales, en el marco de una revalorización de la diversidad de pensamientos en la unidad de la acción colectiva.
Emergen formas inéditas de subjetivación colectiva, de singularidades revolucionarias, que transforman el espacio público. Por suerte, ya no hay una figura única de la política de emancipación en cuyo centro encontraremos un hiper-Estado, como la “patria del socialismo”, con una III Internacional castradora de la diversidad.
Las políticas de la emancipación serán múltiples, rizomáticas. La vieja izquierda todavía vive un proceso de desgarramiento del “progresismo moderno”, pues la emancipación no es una política de modernización productivista, de ampliación desbordada de niveles de consumo, ni de industrialización anti-ecológica. Se trata de una eco-antro-política igualitaria, que gira alrededor de modelos provisorios de “desarrollo humano sustentable”.
Una nueva articulación de emancipación, justicia, democracia, eco-política e interculturalidad. Ya no hay espacio para una opción reformista, llamada al poder para resolver, dentro del orden capitalista establecido, problemas propios del sistema-mundo que el conservadurismo no lograba resolver, por falta de apoyo popular. Ha llegado el espacio para los nuevos socialismos, pues atrás quedaron tanto los despotismos del Bonapartismo/Partido-Único/Estatismo-Autoritario, como los naufragios ideológico de una tímida socialdemocracia, que pretendió gestionar el capitalismo industrial, con reformas simplemente asistenciales.
El Capitalismo mundial integrado, la globalización neoliberal, comienza a fracturarse desde dentro.

martes, 14 de octubre de 2008

¡EMETERIO, EMETERIO!: LA BANCARROTA NEOLIBERAL

Javier Biardeau R.
Pido disculpas a Emeterio Gómez por haberlo defraudado con mi respuesta, espero no tanto como el fraude del mercado de bonos-basura y los espejismos neoliberales de la “turbulencia financiera mundial”. Lamento no haber caído en la tentación de defender una visión escolástica de Marx: la “teoría laboral del valor” y la economía de los “tiempos de trabajo”. Hubiese sido preferible que EG se apuntara en los foros de quienes plantean la “economía política del Socialismo del siglo XXI” (Dieterich, Paul Cockshott, Allin Cottrell y Klaus Bartsch entre otros). Sería ridículo que en un pequeño espacio periodístico dijéramos algo distinto a reconoce que hay un intenso debate entre aquellas corrientes económicas que hacen énfasis en el plano de la satisfacción de necesidades (consumidor), en el plano de la oferta y la demanda (intercambio), en el plano de la adición de costos (productor) y finalmente, los que van más allá de la economía convencional, e introducen el planos de los conflictos por el reparto distributivo, el desequilibrio intrínseco de la sociedad capitalista con los arreglos institucionales que tratan de enmarcar el “proceso económico”. Los marxismos, con todos sus pelajes, siempre han hecho énfasis en este último aspecto del proceso económico (antagonismo entre fuerzas sociales), colocando el conflicto de poder entre trabajo asalariado (empleo, sueldos y salarios), por una parte, y capital (productividad, costos-beneficios); como elemento de dinámica y desequilibrio del sistema económico. Pero no exageremos Emeterio. La polémica aun no comienza. Solo estamos preparando el terreno, las condiciones, el clima. No olvidemos que en principio la agenda no se impone, sino que se construye. No hay dos “frentes”, hay múltiples “frentes”. No se trata necesariamente de las metáforas de la “guerra fría cultural”, esto puede empobrecer la polémica. Si se trata de “trincheras” y de “guerra de posiciones”, tal vez sería mejor ni siquiera comenzar. El asunto sería de “poder de fuego”. En ese contexto, las ideas con mayúscula, el debate de IDEAS, sobra. Veamos si es posible el diálogo polémico de ideas, premisas y presupuestos (agonística entre lógicas de significaciones), no de una “guerra de religiones”. Así que estimado, no hay que fajarse con “El Capital”, hay que fajarse con la totalidad de la obra abierta e inconclusa de Marx, someterla a revisiones, rectificaciones y refutaciones. La finalidad de todo esto es distinta para los diversos “frentes”. La de EG es justificar la vigencia de los inmaculados fundamentos epistémicos de la ideología liberal, incluso en el terreno de la moral y de la disciplina económica, como “ciencia social”. La de otros, entre los que me incluyo, se trata de recuperar lo recuperable de la obra inconclusa de Marx en la construcción de una praxis de renovación socialista para el siglo XXI, pues no hay modelos acabados. Aclaradas los fines prácticos, se trata de una agonística de ideas. No se trata de solo dos puntos de vista (El marxista y el liberal-económico), hay más de dos puntos de vista, hay una pluralidad de marxismos, socialismos y de liberalismos, hay múltiples conflictos y antagonismos que se sobre-determinan. La condición posmoderna acabó con la retórica de los maniqueísmos, le duela a la izquierda clásica, o la derecha neoliberal. Que EG plantee que “no basta con decir que esta obra es una "crítica radical a la economía burguesa” no extraña. Decimos que no solo es esa obra en particular, sino el modo de producción del conocimiento en la obra de Marx, la que constituye una radical impugnación del modo dominante de establecer las relaciones entre ideología y conocimiento en las “ciencias sociales”, fundando la posibilidad de una subjetividad social antagonista al orden del Capital. Marx despeja las funciones de naturalización y enmascaramiento ideológico de los supuestos convencionales de la economía liberal cuando esta introduce de contrabando ideológico (en sus pretensiones de fundar una “ciencia nomológico-deductiva”), los valores morales y la hegemonía ético-cultural del capitalismo y su adscripción al magma de significaciones de la Modernidad. No por casualidad señalaba Karl Korsch, que el marxismo no puede calificarse de “ciencia”, ni siquiera en el sentido burgués más amplio de la palabra ciencia. Esa ciencia moderna, su epistemología cartesiana y su moral individualista, está en bancarrota, tanto como Wall Strett. Por tanto, cuando EG plantea que “hay que afrontar su profunda inconsistencia: esa tesis absurda según la cual el trabajo es la fuente exclusiva del valor de las mercancías”, lo que haces es proyectar a primer plano un “criterio de consistencia” que de entrada es sospechoso. Por mi parte, lo que he justificado es el “socialismo desde abajo”, y no una lectura “estructuralista” de “Das Kapital”, y enfatizo, obra no concluida, precaria, que ni siquiera fue terminada para la imprenta. Hay que superar las in-conclusiones de “El Capital”. Este es un dato brutal de la realidad. Hay que superar las in-conclusiones de Marx. Este es un dato brutal de la historia. Ha sido Negri, entre muchos otros marxistas, quien más ha insistido en señalar que la preponderancia en un abordaje sujeto-objeto, “cientificista” de “El Capital”, en el cual se ha relegado el antagonismo entre los sujetos de clase. Mientras el cientificismo corre detrás de los espejismos de las ecuaciones matemáticas de las transformaciones de los valores en precios, hay que detenerse en los antagonismos sociales y políticos. No hay ciencia social que soporte estos desequilibrios en los modelos, a menos que hagan como Pinochet: disciplinar los comportamientos de productores y consumidores, de capitalistas y trabajadores, a punta de Doctrina de Seguridad Nacional. Negri plantea analizar los Grundrisse, para salir de la lectura “lógico-cientificista” y del “encantamiento del “método” de quienes han convertido la lectura del tomo I del Capital en una suerte de santo y seña para desentrañar el jeroglífico oculto de Marx (me imagino que EG recuerda sus seminarios en este sentido). Para decirlo con palabras llanas, el intercambio entre Capital y Trabajo no es un intercambio mercantil (como diría Baudrillard, basado en la lógica de la equivalencia económica dominante) sino atravesado por el antagonismo. Este pequeño detalle da cuenta de la inexistencia del “mercado de trabajo”. El trabajo vivo no es una mercancía. Este giro pone de cabeza a la economía capitalista y a sus “economistas”. Polanyi desentraño la “gran transformación”, indicando como las instituciones políticas, la “sociedad política” y la “economía moral”, jugaron su papel en la naturalización del cuadro estratégico de las relaciones de poder capitalistas. Pues es de poder, y no de valor/trabajo que hay que hablar.

sábado, 11 de octubre de 2008

EL COLONIALISMO EURONORTEAMERICANO TIENE UNA DEUDA CON LOS PUEBLOS DEL MUNDO

Pachamama

Javier Biardeau R.

Basta leer la “Declaración de los hijos de la Tierra” del 13 de Mayo 2008 para reimpulsar el debate sobre la descolonización y la decolonialidad del poder, el saber y los conocimientos. De este proceso de descolonización de los horizontes mentales no queda exento el pensamiento socialista, sobre todo el impulsado por las variantes burocrático-despóticas del marxismo, quién ha sido cómplice de la negación cultural y del silenciamiento de la inter-culturalidad. El Socialismo indoamericano de Mariategui se enfrentó al terrible dilema de considerar la explotación económica o la negación-discriminación étnico-racial, y su salida fue romper la disyunción, construyendo y de-construyendo a la vez el imaginario occidentalista del marxismo europeo, camino que quedo inconcluso. Sin embargo, reconoció que la comunalidad es la base moral de nuestro socialismo, y que los pueblos originarios enseñan a través de sus cosmovisiones formas de relación social y de vida espiritual que superan en múltiples aspectos a las tradiciones colonial-modernas que los criollos asumieron como cultura hegemónica.

Ciertamente en el siglo XV las grandes civilizaciones del Tawantinsuyo, Mayas, Mapuches y otras del Abya Yala, fueron cortadas y dislocadas violentamente en sus modalidades de desarrollo histórico autónomo, por los ejércitos feudales de Castilla, imponiendo el genocidio, etnocidio, fanatismo católico y destrucción de la madre tierra a través de la colonización y evangelización forzada. Esta verdad histórica, por supuesto, no es la verdad de los colonizadores, sino que emerge del proceso de decolonialidad del saber. La destrucción ambiental, social, cultural y hasta espiritual, sigue pendiente para los pueblos originarios, y no ha sido reparada. Es clave reconocer que no ha existido “justicia intercultural”, pues se mantienen los prejuicios coloniales y el racismo en las relaciones Norte/Sur. No hay nada que celebrar el llamado 12 de Octubre, y si mucho que rememorar en las historias no oficiales. Hay demasiado que autodescubrir en lo que bajo eufemismos llamamos “encuentro”. La resistencia e insurgencia contra-hegemónica de los pueblos y culturas negadas es parte de una de-construcción del imaginario occidentalista del Socialismo, con sus prejuicios productivistas, su evolucionismo, su racionalidad burocrático-instrumental y su liquidación de las identidades ético-raciales, en su aproximación a las complejas clasificaciones sociales de la heterogeneidad estructural, social y cultural de nuestros territorios. La superposición de sistemas heterogéneos de dominación, desigualdad y exclusión social marcan las luchas de los pueblos originarios de Abya-Yala.


Seis siglos después, la actitud colonial y endo-colonial no ha terminado. La declaración de los hijos de la tierra denuncia que “aún la herida de los Pueblos Arawak sometidos como Colonia en la Guyana Francesa, y a través de las negociaciones del AA UE – CAN se pretende volver a reforzar esas viejas cadenas, bajo el comando de las Corporaciones Transnacionales y sus intereses de profundizar su enriquecimiento a través de sus negocios en la minería, petróleo, madereras, agro-combustibles, turismo, pesca, bioprospección y hasta de los servicios públicos y financieros.” También afirma que la “modernidad capitalista” nos ha llevado como humanidad diversa al límite. La dictadura global de las transnacionales (privadas o estatales) avalada por sus estados centrales, ha impuesto la mercantilización de toda forma de vida y el consumismo desenfrenado y sus adicciones energéticas, tanto de hidrocarburos y ahora de agro-combustibles, que producen en forma combinada, el calentamiento global y ahora la hambruna. Asistimos a una crisis civilizatoria, no simplemente a la “turbulencia financiera” de Wall Strett, y falta muy poco para llegar a los fatídicos dos grados centígrados de calentamiento global donde el suicidio planetario y humano será indetenible. Estamos ante el fracasó de la razón occidental/imperial/colonial de “explotación de la naturaleza” y el mundo necesita aprender que los humanos somos hijos de la tierra, que ella nos cría y nosotros a ella. Sin una etno-eco-antro-política, la humanidad diversa puede perecer. La crisis en la naturaleza va de la mano con la crisis del Estado mono-cultural y uni-nacional, impuesto como modelo para la humanidad, por la misma soberbia eurocéntrica. Las Constituciones políticas de los Estados se han hecho en términos generales sin participación ni protagonismo de los pueblos indígenas originarios ni afro-descendientes. Este orden hegemónico desconoce y se impone a la diversidad de pueblos, culturas, ecosistemas, saberes y espiritualidades del Abya Yala. Es la hora de nuevas alternativas : Estados Pluri Nacionales, pluri-culturales y modelos de Buen-Vivir/ Mejor-Vivir, para incorporar y proteger la inmensa diversidad natural, social y cultural en que habitamos. Sin embargo, para esto, es imprescindible no solo des-dogmatizar el pensamiento crítico “latinoamericano” sino descolonizarlo.

Pues desde el 12 de Octubre, el sistema de Saber y conocimientos traduce el sistema de poder no solo político sino cultural. Es tiempo de imaginar nuevos tiempos, para romper con la huella colonial.

LIBERAR A MARX DEL MARXISMO BUROCRATICO DESPOTICO I

Javier Biardeau R.

Hemos planteado que Ludovico Silva acertó cuando distinguió entre marxistas, marxologos y marxianos. Marxistas hay de distintos pelajes: ortodoxos, heterodoxos, abiertos, críticos, revolucionarios, dogmáticos y sobre todo, de aparato y burocráticos. A estos últimos, los he denominado burocrático-despóticos, ya que el término marxista-leninista, de extracción estalinista no es suficientemente comprehensivo. El marxismo-leninismo es solo una de las variantes más extendidas del marxismo burocrático-despótico, producto de la política estalinista, pero no agota el campo del imaginario despótico en el marxismo.

De allí que sea fundamental comprender la diferencias entre el pensamiento marxiano, el marxismo crítico y el marxismo burocrático-despótico; este ultimo consustanciado con una política de liquidación de las libertades políticas, sociales y culturales, con la anulación del proyecto de conjunción entre la ampliación de los espacios de libertad y la liberación social, en un proyecto de justicia sustantiva e igualdad compleja.

Considero que el futuro del marxismo y del pensamiento crítico socialista se anuda a una recuperación de Marx, a partir de una mínima fidelidad hermeneutica, frente a las deformaciones del llamado marxismo-leninismo, de cualquier marxismo de aparato y de los manuales empobrecedores. En Venezuela, personajes como Garcia Bacca, Federico Riu, Ludovico Silva, Rigoberto Lanz, Hugo Calello y Nuñes Tenorio aportaron mucho más al “marxismo crítico”, que los pesados manuales de la Academia de Ciencias de la extinta URSS.

Nuestra dependencia y colonialismo intelectual no solo se hizo desde el euro-centrismo o la industria cultural de los EE.UU, sino además desde los focos de divulgación intelectual del Socialismo Realmente Inexistente. Esta situación generó verdaderos engendros conceptuales con devastadoras consecuencias políticas. Por ejemplo, la repetición a-critica de términos como “base y superestructura” (solo basta leer el “Estilo literario de Marx” de Ludovico Silva, o la carta de Engels a Bloch para inmunizarse de tanto desparpajo teórico), de “leyes objetivas del desarrollo social”, el “Estado Socialista” y de “socialismo-comunismo” como etapas, muestran algunas de las distorsiones mas frecuentes del pensamiento de Marx.

Y es hoy, en plena actualidad de los debates sobre las transiciones al Socialismo, donde es cada vez más urgente despejar estas falsificaciones y errores. Todavía hay quienes analizan el Manifiesto Comunista de 1848 y la Crítica del Programa de Gotha de 1875 y siguen afirmando la falsa tesis de que “en estos textos de Marx se distinguen claramente las dos etapas: socialismo y comunismo”.

Pues no, Marx no distingue el socialismo y el comunismo como etapas históricas en ninguno de sus trabajos, y esto es parte de la mitología del marxismo burocrático-despótico. No es que primero viene el socialismo y después el comunismo, es que el proyecto socialista revolucionario es la utopía concreta, la superación de la “sociedad burguesa moderna”.

Ludovico lo enfatizó en más de una oportunidad, hasta el punto de escribir “Teoría del Socialismo”, obra recientemente reeditada por la Alcaldía Mayor, bajo la dirección de Juan Barreto, hasta ahora uno de los pocos dirigentes políticos del proceso que ha dedicado parte de sus energías a reflexionar y escribir sobre legado teórico-político de Marx, en medio de escasas iniciativas de renovación intelectual de la izquierda, y más allá de lo que opinen sus adversarios (exógenos y endógenos).

En la obra “teoría del Socialismo”, Silva, con la prosa que lo caracterizaba dice: El comunismo no es, como tantos creen, una “presunta fase superior del Socialismo”. En cambio, los manuales del estalinismo-burocrático dictan: “El proceso histórico-natural de génesis y desarrollo de la formación comunista comprende tres fases conocidas que se suceden objetivamente la una a la otra: el período de transición, que comienza con la revolución socialista, el Socialismo, fase inferior de la formación comunista, y el comunismo.”(Kelle-Kovalzon)

Marx nunca planteó algo semejante, y sobre el período de transición en ningún caso escribió sobre la “etapa socialista” y la “etapa comunista”. Marx y Engels hablaron indistintamente de “sociedad socialista” y “sociedad comunista”, sin ubicarlas en etapas ni secuencias evolutivas. Incluso en la Crítica al Programa de Gotha, Marx señala: “De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede”.

También dice: “Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento.”. La idea mas difundida plantea: “En una fase superior de la sociedad comunista cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!”.

No se trata de un simple ejercicio de escolástica marxista, sin consecuencias para las relaciones entre el pensamiento crítico socialista y la praxis de transformación. El marxismo burocrático-despótico sella la condena de la revolución, al repetir los errores del Socialismo burocrático. Por eso hay que superar la dosificación y filtraje de las tesis doctrinarias de los partidos-aparato. Marx habla de primera fase y de fase superior del “comunismo”, en ningún caso de “etapa socialista” y de “etapa comunista”, menos de “tres fases”. Lo que si indica Marx con claridad es que “Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado”. Sobre este ultimo punto, ya nos hemos detenido en otros trabajos (http://www.aporrea.org/ideologia/a49767.html; http://www.aporrea.org/ideologia/a50618.html; http://www.aporrea.org/ideologia/a57544.html; http://www.aporrea.org/ideologia/a60030.html; http://www.aporrea.org/ideologia/a61641.html).

Simplemente reforzamos la idea: el tema de la dictadura en Marx supone comprender que se trata del contenido de clase de la forma-estado en una República Democrática (de un semi-estado o Estado en extinción. Engels habla incluso de la “Comuna”): se trata del movimiento autónomo de una inmensa mayoría en interés de una mayoría inmensa.

Engels, que tuvo que aclarar muchos aspectos que Marx dejó inconclusos, agregándole sus propias tonalidades, plantea lo siguiente (Carta a Otto Von Boenigk; 1890): “La llamada “sociedad socialista”, según creo yo, no es una cosa hecha de una vez y para siempre, sino que cabe considerarla, como todos los demás regímenes históricos, una sociedad en constante cambio y transformación. Su diferencia crítica respecto del régimen actual consiste, naturalmente, en la organización de la producción sobre la base de la propiedad común, inicialmente por una sola nación, de todos los medios de producción. No veo absolutamente ninguna dificultad para realizar --se trata de realizarla gradualmente-- esta revolución mañana mismo. El que nuestros obreros son capaces de ello, lo demuestran sus numerosas asociaciones de producción y distribución, que, cuando la policía no las arruinaba intencionadamente, se administraban con la misma eficacia y mucho más honradamente que las sociedades anónimas burguesas”.

Entonces, se trata de la autoorganización y auto-emancipación de las clases trabajadoras, no de un Poder Estatal impuesto sobre ellas, pues socialización de los medios de producción y socialización del poder político son procesos simultáneos y correlativos.

Engels añade: “Así, si tenemos un número suficiente de partidarios entre las masas, se podrá socializar muy pronto la gran industria y la gran agricultura latifundista, ya que el poder político estará en nuestras manos. Lo demás vendrá más o menos rápidamente. Y teniendo la gran producción, seremos dueños de la situación. Usted habla de la ausencia de la debida conciencia. Eso es así, pero por lo que se refiere a las personas cultas, procedentes de la nobleza y burguesía, que no se dan cuenta de cuánto tienen aún que aprender de los obreros...”.

Como hemos planteado en otros textos, el proyecto socialista de Marx-Engels trata de un modo de cooperación económico-social y de coordinación, control y dirección política, radicalmente distinto al modo de producción, distribución y dominación de la “sociedad burguesa moderna”, pero a la vez muy distinto y distante de cualquier tentativa de Estatismo Autoritario y de Socialismo Burocrático.

Por eso reiteramos la necesidad de liberar a Marx del marxismo burocrático-despótico: aquel que aspira construir una “Dictadura sobre el proletariado”, en nombre de la mitología del partido-único/Estado-Autoritario, que como veremos en próximos artículos es el rompecabezas que permite comprender la importancia histórica de “la naturaleza de la URSS”: ¿Capitalismo de Estado?, ¿Socialismo de Estado?, ¿Estado Obrero Degenerado?, ¿Colectivismo Burocrático?, ¿Totalitarismo de izquierda?

Las respuestas a estas preguntas tienen un alto impacto en los problemas de la transición al socialismo.

sábado, 27 de septiembre de 2008

LA URTICARIA NEOLIBERAL

Rosa Luxemburgo

Javier Biardeau R.

Emeterio Gomez ha reaccionado a los textos publicados en el espacio “A tres manos”: El Socialismo desde abajo” (I y II) de una manera francamente inusual en dos diarios de circulación nacional (El Universal y Notitarde; 21 de septiembre). Esto me permite hacer un ejercicio de exploración sobre algunos prejuicios cargados de pasión antimarxista de ciertos segmentos de opinión del país. Del ex marxismo al anticomunismo hay una trayectoria recurrente de desarraigos y conversiones, que alimenta a contingentes de la nueva derecha global y local. Una nueva derecha que ha consolidado un gesto de despedida/repudio hacia Marx en la onda: ¡Hasta nunca, perro muerto!

Sin embargo, muchos otros, seguimos la filiación a un trabajo intelectual centrado en el imperativo de la justicia material, como horizonte de la no explotación, la no dominación y la no exclusión. Simplemente: ¡Descansa en paz, viejo topo, tu legado sigue vivo! Por esta razón, no hacemos ni tabula rasa ni conservamos una nostalgia por los naufragios ideológicos del Socialismo Burocrático. Simplemente, repensamos la criticidad radical de la multiplicidad de Marx, que como ha dicho Derrida, y lo ha reiterado Rigoberto Lanz, es parte del clima cultural de los conflictos que configuran las sociedades del capitalismo tardio, ahora posmodernas.

Basta ojear el trabajo de Carlos Altamira, con prólogo de Toni Negri, “Los marxismos del nuevo siglo” para comprender que se trata de una agenda abierta, fecunda, polémica, donde queda clara la ruptura con cualquier reiteración de la dogmática marxista-leninista y sus ilusiones despóticas. Pero es hacia estos espejismos a donde quiere arrastrarnos la lectura intencionalmente sesgada del estimado Emeterio Gomez, hacia la equivalencia Marx=Dictadura Totalitaria. Un exabrupto que no llegó a cometer la inteligencia de Hanna Arendt, como queda referida en su obra “Karl Marx y la tradición del pensamiento político occidental”: “Yo pienso que puede mostrarse cómo la línea que va de Aristóteles a Marx muestra a la vez menos rupturas y mucho menos decisivas que la línea que va de Marx a Stalin”. Arendt (a diferencia de muchos de sus seudo-divulgadores) reconoce las diferencias significativas entre un “marxismo despótico”, que en muchos sentidos no es más que su grosera adulteración (llegando al paroxismo estalinista), para ocultar, según Arendt, las “verdaderas enseñanzas” de Marx.

Un tema de extraordinaria envergadura para un programa de investigación sobre la “revolución teórica inconclusa” de Marx, con impactantes efectos políticos; sobre todo, para una izquierda latinoamericana que fue presa de una lectura adoctrinadora del partido-aparato. Se equivoca E.G. Hay otra agenda para otra-política que la derecha pretende cerrar: las articulaciones borradas entre el movimiento comunista, el proyecto socialista y el movimiento democrático (distinciones que Ludovico Silva manejaba perfectamente). ¡Horror!

También queda abierta la crítica radical a la economía política burguesa, como crítica elaborada desde la subjetividad social antagonista al Capital, no como lectura neo-positivista de leyes del sistema económico (sublimaciones de la predestinación), fijando variables económicas más allá del cuadro estratégico de las relaciones de poder, de los arreglos político-institucionales, de la lucha entre beneficios y salarios, de la reificación mercantil.

No le hacemos el juego al “marxismo cientificista”. No borramos la crítica radical a la economía vulgar hecha por Marx, en defensa no se sabe de que “Dios oculto” en la economía de mercado (¡Sobre esto, pregúntele a Lehman Brothers!).

Pero hay que reconocerle a EG, lo que Bobbio ha denominado, el inadecuado desarrollo del pensamiento de Marx sobre las “formas” de gobierno y del Estado. Marx enfatizó el “contenido” de Dictadura de todo Estado clasista, sin profundizar en aspectos medulares de la libertad política. Pero, EG parece ignorar el propio testamento político de Engels (no se trata de desvaríos democráticos de juventud): la ruptura de Marx y Engels con las ilusiones políticas de la experiencia de la comuna y con la modelo de la revolución francesa.
Justamente, algo que el “marxismo” de Lenin, tampoco quiso destacar. A los “marxismos del nuevo siglo”, les espera la tarea de repensar las articulaciones entre Democracia radical y Nuevo Socialismo, explorar modelos viables y factibles, con plena expansión de los espacios de libertad, sin explotaciones, discriminaciones ni exclusiones.

No podría asegurar que esto esté en sintonía con la estrategia y táctica política del momento nacional-estatal de la revolución bolivariana, con su estilo cesarista de dirección. Pero la relación entre democracia y socialismo quedo abierta por Rosa Luxemburgo, cuando cuestionó la eliminación de la democracia por Lenin y Trotsky, a pesar de “ser la única fuente viva de la cual puede surgir el correctivo a todos los males innatos de las instituciones sociales. Esa fuente es la vida política activa, sin trabas, enérgica, de las más amplias masas populares”.

Continua Luxemburgo: “Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida muere en toda institución pública, se torna una mera apariencia de vida, en la que sólo queda la burocracia como elemento activo”.

Un claro ejemplo de los malestares de las “revoluciones desde arriba”. Quedan por explorar las profundas articulaciones de la relación entre el pensamiento de Marx y la libertad (ver: Prior Olmo, por ejemplo).

Dijo Rosa Luxemburgo: “La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente. No a causa de ningún concepto fanático de la “justicia”, sino porque todo lo que es instructivo, totalizador y purificante en la libertad política depende de esta característica esencial, y su efectividad desaparece tan pronto como la “libertad” se convierte en un privilegio especial”.

Marx contribuyó decisivamente a la lucha contra las prácticas de explotación y miseria del “capitalismo manchesteriano” ¿Podrá evitar la derecha neoliberal la precariedad laboral, la exclusión social y sus miserias? Hay que evitar el dominio total de cualquier desvarío despótico. No olvidemos los desvaríos de los predicadores de la sociedad de mercado: otra utopía de la predestinación totalitaria, tan peligrosa para la libertad política como cualquier utopía orwelliana.

sábado, 20 de septiembre de 2008

CONTRAHEGEMONIA, BIOPOLITICA Y NUEVO SOCIALISMO

Javier Biardeau R.

El sentido actual del término contra-hegemonía se inscribe dentro del intento general de elucidación de horizontes de acción política transformativos en el contexto del capitalismo transnacional y de la llamada condición posmoderna.

Contra-hegemonía implica crear espacios de liberación, a través de sucesivos y prolongados actos de ampliación de espacios de libertad. Se trata de explorar en la práctica el horizonte político de la no-dominación.

Se trata de un horizonte claramente post-gramsciano, luego de ser rebasada tanto la concepción bolchevique de la hegemonía política, como la concepción propiamente gramsciana de la hegemonía, como unidad de la dirección política y de la dirección intelectual y moral de la sociedad, en la conformación del consenso activo y pasivo de los gobernados.
Para los gestores de las técnicas de gobierno, descifrar a Gramsci implicó su recuperación neoconservadora en función de consolidar estados de dominación, como separación absoluta entre gobernantes y gobernados. Pero Gramsci es subversivo solo si su puesta en escena permite imaginar formas prácticas de superación de esta división. Gramsci es pertinente como herramienta para desmontar la lógica de dominación. Pero puede llegar a ser útil al pensamiento neoconservador.
Lo primero es reconocer que distinguir entre gobernantes y gobernados es una construcción política y estratégica, que pretende imponer una regulación trascendental al sentido común: unos mandan y otros obedecen, ¡Así es y será siempre la vida¡ Esto es parte de lo que Marx llamó la prehistoria de la humanidad.
Pero donde hay relaciones estratégicas, hay luchas. Laclau y Mouffe renovaron el horizonte de la estrategia socialista a partir de la tesis de la radicalización de la democracia, contraponiendo la hegemonía democrática a la hegemonía autoritaria. No hay socialismo sin radicalizar la democracia. Esto implica considerar como algo no natural el complejo de relaciones de subordinación de determinado campo social. Se trata de subvertir de cabo a rabo la gramática de cualquier sumisión voluntaria o involuntaria a cualquier ficción trascendental, a cualquier opresión que anule el terreno de su constitución.
El nuevo socialismo requiere una apuesta fuerte por una hegemonía democrática, a diferencia de las estrategias socialistas de corte autoritario, burocrático y bonapartista (Stalin dixit). Esto depende de estrategias, no de simples programas, como diría Edgar Morin.
Pensamiento complejo implica pensar estratégicamente. Cuando decimos estrategias, decimos luchas, movimientos y campos de acción histórica. Impedir cualquier forma de vida despótica, implica contraponerse a la normalización de relaciones de sumisión política y de sometimiento semiótico. Sin socialismo desde abajo, sin revolución democrática permanente, se reinstala la lógica de dominio y sus programaciones ideológicas.
El elitismo político es una estrategia de instalación del programa narrativo que dicta que solo pocos o solo Uno, pueden y deben mandar, sirviendo de espejo de identificación para la constitución de una subjetividad-sometida.
La contra-hegemonía afirma otra estrategia, abrir el espacio de articulación de una multiplicidad de singularidades revolucionarias: multitud, liberación, Nuevo Bloque Histórico. Aquí entran en escena las contribuciones tardías de Michel Foucault, debatidas por Deleuze, Guattari, Negri y Hardt.
¿Tienen algo que decirnos estos debates a nuestras experiencias cotidianas del poder, de los estados de dominio y la gobernabilidad? Foucault abre la posibilidad de concebir una nueva ontología que parte del cuerpo y de sus potencias para pensar el "sujeto político como un sujeto ético", contra la tradición del pensamiento occidental que lo piensa exclusivamente bajo la forma del "sujeto de derecho”. Hay que echar abajo la teoría de la obediencia y sus formas de legitimación.
Hay "capacidad de transformación" en todo "ejercicio de poder". Es aquí donde se articulan biopolítica y contra-hegemonía. Biopolítica es la pretensión de una forma de gobierno de la potencia múltiple y heterogénea de resistencia y creación. Es una modalidad de poder constituido. Mientras la tarea constituyente es poner radicalmente en cuestión todo ordenamiento transcendental y toda regulación que sea exterior a su constitución.
El problema político fundamental de la modernidad no es el de identificar una causa de poder único y soberano, sino el de reconocer una multitud de fuerzas que actúan y reaccionan entre ellas. Las estrategias contra-hegemónicas desnaturalizan las relaciones de mando-obediencia. Si el poder se constituye de modo ascendente y se refuerza de manera descendente, por mecanismos y formas de dominación globales, hay que desarticular los “estados de dominación”.
Mientras la biopolítica pretende la coordinación estratégica de estas relaciones de poder dirigidas a que los vivientes produzcan más fuerza en determinada dirección, Foucault nos sugiere captar la acción de los sujetos sobre ellos mismos y sobre los otros. Entran en juego tres conceptos diferentes: relaciones estratégicas, técnicas de gobierno y estados de dominación.
La caracterización de las relaciones estratégicas, se despliega por la voluntad de "conducir los comportamientos de los otros”. El poder es definido como la capacidad de estructurar el campo de acción del otro, de intervenir en el dominio de sus acciones posibles. Pero los sujetos son libres en la medida en que "tienen siempre la posibilidad de cambiar la situación, pues no estamos siempre atrapados, siempre hay posibilidad de transformar las relaciones estratégicas.
En los "estados de dominación", la relación estratégica se ha cristalizado en instituciones, limitando la movilidad, reversibilidad y la inestabilidad de la "acción sobre otra acción". Las "tecnologías gubernamentales" juegan un papel central porque a través de ellas, los juegos estratégicos pueden estar cerrados o abiertos, Su ejercicio cristaliza y fija relaciones asimétricas institucionalizadas (estados de dominación).
La creación de subjetivaciones que escapan al poder biopolítico, implica explorar la frontera entre "relaciones estratégicas" y "estados de dominación". La acción ético-política contra-hegemónica tiene dos finalidades mayores: 1) permitir las relaciones estratégicas con el minimum posible de dominación, 2) aumentar la libertad, la movilidad y la reversibilidad de los juegos de poder, pues son ellas las condiciones de la resistencia y de la creación.
Crear y recrear, transformar la situación, participar activamente y sin ingenuidades en relaciones estratégicas. Allí se juega la posibilidad del Nuevo Socialismo.