Javier Biardeau R
Cabe recordar a los segmentos más reaccionarios de la oposición que el Presidente Chávez tiene una legitimidad de origen del 63 %, y que puede llevar a cabo su mandato, proyecto estratégico y plan de Desarrollo, con la única limitación de que los actos de gobierno sean consistentes, coherentes y congruentes con los parámetros de la Constitución vigente de 1999. Cuando Giordani afirma: "Las líneas generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación definen de manera explícita un conjunto de objetivos, estrategias, políticas, programas y proyectos que permitirán enrumbar el país hacia la trayectoria del llamado socialismo del siglo XXI", no realiza un fraude constitucional.
Por tanto, constituye una primera falacia suponer que la Constitución de 1999 impide llevar a cabo un Gobierno Socialista. La Constitución de 1999 es una Constitución de avanzada, con una fuerte proyección social, radical-democrática y anti-neoliberal en ámbitos políticos, económicos y sociales, en la cual caben diversas ideologías-programas de gobierno, incluido el socialismo en sus variantes reformistas-moderadas, e incluso bajo la modalidad de reformas radicales que apunten a un horizonte revolucionario.
Para afirmar que Chávez comete un fraude a la constitución habría que impugnar sus actos de gobierno frente a la Sala Constitucional, impugnar por medidas ejecutivas, o incluso legislativas por inconstitucionalidad; es decir, utilizar las vías jurisdiccionales. Pero, la oposición no quiere asumir las vías de derecho. Siguen imaginando vías de hecho, los espectros del 11-A.
La oposición sigue presa de una lectura errada de los resultados del 2-D. No fue la victoria del capitalismo contra el socialismo el eje explicativo de la situación del 2-D, sino la amenaza del autoritarismo cesarista hacia la democracia.
El tema conflictivo de la reforma fue la vulneración de todo que de avanzada representa la Constitución de 1999. Por allí se explican los desatinos de Chávez, pero también los desatinos de la oposición reaccionaria, que no termina de asimilar la riqueza doctrinaria y programática (con sus debilidades puntuales) de la Constitución de 1999. Si la oposición sigue sometida a las ideas y valores de la hegemonía neoliberal-neoconservadora, se comprende que el trago de hacer suya la Constitución de 1999 sea absolutamente amargo.
Por otra parte, constituye una segunda falacia, suponer que la derrota del proyecto de reforma constitucional del año 2007, constituye una derrota del Imaginario Socialista. Partir de esta falacia, subestima las debilidades reales del proyecto de reforma: su forma y fondo vulneraban los principios y la estructura del texto constitucional de 1999. Este no es un argumento formal-legal. Adquiere toda su materialidad cuando se contrasta la riqueza programática de la Constitución de 1999, con el confuso e inconsistente “modelo socialista” de la reforma, inspirado en formas de socialismo burocráticas y con acentos que reforzaban un patrón cesarista de concentración del poder. La Constitución de 1999 dicta: Venezuela se constituye en un Estado Social y Democrático de Derecho y de Justicia. Allí el modelo socialista en construcción se mueve con pleno espacio de maniobra, porque las bases del “Estado Social”, del “Estado de justicia” y del Estado Democrático, participativo y protagónico, miran no hacia la derecha, sino hacia la izquierda.
Mientras sea la retórica anti-socialista en general lo que mueve a la estrategia opositora, Chávez no tiene mucho de que preocuparse. La unidad de un espacio electoral progresista, patriótico, de centro-izquierda, le garantizará otra victoria.
A partir de la derrota del 2-D, una intensa campaña mediática ha tratado de imponer como matriz de opinión que la derrotada no fue una particular visión de la reforma, sino el “modelo socialista” en general. La eficacia de esta estrategia será nula, porque las acciones políticas concretas que movilizan, y el espacio electoral que invoca, refuerzan el patrón que las ha llevado de derrota en derrota. Mientras tanto, el Presidente Chávez ha venido calibrando la situación del 2-D, comenzado una política de reagrupamiento y consolidación de la alianza patriótica revolucionaria, que le augura una sorpresa a quienes presumen, y esta es la tercera falacia, que Chávez está finalmente derrotado.
Ni Chávez ni el proyecto Socialista están derrotados, sino que viven una “crisis de crecimiento”, una “crisis de maduración” de una nueva identidad política y de proyecto histórico. El gran reto táctico de Chávez es la masiva movilización del espacio electoral progresista, patriótico y de centro-izquierda, para superar la abstención, sobre todo del propio campo bolivariano. El reto estratégico de Chávez es comprender la indispensabilidad de la democracia participativa y protagónica en el “modelo socialista”, el diseño de una economía mixta con un marcado acento social, no dominada por el antagonismo entre “capitalismo de mercado” y “capitalismo de estado”.
La política de las tres R, es una oportuna maniobra para salir del campo minado de la reforma constitucional. Sin embargo, si los planes, decretos, medidas y discursos van en la dirección de cualquiera de las variantes del Socialismo Burocrático, o si cometa el error de avanzar en una modalidad cesarista, populista y autoritaria, Chávez marcaría la derrota de su proyecto político. Por otra parte, el fracaso de la oposición está marcado por el camino reaccionario del antisocialismo. En este cuadro, será posible prever si no termina ganando la abstención.
Cabe recordar a los segmentos más reaccionarios de la oposición que el Presidente Chávez tiene una legitimidad de origen del 63 %, y que puede llevar a cabo su mandato, proyecto estratégico y plan de Desarrollo, con la única limitación de que los actos de gobierno sean consistentes, coherentes y congruentes con los parámetros de la Constitución vigente de 1999. Cuando Giordani afirma: "Las líneas generales del Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación definen de manera explícita un conjunto de objetivos, estrategias, políticas, programas y proyectos que permitirán enrumbar el país hacia la trayectoria del llamado socialismo del siglo XXI", no realiza un fraude constitucional.
Por tanto, constituye una primera falacia suponer que la Constitución de 1999 impide llevar a cabo un Gobierno Socialista. La Constitución de 1999 es una Constitución de avanzada, con una fuerte proyección social, radical-democrática y anti-neoliberal en ámbitos políticos, económicos y sociales, en la cual caben diversas ideologías-programas de gobierno, incluido el socialismo en sus variantes reformistas-moderadas, e incluso bajo la modalidad de reformas radicales que apunten a un horizonte revolucionario.
Para afirmar que Chávez comete un fraude a la constitución habría que impugnar sus actos de gobierno frente a la Sala Constitucional, impugnar por medidas ejecutivas, o incluso legislativas por inconstitucionalidad; es decir, utilizar las vías jurisdiccionales. Pero, la oposición no quiere asumir las vías de derecho. Siguen imaginando vías de hecho, los espectros del 11-A.
La oposición sigue presa de una lectura errada de los resultados del 2-D. No fue la victoria del capitalismo contra el socialismo el eje explicativo de la situación del 2-D, sino la amenaza del autoritarismo cesarista hacia la democracia.
El tema conflictivo de la reforma fue la vulneración de todo que de avanzada representa la Constitución de 1999. Por allí se explican los desatinos de Chávez, pero también los desatinos de la oposición reaccionaria, que no termina de asimilar la riqueza doctrinaria y programática (con sus debilidades puntuales) de la Constitución de 1999. Si la oposición sigue sometida a las ideas y valores de la hegemonía neoliberal-neoconservadora, se comprende que el trago de hacer suya la Constitución de 1999 sea absolutamente amargo.
Por otra parte, constituye una segunda falacia, suponer que la derrota del proyecto de reforma constitucional del año 2007, constituye una derrota del Imaginario Socialista. Partir de esta falacia, subestima las debilidades reales del proyecto de reforma: su forma y fondo vulneraban los principios y la estructura del texto constitucional de 1999. Este no es un argumento formal-legal. Adquiere toda su materialidad cuando se contrasta la riqueza programática de la Constitución de 1999, con el confuso e inconsistente “modelo socialista” de la reforma, inspirado en formas de socialismo burocráticas y con acentos que reforzaban un patrón cesarista de concentración del poder. La Constitución de 1999 dicta: Venezuela se constituye en un Estado Social y Democrático de Derecho y de Justicia. Allí el modelo socialista en construcción se mueve con pleno espacio de maniobra, porque las bases del “Estado Social”, del “Estado de justicia” y del Estado Democrático, participativo y protagónico, miran no hacia la derecha, sino hacia la izquierda.
Mientras sea la retórica anti-socialista en general lo que mueve a la estrategia opositora, Chávez no tiene mucho de que preocuparse. La unidad de un espacio electoral progresista, patriótico, de centro-izquierda, le garantizará otra victoria.
A partir de la derrota del 2-D, una intensa campaña mediática ha tratado de imponer como matriz de opinión que la derrotada no fue una particular visión de la reforma, sino el “modelo socialista” en general. La eficacia de esta estrategia será nula, porque las acciones políticas concretas que movilizan, y el espacio electoral que invoca, refuerzan el patrón que las ha llevado de derrota en derrota. Mientras tanto, el Presidente Chávez ha venido calibrando la situación del 2-D, comenzado una política de reagrupamiento y consolidación de la alianza patriótica revolucionaria, que le augura una sorpresa a quienes presumen, y esta es la tercera falacia, que Chávez está finalmente derrotado.
Ni Chávez ni el proyecto Socialista están derrotados, sino que viven una “crisis de crecimiento”, una “crisis de maduración” de una nueva identidad política y de proyecto histórico. El gran reto táctico de Chávez es la masiva movilización del espacio electoral progresista, patriótico y de centro-izquierda, para superar la abstención, sobre todo del propio campo bolivariano. El reto estratégico de Chávez es comprender la indispensabilidad de la democracia participativa y protagónica en el “modelo socialista”, el diseño de una economía mixta con un marcado acento social, no dominada por el antagonismo entre “capitalismo de mercado” y “capitalismo de estado”.
La política de las tres R, es una oportuna maniobra para salir del campo minado de la reforma constitucional. Sin embargo, si los planes, decretos, medidas y discursos van en la dirección de cualquiera de las variantes del Socialismo Burocrático, o si cometa el error de avanzar en una modalidad cesarista, populista y autoritaria, Chávez marcaría la derrota de su proyecto político. Por otra parte, el fracaso de la oposición está marcado por el camino reaccionario del antisocialismo. En este cuadro, será posible prever si no termina ganando la abstención.
jbiardeau@gmail.com
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