Javier Biardeau R.
Uno de los aspectos más significativos del debate posterior al 23-N, más allá de los primeros análisis sobre la recuperación electoral del campo nacional-popular bolivariano con relación a la implosión del 2-D, pasa por planos sustantivos acerca de que cosa es el Proyecto Socialista, cual es la relación entre Socialismo, Democracia y Revolución, cuál es la relación entre Revolución Bolivariana y las nociones heredadas del pensamiento revolucionario del siglo XIX y XX. Se observa un extraordinario debate de bases, un vibrante deseo de definiciones, de clarificaciones tácticas y estratégicas, de apreciaciones teóricas, incluso de planteamientos filosóficos, teóricos, de relación entre pensamiento y revolución.
Esto contrasta con las inercias en los cuadros de dirección de la revolución, en los espacios ministeriales, en los espacios de decisión del PSUV, donde la “gestión-administración” de la revolución, desplaza a la “política” y al “pensamiento crítico” de la revolución. Sin pensamiento crítico y revolucionario, sin necesidades radicales, no habrá revolución socialista. Un proyecto socialista no puede confundirse con un teatro de sombras keynesiano o populista, con un simulacro de revolución, con un espectáculo de farsas, de espejismos, donde “todos los gatos son pardos”. Es hora de construir una voluntad colectiva revolucionaria, una mayoría sustantivamente “socialista”, no una “mayoría” adjetivada como socialista. ¿Es socialista la mayoría electoral del 2-D? Pues no. Puede llegar a ser mayoritaria, pero hasta ahora, no hay socialismo democrático participativo porque la revolución bolivariana no lograr quebrar la hegemonía ideológica del capitalismo, en primer lugar, y además no ha logrado clarificar, que demanda el pueblo por socialismo, cómo se construye el “socialismo desde abajo”, como las necesidades radicales del pueblo se traducen en política, como las potencias constituyentes, el deseo de las multitudes, se hace emancipación social.
Para que los caminos de la recuperación revolucionaria no conduzcan a escenarios de “derrota estratégica”, a “victorias con pies de barros”, a “ilusiones electorales sin calidad revolucionaria”, es preciso sacudirse del cesarismo y del burocratismo. Quien está cuidando cargos está cuidando prebendas de poder, pero no está catalizando la revolución. El debate de la posible recuperación, de la revisión a fondo, de la rectificación real, del reimpulso revolucionario, pasa por la liquidación histórica del burocratismo enquistado como “gestión-administración” del proceso, que anula la “política revolucionaria”. Pero además, pasa por superar definitivamente la constante reiteración de actitudes cesaristas en Chávez (por más progresistas que sean), y en su entorno inmediato. El “Estado mayor” de la revolución sufre la enfermedad de la “sumisión a la personalidad del Líder”, no pudiendo corregir errores de conducción, fallas profundas del estilo político, de la comunicación política, que no configuran un cuadro favorable para avanzar en la construcción de acciones contra-hegemónicas, de acciones que desarticulen el sentido común legitimador del capitalismo.
También Chávez es responsable de la derrota del 2-D, esta es la verdad que nadie quiere asumir para lograr una poderosa recuperación revolucionaria, y esto se hace junto a Chávez, exhortándole a que modifique actitudes que no contribuyen en el avance, en la construcción de un socialismo participativo distinto del socialismo burocrático, no sacando de la ecuación de la transformación a Chávez, sino exigiéndole una maduración de su liderazgo, para pasar a un liderazgo colectivo que impulse la revolución democrática dentro de la revolución bolivariana. Solo con Chávez no habrá construcción del socialismo bolivariano, sin Chávez, mucho menos. Se requiere de Chávez y de algo más.
Como nos recordaba el ya fallecido intelectual palestino, Edward Said, hay que hablarle claro al poder. Y en este momento, la concentración del poder de decisión en la revolución la tiene fundamentalmente Chávez. Y esta aparente fortaleza, es una clara debilidad estratégica.
La transformación del Estado en un órgano que está por encima de la sociedad, a uno que esté subordinado a ella y le sirva al pueblo (Marx) es fundamental para que la recuperación cuantitativa se convierta en un cambio cualitativo, porque podemos acercarnos a los resultados electorales del año 2006 (7.309.080 votos), sin ningún tipo de transformación revolucionaria de la conciencia, de la organización del bloque popular-bolivariano, de la movilización y la lucha revolucionaria. Es decir, podemos ganar sucesivas elecciones en medio de la reproducción ampliada del “simulacro de una revolución socialista”.
Y aquí comienzan los aspectos sustantivos: ¿Cuál es el carácter histórico de esta Revolución Bolivariana?¿Cuál es el sistema hegemónico emergente, cuáles son sus articulaciones de clase, etnia, género, nación y territorialidad?¿Como se vincula la revolución bolivariana a las tradiciones teóricas revolucionarias y a las experiencias históricas de la construcción del socialismo esotros países?¿Cuales son las diferencias entre un populismo revolucionario y un proyecto democrático y socialista?¿Cuales son las diferencias entre una revolución nacional antiimperialista y una revolución socialista anticapitalista? ¿Cómo se articulan socialismo, democracia y revolución en el proceso bolivariano?
Creo que estos debate comienzan a darse, pero no adquieren expresiones orgánicas ni impactos decisivos en la alta dirección de la revolución, ya que el sistema de dirección-conducción del proceso revolucionario sigue estando concentrado y centralizado en un muy reducido grupo de decisión política que gira alrededor del Presidente Chávez, incluyéndolo como “gran conductor” ¿Es acaso la línea política, la estructura ideológica del “gran timonel”? No es extraña a esta situación la consigna, “Mande, Comandante”, una muy mala copia del Castrismo, en momentos históricos, en situaciones nacionales y en circunstancias económicas, políticas, sociales e ideológicas, tanto nacionales como internacionales, distintas.
Uno de los elementos fundamentales, que el propio Fidel Castro ha enfatizado, es que la Revolución bolivariana debe construir su propio camino, su propio modelo, el “socialismo democrático venezolano”. No nos hagamos los locos con las palabras de Fidel. También Chávez lo ha destacado, se trata a diferencia de la experiencia de Allende, de una revolución que ha neutralizado, hasta ahora, a la contrarrevolución armada y violenta; pero…se requieren de razones, argumentos, mensajes, y sobre todo de logros, de resultados concretos, de impactos reales que construyan un espacio amplio de legitimidad social y política para el proyecto socialista.
Y es en sus aspectos de propuesta de alternativa, que la revolución bolivariana luce debil en la articulación de un pueblo cargado de argumentos, “armado” no solo de sentimientos, de pasiones, sino de razones de los de abajo, del discurso popular para el socialismo bolivariano. La voz del pueblo es la que debe ser escuchada en sus razones para dudar, para desear, para inquietarse, para temer, para convencerse de que el socialismo es una alternativa cualitativamente superior al capitalismo.
Porque el mensaje del 23-N no dice que el socialismo democrático, que el socialismo participativo, que el socialismo bolivariano, ha conquistado a una mayoría abrumadora, sino que todavía hay reservas hacia la revolución bolivariana, que hay dudas, que hay temores, que no se comprende qué modelo de socialismo se pretende implantar, qué modelo de democracia se va a profundizar, y cómo va a afectar esa política la vida cotidiana de la gente, que apoya tanto al gobierno como a la oposición. Yo lo diría por la calle del medio: una parte significativa de la población demanda que Chávez se distancie de cualquier referencia a modelos de Socialismo que vulneren las libertades democráticas, los principios constitucionales y los derechos humanos. Que lo haga (no que se diga entrelineas simplemente) sin ambigüedades. Creo que el nuevo socialismo del siglo XXI ganaría mucho más con esta posición, que manteniendo a raya el debate socialista, diseminando tabúes sobre el debate de por qué fracasaron las experiencias del “socialismo realmente inexistente”. Fracasaron, porque anularon las libertades democráticas, porque no construyeron algo cualitativamente mejor, algo distinto sino lo peor de lo mismo: el colectivismo burocrático; porque no comprendieron enseñanzas básicas del espíritu libertario de Marx, por ejemplo, que solo habrá socialismo con el desarrollo de un plano superior de libertades sociales, de potencias sociales. No es retocando la caja de herramientas leninistas que se construirá un socialismo en democracia, un socialismo participativo y desde abajo.
Hay que escuchar a Chávez con atención durante la rueda de prensa con periodistas extranjeros luego del 23-N: “Más allá, el mensaje del pueblo ha sido claro. Yo lo oigo! Vamos por el camino correcto! Nada me hace dudar! Me fui a la Campaña por las calles, por los pueblos! Y es la misma pasión! Es pueblo que ha venido madurando, y como dice Carlos Marx... Metzaros " Desafío y Carga Histórica. “Leo: La Teoría se convierte en fuerza en cuanto se apodera de las masas! Ellos dijeron: Un fantasma recorre Europa! Hoy prefiero decir: Un espíritu recorre Venezuela! El espíritu del Socialismo! Eso cala en el pueblo, es motor, es idea de fuerza! Ese es el mensaje que leemos! Simón Bolívar: El impulso de esta revolución ya está dado. Lo que tenemos que hacer es darle dirección! Solo tenemos que darle el tino del Socialismo Venezolano. No la copia de otros tiempos.”
Estoy completamente con la última frase. No puede ser la copia de otros tiempos y circunstancias. Pero esta frase final contrasta con el texto precedente. Allí hay mucho de viejo socialismo. La revolución nadie duda que tiene una extraordinaria “línea de propaganda de masas”, pero carece lamentablemente de una “línea política de masas”, porque las “masas populares”, las multitudes si prefieren, son concebidas como objeto, como pasión a lo sumo, no como sujeto de la política, como razón-pasión libertaria.
El pueblo es básicamente “inmaduro” (lo mismo dijo Chávez de los resultados del 2-D, y yo pensaría que es al revés). Para Chávez son “terreno” para la “siembra del espíritu socialista que cala en el pueblo”, y no generadoras por la auto-actividad y auto-emancipación revolucionaria. Viejos paradigmas de la relación vanguardia-masas. Al parecer, no es tiempo de “mandar, obedeciendo al pueblo” (perspectiva- emancipación), sino, como lo interpreta la burocracia bolivariana, de “Obedecer al Comandante-Presidente, para administrar la revolución en nombre del pueblo” (perspectiva-sujeción).
¿Qué somos los del pueblo, los y las de abajo? Somos “impulso”, “pasión”, pero no dirección, no conducción, no autogobierno popular. Somos materia, pero no forma, no fuerza moral. Somos soporte de la acción de la vanguardia, pero no somos multitud que se libera para si misma. La dirección viene de arriba, de un espíritu que busca convertirse en fuerza material, que ya ocupa el lugar predominante en el terreno intelectual, moral y político; y que baja a madurar las conciencias. No, hay que madurar conciencias es arriba, muy arriba, pues allí hay muy poco socialismo.
Estimados y estimadas. Malas noticias: esta concepción traduce el más burdo socialismo burocrático. Todavía ha que aprender mucho de Carlos Marx (La sagrada familia-1845), cuando plantea un tema sustantivo para la auto-emancipación social y política; es decir, para el socialismo desde abajo:
“Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y se hace radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el ser humano, es el ser humano mismo. La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el ser humano es la esencia suprema del ser humano y, por consiguiente, en el imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciado. En un pueblo, la teoría sólo se realiza en la medida en que es la realización de sus necesidades.”
Marx todavía nos enseña con claridad excepcional, al igual que muchos pensadores críticos, que una “revolución radical solo puede ser una revolución de necesidades radicales”, que las “necesidades radicales” parten del ser humano como “sol propio”, que ha tomado las armas espirituales de la crítica racional, del pensamiento crítico, de su autodeterminación en pensamiento y la acción, de su “necesidad de liberación social y política”. Marx descarta cualquier sumisión heterónoma de la voluntad, el pensamiento y la acción. Imperativo categórico del socialismo, ética indispensable: echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciado. Una “filosofía de la praxis” es algo muy distinto a un movimiento carismático, por mas popular que sea. No es la voz del líder la voz de Dios, ni un espíritu prefabricado es que se apodera de las masas, son razones-pasiones radicales que se articulan a necesidades radicales, que atacan el problema de raíz: la opresión, la explotación, la coerción, la hegemonía ideológica, la negación cultural, la exclusión social. El problema de raíz es que sigan matando a quienes luchan de verdad por transformar la vida: a campesinos sin tierras, al pueblo en pobreza, a miembros de nuestras etnias, a sindicalistas revolucionarios, mientras la burocracia y la nueva burguesía rojilla piensen en privilegios luego del 23-N.
El Socialismo no cae del cielo, ni viene de la mano de salvadores providenciales, nace y se hace desde las pasiones libertarias de los pueblos. No hay peor cadena para los pueblos que aquellas que alimentan las servidumbres del espíritu. Socialismo es liberación, es ampliación del espacio de libertades, no espectáculo, teatro, espejismo o simulacro de revolución. Hay mucho que rectificar si se quiere de verdad reimpulsar. Con Chávez, un solo gobierno, todo el poder para el pueblo. Democracia socialista.
Uno de los aspectos más significativos del debate posterior al 23-N, más allá de los primeros análisis sobre la recuperación electoral del campo nacional-popular bolivariano con relación a la implosión del 2-D, pasa por planos sustantivos acerca de que cosa es el Proyecto Socialista, cual es la relación entre Socialismo, Democracia y Revolución, cuál es la relación entre Revolución Bolivariana y las nociones heredadas del pensamiento revolucionario del siglo XIX y XX. Se observa un extraordinario debate de bases, un vibrante deseo de definiciones, de clarificaciones tácticas y estratégicas, de apreciaciones teóricas, incluso de planteamientos filosóficos, teóricos, de relación entre pensamiento y revolución.
Esto contrasta con las inercias en los cuadros de dirección de la revolución, en los espacios ministeriales, en los espacios de decisión del PSUV, donde la “gestión-administración” de la revolución, desplaza a la “política” y al “pensamiento crítico” de la revolución. Sin pensamiento crítico y revolucionario, sin necesidades radicales, no habrá revolución socialista. Un proyecto socialista no puede confundirse con un teatro de sombras keynesiano o populista, con un simulacro de revolución, con un espectáculo de farsas, de espejismos, donde “todos los gatos son pardos”. Es hora de construir una voluntad colectiva revolucionaria, una mayoría sustantivamente “socialista”, no una “mayoría” adjetivada como socialista. ¿Es socialista la mayoría electoral del 2-D? Pues no. Puede llegar a ser mayoritaria, pero hasta ahora, no hay socialismo democrático participativo porque la revolución bolivariana no lograr quebrar la hegemonía ideológica del capitalismo, en primer lugar, y además no ha logrado clarificar, que demanda el pueblo por socialismo, cómo se construye el “socialismo desde abajo”, como las necesidades radicales del pueblo se traducen en política, como las potencias constituyentes, el deseo de las multitudes, se hace emancipación social.
Para que los caminos de la recuperación revolucionaria no conduzcan a escenarios de “derrota estratégica”, a “victorias con pies de barros”, a “ilusiones electorales sin calidad revolucionaria”, es preciso sacudirse del cesarismo y del burocratismo. Quien está cuidando cargos está cuidando prebendas de poder, pero no está catalizando la revolución. El debate de la posible recuperación, de la revisión a fondo, de la rectificación real, del reimpulso revolucionario, pasa por la liquidación histórica del burocratismo enquistado como “gestión-administración” del proceso, que anula la “política revolucionaria”. Pero además, pasa por superar definitivamente la constante reiteración de actitudes cesaristas en Chávez (por más progresistas que sean), y en su entorno inmediato. El “Estado mayor” de la revolución sufre la enfermedad de la “sumisión a la personalidad del Líder”, no pudiendo corregir errores de conducción, fallas profundas del estilo político, de la comunicación política, que no configuran un cuadro favorable para avanzar en la construcción de acciones contra-hegemónicas, de acciones que desarticulen el sentido común legitimador del capitalismo.
También Chávez es responsable de la derrota del 2-D, esta es la verdad que nadie quiere asumir para lograr una poderosa recuperación revolucionaria, y esto se hace junto a Chávez, exhortándole a que modifique actitudes que no contribuyen en el avance, en la construcción de un socialismo participativo distinto del socialismo burocrático, no sacando de la ecuación de la transformación a Chávez, sino exigiéndole una maduración de su liderazgo, para pasar a un liderazgo colectivo que impulse la revolución democrática dentro de la revolución bolivariana. Solo con Chávez no habrá construcción del socialismo bolivariano, sin Chávez, mucho menos. Se requiere de Chávez y de algo más.
Como nos recordaba el ya fallecido intelectual palestino, Edward Said, hay que hablarle claro al poder. Y en este momento, la concentración del poder de decisión en la revolución la tiene fundamentalmente Chávez. Y esta aparente fortaleza, es una clara debilidad estratégica.
La transformación del Estado en un órgano que está por encima de la sociedad, a uno que esté subordinado a ella y le sirva al pueblo (Marx) es fundamental para que la recuperación cuantitativa se convierta en un cambio cualitativo, porque podemos acercarnos a los resultados electorales del año 2006 (7.309.080 votos), sin ningún tipo de transformación revolucionaria de la conciencia, de la organización del bloque popular-bolivariano, de la movilización y la lucha revolucionaria. Es decir, podemos ganar sucesivas elecciones en medio de la reproducción ampliada del “simulacro de una revolución socialista”.
Y aquí comienzan los aspectos sustantivos: ¿Cuál es el carácter histórico de esta Revolución Bolivariana?¿Cuál es el sistema hegemónico emergente, cuáles son sus articulaciones de clase, etnia, género, nación y territorialidad?¿Como se vincula la revolución bolivariana a las tradiciones teóricas revolucionarias y a las experiencias históricas de la construcción del socialismo esotros países?¿Cuales son las diferencias entre un populismo revolucionario y un proyecto democrático y socialista?¿Cuales son las diferencias entre una revolución nacional antiimperialista y una revolución socialista anticapitalista? ¿Cómo se articulan socialismo, democracia y revolución en el proceso bolivariano?
Creo que estos debate comienzan a darse, pero no adquieren expresiones orgánicas ni impactos decisivos en la alta dirección de la revolución, ya que el sistema de dirección-conducción del proceso revolucionario sigue estando concentrado y centralizado en un muy reducido grupo de decisión política que gira alrededor del Presidente Chávez, incluyéndolo como “gran conductor” ¿Es acaso la línea política, la estructura ideológica del “gran timonel”? No es extraña a esta situación la consigna, “Mande, Comandante”, una muy mala copia del Castrismo, en momentos históricos, en situaciones nacionales y en circunstancias económicas, políticas, sociales e ideológicas, tanto nacionales como internacionales, distintas.
Uno de los elementos fundamentales, que el propio Fidel Castro ha enfatizado, es que la Revolución bolivariana debe construir su propio camino, su propio modelo, el “socialismo democrático venezolano”. No nos hagamos los locos con las palabras de Fidel. También Chávez lo ha destacado, se trata a diferencia de la experiencia de Allende, de una revolución que ha neutralizado, hasta ahora, a la contrarrevolución armada y violenta; pero…se requieren de razones, argumentos, mensajes, y sobre todo de logros, de resultados concretos, de impactos reales que construyan un espacio amplio de legitimidad social y política para el proyecto socialista.
Y es en sus aspectos de propuesta de alternativa, que la revolución bolivariana luce debil en la articulación de un pueblo cargado de argumentos, “armado” no solo de sentimientos, de pasiones, sino de razones de los de abajo, del discurso popular para el socialismo bolivariano. La voz del pueblo es la que debe ser escuchada en sus razones para dudar, para desear, para inquietarse, para temer, para convencerse de que el socialismo es una alternativa cualitativamente superior al capitalismo.
Porque el mensaje del 23-N no dice que el socialismo democrático, que el socialismo participativo, que el socialismo bolivariano, ha conquistado a una mayoría abrumadora, sino que todavía hay reservas hacia la revolución bolivariana, que hay dudas, que hay temores, que no se comprende qué modelo de socialismo se pretende implantar, qué modelo de democracia se va a profundizar, y cómo va a afectar esa política la vida cotidiana de la gente, que apoya tanto al gobierno como a la oposición. Yo lo diría por la calle del medio: una parte significativa de la población demanda que Chávez se distancie de cualquier referencia a modelos de Socialismo que vulneren las libertades democráticas, los principios constitucionales y los derechos humanos. Que lo haga (no que se diga entrelineas simplemente) sin ambigüedades. Creo que el nuevo socialismo del siglo XXI ganaría mucho más con esta posición, que manteniendo a raya el debate socialista, diseminando tabúes sobre el debate de por qué fracasaron las experiencias del “socialismo realmente inexistente”. Fracasaron, porque anularon las libertades democráticas, porque no construyeron algo cualitativamente mejor, algo distinto sino lo peor de lo mismo: el colectivismo burocrático; porque no comprendieron enseñanzas básicas del espíritu libertario de Marx, por ejemplo, que solo habrá socialismo con el desarrollo de un plano superior de libertades sociales, de potencias sociales. No es retocando la caja de herramientas leninistas que se construirá un socialismo en democracia, un socialismo participativo y desde abajo.
Hay que escuchar a Chávez con atención durante la rueda de prensa con periodistas extranjeros luego del 23-N: “Más allá, el mensaje del pueblo ha sido claro. Yo lo oigo! Vamos por el camino correcto! Nada me hace dudar! Me fui a la Campaña por las calles, por los pueblos! Y es la misma pasión! Es pueblo que ha venido madurando, y como dice Carlos Marx... Metzaros " Desafío y Carga Histórica. “Leo: La Teoría se convierte en fuerza en cuanto se apodera de las masas! Ellos dijeron: Un fantasma recorre Europa! Hoy prefiero decir: Un espíritu recorre Venezuela! El espíritu del Socialismo! Eso cala en el pueblo, es motor, es idea de fuerza! Ese es el mensaje que leemos! Simón Bolívar: El impulso de esta revolución ya está dado. Lo que tenemos que hacer es darle dirección! Solo tenemos que darle el tino del Socialismo Venezolano. No la copia de otros tiempos.”
Estoy completamente con la última frase. No puede ser la copia de otros tiempos y circunstancias. Pero esta frase final contrasta con el texto precedente. Allí hay mucho de viejo socialismo. La revolución nadie duda que tiene una extraordinaria “línea de propaganda de masas”, pero carece lamentablemente de una “línea política de masas”, porque las “masas populares”, las multitudes si prefieren, son concebidas como objeto, como pasión a lo sumo, no como sujeto de la política, como razón-pasión libertaria.
El pueblo es básicamente “inmaduro” (lo mismo dijo Chávez de los resultados del 2-D, y yo pensaría que es al revés). Para Chávez son “terreno” para la “siembra del espíritu socialista que cala en el pueblo”, y no generadoras por la auto-actividad y auto-emancipación revolucionaria. Viejos paradigmas de la relación vanguardia-masas. Al parecer, no es tiempo de “mandar, obedeciendo al pueblo” (perspectiva- emancipación), sino, como lo interpreta la burocracia bolivariana, de “Obedecer al Comandante-Presidente, para administrar la revolución en nombre del pueblo” (perspectiva-sujeción).
¿Qué somos los del pueblo, los y las de abajo? Somos “impulso”, “pasión”, pero no dirección, no conducción, no autogobierno popular. Somos materia, pero no forma, no fuerza moral. Somos soporte de la acción de la vanguardia, pero no somos multitud que se libera para si misma. La dirección viene de arriba, de un espíritu que busca convertirse en fuerza material, que ya ocupa el lugar predominante en el terreno intelectual, moral y político; y que baja a madurar las conciencias. No, hay que madurar conciencias es arriba, muy arriba, pues allí hay muy poco socialismo.
Estimados y estimadas. Malas noticias: esta concepción traduce el más burdo socialismo burocrático. Todavía ha que aprender mucho de Carlos Marx (La sagrada familia-1845), cuando plantea un tema sustantivo para la auto-emancipación social y política; es decir, para el socialismo desde abajo:
“Es cierto que el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que derrocarse por medio del poder material, también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas. Y la teoría es capaz de apoderarse de las masas cuando argumenta y se hace radical. Ser radical es atacar el problema por la raíz. Y la raíz, para el ser humano, es el ser humano mismo. La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el ser humano es la esencia suprema del ser humano y, por consiguiente, en el imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciado. En un pueblo, la teoría sólo se realiza en la medida en que es la realización de sus necesidades.”
Marx todavía nos enseña con claridad excepcional, al igual que muchos pensadores críticos, que una “revolución radical solo puede ser una revolución de necesidades radicales”, que las “necesidades radicales” parten del ser humano como “sol propio”, que ha tomado las armas espirituales de la crítica racional, del pensamiento crítico, de su autodeterminación en pensamiento y la acción, de su “necesidad de liberación social y política”. Marx descarta cualquier sumisión heterónoma de la voluntad, el pensamiento y la acción. Imperativo categórico del socialismo, ética indispensable: echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciado. Una “filosofía de la praxis” es algo muy distinto a un movimiento carismático, por mas popular que sea. No es la voz del líder la voz de Dios, ni un espíritu prefabricado es que se apodera de las masas, son razones-pasiones radicales que se articulan a necesidades radicales, que atacan el problema de raíz: la opresión, la explotación, la coerción, la hegemonía ideológica, la negación cultural, la exclusión social. El problema de raíz es que sigan matando a quienes luchan de verdad por transformar la vida: a campesinos sin tierras, al pueblo en pobreza, a miembros de nuestras etnias, a sindicalistas revolucionarios, mientras la burocracia y la nueva burguesía rojilla piensen en privilegios luego del 23-N.
El Socialismo no cae del cielo, ni viene de la mano de salvadores providenciales, nace y se hace desde las pasiones libertarias de los pueblos. No hay peor cadena para los pueblos que aquellas que alimentan las servidumbres del espíritu. Socialismo es liberación, es ampliación del espacio de libertades, no espectáculo, teatro, espejismo o simulacro de revolución. Hay mucho que rectificar si se quiere de verdad reimpulsar. Con Chávez, un solo gobierno, todo el poder para el pueblo. Democracia socialista.
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