Javier Biardeau R.
Es tiempo de profundizar en la recopilación de trabajos del texto: “Ecce Comu: como se llega a ser lo que se era” (Vattimo; 2009), para comprender que cosa no es el comunismo posmoderno que propone el filósofo italiano Gianni Vattimo.
Evaluar la obra abierta, creativa y crítica de quién se ha hecho no sólo portavoz del “pensamiento débil”, de una tónica posmoderna alejada de los mitos sobre la relación entre neocoservadurismo y posmodernidad, sino de un modo distinto de imaginar la esperanza comunista, asimilando las implicaciones del nihilismo activo para la reflexión de la izquierda post-68.
La radicalización de su posición política se comprende a partir de la toma de postura de Vattimo frente a la guerra imperial contra Irak por parte de la administración Bush, el imperio y su Estado de control social, ante los pre-textos del “terrorismo” y las “armas de destrucción masiva”, así como desde desacuerdo ante lo “políticamente correcto” del reformismo italiano, que muestra cada vez más su inoperancia política ante a el racismo, el fascismo, una centro-izquierda asimilada y absorbida por los “insuperables límites” de la economía de mercado y la democracia en clave del Pentágono y de la OTAN. Se trata de romper con una izquierda sumisa al dictado de Thatcher: “No hay alternativa al capitalismo”.
Para despecho de algunos, el Cristo-Comunismo de Vattimo aparece en su más clara manifestación, continuando un diálogo con corrientes de la llamada filosofía de la liberación, como Enrique Dussel en Nuestra América:
“(…) la iglesia que me transmite la Biblia ya no es tanto la de la jerarquía católica (que solo en 1870 llegó a ser dogmáticamente infalible) sino más bien la de la comunidad de los cristianos que (…) diverge de la manera misma de vivir y concebir la práctica cristiana, de los palacios vaticanos” (p.10).
Se trata de una ruptura, desde las comunidades cristianas de base, con la “santa alianza” entre la Iglesia-jerarquía, el conservadurismo político y el orden capitalista imperial, que ha diseminado el espantapájaros del “ateísmo comunista” para defender los estados de dominación y las desigualdades que ellos perpetúan.
Así mismo, se trata de una lucha contra la retórica de neo-conservadores como Samuel P. Huntington y su falaz tesis del “choque de las civilizaciones”, que como lo dice Vattimo es:
“pura máscara ideológica de la lucha por la defensa del dominio capitalista sobre los recursos del planeta” (p.12).
La primera parte del trabajo de Vattimo en Ecce Comu, denominada “Una larga marcha a través de las oposiciones”, retoma el tránsito desde la izquierda reformista hacia lo que él llama como “subversivismo democrático” (p. 59-73), un planteamiento que asegura la filiación entre la democracia de alta intensidad, o de alta energía, las experiencias consejistas y el comunismo libertario, marcando una posible articulación entre revolución y reformas radicales de base.
Se trata obviamente, de un claro rebasamiento de la sub-cultura estalinista-positivista del marxismo burocrático, de cualquier figura del "Socialismo Científico", y se relaciona a una desfundamentación radical del traslado de la racionalidad de las ciencias instrumentales a la vida social, ética y polìtica:
“Tal vez la herencia marxista a la que los socialistas no deberían renunciar es precisamente aquella que más traicionaron las democracias populares de tipo soviético, la idea de que la economía política no es una ciencia natural, y que por tanto, no puede autorizar ninguna planificación rígida de la economía que se pretenda científica.” (p.16).
El proyecto marxiano de la sociedad des-alienada, lo reconoce Vattimo, es completamente antagónico del marxismo-positivista y su mito industrialista-desarrollista; pues lo que es humano y digno no es el apoyo a “esencias naturales”, “leyes de la historia” o “esencias metafísicas”, sino que se trata de asumir la plena responsabilidad de unas elecciones argumentadas y compartidas, en un ambiente donde se gestionan políticamente desacuerdos.
Para Vattimo, es el desacuerdo y los acuerdos políticamente gestionados lo que lo diferencían de Habermas y su ideal de la acción comunicativa, pues no hay posibilidad de fundamentarse en el conocimiento preciso de la “verdadera naturaleza” de los hombres y las cosas: Papas y comités centrales mandan en nombre de “leyes” y “esencias naturales” que no son accesibles a los simples fieles o los proletarios “empíricos”.
También cuestiona Vattimo el uso de la retórica de los “derechos humanos” y de la “democracia” por parte de la democracia mediática y el imperio como “esencias objetivas” en la lucha contra el “terrorismo” y los “bárbaros”. Vattimo desmantela la alianza metafísico-moderna entre la verdad objetiva y el autoritarismo social (p.18), cuestionando, al igual que muchos pensadores libertarios, la relación entre regimen de verdad y voluntad de dominio.La coherencia del “pensamiento débil” se mantiene cuando afirma:
“Si como creo que hay que hacer, sintetizamos estas conclusiones sumarias de Nietzsche y Heidegger con el lema: No hay hechos, solo interpretaciones, y también esta es una interpretación”, fundamentaremos el comunismo libertario sobre una concepción hermenéutica de la sociedad; una sociedad para la cual el conflicto de interpretaciones es un modo de funcionamiento normal, que precisamente debe consistir en la lucha entre interpretaciones diversas, que se presenten como tales (p.160)”.
Contra el comunismo moderno, positivista-cientificista, Vattimo afirma: “el revolucionario comunista, al igual que su adversario burgués, siempre es parte interesada, nunca un representante de lo humano auténtico”. No hay un “universal objetivo”, pues “las razones en conflicto no son una verdad contra un error, sino interpretaciones contra otras interpretaciones (intereses contra otros intereses)” (p.161).
La relación entre metafísica y violencia (problematizada desde Nietzsche hasta Levinas), coloca en un lugar problemático la reflexión sobre la subversión democrática (la democracia de alta energía), sobre el término revolución y la llamada “comadrona de la historia”: la violencia política. Vattimo sugire que la "violencia revolucionaria" podría ser funcional a la estrategia de dominio del imperio, que cuenta con los mas poderoos recursos de imposición de la violencia policial-militar.
Así mismo, Vattimo lanza argumentos contra el marxismo soviético y contra las “burocracias de partido” que pretenden imponer una verdad privilegiada o exclusiva. El comunismo democrático rompe con la última de las garantías metafísicas, con el conocimiento “objetivo” de lo “real”, en tanto que orden existente de los vencedores que busca asegurarse desde la retórica del realismo filosófico. La figura de Stalin, como ultima ratio que garantiza la correcta linea de pensamiento queda desmantelada, al disolverse la pretnsión de fundar la verdad desde una epistemología autoritaria.
Para Vattimo: “seguro que para la electrificación es útil saber como funciona la pila, pero solo el soviet decide que hacer con la electricidad”. El soviet respeta la “naturaleza” en la medida en que esta le sirve para construir una sociedad libre del poder (p.156). Una sociedad libre de poder, que rompra con estructuras de propiedad, que cuestione el poder mediático, que parta de las experiencias de base de lo común, son dimensiones del comunismo posmoderno.
El comunismo por-venir nada tendría que ver con los detractores y sicofantes del horizonte libertario, tan marcados por su funcion policial y de disciplinamiento en el campo de la izquierda, asì como cuestionando la consigna liberal de la tolerancia por diferencias que conduce a una “tolerancia represiva”, asumiendo frente a la angelical ética habermasiana el desacuerdo como piedra angular de la “democracia de alta energía”. Vattimo identifica como adversarios a la democracia dictada desde el Pentágono, las relaciones de dominación, el dictat mediático y las estructuras de propiedad.
Sabemos que hay demasiados mitos sobre el ambiance posmoderno. Uno de ellos es que neutraliza las emancipaciones. Pues eso depende. Vattimo coloca un dedo en la llaga cuando plantea que la posmodernidad puede ser un bue´n punto de partida para repensar las emancipaciones, la ampliación de los espacios de libertad y la liberación social.
Vattimo reconoce que el comunismo posmoderno, con métodos democráticos puede parecer fácticamente imposible, pero la historicidad y artificiosidad de la “condición humana”, realza las opciones ético-políticas para convencer con buenas razones incluso a los propios adversarios ideológicos.
Vattimo retoma la lucha gramsciana por la hegemonía ético-cultural, rebasando la matriz de las “guerras religiosas y metafísicas” y su meta-relato de la “violencia justa” (Obama dixit), pués identifica que la guerra de ideales esta basada en un fundamento metafísico-moderno.
Que emerja rebosante de alegría una nueva aurora: el comunismo libertario, democrático y posmoderno. Más allá del colapso del socialismo real y de los cercos imperiales, es posible repensar la esperanza comunista desde nuevos horizontes de sentido. Más allá de integrismos modernos y posmodernos en clave conservadora.
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