jueves, 5 de julio de 2012

IZQUIERDAS Y TRANSICIÓN EN LATINOAMÉRICA: ¿RE-PENSARLAS O IM-PENSARLAS?



Javier Biardeau R.

“Estoy cada vez mas convencido de que dependemos de presunciones dudosas que apenas se debaten y que ancladas en el fondo de nuestras conciencias, desaparecen y reaparecen en mil formas distintas cada vez que la luz de la realidad social nos revela su inadecuación. Dificil es avanzar a través de este laberinto.”(Wallerstein; Impensar las Ciencias Sociales, 1998)

Se ha planteado recientemente desde diversas voces la necesidad de re-pensar las izquierdas latinoamericanas. Sin embargo, ¿no será indispensable “im-pensarlas”?. ¿Qué significa impensar las izquierdas?


Significa poner radicalmente en cuestionamiento el legado “decimonónico” de estereotipos, nociones, conceptos y categorías a lo largo de las cuales se ha configurado la historia de las relaciones entre la “teoría” y la “práctica” del movimiento socialista latinoamericano. Pues actualmente, muchas de las suposiciones, conceptos e ideas que permanecen firmemente arraigadas en las “mentalizaciones de izquierda” han perdido viabilidad histórica.


Algunas interrogantes del im-pensar:


¿Podemos seguir sosteniendo, por ejemplo, que sólo hay dos izquierdas: la “comunista revolucionaria” y la “socialdemócrata reformista”? ¿Qué solo hay dos tipos de socialismo: utópico y científico? ¿Qué solo por “marxismo revolucionario”, debemos comprender el marxismo-leninismo ortodoxo y sus manuales de “Diamat-Hismat”?
¿Acaso Lenin encarnó el verdadero “marxismo revolucionario”, ante una constelaciones de “desviaciones de derecha”: Bernstein, Kaustsky, Bauer, Hilferding; y por otra parte, “desviaciones de izquierda”: Gorter, Pannekoek, Korsch, Lukacs o Kollontai? ¿Quién inventó todo este catálogo de desviaciones de la “linea teórica correcta”?
¿Acaso las críticas de Luxemburg a Lenin y a la revolución rusa son prejuicios democratistas? ¿Reconocemos acaso que en América Latina el “marxismo” difundido fue más bien la versión simplificadora y deformada de los Partidos Comunistas latinoamericanos, satelizados teóricamente por los funcionarios ideológicos de la URSS?
¿Acaso Marx y Engels compartían todas y cada una de sus formulaciones teórico-políticas? ¿Acaso Mariategui fue un populista y un aprista? ¿Acaso Fidel y el Che representan las elaboraciones más refinadas del marxismo latinoamericano? ¿Acaso no hubo hegemonía estalinista y del "marxismo soviético" en la teoría y práctica marxista latinoamericana?
¿Acaso la teoría crítica de la “Escuela de Frankfurt”, la “socio-antropología de la descolonización”, la crítica del desarrollismo, la “filosofía de la liberación latinoamericana”, son simples distraccionismos ideológicos, producto del desarrollo de corrientes pequeño burguesas o anarcoides que afectan a la izquierda? ¿Acaso Tony Negri o John Holloway son “agentes teóricos” del Imperio, y por tanto, le hacen el servicio a los tanques pensantes de la CIA y los neocons? ¿Acaso Marta Harnecker y Michel Lebowitz son unos renegados teóricos al valorar la experiencia autogestionaria del “refomismo” Yugoeslavo? ¿Acaso no hay mayor extravio teórico-filosófico que el que representa Enrique Dussel? ¿Acaso Meszaros aporta solución alguna a la construcción de la transición socialista, a diferencia del Che que nos dejo el “Sistema Presupuestario de Financiamiento” (nota: pregúntele a Raúl Castro si lo aplica en la llamada “Actualización Socialista”)?
¿Acaso los discursos radicales feministas, ecologistas, subalternos e indigenistas desvían las luchas principales de la “vanguardia revolucionaria” contra el Capitalismo?
Estas y otras formulaciones implícitas en las interrogantes son parte de una doxa que intenta clausurar el universo de discurso de la izquierda en América Latina, agregándose a la larga serie de exclusiones presentes en el orden del discurso de la “teoría revolucionara correcta”:
  • primeros desviados: el anarquismo y su pretensión de derrumbar el Estado y cuestionar la forma/partido;
  • el revisionismo, al cuestionar los sacrosantos determinismos históricos de Marx-Engels;
  • los reformismos, al desvirtuar la vía revolucionaria y la lucha armada en los carriles del “cretinismo parlamentario” y la “legalidad burguesa”;
  • los distraccionismos ideológicos, que “filosofastros” de todo calibre pregonan para extraviarnos de la “línea correcta” que nos inspiran Lenin ó Fidel;
  • los desviacionistas de ultra-izquierda, populistas, trotkystas amargados, indigenistas, feministas, gays, lesbianas y trans-sexuales, junto a consejistas, autogestionarios, ecologistas, autonomistas y vaya usted a saber si los llamados pos-marxistas, pos-modernos, pos-coloniales y pos-no se sabe que cosa.
  • En fin, toda una larga lista que identifica tantas contradicciones secundarias como tonos, pelajes y plumiferos de Una-izquierda que sólo debió ser fiel al “Padrecito de Rusia” y a la Constitución de URSS en 1934, a pesar de sus “purgas” y “excesos”, como el “culto a la personalidad” o el “Socialismo de Estado”.
Como si tratara de fundar el orden claro y distinto cartesiano frente al caos y demás desviaciones, el pensamiento único de izquierda organiza su tratado nosográfico de trastornos ideológicos para utilizar los dispositivos más conocidos: seudo-psiquiatras pavlovianos, fiscales y policías ideológicos, tribunales sin derecho a la defensa y las campañas de auto-critica/autoflagelación pública de errores y desviaciones.
Porque para el pensamiento único de izquierda el socialismo del siglo XXI es el mismo Socialismo burocrático del siglo XX.
Pues lo que esa izquierda única y cavernaria no aprendió de cabo a rabo, fue entender que el desacuerdo no es traición, que las contradicciones no siempre llegan a síntesis superadoras y que la dialéctica que vale la pena re-pensar se llamó Dialéctica Negativa (Adorno dixit)
¿Habra que impensar al campo de la izquierda?
No cabe duda, si queremos avanzar por otras vías: revolución democrática, eco-política radical, espacios de libertad, democracia participativa, des-colonización, transmodernidad, autonomismo y autogestión.
¡Favor abstenerse los nostálgicos del “Socialismo real”, de la burocracia del aparato, los privilegios de la “nueva clase” y el tribunal de partido-único!
Si hay salida: no repetir la cascada de errores, cegueras e ilusiones del pensamiento único de izquierda. Tal vez la alternativa sea: ¡Otro Socialismo o la misma Barbarie!.

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