Javier Biardeau R.
“Sólo usted me dijo la verdad pura y limpia, sin la más pequeña mezcla de lisonja. Los demás estaban deslumbrados con los rayos de mi fortuna.”
Simón Bolívar a Fernando Peñalver
Simón Bolívar a Fernando Peñalver
I.- SITUACIÓN: SALIR DEL MARASMO DEL TRIUNFALISMO.
Se habla mucho de luchar contra el triunfalismo, el burocratismo, el dogmatismo y el sectarismo en el interior del campo bolivariano. Sin embargo, carecemos de claras coordenadas de orientación para corregir decisivamente estos problemas. Lo más común son las ideas desordenadas, inconexas o superfluas, su mención constante pero no su resolución. Y lo peor es que se van combinando formando un efecto cascada, una suerte de causación circular acumulativa que va generando condiciones de desgaste, descontento y desilusión en el seno de la revolución bolivariana.
En tiempos electorales, cuando está en juego “La Campaña”, pareciera que las voces críticas bajan la santa-maria, el grito se convierte en susurro, la rebeldía en murmuración de baja intensidad; las insatisfacciones y malestares se disfrazan de auto-complacencia, surgen las declaraciones de in-conveniencia, y muchas veces, todo esto refuerza no el coraje ni la irreverencia del debate sino la cobardía disfrazada de “lealtad en la acción”. Y es que cuando se pierde la irreverencia en el debate, el famoso “centralismo democrático” leninista se convierte fácilmente en el “centralismo burocrático” estalinista. Por mi parte, siempre me ha parecido un bloqueo extremadamente sintomático, suponer que hay uno y sólo un modelo organizativo para avanzar en las tareas políticas de la revolución: el partido de cuadros leninista, como si hoy estos debates ya hubiesen sido saldados a priori, como si no hubiese nada nuevo bajo el sol, la luna y las estrellas. Pero se mueve, dice que dijo alguna vez Galileo.
Y mucho ganarían quienes pretenden hacer una revolución hablando de Heráclito, si sus esquemas y estereotipos son paradigmáticos de habitar el universo de Parménides. Eso es lo más anti-dialéctico que existe, aún bajo una fraseología dialéctica. Y si algo enseñan las dialécticas, que las hay muchas, es la disposición a validar el lugar de la crítica, y si es radical, mejor. Nada más ajeno a la dialéctica que un pensamiento que estimula la sumisión de los espíritus, pues el espíritu tiene entre sus tareas moverse contra sí mismo, desgarrar todos los conceptos e incluso eso que llaman algunos, la certeza sensible. Otros prefieren hablar del sentido común legitimador, de las representaciones sociales y de los estereotipos. Desde el punto de vista de los saberes contra-hegemónicos, hay que poner en cuestión cualquier forma de sumisión, de servilismo, de despotismo. Algunos idiotas llamarán a esto “desviación anarcoide”, pues le han puesto límites a las tareas de la crítica radical. Y al ponerle límites se convierten en policías ideológicos y no en políticos revolucionarios, utilizando de modo laxo la distinción de Ranciere.
Para seguir leyendo el artículo, incluyendo tablas y gráficos, ver:
http://www.rebelion.org/docs/153919.pdf
http://es.scribd.com/doc/101809575/CAMPANA-ELECTORAL-def
En tiempos electorales, cuando está en juego “La Campaña”, pareciera que las voces críticas bajan la santa-maria, el grito se convierte en susurro, la rebeldía en murmuración de baja intensidad; las insatisfacciones y malestares se disfrazan de auto-complacencia, surgen las declaraciones de in-conveniencia, y muchas veces, todo esto refuerza no el coraje ni la irreverencia del debate sino la cobardía disfrazada de “lealtad en la acción”. Y es que cuando se pierde la irreverencia en el debate, el famoso “centralismo democrático” leninista se convierte fácilmente en el “centralismo burocrático” estalinista. Por mi parte, siempre me ha parecido un bloqueo extremadamente sintomático, suponer que hay uno y sólo un modelo organizativo para avanzar en las tareas políticas de la revolución: el partido de cuadros leninista, como si hoy estos debates ya hubiesen sido saldados a priori, como si no hubiese nada nuevo bajo el sol, la luna y las estrellas. Pero se mueve, dice que dijo alguna vez Galileo.
Y mucho ganarían quienes pretenden hacer una revolución hablando de Heráclito, si sus esquemas y estereotipos son paradigmáticos de habitar el universo de Parménides. Eso es lo más anti-dialéctico que existe, aún bajo una fraseología dialéctica. Y si algo enseñan las dialécticas, que las hay muchas, es la disposición a validar el lugar de la crítica, y si es radical, mejor. Nada más ajeno a la dialéctica que un pensamiento que estimula la sumisión de los espíritus, pues el espíritu tiene entre sus tareas moverse contra sí mismo, desgarrar todos los conceptos e incluso eso que llaman algunos, la certeza sensible. Otros prefieren hablar del sentido común legitimador, de las representaciones sociales y de los estereotipos. Desde el punto de vista de los saberes contra-hegemónicos, hay que poner en cuestión cualquier forma de sumisión, de servilismo, de despotismo. Algunos idiotas llamarán a esto “desviación anarcoide”, pues le han puesto límites a las tareas de la crítica radical. Y al ponerle límites se convierten en policías ideológicos y no en políticos revolucionarios, utilizando de modo laxo la distinción de Ranciere.
Para seguir leyendo el artículo, incluyendo tablas y gráficos, ver:
http://www.rebelion.org/docs/153919.pdf
http://es.scribd.com/doc/101809575/CAMPANA-ELECTORAL-def
No hay comentarios:
Publicar un comentario