Javier Biardeau R.
“A medida que pase el tiempo y la perspectiva
implicable de la historia se imponga por sobre las pasiones humanas, el 27N y
el 4F, así como los hombres que participamos en estos hechos, nos iremos
confundiendo en un solo punto vibrante sobre el horizonte, referencia
ineludible para no comprender los sucesos que vendrán, a raíz de los cuales el
pueblo venezolano recuperará su dignidad y labrará sus propios caminos en la
lucha de la verdad”. (Hugo Chávez, Febrero-Marzo, Yare 1993) ([1])
Mucha
tinta ha corrido y seguirá corriendo con relación a la caracterización de la revolución bolivariana, y la significación de
eventos como los del 4-F y el 27-N para la comprensión histórica del presente.
Sin embargo, cabe destacar en las intervenciones de reconocidos opositores a la revolución bolivariana,
a aquellos intelectuales de derecha que han tratado el análisis de las
relaciones entre el llamado “chavismo” y la “izquierda”.
Y
no por sus aciertos o precisiones en la caracterización del fenómeno, sino por
los presupuestos e implicaciones discursivas desde las cuales se construye un
determinado punto de vista. Anibal Romero, por ejemplo, escribió un artículo en
el año 2004 titulado “Izquierda, Chavismo y Fascismo” ([2])
donde señala lo siguiente:
“El chavismo ha ocupado el espacio político e ideológico de
la izquierda, sin sus avances
democráticos post-comunistas. En otras palabras, el esfuerzo realizado
por un sector de la izquierda, la que en
los años setenta fundó al MAS luego de
asimilar las lecciones del descalabro soviético, el colapso intelectual
del marxismo, y el fracaso del
despotismo cubano, se ha visto superado por el radicalismo guevarista de la
izquierda no-democrática, sobreviviente de la lucha guerrillera, dogmática e
irreductible.”
De
tal manera, Romero planteaba entonces que resultaba comprensible que lo que
resta de la izquierda democrática venezolana, y en particular sus
intelectuales, se empeñen en caracterizar al chavismo como
"fascista", pues esta es una manera de separarle de la izquierda como
tal, y de ubicarle en otro esquema político-ideológico asociado a la derecha. Y
en palabras bastante llanas, para Romero la caracterización adecuada era la siguiente:
“El régimen chavista es, hoy, un populismo
militarista de izquierda, en vías de
transformarse en una dictadura de
izquierda radical y militarizada. Pero lo crucial es tener claro esto: el chavismo no es fascista porque el chavismo es de izquierda. Por lo
demás, el fascista Ceresole rompió con
Chávez, porque Chávez se identifica con Fidel Castro y la Revolución Cubana.”
Llama
poderosamente la atención, no el foco del análisis sino la perifería del mismo;
es decir, la interrogación sobre la existencia de un sector de izquierda que en
Venezuela haya desplazado sus conexiones ideológicas y conceptuales con la
apología a la URSS para dirigirse al llamado “avance democrático
post-comunista”, que haya asimilado el “descalabro soviético”, el colapso
intelectual del “marxismo” y el fracaso del “despotismo cubano”; es decir, la
ruptura del PCV que dio paso al MAS.
Llama
también la atención esta postura si se contrasta con un documento singular
titulado: “Manifiesto al Pueblo Venezolano”, presuntamente firmado en aquellos
tiempos de 1992 ([3]) por los
comandantes Acosta Chirinos, Arias Cárdenas, Chávez, Urdaneta y Ortiz Contreras
donde se expresaba lo siguiente:
“Pensamos que esta carcel debe ser, al menos,
parte del miedo destruido, enfrentado, el que ha convertido por años a
intelectuales en sumisos, a artistas en malabaristas de palacio, a estudiantes
en rebaño, al pueblo en victima torpe y a soldados en guardia pretoriana. Todo
esto bajo un montaje que combina la policia represiva y sanguinaria, una
justicia puesta a doblegar la cerviz ante el ejecutivo todopoderoso y una
manipulación de las mentes, sobre todo, a través de medios audio-visuales (con
excepciones honrosas). Si creemos que llegó el fín de los totalitarismos, si es
verdad la caida del comunismo soviético, si llegó la hora de los pueblos. ¿Cómo
entonces, podemos dudar de nuestro pueblo y sus fuerzas? ¿Acaso este teatro
cogollista y sectario que domina y envilece nuestro país es más fuerte y
estable que lo que era la dominación del PCUS? ¿Acaso estas camarillas de
policias políticos, atemorizadores y matones, son más capaces que la KGB? Si
aquellos pueblos se restearon por Dignidad, Democracia, Participación y
Libertad, ¿Quién podría exigirle pasividad al pueblo de Simón Rodríguez? Por
eso nos lanzamos a la acción con una sencillisima plataforma de referencias que
obligue a la participación colectiva hacia la construcción de un sueño posible:
LA DEMOCRACIA BOLIVARIANA, mucho mas avanzada y progresista que las reformas de
gotero ad aeterno por los complices de la COPRE y de quienes le pagan.”
Como
es posible constatar, tampoco aquellos comandantes del 4-F parecieran vivir una
suerte de nostalgía por el comunismo soviético, por la dominación del PCUS o
por el terrorismo de la KGB, reconociendo que sus programas ideológicos y
políticos constituían una sencillísima plataforma de lucha para fácil recepción
del pueblo explotado y humilde, con referencias que para muchos opositores de
derecha estaban completamente desfasadas, marcadas de folklore rural, o fuera del
quicio de la racionalidad política de una modernidad ajena a reenviar
principios al sistema EBR: Zamora, Bolívar y Simón Rodríguez.
Eran
tiempos de Neoliberalismo y de “colapso del marxismo”, de apogeo del
liberalismo-democrático, de Fin de la historia y de algunas pinceladas que
apuntaban a la incredulidad por los grandes relatos. Sin embargo, allí está la
raíz identitaria de la revolución bolivariana, la construcción de una amalgama
discursiva para algunos disparatada, pero que construyó nuevos sentidos
compartidos para rearticular la esperanza de muchos y muchas, que seguían
autodenominándose “pueblo de ciudadanos sin ciudadanía”.
La
“gente decente” no podía metabolizar esta regresión histórica a las
“montoneras, turbas y caudillos”. La historia era de progreso o no era, pues no
era para el intelectual urbano y moderno el relato de los vencedores.
Sin
embargo, hay que tomar precaución de cualquier romantización del MBR-200. Allí
pulularon luces y sombras, como aún pululan alacranes y toda suerte de bichos,
en una suerte de “nomenclatura” que usufructa la renta porque el viento sopla a
favor, en su tiempo, ciclo u ola política. Oportunistas y advenedizos han
recorrido desde entonces los pasillos y entretelones de la revolución
bolivariana, muchos de ellos en nombre de una “izquierda arrimada, lastimera y
cargada de farsas heroícas”. De allí la importancia hoy del llamado del amigo
Rigoberto Lanz:
“Sin una adecuada caracterización de las
diferentes izquierdas en Venezuela y el mundo, no veo cómo podríamos salir de
los atascos en los que hoy nos encontramos”.
Quién
no vea los atascos, debilidades y amenazas que se ciernen, vive preso del aura
engañosa de unas elecciones marcadas por victorias apenas suficientes, en
contraste con un Chávez que lucha día a día por sostener el aliento que da
cauce a la lucha. De allí las miserías del “chavismo”, si se trata de un simple
culto oportunista al lider de turno, si se trata de una adulacia palaciega para
cuadrar negocios en nombre de la palabra “revolución”. La debilidad estriba en
que no hay un “cuadro de mando” que pueda llamarse con propiedad relevo, que el
“chavismo” ha dejado desierto el lugar de la responsabilidad colectiva y del
liderazgo compartido. Se que estas palabras levantaran las típicas ronchas de
quienes apuestan al “Con Chávez todo, sin Chávez nada”, o al chavismo salvaje
que intenta auto-organizarse desde las figuras de nuevas máquinas de lucha:
movimientos, redes, colectivos y plataformas. Sin embargo, considero pertinente
en este contexto, evaluar el cambio de apreciación entre momentos históricos
con relación al término Chavismo. En 1993, el mismísimo Chávez decía:
“El “Chavismo” no existe. Venezuela ya está
cansada de “ismos” y creo que nuestro pueblo ha madurado suficientemente desde
el punto de vista político para que se le siga faltando el respeto. El
despertar huracanado que sacude al país el 4 de febrero de 1992 es producto de
la toma de conciencia colectiva, que ha permitido a los venezolanos convencerse
de la tremenda fuerza soberana que poseen. Soy un convencido, desde hace
bastantes años, que la historia tiene sus leyes generales que orientan la
evolución de los pueblos y las naciones. Y muyy poco es lo que el individuo de
“carne, hueso y espíritu” puede hacer, para conducir tales corrientes
arrolladoras. Mucho menos, puede un hombre pretender cambiar el curso de los
acontecimientos históricos. Ya lo decía nuestro máximo Líder, el general Simón
Bolivar en Angostura, por allá en 1819: En medio de este piélago de angustias
no he sido mas que un vil jugete del huracán revolucionario que me arrebata
como a una debil paja…Así que llamar “Chavismo” al fenómeno colectivo pos-4F,
reflejado en cientos y cientos de manifestaciones de rebeldía, de protestas
pacíficas y violentas, que han resquebrajado al viejo régimen a nivel de las
estructuras, creo que al menos significa menospreciar las capacidades de
percepción de las realidades que ha adquirido nuestro pueblo en su desarrollo
histórico.”
Y
si acaso no quedara claro en aquel entonces la potencial mitificación del héroe
Chávez, mas adelante en su texto señala:
“Ahora como después del 4F se ha hablado del
“Mito Chávez”, a pesar de no ser la persona más autorizada para hablar sobre
esto, voy a intentar dejar en claro mis apreciaciónes sobre el tema”.
Y
entre las apreciaciones Chávez lanza una advertencia que podría tener un gran
alcance histórico a la luz de los acontecimientos presentes: “Pienso mas bién
que algunos intelectuales del régimen y otros que, sin darse cuenta, le siguen
el juego, han estado arrimando su brasa a un proceso para tratar de
distorsionar la realidad colectiva en mito, como una forma de apagar la llama
de rebeldía, que ahora lleva encendida el alma nacional.”
Pues
lo fundamental no era en aquel entonces para Chávez la personificación concreta
del mito, sino su comprensión como expresión de la filosofía colectiva: “(…) el único mito que esta tomando forma en
la psiquis del pueblo venezolano de fines del siglo XX es la prodigiosa
invención de un país imaginario y posible; la creación de la utopía concreta
que ya comenzó a motorizar las nuevas páginas d ela historia venezolana. Es el
mito del futuro.”
Y
allí se encierra un enigma para contrastar con la fabricación mediática del “Mito
Chávez”, y para aquellos que siguen ruminado en calidad de esperanza necrófila
la tesis de que: ¡Muerto el perro, se acabo la rabia! ¿O es que acaso no es
este el mensaje que nos transmite la voz imperial encarnada en, por ejemplo,
Roger Noriega, quien pareciera contar los días del fin de la escena del “Tirano
Chávez” y de toda la “transitología” o “politología” que pone sus ojos sobre el
país.
Para
que la revolución bolivariana se consolide y pueda sortear los intentos de
regresiones a la derecha es preciso entonces recobrar la fuerza no exclusivamente
del “mito Chávez”, sino de aquel núcleo de verdad que en la sociedad venezolana
configuró el renacimiento de la esperanza en la mentalidad colectiva de los
sectores populares: “El pueblo venezolano ha vuelto a descubrir que tiene
derecho a soñar, y más aún, que tiene la obligación de luchar por un sueño,
regresa de esta manera a la mente nacional la idea de la utopía, es decir, de
un país que comienza a existir en la imaginación del colectivo”.
Allí
reside la significación histórica de la revolución bolivariana, que no es
exclusivamente una revolución del “Mito Chávez”; y que aún personajes de corto
vuelo histórico no comprenden al reducir las luchas anti-neoliberales a un
asunto de un hombre y no a la rebeldía de un colectivo: del pueblo venezolano.
Que
no se confunda esto, sin embargo, con el manido tema de las direcciones
políticas, de las organizaciones y estructuras que encaucen estas luchas, hecho
por demás necesario, pues ciertamente no hay revolución posible sin dirección
revolucionaria. El problema de fondo es otro, es olvidar cómo las acciones,
pasiones y discursos son entretejidos para dar cuenta de las corrientes
arrolladoras, del huracán revolucionario, de una filosofía colectiva articulada
a una voluntad nacional popular. Sin este aspecto de la ecuación, un centenar
de vanguardias esclarecidas estarán condenadas a “arar en el mar”.
Hay
que colocar en el pedestal revolucionario al “pueblo organizado”, y dejar de
suponer que los tiempos por venir dependerán de hombres providenciales. Al fín
y al cabo, es una lección que recae sobre las nuevas generaciones que
reconocerán sin lugar a dudas los logros de quienes derribaron los muros y
abrieron nuevas posibilidades históricas, pero dependerá de de un pueblo
organizado de ciudadanos, ahora concientes de su ciudadanía política y social,
la defensa y profundización de las garantías sociales conquistadas. En eso tal
vez consiste internalizar que ahora el Mito Chávez no es un Hombre, sino que la
revolución bolivariana es todo un pueblo movilizado y consciente de su utopía
concreta, que siente cómo su sueño se ve pisoteado y degradado por los
oponentes de siempre y por los que se han encumbrado bajo el “paraguas
revolucionario”.
De
allí la importancia, insisto,de consolidar una arquitectura de intancias de
debate orgánico entre tendencias y corrientes teóricas e ideológicas en la
revolución, para que el pueblo uniformado y no uniformado, con base al
reconocimiento de sus puntos de partida y de llegada, pueda conducir
acertadamente la transición desde una sociedad cuya estructura de mando y de
metabolismo social está marcada aún por el sello del capitalismo dependiente y
rentista, para transitar hacia un nuevo tipo de socialismo profundamente
democrático y consustanciado con un giro civilizatorio que pone a prueba a la
vida misma sobre el planeta.
Por
tanto, es preciso explicitar las concepciones del socialismo en juego cuando se
plantea la construcción de la transición, pués hay una necesidad urgente de
debatir la “construcción radicalmente democrática de lo que considero pudiera
devenir un socialismo democrático-participativo, ecológico, no desarrollista y
profundamente arraigado en el reconocimiento de nuestra diversidad étnica y
pluricultural”.
De
allí, la importancia del pensamiento crítico-radical, para salir del letargo y
la repetición de viejos dogmas que impiden la voluntad política de cambio
entronque con un torrente social y teórico él mismo revolucionado. De manera
que no será cosa sencilla confiar en la construcción de una nueva concepción
colectiva del mundo, basada en pensamientos crítico-radicales ajeno a anacronismos
epistemológicos, dogmatismos estériles y mentalidades decimonónicas que son
todas ellas reaccionarias.
La izquierda tradicional, como ha recordado
Rigoberto Lanz, sigue instalada mentalmente en la conserjería del capitalismo
de Estado, no puede (y no quiere) encarar una ruptura radical con la lógica de
la dominación en el propio terreno del pensamiento, las representaciones y de
las actitudes vitales que guían las prácticas políticas vigentes.
El
desden por la teoría encubre el menosprecio por los cambios de raíz, encubriendo a partir de toda una parafernalia
mediática la transformación de una revolución en un espectáculo de enanos y
pandillas. Quienes suponen que basta apoderarse de un espacio, de un canal, de
un aparato mediático, de un dispositivo de poder, sin alterar su lógica
constituyente de reproducción de dominación, son engullidos por un
agenciamiento que hace de ellos simples titeres desechables y recambiables. Los
“rostros, cuerpos y voces” de un sistema mediático que aspira a ser
revolucionario, pueden llegar a ser transformados en bufones de una lógica que
los desborda y los sobredetermina. Y esa lógica reproduce de cabo a rabo la
deformación sistemática de la conciencia revolucionaria, generando lo que
Ludivico Silva llamó mayor “plusvalía ideológica”.
De
allí la importancia de los debates intelectuales, de verdaderos debates,
polémicos, irritantes, con responsabilidad por sus implicaciones. Pués son para
eso: “para intentar reconocer colectivamente dónde están los atascos, cuáles
podrían ser las vías de abordaje para hacer avanzar la discusión”. No se trata
de debates administrados por el pacto tácito de “cambiar todo para no cambiar
nada”.
Hay
demasiados “gatopardos” en ciertas cumbre de la revolución bolivariana,
demasiados intereses y privilegios en juego. Pero hay que forzar al “régimen de
signos” que pretende imponerse bajo la tesis de una “revolución debidamente
administrada”. Si así fuera una “revolución”, “se jodio esta vaina”, y habría
que retornar a las condiciones, afectos y motivaciones que dieron lugar a los
27 de febrero, a los 4 de febrero y a los 27 de noviembre.
En
un plano teórico esto implicaría retornar a un Marx liberado de todos los
marxismos administrados, y retornar y a todos los espíritus de subversión que
habitan en la filosofía colectiva del pueblo rebelde. ¿Cuántos seminarios
críticos y propositivos habrá que promover entre diferentes voces de
colectivos, movimientos, partidos y espacios de reflexión para que no sea la
burocracia más ignorante y arrogante la que prevalezca? ¿Cómo estimular el
pensamiento crítico y subversivo corriendo el riesgo de que surgan los más
variados enlatados ideológicos? ¿Cómo ponerse a tono y sintonizarse con
movimientos y fuerzas que son planetarias, nuestro americanas, y no sólo
parroquiales, para estimular el pensamiento crítico, apara acompañar el
dinamismo de los acontecimientos; para habituarse no sólo a las respuestas sino
al terreno de las preguntas fundamentales, con auténtico espíritu de búsqueda y
de escucha de quienes piensan o no de manera diferente?
Una
revolución no se hace “soplando y haciendo botella”, no se hace desconociendo
que a la derecha le importa poco reconocer la crisis de sus fundamentos porque
vive del parque temático de los dispositivos mediáticos y de consumo; y
desconociendo que la izquierda cavernaria no quiere saber nada de una de las
peores crisis de su historia.
Mientras
algunos desempolvan los “códigos morales de los constructores del comunismo
científico” de mediados de los años 50, luego de la muerte de Stalin (pero no
del estalinismo), es preciso dar cuenta del terreno etico-político-cultural
donde se juega la idea misma de emancipación y liberación.
Sin
filosofía colectiva de la liberación social no habrá profundización de
revolución alguna. Sin superación del estalinismo y de todas las inercias
despóticas que recorren a las izquierdas de aparato, sera dificil escuchar las
voces de un pueblo rebelde e insumiso. Sin romper con las coordenadas
semióticas de la historia de las revoluciones políticamente correctas no habrá
espíritu subversivo.
Cuando
comprendamos que el pensamiento crítico no es un chanchullo, podremos
comprender cómo la revolución bolivariana configuró condiciones de posibilidad
para unas izquierdas sin bozal de arepa ni gringolas ideológicas, y como se
desperdician las posibilidades bajo la sombra del electoralismo, el botín del
rentismo o la sumisión a ciertos apóstoles del “Mito Chávez”.
No
estamos ante un callejón sin salida, al tener que elegir, por ejemplo, entre
unos principios sin oportunidad o un oportunismo sin principios. Hay que
recrear la posibilidad de un debate con implicaciones, donde las teorías y
reflexiones no se despachen con simples adjetivaciones. Venezuela, se dice, es
el epicentro de las luchas contra el capitalismo, pero en el ojo del huracan
presenciamos el mayor espectáculo de avestruces ideológicas.
Es
hora de recrear una democracia radical,
cuya lógica cuestione explícitamente la estructura económica del capitalismo y
que coloque de nuevo sobre el tapete una modalidad de encarar lo conflictos
sociales, políticos, ambientales y culturales, más allá de repetir como una
letanía que todos dependen de “la lucha de clases”. Las luchas culturales, políticas y ambientales
no deben eludir ciertamente el antagonismo de la economía política, pero no se
reducen exclusivamente a ella. Para todo esto hay que re-pensar la izquierda (
y sobremanera la izquierda bolivariana) pero asumiendo sus propios traumas,
sombras, debilidades y laberintos.
La
izquierda venezolana no puede negar lo peor de su historia, tiene que asumirla,
explicarla y aprender de sus errores que son muchos, asumir el trauma de lo
insoportable de su propia historia. Tal vez desde allí puede presentarse una
oportunidad para discursos y practicas alternativas. Con Marx y más allá de
Marx, por cierto, hay que plantear lo que es imposible según los parámetros
establecidos por la ideología dominante. Y hay que hacerlo desde lugares de
enunciación policéntricos ajenos al dogmatismo y al sectarismo.
Ciertamente,
los atascos de la revolución bolivariana son muy graves, y remiten directamente
tanto al debate sobre la evaluación del curso del Primer Plan Socialista de la
Nación, como lo que viene constituyendo el llamado Segundo Plan Socialista de la
Nación (2013-1019), sus objetivos históricos, generales y estratégicos. No es
un debate sin implicaciones, aunque los peligros son claros:
a)
un estalinismo edulcorado con identificaciones descontextualizadas a la
liturgia de la revolución cubana;
b)
un reformismo-desarrollismo muy cercano a los populismos históricos bajo
conducción militar en América Latina (Cardenas, Perón y Velasco Alvarado, por
ejemplo).
Ambas
tendencias cuentan con poderosas piezas en la alta dirección estratégica de la
revolución, mientras una tercer campo de heterogéneas fuerzas, intentan
articular las densas resonancias de términos como revolución, socialismo y
democracia radical. Obviamente hay otras tendencias, como una fuerte corriente
del gran capital importador y especulativo cercano a los sectores
desarrollistas, con sus alas civiles y militares, pero que cuenta con agenda
propia. De tal manera, tras la apariencia de las tensiones entre gobierno y oposición,
se opacan otros enfrentamientos y maniobras tanto en el campo bolivariano como
en el campo opositor, que ponen en juego viejos términos como derecha e
izquierda.
Sin
embargo, los términos socialismo, izquierda, revolución, democracia e incluso el
llamado “marxismo” con sus aparición en el libro rojo del PSUV y en sus bases
programáticas son cercados por aquellas referencias a lampedusa y el
gatopardismo: “cambiar todo para que nada cambie”. Tal como ocurria en la IV
República.
Allí
se guillotina cualquier referencia sería a un proceso constituyente, y se pasa
a la teatrologia de la conservación del poder; es decir a una farsa-simulacro
que llevo a convertir un objetivo fundamental como la “democracia protagónica
revolucionaria” en una frase vacia para llenar planifllas de Programas
Operativos Anuales (POA) de cualquier
Ministerio.
Es
hora ya de debatir nuestras ensaladas ideológicas. ¿Cómo es eso de reconocer
dos referencias al marxismo en el llamado “libro rojo del PSUV que pudieran
servir de pretexto para clarificar los usos del discurso marxista en el seno de
la revolución bolivariana?:
“El Partido (PSUV) se esforzará por formar a
sus militantes en el Árbol de las Tres Raíces –el pensamiento y la acción de
Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora- y rescatará con sentido
crítico las experiencias históricas del
socialismo, adoptando como guía el pensamiento y la acción de revolucionarios y
socialistas latinoamericanos y del mundo, como José Martí, Ernesto Che Guevara,
José Carlos Mariátegui, Rosa Luxemburgo,
Carlos Marx, Federico Engels, Lenin, Trotski,
Gramsci, Mao Tse-Tung y otros que han
aportado a la lucha por la transformación
social, por un mundo de equidad y justicia social, en una experiencia humana que tiene
antecedentes remotos, como la
cosmovisión indio afro americana, el cristianismo, la teología de la
liberación. Se apoyará en los aportes
del socialismo científico y en los del
Marxismo en tanto a la filosofía de la praxis,
herramienta para el análisis crítico de la realidad y guía para la
acción revolucionaria”.
¿Cómo
poner juntos a personajes tan disímiles, no sólo en temperamento y carácter,
sino en proposiciones teórico políticas? ¿Cómo conjugar, por ejemplo a Trotsky
con Mao? ¿Cómo conjugar a Lenin con Rosa luxemburgo? ¿Cómo poner juntos a
Engels y a Mariátegui? Hay que superar una etapa de mezclas sin
clarificaciones, de saludos a banderas teóricas con vacios reales de formación
y de debate. Es tan pirata hablar hoy de un marxismo-leninismo ortodoxo como defender
una amalgama sin profundidad teórica alguna, sin un debate con implicaciones.
¿Cómo salir del lastimoso rescate de las experiencias históricas del
socialismo, en vez de analizar en profundidad porque desde la muerte de Lenin y
tal vez antes ya la revolución bolchevique estaba fuera de quicio? ¿Por qué
insistir hoy en la pedestre enunciación del “socialismo científico”, como si
universo epistemológico del siglo XIX donde Engels se inspiró existiera hoy
día?
Incluso
en los estatutos del PSUV se plantea (artículo 9 de los estatudos de la
organización): “El partido declara como
valor fundamental la formación y
autoformación socialista, de tal forma se
constituirá un Sistema de Formación política e ideológica, la misma
deberá ser una de las coordinaciones nacionales dentro de la estructura
funcional y el método organizativo,
deberá responder al principio de
organización territorial y sectorial del partido. Por lo tanto, se fomentará la formación de todos
y todas las militantes del partido en su
Doctrina, Estatutos, Principios,
Programa y Documentos Oficiales. Priorizando el estudio profundo del
Bolivarianismo, nuestra historia, el pensamiento crítico universal y el
marxismo como base para el análisis dialéctico de las experiencias humanas,
todo esto aunado al trabajo voluntario, garantizando la formación teórica y
práctica de cada una y cada uno de las y los militantes.”
¿Cuál
es la evaluación concreta de tal sistema de formación política e ideológica?
Tambien
existen tres referencias al marxismo en las bases programáticas: “La lucha contra la explotación capitalista
implica necesariamente el manejo del instrumental teórico de la crítica de la
economía política formulada por Marx, y la construcción de un nuevo sistema de
cuentas nacionales, sustentado en este instrumental teórico, que permita establecer
nuevos indicadores para la planificación y para la evaluación del
desenvolvimiento de la economía en relación con el mejoramiento de las
condiciones materiales de existencia de la sociedad y no de la acumulación del
capital, para mostrar la superioridad de las nuevas relaciones sociales de
producción y de propiedad.”
“Una premisa fundamental para el desarrollo
de un nuevo modelo productivo es la ruptura con el conocimiento y la
racionalidad burguesa y su metafísica de la economía, particularmente lo
atinente a las formas de contabilizar y cuantificar el desarrollo económico
reduciéndolo a crecimiento. Esto incluye la propia noción de crecimiento
[variación porcentual de transacciones financieras –valor monetario- de la
producción de bienes y servicios]; la teoría subjetiva del valor; la teoría
marginalista; la preponderancia de la esfera de la circulación [el mercado]
frente a la producción; la concepción de la industrialización; la fragmentación
que impide ver integralmente la economía y su relación con las dimensiones
políticas y sociales, especialmente las relacionadas con el bienestar de la
vivencia humana, así como la exclusión de la actividad reguladora del Estado
que sacrifica la economía al “libre mercado”, es decir, a los intereses de las
corporaciones monopólicas. Se requiere tomar el instrumental teórico de la
crítica de la economía política formulado por Marx y enriquecido por autores
marxistas para fundamentar una crítica de la economía política de la transición
que dé respuesta a los problemas generales pero también a los concretos e
inmediatos. En particular es necesario rescatar la ley del valor que propone un
esquema de análisis del capitalismo basado en la jerarquización del proceso productivo
y en la centralidad de la explotación y que analiza los fenómenos comerciales y
financieros refiriéndolos a su determinación productiva. De particular
importancia es la interpretación de la crisis a la luz de la dinámica del
capital determinada por la acción de sus leyes.”
Por
si fuera poco, y ante estos debates hoy colectivamente inexistentes, es preciso
tomar nota de las siguientes palabras de un reconocido opinador de la derecha
venezolana para reconocer los atascos y los campos minados donde la oposición
quisera escoger un terreno ideológico favorable:
“Ojalá que Chávez en esa obnibulación radical
que lo aplasta – y que lo lleva no sólo a reivindicar el marxismo-leninismo,
absolutamente anacrónico, sino a internar un híbrido monstruoso entre dicha
doctrina, el cristianismo, la teología de la liberación y el fundamentalismo
iraní; ojalá decíamos el lider supremo se empeñe en buscarle fundamento
intelectual a su socialismo en el marxismo.”([4])
Para
E. Gómez, la ecuación es clara: Marx = marxismo = marxismo-leninismo. Bajo esta
trampa caen muchos incautos.
El
asunto, repetimos es ir más allá de Marx, recreando los espíritus más
articulados a la emancipación humana presentes en Marx. El resto es caer en una
trampa tendida por la derecha. Una trampa que opera con eficacia si la
izquierda bolivariana no sólo se recrea en una suerte de patria boba, sino en
una teoría boba o incluso, en un vacio ideológico. Así mismo, las consecuencias
de no asumir una reivención de los
paradigmas, metodos, discursos y practicas de la izquierda bolivariana
llevarán agua al molino de los intereses, aspiraciones y expectativas de la
derecha Venezolana:
“En un medio como el venezolano la cultura de
izquierda en sus diversas variantes es
predominante, y una de las pocas cosas buenas que podrían surgir de la experiencia chavista es
que ese izquierdismo que millones
parecieran llevar en la sangre, sufriese un severo resquebrajamiento,
abriendo las puertas a una cultura
política de centro-derecha, única fórmula capaz de sacar al país de su atraso económico y social.”
([5])
¿Cómo
evitar los atascos, debilidades, sombras y laberintos que acumulados lleven a
un severo resquebrajamiento?
Allí
se juega también el dilema entre Socialismo
o Barbarie…
[1] Garrido
Alberto (2002) Documentos de la revolución bolivariana. Ediciones del autor,
caracas, Venezuela.
[2]
http://anibalromero.net/Izquierda.chavsmo.y.fascismo.pdf
[3] “Manifiesto
al Pueblo de Venezuela”; en: Garrido Alberto (2002) Documentos de la revolución
bolivariana. Ediciones del autor, Caracas, Venezuela
[4] Gomez; Emeterio: “Democracia
social versus Socialismo del siglo XXI”. En: Ideologias: Máscaras del Poder.
Debatiendo el Socialismo del siglo XXI. (John Magdaleno). Informe del Capitulo
Venezolano del Club de Roma. Editorial El Nacional. 2009
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