Javier
Biardeau R
“Peligrosa
herencia esta que nos es trasmitida mediante una tal procedencia.” Michel
Foucault
I.- FICCIÓN
Moscú-1934: se descubre una
inyección capaz de resucitar a los muertos y un destacamento secreto del PCUS
decide aplicársela a Lenin. Todo funciona a la perfección y Lenin se recupera
el día 20 de noviembre de acuerdo al calendario gregoriano en vigencia.
Los funcionarios del partido
preparan, de manera estrictamente planificada por las más altas autoridades del
partido, “actos de masa”, un “programa de visitas” a centros de producción y a
la “inauguración de obras” (destacadas por la “emulación y eficiencia
socialista”) para el 25 de noviembre, fecha que grabó en la historia a la
Revolución Bolchevique.
Pero Lenin pide un momento para
caminar un poco por las calles de Moscú. El resultado es que desaparece el 21
de noviembre. Todos los servicios de seguridad e inteligencia lo buscan con
gran desesperación pero no logran dar con el paradero de Lenin. Una concentración
de cuadros del partido complementados con las nuevas juventudes organizadas en
la plaza roja, que comenzaron a llegar días antes del evento, esperan con ansiedad
la llegada de Lenin al acto programado. Pasan horas, días y nada.
La multitud allí reunida comienza
a inquietarse. Ante la angustiosa ausencia de Lenin, un astuto apparatchik plantea
la idea de resucitar a Dzerzhinskyii, aquel bolchevique que conocía todos los
escondites de Lenin como medida extrema ante la desesperada situación. El
Apparatchik envía un oficio a las “alturas del poder” y es inmediatamente
aprobado ante la posibilidad de una revuelta, dada la incontrolable
“frustración de expectativas” de aquella multitud. Se considera que resucitar a
Dzerzhinskyii es la única manera de encontrar a “Lenin”.
Someten a la inyección a
Dzerzhinsky y también resucita. Le instruyen tan trascendental misión del
partido. Como era de esperarse, Dzerzhinsky acude rápidamente a las afueras de
Moscú a una vieja cabaña derruida que usaban los viejos bolcheviques en la
clandestinidad para comunicarse, y donde Lenin le había dejado antaño varios
mensajes cifrados. Allí encuentra en lo que parecían ser los huesos del cadáver
de un Oso una breve nota personalizada para él con fecha 22 de noviembre que
dice:
- “Félix, te espero en Finlandia.
Tenemos que comenzar de nuevo” -.
II.- ¿COMENZAR DE NUEVO?
Hay dos maneras de encarar la
deriva posterior del acontecimiento revolucionario soviético luego de la muerte
de Lenin en 1924.
La primera implica pasar por
alto, absolutamente por alto, lo que a la postre se denominará el “Testamento
de Lenin”[1],
tomando como discurso de referencia la conocida apología historiográfica de la
revolución bolchevique que relata la presunta continuidad del legado bolchevique
“de Lenin a Stalin”; es decir, la versión oficiosa de la Historia del Partido
Comunista de la URSS, obra luego
atribuida a J. Stalin[2].
Una segunda interpretación, en
contrapunto con la anterior, consiste en someter a una severa fractura o
dislocación el hilo narrativo de la primera versión, intentando contraponerse a
ella, a partir de documentos y versiones in-visibilizadas hasta entonces, de
algunos de los acontecimientos enjuiciados por la primera versión. Esta segunda
interpretación supone oponerse al tradicional despliegue supra-histórico de las
significaciones ideales del relato del estalinismo junto a sus indefinidos
teleológicos; esto es, a su “moral historiográfica”.
Ya en otro momento, analizamos la
significación política del acontecimiento denominado “Testamento de Lenin” para
la Revolución Bolivariana[3].
Vale la pena ahora retomar
algunas cuestiones claves planteadas por Luciano Cánfora en su texto “La
Historia falsa y otros escritos”, que incluye su artículo: “El Testamento de
Lenin. Verdad y manipulación”[4].
Para los buenos entendedores y
entendedoras, existe una suerte de paralelismo trágico entre la muerte de Lenin
en la URSS y el fallecimiento de Chávez en la Venezuela bolivariana. Algunas
semejanzas y diferencias fundamentales irán apareciendo explícitamente y entre-líneas.
Ese paralelismo trágico consiste
en un dato de las correlaciones de fuerzas luego del fallecimiento de ambos
liderazgos: la ausencia del “Estratega Político”. Ciertamente, existen
documentos, textos e intervenciones televisivas que pueden ser recopiladas,
estudiadas, citadas, analizadas, incluso reconstruir estrategias y tácticas en
cada circunstancia. Lenin (y Chávez) podrían “inspirar teóricamente” a sus
camaradas bolcheviques (o compañeros Bolivarianos), podrían tratar de utilizar
una recopilación de sus “instrumentos políticos de dirección”. Pero nada de eso
puede omitir el hecho de que ya no existe “El Estratega”. ¿Está la Revolución Bolivariana
huérfana de Estratega?
Otro dato que debe tomarse en
cuenta en los recientes acontecimientos que rodean el devenir de la Revolución
Bolivariana, ahora bautizada fundamentalmente como “Revolución Chavista”,
implica tomar postura explícita con el compromiso de no debilitar al campo
bolivariano en discusiones de segundo, tercer o cuarto orden (La distinción
clave entre “gran política” y “pequeña política”[5] realizada por
Gramsci), aunque esto no implique renunciar a la irreverencia de la discusión y
del debate, cotejando permanentemente sus usos y funciones en el campo de las
relaciones de fuerzas.
La frase sencilla es: ¡Claro que
hay que ser irreverentes en la teoría, en el debate, pero en cuestiones de
acumulación de fuerzas no podemos darnos el lujo de ser estúpidos!
III.- LA HISTORIA SIGUE ABIERTA
Los historiadores de profesión
han colocado en sus protocolos de investigación la distinción entre los
“acontecimientos que tuvieron lugar” (Res gestae) y “la composición narrativa
de los sucesos” como área de “la escritura de la historia” o de la historiografía
(Historia rerum gestarum).
Algunos historiadores suponen que
los acontecimientos que tuvieron lugar no pueden ser modificados: ocurrieron y
punto. También suponen que es posible cerrar la brecha entre el discurso
histórico y la historia efectiva de los sucesos, sus condiciones materiales y
causas eficientes de posibilidad, utilizando con rigor los más sofisticados
procedimientos de “análisis crítico de las fuentes”.
Sin embargo, aun agotando estos
rigurosos procedimientos que intentan neutralizar mentiras y falsificaciones,
es conveniente dejar una apertura a la posibilidad de nuevas interpretaciones y
contra-relatos. Muchas veces las “pequeñas voces de la historia” son obturadas
en las grandes narrativas, sobremanera cuando se es sumiso ante la “Historia de
los Vencedores”:
“Si la pequeña voz de la historia
tiene audiencia, lo hará interrumpiendo el cuento de la versión dominante,
quebrando su línea del relato y enredando el argumento” (Ranahit Guha[6]).
Entre los discursos
historiográficos y la historia “tal cual como efectivamente ocurrió”, no hay
simples correlaciones ni correspondencias. Despejando el asunto de las
“mentiras” y “falsificaciones” (utilizando el mayor rigor metodológico posible),
quedan pendientes dimensiones como los errores, los azares, los sesgos y todo
aquello vinculado a la actividad heurística y hermenéutica que da paso a la
construcción de hipótesis, al análisis crítico de los documentos escritos y
orales, así como la asunción explícita de determinada perspectiva teórica de comprensión
del espacio-tiempo-histórico[7].
Por tales motivos, no son
casuales los paralelismos entre el discurso histórico y el discurso jurídico
cuando se habla de “evidencias, respaldos
y pruebas”. Tampoco son casuales los paralelismos entre el discurso histórico
y el discurso mediático cuando se habla de distinguir con claridad el terreno
de la “información” del terreno de la “opinión”. También allí operan trasfondos
estructurales, los momentos coyunturales y las tramas episódicas.
Existen consideraciones teóricas
profundas sobre la naturaleza polémica y acentuada socio-ideológicamente de los
“géneros de discurso” que producen el relato historiográfico. No hay lenguajes
ni palabras neutras, una suerte de “grado cero” de la intrusión de las luchas
ideológicas y político-culturales en los signos (lo que algunos llaman
“información”) en sociedades escindidas y penetradas por conflictos de clases,
grupos, sectores y etnias; por procesos de transculturación antagonista y por
el colonialismo interno.
Hoy sabemos que hablar de
“información” no es lo mismo que hablar de “comunicación” ni de “semiosis
social”. Las historias en plural son quizás relevantes para comprender sus
diferentes funciones; es decir como cada “interpretación” historiográfica
cuenta su historia[8].
En vez de informaciones, tenemos “interpretaciones” colocadas ante un régimen
de signos, que funcionan en el interior de determinadas relaciones de poder.
Lo que está en juego en las
“tácticas de signos”, es la posibilidad de demarcar o puntuar un contexto de
enunciación para estabilizar “coordenadas o referentes”. Sin embargo, conviene
seguir distinguiendo los “Mapas” (los Modelos del mundo) de los “Territorios”.
Cartografiar “los referentes” no es una operación inocente, ingenuamente realista
u objetiva como parece creerse desde cualquier “metafísica de la presencia”,
allí operan procesos de selección, generalización, particularización,
eliminación, sobrevalorización y minimización, que modelan cualquier “cartografía
configuradora de representaciones sociales sobre la historia”. Operan múltiples
convenciones de atribución de “relatos objetivos” y de “explicaciones
realistas”. Dígale a alguien que le eche el cuento de lo que pasó, a otro, y a
otro y encontrará la puesta en discurso de la historia. ¿Cuáles serán los
mínimos comunes de esas historias? ¿Cuáles los matices y diferencias?
Las versiones de la historia en
singular son reconstrucciones y deconstrucciones de los sucesos desde el
presente histórico, desde un “punto de vista”[9], generalmente
atravesado por prejuicios y creencias de base. De modo que esta historia no es
“La Historia”, sino un determinado posicionamiento ante los sucesos.
IV.- ¿POR QUÉ REVISITAR EL DEBATE SOBRE EL TESTAMENTO DE LENIN?
Ahora bien, entremos en materia.
Con la muerte de Lenin y los sucesos que se desencadenaron posteriormente, es
preciso confrontarse con las interpretaciones de lo que allí sucedió hasta
donde la “evidencia histórica disponible” lo haga posible.
No se trata de datos
historiográficos que hablan o muestran por si solos, pues allí opera con mayor incidencia
algo análogo a lo que en las “Ciencias Físicas” se denomina la
“sub-determinación de las teorías por los datos” (La tesis de Duhem-Quine): a
veces los datos disponibles pueden respaldar una o varias hipótesis-interpretaciones
competidoras o rivales. ¿Cuál parece contar con el apoyo de las evidencias
disponibles?
En las Ciencias Sociales e
Históricas, a diferencia de las Ciencias llamadas naturales, hay un mayor grado
de sub-determinación de las teorías por los datos, así como se hace palpable,
la sobre-determinación de los datos y la teoría por los posicionamientos
ideológicos, por identificaciones apasionadas. No se trata entonces sólo de un
juego de ciencia en “sentido de historia interna”, sino de ciencia en un contexto
histórico-cultural de relaciones de fuerzas y dispositivos de identificación. Comencemos
entonces.
Con la muerte de Chávez, no sólo
entramos en estos conflictos historiográficos,
sino que estamos situados en un terreno diferente, no sólo por lo que ha
sucedido hasta hoy efectivamente (su historia más o menos instituida), sino por
el aguijón de la historia instituyente, fluyente, constituyente; es decir, con
los diferentes actos de poder relacionados con inscripciones narrativas y
políticas[10]
que desde diciembre de 2012 (su última aparición pública, su última puesta en
escena del discurso público) se constituyen como campo de fuerzas, discursos,
imaginarios y prácticas alrededor del “Legado de Chávez”[11].
Un cierto paralelismo con la URSS
de 1924 coloca la siguiente cuestión sobre la mesa: ¿Cuál fue el legado de
Lenin? ¿Cuál fue el legado de Chávez? ¿Qué hacen las izquierdas con semejantes
transmisiones de “herencias” político-ideológicas? ¿Existe algún paralelismo
entre los sucesos inmediatamente posteriores a la muerte de Lenin y los sucesos
posteriores al fallecimiento de Chávez?
A diferencia del destino trágico
del Legado de Lenin en manos de la historiografía oficial del PCUS soviético en
1939, todavía hoy es posible poner sobre la mesa el “conflicto de
interpretaciones” sobre el legado político-ideológico de Chávez. La historia de
la URSS parece cerrada. La de Chávez sigue estando abierta.
La diferencia entre
historia-estructurante e historia-estructurada es clave para comprender si se
interviene o no en la llamada por los socio-analistas inspirados en Castoriadis
como la dialéctica de lo “instituido, de lo instituyente y de la
institucionalización” en las actuales circunstancias. ¿Existe una lucha
hegemónica y contra-hegemónica alrededor del “Legado de Chávez”? ¿Quién
instituye qué, cómo y dónde se institucionaliza qué?
Obviamente hay quienes hacen
presión para cerrar el caso y domesticarlo con el par
“instituido-institucionalización”: sería la “versión oficial” del legado de
Chávez, estabilizada en lo esencial a partir de una “narrativa gubernamental”.
Simultáneamente, otras fuerzas
políticas y sociales hacen “bulla” para promover sus puntos de vista, para provocar
acontecimientos políticos instituyentes, intentando abrir otras situaciones y posibilidades
de actuación, utilizando como pre-texto su lectura del “Legado de Chávez” ahora
en clave de suspenso, en clave de enigma: ¿Hay distorsiones, desviaciones y
falsificaciones del Legado de Chávez?.
Finalmente, desde el campo
opositor, el relato frente al legado de Chávez indica que lo único valedero de
la actuación pública de Chávez fue colocar sobre la agenda “la lucha contra la
pobreza y la exclusión” en medio de la “descomposición del pacto de
conciliación de elites” llamado “Punto-fijismo”,
pero enfatizando que la totalidad de las “políticas sociales y económicas” de
Chávez se hicieron insostenibles por su estructural continuidad con el Rentismo
petrolero y su sumisión a Cuba, de modo que fueron un completo y rotundo
fracaso. Aquí la palabra “Fracaso” adquiere el peso de un punto nodal, un
significante que sintetiza una suerte de encadenamientos discursivos sobre el “juicio
final” hacia Chávez desde la pasión opositora.
De modo que: ¿No es acaso el
legado de Chávez eso que intentan reactivar permanentemente los actores del
gobierno, las corrientes populares revolucionarias del proceso bolivariano, las
diferentes oposiciones, e incluso el discurso imperial?
V.- ¿HAY PUGNAS SOBRE EL LEGADO DE CHAVEZ?
Podemos decir entonces que existen
pugnas sobre la institucionalización del “mito-chavismo oficial” o del
“contra-mito de Chávez” en clave opositora.
Tampoco hay que perder de vista
la metabolización de la figura e imaginario político de Chávez en clave de
“cultura popular-subalterna”. Considero que Chávez va mucho más allá de la
figura del “jefe de Estado”, su legado pasó a inscribirse en el espesor de las
culturas populares revolucionarias de Nuestra América. Más que el Chávez
“hombre de Estado”, me interesa no dejar de lado el Chávez “hombre del pueblo”.
Si, el “sencillo e irreverente líder anti status quo” con una fuerte conexión
afectiva con las pequeñas voces, con las aspiraciones y demandas de justicia de los más pobres, de
los pueblos nuestro-americanos, con la esperanza de los condenados de la tierra.
Sin embargo, es cierto que no
puede cerrarse de un plumazo los debates sobre las continuidades y
discontinuidades del discurso de Chávez con relación al Movimiento Bolivariano:
¿Fue nacionalista? ¿Fue comunista? ¿Fue tercera vía? ¿Fue demócrata? ¿Fue
autoritario? ¿Fue socialista? ¿Fue capitalista?
Desde el llamado “Árbol de las
Tres Raíces” hasta llegar el “Programa de la Patria”, pasando por las
constantes referencias al Proyecto Nacional Simón Bolívar (PNSB), hay mucha
tela que cortar en el terreno de las concepciones del mundo de Chávez y sus
principales referencias teórico-ideológicas.
Uno de los asuntos claves, sería
analizar si las nociones ideológicas y teóricas que Chávez colocó en la escena
política, eran fundantes de la estrategia de poder, o si eran más bien fundadas
como “máscaras de legitimación” de un determinado curso de acción política.
¿Había mayor predominio de una cruda “voluntad de poder”? ¿Existía una
elaboración ideológico-programática del movimiento? ¿Quizás ambas?
El “Hugo Chávez” en clave popular
sigue siendo un eslabón crucial de la rebelión bolivariana del 4-F de 1992, un
acontecimiento que conmovió todo un imaginario político sobre la “historia
oficial” venezolana, sobre la construcción del relato nacional-estatal en el país, y sobre el Rol de las FF.AA en esta
construcción del imaginario político nacional, desde los próceres de la
independencia, especialmente la centralidad de Simón Bolívar hasta la
actualidad, en sus relaciones con los proyectos de integración continental y en
antagonismo frente las ambiciones
Monroistas de los EE.UU. Pocos comprenden las severas implicaciones de un
distanciamiento de las Fuerzas Armadas de un país latinoamericano,
históricamente dependiente y subordinado, con el Pentagonismo prevaleciente en
la Historia de las relaciones entre EE.UU y lo que aún considera su “patio
trasero”.
El “nacionalismo popular
anti-neoliberal” articulado a una “rebelión militar”, es desde mi punto de
vista, un matriz crucial para comprender lo que a la postre se denominará
Agenda Alternativa Bolivariana (AAB), así como luego su devenir hacia la
prefiguración del “anti-imperialismo” y el llamado “Socialismo Bolivariano” en
clave del discurso de Chávez.
Actualmente toda esta historia marca
interpretaciones polémicas. Incluso el desafió al “culto a la personalidad” de
Chávez o su conversión en “culto para consumo de masas”, sigue parcialmente el
modelo del llamado “culto a Bolívar” (pero tecnificando mediáticamente la
elaboración de su imaginario social). No hay que olvidar que el llamado culto a
Bolívar parte de un sustrato popular de luchas, no es una simple operación de
montaje de una estrategia de legitimación desde arriba. Si la historia de las
culturas populares fuese un simple apéndice de las ideologías dominantes
estaríamos en lo U. Eco llamo las versiones
de aguja hipodérmica, los relatos “integrados” de la cultura. No hay que
silenciar las pequeñas historias del pueblo sobre Chávez.
¿Acaso no hay una inscripción
semiótica-narrativa “oficialista” de la figura y del legado de Chávez? ¿Acaso
no hay una inscripción semiótico-narrativa opositora, detractora y
estigmatizadora de la figura y legado de Chávez? ¿Acaso no hay una suerte de
metabolización de la figura y legado de Chávez en los diferentes estratos de la
memoria fluyente e instituyente, en los diferentes campos culturales (y sus
violencias simbólicas): de elites, masivas, populares, regionales, urbanas,
rurales, indígenas? ¿Acaso las polémicas internas del campo bolivariano no traducen
los posicionamientos ideológicos y políticos, sus efectos de saber, verdad y
poder, sobre la figura y legado de Chávez?
Una pregunta a la audiencia: ¿Y
usted, cuál considera ha sido el legado fundamental de Hugo Chávez? Dicen que
la voz del pueblo es la voz de Dios. Coloquemos la trascendencia en suspenso
por un momento. ¿Qué dicen las voces del pueblo del legado de Chávez? ¿Las
escuchamos?
VI.- EL TESTAMENTO DE LENIN Y LOS REFLEJOS CONDICIONADOS EN LAS
IZQUIERDAS.
Pero demos un extraño rodeo. Vayamos
a la URSS en 1924. El paralelismo con Lenin podría saltar a la vista: en el
campo de las izquierdas, sobremanera cuando se atribuyen el calificativo de
“revolucionarias”, pues existe una participación tácita en una suerte de
apropiación selectiva del llamado “Legado de Lenin” para justificar fines
ideológico-políticos “manifiestos, latentes e inconscientes”.
¿Qué sería de la “izquierda
revolucionaria” sin el imaginario político de la Revolución Bolchevique? ¿No
fue Lenin aquel dirigente político que trazó con mayor nitidez las fronteras
entre “reforma” y “revolución”? ¿No fue Lenin aquel que le otorgó consistencia
organizativa al “partido revolucionario de cuadros”? ¿No fue Lenin el gran
estratega de la “transición al socialismo”? ¿No fue Lenin el que combatió el
“revisionismo” teórico, el reformismo socialdemócrata, otorgándole nuevas
tareas teóricas al “marxismo revolucionario”?
Cualquier “disenso” con Lenin
inmediatamente detonaría los reflejos condicionados y las rotulaciones
respectivas frente a una “amenaza”: “socialdemócratas”, “mencheviques”,
“reformistas”, “liberal-burgueses”, “revisionistas”, “populistas”, y en menor
medida los errores del “democratismo” o de ultra-izquierdistas: “consejistas”,
“autonomistas”, “anarquistas” o “luxemburgistas”.
Conociendo un poco estos “reflejos
condicionados” y sus “automatismos psíquicos”, sustentados muchos en una suerte
de “pensamiento salvaje” de las izquierdas, con sus taxonomías, clasificaciones,
categorías y convenciones (cuya historia conviene reconstruir), usted puede
hacer el siguiente ejercicio (lo que los etno-metodólogos han llamado
“experimentos de quiebre”):
En auditorios donde exista una
suerte de “consenso leninista”, identifíquese como “socialdemócrata”. ¿Qué
ocurre? En auditorios donde predomina la “socialdemocracia reformista”, plantee
las tesis del Consejismo o de Rosa Luxemburg. ¿Qué pasa? En auditorios donde
predomina el estalinismo, defienda fervientemente a Trotsky. ¿Nota algo? Allí
donde haya un consenso adeco, hábleles del leninismo de Betancourt, de ARDI o
de la efímera Acción Democrática de Izquierda (ADI). Allí donde predominen los
trotskos bolchevizados, hábleles maravillas del primer Trotsky crítico del ¿Qué
hacer? de Lenin. Cuando alguien le hable de Gramsci, hable bien de Bordiga, o
viceversa. Evalúe las reacciones. ¿Qué encontró?: Seguramente aparecerá el
archipiélago de las izquierdas peleándose por sus señas de identidad: el
narcisismo de las pequeñas diferencias (Freud-El malestar de la cultura). ¿Dijo
usted izquierda? No, izquierda(S).
¿Cuál “unidad política” puede articularse
desde estos obstáculos ideológicos?
Mientras las izquierdas estén
ancladas en tales “señas de identidad” (con sus luces y cegueras), con sus
apegos apasionados, será complicado reinventar una política que reconozca de
entrada la diversidad de tradiciones de lucha, identidades y pensamientos
inspirados en la necesidad de avanzar hacia un proyecto anticapitalista. Lenin encontró un salvavidas a este despelote:
los llamó Frente único.
Lo que existirá es la posibilidad
de una unidad política (una colcha de retazos) labrada como quizás lo hizo
Chávez, no con base a debates teóricos o ideológico-doctrinarios que serán más
o menos concluyentes, sino con base al respaldo de una “jefatura política” y a
una “estrategia con vocación de poder”. ¿Eso significa un llamado a la
sumisión, al conformismo? De ninguna manera.
De modo que a diferencia de
Lenin, que intento dividir aguas con la socialdemocracia alemana a partir de su
redefinición de la dirección política y la influencia intelectual y moral del
“marxismo revolucionario”, Chávez se concentró en delimitar con meridiana
claridad el tema de la “jefatura política” y de la “estrategia de poder”. ¿Quién
duda de este pequeño detalle? ¿Quiénes no vivieron su vida peleándose con
Chávez y Chávez con ellos por cuestiones de segunda, tercera y cuarta
categoría? Pero, ¿Desconocieron el liderazgo de Chávez?
La pregunta cruda sería: ¿Quién
es el líder aquí? ¿Quién encarna el universal imposible? Chávez habló mucho de
Liderazgo, Estado Mayor, línea y cadena de mando, son todas nociones esenciales
para la conducción militar. De modo que
la fuerte impronta de la clarificación de la “jefatura política” y de la
“vocación de poder” es una marca de fábrica del movimiento bolivariano. Aquí
predominó lo inequívoco.
Por otra parte, nadie pone en
duda que Chávez dijo ser “marxista”, también dijo ser “cristiano”, a la vez
dijo ser “socialdemócrata”, dijo ser un “soldado patriota”, dijo ser socialista
hasta la médula y hasta llego a decir que ya “Chávez no era él, sino todo un
pueblo”. ¿Entonces? Aquí predominan las ambigüedades y las lecturas
polivalentes.
Frente al archipiélago de las izquierdas
realmente existentes, es conveniente desestabilizar convenciones. Se trata de
marcos de interpretación basados en fuertes dispositivos de interpelación e
identificación, con sus respectivos apegos apasionados. No hay apego o repudio
sin investimiento libidinal. No se trata sólo de palabras, sino de la
“energética” de las palabras. Sin esa energética no hay fuerza en las palabras.
Sorel y Mariategui dieron cuenta del mito político, hablaron de ideas-fuerza.
Incluso cuando se escucha hablar
de “marxismo”, es conveniente recordar algunas lecturas que hablan de “Marx sin
Mito”, como la del marxólogo M. Rubel; o quizas preguntarse ¿Cuál marxismo? Cuando
se habla de “izquierda moderna” quizás suene herético hablar del posmarxismo, y
si hablan en exceso de un Marx productivista que defendía a capa y espada el
desarrollo de las fuerzas productivas, colocar a Marx en el tapete de las
interpretaciones descolonizadoras, poner sobre la mesa sus carteos con los
populistas rusos.
No se trata de invocar la flexibilidad
para derrumbar principios, pero si colocar mayor versatilidad en estos temas,
colocarlos en perspectiva histórica.
No me cabe duda, en esta trama de
ideas, que Chávez marcó cierto distanciamiento frente a el “Marxismo Soviético”,
aunque se mostró fiel a algunos ejes propios de la Revolución Cubana (¿Quién
duda de su identificación apasionada con el Che, con Fidel?), lo cual abre el
debate de hasta qué punto Chávez reconocía o no las continuidades y
discontinuidades de ambos procesos político-ideológicos.
También Chávez intento penetrar
en los laberintos teóricos de pensadores, como Dussel, Lebowitz, Borón o
Mészaros, para nombrar sólo algunos que colocaron a la crítica en un peldaño
relevante (Aunque para Chávez con ciertas reservas determinadas por sus usos
políticos): pero, ¿le han seguido el paso reflexivo sus hijos
ideológico-políticos?
¿A usted no lo sorprende seguir
viendo en las reposiciones de Aló Presidente a un Chávez comentando libros y
lecturas sobre economía, política, historia, sociedad, ecología, ciencia y
Socialismo, mientras este detalle aparece en ausencia en la mayor parte de las
manifestaciones públicas de sus “hijos pródigos”?
Mientras Chávez se vinculaba espiritualmente
a los hilos de una contrariada “teoría revolucionaria”, actualmente las
“actividades intelectuales” han sido devaluadas al rango de “distracciones para
trasnochados”.
No se trata, por cierto, de
construir el mito de un Chávez encarnando la figura del intelectual
tradicional, de una “voluntad de saber” que no lo fue, pero al menos construyó
un modelaje sobre la significación de la lectura, el estudio, la formación y de
la reflexión teórica para la revolución. Algo muy necesario para unas izquierdas
que ha considerado mucho más relevantes las consignas y los clichés, que la
reflexión crítica y el rigor del pensamiento, menos importante la educación
política y la pedagogía que el pragmatismo más ruin. Claro está, no podemos
pasar por alto que desde otra acera, para el bloque intelectual de derecha en
grandes trazos, Chávez siempre encarnó a un “vulgar ignorante”, un “militar
demagogo” con aires de soberbia por
enunciar frases de un “anacronismo ideológico”.
De modo que, como también últimamente
nos hemos topado con argumentos de una izquierda liberal-institucionalista de
oposición, que se muestra intelectualmente soberbia, que le hace oposición por
“aproximación indirecta” a Chávez, recomendamos defender sin tapujos los
efectos positivos del “populismo radical” como acción mínima de contención del
relato neoliberal. Eso le duele a ciertos espíritus y sectores (tanto de izquierda como de derecha).
¿Dice Usted que Chávez fue un “populista radical”? Quizás no se ha explorado
aún la veta de un debate a fondo de lo que ha significa el “populismo” como
significante político.
Supongamos que Chávez era un “populista
radical”: ¿No hubiese sido peor que hubiese desplegado, como es el proyecto que
se esconde como alternativa a la Revolución Bolivariana, una estrategia
profundamente imbuida en el pensamiento neoliberal entregando el país a los
intereses tradicionales de Washington y del capitalismo mundial integrado?
Si usted sospecha que se está
aventurando a una lectura posmoderna (¡Y fíjese que a la derecha le ha dado por
hablar recientememnte de “dictadura posmoderna”!), habría que hablar mucho más
claro.
Frente a la “posmodernidad fofa”,
que abunda en algunos espacios académicos, hay que reclamarse heredero de un
Proyecto Inconcluso: la “teoría crítica radical”. No se trata de una
“moderación comunicativa” de la ilustración europea vía Jürgen Habermas (el
“Bernstein socialdemócrata” de la racionalidad comunicativa), sino de una
radicalización de la Ilustración en clave de descolonización, por un lado;
además en clave de poder constituyente del desacuerdo, de la diferencia y del
disenso como elementos constitutivos de una democracia de alta intensidad. El
debate sobre el consenso, sobre negociaciones y acuerdos es relevante desde el
punto de vista de la política, pero el debate sobre el disenso, sobre el desacuerdo,
la pluralidad, la polarización y los lugares de la tolerancia son claves de lo
político, incluso sobre aquellos discursos que traen a colación el término
“totalitarismo”. ¿Hemos reconstruido la genealogía política del debate sobre el
totalitarismo?
Alguna derecha dirá sobre la
existencia de disensos en la esfera pública: ¡A pesar de Chávez! Alguna
izquierda dirá: demasiada consideración liberal-democrática con la derecha,
entremos en materia de “revolución jacobina”. ¿Cuándo decretaremos la
superación de la revolución democrática, pacífica, electoral y constitucional?
Pero mientras Chávez estuvo al frente de la revolución bolivariana, existió más
bulla sobre el totalitarismo que cabuya. Quizás no piso los peines.
Claro está, al estalinismo
burocrático ni a la derecha más rancia les gusta mucho eso de “democracia social
y radical” como dijo Chávez en alguna de sus intervenciones, en el mejor de los
casos, consideran estas frases como un disfraz de la voluntad de poder, como
una recaída en el liberalismo democrático (cuando no un “antifaz del
comunismo”. En el peor de los casos, se coloca a esa democracia radical y
social en las antípodas de la concentración de las decisiones fundamentales en
un “partido único” y su “comité central”. Ciertamente hay afinidades electivas
entre la cultura política del “Estado Mayor” y la cultura política del
leninismo organizativo y su “Comité Central”. De modo que la “democracia
radical” siempre ha estado tensionada por lo que algunos han llamado la
“pragmática del poder”: ¿Quién gobierna? ¿Quién decide? ¿Quién ejerce el poder?
¿Quién representa a quién?
Todavía recuerdo cuando les decía
a algunos amigos, con los que hablo cada vez menos, que la democracia
socialista no era “anti-liberal” (como ciertos intelectuales de la revolución conservadora
plantearon) sino “post-liberal”: se echaron a reír luego de fruncir el ceño
(¡Al menos los hice reír!).
Esta anécdota la traigo al caso
para señalar que existen algunas inercias ideológicas que consideran que ser
revolucionario es ser profundamente anti-liberal (eso de criticar la
“democracia liberal-burguesa” en nombre de la “democracia popular” con el viejo
léxico del marxismo soviético). Pero por ese camino, creo, se llegará al dicho
de que los extremos se tocan: el viejo conservadurismo con el radicalismo de
cierta izquierda jacobina frotarán sus lomos, como los asnos. De nuevo,
escuchamos a los que beben un trago bolchevique mezclado con Carl Schmidt.
¡Salud, amigos!
Por tanto, ¿qué muestran los
experimentos de quiebre de los automatismos psíquicos de izquierda? Que los
“revolucionarios” están profundamente apegados a marcos, guiones y relatos,
anclados en sedimentaciones instituidas por la tradición venerada de izquierda
(no podemos excluirnos de este drama). Hay muy poca creatividad teórica, hay
mucha caligrafía del pensamiento de lo-ya-pensado. ¿Y así se hacen
revoluciones?
Aquí recuerdo a Rigoberto Lanz
cuando decía algo así como que el principal obstáculo del “pensamiento
revolucionario” son los “hábitos mentales de los revolucionarios”: sus
prejuicios, estereotipos, clichés, gramáticas y representaciones. ¿Cómo salir
de este pantano?
Mientras mayor “caligrafía”
(calco y copia) de la tradición de pensamiento revolucionario: con sus creencias,
ideas y valores limitantes, mayor incapacidad de re-pensar la estrategia
política para la coyuntura. En vez de creencias limitantes, las izquierdas
requieren de creencias potentes. Las coyunturas exigen mucho más que dogmas,
clichés y consignas, exigen poner a prueba la actividad pensante, la capacidad
de reflexionar críticamente en situación para alterarla a favor de una
“estrategia de poder” referenciada por un nuevo referente histórico.
Un análisis de coyuntura que
sirve para debilitar, dividir, fraccionar, des-acumular fuerzas, parece un
“virus informático” instalado por los oponentes. ¡Por allí no van los tiros,
compadre!
No se trata entonces de un
esfuerzo baladí, sino de llamar a recrear activamente las tradiciones desde las
cuales se imagina y piensa la izquierda en todas sus manifestaciones, así como
dar cuenta de las cegueras en el archipiélago de interpretaciones. ¿En función
de qué? En función de contribuir a construir algo análogo al Frente único
leninista; es decir, el “instrumento
político” que Chávez imaginó más allá de los partidos (incluso de los más adecos (masas) y leninistas
(cuadros)) y de la sectorización inevitable de cierto corporativismo-particularismo
de los movimientos sociales. A ese instrumento lo llamó “Gran Polo
Patriótico-Simón Bolívar”.
Allí quedó el significante y la
semilla: ¿Quién recogerá el fruto, quién regará el árbol, quién le limpiará el
monte? ¿O simplemente se secará y quedará como las últimas cartas de Bolívar,
preñadas de desilusión y sensación de fracaso?
Por cierto, un alerta. Si se
pretendiera (como se ha hecho) hegemonizar este espacio desde una visión
unilateral será una completa farsa, un simulacro de unidad. Su misión, en
cambio, fue proyectada más allá de alianzas electorales circunstanciales, bajo
la tesis de construir un polo revolucionario y patriótico de poder. Más allá de
los partidos, incluido el PSUV, y más allá de suponer que el ombligo de cada
quién, de cada grupo, de cada seña de identidad, de cada pelea por una cuota de
poder, es el ombligo del mundo. El GPP es un instrumento de acumulación de
fuerzas y de articulación de una nueva hegemonía democrática, escúchese bien:
democrática. ¿Sabe usted cual es la diferencia de esta hegemonía con la
hegemonía autoritaria?
Lo peor que le puede ocurrir a
las izquierdas venezolanas, ahora sin Chávez, es experimentar su futuro como un
futuro anterior; es decir ir al futuro echando pa´ atrás. “El estratega-hombre
del pueblo”, intento superar las incrustaciones dogmáticas, los sectarismos de
diverso pelaje, los oportunismos y pragmatismos de siempre. Todo esto conduce a
comportamientos de segregación y exclusión. También conduce a estrategias de
marca por diferenciación de mensajes, una suerte de leninismo, estalinismo o
trotskismo líquido. Pero de la diferenciación de mensajes a las opciones de
debilitamiento hay una delgada línea que hay que lograr analizar, para pisar
muy firme y salir del impasse, para no caer en peines, en campos minados.
¿No ha sido acaso la conducta de
algunas figuras de la dirección del PSUV una muestra de la existencia de rasgos
soberbios, de prácticas de segregación, de no consulta a otros factores políticos
aliados?
¿No es acaso el afán de
corrientes criticas como “Marea Socialista”, (con las cuales tengo
coincidencias en las preguntas que lanzan de modo angustioso) un síntoma de
malestares que plantean que esto no va bien, un índice adicional al hecho de
que también muy pocos parecen arrimarle
su contribución al “fuego sagrado” del GPP-SB?
No conviene personalizar y jugar
al esencialismo con la descripción de rasgos “autoritarios” o “críticos”. Las
personas no son sustancias inmóviles, pueden cambiar, pueden corregir actitudes
o equivocarse, pueden mejorar su potencial o empeorarlo, de modo que hay que
cuestionar las conductas o las acciones, no transformarlas en perfiles
ideológico-políticos de ciertos personajes. Para mi sigue siendo problemático que
no existan instancias de debate, ni siquiera que se metan en una suerte de
“retiro espiritual” por una semana los llamados “autoritarios” y “criticones” a
ventilar sus diferencias, cara a cara, sin tanta cámara, reflectores y
periodistas intrigantes de por medio. ¿Qué es diálogo entre revolucionarios?
¿Un monologo de los más vivos?
Pregunto ¿No hemos constatado las
aspiraciones y demandas de sectores intrigantes de la oposición para que el
campo bolivariano se debilite e incluso de divida?
¿Por qué goza una bola y parte de
otra la oposición si el chavismo se debilita, e incluso, se divide? ¿Por qué
ponen tantos reflectores y micrófonos a los más declaradores de la corriente
Marea Socialista? Yo le digo a los compañeros: ¿Cuidado con la tragedia de las
polillas? No se acerquen a la luz artificial que finalmente serán desorientados
y liquidados. No pierdan sus sistemas de orientación: ¿Son ustedes polillas?
De modo que hay que colocar el
análisis de coyuntura en su justo lugar, dejar de jugar al rol de “mariscales
de la derrota”. Mi apreciación es que aquí nadie lee en clave de “unidad
política de/en la diversidad” el discurso del 8 de diciembre de 2012 de Chávez.
Más bien impera la soberbia y los intentos de imposición, por cierto, a
contracorriente de las llamadas “Líneas Estratégicas de Acción Política” del
PSUV[12],
un documento cuya historia requiere algunas palabras y contextualizaciones
dados los desastrosos resultados electorales del año 2010.
Estos desastrosos resultados
fueron minimizados ciertamente por el espejismo[13] propagandístico de
los efectos benéficos de la modificación de la Ley electoral y por el cambio de
los circuitos, tal como se conoce en la literatura electoral comparada como:
efecto "Gerrymandering"; es decir, la redistribución de los límites
de las circunscripciones electorales, en función de resultados electorales
previos, para intentar favorecer a determinada tendencia política. No me vengan
con cuentos. Cualquiera conoce el uso de los eufemismos.
¿Acaso alguien ha evaluado qué AN
se hubiese constituido con otras condiciones electorales? ¿Acaso Chávez no
regaño, así sea a puerta cerrada, a aquellos que dijeron “victoria contundente”
en el 2010? No hubo tal “victoria contundente”.
Es decir, las señales indican que
no se apuesta políticamente a mantener la iniciativa política, a ampliar la
brecha electoral con base a la ofensiva política, la necesidad de construir
mayorías electorales significativas, de plasmar una hegemonía democrática. No,
se sigue depositando la confianza en los trucos y mañas electorales del
aparato, combinada con una movilización encuadrada desde arriba. Mala señal.
¿Quiénes advertirán más temprano que tarde que por esa vía se amplifican los
riesgos?
Pero léase bien: en el trasfondo
de la coyuntura también “participamos cuasi-místicamente” en este proceso
altamente fluido de sedimentar prejuicios a favor y en contra del “legado de
Chávez”. ¿Hasta cuándo invocar de modo demagógico el “legado de Chávez”, la
“lealtad hacia Chávez”, el “sueño de Chávez” encarnado en una táctica de
marketing político? Si usted abusa del marketing político en lo que quiere
llamar revolución, se quedara sólo con el marketing político.
A los historiadores del futuro
les tocará recolectar nuestras huellas. Ellos tratarán de encontrar la
“objetividad histórica”. Nosotros, estamos condenados a la finitud de nuestras
interpretaciones, a ponernos entonces en perspectiva.
VI.- ¿SOLO EL PUEBLO SALVA AL PUEBLO?
Nosotros, en mayor o menor
medida, estamos siendo interpelados e implicados en agenciamientos colectivos y
afectivos de enunciación. Estamos participando en el proceso
histórico-instituyente; es decir, no podemos dejar de dar cuenta del campo de
intervención de la subjetividad política en la historia-en-proceso-de-estructuración
(a pesar de los que suponen que están sostenidos por estructuras sin campo
abierto a coyunturas históricas o exigencias de la situación).
Si uno apuesta por una ontología
social donde los agenciamientos son los que abren las posibilidades de cambio,
uno participa en la construcción social, quiéralo o no. Si usted acepta o no
acepta las cosas tal como se desenvuelven, usted está actuando como un actor
más en el tablero. La no-decisión y la no-actuación también son decisión y
actuación. No hay fatalidad alguna en el presente histórico. Hay un campo de
posibilidades para los que respaldan el proceso bolivariano, para los que
luchan por reinventar la izquierda y el socialismo, como para aquellos que se
oponen a todo esto.
Estos conflictos políticos
traducen estratos más profundos, conmociones y dislocaciones que antes eran
directamente referidos a los intereses de grupos, sectores, clases y factores
de poder. De modo que la situación es muy fluida, mucho más de los que se imaginan
que “todo va bien”, y con muchas más posibilidades de los que creen que esto es
una catástrofe económica y política; que sólo
queda aplicar un “ajuste económico ortodoxo” y un “cambio de régimen”.
Entre el todo va bien y el todo va mal, caben muchos mundos, muchas
posibilidades y muchas acciones políticas.
Si algunas de las “interpretaciones
marxistas” tienen algo que decir que valga la pena en esta situación, es
aquello de que las “masas hacen la historia”, planteando la pertinencia de la
“filosofía de la praxis”, sobremanera en el espacio-tiempo político-coyuntural.
Hoy podríamos transformar aquel enunciado en: la “acción colectiva puede
intervenir en la historia constituyente”, ya no en la “historia constituida”.
Otros más plebeyos dirán: ¡Solo el pueblo salva al pueblo, aquí y ahora!
Ya en la trágica histórica de la
URSS no tenemos posibilidad alguna de intervenir, quizás podríamos
reinterpretar algunos acontecimientos. Pero en el drama político venezolano
todavía hay espacios, campos, dispositivos, diagramas de relaciones de fuerzas
para la intervención política: para producir acontecimientos y nuevas
situaciones. El año 2015 será la condensación de estas posibilidades, para
construir victorias o simplemente constatar los derroteros del desgaste, de la
desilusión, del desencanto con la promesa. Una derrota bolivariana en el 2015no
podrá ser imputada al pueblo bolivariano, de esto estoy seguro, sería una
derrota de su dirección política.
VII.- LAS HERENCIAS, SUS MANIPULACIONES Y VERDADES
Pero retomemos el rodeo inicial. ¿Qué
diferencia la situación testamentaria de Lenin de la situación testamentaria de
Chávez? Volvamos a Luciano Cánfora para no perder de vista el dilema entre
verdad y manipulación de un diminuto aspecto del “legado de Lenin”: su
“testamento político”.
Dice Cánfora:
“Los testamentos de los grandes
protagonistas son, por así decirlo, una carta a la posteridad, además de a los
coetáneos. Para los continuadores tanto como para los adversarios. Esto
explica el cuidado que algunos grandes constructores de nuevos regímenes han
tenido a la hora de protegerse contra intrusiones póstumas en su voluntad.
Tal es por ejemplo, el objeto de la meticulosa puesta en escena prevista por
Augusto (14 d. C.) con el fin de regular todo lo que por deseo suyo debía
ocurrir y leerse ante el Senado, convocado en sesión esencialmente
conmemorativa para escuchar sus últimas Palabras. Por ello, la custodia
de éstas, y en especial de ese sorprendente texto que resultó ser el Index rerum a se gestarum, le fue
confiada a la clarividente consorte, Livia, pero también al colegio de las
Vestales.”
Pues bien: ¿Acaso no se ha creado
un Instituto del pensamiento Hugo Chávez para proteger un legado, su herencia
político-ideológica? ¿Cumple acaso el papel de Livia y del Colegio de los
Vestales?:
“Las autoridades lanzaron
oficialmente el martes el Instituto de Altos Estudios del Pensamiento Político
de Hugo Rafael Chávez Frías en un acto
realizado a más de un año y medio de su fallecimiento. El lanzamiento se
realizó en el Archivo General de la
Nación donde estuvieron presentes algunos ministros, autoridades militares, y
dirigentes oficialistas. "Es una manera de continuar defendiendo el legado
de Chávez'', dijo a la prensa Adán Chávez, hermano mayor del fallecido
mandatario y gobernador del estado Barinas, al defender la creación del
instituto que comenzó actividades el mes pasado.” (Versión El Universal)[14].
“El Instituto de Altos Estudios
Hugo Chávez inició este martes sus mesas de trabajo en Caracas, con lo cual
marcó el lanzamiento oficial del organismo, dirigido a preservar el legado
del líder de la Revolución Bolivariana y promover líneas de investigación en
torno a su pensamiento. El presidente de la institución, Adán Chávez, hermano
mayor del comandante socialista, indicó en la instalación de la reunión que
esta primera etapa abarca ciclos de conferencias itinerantes en todo el país,
con una periodicidad de al menos 15 días; una serie de documentales y películas
o cine-foros, relacionadas con Chávez y la era bicentenaria; y el bautizo de
libros y otras publicaciones. El ministro para la Cultura, Reinaldo
Iturriza, resaltó la nueva forma de hacer política construida por el líder de
la Revolución Bolivariana, y exhortó a transmitir estos novedosos conceptos a
las generaciones más jóvenes.” (Versión ALBA ciudad)[15].
¡Ay de Chávez si se convierte en
archivo, en feria de libros, en conferencias y no en voluntad política del
pueblo construyendo el socialismo desde su praxis (unidad de teoría y práctica)!
Sigamos. Obviamente, un
“testamento” es de por sí un hecho histórico, dice Cánfora. ¿Pero es un hecho
político? Advierte Cánfora que puede ser objeto de autentificación, de
interpretación, de manipulación, de falsificación, de creación ex nihilo. ¿Existe
acaso una polémica abierta sobre autenticidades y falsificaciones? (Caso
“Programa de la Patria” y “Plan de la Patria”: “El Plan de la Patria fue
falsificado por la derecha interna” Por: Toby Valderrama y Antonio Aponte[16]).
Existen otras polémicas en sendas
cartas que no pueden barrerse bajo la alfombra (Temir Porras, Jorge Giordani).
Existen los sancionados, los segregados y los excluidos. Existen los silencios,
las censuras y autocensuras, repetimos, la actitud de barrer el sucio debajo de
la alfombra, de no agarrar el debate por los cuernos.
¿Quizás aparezcan en alguna
circunstancia documentos “inéditos” del propio Chávez? ¿No fue así que apareció
el testamento de Lenin? ¿Qué ocurrirá entonces? ¿Cambiará en algún sentido la
configuración de los acontecimientos?
Por ello conviene retener lo
planteado por Cánfora cuando cita el siguiente evento histórico:
“A finales de enero de 1976 la
agencia japonesa Sankei Shimbun publicó un Testamento de Zhou Enlai,
primer ministro chino desaparecido algunos días antes, el 8 de enero de 1976. La
sospecha de que se trataba de una falsificación comenzó a circular de inmediato.
Los temas tratados eran, en el mismo orden y a menudo con impresionantes
coincidencias verbales, los desarrollados por Zhou en la última entrevista que
concedió a Edgar Snow. Además, reflejaban de manera precisa el esquema de la
intervención de Deng Xiaoping en la sesión especial de las Naciones Unidas
sobre materias primas, en 1974. Encajada en el conjunto, brillaba también
una frase sobre el “papel del Partido” que se encuentra, idéntica, en el
informe leído por Zhou en la tribuna del X Congreso del Partido Comunista
Chino. Una sola inserción resultaba completamente nueva en el plano
conceptual: la necesaria prioridad de la industria pesada en el nuevo plan
quinquenal chino. ¿Para qué este montaje y en beneficio de quién? Una
ausencia proporcionaba, quizá, la clave: la ausencia de cualquier
referencia a las relaciones ruso-chinas, tema en los años previos y en el
periodo tardo-maoísta, lleno de durísimas polémicas. Una explicación plausible
del nada refinado pastiche era que se pudiese leer como mensaje de la facción
de Deng (muy leal a Zhou), entonces en trayectoria ascendente dentro del
Partido Comunista Chino, dirigido al interior y al exterior y también a la
URSS. De hecho, pocos días antes (24 de enero) el elogio de Zhou Enlai en la
televisión soviética había sorprendido a todos, después de años de ataques. El
falso testamento funcionó como un auténtico acontecimiento, a todos los efectos.”
Otro detalle, al utilizar una
“política de la memoria” que convierte los “legados” en “tesoros”, existe la
capacidad de salvaguardar la continuidad como uno de los secretos para la
conservación del poder (la Iglesia católica es un insigne e instructivo
ejemplo). Por ejemplo, plantea Cánfora que en el caso de la China post-Maoista se
ha conseguido en el ejercicio semiótico-narrativo de la alta dirección política
oficial no renegar de Mao, pese a haberse instaurado políticas antitéticas
respecto a las del “Gran Timonel” de la “Revolución Cultural”.
Así se ha conseguido mantener
unidos el mito y el imaginario político cada vez más desteñido y olvidado de
Mao, con el mito y el imaginario político bastante más significativo, eficaz y
actual de Deng. Repetimos, se trata de una eficaz “política de la memoria”
para uso de un “proyecto de renovación política”.
Para Cánfora, las dos historias
paralelas de la URSS y de China popular se convierten así en un ejemplo de manual
de cómo se pierde o se conserva el poder. En la URSS han sido necesarios
dos traumas, dos claras rupturas (el XX Congreso en 1956 y la perestroika en
1986-1989) para destruir el Estado formado tras la Revolución de 1917 y gracias
a ella.
En China la ruptura deseada por
Mao (1966, la Revolución Cultural), corría el riesgo de obtener un resultado
similar. Pero los grandes tutores de la continuidad, Zhou y Deng, pese a ser
arrinconados en la estrategia maoísta (y ésta es una peculiaridad de la
historia china que no debe perderse de vista), tuvieron éxito en el milagro
del cambio total sin retractaciones, rupturas o eliminaciones irreparables.
¿Acaso no hay paralelismos con un
debate manifiesto, latente e inconsciente, sobre el lugar de la relación entre
Chávez-Maduro-Cabello en las coordenadas de interpretación del Legado de Chávez?
Uno escucha decir, ¡Es que hay que gente que no entiende, se trata de conservar
el poder!
¿No se trata acaso de la misma
inquietud planteada por Maquiavelo al analizar los resortes de las acciones por
alcanzar, consolidar y mantener o conservar el poder?
Del mismo modo, podríamos trazar
algunos paralelismos históricos sobre recientes sucesos que apuntan a una
“contradicción secundaría” (que actualmente pretende alcanzar en el imaginario
político de sus actores, una suerte de estatus de “contradicción principal”):
¿No existe acaso en esta bulla con la corriente “Marea Socialista” una suerte
de revival de los acontecimientos que marcaron en 1927 la expulsión definitiva
de la “plataforma de oposición conjunta”, en su enconada lucha contra la
burocratización estalinista del proceso de gobierno soviético?
¿No estaría tramitando la
plataforma de oposición en la URSS temas no resueltos asociados al Testamento
de Lenin?
Una corriente electoralmente no
significativa en las elecciones internas del PSUV, ¿Aspira a convertirse por
una suerte de efecto “nuevo sujeto histórico” en un polo de referencia
electoral para el “chavismo descontento”? Malas señales.
Debemos advertirlo. No faltarán
quienes digan, como Marx en el 18 Brumario de Luis Bonaparte: “Hegel dice en
alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal
aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como
tragedia y la otra como farsa.”[17]
¿Cuál es la farsa? Desde mi punto
de vista sigue siendo no leer en clave de amplia unidad política y de
articulación hegemónica de fuerzas políticas y sociales el discurso de Chávez
del 8-12-2012 para aportar a consolidar el GPP-SB. Claro que podría
equivocarme.
¿Serán las revoluciones del siglo
XX verdaderas tragedias, con un teatrología del poder marcada por conductas
heroicas, con actos radicales que dislocaban los registros simbólicos,
imaginarios e ideológicas dominantes, mientras los socialismos del siglo XXI
parecen estar más cerca del estatuto de la farsa o de la impostura?
Sin embargo, cabe tomar nota de
los datos de la coyuntura histórica, repito muy fluida, pues es a partir de
pequeñas situaciones, de micro-historias, de maniobras moleculares, casi
imperceptibles, que se van tejiendo los hilos microscópicos de las relaciones
de poder, de saber y de verdad en una sociedad. También se van tejiendo las
posibilidades reales de alcanzar victorias y simplemente de anticipar de calle un
escenario para derrotas políticas.
VIII.- ¿POR QUÉ APELAR EN ESTE CONTEXTO A LA GENEALOGÍA DEL PODER?
BIENVENIDO FOUCAULT
No hay que olvidar aquí las
contribuciones de Michel Foucault al estudio de las genealogías del poder[18], contribuciones
para una plataforma de teorías críticas contra-hegemónicas, que no requieren de
purismos que lleven a segregar los discursos de Marx y de Foucault frente a la
historia de los acontecimientos y eventos en pleno desarrollo:
“La genealogía es gris; es
meticulosa y pacientemente documentalista. Trabaja sobre sendas
embrolladas, garabateadas, muchas veces reescritas. Paul Ree se equivoca, como
los ingleses, al describir las génesis lineales, al ordenar, por ejemplo, con
la única preocupación de la utilidad, toda la historia de la moral: como si
las palabras hubiesen guardado su sentido, los deseos su dirección, las ideas
su lógica; como si este mundo de cosas dichas y queridas no hubiese conocido
invasiones, luchas, rapiñas, disfraces, trampas. De aquí se deriva para la
genealogía una tarea indispensable: percibir la singularidad de los sucesos,
fuera de toda finalidad monótona; encontrarlos allí donde menos se espera y en
aquello que pasa desapercibido por no tener nada de historia --los
sentimientos, el amor, la conciencia, los instintos--, captar su retorno, pero
en absoluto para trazar la curva lenta de una evolución, sino para reencontrar
las diferentes escenas en las que han jugado diferentes papeles; definir
incluso el punto de su ausencia, el momento en el que no han tenido lugar.”
Claro que en la historia de los
poderes y resistencias, para percibir la singularidad de los acontecimientos
fuera de toda finalidad monótona, “hay este mundo de cosas dichas y queridas”,
ese terreno de “invasiones, luchas, rapiñas, disfraces, trampas”.
Lo que se encuentra al comienzo
histórico de las cosas es la discordia, no la identidad, están los
azares de los comienzos, los bajos fondos. La historia, con sus intensidades,
sus debilidades, sus furores secretos, sus grandes agitaciones febriles y sus
síncopes, es el cuerpo mismo del devenir. Como ha planteado críticamente
Foucault (siguiendo en esto a Nietzsche): hay que ser ingenuamente metafísico
para buscarle un alma en la lejana idealidad del origen, mientras propone el
análisis de la procedencia que permite disociar al yo y hacer pulular, en
los lugares y plazas de su síntesis vacía, mil sucesos perdidos hasta ahora.
Una historia rizomática más que metafísico-arborescente, podría decir
Deleuze. Es allí donde se tejen otras posibilidades.
De modo que el examen de la
procedencia en la genealogía del poder permite también encontrar bajo el
aspecto único de un carácter, o de un concepto, la proliferación de sucesos
a través de los cuales (gracias a los que, contra los que) se han formado. No
hay que establecer una gran continuidad, nada que se asemeje a la evolución de
una especie, al destino de un pueblo, sino mantener la atención en la
dispersión, percibir los accidentes, las desviaciones ínfimas, los fallos de
apreciación, los malos cálculos que han producido aquello que existe y es
válido para nosotros; es descubrir que en la raíz de lo que conocemos y de
lo que somos no están en absoluto la verdad ni el ser, sino la exterioridad
del accidente.
Por esto sin duda todo origen de
la moral (y de la voluntad de poder), desde
el momento en que no es venerable se convierte en posibilidad de crítica.
Las opciones son claras: veneración de la memoria oficiosa estructurada desde un
aparato político-estatal o la apertura a cuestionamientos y reinterpretaciones.
¿Qué es lo que está amenazado
entonces en las idealidades de la conmemoración, en los rituales de
asentimiento, en los cálculos para alcanzar, aumentar, mantener y defender el
poder, en realizar diversas maniobras para legitimarlo, lo que significa sedimentarlo,
afianzarlo, establecerlo, instituirlo?
Lo que está amenazado es la
singularidad del acontecimiento de la crítica, la posibilidad de disenso, las
resistencias, la inversión y contestación de las relaciones de fuerzas, lo
que se intenta capturar y neutralizar a partir de la puesta en escena de
diversos procedimientos más policiales que políticos, es la
emergencia de lo in-calculado por una voluntad de poder frente a otras. En
definitiva se trata de no mirar frente la impostura asumida con relación a la
“consolidación de la democracia participativa y protagónica”. ¿Estamos de
veras consolidando la democracia participativa y protagónica? ¿Vamos rumbo
a la democracia socialista? ¿Llegaremos allí arreados como un “rebaño electoral”?
No creo que ese sea el legado de Chávez. ¿O sí?
IX.-LA FALSIFICACIÓN DE LA CARTA DE LENIN
Pongamos otro ejemplo sobre la
exterioridad de los accidentes en los legados: ¿Quién recuerda la carta de
Lenin al Congreso, dictada por partes, entre el 23 de diciembre de 1922 y el 4
de enero de 1923, en cuya propuesta está la de destituir a Stalin de la
secretaría general del Partido y aceptar, sólo parcialmente, las propuestas de
Trotski sobre el GOSPLAN?
¿Qué tiene que ver esta
singularidad, de ser verídica, con el mito construido y creído fanáticamente
del llamado leninismo-estalinismo, desplegado como “marxismo-leninismo”
posteriormente: narrativa oficial de legitimación del PCUS en la URSS?
Hay “marxistas estructuralistas”
(que en una época se definían como marxista-leninistas) que prefieren pasar por
alto los accidentes, los azares, las contingencias, los pequeños detalles
intrascendentes, como lo serían incluso las pasiones de la política, los
afectos de antipatías y simpatías personales. Esto no invierte una especial
consideración por lo estructural, hacia el evento singular, hacia el chisme,
hacía lo episódico, sino que complejiza justamente las relaciones entre los
acontecimientos microscópicos (episodios) y los fenómenos molares (coyunturas y
estructuras); entre las pequeñas decisiones y los conflictos de clases,
sectores, grupos y factores de poder, hasta llegar a llenar de carne y sangre
las “grandes estructuras y las grandes comparaciones”.
La evidencia histórica disponible
señala que un segundo texto que forma parte del testamento de Lenin dictado a
la misma secretaria Volodícheva en los dos días siguientes, 24 y 25 de
diciembre, afronta directamente la cuestión del enfrentamiento Trotski-Stalin,
pero sin llegar a una propuesta. También se examina allí a otros líderes, se
pueden leer los nombres de Zinoviev, Kamenev, Bujarin y Piatákov, pero la
atención se concentra sobre estos dos (Stalin-Trotsky), que de hecho vuelven a
aparecer en la frase final del breve añadido del 25 de diciembre, donde Lenin
precisa, casi como queriendo frenar (sus propias) decisiones precipitadas, que
estas observaciones “están hechas sólo para el momento actual, en la
eventualidad de que estos dos destacados y fieles militantes no encuentren
ocasión de completar sus conocimientos y corregir su unilateral formación”.
Esa era la visión de Lenin: estos
“dos destacados y fieles militantes” (es decir, para Lenin ambos eran fieles
y destacados) deben completar sus conocimientos y corregir su unilateral
formación. La voz de Lenin es la caligrafía de la autoridad pedagógica.
Lenin sería el Maestro: Trotsky y Stalin, discípulos que no están preparados
aún, pero que están por encima de Bujarin, Zinoniev, Kamenev y Piatakov.
Lenin había definido ya como “los
dos jefes más destacados del actual Comité Central” en la primera parte de las
notas (fechadas el 24 de diciembre) al esbozar su perfil. En lo que respecta a
Stalin sin embargo, lanza una voz de alarma: “Convertido en secretario general,
ha concentrado en sus manos un inmenso poder, y yo –escribe– no estoy seguro
de que sepa servirse siempre de él con la suficiente prudencia”. Una
primera alerta sobre Stalin, que no podemos dejar pasar por alto.
Retrospectivamente, podemos decir
que la inquietud de Lenin, sobre las ambiciones y el uso del poder en manos de
Stalin fue confirmada. Pero esto no da pie a escoger automáticamente a
Trotsky como “natural sucesor”, aunque reconozca el mismo Lenin que “es quizás
el más capaz de los miembros del actual C.C.” reprochándole también:
“Tiene también una excesiva seguridad en
sí mismo” además de “una tendencia excesiva a considerar el lado puramente
administrativo de los problemas”. Este es el crudo problema de las
sucesiones testamentarias de poder elaboradas en vida. ¿A quién elegir y con
cuales criterios?
De modo que más que la ansiada
búsqueda de un sucesor, cabría analizar las dinámicas de lo que inicialmente
fue una suerte de Directorio Político Colegiado, con micro-alianzas y
micro-conflictos, cruzados por grandes contradicciones sociales y políticas de
clases, así como el decurso de la URSS frente al sistema internacional.
La sedimentación de las tácticas
de signos y de las luchas fue colocando el asunto en el eje Stalin-Trotsky o
Trotsky-Stalin según las conveniencias de los simpatizantes de lado y lado. Sin
duda, no conviene volver invisible e inaudible aquel párrafo de Lenin que
expresa la intención “de pensar en la manera de quitar a Stalin del cargo de
secretario general” del Partido, con la esperanza de encontrar a uno “más
tolerante, más leal, más cortés y más atento con los compañeros, menos
caprichoso”.
¿Significaba esta apreciación
que Stalin no era analizado como el natural sucesor del liderazgo de Lenin?
Esta parece ser la posición de Cánfora.
También Cánfora se detiene a
analizar la transmisión, difusión y conservación de estas cartas de Lenin
llegando a la conclusión del papel de Krupskaia (la esposa de Lenin) ante la
engañosa tesis según la cual el mismo Lenin habría dado a esta Carta al
Congreso. Otra versión sostiene que “inicialmente” Lenin habría escondido aquel
addendum incluso a Krupskaia. Pero poco a poco aparecen detalles de la historia efectiva. Otro
micro-acontecimiento que debe retenerse involucra a Lenin enviando una dura
carta a Stalin, el 5 de marzo de 1923, en la que le amenazaba con la ruptura de
relaciones de no recibir sus excusas por escrito, tras la violencia verbal con
la que había tratado a Krupskaia durante una llamada telefónica.
Sorprendentemente, para Cánfora, Stalin cumplió inmediatamente con la petición.
Pero cuando comienza el Congreso
a mediados de abril Lenin está de nuevo paralizado físicamente (no se conoce
nada más suyo hasta su muerte, el 21 de enero de 1924): “Estaba inhabilitado
físicamente y los documentos en los que recomendaba la revocación de Stalin de
su cargo quedaron bajo llave hasta algún tiempo después de su muerte, ocurrida
en enero de 1924”.
Según la versión oficiosa,
Krupskaia habría presentado al C. C. y hecho llegar directamente a Stalin la
Carta al Congreso no antes del 18 de mayo de 1924, precisando en una nota
agregada al texto que “Vladimir Ilich había expresado el firme deseo de que
después de su muerte estas notas fueran mostradas en el próximo Congreso del
Partido”[19].
Cánfora señala: “Si lo que
escribe Krupskaia fuese exacto, debería deducirse que el mismo Lenin dudó,
tras la rápida carta de “excusas” de Stalin del 5 de marzo de 1923, en llevar
hasta el final, en el XII Congreso, la operación de cambio de secretario
general. ¿Prefirió esperar?
Ahora probablemente sabemos con
mayor certeza que no es así. En julio de 1991 un joven historiador, Yuri
Buranov, encontró en el archivo del PCUS el acuse de recibo que acompañaba a
todo el material, incluido el addendum del 4 de enero: está fechado en “Moscú,
7 de junio de 1923”. El recibo viene de Kuibishev, un hombre de toda
confianza de Stalin además de secretario del C. C. y está dirigido a
Kamenev, en aquel momento aliado de Stalin.
Buranov encuentra otros detalles
como la copia manuscrita de Alilúyeva y vio que allí, en el párrafo sobre el
GOSPLAN, faltaba una frase. Se creía que Lenin había escrito: “Pienso
proponer a la atención del Congreso que se dé, en ciertas condiciones, un
carácter legislativo a las decisiones del GOSPLAN, encontrándome a este
respecto junto al camarada Trotski hasta cierto punto y en ciertas condiciones”.
Sin embargo, en el ejemplar
transcrito por Alilúyeva y rescatado por Buranov, faltan estas últimas
palabras. La hipótesis de Cánfora de
una intervención por orden de Stalin con el fin de atenuar la sugerencia de
Lenin de “ir junto a” Trotski parece la más probable.
Para ser eficaz, la manipulación
del texto tenía que realizarse inmediatamente, antes de que se realizaran las
cinco copias, ya que una de éstas debía depositarse en el archivo personal de
Lenin y hubiera podido “crear incomodidades en el futuro”.
Según Cánfora un fenómeno similar
debe de haberse producido también con la nota dictada por Lenin al día
siguiente (24 de diciembre). La prueba que permite la comparación textual (es
decir, la copia de Alilúyeva) ha sobrevivido. Pero gracias a las entrevistas
realizadas por Bek, de acuerdo a Cánfora, los dictados de los días
inmediatamente posteriores también fueron entregados rápidamente a Stalin.
Naturalmente, la escena descrita
(Volodícheva, sin órdenes precisas, se dirige a Stalin) está preñada de implicaciones.
No es poco razonable pensar que Stalin intentara controlar el trabajo de
Lenin (entre los dos existía un creciente desentendimiento respecto a
puntos cruciales, como la cuestión georgiana) y que Volodícheva fuese un
eslabón de tal “red de control”. Así se juega el poder de los actores, con
micro-acontecimientos, micro-controles y con micro-decisiones.
Existen tantas versiones del
llamado testamento de Lenin que vale la pena referirse a la primera publicación
soviética “oficial”, en la versión difundida por Komunist (número 9, 30 de
junio de 1956) en el contexto de la “desestalinización” promovida por el XX
Congreso del PCUS (febrero de 1956):
“No seguiré caracterizando a los
demás miembros del C. C. por sus cualidades personales. Recordaré solamente
que el episodio de Zinoviev y Kamenev en octubre no es, naturalmente, una
casualidad y que de esto se les puede culpar personalmente tan poco como a
Trotski de su no bolchevismo.”
Allí se produjo el estallido, la
bifurcación: ¿Cómo interpretar tal párrafo?
X.- LA IMPORTANCIA DEL XV CONGRESO DEL PCUS
Llegamos a un punto vital, para
lo que será a la postre, la historia de encuentros y desencuentros de la
izquierda bolchevique mundial. La ambigüedad de la frase es casi perfecta:
la frase final puede (y quizá debe) ser entendida, de acuerdo a Cánfora, en el
sentido de que “les imputamos aquellas culpas menos de lo que sin embargo
deberíamos”, o puede significar que “se les imputan tan poco como el no
bolchevismo a Trotski”, queriendo decir que efectivamente no merecen serles imputadas.
Para Cánfora, se dieron
inmediatamente ambas interpretaciones. Pero la interpretación que adquirió más
fuerza histórica fue la descalificación de Trotsky por sus antecedentes
no bolcheviques.
He allí la importancia de la
“fuerza de las palabras” en el campo de la historia y la centralidad de la
“procedencia” para analizar una genealogía de poder.
El no bolchevismo de Trotsky,
será un tema central de posteriores estigmatizaciones. Mientras efectivamente
Trotsky puede y debe ser duramente cuestionado por sus actos durante la
rebelión de Kronsdat, entre otros acontecimientos (el “jacobinismo” de los
bolcheviques es un punto de debate central), la tesis de su no bolchevismo incluso
después de 1917, es sacado de una caja de trucos a favor de Bujarin y Stalin.
Mientras Lenin también decía que
eran “dirigentes destacados y fieles”, el pasado no bolchevique de Trotsky lo
coloca en desventaja ante Stalin. De “dirigente fiel” paso a ser “no
bolchevique” por arte retórico de Stalin.
Pregunta Cánfora: ¿qué hace ahí,
en ese punto, ese párrafo tan puntillosamente retrospectivo, en el que sobre
todo se vuelve a Trotski cuyo “perfil” había sido analizado ya dos párrafos
antes? Dice Cánfora que esa es la pregunta que se hacía ya Moshe Lewin en su ensayo
de 1967 Le dernier combat de Lénine.
¡Un párrafo expresado, además, tan ambiguamente como para dar pábulo, en el
enfrentamiento que enseguida se abrió, a dos interpretaciones opuestas!
(Y Stalin no era inexperto en lingüística.)
De aquel texto hubo enseguida
numerosas traducciones y publicaciones, oficiosas y semioficiales. Pese a que
la lectura de la Carta de Lenin al Congreso se realizó a puerta cerrada y en
sesiones restringidas del XIII Congreso (21 de mayo de 1924), ya el 24 de
julio el periódico menchevique Socialisticesky Vestnik, que se imprimía en
Berlín, era capaz de publicar amplios extractos. Evidentemente no todos los
delegados implicados mantuvieron el secreto al que se habían comprometido.
Relata Cánfora: el texto fue
rápidamente publicado por el escritor Max Eastman, en la época admirador de
Trotski, en un libro titulado Since Lenin died (Nueva York, 1925),
inmediatamente traducido al francés por Gallimard (Depuis la mort de Lénine).
Mientras, desde la oposición, o
posiblemente fuera el propio Trotski, se le hizo llegar a Eastman el texto
completo del que se disponía. Éste lo publicó en el New York Times del 18 de
octubre de 1926. Pero puesto que el compromiso adquirido a puerta cerrada
era que el texto no fuera hecho público, Trotski se encontró en la situación de
tener que desautorizar, en el periódico del partido, Bolshevik, a Eastman y
proclamar que era “una calumnia contra el C. C. del partido” afirmar que
hubiesen sido “escondidos por el Partido documentos excepcionalmente
importantes escritos por Lenin” y que en todo caso “todos los rumores
sobre la ocultación o la violación de un testamento (de Lenin) son invenciones
malintencionadas”.
Como vemos, cada actor asume sus posturas
acomodaticias ante los acontecimientos sobrevenidos. Relata Cánfora que
alrededor de un año más tarde, en vista ya del XV Congreso del PCUS (2-9 de
diciembre de 1927), la Carta al Congreso volvió con fuerza en el
enfrentamiento entre la mayoría estalinista y la plataforma de la oposición.
Puede desprenderse de toda esta
polémica interpretativa que: Stalin se apoya en el Testamento de Lenin
precisamente por ese párrafo que en todo caso reprocha a Trotski su “no
bolchevismo”, mientras Trotski se apoya en el addendum que solicitaba el alejamiento
de Stalin de la Secretaría del Partido.
El eje polémico Trotsky-Stalin
adquiere inusitada intensidad. La fuerza de las palabras llegará a la
posteridad con la existencia de dos Internacionales: la tercera y la cuarta
internacionales. Ambas se reclaman del legado leninista.
Plantea Cánfora a la luz del
descubrimiento de Buranov y de las reveladoras declaraciones de Volodícheva a
Alexander Bek: fueron probables las manipulaciones textuales efectuadas por
Stalin cuando le llegó el texto dictado por Lenin el 24 de diciembre. Intervino
así con un mínimo retoque invirtiendo el sentido de algunas frases. Como se
dice más comúnmente: el diablo se esconde en los detalles.
Desaparecido Lenin, aproximándose
ya el XIII Congreso, nos encontramos en plena lucha por la “sucesión”.
Augusto y Livia lo habían
dispuesto todo para dejar claro que el sucesor era Tiberio, el hijo de Livia
(no muy querido por Augusto). Entonces, la escena preparada por los dos viejos
cónyuges fue perfecta, y se representó a la perfección: fue el mismo Tiberio el
que leyó frente al Senado las últimas y detalladas (y amenazadoras, a buen
entendedor) voluntades del padre.
XI.- LA IMPORTANCIA DEL DISCURSO DE CHAVEZ EL 8 DE DICIEMBRE DE 2012
De modo que el 8 de diciembre del
año 2012[20],
presenciamos un acto con una semejante significación política en Venezuela: Chávez,
como Augusto, señaló quien era su escogido, al menos para un primer período
presidencial:
“Pero yo quiero decir algo,
quiero decir algo, aunque suene duro, pero yo quiero y debo decirlo, debo
decirlo. Si como dice la Constitución, cómo es que dice, si se presentara
alguna circunstancia sobrevenida, así dice la Constitución, que a mí me
inhabilite, óigaseme bien, para continuar al frente de la Presidencia de la
República Bolivariana de Venezuela, bien sea para terminar, en los pocos días
que quedan… ¿Cuánto?, ¿un mes? Hoy es… Sí, un mes, un mes.
Presidente de la Asamblea
Nacional, Diosdado Cabello: Treinta y dos días.
Presidente Chávez Y sobre todo
para asumir el nuevo período para el cual fui electo por ustedes, por la gran
mayoría de ustedes, si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna
manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir, como manda la
Constitución, el período; sino que mi opinión firme, plena como la luna llena,
irrevocable, absoluta, total, es que —en ese escenario que obligaría a convocar
como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales— ustedes elijan
a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Yo
se los pido desde mi corazón.”
Y más adelante agrega:
“(…) nosotros debemos garantizar
la marcha de la Revolución Bolivariana, la marcha victoriosa de esta
Revolución, construyendo la democracia nueva, que aquí está ordenada por el
pueblo en Constituyente; construyendo la vía venezolana al socialismo, con
amplia participación, en amplias libertades, que se están demostrando una vez
más en esta campaña electoral para gobernadores, con candidaturas por aquí y
candidaturas por allá. Libertades. En plenas libertades. En el marco de
este mensaje, que por supuesto jamás hubiese querido transmitirles a ustedes,
porque me da mucho dolor en verdad que esta situación cause dolor, cause
angustia a millones de ustedes, pues, que hemos venido conformando una
sólida… un solo ente, porque como decíamos y decimos, ya en verdad Chávez
no es este ser humano solamente, Chávez es un gran colectivo, como decía el
eslogan de la campaña: ¡Chávez, corazón del pueblo! Y el pueblo está aquí en el
corazón de Chávez.”
Y sobre la unidad, ya
Chávez había advertido:
“Si en algo debo insistir en
este nuevo escenario, en esta nueva batalla, en este nuevo trance —diría un
llanero por allá— bueno es en fortalecer la unidad nacional, la unidad de todas
las fuerzas populares, la unidad de todas las fuerzas revolucionarias, la
unidad de toda la Fuerza Armada, mis queridos soldados, camaradas,
compañeros; la unidad del Ejército, mi Ejército, mi amado Ejército. El
Ejército, la Marina, mí amada Marina. Digo porque los adversarios, los
enemigos del país no descasan ni descansarán en la intriga, en trata de
dividir, y sobre todo aprovechando circunstancias como estas, pues. Entonces,
¿cuál es nuestra respuesta? Unidad, unidad y más unidad. ¡Esa debe ser
nuestra divisa! Mi amada Fuerza Aérea, mi amada Guardia Nacional, mi amada
Milicia. ¡La unidad, la unidad, la unidad!
El Partido Socialista Unido de
Venezuela, los partidos aliados, el Gran Polo Patriótico, las corrientes
populares revolucionarias, las corrientes nacionalistas. ¡Unidad, unidad,
unidad! ¡Unidad! Decía Bolívar: “Unámonos o la anarquía nos devorará, sólo la
unidad nos falta —dijo después, o antes había dicho— para completar la obra de
nuestra regeneración…”.”
En el discurso no hay modo de
salirse por la tangente: Claridad en la sucesión de Chávez a Maduro con
su contextualización necesaria (Dirigiendo, junto al pueblo siempre y
subordinado a los intereses del pueblo, los destinos de esta Patria.), claridad
en la construcción de la unidad política y cívico-militar, claridad en
los contenidos del socialismo (construyendo la vía venezolana al
socialismo, con amplia participación, en amplias libertades).
¿Quiénes no han entendido aún
este aspecto del testamento político de Chávez?
XII.- DETALLES QUE NO SE HAN APRENDIDO DE LA URSS
Volvamos a la URSS. Para Cánfora.
El testamento de Lenin se inclinaba entrelineas muchos más por una posible
designación, aunque no abiertamente, de Trotski. Pero cuando esta
dubitativa elección suya se hace pública, las relaciones de fuerza ya no son
favorables.
El funeral de Lenin, solemne y
cargado de ritualidad, fue en contraposición a Trotsky un triunfo para Stalin. Trotski
estaba ausente, en pleno viaje para pasar una temporada de descanso en el
Cáucaso. Siempre sostuvo haber sido engañado por Stalin sobre la fecha del
funeral. De modo, que el ausente del ritual, fue debilitado en “su lealtad
simbólica”. Dirían los estalinistas: ¡Claro, si no era bolchevique!
Cuando más tarde en 1926, ante el
inminente XV Congreso, la oposición decidió divulgar el Testamento (pese a la
dura crítica que parecía contener precisamente contra aquellos que eran ya los
tres líderes de la oposición) y Trotski pidió a voz en grito que se
cumpliese la petición de Lenin de alejar a Stalin de la Secretaría general del
partido, la astucia de Stalin tuvo otra oportunidad de oro.
En el pleno del C.C. del 23 de
octubre su contraataque, gracias al texto manipulado y ya en manos de todos,
fue perfecto. Es cierto, vino a decir, “soy rudo y violento contra aquellos
que mediante engaños y violencia quieren dividir al Partido. Contra estos yo
solo sé ser rudo y violento”.
Una verdadera pieza maestra de
maquiavelismo político, justificar la rudeza y violencia bajo la misión
trascendental de mantener la “unidad del partido”.
Pero entrelineas se estaba disputando
la continuidad de Stalin en la secretaria del partido, no la unidad del
partido. Stalin transformó la escena política con la “fuerza de las
palabras”, pasó a ser la “garantía de unidad del partido”, quien controlaba de
hecho todas las estructuras del Aparato Político y del Estado.
La conclusión es clara: no se
trataba de vociferar verdades, sino de controlar el poder del Aparato.
Allí Trotsky encontró su derrota: defendió su verdad, aunque no entendió que
había una gran desventaja en las relaciones de fuerzas. Hoy podríamos decir:
¡Era el poder, estúpido!
En nombre de la pura lealtad a
la procedencia bolchevique, Stalin abogó por la necesidad de maniobras al mejor
estilo de Maquiavelo: engaños, rudezas y violencias si fuera necesario por el
interés superior: conservar el poder. Y además señaló Stalin:
“Pero el testamento de Lenin os
acusa sobre todo a vosotros, y de culpas bastante más graves: a Zinoviev y a
Kamenev de haber dado un paso atrás en el momento de la revolución y a
Trotski de no ser todavía un bolchevique.”
¡Pobre Lenin! Su testamento fue
adulterado para otros efectos políticos. Como ha planteado Foucault en su
genealogía del poder: historia efectiva de rapiñas, invasiones, luchas,
disfraces y trampas.
¿Qué hizo entonces Stalin contra
Trotsky en aquel Congreso?
Dice Cánfora: “(…) pudo
zarandear a los asistentes en sus asientos con la lectura antológica de
artículos e intervenciones anti-leninistas de Trotski de los años 1910-1913:
lectura que llevó a la derrota de la oposición y a la condena pública de
Trotski por parte del Congreso. Para Stalin, fue un triunfo. Gracias a un texto
falseado.”
En pocas palabras, le
construyeron a Trotsky un expediente de “agravios contra Lenin”. Allí no
cabía la irreverencia de la discusión, sino la más absoluta lealtad y defensa
de la “unidad del partido”, ahora construida como signo fundamental de la
identidad de procedencia.
¿Quiénes son los auténticos
bolcheviques? ¿Quiénes son no sólo los defensores del legado sino los que
proceden del mismo linaje político?
De modo, que podríamos regresar a
Venezuela: ¿Quiénes de acuerdo a su procedencia, a su linaje político,
podrían estar autorizados a encarnar el Legado de Chávez?
Una pregunta que abre mil
interrogantes. Hasta ahora, hemos escuchado retumbando la palabra “Lealtad”.
¿Quiénes tienen la fuerza de la palabra “lealtad”?
Las analogías con la situación de
la URSS podrían ser fecundas: ¿Quiénes pueden hoy decir: somos “los
auténticos hijos de Chávez”, sus más “leales colaboradores, su disciplinado y
obediente personal de confianza”?
XIIII.- ¿QUIÉNES SON LOS AUTÉNTICOS HIJOS DE CHAVEZ…Y QUIENES SERÍAN “BASTARDOS”?
Es allí donde se juega la fuerza
de una procedencia, no en discursos sobre el Golpe de Timón, ni sobre el Plan
de la Patria, ni sobre el Socialismo del siglo XXI. Este problema no se despeja
fundamentalmente desde el terreno de la ideología, la teoría o desde el
ideario; se trata nada más y nada menos que la identificación de un “anillo
grupal” identificado estrechamente con la persona del Comandante, con su
“unidad de pensamiento, voluntad y de acción”.
De allí se desprenden
significativos debates para el futuro de las izquierdas que se arrimaron a
Chávez antes, durante y luego del 4-F hasta la actualidad. ¿Cómo inclinar la
política económica y social, la política del Estado, del Gobierno, del Partido
hacia las aspiraciones y demandas del pueblo trabajador y los más excluidos, si
el asunto pasa por las mediaciones de los “anillos grupales” establecidos por
la procedencia?
Cualquier liderazgo alternativo
que pasara por fuera de los espacios y canales de estos “anillos grupales”, por
la “sucesión legitimada”, no sólo sería rotulado con la palabra “traición”,
sino se le reclamaría su “no procedencia”: no formar parte del “linaje”.
En la URSS, las relaciones de
fuerza dentro de la cúpula dirigente determinaron que la lectura del Testamento
fuera a puerta cerrada. En Venezuela, fue hecho en cadena nacional. Sólo en el
XV Congreso (diciembre de 1927) de la URSS después del fracaso de contra-manifestaciones
trotskistas y cuando la partida está ya sumamente comprometida si no perdida
del todo, Trotski lleva la batalla a campo abierto y es derrotado.
La historia oficial del Partido
Comunista recubre esta derrota en el Congreso con el barniz democrático
de discusiones inmediatamente precedentes:
“En octubre de 1927, dos meses
antes de celebrarse el XV Congreso del Partido, el Comité Central declaró
abierta la discusión general. Comenzó la batalla. Los resultados de la
discusión fueron desastrosos para el bloque trotskista-zinovievista. Votaron a
favor de la política del Comité Central 724.000 afiliados y en favor del bloque
trotskista y zinovievista 4.000, es decir, menos del uno por ciento. El
bloque antibolchevique sufrió un verdadero descalabro. El Partido, animado
por un solo espíritu, rechazó por una aplastante mayoría la plataforma del
bloque. El Partido, a cuya opinión habían apelado por propia iniciativa los
componentes del bloque, expresaba así su voluntad de un modo inequívoco.”[21]
Y el mismo texto oficial
plantearía:
“Después de examinar los
problemas de la edificación del socialismo, el XV Congreso del Partido pasó
al problema de la liquidación del bloque trotskista-zinovievista. El
Congreso reconoció que "la oposición ha roto ideológicamente con el
leninismo, ha degenerado en un grupo menchevique, ha abrazado la senda de la
capitulación ante las fuerzas de la burguesía internacional e interior y se ha
convertido, objetivamente, en un arma de la tercera fuerza contra el régimen de
la dictadura proletaria" ("Resoluciones del P.C. (b) de la U.R.S.S.",
parte II, pág. 232). El Congreso comprobó que las discrepancias existentes
entre el Partido y la oposición se habían agravado, convirtiéndose en
divergencias de carácter programático, y que la oposición trotskista marchaba
por la senda de la lucha antisoviética. Por eso, el XV Congreso declaró que
el pertenecer a la oposición trotskista y el propagar sus ideas era
incompatible con la permanencia dentro de las filas del Partido bolchevique.
El Congreso refrendó el acuerdo de expulsión del Partido de Trotski y Zinoviev
tomado en la reunión conjunta del Comité Central y de la Comisión Central de
Control, y acordó la expulsión de todos los elementos activos del bloque
trotskista-zinovievista, tales como Radek, Preobrazhenski, Rakovski, Piatakov,
Serebriakov, I. Smirnov, Kamenev, Sarkis, Safarov, Lifshitz, Mdivani, Smilga y
de todo el grupo de los "centralistas democráticos" (Sapronov, V.
Smirnov, Boguslavski, Drobnis y otros). Los secuaces del bloque
trotskista-zinovievista, derrotados ideológicamente y deshechos en el terreno
de la organización, perdieron los últimos vestigios de su influencia en el
pueblo.”
¿Dijo usted secuaces? ¿A dónde
fue a parar el destacado y fiel dirigente que Lenin enaltecía en 1923?
XIV.- MIRAR A STALIN EN SU ASTUCIA
Volvamos entonces de 1927 a 1924
en la URSS. Dice Cánfora: Manipulando y manteniendo tanto tiempo en secreto el
“testamento de Lenin”, Stalin en realidad ocultó, en la medida de lo posible,
la ruptura que se había producido de hecho entre Lenin y él. Su “obra maestra"
(como la de Deng respecto a Mao) fue de hecho, fundar su poder precisamente
sobre la base de la continuidad: él era ya (y se proponía ya como) el heredero,
el ejecutor testamentario, un discípulo destacado y fiel de Lenin.
Por detrás de esta operación, no
del todo arbitraria, no sólo está su habilidad subjetiva (asistida por la
fragmentación e ineptitud de la oposición) sino también el peso y el modelo
de la cultura eclesiástica e imperial bizantina, en el peso de la historia.
El partido-iglesia, el partido-linaje, el partido-logia.
De modo que para Cánfora, la
pregunta básica de esta situación es la identificación de quienes encarnan a
los “ejecutores testamentarios”. Fueron designados en vida, con cuáles
atribuciones, con cuáles tareas. Cánfora se detiene a analizar lo que muchos
desprevenidos pasan por alto: “La fuerza de las palabras”.
Ampliamente citada desde las
primeras páginas del Informe secreto, la Carta al Congreso vuelve aún más
llamativamente en el XXII Congreso (17-31 de octubre de 1961) del PCUS en el
que se completa reciamente la “desestalinización” (atacando así al llamado
“grupo anti-partido”) culminando ésta con la expulsión de los restos de
Stalin del mausoleo de Lenin.
Esta vez (1961) las amplias citas
conmemorativas de la Carta al Congreso, y en especial del addendum del 4 de
enero, no están ya en un “informe secreto” sino en el Informe Oficial que
Jruschov pronuncia frente al Congreso en nombre del C. C. Se da vida entonces a
la nueva edición, la quinta de las Obras completas de Lenin, en la que la Carta
al Congreso entra triunfalmente (vol. XLV, 1964). Y este tipo de decisiones
radicales engendrarán quizás la caída de Jruschov en octubre de 1964. La
desestalinización pasa a ser una operación fallida.
¿Quiénes podrían encarnar entonces
el legado ideológico político como “tesoro de una herencia”? La respuesta no va
por el lado de las afinidades conceptuales o ideológicas. La encarnan
aquellos que pertenecen a la fidelidad de una misma procedencia. He allí
otro de los paralelismos con relación al legado de Chávez, pues lo que está en
juego no es más que la aproximación al núcleo ético-mítico, al núcleo
sagrado del legado político-ideológico.
Para otros, no les queda otro
espacio que los círculos periféricos, los anillos distantes del núcleo
sagrado del partido-linaje, marcado fundamentalmente por el tratamiento del
tema de la lealtad, la proximidad de la confianza, y sobremanera los
juramentos.
¿Dijo usted Golpe de Timón o Plan
de la Patria?
No, la historia efectiva
señala que las maniobras se articulan a construir una narrativa sobre los
anillos de confianza, cercanía, contacto, colaboración, lealtad y juramento. En
este contexto es que adquieren fuerza las palabras, no en la verdad teórica, no
en la pureza del ideario.
Regresemos a Cánfora y a la URSS:
la larga sombra de la mancha de “no bolchevismo” de Trotsky, presentada como
“sentencia” lapidaria de Lenin en su Testamento, siguió alargándose. Fue
incluida en una autorizada herramienta como la Gran Enciclopedia Soviética, en
su tercera edición (1977): “En su carta, Lenin hacía referencia al no
bolchevismo de Trotski. De este modo pretendía poner en guardia al Partido
frente a posibles recaídas mencheviques por obra de los secuaces de Trotski”.
De modo que todavía en 1977, se
utilizaba el mismo epíteto: “secuaces”.
XV.- LA HISTORIA SE CONSTRUYE DESDE LUGARES SESGADOS
Si usted analiza la sintaxis
narrativa de la historia del Partido Comunista de la URSS no encontrará allí
sino la conversión de Trotsky en un “vulgar delincuente”. De “menchevique a
traidor” sería el relato-guion endosado como estigma, como mancha, a la figura
de Trotsky.
Por cierto, se trató de una
operación muy bien calculada de tratamiento de las disputas por el poder y la
jefatura política. De modo, que aquellos que pretenden enarbolar
autenticidades ideológico-políticas, podrían estudiar a profundidad el drama
político que envuelve a Trotsky desde mucho antes del testamento de Lenin y
extraer conclusiones para no repetir sus errores.
Sobremanera cualquier oposición a
figuras de la jefatura del PSUV si pretenden tensionarla frontalmente, no
podría seguir desconociendo que la designación de Maduro fue una decisión
fundamental de Chávez, aun con las limitaciones asociadas a la frase
“subordinado siempre a los intereses del pueblo”. ¿Dijo usted subordinado
al pueblo? ¿Qué haría Maquiavelo con semejante frase?
En segundo lugar, no podrían
desconocer que un pilar de sostenimiento del nuevo escenario es la unidad
cívico-militar. En tercer lugar, el espacio político por excelencia para
dirimir cualquier controversia sobre el devenir político de la revolución
bolivariana es un espacio de unidad y acumulación de fuerzas políticas y
sociales: el GPP-SB. Si se pierden de vista estos tres elementos, cualquier
corriente crítica pasará con mucha facilidad a caer en las redes funcionales
de las estrategias y tácticas divisivas promovidas desde el campo opositor.
Ahora bien, pasando a otro punto,
si usted analiza la sintaxis narrativa de Pierre Broue[22],
considerado un historiador cercano a los círculos de Trotsky, sobre estos
sucesos de 1927, se encontrará con otro hilo:
“Una vez más la oposición se
encuentra acorralada: “Todo indica que el comité central teme a la
discusión más que al propio fuego y que no conserva esperanza alguna de defender
su línea política en ninguna discusión honrada que se celebre en el seno del
partido. (... ) El grupo estalinista ha decidido (...) fabricar el XV
Congreso sólo con secretarios”. Por tanto, hay que caminar hacia adelante,
volver decididamente a la ilegalidad y, como ha de afirmarlo Alsky, colaborador
de Trotsky “abrirnos un camino hacia la legalidad”. En consecuencia, la
oposición imprimirá el texto de la plataforma, le dará la debida difusión
dentro del partido y entre los obreros independientes, lo pasará a la firma por
doquier y, a pesar de la prohibición expresa, celebrará reuniones y mítines
imponiendo así por la fuerza el reconocimiento de su ”legalidad”: probablemente
ésta es la única alternativa, abrir una brecha como en el otoño de 1926 pero
esta vez sin posibilidad alguna de echarse atrás, sin otra posible finalidad
que la ”legalización” o la expulsión.”
“Apenas ha sido tomada la
decisión cuando sobreviene la represión: durante la noche del 12 al 13, los
agentes de la GPU, descubren la “imprenta clandestina” de la oposición,
dirigida por el viejo bolchevique Mrachkovsky, que es detenido y será
expulsado posteriormente con otros catorce militantes, así como Preobrazhensky
y Serebriakov que han asumido públicamente su responsabilidad en tal hecho. La
prensa, absolutamente controlada, anuncia la desarticulación de un “complot” en
el que parece estar comprometido un guardia blanco, antiguo oficial del
ejército de Wrangel. Este dato es cierto: un antiguo oficial blanco ha
ayudado a los jóvenes militantes de la oposición a imprimir en multicopista el
texto de la plataforma. Lo que la prensa no refiere, pero que Trotsky,
Zinóviev y Kámenev hacen confesar a Menzhinsky, jefe de la GPU, confirmándolo
éste ante el comité central, es que este antiguo oficial blanco, cuyo nombre
es Stroilov, que trabajaba a las órdenes del provocador Tverskoy, ha pasado a
ser agente de la GPU habiendo sido encargado por ésta de montar una vasta
operación de provocación; en efecto, él había sido el que había ofrecido al
joven oposicionista Chtsherbatov, los medios técnicos de difusión del
documento. En la sesión del comité central, Stalin admite los hechos e
intenta justificarla provocación: “La oposición parece haber dado gran
importancia al hecho de que el antiguo oficial de Wrangel al que se han
dirigido los aliados de la oposición (...) haya sido desenmascarado como agente
de la GPU. Más: ¿Qué hay de malo en que este mismo oficial de Wrangel ayude al
poder soviético a descubrir las conspiraciones contrarrevolucionarias? ¿Quién
puede discutir el derecho del poder soviético a atraerse antiguos oficiales
para utilizarlos en el desenmascaramiento de las conspiraciones
contra–revolucionarias?”.
Hay que tomar nota. Stalin apostó
perfectamente por los consejos de Maquiavelo: ¿Quién puede asumir la voz de
encarnar el control del desenmascaramiento de las conspiraciones
contra-revolucionarias? Desde entonces la URSS dependió cada vez menos de
la política y más de lo que Ranciere llamó procedimientos de policía. Los
aparatos represivos del Estado y del partido mostraron “sus hazañas”:
“Cuando se inaugura el
Congreso, el día 2 de diciembre, ya se sabe que el aparato exige una
capitulación incondicional y una total renuncia: “La oposición, dice
Stalin, debe capitular por entero e incondicionalmente tanto en el plano
político como en el de la organización. Deben renunciar a sus opiniones
anti-bolcheviques, abierta y honestamente, ante el mundo entero. Deben
denunciar las faltas que han cometido y que se han convertido en crímenes
contra el partido, abierta y honestamente, ante el mundo entero”. A partir del
día siguiente parece quedar suficientemente claro que la oposición empieza a
desintegrarse. Rakovsky, que se niega a llevar a cabo cualquier tipo de
“autocrítica” es expulsado de la tribuna. Sin embargo se escucha a Kámenev. Su
intervención, desgarradora y valerosa a la vez, presagia ya la muerte de los
bolcheviques. “Es preciso, dice, hallar una posibilidad de reconciliación”. La
vía del “segundo partido” resultaría “ruinosa para la revolución”, queda
“descartada por el conjunto de nuestro ideario, por todas las enseñanzas de
Lenin acerca de la dictadura del proletariado”. El único camino posible es
“someterse a todas las decisiones del Congreso por muy duras que puedan
parecernos”. No obstante, Kámenev solicita a los congresistas que no
pidan imposibles a sus amigos: “Si renunciásemos a nuestras tesis no
seríamos bolcheviques. Camaradas, hasta la fecha, jamás ha sido formulada en
el partido la exigencia de renunciar a unas opiniones personales (...) Si
me viese obligado a acudir aquí y declarar: renuncio a las tesis desarrolladas
en mis escritos hace dos semanas, no me creeríais; sería una hipocresía por mi
parte y tal hipocresía no me parece necesaria (...). Tendednos una mano de
ayuda”. Pero la comisión elegida por el Congreso se muestra inflexible:
exige que los oposicionistas condenen de forma explícita las ideas de la
oposición. Ordzhonikidze, al leer el día 10 el informe elaborado por la
comisión, se lamenta de que estos ”antiguos bolcheviques” obliguen al partido a
sanciones tan graves y propone su expulsión dado que no han condenado
explícitamente la plataforma de la oposición. Rakovsky, Rádek y Murálov
declaran que en modo alguno renunciarán a defender individualmente sus ideas.
No obstante, los zinovievistas ceden, Kámenev, Bakáiev y Evdokimov aceptan las
condiciones impuestas. En su nombre, Kámenev afirma: “Nos vemos obligados a
someter nuestra voluntad y nuestros juicios a la voluntad y los juicios del
partido, único juez supremo de lo que es útil o nocivo para el progreso de la
revolución”.
Esta frase debe ser releída hasta
el cansancio, muestra el verdadero poder de fagocitación de las estructuras del
aparato político basado en el legado leninista. desde ese momento comenzó la
farsa del método de crítica y autocrítica:
“Nos vemos obligados a someter
nuestra voluntad y nuestros juicios a la voluntad y los juicios del partido,
único juez supremo de lo que es útil o nocivo para el progreso de la revolución”.
“Después del XV Congreso, Stalin
completará el edificio con la generalización de la práctica de la “crítica y la
autocrítica”, afirmando que pertenecen a la propia “naturaleza del partido
bolchevique” y constituyen “la base de la dictadura del proletariado”.
“Si nuestro país, afirma en
presencia de una asamblea de funcionarios moscovitas del partido, es un país
de dictadura del proletariado y si la dictadura es encabezada por un partido,
el partido comunista, que no comparte ni puede compartir el poder con ningún
otro partido, está claro que somos nosotros mismos los que debemos desvelar,
denunciar y corregir nuestros errores sí querernos ir hacia adelante, pues
resulta evidente que nadie más puede desvelar o corregir nuestras faltas”.
Se institucionaliza así el método
predilecto del estalinismo: Tanto la crítica como la autocrítica deben
entenderse en el contexto de la “línea” fijada por el partido y se refieren a
su aplicación. Así se institucionaliza un dispositivo de disciplina,
control y segregación.
La crítica tiene ahora por objeto
desarrollar la autocrítica, motor de los progresos y de la mejora del
partido: una y otra constituyen de hecho un látigo en manos de una dirección
que es la única en poder afirmar la existencia de una falta y que siempre
desvelará los errores de aplicación de la línea por parte de los funcionarios,
por ser ella misma quien la determina e interpreta y dado que nadie
puede criticarla so pena de exponerse a la acusación de “desviarse de la línea”
y de “reflejar objetivamente” la presión de las ”fuerzas contrarrevolucionarias”.
Es posible comprender en este
contexto aquel párrafo de Broue que señala:
“En el ínterin se llevan a cabo
los preparativos del Congreso, bajo el signo dominante de la lucha contra la
oposición. Los dirigentes de la mayoría indican el tono durante las
conferencias preparatorias. Tomsky declara: “Stalin no se complace en modo
alguno en su papel de jefe. La intentona de la oposición pretendía
presentarle como un tenebroso malhechor y a los miembros del comité central y
del Politburó como una serie de lacayos aduladores manipulados a su antojo.
Por debajo de él se encontraría el aparato de funcionarios temerosos del
secretario Stalin y, todavía más abajo, otros militantes temblarían ante el
secretario de célula”. Esta es una hipótesis ridícula, dice Tomsky, una
fábula que nadie puede creer: ¿Cómo ”podría un partido en el que cada cual
tiene miedo de los demás dirigir un Estado inmenso?” y, volviéndose hacia los
ex-camaradas a los que acusa de haber querido constituirse en un ”segundo partido”,
pronuncia la frase que la Historia atribuirá a Bujarin: “Bajo la dictadura
del proletariado pueden existir dos, tres e incluso cuatro partidos pero a
condición de que uno de ellos se encuentre en el poder y los demás en la cárcel”.
Bujarin es tan tajante como Tomsky: ”Nos hemos enfrentado ya con todas las
formas de lucha a excepción del levantamiento armado cuando ya se ha intentado
incluso organizar una huelga, lo único que queda es el levantamiento armado”.
Desde el X Congreso del PCUS
hasta este momento nadie había declarado con tanta precisión lo que significa
partido único: “Bajo la dictadura del proletariado pueden existir dos, tres e
incluso cuatro partidos pero a condición de que uno de ellos se encuentre en el
poder y los demás en la cárcel” (Tomsky)
Como es posible constatar, las
luchas intestinas del poder colocaban a la plataforma de oposición conjunta en
una desventajosa situación. Ya Cánfora nos había recordado:
“A continuación se da una precisa
lista de las expresiones críticas presentes en la Carta relativas a otros
dirigentes. Y frente a Stalin surgen las justificaciones: “Algunas
observaciones críticas”, se lee, “se dirigían también a Stalin. Lenin dudaba
de que Stalin pudiera hacer un uso apropiado de su poder, esto es, de la gran
autoridad que se hubiera concentrado en sus manos una vez que se hubiese
convertido en secretario general del Comité Central. Lenin propuso que
algún otro fuese tomado en consideración para el puesto de secretario general”.
Pero –y ésta es la conclusión del hábil informe– “considerando las
circunstancias, en especial el recrudecimiento de la lucha contra el trotskismo
y los grandes méritos de Stalin en este sentido, los delegados del Congreso
decidieron mantener a Stalin en el papel de secretario general, con la
esperanza de que tuviese en cuenta las indicaciones críticas de Lenin”.
De este modo, se mantiene el mito
de la continuidad leninista-estalinista. Todavía las unciones siguen
presentes en los imaginarios políticos. Stalin había ganado en su momento
la difícil partida política también gracias a aquella minúscula inserción
hábilmente colocada en la Carta al Congreso: “Así como el no bolchevismo de
Trotski”.
Pero también ganó en su país la
partida historiográfica. Superó brillantemente incluso los escollos de los XX y
XXII congresos. Venció haciendo “hablar” a Lenin de manera no del todo
incongruente pero sí anacrónica tras el paso de Trotski al bando bolchevique
bastante antes de la revolución.
XVI.- ENUNCIADOS CRIPTOGRAFICOS DE FOUCAULT: MENSAJE PARA POCOS
¿Qué interés puede tener todo
esto para el campo bolivariano?
Pues en la medida en que las
tensiones sobre el nuevo curso de la política del Gobierno de Maduro, o sobre
las intervenciones de Cabello o de otros miembros del circulo de “Centauros” de
Chávez frente al Partido, coloquen sus actuaciones en el trasfondo de los
contrastes con Chávez, las legitimaciones no se sustentarán en argumentaciones
sino en la apelación a la lealtad y la procedencia.
No se trata de una política de la
memoria para una legitimación de carácter democrático deliberativo y
participativo, sino de la “conservación de un tesoro” para la legitimación
con base a la tradición, la procedencia y el linaje.
Plantea Foucault: “Peligrosa
herencia esta que nos es trasmitida mediante una tal procedencia.”
Sin embargo cabe destacar aquí
que la herencia no es en absoluto un saber que se acumula y se solidifica; es
más bien un conjunto de pliegues, de fisuras, de capas heterogéneas que lo hacen
inestable y, desde el interior o por debajo, amenazan a cualquiera de los
frágiles herederos.
La búsqueda de la procedencia
no funda, al contrario: remueve aquello que se percibía inmóvil, fragmenta lo
que se pensaba unido; muestra la heterogeneidad de aquello que se imaginaba
conforme a sí mismo. Y aquí en la genealogía del poder cabe situar otro
concepto además del de “procedencia”.
Se trata de la “emergencia”,
punto de surgimiento. La genealogía restablece allí los diversos sistemas de
sumisión: no tanto el poder anticipador de un sentido cuanto el juego
azaroso de las dominaciones. La emergencia se produce siempre en un
determinado estado de fuerzas, la manera como luchan unas contra otras, o el
combate que realizan contra las circunstancias adversas, o aún más, la
tentativa que hacen --dividiéndose entre ellas mismas—para escapar a la
degeneración y revigorizarse a partir de su propio debilitamiento.
La emergencia es pues, la
entrada en escena de las fuerzas; es su irrupción, el movimiento de golpe por
el que saltan de las bambalinas al teatro, cada una con el vigor y la juventud
que le es propia. Plantea Foucault que la emergencia designa un lugar de
enfrentamiento; no como un campo cerrado en el que se desarrollaría una lucha,
un plan en el que los adversarios estarían en igualdad de condiciones; sino más
bien un no lugar, una pura distancia, el hecho que los adversarios no
pertenecen a un mismo espacio.
Nadie es pues responsable de
una emergencia, nadie puede vanagloriarse; ésta se produce siempre en el
intersticio. En un sentido, para Foucault, la obra representada sobre ese
teatro sin lugar es siempre la misma: es aquella que indefinidamente repiten
los dominadores y los dominados.
Que hombres dominen a otros
hombres, y es así como nace la diferenciación de los valores, que unas
clases dominen a otras, y es así como nace la idea de libertad; que hombres
se apropien de las cosas que necesitan para vivir, que les impongan una
duración que no tienen, o que las asimilen por la fuerza y tiene lugar el
nacimiento de la lógica. La relación de dominación tiene tanto de «relación»
como el lugar en la que se ejerce tiene de no lugar. Por esto precisamente en
cada momento de la historia, se convierte en un ritual; impone obligaciones y
derechos; constituye cuidadosos procedimientos. Establece marcas, graba
recuerdos en las cosas e incluso en los cuerpos; se hace contabilizadora de
deudas. Universo de reglas que no está en absoluto destinado a dulcificar,
sino al contrario a satisfacer la violencia.
La humanidad no progresa
lentamente, como supone Habermas frente a Foucault, de combate en combate,
hasta una reciprocidad universal en la que las reglas sustituirán para siempre
a la guerra; sino que instala cada una de estas violencias en un sistema de
reglas y va así de dominación en dominación.
El gran juego de la historia,
insiste Foucault, es quién se
amparará de las reglas, quién ocupará la plaza de aquellos que las utilizan,
quién se disfrazará para pervertirlas, utilizarlas a contrapelo, y utilizarlas
contra aquellos que las habían impuesto; quién, introduciéndose en el complejo
aparato, lo hará funcionar de tal modo que los dominadores se encontrarán
dominados por sus propias reglas.
Quizás hay pocos que han
explorado los siguientes hilos discursivos sobre la historia:
“En realidad lo que Nietzsche
nunca cesó de criticar después de la segunda de las intempestivas, es esta
forma de historia que reintroduce (y supone siempre) el punto de vista
supra-histórico: una historia que tendría por función recoger, en una
totalidad bien cerrada sobre sí misma, la diversidad al fin reducida del
tiempo; una historia que nos permitiría reconocernos en todas partes y dar a
todos los desplazamientos pasados la forma de la reconciliación; una
historia que lanzará sobre todo lo que está detrás de ella una mirada de fin
del mundo.”
Y por otra parte
“Si Rusia tiende a transformarse
en una nación capitalista a ejemplo de los países de la Europa Occidental -y
por cierto que en los últimos años ha estado muy agitada por seguir esta
dirección- no lo logrará sin transformar primero en proletarios a una buena
parte de sus campesinos; y en consecuencia, una vez llegada al corazón del
régimen capitalista, experimentará sus despiadadas leyes, como las
experimentaron otros pueblos profanos. Eso es todo. Pero no lo es para mí
crítico. Se siente obligado a metamorfosear mi esbozo histórico de la
génesis del capitalismo en el Occidente europeo en una teoría
histórico-filosófica de la marcha general que el destino le impone a todo
pueblo, cualesquiera sean las circunstancias históricas en que se encuentre, a
fin de que pueda terminar por llegar a la forma de la economía que le asegure,
junto con la mayor expansión de las potencias productivas del trabajo social,
el desarrollo más completo del hombre. Pero le pido a mi crítico que me
dispense. (Me honra y me avergüenza a la vez demasiado). Tomemos un
ejemplo. En diversos pasajes de El Capital aludo al destino que les cupo a los
plebeyos de la antigua Roma. En su origen habían sido campesinos libres,
cultivando cada cual su propia fracción de tierra. En el curso de la historia
romana fueron expropiados. El mismo movimiento que los divorció de sus medios
de producción y subsistencia trajo consigo la formación, no sólo de la gran
propiedad fundiaria, sino también del gran capital financiero. Y así fue que
una linda mañana se encontraron con que, por una parte, había hombres libres
despojados de todo a excepción de su fuerza de trabajo, y por la otra, para que
explotasen este trabajo, quienes poseían toda la riqueza adquirida. ¿Qué
ocurrió? Los proletarios romanos se transformaron, no en trabajadores
asalariados, sino en una chusma de desocupados más abyectos que los
"pobres blancos" que hubo en el Sur de los Estados Unidos, y junto
con ello se desarrolló un modo de producción que no era capitalista sino que
dependía de la esclavitud. Así, pues, sucesos notablemente análogos pero que
tienen lugar en medios históricos diferentes conducen a resultados totalmente
distintos. Estudiando por separado cada una de estas formas de evolución y
comparándolas luego, se puede encontrar fácilmente la clave de este fenómeno,
pero nunca se llegará a ello mediante el pasaporte universal de una teoría
histórico-filosófica general cuya suprema virtud consiste en ser
supra-histórica.”
¿Acaso no hay que romper
definitivamente con toda una tradición de la historia (teológica o
racionalista) que tiende a disolver el suceso singular en una continuidad
ideal al movimiento teleológico, en un encadenamiento necesario o natural?
No hay que sepultar la historia
«efectiva», aquella que hace resurgir el suceso en lo que puede tener de único,
de cortante. Suceso que traduce una relación de fuerzas que se invierte, un
poder confiscado, un vocabulario retomado y que se vuelve contra sus
utilizadores, una dominación que se debilita, se distiende, se envenena a sí misma,
algo distinto que aparece en escena, enmascarado.
Dice Foucault que si la
genealogía plantea por su parte la cuestión del suelo que nos ha visto nacer,
de la lengua que hablamos o de las leyes que nos gobiernan, es para resaltar
los sistemas heterogéneos, que, bajo la máscara de nuestro yo, nos prohíben
toda identidad. La veneración de los monumentos se convierte en parodia; el
respeto de las viejas continuidades en disociación sistemática; la crítica de
las injusticias del pasado por la verdad que el hombre posee hoy se convierte
en destrucción sistemática del sujeto de conocimiento por la injusticia propia
de la voluntad de saber.
Las fuerzas presentes en la
historia no obedecen ni a un destino ni a una mecánica, sino al azar de la
lucha. No hay que comprender este azar como una simple jugada de suerte,
sino como el riesgo siempre relanzado de la voluntad de poder que a toda salida
del azar opone, para matizarla, el riesgo de un mayor azar todavía. De modo que
la historia sigue siendo una buena consejera para aquellos que tienen ojos para
verla, oídos para escucharla y cuerpo para sentirla. Dicen algunos consejeros: Actúa
siempre para multiplicar tus opciones. Si sólo puedes elegir entre dos y
sólo dos opciones es que te han cercado. Si es así, serás rendido o aniquilado.
¿Cuál legado de Chávez defiende
usted?
Pues comience por leer el
discurso del 8 de diciembre de 2012.
PD: A buen entendedor, pocas
palabras…aunque fueron muchas.
[1]
Versiones: https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1920s/testamento.htm; http://www.movimientoalsocialismo.org/archivos/libros/testamento.htm,
http://www.forocomunista.com/t6835-falsificacion-del-testamento-de-lenin,
http://www.pcr.org.ar/nota/cultura-y-debates/el-testamento-de-lenin
[2]
HISTORIA DEL PARTIDO COMUNISTA (BOLCHEVIQUE) [ STALIN ] Versión castellana de
Ediciones de Lenguas Extranjeras Moscú, 1939 http://ciml.250x.com/archive/kpdsu/spanish/spanish_history_cpsu_b_stalin.html;
http://www.marxists.org/espanol/tematica/histsov/pcr-b/
[3]
¿Qué puede aprender la revolución Bolivariana del testamento de Lenin? Partes I-II-Final
http://www.aporrea.org/ideologia/a111561.html; http://www.aporrea.org/ideologia/a111674.html; http://www.aporrea.org/ideologia/a111770.html
[4]
http://www.fronterad.com/?q=testamento-lenin-verdad-y-manipulacion
[5]
Gran política y pequeña política: http://books.google.co.ve/books?id=GKkkTpVU7GAC&pg=PA20&lpg=PA20&dq=www.gramsci.org.ar+%22peque%C3%B1a+pol%C3%ADtica%22&source=bl&ots=2PNlKYl7pg&sig=-Nl_P5GrUAr1U0sax7homyErX14&hl=es-419&sa=X&ei=-7txVJTSIcOegwTvkYKYBA&ved=0CE8Q6AEwCA#v=onepage&q=www.gramsci.org.ar%20%22peque%C3%B1a%20pol%C3%ADtica%22&f=false
[6]
http://es.scribd.com/doc/18136334/Guha-Ranahit-las-Voces-de-La-Historia-estudios-subalternos
[7]http://books.google.co.ve/books?id=QcqNh5wrFmUC&printsec=frontcover&dq=galasso+la+larga+lucha+de+los+argentinos+pdf&hl=es-419&sa=X&ei=B75xVNnLGYyYNrL6gpAO&ved=0CBsQ6AEwAA#v=onepage&q&f=false
[8]
biblioteca.mygeocom.com/?wpfb_dl=29229
[9]
http://www.anticapitalistas.org/IMG/pdf/Lowy-ElPuntoDeVistaDeLosVencidosEnLaHistoriaDeAL.pdf
[10]
Sobre el papel del textualismo en la construcción de objetos sociales. Ver
Mauricio Ferraris:
http://es.scribd.com/doc/95418251/Ferraris-Maurizio-Donde-Estas-Ontologia-Del-Telefono-Movil
[11]
Aportes a los Programas de Investigación-Acción sobre las “Transiciones al
Socialismo”
¿Para (no) olvidar el “Golpe De Timón”? http://www.aporrea.org/ideologia/a171154.html
[12]
http://www.psuv.org.ve/wp-content/uploads/2011/01/LINEAS-ESTRATEGICAS-PSUV1.pdf
[13]
http://es.wikipedia.org/wiki/Elecciones_parlamentarias_de_Venezuela_de_2010;
http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/120606/cne-modifico-los-circuitos-de-votacion-en-todos-los-estados
[14]
http://www.eluniversal.com/nacional-y-politica/141014/lanzan-oficialmente-instituto-sobre-pensamiento-de-hugo-chavez
[15]
:
http://albaciudad.org/wp/index.php/2014/10/instituto-de-altos-estudios-hugo-chavez-inicio-este-martes-mesas-de-trabajo-videos/)
[16]
http://www.aporrea.org/actualidad/a179562.html
[17]
https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/brumaire/brum1.htm
[18]
http://www.pueg.unam.mx/images/seminarios2015_1/critica_cultural/fou_mic.pdf
[19]
La nota existe: se encuentra en el volumen XLV de la quinta edición (1964) de
las Obras completas de Lenin (p. 594).
[20]
http://www.psuv.org.ve/temas/noticias/transcripcion-completa-palabras-presidente-chavez-su-ultima-cadena-nacional-081212/
[21]
http://www.marxists.org/espanol/tematica/histsov/pcr-b/cap10.htm
[22]
https://www.marxists.org/espanol/broue/1962/partido_bolchevique.htm#h101
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