lunes, 31 de marzo de 2008

DESCOLONIZAR EL IMAGINARIO DE LA MODERNIDAD




Javier Biardeau R.

Considero fundamentales las contribuciones a una comprensión de las críticas de la Modernidad, impulsada desde diversos espacios de pensamiento crítico. Sin embargo, algunas de ellas adolecen de un punto ciego en su postulados: la reproducción del sesgo colonial/euro/céntrico. No existe una auto-reflexión crítica sobre este sesgo, que implique superar la mirada mutilada. Se asume de manera modélica la propia crítica intra-europea de la Modernidad, continuada en muchas de las llamadas perspectivas postmodernas. Las diferentes vertientes principales del pensamiento históricamente hegemónico a escala planetaria pueden ser caracterizadas como colonial/euro-céntricas. Sus efectos en “Nuestra América”, utilizando la denominación de José Martí, son harto conocidos. El mimetismo colonizante va desde las crónicas de indias, el pensamiento liberal de la independencia, el positivismo y el pensamiento conservador del siglo XIX, la sociología de la modernización, el desarrollismo en sus diversas versiones durante el siglo XX, el neoliberalismo y las disciplinas académicas institucionalizadas en las universidades del continente. También el imaginario radical, en sus variantes socialistas, marxistas y comunistas, no escapa al mimetismo colonizante. Más allá de la multiplicidad de orientaciones, de sus contextos históricos, es posible identificar una modalidad interpretativa hegemónica que mutila los regímenes de percepción y saber, configurando una lectura de estas sociedades a partir de la cosmovisión europea, prolongada luego por la academia modernizadora norteamericana. Las políticas de transformación, se hacen fundamentalmente a imagen y semejanza de las sociedades del Norte generando tanto la falacia desarrollista como la desvalorización de modelos culturales socio-diversos, que reconozcan la vitalidad de matrices culturales más amplias. La crisis civilizatoria tiene mucho que ver con la reproducción de una autoridad geocultural en la definición de los modelos sociales legítimos. No significa esto, desconocer los aportes al conocimiento de las culturas hegemónicas, sino reconocer sus límites, sus premisas, problemas y consecuencias. La construcción del imaginario sobre lo que se puede llegar a ser como pueblos, lejos de constituir un asunto de expertos en epistemología, de ingeniería social o de cuadros intelectuales, es una cuestión de importancia política y cultural para la esfera pública. En la medida en que reconocemos que las formas hegemónicas del conocimiento sobre estas sociedades, contribuyen en los procesos de legitimación y naturalización de las formas de dominación, desigualdad y exclusión social que han prevalecido históricamente, podemos asumir con claridad nuestros distanciamientos y compromisos. Reconocidos pensadores venezolanos como Esteban Emilio Monsonyi, Edgardo Lander y Fernando Coronil han planteado en diversos textos y conferencias, la necesidad de examinar las políticas del conocimiento en Occidente, a explorar las maneras como estas teorías particulares se difunden, como los localismos se globalizan, a discernir cómo se establecen las nuevas modalidades colonizantes de influencia en diferentes regiones y disciplinas académicas. Desde la filosofía intercultural de la liberación, Enrique Dussel ha planteado desmontar el mito euro-céntrico de la Modernidad. El concepto hegemónico de Modernidad es euro-céntrico, provinciano, regional. La Modernidad, en esta visión, sería una emancipación, una "salida" de la inmadurez por un esfuerzo de la razón como proceso crítico, que abre a la humanidad a un nuevo desarrollo del ser humano (Kant). Su contra-cara despótica, disciplinaria y colonial se invisibiliza. Este proceso se cumpliría en Europa, esencialmente en el siglo XVIII. El tiempo y el espacio de este fenómeno lo describe Hegel, y lo comenta Habermas en su conocida obra sobre el tema -y es unánimemente aceptado por toda la tradición europea actual. Esta filosofía ha sido fundamento de las ciencias sociales y políticas de la modernización, las cuales han definido la agenda pública de las sociedades. Otro concepto implicaría asumir una visión mundial, reconociendo como determinación fundamental del mundo moderno el hecho de ser "centro" de la Historia Mundial. Es decir, hubo Historia Mundial desde 1492, desde la expansión portuguesa en el siglo XV, que llega al Extremo Oriente en el siglo XVI, y con el descubrimiento de América hispánica. Desde entonces, todo el planeta se torna el "lugar" de "una sola" Historia Mundial. El ego cogito moderno (Descartes) fue antecedido en más de un siglo por el ego conquiro (Yo conquisto-la razón del mas fuerte), que impuso su voluntad (la primera "Voluntad-de-Poder" moderna) al indio americano, y luego al esclavo africano. Esta voluntad de poder es condición de posibilidad del “mito” de la modernidad: a) La civilización moderna sería más desarrollada, superior. b) La superioridad obliga a desarrollar a los más primitivos, rudos, bárbaros, como exigencia moral. c) El camino de dicho proceso educativo de desarrollo debe ser el seguido por Europa. d) Como el bárbaro se opone al proceso civilizador, se debe ejercer en último caso la violencia, para destruir los obstáculos a tal modernización (la guerra justa colonial). e) El carácter "civilizatorio" de la "Modernidad", hace inevitables los sufrimientos o sacrificios (los costos) de la "modernización" de los otros pueblos "atrasados" (inmaduros), de las otras razas esclavizables, del otro sexo por débil, etcétera. Frente al dilema intra-europeo entre modernidad/post-modernidad, hay que abrir el horizonte a otras racionalidades, a otras opciones político-culturales. Capitalismo y Socialismo, sean modernos o postmodernos, tienen un profundo sello coloniales/euro-céntrico. Es necesario abrir espacios de descolonización, de recomposición y reorganización del poder del saber y los conocimientos. Hay un mas allá de la modernidad/post-modernidad en clave euro-céntrica.

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