Javier Biardeau R.
«Así como existe una ecología de las malas hierbas, existe una ecología de las malas ideas»(Gregory Bateson)
«Así como existe una ecología de las malas hierbas, existe una ecología de las malas ideas»(Gregory Bateson)
Nada mejor para descentrar la política que gira sobre el amor-odio al personalismo político, y sus connotaciones totémicas, que reconocer que sin la R de renovación radical del pensamiento-praxis socialista, no habrá ni revisión, ni rectificación ni reimpulso revolucionario. En efecto, planteamos la relevancia de la “ecopolítica socialista”, pensada no como ecologismo convencional, sino a partir de los aportes de Felix Guattari, quién nos habla de tres registros ecológicos: medio ambiente, relaciones sociales y subjetividad. El nuevo socialismo tiene que dar cuenta de la transformación cualitativa de estos registros ecológicos y de sus relaciones. Desde los enfoques contra-hegemónicos (diversidad de pensamientos críticos anticapitalistas) cualquier renovación radical del socialismo es un cambio del modo de ser-hacer-en-grupo. Sólo mediante mutaciones existenciales (cambiar la vida) cuyo objeto es la esencia de la subjetividad, podrá reinventarse la relación del sujeto con el cuerpo, la finitud de la vida, la superación de las relaciones de opresión, los misterios de la vida y de la muerte. Sería indispensable seguir de cerca los planteamientos del Manifiesto Eco-socialista (Joel Kovel-Michael Löwy; 2001), para comprender las transformaciones del imaginario social radical a partir de la ecopolítica. Como ha planteado Gramsci, vivimos en un tiempo cuyo viejo orden está muriendo (arrastrando a la civilización consigo) mientras el orden nuevo no parece aun capaz de nacer. Pero al menos puede anunciarse. La sombra más profunda que se cierne sobre nosotros es el fatalismo que naturaliza como actitud lo defendido por Margaret Thatcher, su famosa TINA, no hay alternativa posible al orden mundial capitalista. Frente a este fatalismo, la potencia constituyente que en Venezuela se mueve en diferentes espacios, ha planteado que otra sociedad es posible, que otro mundo es posible. Las expectativas positivas sobre la iniciativa de reforma constitucional abrían una ventana a los mundos posibles. Las desilusiones frente a los contenidos concretos de la misma, son un registro del estado del arte del imaginario socialista en Venezuela. En la reforma constitucional, poco o nada de planteamientos sobre eco-política socialista. Sencillamente, la problemática no existe. Más bien, pueden rastrearse otras fuentes de inspiración. El cesarismo populista mezclado con el viejo socialismo burocrático. Algunas excepcionalidades esperanzadoras, pero desdibujadas frente a estos núcleos de sentido. Esta situación prende todas las alarmas en las fuerzas socialistas democráticas (sin democracia sustantiva no habrá socialismo). Los contenidos de la reforma traducen las debilidades ético-culturales y epistémicas del “imaginario revolucionario” que pretende otorgarle sentido al movimiento nacional-popular. En esta encrucijada, no es casual que la pragmática del poder sea apropiada por la derecha endógena, por cuadros políticos, en alianza con los burócratas socializados en la vieja cultura de aparato estalinista. Pocos espacios en el gabinete para sujetos de innovación socialista. El análisis de la composición ideológica-política y las primeras declaraciones del nuevo gabinete apuntan a un viraje hacia la “eficiencia” y la pragmática de los resultados. Luego de la inflación retórica del viejo socialismo burocrático, y de la apuesta dura por lealtades ciegas e incondicionales hacia el Líder, se anuncia la decisión de ralentizar el paso hacia el Socialismo (bajo la falacia de que el modelo está claro y debatido), para gestionar urgencias detectadas a través de sondeos de opinión. Síntomas de sobre-vivencia política, pero no de revolución democrática y socialista. El socialismo burocrático y la pragmática de la eficiencia coyuntural, sin calidad revolucionaria, son opciones igualmente malas. La reforma fracasa no solo por ineficiencia de la acción de gobierno, sino porque no ofreció alternativa viable para profundizar la democracia participativa como institucionalidad del nuevo socialismo, porque no hacia efectiva la justicia social y la calidad de vida (sin retardos y sin excusas), porque no transformaba, democratizando, la pesada e inútil estructura burocrática del Estado ni la economía rentista; y porque el poder popular sigue sin ser el verdadero motor-protagonista de los cambios, incluida la nueva geometría territorial. Ahora la agenda es defensiva, parece ser conservar espacios de poder, sin ofrecer nada que supere el actual cuadro de relaciones capitalistas dominantes. Mientras tanto, el capitalismo vive su mejor tajada (la acumulación de capital, la corrupción, la explotación, la coerción, la manipulación ideológica y diversas discriminaciones siguen más vivas que nunca). No basta citar a Maneiro. Eficacia y eficiencia si, pero reflexionando si es un simple asunto técnico-instrumental. La ecopolítica enseña que los óptimos técnicos pueden ser desastres para los tres registros: para el medio ambiente si lo que importa es la velocidad del crecimiento y el consumismo, para las relaciones sociales, si se refuerza la explotación, la coerción y la manipulación ideológica; para la subjetividad, si se normaliza la sumisión psicológica. Frente a esta patética proyección, no queda mas que cuestionar radicalmente el pragmatismo, y sobre todo, si huele a derecha.
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