Alzar la bandera de la ecopolitica radical
Javier Biardeau R.
La modernidad/colonialidad es nuestro horizonte regulado del pensamiento, pretensión de fundamento de la racionalidad hegemónica planetaria. Desde allí racionalizamos términos, palabras maestras que domestican el espacio subjetivo y las relaciones sociales. Discursos de las ciencias, de las moralidades, de las artes, de las doxas; en todas estas esferas, la modernidad/colonialidad se hace presente. Sin embargo, los hechos socioeconómicos y ambientales, no solo sus interpretaciones, indican que catástrofe es el futuro asegurado, no del ciclo de la vida, sino del modelo civilizatorio dominante. Ya con cifras no actualizadas, el 20 % mas rico del planeta consume-destruye el 82,7 % de los bienes (incomes) del planeta, mientras el 20 más pobre consume solo 1,4 % de dichos bienes (PNUD, 1992). El problema numero 1 de la política mundial es la cuestión de las relaciones entre Norte y Sur, dadas las conexiones entre crisis socioeconómica y crisis ecológica. Desigualdad, polarización, exclusión y crisis ecológica son nudos de una misma trama. Aquí, es inevitable referirse a las tres ecologías de Guattari. La ecología no es asunto exclusivo de ambiente, flores y de especies en extinción. No es tema simple de hippies, comeflores o neo-místicos panteistas. La ecología es asunto de política, poder, hegemonía y dominación, de relaciones sociales y de subjetividad, es asunto del cuadrante antroposocial, del mithos, logos, pathos y ethos, es asunto de una macro-ética tanto como de una macro-micro-política. Lo que está en juego es el territorio existencial de la “vida digna”. Ya el capitalismo hegemónico nos había maltratado la dignidad; ahora pretende liquidar la vida a las generaciones futuras, y tal vez de la nuestra. No son solo “aquellas” especies, no es solo “aquella” biodiversidad, no solo son “aquellos” lejanos mundos de la naturaleza, “aquellos” paisajes naturales, presentados como imágenes y representaciones lejanas, mediatizadas en nuestra textura de experiencia. Uno pudiera decir, que la presentación de imágenes de la naturaleza viva en la subcultura mediática, es inversamente proporcional a su destrucción en la existencia real y efectiva. Para sensibilizar de la crisis que se nos avecina, ¿será necesario confinar temporalmente, a modo de experimento micro-fascista, a nuestras elites económicas, políticas y culturales, en túneles de aire contaminado, darles de beber agua envenenada, llenarles sus carritos de supermercado con alimentos trans-génicos o cancerigenos industrializados? Con la ecología no estamos ante simples interpretaciones postmodernas. Es el aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que comemos, que no son poca “cosa”. La crisis ecológica no es una “crisis que nunca existió”, ni un simulacro, no es un invento mass-mediático, no es una moda hermeneutica o deconstruccionista, es un revelador de nuestro distanciamiento con la materialidad de la vida, en sus aspectos mas simples, es la llave maestra del existir o del no existir. Estamos ante una civilización que se jacta de orgullo con los índices de la “esperanza de vida”, pero que no calcula aún su “probabilidad de exterminio” auto-inducido. No se trata de realizar simples ajustes, pequeñas reformas incrementales, adoptar dispositivos de industrialización sostenible, de capitalismo eco-sostenible. Hay que afrontar el marco más amplio de la crisis de la modernidad, del progreso ilustrado, de la modernización capitalista, de la falacia desarrollista. Allí toma lugar la eco-política radical. Campo contra-hegemónico en la medida en que impugna la racionalidad dominante. No es posible seguir adelante con nuestros modelos-estilos de crecimiento económico, que simplemente destruyen la posibilidad de la vida misma en el planeta. No son posibles simples “soluciones técnicas”, “programas de optimización, cálculo y control de riesgos”. Hay una crisis de fundamentos epistémicos, axiológicos de los conocimientos científicos, de las representaciones e imaginarios calificados como doxas del desarrollo, de la modernización y del progreso. No se trata de inspectores ambientales y nuevas tecnologías. Es falso que exista “desarrollo sostenible”. Lo que existe es inútil intento de postergación de la catástrofe. Ha muerto la política, que viva la eco-política radical.
La modernidad/colonialidad es nuestro horizonte regulado del pensamiento, pretensión de fundamento de la racionalidad hegemónica planetaria. Desde allí racionalizamos términos, palabras maestras que domestican el espacio subjetivo y las relaciones sociales. Discursos de las ciencias, de las moralidades, de las artes, de las doxas; en todas estas esferas, la modernidad/colonialidad se hace presente. Sin embargo, los hechos socioeconómicos y ambientales, no solo sus interpretaciones, indican que catástrofe es el futuro asegurado, no del ciclo de la vida, sino del modelo civilizatorio dominante. Ya con cifras no actualizadas, el 20 % mas rico del planeta consume-destruye el 82,7 % de los bienes (incomes) del planeta, mientras el 20 más pobre consume solo 1,4 % de dichos bienes (PNUD, 1992). El problema numero 1 de la política mundial es la cuestión de las relaciones entre Norte y Sur, dadas las conexiones entre crisis socioeconómica y crisis ecológica. Desigualdad, polarización, exclusión y crisis ecológica son nudos de una misma trama. Aquí, es inevitable referirse a las tres ecologías de Guattari. La ecología no es asunto exclusivo de ambiente, flores y de especies en extinción. No es tema simple de hippies, comeflores o neo-místicos panteistas. La ecología es asunto de política, poder, hegemonía y dominación, de relaciones sociales y de subjetividad, es asunto del cuadrante antroposocial, del mithos, logos, pathos y ethos, es asunto de una macro-ética tanto como de una macro-micro-política. Lo que está en juego es el territorio existencial de la “vida digna”. Ya el capitalismo hegemónico nos había maltratado la dignidad; ahora pretende liquidar la vida a las generaciones futuras, y tal vez de la nuestra. No son solo “aquellas” especies, no es solo “aquella” biodiversidad, no solo son “aquellos” lejanos mundos de la naturaleza, “aquellos” paisajes naturales, presentados como imágenes y representaciones lejanas, mediatizadas en nuestra textura de experiencia. Uno pudiera decir, que la presentación de imágenes de la naturaleza viva en la subcultura mediática, es inversamente proporcional a su destrucción en la existencia real y efectiva. Para sensibilizar de la crisis que se nos avecina, ¿será necesario confinar temporalmente, a modo de experimento micro-fascista, a nuestras elites económicas, políticas y culturales, en túneles de aire contaminado, darles de beber agua envenenada, llenarles sus carritos de supermercado con alimentos trans-génicos o cancerigenos industrializados? Con la ecología no estamos ante simples interpretaciones postmodernas. Es el aire que respiramos, el agua que bebemos, los alimentos que comemos, que no son poca “cosa”. La crisis ecológica no es una “crisis que nunca existió”, ni un simulacro, no es un invento mass-mediático, no es una moda hermeneutica o deconstruccionista, es un revelador de nuestro distanciamiento con la materialidad de la vida, en sus aspectos mas simples, es la llave maestra del existir o del no existir. Estamos ante una civilización que se jacta de orgullo con los índices de la “esperanza de vida”, pero que no calcula aún su “probabilidad de exterminio” auto-inducido. No se trata de realizar simples ajustes, pequeñas reformas incrementales, adoptar dispositivos de industrialización sostenible, de capitalismo eco-sostenible. Hay que afrontar el marco más amplio de la crisis de la modernidad, del progreso ilustrado, de la modernización capitalista, de la falacia desarrollista. Allí toma lugar la eco-política radical. Campo contra-hegemónico en la medida en que impugna la racionalidad dominante. No es posible seguir adelante con nuestros modelos-estilos de crecimiento económico, que simplemente destruyen la posibilidad de la vida misma en el planeta. No son posibles simples “soluciones técnicas”, “programas de optimización, cálculo y control de riesgos”. Hay una crisis de fundamentos epistémicos, axiológicos de los conocimientos científicos, de las representaciones e imaginarios calificados como doxas del desarrollo, de la modernización y del progreso. No se trata de inspectores ambientales y nuevas tecnologías. Es falso que exista “desarrollo sostenible”. Lo que existe es inútil intento de postergación de la catástrofe. Ha muerto la política, que viva la eco-política radical.
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