Javier Biardeau R.
I.-Reflexionar críticamente sobre el deber social en los trabajos del Che:
I.-Reflexionar críticamente sobre el deber social en los trabajos del Che:
Llama la atención las diversas interpretaciones que sobre el papel de la “ética socialista” se realizan en la revolución bolivariana. Hay incluso quienes han sustituido la centralidad de la conciencia en los derechos humanos, en la dignidad humana, en la emancipación social, política, económica, en la liberación cultural, colocando el acento en enunciados referidos a la “elevada conciencia del deber social”.
Desde nuestra perspectiva, sería un error practicar una diseminación de baja intensidad de formulaciones que corresponden a otras circunstancias históricas y a viejos mapas teórico-ideológicos, como enunciados fundamentales del Nuevo Socialismo del siglo XXI.
Por ejemplo, hay quienes suponen que la expresión “conciencia del deber social” es creación propia del Che Guevara. A pesar de la centralidad que adquiere el tema de la conciencia revolucionaria, de la construcción del “hombre nuevo” y del “deber social” en la obra del Che, es importante reflexionar sobre el clima ideológico de influencia del “marxismo soviético”, para pensar las interpretaciones sobre el “deber social”.
Dice Guevara, citando a Lenin: “Si para implantar el socialismo se exige un determinado nivel cultural (aunque nadie puede decir cuál es este determinado «nivel cultural», ya que es diferente en cada uno de los países de Europa Occidental), ¿por qué, entonces, no podemos comenzar primero por la conquista, por vía revolucionaria, de las premisas para este determinado nivel, y luego, ya a base del Poder obrero y campesino y del régimen soviético, ponernos en marcha para alcanzar a los demás países? (Lenin, Problemas de la edificación del socialismo y comunismo en la URSS.)
El tema de fondo son las premisas objetivas y subjetivas, el papel de las “infraestructuras” y las “superestructuras” para la construcción del socialismo.
En su trabajo sobre el “Sistema presupuestario de financiamiento” (1964), refiriéndose a la formación de las tradiciones de trabajo y su relación con normas, recompensas y castigos, plantea el Che que: “Es importante señalar que se va creando en el obrero la idea general de la cooperación entre todos, la idea de pertenecer a un gran conjunto que es el de la población del país; se impulsa el desarrollo de su conciencia del deber social.” Incluso habla de hacer “que el deber social sea el punto fundamental en el cual se apoya todo el esfuerzo del trabajo del obrero, pero vigilar la labor consciente de sus debilidades, premiar o castigar, aplicando estímulos o des-estímulos materiales de tipo individual o colectivo, cuando el obrero o la unidad de producción sea o no capaz de cumplir con su deber social.”.
En su trabajo “El Socialismo y el hombre en Cuba” (1965) se hacen referencias fundamentales sobre la concepción del “deber social” y se plantea un párrafo que podría ser pretexto de necesarias discusiones: “Claro que todavía hay aspectos coactivos en el trabajo, aún cuando sea necesario; el hombre no ha transformado toda la coerción que lo rodea en reflejo condicionado de naturaleza social y todavía produce, en muchos casos, bajo la presión del medio (compulsión moral, la llama Fidel). Todavía le falta el lograr la completa recreación espiritual ante su propia obra, sin la presión directa del medio social, pero ligado a él por los nuevos hábitos. Esto será el comunismo.”
¿Hacia que modalidad de concepción ética y moral apuntan estas interpretaciones de la transición hacia el socialismo? ¿Cuál modelo de socialismo esta implícito en estas formulaciones? ¿Podrá combinarse eclécticamente lecturas del Che con la reflexión de Mezsaros, para impulsar políticas de transición al socialismo? ¿Qué hay de nuevo en los conceptos que se manejan sobre el socialismo del siglo XXI?
Desde nuestro punto de vista, la fórmula “elevada conciencia del deber social” no pertenece al siglo XXI sino al siglo XX, no remiten exclusivamente como fuente al ideario del Che Guevara, sino a formulaciones de la propia cultura ética, política y jurídica del “marxismo soviético”. Una investigación a fondo de estos planteamientos nos llevan tanto a la URSS de los años 50-60, como a Cuba en los años 60 del siglo XX.
La honestidad intelectual y política implican hacer explícito el contexto histórico y político de estos debates, si contrabandos ideológicos. Si el asunto va por valorizar una actitud no dogmática de los planteamientos del Che con relación a la ideología soviética, sería conveniente aclararlo. En esto estamos de acuerdo.
Pero también hay que reconocer que existe una filiación del pensamiento del Che con el marxismo burocrático de la época. Si el asunto pasa por emular las motivaciones que llevaron a las formulaciones del llamado “código del constructor del comunismo científico”, entonces es problemática la posibilidad de imaginar, crear y pensar el nuevo socialismo del siglo XXI. Estaríamos en presencia de un “contrabando ideológico” del socialismo burocrático del siglo XX.
Hay quienes presuponen que no ha existido la bancarrota del socialismo burocrático ni del marxismo-leninismo, ni como crisis histórica, teórico-ideológica ni como crisis de legitimación política. No es momento de nostalgias o malabarismos en los planteamientos y en las consignas. Marx lo decía con una refinación incomparable: “La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su exilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal.” Ya decía Robinson: ¡O inventamos o erramos!
II.- Reflexionar críticamente sobre el deber social en el marxismo soviético:
Veamos. Stalin muere en 1953. Ya en 1951, Sharia había escrito “Acerca de algunos problemas de la moral” donde planteaba: “El marxismo-leninismo enseña que no solo la construcción de la nueva economía comunista, sino también la formación de la nueva conciencia comunista del hombre no es algo autoimpulsado, no es un producto impuesto por el destino, sino que se desprende de la actividad educacional multilateral y totalmente consagrada del partido bolchevique y el gobierno soviético.” (Introducción, pag 3).
Luego en 1955, Shishkin, el llamado “decano de los filósofos morales soviéticos” publicó sus “Fundamentos de la moral comunista” donde comienzan a aparecer claras referencias a formulas ideológicas sobre el “deber social”.
En su informe al XXI Congreso del Partido Comunista, también Kruschov había subrayado la importancia de la educación moral: “Debemos desarrollar, entre el pueblo soviético, la moral comunista, en cuya base se encuentra la lealtad al comunismo y la enemistad sin compromisos hacia sus adversarios, la conciencia del deber social, la participación activa en el trabajo, el cumplimiento voluntario de las normas fundamentales de la vida humana comunal, la ayuda mutua propia de los camaradas, la honestidad y la veracidad, y la no tolerancia a los perturbadores del orden social” (Materiales del XXI Congreso extraordinario del PCUS).
En la sociedad soviética, la prédica de fines y deberes sustituyó la conciencia de derechos, la moral de los productores directos y la ética de la emancipación social y política. Se plantea entonces el “código moral de edificador del comunismo”, entre cuyas exigencias y obligaciones proclama entre otras la “elevada conciencia del deber social, intolerancia con las infracciones de los intereses sociales”.
Este código moral del constructor del comunismo aparece en el proyecto de estatutos del PCUS de 1961. Y para que no quede duda de su inclusión permanente en el llamado “marxismo soviético”, en el Diccionario soviético de filosofía (Rosental-Iudin; 1965) se afirma: “En la sociedad socialista, la base del deber civil está constituida por los intereses de la lucha en pro del comunismo. Es deber de todos los ciudadanos de la U.R.S.S. participar activamente en la edificación del comunismo. El código moral del constructor del comunismo incluye en sí el principio de la elevada conciencia del deber social, la intolerancia frente a toda infracción del mismo. El cumplimiento del deber llena de sentido la vida y el trabajo del individuo, proporciona la más alta satisfacción a la conciencia”. También Afanasiev en sus “Fundamentos del comunismo científico” (1977) plantea el citado código moral del constructor del comunismo presente en el programa del PCUS, y el tema de la “elevada conciencia del deber social”.
Como vemos, se trata de elaboraciones anteriores a los trabajos del Che, que formaban parte del cultura marxista-leninista para la época. Aunque Chávez haya planteado que la “conciencia del deber social” y “la propiedad social de los medios de producción como los dos elementos fundamentales del socialismo”, seria importante debatir y reflexionar a que fuentes teóricas e ideológicas se remite. Incluso, esto contrasta con lo planteado en el Primer Plan Socialista, donde el énfasis de la Ética Socialista remite con mayor énfasis a una conciencia de derechos humanos para la emancipación social, política y cultural, que a temas de obligación o conciencia del deber social.
III.- Primer Plan Socialista y conciencia de la emancipación social, política y cultural:
Es la primera vez que en la historia de los Planes Nacionales de la Nación se le otorga un papel tan relevante a cuestiones éticas y morales, articulándola además a un proyecto Socialista; es decir, como ética de la liberación. Allí se habla de la “refundación de la Nación venezolana”, la cual se cimentaría en la “fusión de los valores y principios mas avanzados de las corrientes humanistas del socialismo y de la herencia histórica del pensamiento de Simón Bolívar”. Toda una agenda teórica de reflexión crítica podría adelantarse alrededor de esta posible “fusión de horizontes de valores y principios”.
Se trataría de un proyecto ético y moral de vasto calado si lo que se propone no es nada más y nada menos que la refundación de la Nación. Y llama la atención que a pesar de su relevancia, en ningún planteamiento del Primer Plan Socialista se haga mención explícita a una formula ideológica de vasta difusión propagandística como la denominada “conciencia del deber social”. También llama la atención en el PPS su clara referencia a una “ética material” (satisfacer las necesidades primarias de hombres y mujeres para la realización colectiva de la individualidad ya que el estado de necesidad-privación material y espiritual impide la realización de la ética social) y así superar el capitalismo, “basado en el individualismo egoísta, la codicia personal, y en el afán de lucro desmedido”.
También se plantea que el trabajo creador y productivo, propio del proyecto socialista, se enfrenta a la subcultura de la corrupción y del soborno, subcultura que alimenta una acelerada acumulación de bienes y riqueza monetaria, que existe en importantes sectores de la sociedad. Y finalmente se hace énfasis en la lucha contra la violencia psicológica y material que los medios de comunicación utilizan para configurar la “convicción de la imposibilidad de vivir en paz, en democracia y en la confianza de que es posible la realización del bien común”.
Queda clara la relación entre “conciencia revolucionaria” y una nueva “moral colectiva” basada en el “proyecto ético socialista bolivariano”. Se plantea incluso la figura de un Estado ético, una nueva ética del hecho público, donde los funcionarios públicos exhiban una conducta moral en sus condiciones de vida, en la vocación de servicio y en su relación con el pueblo. La civilidad (donde ningún ciudadano será súbdito ni vasallo), la justicia y la igualdad, la adecuada dialéctica de la justicia y el derecho, la tolerancia activa militante como reconocimiento de un medio pluralista, donde conviven distintas religiones, distintas culturas y distintas concepciones de la vida (las diferencias se toleran y se respetan dice el PPS).
Se reconocen en este documento significativos valores y principios: tolerancia, pluralismo, lucha contra la impunidad, libertad y contra la violación de los derechos humanos, al igual que la justicia social, la igualdad, la solidaridad y la dignidad. Creo que además del texto constitucional del año 1999, el PPS asume explícitamente la “conciencia de los derechos humanos” en todas sus generaciones como un eslabón clave de sus planteamientos. También se incluyen referencias a la conciencia revolucionaria, tomando los planteamientos del “Che” Guevara cuando dice que “el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”, ya que “el ser humano solo puede realizarse en los otros seres humanos”.
Mas que un burdo colectivismo o individualismo, se busca realizar personas con dignidad, derechos que nos hagan sentir solidarios con todos los seres humanos. Y cierra el capitulo sobre ética socialista con una ratificación de los principios establecidos en el preámbulo de la Constitución de 1999 y con el llamado a construir el “hombre nuevo del siglo XXI”. La conciencia moral revolucionaria se relaciona con la construcción de una sociedad realmente humanista.
Hasta aquí pueden observarse importantes énfasis, valoraciones y acentos. No hay absolutamente ninguna referencia a un proyecto ético y moral de carácter compulsivo, a ningún discurso sobre una moral social e histórica que coloque al colectivo por encima del individuo, se habla de corresponsabilidad ética y moral. Se mantiene el necesario equilibrio de compromiso entre los valores de igualdad, justicia, libertad, solidaridad y dignidad. Incluso se concibe una democracia política con marcado acento pluralista. ¿Cómo comprender este cambio de énfasis desde los derechos humanos, la justicia, la libertad, la igualdad, la solidaridad y la dignidad, al las formula de la conciencia del deber social como motor del socialismo? ¿Se trata de una radicalización o de una regresión histórica a los planteamientos del marxismo soviético?
IV.- Ética en el pensamiento marxiano y proyecto socialista:
La mejor manera de no naufragar en las aguas del marxismo burocrático es actualizar la teoría y la praxis revolucionaria en los planteamientos del marxismo heterodoxo, crítico y abierto. Por ejemplo, en cuestiones de ética es prudente referirse a Adolfo Sánchez Vásquez, a Enrique Dussel, Herbert Marcuse o a Eugene Kamenka, quienes hacen énfasis en el vínculo entre socialismo, pensamiento marxiano y matriz emancipadora. Ellos no ofrecen consignas tranquilizantes, pero nos convocan a pensar con criterios las articulaciones entre ética y revolución.
La ética de inspiración marxiana, se distingue de las éticas individualistas, formales o especulativas que pretenden explicar la moral al margen de la historia y de la sociedad, o de los intereses de los grupos o clases sociales. Se trata de fecundar una práctica política necesaria para transformar el mundo presente en una dirección emancipatoria, donde hay que esclarecer el lugar de la moral en esa práctica política. Allí se conjugan los fines y valores que se persiguen con los medios necesarios y adecuados para alcanzarlos.
Por el contenido moral de los fines y valores del Socialismo: igualdad y desigualdad, libertades individuales y colectivas efectivas, justicia, dignidad humana y autorrealización del hombre como fin. Se trata de fines y valores propiamente morales. Si bien los medios han de ser considerados instrumentalmente, o sea, por su eficacia, deben ser juzgados también por criterios que imponen límites a su uso, aun siendo eficaces.
El marxismo, como filosofía de la praxis, se interpreta, no en un sentido cientificista, determinista, instrumental está constituido por cuatro aspectos: crítica de lo existente, proyecto alternativo de emancipación, conocimiento de la realidad y vocación práctica, en una unidad indisoluble y articulados en torno a su eje central: la práctica transformadora. Pero no se trata de cualquier transformación, se trata de construir una sociedad cualitativamente distinta. Para nosotros, Marx es ante todo el que encontramos tempranamente en sus famosas Tesis sobre Feuerbach, especialmente en la Tesis XI: “Los filósofos se han limitado hasta ahora a interpretar el mundo; de lo que se trata es de transformarlo”. Pero Marx no está prescindiendo, en modo alguno –como creen los pragmáticos o practicistas– de la necesidad de interpretar o pensar al mundo. Lo que está criticando es el hecho de limitarse a interpretarlo, o sea: aquel pensar que se encierra en sí mismo al margen de la práctica necesaria si se desea transformar el mundo.
El marxismo es una crítica del capitalismo: crítica que presupone ciertos valores desde los cuales se ejerce. El marxismo es un proyecto, idea o utopía de emancipación social, humana, o de nueva sociedad como alternativa social en la que desaparezcan los males sociales criticados. Se trata de un proyecto de nueva sociedad (socialista) en la que los hombres libres de la opresión y la explotación, en condiciones de libertad, igualdad y dignidad humana, dominen sus condiciones de existencia; un proyecto a su vez deseable, posible y realizable, pero no inevitable en lo que respecta a su realización. Por tanto, ni el capitalismo es eterno, ni el socialismo es inevitable. El marxismo es conocimiento de la realidad (capitalista) a transformar y de las posibilidades de transformación inscriptas en ella, así como de las condiciones necesarias, de las fuerzas sociales y los medios adecuados para llevar a cabo esa transformación. Finalmente, el marxismo se distingue por su voluntad de realizar el proyecto; es decir, por su vinculación con la práctica, pues no basta criticar lo existente, ni proyectar una alternativa frente a él, como tampoco basta el conocimiento de la realidad a transformar. Se necesita todo un conjunto de estos actos efectivos que constituyen la práctica y, en especial, la práctica política destinada a realizar el proyecto de emancipación.
Claros enunciados de contenido moral plantea Marx en su teoría de la enajenación del obrero en los Manuscritos de 1844 y, ya en su madurez, en los Grundrisse (escritos preparatorios de El Capital), al criticar la usurpación por parte del capitalista del tiempo libre que crea el obrero. El mismo contenido impregna sus últimos escritos, la Crítica del Programa de Gotha, su visión de la sociedad desenajenada, comunista, articulada, en lo que respecta a la distribución de los bienes producidos, en torno a dos principios: conforme al trabajo aportado, en la primera fase de esa sociedad, y en torno a las necesidades de cada individuo en la fase superior, propiamente comunista. Pero Marx nunca pensó en deber social sin que quedara clara la asociación de seres humanos libres como prerrequisito de una sociedad emancipada. Ninguna concesión al estatismo autoritario, al burocratismo, ni a concebir a la clase trabajadora ni a los individuos sociales, como simples engranajes de un nuevo despotismo que administra recompensas y castigos de acuerdo a su comportamiento evaluado desde una dirección política o administrativa. En fin, la emancipación radical de los trabajadores y trabajadores, será obra de los trabajadores y trabajadoras mismas.
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