lunes, 15 de junio de 2009

¿INTELECTUALES?: MÁS ALLÁ DE GRAMSCI

Javier Biardeau R
Dice Gramsci: “Todos los hombres (-y mujeres-) son intelectuales, podríamos decir, pero no todos los hombres tienen en la sociedad la función de intelectuales”.
Cualquier discusión sobre la intelectualidad pasa por reconocer que en terminos genéricos, los seres humanos poseen la facultad de pensar, de comprender, no solo de sentir; así como reconocer que en la sociedad se acreditan algunas funciones y categorías como “intelectuales”. ¿Por que aparecen las funciones sociales específicas del trabajo intelectual?
Dice Gramsci: “Cuando se distingue entre intelectuales y no intelectuales, en realidad sólo se hace referencia a la inmediata función social de la categoría profesional de los intelectuales, es decir, se tiene en cuenta la dirección en que gravita el mayor peso de la actividad específica profesional, si en la elaboración intelectual o en el esfuerzo nervioso-muscular”.
Una segunda indicación deriva del análisis de lo que en el régimen metabólico del Capital se transforma en división social y jerárquica del trabajo: división entre dirección y ejecución en el terreno económico-productivo, división entre gobernantes y gobernados en el terreno político, división entre dirección intelectual y moral, por una parte, y pasividad intelectual y moral, por otra.
Gramsci nos invita a romper estas divisiones y conformismos. Se trata de una lectura renovadora contra la lógica de la dominación, para superar la explotación económica, la coerción política y la hegemonía ideológica.
¿Por qué las ideas dominantes son las ideas de las clases dominantes? Porque existen hegemonías filosóficas, científicas, artísticas, religiosas; en fin, “académicas”. Es frente a estas hegemonías, que se requiere una contra-hegemonia cultural liberadora.
Para Gramsci queda claro que: “No hay actividad humana de la que se pueda excluir toda intervención intelectual, no se puede separar el homo faber del homo sapiens”. También para Marx la plena existencia humana implica apropiarse de la riqueza social expropiada, incluyendo las actividades intelectuales, sensoriales y afectivas, para derrumbar los muros y privilegios que se levantan en la “cultura”. El propósito es romper el embrutecimiento unilateral generado por el propio regimen social del Capital.
El nuevo socialismo implica entonces una contra-hegemonía liberadora, termino que va más allá de Gramsci, para no recaer en la burda “hegemonía política” de raíces jacobino-blanquistas (Lenin-Stalin). Para romper con la alienación económica, política, filosófica, religiosa, estética, afectiva, diría Ludovico Silva. Para afirmar la revolución cultural permanente, desmantelando las raices del poder-sobre, para afirmar el poder-hacer, diría Holloway.
El estalinismo teme (porque está vivito y coleando en algunos espíritus) el proyecto de des-alienación radical, teme el poder constituyente. Porque la multitud implica superar cualquier regresión masificadora en la deriva cesarista, como mito protector, y en la deriva burocratica como poder constituido. La multitud plantea el aglutinamiento de las pasiones alegres, a través de la conciencia de derechos por la emancipación, no una tenaza superyoica (¿conciencia del deber social?...léase su uso en los diccionarios soviéticos antes de caer en el automatismo psíquico).
El culto a liderazgos infalibles o a la dirección burocrática, reproducen la claudicación del pensamiento crítico y revolucionario. Son formas que retrotraen el proceso popular constituyente, que impiden que multiples voces, que multiples cuerpos, en un movimiento social revolucionario promuevan el poder instituyente, la creación de formas, experiencias, discursos y agenciamientos del socialismo desde abajo.
Democracia participativa y protagónica es la construcción de la autoridad compartida: es mandar obedeciendo al pueblo, es revolución democratica y socialista.
Gramsci destaca la elaboración de concepciones del mundo articuladas a una consciente línea moral, actividad propia de la categoría de los intelectuales. Pero destacaba la autonomía, la crítica, la voluntad de de desprendimiento de relaciones de sumisión. En ningún caso, se trata de doblegar la conciencia, sino superar las tradiciones heredadas como habitos compulsivos de pensamiento.
Los seres humanos participan de una, o una mezcolanza de concepciones del mundo, contribuyendo a sostener o a modificar una concepción del mundo hegemónica, es decir, suscitar nuevos modos de pensar, que se corresponden con las tareas de la coerción, de comando, de dirección o de consenso.
Este hecho tiene obvias implicaciones políticas: “Cada grupo social, al nacer en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, se crea conjunta y orgánicamente uno o más rangos de intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de la propia función, no sólo en el campo económico sino también en el social y en el político”.
Un análisis más amplio de los intelectuales, como la desplegada en el texto de Carlos Altamirano (Intelectuales. Notas de investigación.), permite comprender su significación para la vida política. Desde el asunto Dreyfus hasta la actualidad, existen culturas nacionales que valoran la importancia de las ideas y valores esgrimidos en el debate público para la sociedad.
La intelligentsia aparece desde diversos lugares de enunciación: a) custodios de valores permanentes de la “civilización”, b) comprometidos con las luchas de su tiempo con base a un proyecto revolucionario, c) articuladores de la queja común, d) portavoces de los débiles, e) contradictores del poder, e) aseguradores del saber-experto, f) servidores de Amos de turno.
Desde nuestra perspectiva, los nodos de pensamiento crítico socialista adversan el “intelectualismo”, como ejercicio del privilegio y poder-sobre, pero no a la “función intelectual”. Intentar socializar el poder cultural e intelectual, plantear “cajas de herramientas” para la lucha, es una tarea indispensable. Antagonizar con funcionarios orgánicos de la dominación de la “elite del poder”. Adversar la racionalidad burocrática-instrumental. Desmantelar tanto la dominación simbólica del capitalismo, como de la burocracia del “socialismo realmente inexistente”. Desenmascarar al “marxismo de derecha”, tanto como al capitalismo neoliberal y su consenso manufacturado.
Quien reaccione “paranoicamente” descalificando la polémica sobre “Intelectuales, Democracia y Socialismo” del CIM, desconoce el ABC del “método dialéctico” (Marx), el ABC del “principio dialógico” (Morin), un pensamiento complejo-otro para la lucha.
Una revolución sin polémica, sin planteamientos diversos, sin tensiones, diferencias, conflictos y antagonismos, no fecunda el espíritu revolucionario. Más bien es la confesión de quienes claman por un… ¿Termidor?

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