Rosa Luxemburgo
Javier Biardeau R.
Emeterio Gomez ha reaccionado a los textos publicados en el espacio “A tres manos”: El Socialismo desde abajo” (I y II) de una manera francamente inusual en dos diarios de circulación nacional (El Universal y Notitarde; 21 de septiembre). Esto me permite hacer un ejercicio de exploración sobre algunos prejuicios cargados de pasión antimarxista de ciertos segmentos de opinión del país. Del ex marxismo al anticomunismo hay una trayectoria recurrente de desarraigos y conversiones, que alimenta a contingentes de la nueva derecha global y local. Una nueva derecha que ha consolidado un gesto de despedida/repudio hacia Marx en la onda: ¡Hasta nunca, perro muerto!
Sin embargo, muchos otros, seguimos la filiación a un trabajo intelectual centrado en el imperativo de la justicia material, como horizonte de la no explotación, la no dominación y la no exclusión. Simplemente: ¡Descansa en paz, viejo topo, tu legado sigue vivo! Por esta razón, no hacemos ni tabula rasa ni conservamos una nostalgia por los naufragios ideológicos del Socialismo Burocrático. Simplemente, repensamos la criticidad radical de la multiplicidad de Marx, que como ha dicho Derrida, y lo ha reiterado Rigoberto Lanz, es parte del clima cultural de los conflictos que configuran las sociedades del capitalismo tardio, ahora posmodernas.
Basta ojear el trabajo de Carlos Altamira, con prólogo de Toni Negri, “Los marxismos del nuevo siglo” para comprender que se trata de una agenda abierta, fecunda, polémica, donde queda clara la ruptura con cualquier reiteración de la dogmática marxista-leninista y sus ilusiones despóticas. Pero es hacia estos espejismos a donde quiere arrastrarnos la lectura intencionalmente sesgada del estimado Emeterio Gomez, hacia la equivalencia Marx=Dictadura Totalitaria. Un exabrupto que no llegó a cometer la inteligencia de Hanna Arendt, como queda referida en su obra “Karl Marx y la tradición del pensamiento político occidental”: “Yo pienso que puede mostrarse cómo la línea que va de Aristóteles a Marx muestra a la vez menos rupturas y mucho menos decisivas que la línea que va de Marx a Stalin”. Arendt (a diferencia de muchos de sus seudo-divulgadores) reconoce las diferencias significativas entre un “marxismo despótico”, que en muchos sentidos no es más que su grosera adulteración (llegando al paroxismo estalinista), para ocultar, según Arendt, las “verdaderas enseñanzas” de Marx.
Un tema de extraordinaria envergadura para un programa de investigación sobre la “revolución teórica inconclusa” de Marx, con impactantes efectos políticos; sobre todo, para una izquierda latinoamericana que fue presa de una lectura adoctrinadora del partido-aparato. Se equivoca E.G. Hay otra agenda para otra-política que la derecha pretende cerrar: las articulaciones borradas entre el movimiento comunista, el proyecto socialista y el movimiento democrático (distinciones que Ludovico Silva manejaba perfectamente). ¡Horror!
También queda abierta la crítica radical a la economía política burguesa, como crítica elaborada desde la subjetividad social antagonista al Capital, no como lectura neo-positivista de leyes del sistema económico (sublimaciones de la predestinación), fijando variables económicas más allá del cuadro estratégico de las relaciones de poder, de los arreglos político-institucionales, de la lucha entre beneficios y salarios, de la reificación mercantil.
No le hacemos el juego al “marxismo cientificista”. No borramos la crítica radical a la economía vulgar hecha por Marx, en defensa no se sabe de que “Dios oculto” en la economía de mercado (¡Sobre esto, pregúntele a Lehman Brothers!).
Pero hay que reconocerle a EG, lo que Bobbio ha denominado, el inadecuado desarrollo del pensamiento de Marx sobre las “formas” de gobierno y del Estado. Marx enfatizó el “contenido” de Dictadura de todo Estado clasista, sin profundizar en aspectos medulares de la libertad política. Pero, EG parece ignorar el propio testamento político de Engels (no se trata de desvaríos democráticos de juventud): la ruptura de Marx y Engels con las ilusiones políticas de la experiencia de la comuna y con la modelo de la revolución francesa.
Justamente, algo que el “marxismo” de Lenin, tampoco quiso destacar. A los “marxismos del nuevo siglo”, les espera la tarea de repensar las articulaciones entre Democracia radical y Nuevo Socialismo, explorar modelos viables y factibles, con plena expansión de los espacios de libertad, sin explotaciones, discriminaciones ni exclusiones.
No podría asegurar que esto esté en sintonía con la estrategia y táctica política del momento nacional-estatal de la revolución bolivariana, con su estilo cesarista de dirección. Pero la relación entre democracia y socialismo quedo abierta por Rosa Luxemburgo, cuando cuestionó la eliminación de la democracia por Lenin y Trotsky, a pesar de “ser la única fuente viva de la cual puede surgir el correctivo a todos los males innatos de las instituciones sociales. Esa fuente es la vida política activa, sin trabas, enérgica, de las más amplias masas populares”.
Continua Luxemburgo: “Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida muere en toda institución pública, se torna una mera apariencia de vida, en la que sólo queda la burocracia como elemento activo”.
Un claro ejemplo de los malestares de las “revoluciones desde arriba”. Quedan por explorar las profundas articulaciones de la relación entre el pensamiento de Marx y la libertad (ver: Prior Olmo, por ejemplo).
Dijo Rosa Luxemburgo: “La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente. No a causa de ningún concepto fanático de la “justicia”, sino porque todo lo que es instructivo, totalizador y purificante en la libertad política depende de esta característica esencial, y su efectividad desaparece tan pronto como la “libertad” se convierte en un privilegio especial”.
Marx contribuyó decisivamente a la lucha contra las prácticas de explotación y miseria del “capitalismo manchesteriano” ¿Podrá evitar la derecha neoliberal la precariedad laboral, la exclusión social y sus miserias? Hay que evitar el dominio total de cualquier desvarío despótico. No olvidemos los desvaríos de los predicadores de la sociedad de mercado: otra utopía de la predestinación totalitaria, tan peligrosa para la libertad política como cualquier utopía orwelliana.
Javier Biardeau R.
Emeterio Gomez ha reaccionado a los textos publicados en el espacio “A tres manos”: El Socialismo desde abajo” (I y II) de una manera francamente inusual en dos diarios de circulación nacional (El Universal y Notitarde; 21 de septiembre). Esto me permite hacer un ejercicio de exploración sobre algunos prejuicios cargados de pasión antimarxista de ciertos segmentos de opinión del país. Del ex marxismo al anticomunismo hay una trayectoria recurrente de desarraigos y conversiones, que alimenta a contingentes de la nueva derecha global y local. Una nueva derecha que ha consolidado un gesto de despedida/repudio hacia Marx en la onda: ¡Hasta nunca, perro muerto!
Sin embargo, muchos otros, seguimos la filiación a un trabajo intelectual centrado en el imperativo de la justicia material, como horizonte de la no explotación, la no dominación y la no exclusión. Simplemente: ¡Descansa en paz, viejo topo, tu legado sigue vivo! Por esta razón, no hacemos ni tabula rasa ni conservamos una nostalgia por los naufragios ideológicos del Socialismo Burocrático. Simplemente, repensamos la criticidad radical de la multiplicidad de Marx, que como ha dicho Derrida, y lo ha reiterado Rigoberto Lanz, es parte del clima cultural de los conflictos que configuran las sociedades del capitalismo tardio, ahora posmodernas.
Basta ojear el trabajo de Carlos Altamira, con prólogo de Toni Negri, “Los marxismos del nuevo siglo” para comprender que se trata de una agenda abierta, fecunda, polémica, donde queda clara la ruptura con cualquier reiteración de la dogmática marxista-leninista y sus ilusiones despóticas. Pero es hacia estos espejismos a donde quiere arrastrarnos la lectura intencionalmente sesgada del estimado Emeterio Gomez, hacia la equivalencia Marx=Dictadura Totalitaria. Un exabrupto que no llegó a cometer la inteligencia de Hanna Arendt, como queda referida en su obra “Karl Marx y la tradición del pensamiento político occidental”: “Yo pienso que puede mostrarse cómo la línea que va de Aristóteles a Marx muestra a la vez menos rupturas y mucho menos decisivas que la línea que va de Marx a Stalin”. Arendt (a diferencia de muchos de sus seudo-divulgadores) reconoce las diferencias significativas entre un “marxismo despótico”, que en muchos sentidos no es más que su grosera adulteración (llegando al paroxismo estalinista), para ocultar, según Arendt, las “verdaderas enseñanzas” de Marx.
Un tema de extraordinaria envergadura para un programa de investigación sobre la “revolución teórica inconclusa” de Marx, con impactantes efectos políticos; sobre todo, para una izquierda latinoamericana que fue presa de una lectura adoctrinadora del partido-aparato. Se equivoca E.G. Hay otra agenda para otra-política que la derecha pretende cerrar: las articulaciones borradas entre el movimiento comunista, el proyecto socialista y el movimiento democrático (distinciones que Ludovico Silva manejaba perfectamente). ¡Horror!
También queda abierta la crítica radical a la economía política burguesa, como crítica elaborada desde la subjetividad social antagonista al Capital, no como lectura neo-positivista de leyes del sistema económico (sublimaciones de la predestinación), fijando variables económicas más allá del cuadro estratégico de las relaciones de poder, de los arreglos político-institucionales, de la lucha entre beneficios y salarios, de la reificación mercantil.
No le hacemos el juego al “marxismo cientificista”. No borramos la crítica radical a la economía vulgar hecha por Marx, en defensa no se sabe de que “Dios oculto” en la economía de mercado (¡Sobre esto, pregúntele a Lehman Brothers!).
Pero hay que reconocerle a EG, lo que Bobbio ha denominado, el inadecuado desarrollo del pensamiento de Marx sobre las “formas” de gobierno y del Estado. Marx enfatizó el “contenido” de Dictadura de todo Estado clasista, sin profundizar en aspectos medulares de la libertad política. Pero, EG parece ignorar el propio testamento político de Engels (no se trata de desvaríos democráticos de juventud): la ruptura de Marx y Engels con las ilusiones políticas de la experiencia de la comuna y con la modelo de la revolución francesa.
Justamente, algo que el “marxismo” de Lenin, tampoco quiso destacar. A los “marxismos del nuevo siglo”, les espera la tarea de repensar las articulaciones entre Democracia radical y Nuevo Socialismo, explorar modelos viables y factibles, con plena expansión de los espacios de libertad, sin explotaciones, discriminaciones ni exclusiones.
No podría asegurar que esto esté en sintonía con la estrategia y táctica política del momento nacional-estatal de la revolución bolivariana, con su estilo cesarista de dirección. Pero la relación entre democracia y socialismo quedo abierta por Rosa Luxemburgo, cuando cuestionó la eliminación de la democracia por Lenin y Trotsky, a pesar de “ser la única fuente viva de la cual puede surgir el correctivo a todos los males innatos de las instituciones sociales. Esa fuente es la vida política activa, sin trabas, enérgica, de las más amplias masas populares”.
Continua Luxemburgo: “Sin elecciones generales, sin una irrestricta libertad de prensa y reunión, sin una libre lucha de opiniones, la vida muere en toda institución pública, se torna una mera apariencia de vida, en la que sólo queda la burocracia como elemento activo”.
Un claro ejemplo de los malestares de las “revoluciones desde arriba”. Quedan por explorar las profundas articulaciones de la relación entre el pensamiento de Marx y la libertad (ver: Prior Olmo, por ejemplo).
Dijo Rosa Luxemburgo: “La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para el que piensa de manera diferente. No a causa de ningún concepto fanático de la “justicia”, sino porque todo lo que es instructivo, totalizador y purificante en la libertad política depende de esta característica esencial, y su efectividad desaparece tan pronto como la “libertad” se convierte en un privilegio especial”.
Marx contribuyó decisivamente a la lucha contra las prácticas de explotación y miseria del “capitalismo manchesteriano” ¿Podrá evitar la derecha neoliberal la precariedad laboral, la exclusión social y sus miserias? Hay que evitar el dominio total de cualquier desvarío despótico. No olvidemos los desvaríos de los predicadores de la sociedad de mercado: otra utopía de la predestinación totalitaria, tan peligrosa para la libertad política como cualquier utopía orwelliana.
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