martes, 14 de octubre de 2008

¡EMETERIO, EMETERIO!: LA BANCARROTA NEOLIBERAL

Javier Biardeau R.
Pido disculpas a Emeterio Gómez por haberlo defraudado con mi respuesta, espero no tanto como el fraude del mercado de bonos-basura y los espejismos neoliberales de la “turbulencia financiera mundial”. Lamento no haber caído en la tentación de defender una visión escolástica de Marx: la “teoría laboral del valor” y la economía de los “tiempos de trabajo”. Hubiese sido preferible que EG se apuntara en los foros de quienes plantean la “economía política del Socialismo del siglo XXI” (Dieterich, Paul Cockshott, Allin Cottrell y Klaus Bartsch entre otros). Sería ridículo que en un pequeño espacio periodístico dijéramos algo distinto a reconoce que hay un intenso debate entre aquellas corrientes económicas que hacen énfasis en el plano de la satisfacción de necesidades (consumidor), en el plano de la oferta y la demanda (intercambio), en el plano de la adición de costos (productor) y finalmente, los que van más allá de la economía convencional, e introducen el planos de los conflictos por el reparto distributivo, el desequilibrio intrínseco de la sociedad capitalista con los arreglos institucionales que tratan de enmarcar el “proceso económico”. Los marxismos, con todos sus pelajes, siempre han hecho énfasis en este último aspecto del proceso económico (antagonismo entre fuerzas sociales), colocando el conflicto de poder entre trabajo asalariado (empleo, sueldos y salarios), por una parte, y capital (productividad, costos-beneficios); como elemento de dinámica y desequilibrio del sistema económico. Pero no exageremos Emeterio. La polémica aun no comienza. Solo estamos preparando el terreno, las condiciones, el clima. No olvidemos que en principio la agenda no se impone, sino que se construye. No hay dos “frentes”, hay múltiples “frentes”. No se trata necesariamente de las metáforas de la “guerra fría cultural”, esto puede empobrecer la polémica. Si se trata de “trincheras” y de “guerra de posiciones”, tal vez sería mejor ni siquiera comenzar. El asunto sería de “poder de fuego”. En ese contexto, las ideas con mayúscula, el debate de IDEAS, sobra. Veamos si es posible el diálogo polémico de ideas, premisas y presupuestos (agonística entre lógicas de significaciones), no de una “guerra de religiones”. Así que estimado, no hay que fajarse con “El Capital”, hay que fajarse con la totalidad de la obra abierta e inconclusa de Marx, someterla a revisiones, rectificaciones y refutaciones. La finalidad de todo esto es distinta para los diversos “frentes”. La de EG es justificar la vigencia de los inmaculados fundamentos epistémicos de la ideología liberal, incluso en el terreno de la moral y de la disciplina económica, como “ciencia social”. La de otros, entre los que me incluyo, se trata de recuperar lo recuperable de la obra inconclusa de Marx en la construcción de una praxis de renovación socialista para el siglo XXI, pues no hay modelos acabados. Aclaradas los fines prácticos, se trata de una agonística de ideas. No se trata de solo dos puntos de vista (El marxista y el liberal-económico), hay más de dos puntos de vista, hay una pluralidad de marxismos, socialismos y de liberalismos, hay múltiples conflictos y antagonismos que se sobre-determinan. La condición posmoderna acabó con la retórica de los maniqueísmos, le duela a la izquierda clásica, o la derecha neoliberal. Que EG plantee que “no basta con decir que esta obra es una "crítica radical a la economía burguesa” no extraña. Decimos que no solo es esa obra en particular, sino el modo de producción del conocimiento en la obra de Marx, la que constituye una radical impugnación del modo dominante de establecer las relaciones entre ideología y conocimiento en las “ciencias sociales”, fundando la posibilidad de una subjetividad social antagonista al orden del Capital. Marx despeja las funciones de naturalización y enmascaramiento ideológico de los supuestos convencionales de la economía liberal cuando esta introduce de contrabando ideológico (en sus pretensiones de fundar una “ciencia nomológico-deductiva”), los valores morales y la hegemonía ético-cultural del capitalismo y su adscripción al magma de significaciones de la Modernidad. No por casualidad señalaba Karl Korsch, que el marxismo no puede calificarse de “ciencia”, ni siquiera en el sentido burgués más amplio de la palabra ciencia. Esa ciencia moderna, su epistemología cartesiana y su moral individualista, está en bancarrota, tanto como Wall Strett. Por tanto, cuando EG plantea que “hay que afrontar su profunda inconsistencia: esa tesis absurda según la cual el trabajo es la fuente exclusiva del valor de las mercancías”, lo que haces es proyectar a primer plano un “criterio de consistencia” que de entrada es sospechoso. Por mi parte, lo que he justificado es el “socialismo desde abajo”, y no una lectura “estructuralista” de “Das Kapital”, y enfatizo, obra no concluida, precaria, que ni siquiera fue terminada para la imprenta. Hay que superar las in-conclusiones de “El Capital”. Este es un dato brutal de la realidad. Hay que superar las in-conclusiones de Marx. Este es un dato brutal de la historia. Ha sido Negri, entre muchos otros marxistas, quien más ha insistido en señalar que la preponderancia en un abordaje sujeto-objeto, “cientificista” de “El Capital”, en el cual se ha relegado el antagonismo entre los sujetos de clase. Mientras el cientificismo corre detrás de los espejismos de las ecuaciones matemáticas de las transformaciones de los valores en precios, hay que detenerse en los antagonismos sociales y políticos. No hay ciencia social que soporte estos desequilibrios en los modelos, a menos que hagan como Pinochet: disciplinar los comportamientos de productores y consumidores, de capitalistas y trabajadores, a punta de Doctrina de Seguridad Nacional. Negri plantea analizar los Grundrisse, para salir de la lectura “lógico-cientificista” y del “encantamiento del “método” de quienes han convertido la lectura del tomo I del Capital en una suerte de santo y seña para desentrañar el jeroglífico oculto de Marx (me imagino que EG recuerda sus seminarios en este sentido). Para decirlo con palabras llanas, el intercambio entre Capital y Trabajo no es un intercambio mercantil (como diría Baudrillard, basado en la lógica de la equivalencia económica dominante) sino atravesado por el antagonismo. Este pequeño detalle da cuenta de la inexistencia del “mercado de trabajo”. El trabajo vivo no es una mercancía. Este giro pone de cabeza a la economía capitalista y a sus “economistas”. Polanyi desentraño la “gran transformación”, indicando como las instituciones políticas, la “sociedad política” y la “economía moral”, jugaron su papel en la naturalización del cuadro estratégico de las relaciones de poder capitalistas. Pues es de poder, y no de valor/trabajo que hay que hablar.

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