miércoles, 12 de octubre de 2011

RIGOBERTO LANZ Y LA IZQUIERDA IN-EXISTENTE:

Javier Biardeau R.

Estimado. Comparto la mayor parte de los planteamientos expuestos en estas últimas cuatro o cinco domingueras entregas en “A Tres Manos”. Uno propondría por razones históricas no perder cierta memoria de luchas, hurgar en aquel proyecto político seminal de unidad de las izquierdas post-capitalistas en Venezuela, como lo fue la constitución del llamado PDN-Clandestino, para no recaer en el seguidismo ideológico a los cultores del “leninismo de partido único”, devenido rápidamente en estalinismo (1921-1935) (“calco y copia” de los extravios de la revolución rusa), ni en cierta nostalgía a los años creativos de la revolución cubana (1959-1961), para devenir en la tropicalización de lo mencionado (“calco y copia” del “modelo cubano”).

Habrá que mirar simultáneamente hacia lo mejor de adentro (una izquierda socialista venezolana aún diversa, que no se había coagulado en dogmas estériles ni sectarismos ruinosos) y hacia afuera (las izquierdas anti-capitalistas que no quiere desdibujarse en el liberalismo con rostro humano, asumiendo la condición epocal postmoderna).

Sin embargo, hay que reconocer sendas limitaciones de fundamentos. Todavía las izquierdas grosso modo, siguen estando atadas a los imaginarios modernos, modernizadores y desarrollistas. Siguen siendo eurocentradas y poco esclarecidas en asumir la cuestión descolonizadora, la cuestión ecológica o la cuestión de género, para colocar tres cegueras. Siguen baustezando un anti-imperialismo reactivo y un nacionalismo de corta mira.

Revisitar los plantemientos modernizadores de las izquierdas venezolanas hasta 1958, permite establecer un corte en su constitución y maduración ideológica, conduce a constatar que por “Revolución” se asumía sin problematización la tesis unilateral del “desarrollo de las fuerzas productivas”.

Mientras Adorno y Horkheimer problematizaban en aquellos tiempos, la “Dialéctica de la Ilustración”, aquí se brincaba en una pata por tener los Planes Quinquenales Soviéticos o un “Plan Marshall” a la venezolana. Se trataba de la hegemonía de la ideología moderna del progreso, intoxicación semiótica y existencial de la cual seguimos bebiendo en la mentalidad adquisitiva (de cosas e ideas) derivada de la subcultura rentista-petrolera.

La derecha traducía “sembrar el petroleo” por riqueza, capitalización o acumulación; la izquierda la traducía por justicia distributiva y re-distributiva, claro está: “desarrollando las fuerzas productivas nacionales”. Nuestro específico (a la venezolana) proceso de modernización capitalista, reflejo, trunco y dependiente, ha generado los trajes ambulantes y la idiotización mediáticamente administrada de nuestra “Ciudad Letrada” (mayoría de derecha, minoría de izquierda), ahora reconvertida en segmento “experto” en la parrilla mass-mediática.

Muerte de la intelectualidad cultural y política revolucionaria en el rostro de “funcionario”. Nuestra “Ciudad Letrada” constitutivamente, es espacio honor, privilegio y casta del “homo académicus”, con sus refritos de modernidad político-cultural apalancando mitos desarrollistas. No se salva casi ni uno…ni una.

Isla de modernidad trunca, periférica y subalterna, que pretende gobernar al país, rodeada por un mar de exclusión, magmas populares subalternos, voces plebeyas, con diferentes tonos y claves ideológicas, combinando lo mejor y lo peor de discrónicas sedimentaciones ideológicas y culturales.

¿Cómo repensar y renovar las izquierdas post-capitalistas en estas condiciones? ¡No será para ya!. Habrá que convivir con los ronquidos ideológicos, hasta el fin de nuestro ciclo vital, obviamente sin amargarse la vida.

Esa Nueva Izquierda por venir, no se dibuja con facilidad en el horizonte, sobre todo porque ni siquiera ha transitado en burro el pasaje desde el “marxismo ortodoxo” al “marxismo crítico”. ¿Cómo pedirle peras “post-marxistas” al arbol dogmático del “materialismo dialéctico/materialismo histórico”, con bozal de disciplina partidista?

La teoría crítica radical e insurgente aparece en ciertos resquicios, construyendo nodos de pensamiento crítico para una mundialización post-capitalista, en medio de incomprensiones mayúsculas. ¡No será para ya!, Rigoberto.

Mientras tanto vivamos con cierta sensación testimonial del aroma de charco ideológico y de sociedad devenida en museo de ruinas sin ventilación. Con alegría, sin pausas y sin apuros. ¡Salud!

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