Javier Biardeau R
El ABC de la contra-hegemonía es la insumisión. Una insumisión basada en la criticidad radical, crítica teórica y crítica práctica, inspiradas parcialmente en las tesis marxianas sobre Feuerbach, pero además en la des-dogmatización y des-colonización del imaginario socialista.
El ABC de la contra-hegemonía es la insumisión. Una insumisión basada en la criticidad radical, crítica teórica y crítica práctica, inspiradas parcialmente en las tesis marxianas sobre Feuerbach, pero además en la des-dogmatización y des-colonización del imaginario socialista.
Es la crisis de la Modernidad Occidental, el trasfondo de posibilidad de nuevas insurgencias contra-hegemónicas. Reconociendo que la modernidad política occidental ha generado sus terrores, monstruos y despotismos. Ya lo decía Goya: “El sueño de la razón produce Monstruos”, y Nietszche (1886): “luchando contra monstruos hay que cuidarse de no convertirse en monstruo” (Más allá del bien y del mal).
La lucha contra el capitalismo, contra el colonialismo y contra el imperialismo, no debe descuidar la lucha contra el despotismo de izquierda. Stalin es su símbolo. El estalinismo, su práctica. Conceptualmente, el Socialismo Burocrático es un “Socialismo realmente inexistente”.
La paradoja consiste en comprender como su inexistencia generó una poderosa pantalla ideológica, con sus proyecciones, identificaciones, narrativas, leyendas e imaginarios dominantes, que penetraron profundamente en la recepción hegemónica y en la mentalidad de lo que en América Latina y el Caribe se consideró como “auténtico socialismo” y “auténtico marxismo” desde los albores del siglo XX.
El principal obstáculo para el nuevo socialismo para el siglo XXI es atravesar con éxito, desde la criticidad radical, este fantasma del “socialismo real”. Superar el imaginario jacobino-burgués de la revolución, bucear en la historia desde abajo, a contrapelo.
Babeuf decía: la pobre especie humana “ha servido de juguete a todas las ambiciones, de pasto a todas las tiranías”, “siempre y por doquier se arrulló a los hombres con bellas palabras, jamás ni en ninguna otra parte ha obtenido otra cosa que palabras”. Babeuf era gillotinado por el directorio en 1797.
La nueva constitución termidoriana de 1795 eliminaba el enunciado proclamado en 1789: “Todos los hombre nacen y permanecen libres e iguales en derechos”. En vez de derechos, comenzaron a imponerse deberes (Declaración de derechos y deberes), y como señaló Andreu Nin (Las Dictaduras de nuestro tiempo-1930), la oleada reaccionaria y conservadora que desencadenó la revolución francesa consagró finalmente que “los derechos del hombre fueron los derechos del propietario”.
Kautsky planteó en su interpretación de la revolución francesa, que la Dictadura jacobina preparó el terreno de la Dictadura conservadora. Una lección para no entremezclar las cartas del imaginario de la dictadura jacobina, con el pensamiento crítico socialista. Pues el pensamiento único es propio del despotismo, sea de izquierda o de derecha.
La ignorancia de los acontecimientos de la revolución francesa, pueden condenarnos a repetir sus tragedias. Lo mismo ocurre con la revolución rusa. Hoy sabemos del debate que ha girado en torno al concepto de “dictadura revolucionaria del proletariado”. ¿Se habrán extraído sus lecciones para transitar a un socialismo democrático?
La tarea es salir de la arena movediza de la ortodoxia bolchevique tomando el hilo de Ariadna de la memoria radical-democrática marxiana (que no carece de ambivalencias y contradicciones), además de la pasión descolonizadora que comprende los límites de la razón colonial-moderna. Hoy por hoy, el despotismo de izquierda y la razón colonial-moderna son obstáculos para imaginar y pensar un nuevo socialismo.
La descolonización cultural da paso a un horizonte transmoderno, que ha aligerado la carga mono-lógica del pensamiento dialéctico, habla de ana-dialéctica, una hermenéutica dialógico-crítica junto a la voz de los otros, los excluidos, las periferias, el pueblo, las mujeres, los indígenas.
Un aprendizaje ético y epistémico, que es desprendimiento y apertura a través del principio dialógico, reconociendo la existencia de la alteridad en las comunidades hegemónicas de comunicación. Interpelando la crisis de la modernidad occidental, no exclusivamente desde dentro de ella (posmodernidad), sino desde su exterioridad (trans-modernidad). No basta quedar atrapados en el heleno-centrismo. No basta desplazarse desde Kant y Hegel, hacia Nietszche y Heiddeger.
Sin una insumisión permanente frente al discurso hegemónico, no será posible avanzar en la revolución democrática, socialista, intercultural y ecológica. Hay que plantear un imaginario radical emergente que haya metabolizado con éxito la pesadilla del Socialismo burocrático, sin necesidad de claudicar ante el capitalismo mundial hegemónico y el canon democrático representativo.
Se ha escrito recientemente un tratado sobre la servidumbre liberal (Jean-Léon Beauvois). La lucha por la alter-mundialización tiene cartas de navegación que eluden los faros ideológicos del capitalismo liberal, la socialdemocracia reformista y el socialismo burocrático.
De allí la importancia de una teoría crítica contra-hegemónica. Recuperando el legado de la teoría crítica radical, superando la matriz estado-céntrica de la política hegemónica tradicional del socialismo, interpelando críticamente el discurso hegemónico de la modernidad occidental.
Eludiendo estos falsos faros de emancipación, es posible revocar las relaciones de fuerza y las significaciones imaginarias que han sedimentado las estructuras de control y mando (económico, político, cultural, mediático, científico, familiar, ambiental) del capitalismo mundial hegemónico. Es allí donde se juega la posibilidad del Nuevo Socialismo, en una epoca cuya carga histórica es la eco-política, la descolonización y la radicalización de la democracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario