miércoles, 5 de agosto de 2009

¿SOCIALISMO-TIPS?

Javier Biardeau R.

“Enarbolar hoy como bandera supuestamente “revolucionaria” la consigna del “socialismo científico” sería un anacronismo insoportable. No solo porque la idea misma del “socialismo” ha quedado enteramente desdibujada por la tragedia del stalinismo y la crisis profunda del marxismo de manual, sino porque el concepto de “ciencia” ha sido severamente deconstruido para develar sus trampas y sus secretas conexiones con las tramas del poder. Tanto “socialismo” como “científico” son denominaciones altamente discutibles que no pueden ser asumidas ingenuamente como categorías universales” (R. Lanz)

Los debates intelectuales se asemejan muchas veces a lanzar piedras a pozos sin fondo. Simplemente no hay sonido de respuesta, no hay retorno, ni siquiera ecos. Mucho más si se trata de debatir presupuestos. Entrecomillar premisas, conduce a tematizar voces de trasfondo, voces que marcan contextos, pesadas sedimentaciones imaginarias, verdaderas gramáticas culturales, paradigmas, tradiciones, o como quieran llamarlas.

“Socialismo científico”, un sintagma problemático de cabo a rabo. ¿Que significa hoy hablar de “Socialismo”? ¿Qué significa hoy hablar de Ciencia? Lo menos que podemos sugerir es que ambos términos son problemáticos. En próximas entregas trataremos de analizar estos problemas. Pero antes, hay que despejar ciertos senderos.
La emergencia en la semioesfera de la palabra “socialismo” generó una seña de identidad para variados movimientos políticos. Basta leer el “Manifiesto Comunista” y algunas declaraciones de Engels, para saber lo que estaba en juego entre diferentes tendencias. No ha existido “el” socialismo, como ha afirmado Lanz, sino variadísimas corrientes. Se desprende de este hecho la necesidad de distinguir entonces: ¿Cuál socialismo? ¿Cuál perfil o variedad de socialismo? Esto implica comprender las distintas voces del Socialismo, más allá de una fenomenología que recupere el registro verbal o textual de tal palabra.
No es cierto que socialismo signifique automáticamente democracia, como tampoco dictadura, pues hay tanto socialismos autoritarios, despóticos y profundamente reaccionarios, como democráticos, libertarios y participativos. Así como tampoco sea cierto que democracia y liberalismo sean la misma y única cosa. Hace falta hacer explícito, en que sentidos los socialismos se relaciona con experiencias políticas democráticas o autoritarias. Este debate pretende ser bloqueado. Y por diversas razones.
En primer lugar, no le conviene a cierta derecha reconocer que existen socialismos democráticos. Demonizar el socialismo es parte del anticomunismo ramplón propio del capitalismo neoliberal. Tampoco le conviene a cierta izquierda, porque implica demarcarse abiertamente de las experiencias del despotismo burocrático, lo cual supone dejar de barrer bajo la alfombra la pesadilla del socialismo burocrático. En ambos casos, se trata de jugar a los extremos, ya que en el fondo habitan pasiones anti-democráticas simétricas. Allí la cultura democrática permanece en vilo, en suspenso, en permanente estado de excepción. Sacrificar el reconocimiento del adversario legítimo en el juego democrático, este es el objetivo del extremismo ideológico. Una suerte de manipulación del repudio, desde simétricas morales de la pureza ideológica.
Y si faltara poco, en tercer lugar, vivimos un defecto epocal de la modernidad tardía: la idiotización telemática. Cuando a las morales de pureza ideológica se le agrega la idiotización telemática, no hay mejor fruto que el fanatismo. Bajo el imperio de la video-política, se opta por la nueva idiotización del siglo XXI: el “pensamiento-tips”. Ya ni siquiera son “consignas” (que encerraban alguna referencia a una “demanda justa” para la explosividad pasional), ahora son simples tips.
Los idiotas del siglo XXI consideran que basta una proyección en pantalla, en formato power point, Arial 16 “que se lea bien”, para estar frente a un “pensamiento”. Si a los extremismos del siglo XX, de derecha y de izquierda, los articulamos a la idiotización, el efecto es completamente devastador. No es la inconmensurabilidad de paradigmas de las comunidades científicas, sino los nuevos telefanatismos del siglo XXI. Falta combinar esta situación, con la presencia de “cartillas medianamente elocuentes”, además de figuras más o menos “atractivas”, que manipulan “efectos de credibilidad”, para llegar a una monstruosa muestra de post-ilustración política.
Frente a este contexto, me parece relevante el siguiente enunciado: “No se trata de ejercitar el ingenio en un laboratorio publicitario para atinar con un nombre simpático. El empeño debe más bien colocarse en otro lado: en la caracterización de los vectores sustantivos que definen los contenidos de las relaciones sociales, de las prácticas en todos los terrenos, de las lógicas de sentido que van a expresarse en los tejidos intersubjetivos de la gente de carne y hueso. Es allí donde se juega lo que es una sociedad (no importa como se llame). Es en la racionalidad de las prácticas (políticas, económicas, culturales, etc.) donde se afincan los contenidos que caracterizan a una sociedad concreta. Es en la médula de las relaciones sociales donde se condensa la naturaleza de un modo de producir la vida en sociedad.”
En estos parámetros, la exigencia de profundizar el pensamiento crítico para que el debate adquiera densidad adquiere claro contraste: “El debate que hoy se libra debe hacerse cargo de las lecciones que arroja esta pesadilla (la del socialismo burocrático). No hay manera de contorsionar este pedazo de la historia haciéndose el distraído con sus terribles consecuencias en el terreno teórico o en la dimensión ético-política. (…) Este no puede ser un ejercicio terapéutico para tranquilizar la conciencia; tampoco el taparrabos con el que una izquierda perezosa intenta demarcarse de un pasado poco glorioso. Se trata más bien de un talante intelectual que asume el reto de comprender las causas profundas de los desastres del socialismo stalinista.”
Bueno sería ver si el próximo Congreso Ideológico del PSUV, va ir más allá de consignas y tips, para profundizar en el debate. Sin quedar atrapados en la cárcel del lenguaje del llamado “socialismo científico”, en los estertores del “marxismo soviético”; o peor, en un socialismo-tips.