Javier Biardeau
jbiardeau@gmail.com
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Ya decía el estimado Albert Einstein que “es más fácil destruir un átomo, que destruir un prejuicio”. Y cuando se trata de pasar la página, luego de hacer “balance de inventario”, de los prejuicios de la vieja y pesada izquierda, tanto la socialdemócrata-reformista como marxista-leninista, la dificultad se acerca a la velocidad de la luz. Hay una izquierda que ni aprende ni cambia, utilizando la formula del ex comunista Petkoff; pero, hay otra que aprende a devenir y ser simple derecha, confundiendo a cuanto perezoso encuentra, a creer que la construcción de la identidad socialista, y por tanto anticapitalista, es devenir en una suerte de ala izquierda del liberalismo. La revolución francesa conoció de izquierdas y derechas, ambas burguesas, así que no hay sorpresas. Esa geometría ideológica-política tiene su genealogía precisa. Pero cuando el clivaje izquierda-derecha se hace equivalente a defensa del capitalismo o lucha contra el capitalismo, por una parte, o a la defensa del orden imperial o lucha contra el orden imperial; por otra; los efectos de la miopía ideológica encuentran perfiles más nítidos.
Los analistas de la psique saben muy bien que cosa son mecanismos de defensa y de negación. Negar que exista una política de Gran Potencia tiene sus efectos psíquicos, una suerte de síndrome del Titanic: ¡tranquilos que siga la fiesta, este barco no se hunde! Pero la gran potencia está allí, parada frente a nosotros, con sus ambiciones e intereses. Sin embargo, tampoco hay que llegar a extremos y condenar la lógica borrosa, fluida y polivalente en el campo político, pero no es aconsejable confundir las famosas “alianzas tácticas” con hacerle el trabajo a las políticas de gran potencia de Washington, si les irrita que les mencionen la palabra “imperialismo”, tan demodé. Tenemos una realidad geopolítica mundial.
En la globalización neoliberal, dividida según los grados de Poder Mundial tenemos 4 categorías: 1er. Nivel: La Superpotencia Unipolar de EEUU. 2do. Nivel: El Bloque de Apoyo conformado por Europa Occidental y Japón, y los países que componen el resto de la Comisión Trilateral. 3er. Nivel: El Bloque de Resistencia conformado hasta ahora por China, India y Rusia. 4to. Nivel: Un gran bloque de los “inviables” a menos que cambien sus estrategias de desarrollo. ¿Dónde estamos parados? Los países del Sur se encuentran dentro del 4to. Bloque y solo uniéndose pueden ingresar al 3er. Bloque. De quedarse en el 4to. Bloque, irán pereciendo uno a uno. Hoy el Imperio funciona como un “campo de magnético”, o incluso como un “agujero negro”, que perturba o engulle el funcionamiento interno de los Estados, y no contribuye a políticas autónomas de independencia, soberanía y bienestar. Hasta ahora es la forma más barata de colonizar, en conjunción con sus socios menores y las LumpemElites locales (a menos que se comprometan con aventuras como las de Irak). Ciertamente, no se trata solo de economía, hoy se trata de cultura, ambiente, tecnología, política, factores militares y poder mediático. Como planteó Beaufré, se trata de la puesta en escena de “estrategias totales o integrales”. Y entre estas estrategias, las políticas de gran potencia pretenden impedir tanto el “despegue autónomo” de los países, como la “velocidad de despegue” de quienes integran el bloque de resistencia. Por eso, hay que salir de las inercias del mito de las dos izquierdas. Una, que es una cabilla envuelta de goma del propio Imperio luego de la segunda guerra mundial, para golpear sin dejar tantos rastros, y desde la retórica de seudo-izquierda practicar el dictat del palo y la zanahoria. Y salir de la otra, porque le es útil y necesaria a Washington, por su fatal hábito a seguir los malos ejemplos del socialismo realmente inexistente y los ruinosos esquemas ideológicos del estalinismo. Salir lo más pronto del mito de las dos izquierdas es una apertura a un nuevo juego político. Diría incluso, que es cuestión de sobre-vivencia. No por cuestiones parroquiales, que también importan, como por ejemplo: ¿por que hay tanta basura en algunas calles, delitos violentos, bajo salarios y desempleo? No hay que ignorar a Washington. Su sombra condiciona políticas de coyuntura y estrategias de desarrollo. La negación de realidades es algo muy distinto a la docta ignorancia. No nos hagamos los locos. Es con nosotros la cosa, con los que tenemos por obra del destinto y del decreto de minas de Simón Bolívar, un Estado Petrolero. Tesoro que despierta ambiciones imperiales, y el apetito de nuestras lumpem-elites. Hay asuntos importantes que debatir, por ejemplo, los cambios en la naturaleza del imperialismo, lo que Negri ha llamado Imperio; o por qué los movimientos de liberación nacional terminaron en el culto al regalo envenenado de la estadolatria, incluso militarista, o las derivas cesaristas-populistas de la política de gobierno. Lamentablemente para algunos, es dentro de esta cosa llamada revolución bolivariana, que es posible hablar de socialismo. Con ilusiones y desilusiones, contando con el poder militar o sin él. Hay que recordar que en política, no siempre hay suertes echadas. Todavía hay mucho trecho para enterrar los espacios de nuevos imaginarios críticos socialistas
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