sábado, 23 de febrero de 2008

SABERES CONTRAHEGEMÓNICOS



Javier Biardeau R.
jbiardeau@gmail.com


" Las palabras no son neutras", nos plantea desde una teoría crítica radical (¿postmoderna?) el amigo Rigoberto Lanz. Pero quedan inquietudes pendientes. Una teoría crítica radical y revolucionaria, como decía el viejo Marx, del modo de producción/reproducción de la civilización capitalista (Wallerstein), nos lleva más allá de la modernidad occidental, más allá de la colonialidad/modernidad y de su racionalidad hegemónica (Quijano). De allí la pertinencia de los "enfoques contra-hegemónicos", no sólo rastreando las huellas de lo postmoderno euro-céntrico o de lo trans-modernos/de-colonial (Dussel-Mignolo). A decir de Anouar Abdel-Malek, hay que afirmar la ruptura con el dogma de la división naturalizada entre gobernantes y gobernados (Gramsci contra Pareto/Mosca). Hay que vivificar las pasiones libertarias que afectan las narraciones y los dispositivos de enunciación dominantes.

Hay todo un universo de referencia en las palabras de aquel himno de la Internacional escrito por Eugène Pottier en 1871, durante la Comuna de París, cuando enuncia: "Ni en dioses, reyes ni tribunos, está el supremo salvador. Nosotros mismos realicemos el esfuerzo redentor". Habría que agregar: nos-otros y nos-otras, y también las alteridades. Multiplicidad de singularidades revolucionarias. Y repite Pottier: "Agrupémonos todos, en la lucha final. El género humano es la internacional".

Esto es lo que la derecha neo-conservadora llama "totalitarismo", barriendo debajo de su alfombra roja, los genocidios coloniales e imperiales: "El género humano es la Internacional". Marx en sus afectos y pasiones articuladas al "soy humano, y nada de lo humano me es ajeno" ("Homo sum, et nihil humanum me alienum puto". Terencio), nos lleva a su mandato ético: hay que echar por tierra todas las relaciones sociales que hagan de los seres humanos, seres sometidos a humillaciones (Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel-1844).

Y para esto no hay que partir del "individualismo posesivo" (Mcpherson), sino de la corporalidad viva que afirma la humana dignidad.

Ciertamente, hay que echar por tierra las relaciones sociales que someten a los cuerpos a regímenes-gobiernos-disciplinas (Foucault), a controles (Deleuze-Guttari); desconociendo las humanidades plurales, los multiversos.

Luego del triunfo de Sangarará, Túpac Amaru II expidió un mensaje a los pueblos andinos, volviendo a convocar a los criollos a la unidad con la causa india: "Vivamos como hermanos y congregados en un solo cuerpo. Cuidemos de la protección y conservación de los españoles; criollos, mestizos, zambos e indios por ser todos compatriotas, como nacidos en estas tierras y de un mismo origen". Discurso contra-imperial y descolonizador.

Más allá de las clasificaciones y jerarquías, todas ilegítimas, por más que se pretendan justificar desde la teatro-logía (Balandier) de la "farsa conciencia histórica euro-céntrica" (¡porque es farsante y cínica!), para vivificar al plural género humano, un género intercultural, de diálogo entre civilizaciones, culturas y naciones abiertas a la liberación.

Es hora ya de quitarse las anteojeras que fueron colocadas por siglos de colonialidad/modernidad, por siglos de racionalidad hegemónica, de geopolítica de los conocimientos; para re-montarse desde las profundidades de las experiencias y pasiones que se oponen afirmativamente a las múltiples opresiones, inventando un nuevo imaginario crítico de emancipación, sin el culto a dogmas, a fetiches, sin euro-centrismos, sin modos de subjetivación que truncan la posibilidad de construir singularidades entre singularidades, liberaciones entre liberaciones. Porque más que "igualdad, libertad y fraternidad", caligrafiando mentalmente los valores-fuerza de la Revolución Francesa, se trata de revoluciones democráticas post-imperiales, que rebasan la política cultural de la modernidad occidental. Porque los nuevos imaginarios críticos socialistas afirman la justicia, la paz, la dignidad, la alteridad y la liberación. Para que la barbarie del mundo contemporáneo no siga llamándose de manera soberbia (imponiendo-se como): "Tener-razón".

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