Javier Biardeau
En un texto anterior titulado “A propósito de
Los problemas de la transición política al socialismo no escapan a estas consideraciones. Sostenemos que la revolución democrática es inseparable de la transición al Socialismo, y que cualquier apelación a formas-contenidos que asuman la tesis dogmática de la “dictadura del proletariado”, le hacen un flaco servicio al proceso de transformaciones que se concretaron desde 1999.
Hemos planteado, las indispensables tareas de des-dogmatización y descolonización del imaginario crítico socialista para salir del letargo ideológico en el que ha estado sumido el campo del pensamiento crítico de las izquierdas socialistas en Venezuela. Hemos llamado la atención sobre flexibilidad política que mostraron inclusive Marx y Engels, al enfrentar condiciones históricas y situaciones nacionales concretas. Incluso, hemos mostrado su capacidad de revisión y rectificación de sus tesis sobre los modelos de revolución, frente al cambio de condiciones históricas entre 1848 y
Sin embargo, el asunto es mas grave si seguimos los argumentos expuestos por Adam Schaff en su ya clásico texto: “El Comunismo en la encrucijada”, cuando plantea que el propio Lenin, en “El Estado y
El tema no es solo quién dijo que, sino que se dijo, en que circunstancias, y sobre todo, con que tipo de respaldos teóricos y evidencias históricas. Ya habíamos planteado como Engels en 1895 plantea su revisión y rectificación de puntos de vista sostenidos en condiciones distintas:
“(…) todos nosotros nos hallábamos, en lo tocante a nuestra manera de representarnos las condiciones y el curso de los movimientos revolucionarios, bajo la fascinación de la experiencia histórica anterior, particularmente la de Francia. ¿No era precisamente de este país, que jugaba el primer papel en toda la historia europea desde 1789, del que también ahora partía nuevamente la señal para la subversión general? era, pues, lógico e inevitable que nuestra manera de representarnos el carácter y la marcha de la revolución «social» proclamada en parís en febrero de 1848, de la revolución del proletariado, estuviese fuertemente teñida por el recuerdo de los modelos de 1789 y de
El pensamiento crítico socialista avanza o se estanca, dependiendo de su capacidad de superar las representaciones, modelos, puntos de vista, ilusiones que se sostenían en contextos históricos distintos. Hay que evitar que “la tradición de todas las generaciones muertas oprima como una pesadilla el cerebro de los vivos”, mucho mas cuando se trata de “transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria”. Y esto tiene implicaciones significativas en los “lenguajes-acciones revolucionarias”, porque allí aparecen “los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia.”
Si hay algo que no puede perderse de vista es que la articulación entre revolución democrática y transición política al socialismo implica una “revolución de la mayoría”. Sin mayorías democráticas, no hay tránsito posible al socialismo, bajo las condiciones de la legalidad constitucional de una República Democrática. Y las mayorías democráticas tienen correlatos electorales, sociales y políticos. Desde el punto de vista social: considerar el conjunto de la masa de pueblo explotada y dominada como fuerza motriz de la revolución. Desde el punto de vista político: construir la multitud conciente, organizada y movilizada en función de un proyecto estratégico de transformación. Desde el punto de vista electoral: conquistar la mayoría de los votos. Los métodos de lucha dependen de condiciones y circunstancias: “con este eficaz empleo del sufragio universal entraba en acción un método de lucha del proletariado totalmente nuevo, método de lucha que se siguió desarrollando rápidamente. Se vio que las instituciones estatales en las que se organizaba la dominación de la burguesía ofrecían nuevas posibilidades a la clase obrera para luchar contra estas mismas instituciones.” Y cuales eran estas instituciones estatales:
Este debate sobre la llamada “dictadura del proletariado” parecería extemporáneo si no fuese por su introducción en el texto de Müller-Rodríguez Araque, titulado “Ideas para el dialogo y el debate sobre el socialismo venezolano, y el partido que lo impulsará”. En un aparte titulado: la visión bolivariana de la igualdad, queda planteado que “En su celebre discurso de Angostura, del 15 de febrero de 1819, el Libertador sostenía que “los ciudadanos de Venezuela gozan todos por la constitución, interprete de la naturaleza, de una perfecta igualdad política. Cuando esta igualdad no hubiese sido un dogma en Atenas, en Francia y en América, deberíamos nosotros consagrarlo para corregir la diferencia que aparentemente existe. Mi opinión es, legisladores, que el principio fundamental de nuestro sistema depende inmediata y exclusivamente de la igualdad establecida y practicada en Venezuela. Que los hombres nacen todos con derechos iguales a los bienes de la sociedad, esta sancionado por la pluralidad de los sabios; como también lo está que no todos los hombres nacen igualmente aptos a la obtención de todos los rangos; pues todos deben practicar la virtud, y no todos lo practican, todos deben ser valerosos, y todos no lo son, todos deben poseer talentos, y todos no lo poseen. De allí viene la distinción distintiva que se observa de la sociedad más liberalmente establecida. Si el principio de la igualdad política es generalmente reconocido, no lo es menos el de la desigualdad física y moral. La naturaleza hace a los hombres desiguales, en genio, temperamento, fuerzas y caracteres. Las leyes corrigen esta diferencia porque colocan al individuo en la sociedad, para que la educación, la industria, las artes, los servicios, las virtudes, le den una igualdad ficticia, propiamente llamada política y social”. Hasta allí queda clara la concepción bolivariana de la igualdad política y social, como ficción o convención social en contraste con las llamadas desigualdades naturales. Una concepción claramente ilustrada, moderna, liberal de avanzada y dominante en occidente. De este modo, la igualdad resulta de una construcción humana, y Müller-Rodríguez Araque plantean allí: “pero no cae en el error de pensar que puede ser impuesta por la fuerza a través de la dictadura del proletariado, ejercida por una nueva modalidad de absolutismo, que fuese bautizada por las fuerzas reaccionarias, como totalitarismo.”
De esta manera, se cae innecesariamente en un contraste entre Bolívar, y la interpretación dogmática de la “dictadura de proletariado” atribuida de manera generalizada, interpretada como fuerza, como nuevo absolutismo, y bautizada por las fuerzas reaccionarias, como totalitarismo. Y decimos interpretación dogmático-convencional de la dictadura del proletariado, porque hemos visto, que para Marx y Engels, esta tesis sufre cambios considerables a lo largo del tiempo y bajo condiciones distintas. “Dictadura de clase” remite al contenido de fuerza que todo Estado asume, en mayor o menor medida de acuerdo a las distintas formas políticas, bajo el predominio de una sociedad dividida en clases antagónicas. Pero la forma más favorable de Estado para el socialismo es sin lugar a dudas
De allí que una de las grandes interrogantes del Socialismo Bolivariano, sea la asunción o no del cuadro de categorías liberales del pensamiento bolivariano. Sería muy clarificador que se asumiese sin ambigüedades, el “liberalismo social bolivariano”. Desde nuestro punto de vista, sin embargo, sería muy estrecho y limitado quedarse allí. Hay que ir más allá del paradigma de
Engels plantea lo siguiente (1891): se puede concebir que la vieja sociedad sería capaz de integrarse pacíficamente en la nueva (sociedad socialista) en los países donde la representación popular concentra en sus manos todo el poder, donde se puede hacer por vía constitucional todo lo que se quiera, siempre que uno cuente con la mayoría del pueblo: en las repúblicas democráticas, como Francia y Norteamérica, en monarquías, como Inglaterra, donde la inminente abdicación de la dinastía por una recompensa en metálico se debate a diario en la prensa y donde esta dinastía no puede hacer nada contra la voluntad del pueblo. Pero en Alemania, donde el gobierno es casi omnipotente, donde el reichstag y todas las demás instituciones representativas carecen de poder efectivo, proclamar en Alemania tales cosas y, además, sin necesidad, significa quitar la hoja de parra al absolutismo y colocarse uno mismo para encubrir la desnudez.”
De este modo,
En pocas palabras:
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