Javier Biardeau R
Considero imprescindible que aquellos que estén comprometidos con una refundación del campo de la izquierda socialista, revolucionaria, nacional-popular y profundamente democrática en el seno del proceso bolivariano, cuestionar las diversas intrusiones de la derecha que pueden ser expresadas en:
a) Subordinación de la política económica, sectorial y global del Estado, a los intereses de la acumulación de diversas fracciones capitalistas, nacionales y transnacionales, enquistadas bajo modalidades patrimoniales y succionadoras del presupuesto público, debilitándose los intereses y la resolución de las demandas de las clases trabajadoras, subempleadas y del polo popular.
b) Control y cooptación de personal político de la alta dirección de los órganos del poder constituido y de los centros estratégicos de poder, con especial énfasis en los mandos militares y comandos de guarnición.
c) ideología de conciliación-pactos con grupos de poder, del pragmatismo, de renuncia a los principios éticos del socialismo revolucionario, reforzando la pasividad de la acción de masas y fomentando la corrupción,
c) Desmantelamiento de la dirección colectiva y sustitución por sistema de mando vertical-personalista en las estructuras de intermediación políticas y sociales,
d) liquidación de la autonomía organizativa del movimiento sindical, gremial, estudiantil y en general de las organizaciones del campo popular, en aras de su ubicación como simples correas de movilización electoral o para neutralizar “amenazas del imperialismo”.
e) retraimiento de una política internacional que promueva la construcción de bloques regionales de poder contra-imperiales.
Ya son comunes los términos de boli-burguesía, derecha endógena, nueva clase político-económica, etc. En la calles, esquinas, lugares de trabajo y descanso, incluso llegan a identificarse sus voceros, figuras, testaferros, empresas y conexiones económicas, políticas, y militares. El “capitalismo de estado” realmente existente es el manantial boyante de la creación de esta suerte de lumpem-burguesía rentista. En este contexto, los peligros de las “desviaciones de derecha” no son ajenos a la construcción del PSUV, a sus cuadros de dirección, a sus equipos técnicos y promotores.
Tanto la deriva derechista como la deriva ultra-izquierdista, son factores de debilidad para la acumulación de fuerzas socialistas, revolucionarias y democráticas en el movimiento nacional-popular bolivariano. Mientras el ultra-izquierdismo desea saltos sin transiciones, la deriva de derecha desea cancelar cualquier transformación efectiva de las estructuras de poder, privilegio y control ideológico, haciendo llamados al orden, el pragmatismo y la gobernabilidad. En el campo teórico e ideológico, la deriva hacia la derecha ha representado las tentativas de negación de cualquier referencia a algunas de las variantes del marxismo, o a la construcción de referencia teórica revolucionaria, bajo el ropaje de las interpretaciones funcionalistas-.sistémicas de las “ciencias sociales” disponibles. La unidad y coherencia ideológica con la tradición socialista revolucionaria es desplazada a un segundo plano, enfatizando la lealtad al mando personal-vertical del Presidente Chávez y las referencias genéricas al antiimperialismo.
Esto indica la impostergable necesidad de un debate ideológico acerca del “socialismo” y la “revolución bolivariana” hasta ahora cancelado, con interlocución del movimiento popular y sus expresiones organizadas. No hay debate, ni formación teórica-ideológica, ni espacios de profundización de la discusión política e ideológica. Estos asuntos se reducen a clichés, consignas, y propaganda masiva y alienante. La batalla de ideas se ha quedado en una batalla sin ideas, sin interlocución real del movimiento popular, de los trabajadores de ambos géneros, subempleados, desocupados, movimientos sociales, campesinos, estudiantes, profesionales, pueblos indígenas, intelectuales y capas medias progresistas. El peligro de que se cree una fracción de derecha en el poder, se halla vinculada a la situación general del país. La misma amenaza permanente de la política imperialista norteamericana, y de los representantes políticos de la derecha económica tradicional tienden a alimentar la opinión de que, estando el movimiento popular revolucionario en la imposibilidad de derrocar rápidamente el régimen capitalista, la mejor táctica es la que lo lleve a un bloque de concertación con la llamada “burguesía-nacional” (burguesía del proceso”), para lograr la supuesta contención amplia de la oligarquía y del imperialismo, degenerando en una pasividad del movimiento popular y de la dirección de izquierda revolucionaria. Se repiten los guiones de las llamadas “revoluciones por etapas”, la conjunción de un bloque de clases antiimperialistas, típicas del nacionalismo burgués, y plantillas cercanas a la tesis de la “nueva democracia”, pero sin una clara dirección revolucionaria. Se viene imponiendo con naturalidad las tesis de la concertación de intereses entre el polo popular, los trabajadores, los campesinos, las capas medias, y los llamados capitalistas nacionales, justificando esta situación como una consecuencia desafortunada del imperialismo. Pero el asunto estratégico es dilucidar cuales sectores tiene el papel ideológico y político dirigente de la coalición. ¿Cuáles son las fuerzas dirigentes y motrices de la revolución bolivariana? Hasta ahora, parece claro, que no es ni el movimiento popular, ni los trabajadores, ni los campesinos, ni sectores revolucionarios de las capas medias. Todo depende del arbitraje personal de Chávez y de su anillo de apoyo político inmediato.
Hay que examinar con precisión y claridad las correlaciones de fuerzas y el carácter de clase del gabinete ministerial, de los poderes constituidos, y de la fuerza armada, estableciendo sus conexiones ideológicas dominantes. De este modo, la nueva burguesía y su nueva clase política se sirven del movimiento popular y las capas medias progresistas como masa de maniobra electoral contra la restauración del punto-fijismo, pero institucionalizando un nuevo pacto de elites emergente. Ello es la expresión del profundo pesimismo de la situación predominante acerca de la capacidad revolucionaria de las clases trabajadoras y de los sectores populares en general. Este pesimismo acerca del papel del poder popular organizado y movilizado, conducen a enaltecer prácticas gubernamentales y políticas que combinan aspectos del populismo re-distributivo, el reformismo socialdemócrata y la gobernabilidad liberal, a pesar de la retórica revolucionaria, nacionalista y de “rumbo hacia el socialismo”. La lucha revolucionaria pasa por enterrar definitivamente un determinado régimen social, sus sistemas de explotación, dominación y manipulación ideológica. "Rumbo hacia" y nada más; año tras año "rumbo hacia", y al cabo de años ¿seguir hablando de "rumbo hacia"? "Rumbo hacia" significa no haber llegado ni querer llegar.
Existe una pretensión de control/cooptación del campo popular, por parte de un reducido núcleo de dirección política, cuyos valores-fuerza no van más allá de las aspiraciones de la mediana y alta burguesía rentista, nacionalista, pero temerosa de la construcción de un movimiento popular organizado y de cambios revolucionarios. Estos valores fuerza no constituyen el ala derecha del movimiento popular, sino el ala izquierda de la burguesía y como tal deben ser desenmascarados ante el pueblo. El peligro de derecha debe combatirse con debate, agitación, movilización y formación ideológica socialista, contraponiendo al programa de derecha el programa revolucionario del bloque nacional-popular.
El tema del socialismo revolucionario frente al nacionalismo antiimperialista es un eje de debate para clarificar la permanencia o transformación del régimen de producción, propiedad y mando capitalista. Si la lucha es una lucha sin fin contra el bloque de poder oligarquía/imperialismo, entonces no hay avance alguno. O se debilita realmente el poder del imperialismo, de la oligarquía y de la derecha, o se los fortalece. Si se los fortalece, la revolución ha entrado en un periodo de reflujo revolucionario y de flujo contra-revolucionario. Mientras el maximalismo sin transiciones liquida las mediaciones políticas de la revolución, el minimalismo del pragmatismo liquida cualquier referencia a transformaciones estructurales bajo la conducción del poder popular organizado. El minimalismo es la ventana de oportunidad de la derecha para liquidar la revolución.
Sin una crítica a los conceptos y valores de derecha que predominan en la actual situación política será muy difícil salir de la deriva populista de la revolución. Hay quienes consideran demasiado largo el período de transición y se impacientan. Esto los conducirá a errores de ultra-izquierda. Otros siguen parados en el mismo sitio, y creen que hemos llegado al final de la revolución. Estos constituyen a la derecha. Vivimos un delicado momento de recomposición social, política e ideológica de la revolución bolivariana, luego del revés electoral del 2-D. La derecha culpabiliza a la izquierda del revés electoral, pero lo cierto es que muchos de los contenidos de la reforma, traducían las pretensiones de una tendencia de derecha disfrazada de izquierda. La mayor evidencia radicaba en la minimización del poder de decisión, control y conducción efectivo del poder popular organizado de los métodos y fines del cambio. El proceso de cambio quedaba concentrado y confiscado en pequeños núcleos de decisión. Todo período de transición está lleno de contradicciones y luchas. Postergar indefinidamente las transformaciones de signo socialista, inhibir el debate socialista, inhibir la construcción de practicas socialistas, son parte del clima ideológico dominante de derecha. Derivar hacia la derecha es quedarse a la zaga de una época, fomentando el espíritu de estabilidad y de pasividad en los sectores populares. Frente a la deriva dominante de derecha no puede haber reacciones ultra-izquierdistas. Hay que emprender una lucha de dos frentes en el PSUV, combatiendo tanto la deriva infantil del ultra-izquierdismo, como enfrentar con decisión el montaje de poder que viene acumulando la derecha. Hay que impedir que el PSUV consolide una dirección de derecha, que utilice sus conexiones económicas y militares para neutralizar el socialismo revolucionario bolivariano. La designación y los métodos de designación de las autoridades transitorias del PSUV marcarán el rumbo de la nueva coyuntura política. ¿Se reconocerá alguna legitimidad política e ideológica a una dirección provisional predominante de derecha? El bloque nacional-popular revolucionario tendrá la última palabra.
a) Subordinación de la política económica, sectorial y global del Estado, a los intereses de la acumulación de diversas fracciones capitalistas, nacionales y transnacionales, enquistadas bajo modalidades patrimoniales y succionadoras del presupuesto público, debilitándose los intereses y la resolución de las demandas de las clases trabajadoras, subempleadas y del polo popular.
b) Control y cooptación de personal político de la alta dirección de los órganos del poder constituido y de los centros estratégicos de poder, con especial énfasis en los mandos militares y comandos de guarnición.
c) ideología de conciliación-pactos con grupos de poder, del pragmatismo, de renuncia a los principios éticos del socialismo revolucionario, reforzando la pasividad de la acción de masas y fomentando la corrupción,
c) Desmantelamiento de la dirección colectiva y sustitución por sistema de mando vertical-personalista en las estructuras de intermediación políticas y sociales,
d) liquidación de la autonomía organizativa del movimiento sindical, gremial, estudiantil y en general de las organizaciones del campo popular, en aras de su ubicación como simples correas de movilización electoral o para neutralizar “amenazas del imperialismo”.
e) retraimiento de una política internacional que promueva la construcción de bloques regionales de poder contra-imperiales.
Ya son comunes los términos de boli-burguesía, derecha endógena, nueva clase político-económica, etc. En la calles, esquinas, lugares de trabajo y descanso, incluso llegan a identificarse sus voceros, figuras, testaferros, empresas y conexiones económicas, políticas, y militares. El “capitalismo de estado” realmente existente es el manantial boyante de la creación de esta suerte de lumpem-burguesía rentista. En este contexto, los peligros de las “desviaciones de derecha” no son ajenos a la construcción del PSUV, a sus cuadros de dirección, a sus equipos técnicos y promotores.
Tanto la deriva derechista como la deriva ultra-izquierdista, son factores de debilidad para la acumulación de fuerzas socialistas, revolucionarias y democráticas en el movimiento nacional-popular bolivariano. Mientras el ultra-izquierdismo desea saltos sin transiciones, la deriva de derecha desea cancelar cualquier transformación efectiva de las estructuras de poder, privilegio y control ideológico, haciendo llamados al orden, el pragmatismo y la gobernabilidad. En el campo teórico e ideológico, la deriva hacia la derecha ha representado las tentativas de negación de cualquier referencia a algunas de las variantes del marxismo, o a la construcción de referencia teórica revolucionaria, bajo el ropaje de las interpretaciones funcionalistas-.sistémicas de las “ciencias sociales” disponibles. La unidad y coherencia ideológica con la tradición socialista revolucionaria es desplazada a un segundo plano, enfatizando la lealtad al mando personal-vertical del Presidente Chávez y las referencias genéricas al antiimperialismo.
Esto indica la impostergable necesidad de un debate ideológico acerca del “socialismo” y la “revolución bolivariana” hasta ahora cancelado, con interlocución del movimiento popular y sus expresiones organizadas. No hay debate, ni formación teórica-ideológica, ni espacios de profundización de la discusión política e ideológica. Estos asuntos se reducen a clichés, consignas, y propaganda masiva y alienante. La batalla de ideas se ha quedado en una batalla sin ideas, sin interlocución real del movimiento popular, de los trabajadores de ambos géneros, subempleados, desocupados, movimientos sociales, campesinos, estudiantes, profesionales, pueblos indígenas, intelectuales y capas medias progresistas. El peligro de que se cree una fracción de derecha en el poder, se halla vinculada a la situación general del país. La misma amenaza permanente de la política imperialista norteamericana, y de los representantes políticos de la derecha económica tradicional tienden a alimentar la opinión de que, estando el movimiento popular revolucionario en la imposibilidad de derrocar rápidamente el régimen capitalista, la mejor táctica es la que lo lleve a un bloque de concertación con la llamada “burguesía-nacional” (burguesía del proceso”), para lograr la supuesta contención amplia de la oligarquía y del imperialismo, degenerando en una pasividad del movimiento popular y de la dirección de izquierda revolucionaria. Se repiten los guiones de las llamadas “revoluciones por etapas”, la conjunción de un bloque de clases antiimperialistas, típicas del nacionalismo burgués, y plantillas cercanas a la tesis de la “nueva democracia”, pero sin una clara dirección revolucionaria. Se viene imponiendo con naturalidad las tesis de la concertación de intereses entre el polo popular, los trabajadores, los campesinos, las capas medias, y los llamados capitalistas nacionales, justificando esta situación como una consecuencia desafortunada del imperialismo. Pero el asunto estratégico es dilucidar cuales sectores tiene el papel ideológico y político dirigente de la coalición. ¿Cuáles son las fuerzas dirigentes y motrices de la revolución bolivariana? Hasta ahora, parece claro, que no es ni el movimiento popular, ni los trabajadores, ni los campesinos, ni sectores revolucionarios de las capas medias. Todo depende del arbitraje personal de Chávez y de su anillo de apoyo político inmediato.
Hay que examinar con precisión y claridad las correlaciones de fuerzas y el carácter de clase del gabinete ministerial, de los poderes constituidos, y de la fuerza armada, estableciendo sus conexiones ideológicas dominantes. De este modo, la nueva burguesía y su nueva clase política se sirven del movimiento popular y las capas medias progresistas como masa de maniobra electoral contra la restauración del punto-fijismo, pero institucionalizando un nuevo pacto de elites emergente. Ello es la expresión del profundo pesimismo de la situación predominante acerca de la capacidad revolucionaria de las clases trabajadoras y de los sectores populares en general. Este pesimismo acerca del papel del poder popular organizado y movilizado, conducen a enaltecer prácticas gubernamentales y políticas que combinan aspectos del populismo re-distributivo, el reformismo socialdemócrata y la gobernabilidad liberal, a pesar de la retórica revolucionaria, nacionalista y de “rumbo hacia el socialismo”. La lucha revolucionaria pasa por enterrar definitivamente un determinado régimen social, sus sistemas de explotación, dominación y manipulación ideológica. "Rumbo hacia" y nada más; año tras año "rumbo hacia", y al cabo de años ¿seguir hablando de "rumbo hacia"? "Rumbo hacia" significa no haber llegado ni querer llegar.
Existe una pretensión de control/cooptación del campo popular, por parte de un reducido núcleo de dirección política, cuyos valores-fuerza no van más allá de las aspiraciones de la mediana y alta burguesía rentista, nacionalista, pero temerosa de la construcción de un movimiento popular organizado y de cambios revolucionarios. Estos valores fuerza no constituyen el ala derecha del movimiento popular, sino el ala izquierda de la burguesía y como tal deben ser desenmascarados ante el pueblo. El peligro de derecha debe combatirse con debate, agitación, movilización y formación ideológica socialista, contraponiendo al programa de derecha el programa revolucionario del bloque nacional-popular.
El tema del socialismo revolucionario frente al nacionalismo antiimperialista es un eje de debate para clarificar la permanencia o transformación del régimen de producción, propiedad y mando capitalista. Si la lucha es una lucha sin fin contra el bloque de poder oligarquía/imperialismo, entonces no hay avance alguno. O se debilita realmente el poder del imperialismo, de la oligarquía y de la derecha, o se los fortalece. Si se los fortalece, la revolución ha entrado en un periodo de reflujo revolucionario y de flujo contra-revolucionario. Mientras el maximalismo sin transiciones liquida las mediaciones políticas de la revolución, el minimalismo del pragmatismo liquida cualquier referencia a transformaciones estructurales bajo la conducción del poder popular organizado. El minimalismo es la ventana de oportunidad de la derecha para liquidar la revolución.
Sin una crítica a los conceptos y valores de derecha que predominan en la actual situación política será muy difícil salir de la deriva populista de la revolución. Hay quienes consideran demasiado largo el período de transición y se impacientan. Esto los conducirá a errores de ultra-izquierda. Otros siguen parados en el mismo sitio, y creen que hemos llegado al final de la revolución. Estos constituyen a la derecha. Vivimos un delicado momento de recomposición social, política e ideológica de la revolución bolivariana, luego del revés electoral del 2-D. La derecha culpabiliza a la izquierda del revés electoral, pero lo cierto es que muchos de los contenidos de la reforma, traducían las pretensiones de una tendencia de derecha disfrazada de izquierda. La mayor evidencia radicaba en la minimización del poder de decisión, control y conducción efectivo del poder popular organizado de los métodos y fines del cambio. El proceso de cambio quedaba concentrado y confiscado en pequeños núcleos de decisión. Todo período de transición está lleno de contradicciones y luchas. Postergar indefinidamente las transformaciones de signo socialista, inhibir el debate socialista, inhibir la construcción de practicas socialistas, son parte del clima ideológico dominante de derecha. Derivar hacia la derecha es quedarse a la zaga de una época, fomentando el espíritu de estabilidad y de pasividad en los sectores populares. Frente a la deriva dominante de derecha no puede haber reacciones ultra-izquierdistas. Hay que emprender una lucha de dos frentes en el PSUV, combatiendo tanto la deriva infantil del ultra-izquierdismo, como enfrentar con decisión el montaje de poder que viene acumulando la derecha. Hay que impedir que el PSUV consolide una dirección de derecha, que utilice sus conexiones económicas y militares para neutralizar el socialismo revolucionario bolivariano. La designación y los métodos de designación de las autoridades transitorias del PSUV marcarán el rumbo de la nueva coyuntura política. ¿Se reconocerá alguna legitimidad política e ideológica a una dirección provisional predominante de derecha? El bloque nacional-popular revolucionario tendrá la última palabra.
3 comentarios:
Muy buen artículo.
La clave: combatir "tanto la deriva infantil del ultra-izquierdismo, como enfrentar con decisión el montaje de poder que viene acumulando la derecha".
En todos los planos.
Lo preocupante es cierta tendencia a asimilar toda iniciativa popular autónoma con el "ultraizquierdismo".
Lo básico: un proceso que no produce revolucionarios no es una revolución.
En Venezuela es frecuente que movimientos que emergen como revolucionarios terminen siendo "aparatos" para el comercio polítiquero: alquiler, compra, venta, hipótecas de cuotas de poder.
La transformación del movimiento en aparato es gradual, imperceptible en el momento que se inicia; pero su culminación, cuando se hace para propios y extraños un aparato de negocios, es muy evidente.
Así, la transformación de Acción Democrática se inicia con la expulsión de los "cabezas calientes" y termina con la salida de Luis Beltran Prieto Figueroa. En el Mas el proceso se inicia con la candidatura "propia" de Teodoro y culmina con su participación en el segundo gobierno de Rafael Caldera. En La Causa R, el deslinde del PPT y la candidatura de Irene Saez marcan el inicio y el final respectivamente del proceso de conversión.
En cada uno de ellos, el inicio parece un acto de purificación creado por circunstancias incontrolables, al menos visiblemente. Cuando se estudia la conducta anterior y posterior a la transformación de algunos de sus dirigentes claves, resulta claro que la metamorfósis no fue un accidente. Hablo de Rómulo en el caso de AD, Teodoro y el Mas, Andrés Velasquez y La Causa R.
El PSUV parece el inicio de la conversión de "el proceso" en aparato. Lo que parecía un error táctico se está convirtiendo en un error estrátegico. Y quizás no sea un error.
¡Bueno!, pero no creo que se pueda hablar de “derecha”, es conservadurismo puro del ente representativo adquirido en lo político. No hay política, sólo es manejo de circunstancias. La compleja realidad exige reflexión es cierto, y muy axiomático: si el análisis partiera del funcionalismo o fuese funcional y su paradigma la eficiencia revolucionaria del “Che”, ya estarían rebobinando el intento de su agotada praxis hegemónica.
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